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Sociológica (México)

versão On-line ISSN 2007-8358versão impressa ISSN 0187-0173

Sociológica (Méx.) vol.38 no.107 Ciudad de México Jan./Jun. 2023  Epub 27-Out-2023

 

Artículos de investigación

La mutación de la representación de la desigualdad en el estudio de la mortalidad

Mutation of the Portrayal of Inequality in the Study of Mortality

Jorge González Gutiérrez* 
http://orcid.org/0000-0003-4204-9999

*Facultad de Estudios Superiores Aragón, Universidad Nacional Autónoma de México. Correo electrónico: <jorgegonzalezgog@aragon.unam.mx>.


RESUMEN

El objetivo del texto consiste en estudiar las implicaciones de las transformaciones políticas, económicas e ideológicas de las últimas cuatro décadas en la manera de estudiar la desigualdad social y la mortalidad en México. Se indaga en la forma en la que se manifiestan estos cambios en sus mutaciones teórico-metodológicas. Basados en las aportaciones teórico-metodológicas del análisis crítico del discurso, a partir de este estudio es posible destacar la existencia de jerarquías sociales entre actores implícitas en el corpus de estudio, así como señalar la sustitución de aproximaciones relacionales por otras gradacionales en las últimas décadas.

PALABRAS CLAVE: desigualdad social; ideología; mortalidad; clases sociales; análisis del discurso

ABSTRACT

This text aims to study the implications of the political, economic, and ideological transformations of the last four decades for the way we study social inequality and mortality in Mexico. It examines how such changes are manifest in their theoretical and methodological mutations. Based on the theoretical and methodological contributions of the critical analysis of discourse, it helps to shed light on the existence of social hierarchies among the actors involved in the object of study and replace relational approaches with other, gradational approaches in recent decades.

KEY WORDS: social inequality; ideology; mortality; social classes; analysis of discourse

Introducción

Con el derrumbe del socialismo de Estado y el cuestionamiento de la vigencia de la teoría marxista, así como el resurgimiento del proyecto liberal, se consolidó en el mundo la ideología de la globalización. En este contexto, se presentó a dicho proyecto como el único factible ante “la falta de alternativas al sistema capitalista dominante” (Mihailovic, 2002: 40). Esta uniformidad y “falta de alternativas” no sólo ocurrió en la vida económica, sino además en el pensamiento (Dabat, 2002). Ello, como aquí se pretende mostrar, conlleva implicaciones relevantes en el quehacer científico social, en cuanto a marcos teóricos y metodologías.

Por este motivo abordo la naturaleza de estos cambios y, sobre todo, los rasgos de las implicaciones sobre la forma de estudiar la desigualdad social: cómo han sido éstos, cómo se manifiestan en los marcos teóricos y metodológicos utilizados en las décadas recientes, en particular en la investigación sobre mortalidad en los estudios de población. El objetivo consiste en indagar en las estrategias discursivas que son utilizadas en la configuración de textos que enfocan su atención en el estudio de la desigualdad y la mortalidad, e identificar cómo se manifiesta la ideología en sus transformaciones teórico-metodológicas durante los últimos treinta años en esta disciplina.

Supongo que esta trayectoria no se trata sencillamente de mejoras o avances teórico-metodológicos acumulados en el tiempo. Asumo que estos cambios no ocurren de forma “fortuita”, tal como las “modas”. La noción de “modas intelectuales” sostiene de manera simplista que los cambios en los objetos de estudio y en los aparatos teóricos son un producto circunstancial en el transcurso de las ciencias. Este desenvolvimiento es equivocadamente descrito en un espacio en donde está ausente cualquier lucha por el control del “discurso científico”. En lugar de suponer que las causas de las transformaciones se atribuyen a “simples modas”, aquí sostengo que dichas transformaciones son manifestaciones de cambios ideológicos.

Cuestionar el supuesto según el cual las ciencias permanecen “desideologizadas” en su devenir conlleva a concebirlas como productos eminentemente sociales, y no como un proceso lineal de hallazgos acumulados (Lecourt, 2005). Considero, al igual que Jäger (2001), que donde hay conocimiento hay poder, y donde hay poder hay luchas contantes, y la representación del conocimiento no es una excepción, ni la representación de la “desigualdad social”.

¿Cómo es que ello se hace manifiesto en la práctica poblacional, en especial en el estudio de la muerte? Para Lecourt (2005), “la palabra [es] el punto de inserción de la ideología”; por ello es en el lenguaje en donde hay que indagar. Existe una larga lista de referencias bibliográficas que destacan la importancia del uso de metáforas, de marcadores lingüísticos, modos de argumentación y, en general, formas que impone el positivismo en el lenguaje de las ciencias.

No obstante, la noción de “ideología” es de difícil delimitación y su uso analítico, fuera de su utilización peyorativa, conlleva un reto arduo. Considero, al igual que Lecourt (2005), que por más soslayadas que se mantengan por medio de sofisticadas estructuras discursivas, las ideologías siempre acechan a la ciencia en su proceso de conformación. Con esta intención es que aquí tomo las aportaciones realizadas por el análisis crítico del discurso (ACD), tanto en lo teórico como en el proceder metodológico.

Por su parte, el estudio de la desigualdad se ha dado desde perspectivas teóricas muy diversas, e inclusive ha tenido detractores que han llegado a sostener que su estudio puede ser considerado pernicioso, pues suele culminar en la promoción de medidas desfavorables para el libre mercado (Esquivel, 2016). Cuando no se niega como objeto de estudio se minimiza su importancia, como cuando se pretende sustituir esta discusión por otra menos incómoda como la del “crecimiento económico”. Debido a esta controversia que se manifiesta en el discurso, resulta oportuno seguir con el estudio de la desigualdad social y poner énfasis en el cómo y el por qué se lleva a cabo de cierto modo.

La pregunta que el lector podría esgrimir es: ¿qué relevancia tiene detenernos en la naturaleza del conocimiento científico? Coincido en este punto con Habermas (1968) cuando afirma que en la medida en que la política recibe cada vez más recomendaciones de los científicos, éstos se ven cada vez más forzados a reflexionar sobre las “consecuencias prácticas” de su certidumbre. Omitir, minimizar o simplificar la “desigualdad social” los convierte acaso en un factor más de su reproducción.

Este documento está dividido en tres secciones. Primero introduzco conceptos que considero centrales en el estudio de la desigualdad mediante la presentación de autores que han indagado al respecto y que se han convertido en una referencia bibliográfica imprescindible. De forma complementaria, centro la atención en el trabajo realizado al interior de la disciplina de los estudios de población en años recientes, y en las fuentes de datos con la pretensión de resaltar sus mutaciones más relevantes. En la segunda sección analizo un corpus de investigaciones desde la óptica del ACD. La intención radica en estudiar de forma sistemática las mutaciones aparecidas en los textos poblacionales publicados desde la década de 1980, y que versan sobre la desigualdad y la mortalidad, todo seguido de una discusión final.

