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Revista mexicana de ciencias políticas y sociales

versão impressa ISSN 0185-1918

Rev. mex. cienc. polít. soc vol.66 no.243 Ciudad de México Set./Dez. 2021  Epub 31-Jan-2022

https://doi.org/10.22201/fcpys.2448492xe.2021.243.80193 

Reseñas

El Estado, la nación y la territorialización de la identidad

The State, the Nation, and the Territorialization of Identity

Elizabeth Villanueva Jurado* 

* Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, UNAM, México. Correo electrónico: <evillanueva@politicas.unam.mx>.

Saracho López, Federico José. 2018. Sobre el espacio de la identidad.La fabricación de la nación y la geopolítica de su contradicción. Ciudad de México: Ediciones Monosílabo, FFYL, DGAPA,


A finales del siglo XIX y a lo largo del siglo XX, floreció en las ciencias sociales una tendencia que esgrimió el decaimiento de las particularidades étnicas en las estructuras políticas a nivel internacional. Para estas corrientes, las relaciones internacionales referían exclusivamente a los procesos macro que involucraban a los Estados, en una visión realista que los concebía como entes unitarios en búsqueda de su propia supervivencia. Sin embargo, el siglo XX se encargó de refutar estas afirmaciones con casos cada vez más frecuentes de reivindicaciones étnico-religiosas a lo largo y ancho del mundo (entre muchos otros ejemplos, podemos destacar el conflicto en Irlanda del Norte, la guerra de Bosnia-Herzegovina, la disputa por Jammu y Cachemira entre India y Pakistán o el caso actual de los Rohingyas en Myanmar), que plantearon interrogantes urgentes a la disciplina respecto a la utilidad analítica del Estado nación como ente homogéneo. Ante este “resurgimiento”, se construyeron narrativas -como el choque de civilizaciones planteado por Samuel Huntington- que enfatizaron el carácter contradictorio de la modernidad y los procesos de modernización. Los conflictos etnopolíticos entraron con renovada fuerza a los debates en Relaciones Internacionales, y este cuestionamiento a la centralidad del Estado nación como agente en la arena internacional se llevó al extremo de predecir su inevitable decaimiento. Sin embargo, a pesar de la diversificación de actores, éste no ha perdido su centralidad dentro del escenario mundial.

¿Cómo podemos plantear la idea del Estado nación como piedra angular del Sistema-mundo sin que esto implique su reificación como una entidad natural o innata del mismo? La respuesta la encuentra Federico José Saracho López en su libro Sobre el espacio de la identidad. La fabricación de la nación y la geopolítica de su contradicción. Este autor pone a discusión cómo estas entidades han sido históricamente reimaginadas, recreadas y dotadas de sentido a través de una práctica política intencional a partir de las necesidades del capital. La constitución misma del territorio y la idea de nación son inherentemente políticas. Los procesos geopolíticos del Estado nación dan sentido a las fronteras nacionales a través de la creación de narrativas sobre la identidad nacional y quién -o quién no- pertenece a ésta (Saracho, 2018).

Saracho López se incorpora a un largo debate dentro de las ciencias sociales, dialogando principalmente con dos corrientes de los estudios del nacionalismo: el constructivismo y el materialismo histórico. Para el constructivismo, la nación es una construcción que se configura y define por la comunidad política en un sinfín de circunstancias que cambian frecuentemente. Los resultados siempre son una mezcla entre lo viejo y lo nuevo, entre elementos tradicionales e invenciones nuevas que permiten contar una historia compartida de la comunidad. Ambos enfoques reconocen los componentes históricos de la identidad nacional y la funcionalidad de los mitos fundacionales, pero destacan su flexibilidad en la construcción de la nación; ésta se concibe como más que sólo el territorio y sus instituciones: es un espacio para la identidad y la adscripción. La nación se convierte, entonces, en una subjetividad colectiva diferente a la idea institucionalizada del Estado, a la vez que inseparable.

Por otro lado, Saracho López incorpora a su análisis, desde la corriente del materialismo histórico y la geopolítica crítica, la idea de la nación como el aparato cultural de la administración estatal. Lo nacional permite al Estado su reproducción a través de la ilusión de soberanía compartida por el territorio, dando lugar a semióticas que ligan las actividades de la gubernamentabilidad estatal en sus diferentes fases y formas -y que, por lo tanto, se conciben como una totalidad- y propiciando una enajenación de la situación de clase que mantiene la unidad pese a las desigualdades inherentes al sistema capitalista (Saracho, 2018). En este sentido, el capitalismo se concibe como el “hecho cultural definitivo” (Saracho, 2018: 44), el cual se materializa en la producción y constante reestructuración del espacio necesario como sostén de las relaciones de producción: las desigualdades derivadas de la acumulación de capital se reflejan en desarrollos geográficos diferenciales que se constituyen en dispositivos de socialización de clase.

