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Intersticios sociales

versão On-line ISSN 2007-4964

Intersticios sociales  no.2 Zapopan Set. 2011

 

Reflexión epistemológica

El contexto en el análisis politológico*

Dieter Nohlen1 

1 Universidad de Heidelberg.


Resumen

Este artículo trata de la relevancia del contexto para el análisis politológico: analiza la forma en que la ciencia política aborda en sus investigaciones la presencia e influencia del contexto y luego traslada su análisis al ámbito del diseño institucional. Para el primer aspecto analiza de manera dicotómica la presencia del contexto en diversas posturas epistemológicas: comprender versus explicar, deducción versus inducción, histórico versus sistemático, normativo versus empírico, analítico versus sistémico. Para el segundo estudia dos posturas que se relacionan de manera diversa con el contexto: una normativo-abstracta y otra histórico-empírica. La primera postula: a) existe un best system teóricamente reconocible; b) puede ser definido según imperativos ideales-funcionales; c) las estructuras tienen efectos funcionales que en gran parte son pronosticables; y d) se presentan en forma relativamente independiente del contexto, lo cual e) facilita el trasplante geográfico de esos arreglos institucionales. La segunda postula: a) no existe un best system, por lo tanto no hay ninguna solución institucional generalizable; b) aun cuando existiera un best system, no hay forma de imponer una solución institucional, pues las instituciones son el resultado de procesos de toma de decisión en los que intervienen valores en conflicto; c) el modo de funcionamiento de las instituciones políticas depende no solo de sus respectivas estructuras sino también, y en gran medida, de otras instituciones y factores contextuales. d) Esto dificulta su trasplante geográfico, en tanto que cada país espera de las instituciones resultados distintos; y e) las instituciones no pueden ser vinculadas automática y regularmente a funciones determinadas.

Palabras clave: Contexto; enfoques; diseño institucional; normativo-abstracto; histórico-empírico

Abstract

This article talks about the relevance of the context for the polytologic analysis: it analyses the form in which political science approaches in its researches the presence and influence of context and then it transfers its analysis to the scope of institutional design. For the first aspect it analyses dichotomously the presence of context in different epistemological views: understand versus explain, deduction versus induction, historic versus systematic, normative versus empirical, analytical versus systemic. For the second it studies two positions that are related in a different way with the context: one normative-abstract and another historical-empirical. The first one postulates a) there is a best system theoretically recognizable; b) it may be defined according to ideal-functional imperatives; c) the structures have functional effects that to a great extent are predictable; and d) they are presented in a form relatively independent from the context, which e) facilitates the geographical transplant of those institutional deals. The second postulates that: a) there is not a best system, therefore there isn’t any institutional solution that is generalizable; b) even when there was a best system, there is no way to impose an institutional solution, because the institutions are the result of decision making processes in which values in conflict intervene; c) the functioning mode of the political institutions depends not only on their respective structures but, to a great extent, on other institutions and contextual factors as well d) This complicates the geographical transplant, provided that each country expects from the institutions different results; and e) the institutions cannot be linked automatically and regularly to determined functions.

Keywords: Context; focus; institutional design; normative-abstract; historical- empirical

Introducción

El contexto abarca las condiciones generales de la investigación en ciencias sociales que influyen o pueden influir tanto en el diseño como en el proceso y el resultado de una investigación. Generando o aplicando teorías, el contexto puede marcar la diferencia respecto al efecto que la variable independiente en el marco de una relación causal tiene sobre la dependiente, el efecto que exhibe en un caso y varía en otro. Aplicando el conocimiento generalizado sobre los efectos que ejercen determinadas variables en casos disímiles, el contexto puede explicar tal vez, por qué se afirma una teoría en algunos casos y en otros no.

En mi conferencia, voy a referirme en primer lugar al modo como la Ciencia Política aborda en sus investigaciones la presencia e influencia del contexto como factor interviniente. Esto nos lleva a precisar las diferentes posturas epistemológicas en ejercicio y debate en nuestra disciplina para ver, en qué medida contemplan el contexto y sus posibles efectos en el diseño y en la valoración de los resultados de una investigación. Este examen pone a prueba el grado de sensibilidad de los tipos de análisis para el contexto y sus efectos. Dada la orientación pragmática de buena parte de la Ciencia Política que se manifiesta en su deseable y deseada aportación al debate sobre reformas políticas, es en la consultoría política concreta en la que la Ciencia Política tropieza con el mundo real, en el que parece imprescindible tomar en cuenta el contexto por razones de probabilidad, idoneidad y efectividad de las propuestas socialtecnológicas.1 En el ámbito puramente analítico puede ser oportuno desprenderse del contexto y formular los enunciados incluso explícitamente haciendo abstracción de él, por ejemplo por medio de la fórmula “rebus sic stantibus”. En el campo operativo sería simplemente irresponsable no tomar en cuenta el contexto.