Las “voces” de la desigualdad

A pesar del extenso grupo de aportaciones teórico-metodológicas para el estudio de la desigualdad, algunos autores (Stavenhagen, 1974; Chan y Goldthorpe, 2004; Nisbet, 2009; Torssander y Erikson, 2010) coinciden en sugerir que un conjunto de perspectivas, con argumentos en algunos casos contrapuestos, delimitan la representación de la desigualdad: Alexis de Tocqueville, Karl Marx, Max Weber, además de Pierre Bourdieu. A estas visiones podemos agregar las medidas cuantitativas realizadas a partir del nivel de ingresos económicos o medidas sintéticas basadas en el índice socioeconómico de Duncan.1

Cabe aclarar que no todas estas perspectivas se han aplicado a la investigación de la desigualdad y la mortalidad en los estudios de población. Como se verá más adelante, las propuestas teóricas más influyentes son las de Tocqueville, Marx y Weber, y en últimas fechas se ha recurrido a medidas que pocas veces explicitan algún marco de referencia. Lo anterior puede estar relacionado con tres asuntos:

  1. Para la investigación cuantitativa es difícil aproximarse a ciertas categorías (capital simbólico), como sucede en el caso de la teoría de Bourdieu (Reygadas, 2004).

  2. Escasez de disponibilidad de información.

  3. A causa de intereses particulares o motivaciones ideológicas.

El estudio de la desigualdad

A fin de profundizar en las influencias teóricas en el estudio de la desigualdad en el caso específico de la mortalidad, a continuación destaco algunos elementos conceptuales que suelen ser centrales en este debate.

Alexis de Tocqueville

En múltiples ocasiones Tocqueville señaló lo inexorable de los cambios que a su juicio se gestaban desde siglos atrás. Estos cambios fueron interpretados por el francés como sinónimos de la pérdida de la ley y de la autoridad: una disolución del “orden de la sociedad”. En El Antiguo Régimen señaló con nostalgia que en la medida en que se “apagaba” la vida propia de las provincias durante el siglo XVIII, los franceses se hacían cada vez “más semejantes entre sí”.

De acuerdo con el francés, la sociedad se conducía hacia la “igualdad” entre sus miembros, hecho evidente incluso en la educación: “El burgués era tan ilustrado como el noble. […] A los dos los iluminaba la misma luz” (Tocqueville, 1969a: 119). Ello ocurre de manera gradual y se manifiesta en diversas modalidades: en La democracia en América destacó el “espantoso espectáculo” que resultaba de la relevancia que comenzaba a tomar la búsqueda superlativa por el goce de bienes materiales (Tocqueville, 1969b).

Bajo esta perspectiva, los sujetos son doblemente iguales: a) se encontraban en la misma posibilidad de acceder a la posesión de tierras y otros privilegios, al grado de que nobles y plebeyos se dedicaban a los mismos negocios y “se casaban entre sí” (Tocqueville, 1969a: 122). Si en otros tiempos el rasgo distintivo de la nobleza fue “el nacimiento”, en la era de la “igualdad” esta distinción se desvanece: nobles y plebeyos son semejantes, pues ambos tienen acceso a la posesión de privilegios; b) como resultado de la transformación en el acceso a los privilegios, tanto nobles como plebeyos mantienen las mismas pasiones e “instintos salvajes”: “A partir de ese momento, todos los procedimientos que se descubren, todas las necesidades que acaban de nacer, todos los deseos que solicitan satisfacción, son progresos hacia la nivelación universal” (Tocqueville, 1969b: 30).

Empero, debe interpretarse con precaución la noción de “nivelación universal”, a riesgo de llevar a cabo lecturas vagas como que en Tocqueville “la clase social no existe” (Nisbet, 2009). Esta universalidad incluye a dos grupos: la nobleza y la burguesía. Es decir, la igualdad en la “nueva sociedad” es restringida. En esta “nueva sociedad” la “igualdad” no es universal, pues sólo aquéllos “situados por encima del pueblo se parecían” (Tocqueville, 1969a: 119). El énfasis de su estudio no radica en subrayar las diferencias en las condiciones materiales, sino en evidenciar la igualación en términos de dominación entre nobleza y burguesía. El enfoque tocquevilleano de la “igualdad” difícilmente puede aplicarse al estudio de la desigualdad en otros contextos, pues se trata de una comprensión restringida de la noción “semejante”. A pesar de ello, para algunos estudiosos esta “universalidad” puede ser generalizada y ubicada en otros contextos.

Acorde con esta visión, uno de los aspectos acertados de la teoría de Tocqueville es el acento en la relevancia del individuo como resultado de la disolución del Antiguo Régimen: “La fragmentación del antiguo orden, que determinó la liberación de elementos de riqueza, poder y estatus contenidos durante mucho tiempo, llevaría […] a una confusión de las categorías sociales, a una individualización de la estratificación que redundaría en la primacía, no de la clase sino del estatus social, a un tiempo más móvil, autónomo y diversificado que aquélla” (Nisbet, 2009: 19).

Siguiendo esta interpretación, la disolución de los elementos que otorgaban orden al Antiguo Régimen son equiparables a las condiciones imperantes en el siglo XX debido a que los grupos sociales se han “diluido”: por ende, sólo restan “individuos” clasificables en niveles de status. Del marco teórico tocquevilleano de la “universalidad” parece desprenderse una gradación individualizada: una versión descriptiva en el estudio de la desigualdad en la cual todos tienen igual acceso al privilegio de la propiedad, por lo que una serie de rasgos individuales conforma la especificidad entre ellos.

Esta gradación, ya frecuente desde 1960, motivaría a algunos autores a señalar que la teoría de la estratificación “diluye” la categoría de clases sociales (Wolpe, 1971; D’Amico, 2016). Este punto de vista no busca la explicación de la desigualdad, sino el desencubrimiento de los rasgos individuales que son apropiados para una gradación.

Carlos Marx

Las reflexiones de Marx con respecto a “la clase” se encuentran diseminadas en textos de distintas etapas de su obra. No resulta extraño que se llegue a señalar al filósofo alemán de contradecirse en relación con la definición de “clase”, la cual, se asevera, difiere entre El Capital y sus “obras históricas” escritas con anterioridad (Borja, 1971).

El último capítulo de El Capital, titulado llanamente “Las clases” (el cual pudo haber sido el único texto que versara específicamente sobre este asunto), quedó incompleto, interrumpido por la conocida sentencia “aquí se interrumpe el manuscrito”. A pesar de ello, existe un amplio campo de conocimiento que toma como punto de partida esta categoría, en gran medida influenciado por la perspectiva marxista (Barozet y MacClure, 2014).

Al igual que Tocqueville, Marx destacó el papel esencial que tiene la propiedad en el funcionamiento de la sociedad. No obstante, a diferencia del francés, el alemán mencionó explícitamente que el desposeído de toda propiedad mantiene una relación hostil con el producto de su trabajo, pues no le pertenece. Lo único que posee es su fuerza de trabajo, motivo por el cual se lo considera como un obrero libre (Marx, 2011).

En esta perspectiva, no sólo resalta la relevancia de la propiedad privada, sino que se añade una explicación al proceso mediante el cual se distribuye la riqueza generada por la fuerza de trabajo y cómo este orden reproduce sus propias condiciones. Esta mirada subraya el carácter endógeno y funcional de las inequidades, motivo de la incomodidad que esta visión llega a provocar, con sentencias como la “[...] desigualdad de clases es una desigualdad enraizada en la estructura de la vida económica” (Mandel, 1977: 14).