Otro aporte importante que realiza este libro es vincular las investigaciones sobre la producción del espacio -generalmente centradas en disciplinas como la geografía humana, el urbanismo o los estudios sobre el desarrollo regional- con las Relaciones Internacionales. De ahí que el énfasis que el autor pone en el análisis escalar es fundamental, ya que en el espacio se materializa una realidad fragmentada que se disimula detrás de la idea de la nación como comunidad metapolítica y que puede perderse cuando las escalas se ensanchan, se transforman y crecen, escondiendo las dinámicas de lo local y difuminando las de lo global (Saracho, 2018). Esto lleva al autor a enfocarse en tres casos: Escocia, el País Vasco y Flandes, para repensar las particularidades de los movimientos etnonacionales a partir de un análisis crítico del espacio y la cultura como ejes inmersos en el contexto de la consolidación del Estado capitalista.

El libro se compone de cuatro capítulos que hilvanan análisis sobre el espacio, la cultura, el Estado, la nación y el Sistema-mundo. En el primer capítulo, titulado “Espacio y cultura en el proceso de sociabilización”, el autor argumenta cómo las identidades socioculturales mantienen una relación dialéctica con el espacio, convirtiéndose tanto en productoras como en producto de éste. Estos procesos son inherentes a la vida social, pero toman carices particulares dentro del contexto de la modernidad capitalista, en tanto “la fragmentación del espacio según su ‘lugar’ en el proceso productivo lleva también a la ‘realidad’ a ser interpretada según el orden simbólico por el cual se le representa y tiene, entonces, una matriz de clase que la codifica” (Saracho, 2018: 30). De esta manera, las dinámicas del capital determinan lo que se concibe como el Otro, lo extraño o ajeno a través de este orden simbólico asimétrico. Una de las propuestas más innovadoras del libro se encuentra en la conclusión de este capítulo, referente a la posibilidad creativa dentro de la contradicción capitalista misma: la existencia de lo que el autor llama espacios negativos, que se “rehúsan a someterse a una realidad instaurada, al lenguaje, al orden, a las convenciones y a las imágenes vigentes que la articulan” (Saracho, 2018: 49), negando este tipo de socialización como la única posible.

Posteriormente, en el capítulo “La territorialización del Estado”, el caso escocés, el vasco y el flamenco dan pie al análisis de la consolidación del Estado como una necesidad de las élites europeas por mantener el control territorial a través de nuevos mecanismos político-administrativos. Retomando el término vincolismo de Benedict Anderson (1993), el autor realiza un trayecto por las luchas de poder entre la nobleza y la burguesía, así como los incipientes intentos de consolidar nuevas formas de control que culminarían en el desarrollo del Estado como aparato administrativo y la nación como aparato cultural, cuya función principal sería la unificación a partir de una semiótica común que permitiera la implantación de dispositivos de poder (Saracho, 2018). De aquí se desprende un análisis de las contradicciones que el discurso de la nación toma en momentos posteriores de la historia, en donde es resignificada por ensambles identitarios intrafronterizos que se transformaron en movimientos separatistas.

El tercer capítulo se titula “Nación e ideología”, y se basa en un análisis teórico sobre el concepto de nación desde cuatro corrientes divergentes: la liberalista, la etnonacionalista, la antropológica y la geopolítica. A partir de este análisis, el autor refuerza sus argumentos respecto a la importancia legitimadora de la nación: la ideología por excelencia del Estado burgués se materializa en un carácter institucional de la misma, no en una realidad objetiva. Esto se entrelaza con el cuarto capítulo, “La nación y sus contradicciones en el mundo interior del capital”, el cual retoma la idea de la nación como aparato ideológico del Estado para arrojar luz sobre cuáles son las implicaciones tanto para los ensambles identitarios dentro del territorio estatal como para las dinámicas internacionales dentro del Sistema-mundo. A partir de un análisis de las escalas presentes en los casos de estudio antes mencionados, el autor nos recuerda que, a pesar de la subsunción de las identidades socioculturales a la totalidad capitalista, éstas “se han mantenido vivas y, en este momento de globalización, donde las escalas parecen acercarse, las Relaciones Internacionales y la Geografía Política pueden ver finalmente el tejido que corre al interior y al exterior de los Estados y pueden redimensionar su valor para su estudio” (Saracho, 2018: 169-170).