Concepto y alcance (estatus) científico del contexto

El contexto es un concepto extremamente amplio y difuso. Puede referirse a un sinnúmero de factores, a cualquier cosa que se encuentra en el entorno de algo que se sitúa en el centro de atención. Por ejemplo, si se enfoca el sistema de gobierno y su funcionamiento, el contexto puede aludir a factores de dimensiones históricas, culturales, económicas, sociales y políticas. Abordar el contexto en su función analítica exige entonces marcar distinciones.

La primera distinción consiste en diferenciar entre los fenómenos que rodean el objeto de estudio en el sentido de reducir su concepto a lo que realmente marca diferencias. De esta manera, lo que entra en él es lo que importa en relación al objeto de estudio. Definirlo en este condicionamiento presupone un cierto conocimiento del objeto y de los casos concretos de investigación. Incluye al mismo tiempo tomar en cuenta la realidad, pues el contexto se refiere a fenómenos reales en las dimensiones señaladas, las que tienden a perder en atención en la formulación de teorías a medida que éstas suben la escalera de abstracción. Dibujar el contexto, por su parte, implica apuntar estos factores reales y describirlos.

La segunda distinción consiste en diferenciar entre el contexto del investigador y el contexto de la investigación. En el contexto referido a la persona del investigador, son las circunstancias personales concretas las que entran en consideración, sean estas resultantes de su formación, de su entorno social, de su sexo, de su personalidad, o de tipo económico, que pueden determinar de entrada la elección del enfoque y de los métodos de investigación. Mayor relieve exhiben los intereses cognitivos2 del investigador. El contexto referido al objeto de la investigación apunta al conjunto o complejo de fenómenos o condiciones que se enlazan y conforman el entorno de los objetos de análisis. La postura que enfatiza el contexto en el proceso de conocimiento proviene del axioma de que los objetos de análisis político nunca aparecen aislados, sino siempre están incrustados en un entorno histórico, y por lo tanto en una compleja relación recíproca con una gran variedad de factores de variada y cambiante índole. De allí proviene también la consiguiente convicción de la necesaria consideración del objeto de análisis en su contexto, en su interrelación con los fenómenos entretejidos, en medio de su constelación histórica concreta, que permite una interpretación más acertada y más comprensible de la realidad. El propósito contextual es idéntico al de una postura no-reduccionista de análisis político.

La tercera distinción se refiere al papel del contexto en el diseño de investigación. En el así llamado análisis contextual se subordina los demás factores causales a los del entorno, por ejemplo en la sociología electoral. En el análisis sensible al contexto, el contexto se integra en el análisis no como variable independiente sino como variable interferiente. Se llama la atención sobre la probabilidad de que el contexto puede hacer variar el efecto que tiene la variable independiente, por ejemplo un tipo de sistema electoral, sobre la dependiente, el sistema de partidos, sin intentar cambiar el diseño de la investigación. Más aún, la integración del contexto en el análisis contribuye a precisar el tipo de causalidad existente entre las variables observadas, por ejemplo entre presidencialismo y democracia.

Posturas epistemológicas y contexto

En las siguientes consideraciones vamos a revisar algunas posturas epistemológicas, para ver en qué medida excluyen o incluyen, minimizan o respetan el contexto. La premisa clave es que el contexto por sí mismo y en el marco del alcance científico antes señalado no constituye ninguna otra epistemología al lado de las ya existentes, sino que está presente o no como factor ponderado en las explicaciones y comprensiones que ofrecen las teorías de conocimiento, los métodos científicos y los enfoques a disposición de la Ciencia Política. El investigador social en principio se encuentra en esta favorable situación de poder escoger entre diferentes posturas según su propio criterio relacionado con la relevancia del contexto. Para facilitar el ejercicio, vamos a proceder de manera dicotómica.

1. La primera dicotomía se refiere a comprender versus explicar. Esta oposición se originó en las ciencias del espíritu para definir su especificidad metodológica a diferencia de las ciencias naturales y ha llevado siempre de nuevo a controversias sustanciales sobre el problema de que si para las ciencias en general puede existir un entendimiento metodológico uniforme (monista). La respuesta negativa a esta pregunta encierra la dicotomía entre las ciencias del espíritu que “comprenden” y las ciencias naturales que “explican”. En el centro de la comprensión como método se encuentran los individuos que actúan y las intenciones de sus acciones que se expresan en los objetos de los que se ocupan las ciencias del espíritu y las ciencias sociales. A éstos se les otorga un significado subjetivo; se observan y se describen y después se intenta comprenderlos en su sentido y su contexto respectivo. El contexto es el que les otorga significación. En cambio, las ciencias naturales buscan clasificar los acontecimientos del mundo real en una relación que se expresa a través de leyes generales y, de esta manera, puede explicarlos causalmente.

Sin embargo, la oposición de comprensión y explicación concibe sólo parcialmente la relación entre las ciencias del espíritu y las ciencias sociales. Las ciencias del espíritu, y especialmente las ciencias sociales, utilizan explicaciones causales, racionales, finales, estructuralistas, etc. Ya Max Weber había puesto la mira en una combinación de las posturas contrarias con su método de “explicación comprensiva”. Según él, tanto las ciencias naturales como las del espíritu tienen que ver con explicaciones causales, las unas mediante leyes generales, las otras por medio de la comprensión, referida a acontecimientos individuales con el fin de conocer el sentido pretendido de la acción social. No obstante que existen muchos argumentos para que comprensión y explicación ya no se sigan enfrentando de modo paradigmático, la postura de comprender a partir de su propio planteamiento parece más sensible al contexto. En el caso de la explicación, la relevancia otorgada al contexto depende mucho de otras varias decisiones a tomar, como vamos a ver en adelante.