Para Wright (1994), el análisis marxista de “la clase” gira en torno a dos problemáticas: 1) mapas estructurales abstractos, que abordan la forma en la que la organización productiva configura una “estructura de huecos” entre las relaciones de clase; 2) mapas coyunturales concretos, que atienden la manera en la que los individuos ubicados en dicha estructura llegan a organizarse en defensa de sus intereses. En el segundo caso, a lo largo de las “obras históricas” de Marx es posible hallar la preocupación por entender las luchas que confrontan a diversos agentes y el Estado: burguesía, proletariado, terratenientes, aristocracia financiera, entre otros.

Por el lado del mapa estructural, la clase es definida como “las posiciones dentro de las relaciones sociales de producción que se derivan de las relaciones de propiedad determinantes de las pautas de explotación” (Wright, 1994: 80). Nótese que con frecuencia se retrata a “la clase” por medio de sentencias que le atribuyen una dimensión espacial, una ubicación que el individuo sólo “ocupa” transitoriamente y en la que desempeña una función imprescindible para garantizar la reproducción del capital, lo que el sociólogo inglés refiere como “estructura de huecos”.

Para representar la relaciones de producción, aquéllos inspirados en esta perspectiva suelen usar las nociones de “posición” o de “ubicación” al interior del entramado económico: “[el proletariado] se caracteriza sobre todo por su posición dentro del proceso de producción, en virtud de la cual vende su fuerza de trabajo […], pero en cambio no tiene la menor influencia sobre el reparto del plusvalor” (Kolakowski, 1986: 28). Se desprende que este lugar y su ocupación no son fortuitos, sino que responden al entramado de elementos antagónicos que permiten la acumulación del capital.

A decir de Wright (1994), el trabajo incompleto de Marx no alcanzó a brindar categorías precisas; no obstante, el alemán sí otorgó los elementos teóricos suficientes para invitarnos a reconocer la tendencia histórica que apuntaba a la separación cada vez más marcada entre el trabajo y los medios de producción, y con ello a una concentración de la riqueza cada vez más acentuada.

Aquí hallamos una de las polémicas más frecuentes en esta discusión, la cual cuestiona la pertinencia de escindir a la sociedad contemporánea en dos grandes bloques: burguesía y proletariado. En los Manuscritos económico-filosóficos de 1844, un joven Marx (1986) señaló que el capitalista y el terrateniente se funden en una clase, al igual que el obrero agrícola y el manufacturero en otra, de tal modo que la sociedad termina fraccionada en dos.

Empero, esta estructura simple de polarización queda en predicamento si observamos el notable aumento de ocupaciones profesionales y técnicas, así como el crecimiento de las jerarquías directivas tanto en las corporaciones como en las instituciones del Estado. Sin embargo, el esfuerzo de Wright (1994) consiste en rescatar los aspectos primordiales de la “clase” y, con ello, recuperar su uso para la interpretación de la desigualdad en las sociedades contemporáneas. Para el sociólogo estadounidense, la simultaneidad de diversos modos de producción es el corolario de la heterogeneidad al interior de las clases sociales, lo cual coincide con lo que han señalado otros autores, como Nicos Poulantzas (1979).

Wright sostiene que la originalidad del “nuevo análisis marxista” radica en la búsqueda de mayor precisión conceptual, y en la pretensión de elaborar teorías que se adecúen a un nivel medio de abstracción mediante el cual sea posible retomar desafíos conceptuales pretéritos, como el “engorro de las clases medias” o el “engorro del campesinado”, y con ello explicar la multiplicidad que es posible observar al interior de las clases.

Una de las consecuencias de esta recuperación conceptual consiste en restablecer la relevancia de la “explotación” en la explicación de la “clase”. Ello queda de manifiesto en sus cuatro propiedades estructurales: 1) las clases son relacionales; 2) esas relaciones son antagónicas; 3) esos antagonismos están arraigados en la explotación; 4) la explotación está basada en relaciones sociales de producción (Wright, 1994).

Estas propiedades permiten enfatizar la diferencia de esta perspectiva con respecto a otros intentos puramente gradacionales, en los cuales las clases parecen no tener relación ni antagonismo alguno entre sí: por el contrario, en esta visión “las clases” siempre están estructuradas con referencia a otra. Por este razonamiento es que Wright asevera que el hecho de que el señor feudal explote al siervo no sólo apunta a lo evidente, que uno es rico y el otro es pobre, sino que existe una relación causal entre la riqueza de uno y la pobreza del otro.

Una relación explotadora se manifiesta en dos esferas útiles para el estudio de la desigualdad: por una parte, implica que unos deben trabajar más para que otros trabajen menos, y por otra, significa que unas familias deben consumir menos para que otras consuman más. Esta relación no es mera “opresión económica”, sino constituye un vínculo orgánico en el que la clase explotadora requiere de la explotada, lo cual connota una apropiación de los frutos del trabajo. Esta relación orgánica y antagónica descansa en la distribución de los derechos de propiedad de los medios de producción (Wright, 1994).

La recuperación de los elementos centrales de la “clase” es relevante debido a que para Wright la interpretación de ésta ha dejado al término de “explotación” en un segundo plano, suprimiendo con ello su elemento explicativo y el rasgo que la solía distinguir de aquellos marcos exclusivamente gradacionales.

Además de esta propuesta, vale la pena destacar el esfuerzo realizado por Resnick y Wolff (2007), quienes abordaron el concepto de “clase” desde una perspectiva marxista para estudiar al hogar. Para ambos, los procesos de clase, las contradicciones, así como las luchas de clase, son componentes del hogar desde múltiples dimensiones: afectiva, marital, política, sexual, familiar y financiera. De esta manera, los autores sostienen que los individuos están definidos por los procesos de clase no sólo debido al trabajo, sino incluso desde el hogar.

También es apropiado destacar trabajos de carácter empírico que han intentado retomar a la clase social para el estudio de temas específicos, como en el caso de Bronfman y otros colegas que estudiaron la mortalidad en México. Para ello, tomaron en cuenta una clasificación exhaustiva que incluía grupos como el proletariado típico, el proletariado no típico en tareas manuales, entre otros (Bronfman et al., 1986).

Max Weber

En sentido contrario a Tocqueville y a Marx, Weber dedicó una parte considerable de su trabajo a la discusión del término “clase”. En “Los órdenes jerárquicos de la sociedad” (Weber, 1974) se establece la diferencia entre clase y estamento, y la relación de éstos con los mercados de bienes y de trabajo. Además, en “Estamentos y clases” (Weber, 1984) se aprecia un énfasis en subrayar los rasgos característicos de la clase y el estamento.

En “Estamentos y clases” (Weber, 1984) y “Los órdenes jerárquicos de la sociedad” (Weber, 1974), la representación de la clase tiene dos dimensiones iniciales. Por una parte, se señala que la “situación de clase” deriva de un determinado orden económico, esto es, “de la magnitud y naturaleza del poder de disposición (o de la carencia de él) sobre bienes y servicios y de las maneras de su aplicabilidad para la obtención de rentas o ingresos” (Weber, 1984: 242). Por otra parte, para el sociólogo alemán la “situación de clase” compartida por un grupo humano constituye una “clase”. Sin embargo, esta constitución no implica necesariamente una lucha de clases. Para Weber (1984) las luchas sociales no ocurren únicamente con la finalidad de transformar las condiciones económicas, sino para acceder a la propiedad y su distribución.

