El viaje interior es un libro que recopila escritos de viajes1 de Miguel de Unamuno,2 con impresiones sobre los recorridos que realizó y que resultaron fundamentales para su producción literaria y filosófica. Heredero tardío del romanticismo, “¿No ha de sernos concedido alimentar en el alma el rescoldo de la ilusión romántica?” (Unamuno, 2021, p. 153), que frente a la tradición ilustrada y razón moderna3 veía al viaje o excursión como una forma observable y objetiva de aprehender la realidad, Unamuno aportó una visión intimista, subjetiva, impresionista, simbolista y trágica de los espacios que visitaba. Su teoría del viaje, del paisaje, del lugar e incluso del espacio son un precedente a las incursiones fenomenológicas que la geografía ha llevado a cabo desde mediados del siglo pasado. Yi Fu Tuan es uno de sus representantes en sus libros Topofilia (1974) y Espacio y lugar (1978).4 Estos escritos de Miguel de Unamuno son más tempranos, abordan el espacio desde lo subjetivo y lo íntimo, su análisis y sistematización podrían aportar elementos a la geografía cultural y humanista.
Miguel Ángel Rivero edita y selecciona los textos del escritor español. Presenta un estudio preliminar que revisa algunas temáticas para facilitar su comprensión y contextualizarlos: la filosofía del conflicto de Unamuno, el paisaje y la literatura desde la Ilustración a la generación de fin de siglo, su vocación viajera, su teoría del viaje y del paisaje literario, sus libros de viaje, los paisajes en su obra y una reflexión sobre su sentimiento estético y religioso-místico de la naturaleza. La antología se compone de treinta y siete textos breves. Unamuno publicó en vida cuatro libros de viajes: Paisajes (1902), De mi país (1903), Por tierras de Portugal y España (1911) y Andanzas y visiones españolas (1922); también abordó esta temática en escritos de juventud, así como en cuantiosos artículos en diarios y revistas de España y otros lugares del mundo.5
La antología de textos expone las impresiones de Unamuno, exteriores e interiores, sobre paisajes de España y otros países, regiones específicas, campos, localidades, páramos remotos, poblados lejanos, ruinas,6 monumentos, monasterios y recintos religiosos; montañas, ríos, lugares simbólicos y de evocación, así como ciudades cosmopolitas. Además de las descripciones, en su mayoría intimistas, las crónicas incluyen referencias a escritores de los lugares que visita, tradiciones religiosas, reflexiones filosóficas, caracterizaciones de personas, relatos históricos y sobre todo las afecciones personales respecto a los espacios.
Aunque los principales lugares que describe son del País Vasco y Castilla, también incluye tangencialmente algunas ciudades de Cataluña, como Barcelona; así como de territorios insulares: Mallorca, “la isla dorada”, Fuerteventura en la costa africana y Las Canarias. Aborda también fenómenos como puestas de sol: “Hacia el poniente de la aérea bóveda que coronaba a la llanura, de un remolino de áurea nube irradiaban, cual inmensos pétalos, otras nubes esplendorosas” (Unamuno, 2021, p. 149) o el oleaje del mar: “Hay algo dulce y de manso en este mar que aunque a menudo bravío, viene blandamente a besar la tierra y a mezclarse con ella, que no le opone erguidas rocas ni abruptos acantilados”. En la Tabla 1 se presentan los lugares que son descritos con mayor frecuencia. En la primera columna se aprecian los tipos de lugares, en la segunda se nombran los lugares específicos que aborda desde una regionalización que es parte de nuestra lectura sobre los escritos (norte y centro de España y lugares de otros países) y en la última columna se ejemplifica su prosa sobre lugares concretos.
Tipos de lugares y paisajes |
Lugares visitados por Unamuno | Narrativa sobre el viaje interior
vinculado a los lugares |
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Región norte de España |
Región centro de España |
En el extranjero | ||
Galicia, País Vasco, Aragón |
Castilla, León, Extremadura |
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Ciudades y espacios urbanos | Bilbao, Orduña, Santiago de Compostela, Huesca | Alcalá, Toledo, Salamanca, Ávila, León, Madrid | Italia: Nápoles, Florencia, Pompeya. Portugal: Oporto, Lisboa, Guarda, Coimbra. Francia: París | Ávila: “ciudad caballeresca y monacal” (189). “No se ve a Alcalá, como a nuestros pueblos, recogidita en el regazo de montes veces, bajo un cielo pardo”. “Nací en lo más lúgubre y sombrío del sombrío Bilbao […] en aquella calle, amasada en humedad y sombras, donde la luz no entra, sino derritiéndose” (p. 154). |
Pueblos o localidades pequeñas | Villa de Elorrio, Mondragón | Guadalupe (Toledo y Cáceres), Las Hurdes, Castilla la vieja | La Alberca (Francia) | “Estos pueblos terrosos, que parecen excrecencias del terreno o esculpidos en él, me dicen más que aquellas casitas blancas, con sus tejados rojos, que se ve han sido puestas por el hombre en aquellos vallecitos verdes” (p. 207). |
Parajes y paisajes del campo | La villa de Nervión (lugar de infancia), Otzaurte (paraje ferroviario), Bidaosa | La Flecha | Costa portuguesa (Aveiro) | “Campos aquellos olorosos y verdes”. “Sólo desde el campo cabe penetrar en toda la sublimidad de la vasta llanura de los cielos; sólo desde el paisaje adquieren su más acabada significación los simbólicos celajes; sólo el verde de los campos da su preñado sentido al rosa de las almas y el azul de los espacios” (p. 143). |
Montañas, sierras y cordilleras | Aitzgorri, Montes vascos, cordillera de Archanda, Maladeta, Pagazarri | Sierra de Gredos, Sierra de Francia | Vesubio, los Apeninos (Italia), sierra de la Estrella (Portugal), Pirineos, Alpes | “Allí, en la cima, envuelto en el silencio, soñaba en todos los que, habiendo podido ser, no he sido para poder ser el que soy” (p. 221). “La nieve había cubierto todas las cumbres rocosas del alma, las que, ceñidas al cielo, se miran en éste como un espejo y se ven, a las veces, reflejadas en formas de nubes pasajeras” (p. 275). |
Ríos y arroyos | Arosa, Garona, Aquitania | Tormes, Nansa | Sena (Francia) | “Cuando el arroyo que discurre entre vegas de verdor ve levantarse la bruma de su propio lecho fluido y remontar, empujada por la brisa, hacia las alturas de que baja, sigue con ansia esa ascensión vaporosa”. |
Fuente: elaboración propia a partir de Unamuno (2021).