2. La segunda dicotomía se refiere a deducción versus inducción. Esta oposición es relativa al proceso de formación del conocimiento. Deducción significa la derivación de lo especial a partir de lo general, o la vía de pensamiento que va de una afirmación general a una específica. La inducción es la forma de conclusión opuesta. A partir de proposiciones específicas, casos individuales o cantidades parciales, se infiere a proposiciones generales, hipótesis o a todos los casos o bien a la cantidad total. Lo general se constituye a partir de estudios precisos e individualizantes, de análisis pormenorizados de constelaciones históricas que conducen a la comprensión.3

La deducción es una forma de la comprobación lógica, su forma de pensamiento general es la conclusión, su premisa es lo general en cada caso, y su conclusión es lo específico de que se trate, su método explicativo la subsunción de un fenómeno político en una ley. En contraste con la inducción, la deducción está justificada lógico-racionalmente como método científico y en este sentido es absolutamente segura. Por lo tanto, a las afirmaciones obtenidas deductivamente se les reprocha no tener nada que ver con la realidad. Los contextos y las contingencias son veneno puro para las teorías deductivas. Sin embargo, en el proceso de formación de teorías en la Ciencia Política, no hay forma de esquivar la constante validación de las afirmaciones teóricas con respecto a la realidad observada que se busca explicar y comprender. Por consiguiente, en las teorías empírico-analíticas del racionalismo crítico, la práctica de la investigación es dirigida por la forma suave del método deductivo, que trabaja con hipótesis de probabilidad y con leyes estadísticas o probabilísticas.

Por cierto, la eficiencia científica del método inductivo es controvertida. En contra del inductivismo se ha argumentado que tanto las observaciones como los enunciados basados en éstas siempre presuponen hipótesis teóricas, de forma que ni la ciencia empieza por las observaciones ni éstas por sí mismas posibilitan una base para teorías científicas sólidas. Las observaciones son dependientes del observador. Principalmente Sir K. Raimund Popper4 criticó el inductivismo con el ejemplo conocido: el hecho de que se haya observado un sinnúmero de cisnes blancos no justifica la conclusión de que todos los cisnes sean blancos, ya que es imposible verificar todos los casos individuales. De este modo, Popper niega que en las ciencias empíricas pueda haber evidencias estrictas, porque una hipótesis que es falsificada por un caso individual, contradice a la teoría que se basaba en ella. De esta controversia se desprende finalmente que cierto tipo de inductivismo es erróneo, especialmente en relación con el rol asignado a las observaciones en el proceso científico, mas no el modo inductivo de por sí.5 Representantes de esta posición pragmática recalcan el hecho de que el método inductivo es el mejor procedimiento científico disponible y que como tal merece reconocimiento, si bien éste no produce afirmaciones ciertas con una necesidad lógica.6

No cabe la menor duda que el inductivismo en contraste con el deductivismo es abierto al contexto, pues construye sus resultados a partir de la empiria y de lo particular, aunque el grado de apertura depende nuevamente de otras decisiones que va tomar el investigador en relación a disyuntivas que abordaremos enseguida. El deductivismo es incluso ajeno y contrario al contexto cuando deriva sus afirmaciones de una sola y exclusiva teoría de verdad.

3. La tercera dicotomía se refiere a histórico versus sistemático. Esta oposición atraviesa la comprensión de las ciencias sociales en sus dimensiones epistemológicas. A veces el empleo de esta pareja de conceptos indica un entendimiento de “histórico” como histórico-individualizando-idiográfico y “sistemático” como sistemático-nomotético-nomológico, por ejemplo, cuando se distingue entre las ciencias de la cultura “históricas” y las ciencias sociales “sistemáticas” (véase Cuadro 1).