A pesar ello, en la primera dimensión podemos hallar un correlato entre dos enfoques. Mientras en la corriente marxista la posición o ubicación en la estructura económica determina la clase social, en la weberiana existe un “componente causal”, condicionado por el mercado, que conforma a la clase. Por ello, se ha señalado que Weber dio la razón a Marx en este sentido (Wolpe, 1971). Sin embargo, además de temas de discusión conexos y contadas similitudes, inclusive referencias directas por parte de Weber al trabajo de Marx (Weber, 1984), en mayor medida se muestran las profundas diferencias.

Una de ellas se presenta en la distinción en la teoría weberiana entre clase y estamento. El sociólogo alemán fijó la atención en un proceso que Tocqueville y Marx sólo insinuaron: la exigencia de un modo de vida a todo el que quiera pertenecer al círculo, el honor (Weber, 1984). Entre el mercado y el estamento hay una oposición, pues mientras al primero lo domina el interés funcional y no hace distinción entre las personas, el estamento se organiza de acuerdo a conductas de consumo en las diversas formas de vivir (Weber, 1974). De esta manera, el estamento es un tipo de marcador de inclusión-exclusión que establece una frontera a partir de una estima social y una conducta de consumo (Chan y Goldthorpe, 2007).

Para algunos estudiosos de la desigualdad social (Torssander y Erikson, 2010; Chan y Goldthorpe, 2004 y 2007; Breen, 2005), a pesar del proceso de homogeneización cultural que se atribuye a la globalización, las nociones de “clase” y “estamento” aún son perceptibles en las sociedades. Se ha señalado que esta perspectiva representa una alternativa analítica a aquella visión más descriptiva del status que ha diluido la diferencia entre clase y estamento (Chan y Goldthorpe, 2007).

Tanto aquéllos inspirados en Marx como los que siguen a Weber han insistido en la diferencia de su enfoque con respecto a las visiones estrictamente empíricas (Wright, 1994). Breen (2005) comienza su explicación del análisis de clase weberiano estableciendo que su objetivo radica en estudiar la existencia de la estructura de clases definida ex ante, es decir, basada en un marco teórico. Desde su punto de vista, en toda investigación es imperante aclarar bajo qué perspectiva se está comprendiendo a la “clase”, algo en lo que coincide con otros autores, como Torssander y Erikson (2010).

Desde esta perspectiva, las “clases” son “conjuntos de posiciones estructurales”. Las relaciones sociales dentro de los mercados, especialmente dentro de los mercados laborales y al interior de las empresas, definen estas posiciones. Los puestos de clase existen independientemente de los ocupantes individuales de estos puestos: son “lugares vacíos” (Breen, 2005). El mercado es el mayor determinante que tiene un individuo para participar en el uso de los bienes económicos y culturales generados por la sociedad. Lo que determina la distribución de oportunidades son los recursos que las personas aportan, lo cual refiere tanto a la distinción entre propietarios y no propietarios, como a las diversas habilidades particulares y a la posesión de múltiples activos.

La heterogeneidad de estos activos da pie a una considerable proliferación de clases. Sin embargo, Weber sugiere que se pueden identificar empíricamente cuatro, dentro de las cuales la movilidad suele ser frecuente, con comportamientos, actitudes y valores compartidos (Breen, 2005): i) grupos dominantes empresariales y propietarios, ii) pequeña burguesía, iii) trabajadores con credenciales formales, iv) aquellos cuyo único activo es la fuerza de trabajo.

Para este esquema, la “clase” es capaz de asociar las posiciones de los individuos en los mercados capitalistas con la inequitativa distribución de las oportunidades de vida. Tanto en el enfoque marxista como el weberiano hay una interpretación de la clase que se representa por medio de un “lugar” que el individuo sólo ocupa transitoriamente. No obstante, su explicación difiere: como Wright (1994) señala, mientras Weber contempla la clase por medio de los intercambios en el mercado, Marx la observa desde “el atalaya de la explotación”.

La desigualdad en los estudios de población

En los estudios sobre el vínculo entre la desigualdad con alguna temática de los estudios de población, publicados entre 1980 y 2016, es posible advertir que en esta disciplina se establece una relación unívoca en gran parte de los casos. Se buscan en el estudio de la desigualdad social las nociones que ayuden a esclarecer la diversidad de patrones demográficos.

Dentro de la tradición de los estudios de población se ha buscado en las teorías de la desigualdad la explicación de los diferenciales en variables como fecundidad, mortalidad, cuidado de la salud, migración, mediante un esquema similar a: Desigualdad social → Diferenciales demográficos. En el cuadro 1 es posible observar algunas investigaciones poblacionales llevadas a cabo en décadas recientes en diversas partes del orbe. Se aborda la mortalidad infantil, el uso de métodos anticonceptivos, la fecundidad y la marginación, mediante alguna dimensión de la desigualdad. En ellas se pueden encontrar visos de las influencias teóricas, como en Brito (1969), cuyo marco es el índice de Duncan, el análisis marxista de la clase en Bronfman y Tuirán (1984), o el ostensible fundamento weberiano de Torssander y Erikson (2010).

Cuadro 1 La desigualdad en los estudios de población 

Autor/es Año Conceptos Metodología Lugar
Brito 1969 Status socioeconómico y la fecundidad Análisis descriptivo México y Buenos Aires
Bronfman y Tuirán 1983 Desigualdad social y mortalidad infantil Análisis descriptivo México
Bronfman et al. 1986 Desigualdad social y uso de métodos anticonceptivos Análisis descriptivo México
Behm 1992 Desigualdad social y mortalidad infantil Análisis descriptivo América Latina
Echarri 2004 Desigualdad social y salud materno-infantil Regresión logística México
Méndez y Cervera 2004 Mortalidad infantil y marginación Análisis descriptivo Yucatán, México
Buchbinder 2008 Desigualdad socioeconómica y mortalidad infantil Riesgo relativo Argentina
Echarri 2008 Desigualdad socioeconómica y salud reproductiva Análisis descriptivo México
Van de Berg et al. 2009 Clase social y muerte durante las crisis económicas Regresión logística Holanda
Torssander y Erikson 2010 Desigualdad social y mortalidad Razones de riesgo (Cox) Suecia
Delmau et al. 2010 Desigualdad socioeconómica y mortalidad en adultos Regresión de Poisson Barcelona, España
Sarti y Zella 2016 Condiciones del mercado laboral y la salud Ecuaciones estructurales Italia

Fuente: Elaboración propia.

Es revelador notar las transformaciones metodológicas a partir del siglo XXI, las cuales se tornan cada vez más sofisticadas. Del análisis descriptivo simple se vira a un amplio espectro de modelos estadísticos. Muestra de ello son los trabajos de Buchbinder (2008) o de Delmau-Bueno et al. (2010), donde se utilizan indicadores sintéticos para representar la desigualdad. En los últimos años, sólo el trabajo de Sarti y Zella (2016) desarrolla una discusión teórica del mercado de trabajo para ubicar a la población de estudio en una jerarquía ex ante.