Cabe preguntarse por qué en una realidad global en la que los movimientos que reivindican las identidades socioculturales se encuentran tan marcadas en todos los continentes el autor refiere específicamente a tres casos europeos. La respuesta podría relacionarse con el énfasis que pone el libro en la modernidad capitalista y el surgimiento del Estado como una construcción eminentemente de dicho continente. Los estudios de la modernidad han explicado cómo las sociedades modernas se desarrollaron en el marco del Estado nación y lo fortalecieron. A partir de este escenario, se construyeron formas de exclusión basadas en criterios étnicos o nacionales, una cuestión que muchas veces se ignora por parte de las teorías que conciben a la modernidad como un modelo igualitario y universalizador (Wimmer, 2004). La pertenencia o no a un grupo étnico o nacional determina también el acceso a bienes y servicios que provee el Estado moderno. Las promesas de la modernidad -por ejemplo: participación política, trato igualitario ante la ley, justicia social y seguridad- se garantizan (al menos en papel) a aquellos que puedan comprobar su pertenencia a la nación. Los principios modernos de inclusión se encuentran, por lo tanto, íntimamente vinculados con formas de exclusión étnica y nacional. Los grupos que se convirtieron en “minorías” a partir de la creación del Estado nación comenzaron a ver su lealtad política cuestionada, lo que conllevó a su asimilación forzada o a la expulsión del territorio nacional.

Esto, como también argumenta Saracho López, no quiere decir que las políticas nacionalistas sean meros resultados colaterales de la modernización, sino que la Modernidad en sí misma está estructurada de acuerdo con principios étnicos y nacionalistas, porque las grandes instituciones modernas (como la ciudadanía y la democracia) devienen sistemáticamente en formas de exclusión (Wimmer, 2004). De ahí que se infiera que los conflictos étnicos, así como la xenofobia y el racismo, son partes también integrales del modelo moderno. Por ello, pensar en teorías como la de los llamados “Estados fallidos” cobra un sentido diferente al concebirlos como una muestra de las contradicciones mismas creadas por el capitalismo. No parecen ser coincidencia, sino diseño.

En este sentido, ¿cómo pensar la geopolítica, la identidad y lo cultural, incluso dentro de un contexto capitalista? ¿Cómo analizar lo comunitario sin pensarlo en una permanente tensión ante el aparato ideológico estatal por excelencia: la nación? Este libro de Saracho López da una mirada fresca a los intentos por responder estas preguntas y permite incorporar a las Relaciones Internacionales algunos conceptos e ideas que han sido debatidos por la ciencia política y la sociología, con el objetivo de consolidarlos como objeto de estudio de la disciplina a través de acercamientos teórico-metodológicos multidisciplinares. Así, podemos retomar la importancia del espacio y el análisis escalar para dar nuevos bríos al estudio del Estado y, con él, de la realidad internacional.

Referencias bibliográficas

Anderson, Benedict (1993) Comunidades imaginadas. Reflexiones sobre el origen y la difusión del nacionalismo. Ciudad de México: Fondo de Cultura Económica. [ Links ]

Saracho López, Federico José (2018) Sobre el espacio de la identidad. La fabricación de la nación y la geopolítica de su contradicción. México: Ediciones Monosílabo/FFyL/DGAPA. [ Links ]

Wimmer, Andreas (2004) Nationalist exclusion and ethnic conflict. Shadows of Modernity. Cambridge: Cambridge University Press. [ Links ]

Recibido: 04 de Agosto de 2021; Aprobado: 16 de Agosto de 2021

ELIZABETH VILLANUEVA JURADO es licenciada en Relaciones Internacionales por la UNAM y estudiante de maestría en Estudios Políticos y Sociales en la misma institución. Ha trabajado como asistente de investigación por parte del Sistema Nacional de Investigadores. Sus líneas de investigación son: democracia, espacio público, identidades y sociología de la religión. Entre sus publicaciones más recientes se encuentran (con Judit Bokser Liwerant y Federico Saracho) “Colisión. La Covid 19 como constelación de las crisis: a manera de editorial” (2021) Revista Mexicana de Ciencias Políticas y Sociales, 66(242); “Pakistán, India y el caso de Jammu y Cachemira: apuntes sobre la dimensión religiosa de los conflictos armados” (en prensa) en Sandra Kanety Zavaleta Hernández, Primer Encuentro de Internacionalistas Universitarios. Ciudad de México: FCPyS/UNAM.

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