Cuadro 1 Posturas epistemológicas 

Nomológico, designación para afirmaciones, hipótesis y teorías a las que se adjudican carácter de ley. En el racionalismo crítico, se designan como estrictamente nomológico (o nomológico-deterministas) las hipótesis o teorías que son válidas sin referencias de tiempo o espacio, y no permiten excepciones. Por lo regular las teorías o hipótesis de la Ciencia Política (si prescindimos de las llamadas grandes teorías) no tienen la pretensión de validez ilimitada espacio-temporal. Aquí, se designan como nomológicas las hipótesis y teorías que contienen afirmaciones conforme a leyes con respecto a las condiciones empíricas en las que se basan, es decir, que permiten derivar afirmaciones sobre estados de cosas que eran desconocidos cuando se establecieron. El carácter nomológico de las hipótesis y teorías se determina verificando si de ellas pueden derivarse afirmaciones de menor generalidad (frases comprobables); el procedimiento científico correspondiente se denomina deductivo-nomológico.
Nomotético, concepto para designar la orientación de las ciencias y de sus afirmaciones que generaliza y considera lo general de los fenómenos históricos. El concepto es opuesto a idiográfico, distinción proveniente de Wilhelm Dilthey, Wilhelm Windelband y Heinrich Rickert, que servía para clasificar las ciencias, donde a las ciencias humanas (o de la cultura) les correspondía el procedimiento idiográfico, y a las ciencias naturales, el nomotético.
Idiográfico, concepto opuesto a nomotético, atributo para la concepción y descripción de la singularidad de individuos y acontecimientos. El interés cognitivo se enfoca en lo individual, inconfundible y único. Los fenómenos singulares y limitados en el tiempo son analizados total y exhaustivamente sin ningún interés de abstracción que esté orientado por encontrar alguna comparabilidad o posibles regularidades. El método idiográfico se consideró originalmente como propio de las ciencias del espíritu, el método nomotético, de las ciencias naturales.

El concepto “histórico” es muy amplio y ambiguo: puede designar simplemente lo pasado (como tiempo en contraste al presente y al futuro); puede entenderse como referido a lo pasado, por ejemplo en la investigación histórica; puede expresar que algo presente tiene un fundamento histórico o una explicación histórica, concepto materializado en el enfoque histórico-genético muy utilizado en América Latina; puede designar lo individual y específico (en contraste con lo general y universal, contemplado en la disyuntiva entre explicar y comprender antes mencionada); puede figurar, de acuerdo con Max Weber, como sinónimo de empírico; y finalmente puede albergar la percepción o convicción de que toda realidad es condicionada históricamente.

El concepto “sistemático” es más preciso. Significa, abordar, exponer y analizar un problema, o proceder a solucionar un problema, de modo ordenado, siguiendo un plan, a manera de un sistema. El término se entiende en oposición a ‘histórico’, por lo que ‘sistemático’ muchas veces es utilizado como sinónimo de ‘no histórico’ o ‘ahistórico’. Sin embargo, como señala la identificación de lo histórico con lo empírico por parte de Max Weber, esto no tendría que ser necesariamente el caso. Lo que diferencia un análisis histórico de uno de tipo sistemático es más bien la manera de tratar la historia. Un análisis histórico se refiere a la historia (como tiempo). Su intención es comprender el pasado aplicando el método histórico o bien, reconstruirlo históricamente mediante su interpretación. En general, pone en el centro de su atención la evolución histórica del objeto de estudio en su contexto cambiante. El procedimiento sistemático, entendido como método para obtener conocimientos fundados, se aplica al presente (como tiempo). El respectivo análisis tiene su punto de partida en la actualidad respectiva y en los respectivos contextos actuales del problema. Incurre en la historia como pasado en el momento cuando parece oportuno para comprender mejor la interrelación de factores en juego en una perspectiva de generalizar.

En el institucionalismo histórico, por ejemplo, donde prevalece el análisis sistemático, las explicaciones provienen del fondo histórico. Por lo tanto, en la postura “histórica”, el contexto es parte integral de la epistemología en prácticamente todos los sentidos del concepto,7 mientras que en la postura “sistemática”, depende de cómo se entiende “histórico” como concepto y de la forma como y de la medida en que se integra lo “histórico” en lo “sistemático”. No obstante este condicionamiento, la postura “sistemática” es la más adecuada para la Ciencia Política dada su vocación de disciplina de las ciencias sociales. Por cierto, sistemático no se debe confundir con sistémico, a lo que nos referiremos más adelante.

4. La cuarta dicotomía: se refiere a normativo versus empírico. Una oposición muy aguda marca también la disyuntiva entre” normativo” y “empírico”, aunque esta no sigue siendo tan abismal como en la época de la controversia entre las metateorías normativas y empíricas-analíticas, cuando estas últimas iban a establecerse como paradigma dominante en Ciencia Política. El contraste se produjo sobre todo en la cuestión del valor: lo que es y lo que debe ser tienen que ser separados claramente uno del otro. Los valores no se pueden fundamentar con métodos empíricos, son un presupuesto y objeto, pero no el resultado del análisis de la experiencia científica. Como señala Max Weber: “Cuando lo normativamente válido pasa a ser objeto de la investigación empírica, pierde, en cuanto objeto, su carácter de norma: se lo trata como algo que ‘es’, no como algo que ‘vale’”.8 Por lo tanto, los juicios de valor tienen que excluirse del contexto de justificación científico; a este respecto, “empírico” se entiende como absolutamente contrario de “normativo”. “Una ciencia empírica no puede enseñar a nadie qué debe hacer”. 9