Si enfocamos la atención en los insumos cuantitativos disponibles para los investigadores en México, ¿con qué fuentes se cuenta para estudiar la desigualdad en los estudios de población? Al estudiar los módulos socioeconómicos que se han incluido en las encuestas demográficas de las últimas décadas podemos aseverar que ha habido cambios importantes. La Encuesta Mexicana de Fecundidad (1982) y la Encuesta Nacional sobre Fecundidad y Salud (1987) son muy similares (Palma et al., 1989). En la Encuesta Nacional de la Dinámica Demográfica (Enadid) de 1992 (la primera llevada a cabo sólo por el Instituto Nacional de Geografía y Estadística)2 se presentaron las modificaciones más significativas: las secciones de posesión de las herramientas de trabajo, tipo de contratación laboral y tiempo de trabajo fueron eliminadas de forma sorpresiva y sin justificación alguna en los documentos oficiales.

Sumado a ello, para la Enadid de 2006 desaparece la sección que trata específicamente sobre las condiciones socioeconómicas de las mujeres entrevistadas o de las personas de quienes dependen económicamente. En su lugar se incluyeron preguntas sobre los datos generales de los individuos respecto del nivel de escolaridad y unos escasos elementos de las actividades laborales. Además, se incorporaron otras acerca de la migración y el apoyo proveniente de programas sociales.

Una de las mayores transformaciones es la pérdida de los módulos sobre las relaciones laborales de los individuos encuestados. Ello supone un extravío de valiosa información que no puede ser sustituida por otra fuente. A partir de entonces se dificulta el uso de marcos teóricos que ponen el énfasis en las relaciones de producción o en los mecanismos de mercado para la explicación de la desigualdad.

Notas sobre los elementos discursivos de los textos poblacionales

Esta sección pretende analizar desde un punto de vista discursivo un conjunto de documentos de investigación que abordan la desigualdad y la muerte en conjunto. Debido a que la cantidad de textos poblacionales que lo hacen es inabarcable, resulta necesario delimitar aquellos que pueden ser incluidos en el análisis. El criterio para construir el corpus de estudio radica en que los textos deben cumplir los siguientes requisitos:

  1. Que estudien la mortalidad y la desigualdad; o bien cuya finalidad sea influir en la manera en la que se estudia la desigualdad social en el análisis de la mortalidad en América Latina.

  2. Publicados en el periodo de 1980 a 2017.

  3. Ubicados en México, o bien en la región.

  4. Escritos en castellano.

Todos se centran en “la desigualdad”, no obstante, cada uno de ellos lo hace desde distinto punto de vista. El corpus no pretende ser exhaustivo, sino que busca identificar las mutaciones teórico-metodológicas ocurridas en aquellas investigaciones que estudian la mortalidad y la desigualdad social. Contrario a lo intuido, no resultó fácil hallar investigaciones que se abocaran a ambos conceptos. En algunas de las revistas consultadas hay un reducido número de trabajos recientes sobre mortalidad. Aunado a ello, en gran parte de este reducido grupo no existe elemento conceptual alguno cercano a la “desigualdad”.

Con ello en cuenta, el corpus consta de siete textos publicados entre 1983 y 2011, cinco de los cuales abordan tanto la desigualdad social como la mortalidad como ejes centrales, y dos de ellos específicamente el estudio de la desigualdad social en América Latina: Bronfman y Tuirán (1984), Behm (1992), Bravo (2000), Canales (2003), Méndez et al. (2004), Echarri (2004), González et al. (2011).

El corpus contiene 52,848 palabras y 1759 enunciados (cuadro 2), repartidos de manera no uniforme entre los textos. La noción “desigualdad” se usa en 90 ocasiones y la de “mortalidad” 246 veces (cuadro 3). Ello sugiere la relevancia que mantienen ambos tópicos en el corpus de estudio.

Cuadro 2 Textos del análisis 

Autor/es Año Id. Publicación Tipo Palabras Oraciones
Bronfman y Tuirán 1984 bt83 Colmex Conferencia 6904 220
Behm 1992 bh92 Población y salud en Mesoamérica Revista académica 7265 268
Bravo 2000 br00 CEPAL Documento de trabajo 8767 369
Canales 2003 ca03 Colmex, Somede, UdeG Capítulo de libro 17,068 571
Echarri 2004 ec04 Papeles de población Revista académica 6214 160
Méndez et al. 2004 mr04 Investigaciones geográficas Revista académica 3370 104
González et al. 2011 gg11 Revista de salud pública Revista académica 3260 67
Total 52,848 1759

Fuente: Elaboración propia.

Cuadro 3 Conceptos clave en los textos del corpus 

bt83 bh92 br00 ca03 ec04 mr04 gg11
CONCEPTOS CLAVE SIMPLES
·mortalidad ·mortalidad ·indicadores ·demográfica ·parto ·mortalidad ·cuartil
·burguesía ·infantil ·hogares ·demográfico ·mortalidad ·infantil ·cuartiles
·asalariada ·determinantes ·desigualdad ·modernización ·cuidados ·tmi ·marginación
·demográfica ·Behm ·proporción ·dinámica ·status ·marginación ·Gini
·adscripción ·nacimientos ·mortalidad ·desigualdad ·estrato ·Yucatán ·disparidades
·escolaridad ·desigualdades ·remuneraciones ·globalización ·estratificación ·Quintana Roo ·evitable
·asalariados ·sobrevida ·asalariados ·diferenciación ·estratos ·Quintana Roo ·Conapo
·operacionalización ·estimaciones ·doméstico ·demografía ·materno ·tasas ·evitables
·proletariado ·asalariados ·estratos ·transición ·comportamientos ·Campeche ·cuadruplica
·desempeñan ·fecundidad ·desigualdades ·modernidad ·Enfes ·Nvr ·sistemáticas

Fuente: Elaboración propia.

El marco téorico-metodológico aquí aplicado para el estudio de estos textos es el análisis crítico del discurso (ACD). Éste pone el acento en los rasgos ideológicos latentes en las construcciones discursivas. Una de sus características consiste en alertar de las elecciones verbales y no verbales llevadas a cabo en los textos, con la motivación de evidenciar un uso del lenguaje que pretenda mantener una posición dominante o bien una “hegemonía discursiva” (Locke, 2004).

Las elecciones en el lenguaje no son evidentes y por esta razón se llegan a naturalizar3 en los usuarios del lenguaje, de forma que para Fairclough (1995) se observa una “opacidad” en la producción y en la interpretación de textos. Esta óptica parece prudente para desentrañar o “descifrar” los elementos ideológicos soslayados en las prácticas discursivas incluidas en los textos académicos sobre desigualdad y muerte.