En Unamuno hay una predilección por los lugares del campo, alejados, pequeños poblados y las ruinas de esplendores pasados. Siempre hay una queja frente a las grandes ciudades, esas que representan a la modernidad. Además, encuentra belleza en paisajes que el sentido común indica que no lo son, él prefiere paisajes amplios, severos y graves. En la lectura de sus crónicas, nos inundó la necesidad de consultar un atlas de España, con los ojos y sentimientos del escritor, conocimos e imaginamos por primera vez aquellos caminos y lugares.
Miguel Ángel Rivero (Unamuno, 2021, pp. 47-55) plantea que en la obra de Unamuno hay una teoría del viaje, la cual se podría resumir en los siguientes puntos: viajar implica sufrir incomodidades que son consustanciales a dicha actividad; más que el punto de llegada, lo importante es el trayecto; crítica a la superficialidad del turismo; el viaje debe seguir una pasión; su objetivo es el recuerdo; distingue entre los paisajes del viajero y los del turista de “verdor ficticio”; crítica el utilitarismo del viaje en la modernidad y a la ortodoxia del turismo que se aprecia en las guías de viajes; necesidad de documentar7 previamente los viajes en libros de historia, literatura, filosofía y ciencia pues esta información multiplica la carga estética de los paisajes; los viajes propician la reflexión filosófica y son fuente de meditación espiritual; el paisaje permite el encuentro con el yo íntimo; el viaje ejerce un apego a la patria; para escribir sobre él debe haber un distanciamiento: “Estoy tan cerca de Roma que no la veo; cuando me aleje y pase algún tiempo, las imágenes al irse diluyendo se purificarán, la impresión renacerá” (Unamuno, 2021, p. 55).
Los paisajes parecen como interpretaciones personales con anclajes en la producción cultural pasada y de su época. Desde nuestra perspectiva, Unamuno aporta también una teoría del lugar y del espacio en el más amplio sentido. Su conceptualización teórica presenta una potencia metafórica que tiene bondades pedagógicas insoslayables; por ejemplo, en su referencia a los espacios o paisajes de la infancia, el terruño, al cual define como “alma-páramo”. Esta teoría incluiría un elemento importantísimo que a lo largo de sus escritos encontramos frecuentemente, el vínculo paisaje, imagen y memoria: “Viajar, sí, viajar, […] para recordarlo y paladearlo a solas y para encender con el recuerdo de esos viajes a ajenas tierras el tibio y recalentador apego al rinconcito en que se nació o en que se vive en nido propio” (Unamuno, 2021, p. 227).
La literatura de viajes es de gran interés para la geografía.8 Estudiarla desde metodologías propias puede abrir nuestra perspectiva respecto a nociones fundamentales: espacio, lugar, paisaje, viaje. Además, el espacio también se aprehende desde y con la literatura. De la lectura de Unamuno y sus crónicas de excursiones por los territorios de la infancia y los de la adultez, podemos obtener varias enseñanzas como estudiantes y aficionadas de la geografía. Con su ejemplo podríamos emprender la tarea de escribir un “libro de viaje poético”, como él lo hace en Andanzas y visiones españolas; e ir más allá, proponer “geoescrituras”, hacer de la metáfora una herramienta potente para categorizar y conceptualizar, a través de ella vincular el afuera con el adentro y emprender nuestro propio viaje9 interior, dotar de emociones y afectos al espacio, a través de la utilización de una lengua protoplasmática que combine verso y prosa:
En efecto, si como algunos enseñan que ni lo orgánico brotó de lo inorgánico ni esto es una reducción de aquello, sino ambas diferenciaciones de un estado primitivo de la montaña, estado inestable y caótico, es muy fácil que ni el verso sea una sistematización de cierta prosa ritmoide, ni la prosa una reducción del verso pues hay quienes sostienen que el verso fue anterior a la prosa, porque a falta de escritura se fiaban mejor de la memoria, con el ritmo las fábulas, consejas y leyendas sino que prosa y verso sean diferenciaciones sistematizadas de una forma primitiva de expresión, protoplasmática, por decirlo así. Es la forma que representan los salmos hebraicos, la de Walt Whitman y también la de los versos libres de Martí. No hay en ellos más freno que el ritmo del endecasílabo, el más libre, el más variado y proteico que hay en nuestra lengua. Y más que un freno, es una espuela ese ritmo; una espuela para un pensamiento ya de suyo desbocado (Unamuno, 1921, p. 2).