El concepto “normativo” se refiere por un lado a estándares y criterios para orientar y juzgar la conducta y actitud de un individuo o de un grupo, y por el otro a juicios y enunciados expresados en formulaciones lingüísticas tales como “debe”, “tiene que” o “no debe”. En el primer sentido, las teorías normativas no sólo indican lo que es bueno, justo y deseable, sino entregan también parámetros para describir, evaluar y cuestionar la realidad. Las teorías normativas, a diferencia de las teorías empírico-analíticas, no persiguen un objetivo explicativo, sino que tienen la pretensión de ser críticas y prescriptivas. Esta segunda función se materializa a través del segundo sentido, a través de su exhortación de emprender esto y dejar esto, de comportarse acorde con los valores que nutren la postura normativa. Las teorías normativas no son supratemporales, sino hay que entenderlas como parte del proceso comunicativo en situaciones históricas concretas, lo que requiere integrarlas en el contexto histórico, en el que están vinculadas con intenciones y objetivos de actores históricos. No obstante toda esta circunspección, pensar en dimensiones normativas conduce fácilmente a idear avances deseables abstrayéndolos de las condiciones de acción histórico-concretas. La crítica normativa, juego preferido de los comentaristas intelectualizantes de la política en América Latina en las páginas de opinión, puede pervertirse en parte del problema político mismo, cuando su poder constructivista llega a producir retos a la democracia que sin ella no existiría.

“Empírico” (del griego empeiría = experiencia) es también un concepto utilizado con diferentes significados. Puede significar: primero, dado históricamente, la realidad (a diferencia de la mera posibilidad o la realidad irracional, supraempírica); segundo, basado en la experiencia, de acuerdo a la experiencia; en este caso, un saber empírico es igual a una facultad natural, obtenida inductivamente a partir de la experiencia (cotidiana), para reconocer y juzgar adecuadamente las cosas; tercero, experiencia obtenida sistemáticamente, dirigida metódicamente, por ej. en el experimento o en la comparación sistemática. A diferencia de la experiencia cotidiana subjetiva, que solamente puede ser transmitida bajo ciertas condiciones, a la experiencia empírica controlada se le hacen ciertas exigencias metódicas, que se consideran indispensables para el conocimiento científico: los resultados tienen que poderse transmitir intersubjetivamente, y tienen que ser comprobables por verificación o falsificación. Las diferentes concepciones de “empírico” no solamente están una al lado de la otra, sino que están en competencia. El predicado “empírico”, su reconocimiento o no-reconocimiento, es parte esencial de la controversia en teoría de la ciencia entre las ciencias naturales y las ciencias humanas, así como dentro de la ciencia social y entre diferentes corrientes. En este sentido, destacamos también la diferencia entre una postura empírica-estadística de características cuantitativas y otra histórica-empírica de naturaleza cualitativa que se fundamenta sobre todo respecto a la relevancia que se concede al contexto.

5. La quinta dicotomía se refiere a analítico versus sistémico. La contraposición de estas posturas epistemológicas es la menos conocida y la más complicada. Esto se debe a dos hechos. Por un lado, se puede definir bien una postura analítica, pero, de verdad, esta va a resultar parcial por el hecho de que existe una gran variedad de formas de análisis que tienen - en la perspectiva de nuestra principal interrogante - una relación diferente con el contexto. Vamos a referirnos aquí solamente a la comprensión de lo analítico en el marco de la teoría empírica-analítica. Por otro lado, la expresión “sistémico” suele utilizarse con poco rigor y cierta ambigüedad en el lenguaje científico y especialmente politológico que tiende a extenderse al lenguaje cotidiano, dado que sólo recién la política se familiariza con la expresión.

En el marco de la teoría empírico-analítica, constituida a imagen del tipo de conocimiento que predomina en las ciencias naturales, analítico se distingue por explicar las relaciones y eventos del mundo objetivo de manera causal y a través de afirmaciones generales. Estrechamente vinculado con lo empírico, el conocimiento analítico-científico se basa en la experiencia, en el sentido de la observación, descripción, medición y explicación, de acuerdo a la concepción de la ciencia como se da en las ciencias naturales. A una teoría de tipo empírico-analítico que significa tanto como teoría con contenido empírico, se le hace la exigencia de someterse a la verificación crítica, es decir, no inmunizarse contra experimentos de falsificación y comprobación, de hacer operativos sus conceptos fundamentales, de mostrar indicadores empíricos, etc., o sea, de presentar resultados que puedan ser documentados y controlados empíricamente. Como se observa, la postura “analítica” en estos términos paradigmáticos de la teoría empírico-analítica no revela mucho sobre su relación con el contexto. Esto cambia cuando la confrontamos con la postura sistémica.

En su origen, la expresión “sistémico” se entendía relacionada con el funcionamiento del sistema. Así, Amitai Etzioni10 entendía por interacción sistémica un proceso de comunicación que no es sostenido por actores individuales ni es de naturaleza simbólica sino que se realiza a través del aparato institucional y organizativo de los actores corporativos. En este sentido, la identidad sistémica se refiere al modo de operación de un sistema social, las reglas estructurales y patrones de la comunicación que transcurren en él. De allí su uso como forma adjetiva de “teoría de sistemas”. Recién, en el lenguaje político, en vez de hablar de una crisis del sistema, se habla de “crisis sistémica”. La expresión “sistémico” se utiliza también para dar por entender que en el propio análisis causal se va a tomar en cuenta más que un solo factor independiente, por ejemplo, para explicar el desempeño del sistema de gobierno, contemplar al lado del diseño institucional también el sistema de partidos.11 A veces se vincula con el concepto sistémico también la idea de que la relación causal estudiada tenga características circulares, o sea que la variable dependiente influye también en la variable independiente. Sin recurrir a más ejemplos, se puede constatar que no existe ninguna definición reconocida, hecho que tiene su explicación en que lo “sistémico” como postura científica general incluye enfoques de pensamiento heterogéneos y provenientes de distintas teorías. Las definiciones existentes reflejan cada una su respectivo origen en una o varias de esas teorías. Las diferentes fuentes teóricas tienen en común la gestión no reduccionista de la complejidad.