Conforme al ACD, las ideologías son sistemas de “ideas” sociales que son parte de la estructura social, por lo cual evidencian relaciones de poder y dominación entre grupos e instituciones (Van Dijk, 1998). Estas ideas o nociones incluyen para Therborn (1980) a la “experiencia cotidiana”, pero además, a las doctrinas intelectuales. De manera que las ideologías no sólo tienen distintos grados de elaboración, sino que además están inmersas en distintas situaciones sociales. A la ideología se la ha llegado a concebir como un “todo orgánico” encarnado en aparatos e instituciones (Laclau y Mouffe, 2001), como lo son los textos especializados.

La metodología seguida en esta investigación está basada en los trabajos de Jäger (2001) y de Fairclough (2003). Uno de los elementos comunes en ambas propuestas teórico-metodológicas es la realización de un acercamiento gradual al texto con la pretensión de aprehender los elementos tanto evidentes como latentes.

Para ello, hay tres fases en esta pesquisa: i) trazo del contexto local, ii) descripción de la estructura general del texto, iii) análisis del sentido global del texto y de las representaciones sociales. Por cuestiones de brevedad, en este documento presento los principales hallazgos obtenidos en la tercera fase.

El sentido global de los textos

En la discusión conceptual predomina la representación de la desigualdad social por medio de términos cuya procedencia son la ciencia económica y la sociología. Muestra de ello es la notable frecuencia de nociones como “desigualdad(es)” (117 veces), “clase(s)” (131 veces), “marginación” (65 veces), “pobreza” (29 veces). No obstante, hay algunos términos cuya frecuencia es alta debido a que son mencionados en repetidas ocasiones en un solo texto. Este es el caso de “clase(s)”, usado en pocas ocasiones en bh92 y ca03, y muy frecuentemente por bt83. Otro ejemplo es el uso del término “marginación”, pues ml04 y gg11 lo mencionan en cerca de 60 ocasiones (65 en todo el corpus); sucede lo mismo en el caso del término “pobreza”, el cual se utiliza en la mayoría de las ocasiones en br00 y en menor medida por ca03; de igual modo ocurre con los términos “ingreso(s)”, “bienestar” y “educación”, usados casi exclusivamente en br00.

Este ejercicio es capaz de sugerir las transformaciones temáticas y conceptuales que se han desarrollado a lo largo del periodo considerado. En una primera etapa, el análisis marxista de la clase es muy socorrido y sólo retomado esporádicamente en las décadas siguientes a 1980 (por bh92). En una segunda etapa, la pobreza, el ingreso y la educación cobraron un papel protagónico en los estudios de población. En ningún caso se pudo observar influencia weberiana.

Para identificar el vínculo entre las ideas centrales que abordan los textos, Van Dijk (2005) planteó que es indispensable capturar su “sentido global”, lo que el sociolingüista conoce como las “macroestructuras semánticas”. Una vía para aproximarse al sentido global de los textos es el análisis de los conceptos clave. Con ellos podemos identificar sus temáticas centrales y esbozar la trayectoria seguida para abordar la desigualdad y la mortalidad. En el cuadro 3 están los diez conceptos clave más relevantes de cada texto.4

Este análisis permite subrayar la importancia que tienen en el documento de 1983 las categorías de inspiración marxista, como “burguesía”, “asalariada” y “proletariado”, las cuales están acompañadas de otros términos habituales en la representación de la muerte en los estudios de población, como aquellos de naturaleza empírica, tales como “operacionalización”, o “encuesta”. El texto bt83 contiene una digresión teórica de igual o mayor extensión que la presentación metodológica y la interpretación de sus resultados.

Otro punto que corrobora este rasgo del documento de 1983 es el uso del verbo “ocupar”. En éste se revela la identificación de la desigualdad por medio de la referencia común usada por aquellos autores vinculados con el estudio de “la clase”, en la cual los individuos “llenan un lugar” en la “estructura de huecos” que es el capitalismo y que les asigna una función subordinada a la acumulación; por ejemplo, se lee “se diferencian entre sí por el lugar que ocupan en un sistema de producción [...]”, o bien “por el lugar que ocupan [los individuos] en un sistema de...”.

Al exponer de este modo la representación de la desigualdad social a lo largo del corpus pretendo mostrar el modo en que ciertas temáticas centrales sobre desigualdad en la década de 1980 y principios de 1990 viran de forma pronunciada hacia otra dirección a inicios del siglo XXI. A partir de entonces, cobran relevancia términos como “estrato”, “estratificación” y “marginación”, todos ellos entendidos como metodologías cuantitativas de gradación ex post. En tanto, el análisis de clase es relegado. Por otra parte, el interés por los datos (“encuestas”) y los indicadores (“tasas”) se mantuvo inamovible.

Tal parece que el debate teórico-empírico más reciente de la desigualdad social y su vínculo con la mortalidad hubiese sido escindido en dos: a) la estratificación o la marginación, que cumple con el objetivo empírico de aproximar el grado de la desigualdad social; y b) la salud materno-infantil para comandar la discusión téorico-empírica de las causas, explicaciones y contextos de las mortalidades materna e infantil.

Con esta escisión se puede señalar que se relega tajantemente el análisis de clase en la comprensión de la mortalidad. En las aproximaciones de bt83 y bh92 se pretende capturar las relaciones existentes entre los individuos por medio del escrutinio de las condiciones contractuales y las relaciones de propiedad. Este aspecto relacional es un rasgo fundamental de “la clase” y su poder explicativo: la explotación. En cambio, en los acercamientos posteriores el elemento relacional desaparece, para dar paso a la gradación. Si bien en las décadas de 1980 y 1990 el debate sobre la desigualdad se libra en la sección de revisión de literatura, en las décadas siguientes esa revisión de literatura incluye temáticas sobre salud, mientras que las precisiones sobre desigualdad son de carácter exclusivamente empíricas.

Análisis de las representaciones de actores y acciones

Esta sección, cuyo objetivo es identificar y clasificar las representaciones de los agentes y de sus acciones en los textos sobre desigualdad y mortalidad, está basada en el trabajo de Van Leeuwen (1995 y 1996), quien parte de un par de preguntas que le permiten construir una tipología: ¿cuáles son los modos en los que la acción social puede ser representada en el discurso? y ¿cuáles son las formas en las que los actores sociales pueden ser representados en el discurso? De forma equivalente y para los fines de esta investigación conviene preguntar: ¿cuáles son los actores que se representan en nuestro corpus sobre desigualdad y mortalidad, y cuáles no?, y ¿qué interpretaciones y actitudes mantienen los autores con respecto a éstos y sus acciones?

La propuesta de Van Leeuwen (1995 y 1996) brinda una metodología para clasificar y jerarquizar las distintas formas de codificar las representaciones. Por ejemplo, la estructura en el caso que él estudia (“el migrante / migrar” => la migración) se trata de una transformación en la cual una acción (del migrante) es desactivada y convertida en una “objetivación” (la migración). El actor (el migrante) atraviesa por una exclusión del discurso. Ello no sucede con todos los actores a decir de Van Leeuwen: son los migrantes o los niños, en general los grupos con poca relevancia en la jerarquía implícita de actores, los que suelen desaparecer. El uso del lenguaje depende de los propósitos y los intereses de los autores. Es decir, sólo ciertos actores son representados como agentes activos. Por ello es que tiene sentido e importancia aseverar que la representación es control.

