Anna María Iglesia1 presenta múltiples dimensiones de las flâneuses,2 mujeres que caminan la ciudad y la habitan desde prácticas diferenciadas: como transeúntes, minorías, objetos de miradas, trabajadoras sexuales, observadoras, habitantes, paseantes incómodas, trasgresoras de las normatividades sociales y de género, escritoras, periodistas, pintoras, fotógrafas. Los espacios se viven de modo distinto según sea el género, la condición de clase, el grado de educación, de ahí que la ventana, la calle, el palco, la ópera o teatro, los jardines, los parques y el transporte tengan hondas diferencias de percepción y acción.
Se evocan imaginarios literarios3 y pictóricos4 del siglo XIX para relatar el camino recorrido por mujeres para hacerse presentes en la ciudad, reclamar voz propia y el derecho a caminar sin ser objetos de miradas o críticas, la necesidad de ocupar las calles, mirar sin ser vistas, derecho a no consumir ni ser consumidas, a la existencia en solitario y, sobre todo, a la autoría y la superación del estatus de musas. Iglesia polemiza miradas de escritores sobre la mujer como Baudelaire, Poe, Proust, Dickens, Zolá, Víctor Hugo, Blake y sociólogos como Simmel, Benjamín, Maffesoli, Mumford, frente a pensadoras, escritoras, activistas o periodistas como Alcott, Wharton, Wolf, Carnés, Sand y Tristán. Ocupan lugar importante las pensadoras Buck-Morss, Wolff, Parsons, Bergman, Bly, Bowlby, de Burgos, de Diego, Epstein, Elkin y Solnit.
El libro es un collage de poemas, escritos y pinturas que recrea la atmósfera de la época. Una reflexión interesante desde la mirada geográfica es la diferenciación de acceso y uso de los espacios según el género, así como las diferencias de la narración. El análisis de Anna María adquiere potencia como manifiesto feminista literario que hace del acto de caminar una práctica subversiva que visibiliza a la mujer como creadora y observadora de su propio devenir.
La revolución de las flâneuses se compone de seis apartados, cada uno está ilustrado con una pintura (Tabla I). Metodológicamente transgrede las fronteras disciplinares para entender con profundidad las experiencias femeninas al surcar la calle. Las ciudades protagonistas son París y Londres, con referencias secundarias a otras ciudades europeas. Replicar este ejercicio de evocar imaginarios culturales para entender la ocupación femenina de los espacios públicos en América Latina sería sumamente enriquecedor.
Capítulos | Título/Temas | Autor/a y título de la pintura | Pintura | Personas analizadas | Lugares que se problematizan |
I | Derecho a ocupar las calles | Gustave Caillebotte, Joven en la ventana, 1875 (Francia) |
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La mujer que recorre la ciudad y es objeto de las miradas, mujeres anónimas, efímeras, la mujer que callejea como prostituta, mujeres ricas con menos movilidad a diferencia de las asalariadas, mujeres trabajadoras. | La calle, el barrio obrero, los lugares de trabajo. Apropiación del espacio público, cómo los roles sociales definen cómo se vive la ciudad, el control y la vigilancia sobre la mujer que camina la vuelve invisible. |
II | Espectadoras activas: derecho a mirar sin ser vistas | Mary Cassatt, Mujer de negro en la Ópera, 1878 (Estados Unidos) |
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Las mujeres espectadoras, mujeres artistas, mujeres acomodadas de la burguesía. | El teatro, palco, la ópera (representación de las relaciones de poder), el cuerpo como mercancía, ciudad como espacio recinto, parques. |
III | La falsa libertad del comercio: derecho a no consumir ni ser consumidas | Renoir, Baile en el Moulin de la Galette, 1876 (Francia) |
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La prostituta, los literatos que hablan de las prostitutas, actrices. | Los lugares oníricos y utópicos desde la pintura, espacios de fiesta, la calle como lugar narrativo y poético. |
IV | Viajeras y parias: derecho a existir solas | Edward Hopper, Compartimento C, coche 293, 1938 (Estados Unidos) |
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Las viajeras, las parias. | El afuera intuido, más no vivido, universo solitario de las mujeres, la puerta como unión, separación y frontera entre el adentro y el afuera. |
V | Una identidad propia: derecho a la autoría | Thomas Couture, Retrato de Maurice Sand, sin fecha (Francia) |
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Las mujeres disfrazadas, mujeres escritoras, la mujer como sujeto de la narración, la sufragista, “mujeres respetables”, mujeres independientes, femme fatale. | La escritura como espacio de escenificación de la experiencia compartida, límites morales espaciales por condición de género, la calle como símbolo de estar sexualmente disponible. |
VI | Caminar como forma de insubordinación | Maruja Mallo, La verbena, 1927 (España) |
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Las mujeres libres de prescripciones sociales (que se quitan el sombrero), mujeres trabajadoras, escritoras, fotógrafas. | Los gestos que permiten recorrer el espacio, barrios altos y bajos, derecho a la ciudad, espacio-recinto, espacios de reivindicación política y laboral, el ensayo como género para enfrentar la ciudad. |
Fuente: elaboración propia a partir de Iglesia (2021).
En el primer apartado se presenta a la flâneuse como figura de la modernidad, mujer caminante objeto de miradas ajenas. El espacio que se polemiza es la calle, a la cual la mujer no tiene acceso de manera independiente y sin ser flanco de juicios sobre su fin de transitarla. La alegoría pictórica del hombre que ve a una mujer desde la venta problematiza la mirada panóptica que la acecha (Figura 1). Aún estando presente en escritores de época, la mujer es invisible, en la poesía de Baudelaire es anónima, efímera, callada y sin rastro. La potencia creativa que se le da al flâneur5 está vedada para la flâneuse, pues no posee la libertad de movilidad. A diferencia de las restricciones de la mujer de alta sociedad, la trabajadora transita por la ciudad, pero no como un ejercicio de esparcimiento: “el practicar la ciudad para ella no es un derecho, no es una elección, […] sino una necesidad” (Iglesia, 2021, p. 30).