Una parte de las teorías de las que se alimenta y en las que se articula el pensamiento sistémico, son también individualmente de relevancia (ciertamente, en distinto grado) en la politología: la autopoiésis,12 la teoría del caos,13 el constructivismo,14 la teoría de la comunicación, 15 la cibernética,16 la teoría de sistemas.17 En el centro del conocimiento sistémico están las interacciones dentro de sistemas complejos. Conceptos de interconexión no lineal y recursiva y de nexos multifactoriales remplazan el pensamiento causal lineal. El pensamiento sistémico se enfoca en la manera en que los actores individuales y colectivos generan realidades a través de las acciones y el lenguaje, y las mantienen por medio de patrones y procesos de interacción específicos. El conocimiento es entendido como dependiente del observador y, además, como proceso recursivo de cognición y comunicación.

Comparando ahora las posturas (véase también el Cuadro 2):

  • En el primer plano de la postura analítica se encuentra el objeto de la observación, en el de la postura sistémica el modo de observar el objeto;

  • En la postura analítica se supone que la realidad puede ser conocida independientemente del observador y de esta manera diferentes observadores pueden llegar a las mismas conclusiones, en la postura sistémica los observadores forman parte del proceso de conocimiento y la diversidad es un recurso en su progreso científico.18

  • En la postura analítica se aspira a la objetividad, a establecer una sola verdad, a la generación de leyes estables, en la postura sistémica se genera subjetividad, se suman numerosas perspectivas, y se contenta en formar hipótesis;

  • En la postura analítica se presume un entorno estable, se suprime aspectos dinámicos, en la postura sistémica se presuponen un entorno dinámico y relaciones de efectos circulares entre sistema y entorno;

  • En la postura analítica se sostiene causalidad linear y progreso linear, en la postura sistémica se supone circularidad de los efectos de los factores interrelacionados.

Cuadro 2: Analítico versus sistémico 

Postura analítica (rígida/mecánica) Postura sistémica
Observadores se encuentran fuera de la observación Observadores forman parte de la observación
Lógica formal, liberación de contradicciones Pensamiento relacional, integración de contradicciones
Objetividad, sólo una verdad, generación de leyes estables Subjetividad, numerosas perspectivas que se suman, formación de hipótesis
Datos rigurosos, medibles, cuantificables Integración de datos rigurosos y suaves, no medibles y no cuantificables
Supuesto de un entorno estable, supresión de aspectos dinámicos Supuesto de un entorno dinámico, relaciones de efectos circulares entre sistema y entorno
Afirmaciones independientes del contexto Afirmaciones dependientes del contexto
Causalidad linear Circularidad de los efectos de los factores interrelacionados
Progreso linear Progreso no-linear

Fuente: Basado en: Andrea Ebbecke-Nohlen, op. cit., p. 31.

Las diferencias dan por entender, que en términos generales, la postura sistémica es mucho más abierta a contemplar el contexto, pues su tratamiento no reduccionista de la realidad abre la puerta para integrar el estudio de los sitios blancos y obscuros (weiße und blinde Flecken) de la investigación en el marco de la postura analítica.

Por otra parte, la práctica sistémica se comprende como enfocada en soluciones y busca en las problemáticas sociales concretas la modificación de las reglas estructurales y patrones en que se realiza la comunicación en sistemas sociales, así como la ampliación de las opciones de acción,19 el enriquecimiento de la dinámica situacional con otras alternativas.

El institucionalismo contextualizado

Respecto al diseño institucional, las reflexiones anteriores permiten distinguir dicotómicamente entre una postura normativo-abstracta y otra histórico-empírica. Esta última desemboca a nivel operativo en el institucionalismo contextualizado.20 La diferencia entre ambas posturas se expresa a grandes rasgos en varias dimensiones.

1. La postura normativo-abstracta de diseño institucional se ubica en un nivel relativamente elevado de abstracción, en tanto que trabaja con patrones básicos de las instituciones políticas, a las que se asignan principios funcionales inherentes. Este enfoque permite llevar a cabo una confrontación axiológica (y la formación de una escala de preferencias) entre diferentes complejos, combinaciones institucionales en un nivel lógico-racional. El procedimiento se basa en los siguientes supuestos: (a) Existe un best system (el mejor sistema) teóricamente reconocible que (b) puede ser definido según imperativos ideal-funcionales (de manera más bien normativa); (c) las estructuras tienen efectos funcionales que en gran parte son pronosticables y (d) se presentan en forma relativamente independiente del contexto, lo cual (e) facilita el trasplante geográfico de esos arreglos de instituciones.