La representación de los actores y sus acciones

Los actores mencionados en el corpus son muy pocos; se trata de: a) otros especialistas, b) instituciones internacionales y nacionales, y c) grupos sociales o asimilaciones.5 Cada uno de ellos es representado con diferente énfasis y distinto nivel de agencia; lo mismo se puede decir de las acciones que éstos llevan a cabo.

Hay un grupo de actores que es representado comúnmente activado6 y que lleva a cabo estrategias e iniciativas, monitorea y realiza acciones semióticas. Se trata de las comunidades académicas y políticas (monitorean), las agencias nacionales y los organismos internacionales (ejecutan iniciativas). También aparecen frecuentemente activadas las clases sociales privilegiadas (agricultores capitalistas).

El “grupo de los niños” sólo aparece activado en una ocasión, cuya única acción es “mostrar atrasos”. De manera similar al hecho de que la única vez en que los asalariados aparecen activados en todo el corpus es cuando éstos “venden” su fuerza de trabajo bajo el enfoque marxiano. Todos los actores antes mencionados aparecen desactivados: los niños, los asalariados, las mujeres. En este último caso, hay una excepción que resulta interesante:

  • (1) son las madres quienes administran a los niños los tratamientos prescritos por los médicos.

La cláusula (1) muestra una cadena de mando en la cual “las madres”, un actor pocas veces activado, son las ejecutantes de las prescripciones de “los médicos”. Es el único caso en el que se presenta una oración transitiva (incluye dos participantes) interactiva, es decir, son acciones que tienen una repercusión directa en personas y no en “cosas”, como suele suceder en el caso de los “organismos internacionales” (Van Leeuwen, 1995), cuyas acciones son instrumentales. En este ejemplo la representación de “las madres” es fungir como intermediarias entre el saber del “especialista” y “el paciente”.

El grupo de “las mujeres” es desactivado a lo largo del corpus. Se representa como “vulnerable”, pasivo (son meras observadoras), el grupo “menos educado” y con “empleos precarios”, sin atención pública adecuada, dependientes económicamente de alguien más, determinadas por otros agentes hombres (cónyuge, padre), y receptáculo de discursos hegemónicos:

  • (2) la población femenina de México se caracteriza por mantener tasas relativamente bajas de participación en la actividad económica, […] su pertenencia de clase gira necesariamente en torno a la condición social de los agentes con los cuales organiza su vida cotidiana (bt83).

Esta es una representación similar a la que se hace del proletariado en el texto bt83, cuyos integrantes aparecen desactivados, dependientes y en una situación desalentadora, parecida también a la representación de “los pueblos indígenas”, cuya única acción consiste en sobrevivir y padecer.

No deja de llamar la atención que los únicos actores individualizados y activados en todo el corpus son “los expertos”. Por el contrario, en todo el corpus no se encontró una sola individualización, en todos los casos hay referencias indeterminadas o a grandes grupos poblacionales. Los asimilados en grandes grupos, identificados como “las mujeres”, “los niños”, “los jóvenes”, “los asalariados”, “las poblaciones indígenas”, son actores sin rostro que nunca pierden su condición de pasividad.

Otra muestra de las influencias manifiestas en la representación de la desigualdad está en el texto bt83, en el cual las asimilaciones también son grupos sociales, como “los propietarios”, “la pequeña burguesía tradicional”, o “la fuerza de trabajo libre”, todos ellos representados en un conjunto de acciones que definen al otro y a sí mismo, donde unos “ejercen” la explotación, otros “disponen” de medios y otros “venden” su libertad. Esta asimilación de organicidad entre las clases se difumina en el texto bh92, y desaparece en los estudios restantes. A partir de entonces la asimilación de los grupos sociales es por medio de expresiones como “el estrato x” (ec04) o “el quintil x” (gg11).

Los cambios en el estudio de la desigualdad manifiestan un abandono del elemento explicativo de la clase social. La desigualdad deja de ser una relación orgánica y antagónica basada en la explotación, como expresó Wright (1994), para tornarse en un procedimiento de clasificación en el que los individuos no tienen vínculo alguno entre sí.

Cabe señalar que este procedimiento no es exclusivo de la investigación sobre la desigualdad social y la mortalidad. D’Amico (2016) mostró que el enfoque que propone el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), así como el de la Comisión Económica para América Latina (CEPAL) presentan la misma limitación: la desigualdad se establece entre individuos aislados y un promedio social.

Aunado a lo anterior, en esta representación las asimilaciones de actores pasivos están sujetas al aparente albedrío de nociones abstractas. Los actores no llevan a cabo acciones ni reacciones, ni materiales ni semióticas. Este proceso es lo que se ha denominado como desagencialización.7 Un ejemplo de ello ocurre en el texto ca03, donde la globalización parece conducirse por sí misma y generar sus propias leyes, tanto en lo que respecta a la distribución de la riqueza, o “reubicándose por sí misma”. Los actores, que en estos relatos “fabrican” o “migran su sede”, son desvanecidos o bien aparecen como “pacientes” beneficiados (o perjudicados). Tanto “las mujeres”, “los jóvenes”, “los niños”, “los asalariados”, “los indígenas”, son representados únicamente como observadores o víctimas de discursos normativos y de circunstancias sociales, tales como “diferencias”, “acceso a la educación”, “participación en la actividad económica”. Pareciera que ante la pasividad de los actores, “la modernización”, “la globalización”, “la sociedad moderna”, se desarrollaran de modo natural, automático e inapelable. Este hecho es conocido como “naturalización” (Van Leewen, 1995), debido a que se concibe como si la marcha de dichas abstracciones fuese independiente de las acciones de actores específicos, como si su recorrido fuese ineludible y autónomo.

  • (3) es la propia modernización y globalización la que genera y reproduce sus propias formas de pobreza (ca03).

Otro punto que cabe destacar es el uso de la voz pasiva, la utilización del “nosotros”, así como la modalidad en la que los autores se refieren a sí mismos en tercera persona. Pareciera que los autores pretenden eliminar la subjetividad de los procedimientos estadísticos de recopilación, análisis e interpretación de los datos. La estructura subyacente “nosotros los autores tuvimos la responsabilidad de” es transformada en la estructura explícita “ellos tuvieron la responsabilidad de”. Un hecho similar ocurre con la voz pasiva, cuya lista de ejemplos es larga: “se decide”, “se construye”, “se incluye”, “se otorga”, “se obtiene”, “se analiza”, “se recomienda”.

Con este encubrimiento, el autor parece tomar una identidad objetiva, sin visos ideológicos. No obstante, ello no es motivo para que no haya en el corpus muestras de empatía o antipatía ante ciertos procesos. En el texto br00 se observa una antipatía por la “actual modalidad de desarrollo” (4). Mismo caso en el texto bh92, donde existe antipatía por la aplicación del “conocimiento técnico”.

  • (4) la actual modalidad de desarrollo no permite avanzar de manera rápida y sostenida hacia el cumplimiento de esos objetivos básicos [...], parece estar agudizando los problemas históricos de desigualdad y de pobreza (br00).

No obstante, a pesar de esta conjugación de emociones manifiesta, la cual por sí misma cuestiona la posible neutralidad académica de un texto, existe una práctica común de eliminar al autor y de crear en su lugar un ente objetivo.