En el segundo apartado, las mujeres acomodadas empiezan a ser espectadoras activas, observan como gesto de rebeldía; sin embargo, sus cuerpos siguen siendo objetivados para el consumo. Para Iglesia la pintura de Cassatt, una mujer que mira, pero que a su vez es observada (Figura 2), es una representación de la ciudad en su totalidad, sirve para ejemplificar la nueva jerarquía social en el capitalismo, ya sea en la calle, el teatro, el palco, los pasillos “las mujeres están siempre sujetas a convenciones públicas que las sitúan en posición de objeto de observación de la mirada masculina” (Iglesia, 2021, p. 49). La renovación de París por Haussmann reconfigura viejos espacios con nuevas prácticas sociales, sin embargo, la ciudad y sus calles seguían vedadas a las mujeres.6 El caminar ocioso de la clase burguesa, la mujer que puede caminar pero no sola, y los roles sociales que se despliegan en los parques, ejemplifican la acotada práctica de la mujer en los espacios públicos.
La pintura de Renoir que ilustra el apartado tres, más que registrar una realidad, tiene el efecto de detener el tiempo sobre imágenes oníricas (Figura 3). Se representa un lugar de ruptura, idílico, donde las prostitutas pueden disfrutar, reír y bailar sin ser objetos del deseo. Estas mujeres que se han visto orilladas a convertir su cuerpo en mercancía para sobrevivir, en la modernidad se resignifican como figuras transgresoras, pues observan y viven lo urbano, como habitantes de las calles, sin límites geográficos ni sociales por su posición marginal y fronteriza. Para la crítica estadounidense Susan Buck-Morss, la calle, a un nivel narrativo, es la casa de las prostitutas, para Deborah L. Parsons, tienen una autoría propia como narradoras-poetas. Sin embargo, es evidente que les ha negado la voz, son objeto de mirada del flâneur, como parte del espectáculo de la ciudad, como mercancía para contemplar o comprar (Iglesia, 2021, pp. 65-68). Anna María presenta sentidos construidos desde la literatura sobre esta figura: como actriz, bien para el entretenimiento, asociadas a la amoralidad, degradación social, pobreza, enfermedad, contaminación, punto de unión entre la vida y muerte; los lugares frecuentados por estas mujeres se asocian a la peste, la putrefacción, contaminación e inmundicia.7
En el cuarto apartado, se habla de la transgresión de las viajeras, asumiéndolas como parias de su propio destino (Figura 4). En Investigaciones geográficas. Revista del Instituto de Geografía de la UNAM (números 108 y 109 de 2022), hemos referido a los vínculos entre geografía, literatura, periodismo, el viaje y el caminar, como actividad reveladora de espacios, sea desde un paradigma cientificista o fenomenológico. Una figura relevante es la de Flora Tristán,8 escritora francesa-peruana, tanto en Peregrinaciones de una paria como en Paseos por Londres,9 vemos como esta mujer pre y posmoderna, propone el oficio de peregrinar, caminar, vagar y viajar como fuente de conocimiento situado.
En el quinto apartado se habla de la identidad propia y el derecho a la autoría, de la práctica de varias mujeres de disfrazarse con atuendos masculinos y uso de seudónimos para dejar de ser objeto de la mirada y poder adentrarse en espacios vedados. George Sand adoptó un nombre falso y la vestimenta que se aprecia en la pintura (Figura 5). Para ella y Tristán la escritura se convierte en el campo de batalla,10 donde se construye experiencia, siendo un contra-relato respecto a los hegemónicos y proponen un contra-modelo de mujer. En el último apartado las mujeres libres se quitan el sombrero al caminar como símbolo de ruptura frente a la pulcritud, recato y honorabilidad que significaba su uso, como contestación a la falsa moral que imponía a mujeres códigos de conducta (Figura 6).
Las mujeres en la literatura, como creadoras y receptoras, propician una apropiación de la palabra, de la crítica y de los espacios: “una experiencia urbana a partir de su propia identidad de género y, consecuentemente, de producir una narrativa urbana” (Iglesia, 2021, pp. 17-18). Sin embargo, aún existe gran disparidad en los textos canonizados en programas escolares, solo un 8% de las personas publicadas son mujeres (Segarra et al., 1999, pp. 11-12). Los espacios literarios han sido del interés de la geografía desde su fundación, de ahí que podría colaborar y elaborar mapas de las literaturas de mujeres, en un entendimiento espacial sobre cómo la literatura crea sentidos sobre lugares que se circunscriben a ciertas topologías sociales, en las narrativas encontramos estereotipos y subversiones a ellos, y representan una especie de mapas vividos, percibidos o habitados.
La revolución de las flâneuses permite explorar otros géneros discursivos para hacer análisis de los espacios a partir de metodologías que sobrepasan a la geografía, como disciplina. Nos invita a llenar de sentidos los espacios habitados en las literaturas y pinturas, de dotar de emociones a dichos lugares y, sobre todo, a tomar por nuestro propio pie las calles. Ante una situación adversa que vivimos las mujeres en México en los espacios públicos y, lamentablemente en nuestros hogares, que deberían ser seguros e íntimos, nos hace preguntarnos ¿cómo vivimos el espacio desde la condición de ser mujer y cuáles son las diferencias de los espacios que habitamos?, a pesar del miedo, el cansancio, deberíamos optar por las calles y las angustias de la lucha, como dice Flora (Tristán, 1974, p. 108).