2. La postura histórica-empírica de diseño institucional, situada en un nivel de abstracción inferior, se refiere en mayor grado al contexto en que funcionan las instituciones políticas, analizando las estructuras políticas (de modo empírico y analítico) en una relación de interacción multidimensional. En consecuencia, la predicción de sus efectos funcionales sólo es posible bajo las condiciones de mucha experiencia en cuestiones institucionales y bastantes conocimientos específicos sobre el país respectivo. Como premisas de este institucionalismo llamado contextualizado podemos mencionar las siguientes: (a) No existe un best system. Por lo tanto no hay ninguna solución institucional generalizable. Como afirmó Robert A. Dahl: “Every solution will need to be custom tailored to the features of each country”.21 Toda solución tiene que ser confeccionada conforme a las características de cada país. (b) Aún cuando existiera un best system, no hay forma de imponer una solución institucional, pues las instituciones son el resultado de procesos de toma de decisión en los que intervienen valores en conflicto. Las instituciones son el resultado de estos conflictos, de negociación y acuerdo entre actores políticos. (c) El modo de funcionamiento de las instituciones políticas depende no sólo de sus respectivas estructuras sino también, y en gran medida, de otras instituciones y factores contextuales; el mejor sistema es el que mejor se ajuste. (d) Esto dificulta su trasplante geográfico, en tanto que cada país espera de las instituciones resultados distintos, y (e) las instituciones no pueden ser vinculadas automática y regularmente a funciones determinadas.

Desde la perspectiva del institucionalismo contextualizado, todo diseño tiene que considerarse más bien a nivel particular. El diseño comienza con los problemas de representación o de gobierno concretos que se presentan en contextos sociopolíticos determinados. No parece acertado el supuesto de que la lógica de una institucionalidad que se introduce imprime la realidad de las democracias jóvenes con su sello, por ejemplo que el parlamentarismo crea el sistema de partidos que funcionalmente necesita, o que el sistema de pluralidad genera un sistema bipartidista. En este sentido vale ser escéptico y advertir oportunamente el riesgo que corre un país cuando se le expone a determinadas reformas institucionales cuyos resultados no son de ninguna forma previsibles. El contexto es una co-variable independiente a menudo decisiva respecto a los efectos que tienen las instituciones.

La pregunta clave en el diseño institucional a nivel particular es cuál de los elementos institucionales resulta ser la opción más recomendable para el caso concreto. Un diseño institucional descontextualizado parece poco exitoso para la ingeniería política aplicada o en su terreno. Tampoco lo es para la consolidación de la democracia. “La construcción de instituciones atentas a la particularidad, cercanas a los ciudadanos, se impone, pues, como una cuestión prioritaria para consolidar la democracia haciendo, al mismo tiempo, que tengan mejor gobierno”.22 De lo dicho anteriormente se deduce que el institucionalismo contextualizado presupone, junto a grandes experiencias en cuestiones institucionales, un gran conocimiento del medio en que las instituciones deben funcionar. A fin de poder realizar recomendaciones institucionales adecuadas se debe conocer bien el país o el grupo de países en cuestión.

El enfoque país por país puede conducir a la suposición de que el institucionalismo contextualizado consiste en un manejo ateórico de variables institucionales y contextuales. Esto no es de ninguna manera cierto. La base teórica aquí es la teoría sistémica, con el supuesto de que en sistemas complejos el efecto de factores singulares se encuentra en un contexto indisoluble junto a otros factores. Sucintamente: desde una perspectiva sistémica, la variable institucional debe ser pensada en relación con o, incluso, en dependencia del contexto, o sea de manera no reduccionista y sin pretensiones de certezas absolutas.

Consideraciones finales

Para terminar y sintetizar, el contexto adquiere una importancia muy diferente según las opciones que el investigador tome respecto a las dicotomías señaladas. Mi postura es que el contexto hace la diferencia.23 Esta sentencia no se refiere al tipo de análisis contextual en el que el contexto constituye la variable independiente sino a las formas de análisis sensible al contexto. Como se pudo apreciar, el análisis sensible al contexto no es del todo diferente de otros tipos de análisis, sino comparte similitudes y añade su consideración del contexto con variable intensidad. Algunos tipos de análisis, sin embargo, rechazan por completo el contexto. El análisis sensible al contexto es relativo a ellos. Integra algunas formas de análisis y se aleja de o rechaza por completo a otros. Además, el análisis sensible al contexto es conscientemente ecléctico24 y pragmático. Es preferentemente sistemático y al mismo tiempo histórico: sistemático en el sentido de que se acerca al objeto estudiado desde una perspectiva teórica, metodológica y comparativa, es histórico en el sentido de precisar la particularidad, de privilegiar la diferencia. Ludwig Wittgenstein luchó toda su vida contra lo que llamaba el desprecio de lo particular y el deseo constante de generalización.25 Hoy más que nunca existe una demanda de atención a la particularidad. 26