En resumen, a lo largo de la representación de los actores y sus acciones hay tres grandes grupos: a) algunos de ellos presentados de forma activa, como instituciones nacionales o internacionales, expertos, círculos de académicos y funcionarios públicos; b) otros que generalmente lo son de forma pasiva, como las mujeres, los niños, los asalariados, las poblaciones indígenas, estableciendo con ello una jerarquía de actores (Fairclough, 2003). El otro actor, c), es una construcción en donde el autor cobra una identidad objetiva. La jerarquía social incluye, pues, a aquellos activados, quienes juegan un papel protagónico en la trama del discurso demográfico, y a los desactivados-asimilados (agregados en grupos), con un rol más bien secundario.

Finalmente, otro aspecto común e interesante es el hecho de aludir a la comunidad de estudiosos de la población mediante formas impersonales y ambiguas. Esto es relevante debido a que ello puede llegar a sugerir una forma de fabricar un consenso a favor de la propuesta central del autor. Mediante expresiones como “el demógrafo”, “la investigación demográfica”, o “las ciencias sociales”, a esta comunidad se la representa en la mayoría de los casos como un grupo homogéneo pero anónimo:

  • (5) Este último concepto [clase social] llega a la investigación demográfica connotado del prestigio y de las dificultades que han caracterizado su uso en otras disciplinas de lo social (bt83).

Ello puede ser aprovechado para convencer de la vigencia y fama del término en cuestión en “la investigación demográfica”, forzando a creer que efectivamente el concepto es incuestionable.

Además de esta vía de convencimiento, los autores basan sus argumentaciones refiriendo a construcciones conceptuales y empíricas producidas por organismos internacionales, o bien por “expertos”. Hay casos en los que la respuesta a la pregunta: “¿por qué investigar de ese modo?” suele ser “porque así se hace habitualmente”.

  • (6) En general se usan indistintamente los conceptos “nivel de vida” y “calidad de vida” (br00).

En estos últimos casos, la autoridad impersonal faculta la elección por el investigador de alguna corriente teórica o metodológica, a la que al mismo tiempo él se adscribe y reproduce. Se erigen los consensos.

Discusión final

El desarrollo de la investigación sobre la desigualdad y la mortalidad ha atravesado por mutaciones notables. Se debe reconocer que la “desigualdad social” es una categoría que ha sido abordada bajo múltiples perspectivas que pueden llegar a ser irreconciliables. Un estudio del sentido global de los textos permite conocer en qué han consistido estos cambios en la investigación poblacional: cabe hacer notar el giro teórico y metodológico que apunta al desvanecimiento de los elementos relacionales de la clase y a sustituidos por una representación gradacional. Además, conviene recalcar que la información cuantitativa oficial sufrió en las últimas décadas cambios sustanciales que no contribuyen a ampliar el espectro del abordaje teórico.

Mientras los documentos publicados en las décadas de 1980 y 1990 presentan una extensa discusión teórica de “la clase”, cuyo objetivo es explicar el carácter diferenciado de la muerte, en aquéllos publicados en los años posteriores esta práctica cambiaría perceptiblemente, con un énfasis notable sobre los elementos cuantitativos de la investigación mediante el uso de índices como en ec04, mr04 y gg11.

Es posible aseverar que si en la primera etapa predomina una visión marxiana de la desigualdad, en la segunda cobra relevancia una modalidad individualizada de la misma. En el corpus no se pudo hallar rastro alguno de “la clase” o “el estamento” weberianos, a pesar de que sí ha ocurrido este acercamiento por parte de los estudios de población en otras regiones y temáticas, como en el caso de Breen (2005) y Torssander y Erikson (2010).

En el corpus estudiado sobre desigualdad y mortalidad los individuos son representados en gran medida en una condición de pasividad y por medio de asimilaciones tales como “los niños”, “los indígenas”, “los asalariados”, en un papel secundario como observadores, al aparente albedrío de conceptos naturalizados como “la globalización”, “la modernización”, “la sociedad industrial”, todos los cuales, por el contrario, se encuentran agencializados, dando pie a la configuración de una jerarquía de actores implícita, que es ineludible y, por ende, incuestionable, lo cual sugiere un modelo económico sin alternativas.

Un rasgo que cabe destacar de los resultados obtenidos se trata de las opciones para justificar el uso de un determinado esquema teórico para estudiar la desigualdad. Desde formas impersonales y ambiguas para la creación de un aparente consenso, hasta la reproducción de esquemas oficiales producidos por una autoridad política. En este tenor, cabe subrayar la importancia de los organismos internacionales, los cuales, como menciona D’Amico (2016), definen las líneas políticas que inciden en las decisiones que los gobiernos toman, muchas de las cuales han diluido el aspecto relacional de la desigualdad, como sucede con las recomendaciones del PNUD y la CEPAL.

Lo anterior apunta a la necesidad que existe en la disciplina de discurrir constantemente en torno a la aplicabilidad y la verosimilitud de las propuestas para teorizar y operacionalizar la desigualdad. Considero oportuno inmiscuirse en esta disputa con una perspectiva crítica, mediante el cuestionamiento de cómo se hace ahora y mostrar que no siempre ha sido así.

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Wright, Eric (1994). Clases. Madrid: Siglo XXI. [ Links ]

1 Este índice contemplaba las variables de nivel educativo y prestigio ocupacional, a las cuales se agregaron posteriormente otras variables y procedimientos estadísticos en los índices Hausser-Warren y Hollingshead, como estructura familiar o codificación de variables más extensas.

2En las dos previas participaron la Secretaría de Programación y Presupuesto, el Consejo Nacional de Población y el Sistema Nacional para el Desarrollo Integral de la Familia (DIF), así como la Secretaría de Salud y el Institute for Resource Development.

3“La naturalización brinda el estatus particular a la representación ideológica de sentido común y, por lo tanto, la torna opaca, por ejemplo, ideologías invisibles” (Fairclough, 1995: 42).

4Para esta tarea se usó el programa de código abierto Sketch Engine, en el cual se introdujo el corpus de la investigación para hallar los conceptos clave, así como el contexto en el que éstos se utilizaron. Éste identifica los “conceptos clave” (key words) de la siguiente manera: primero decide si los términos son específicos del tema del corpus, o son palabras generales, o bien expresiones que están en textos pertenecientes a distintas áreas; estos términos son después relacionados con la concordancia respecto de artículos relevantes de Wikipedia (<https://www.sketchengine.co.uk/user-guide/user-manual/term-extraction/#toggle-id-1>, consultada el 9 de abril de 2017).

5“Los agentes sociales pueden ser referidos como individuos, en cuyo caso hablaré de individualización, o como grupos, en cuyo caso hablaré de asimilación” (Van Leeuwen, 1996: 48).

6“…la activación se lleva a cabo por ‘participación’ (roles gramaticales de participante)” (Van Leeuwen, 1996: 44).

7“...como si hubiese sido elaborada por otros caminos, impermeable a la agencia humana: a través de fuerzas naturales, procesos inconscientes...” (Van Leeuwen, 1995: 96).

Recibido: 12 de Febrero de 2021; Aprobado: 04 de Julio de 2023

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