Finalmente, el análisis sensible al contexto es analítico y al mismo tiempo sistémico: analítico en el sentido de que sigue interesado en las relaciones causales de los objetos observados, reconocidos como cortes de la realidad, en las que se centra la investigación, sistémico en el sentido de que no percibe la relación causal en términos lineales, sino circulares, tratando de cumplir con un tratamiento no reduccionista de la realidad. En la disyuntiva entre explicar y comprender, sin embargo, el análisis sensible al contexto se abstiene de grandes abstracciones, especialmente de las que a menudo igualen más allá de la sofisticación matemática de las técnicas de investigación y de la importancia científica que se les atribuye a meras asociaciones. El análisis sensible al contexto privilegia la comprensión de casos específicos, especialmente de las variantes que se deben a factores fuera de las variables en las que se centra el análisis causal. En otros términos, focaliza precisamente las variables de contexto que marcan las diferencias.

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1 Véase Albert O. Hirschman. The Strategy of Economic Development. New Haven: Yale University Press, 1958.

2Jürgen Habermas. Conocimiento e Interés, Madrid: Taurus, [Ed. orig. 1968] 1982.

3John Stuart Mill. Sistema de lógica inductiva y deductiva. Madrid: Daniel Jorro, [ed. orig, 1843] 1917.

4Karl R. Popper. Objective Knowledge. Oxford: Oxford University Press, 1972.

5Imre Lakatos. Proofs and Refutations. Cambridge: Cambridge University Press, 1968.

6Max Black, et al. La justificación del razonamiento inductivo. Madrid: Alianza, 1976.

7Véase también Jürgen Habermas. Textos y contextos. Barcelona: Ariel, [Ed. orig. 1991] 1996.

8Max Weber. Ensayos sobre metodología sociológica. Buenos Aires: Ed. Amorrortu, 2001, p. 260.

9Ibid., p. 44.

10Amitai Etzioni. The Active Society, Nueva York: The Free Press. 1968.

11Mercedes García Montero. Presidentes y parlamentos: ¿Quién controla la actividad legislativa en América Latina? Madrid: CIS. 2009.

12Humberto Maturana Romesin, y Francisco Varela. De máquinas y seres humanos. Autopoiésis: la organización de lo vivo. Santiago: Ed. Universitaria (ed. orig. 1980). 1998.

13N. Katherine Hayles. La evolución del caos: el orden dentro del desorden en las ciencias contemporáneas. Barcelona: Gedisa. 1993.

14Ernst von Glasersfeld. Radical Constructivism: A Way of Knowing and Learning. Londres: Falmer Press. 1995.

15Jürgen Habermas, op. cit. Elisabeth Noelle-Neumann. The Spiral of Silence: Public Opinion-Our Social Skin. Chicago: University of Chicago Press, 1984.

16Karl W. Deutsch. Los nervios del gobierno. Modelos de comunicación y control políticos. México: Ed. Paidós, [Ed. orig. 1963] 1985.

17Niklas Luhmann. Sistemas sociales. México: Universidad Iberoamericana, 1991.

18Andrea Ebbecke-Nohlen. Einführung in die systemische Supervision (Introducción a la supervisión sistémica). Heidelberg: Carl-Auer Verlag, 2009.

19Heinz von Foerster. “Das Konstruieren einer Wirklichkeit” (La construcción de una realidad). Die erfundene Wirklichkeit (La realidad inventada). Múnich-Zúrich: Editado por Paul Watzlawick, 1985, pp. 39-60.

20Véase Dieter Nohlen. El institucionalismo contextualizado. La relevancia del contexto en el análisis y diseño institucionales. Edición e introducción de Richard Ortiz Ortiz. México: Porrúa- UNAM. 2006.

21Robert A. Dahl. “Thinking about Democratic Constitutions: Conclusions from Democratic Experience”. I. Shapiro y Russell Hardin (eds). Political Order. Nueva York: New York University Press, 1996, pp. 175-206.

22Pierre Rosanvallon. La legitimidad democrática. Barcelona: Paidós, 2010, p. 241.

23Dieter Nohlen. El contexto hace la diferencia, Reformas institucionales y el enfoque histórico-empírico. Editado por Claudia Zilla. México: UNAM, 2003. Véase también Dieter Nohlen. ¿Como estudiar ciencia política? Una introducción de trece lecciones. Madrid: Marcial Pons, 2011.

24Véase la voz “eclecticismo” en Dieter Nohlen. et al. Diccionario de Ciencia Política. México: Porrúa-El Colegio de Veracruz, 2006.

25Ludwig Wittgenstein. Los cuadernos azul y marrón. Madrid: Tecnos, 1984.

26Pierre Rosanvallon, op. cit.

*Conferencia inaugural del IX CONGRESO NACIONAL Y II INTERNACIONAL SOBRE DEMOCRACIA, organizado por la Facultad de Ciencia Política y Relaciones Internacionales de la Universidad Nacional de Rosario, Argentina, 18 de octubre de 2010.

Recibido: 06 de Diciembre de 2010; Aprobado: 28 de Junio de 2011

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