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Revista de El Colegio de San Luis

versão On-line ISSN 2007-8846versão impressa ISSN 1665-899X

Revista Col. San Luis vol.4 no.8 San Luis Potosí Jul./Dez. 2014

 

Reseñas

 

Octavio A. Montes Vega. 2011. Héroes pioneros, padres y patrones. Construcción de la cultura política en los pueblos del Medio Balsas (Tierra Caliente de Michoacán y Guerrero)

 

Jorge Dolores Bautista*

 

Zamora: El Colegio de Michoacán-INAH.

 

* Estudiante del doctorado en Ciencias Sociales de El Colegio de San Luis. Correo electrónico: jorgedod@gmail.com

 

El análisis de los espacios regionales fue durante mucho tiempo labor de la ciencia geográfica, en especial de su rama económica y política. Gracias a ello, las diversas regiones de México fueron descritas como delimitaciones del espacio geográfico conformadas de acuerdo con el carácter dominante de alguno de sus rasgos físicos, económicos y políticos. La delimitación del espacio en esos términos es determinista porque considera que la conformación regional depende de la importancia de un determinado factor, como aquellos relacionados con las condiciones del medio físico en relación con la disposición de los recursos naturales. Este tipo de delimitaciones sobre el espacio, desde hace un tiempo han sido puestas en discusión en el marco del debate contemporáneo de las ciencias sociales, y que en el caso del concepto de región, lo ha enriquecido hasta presentarlo como una construcción social compleja y producida por la interacción de procesos de índole diversa.

En ese sentido, la característica principal de la flexibilización del concepto de región es el abandono del determinismo; por lo que antes de asumirlo como una simple consecuencia natural, económica o política, es necesario tomar en cuenta la relevancia de la interacción de factores de orden cultural e histórico que explican la relación del hombre con su entorno, ya sea para adaptarse a él o transformarlo. En otros casos, el papel de la representación social de una región al derivar como imaginario, para el científico social, plantea la necesidad de tomar en cuenta quién difunde o construye ese imaginario, tal como sucede con espacios regionales que son conocidos por simbolismos de tipo hegemónico como la Huasteca, los Altos de Jalisco, El Bajío, las Mixtecas, La Laguna, etcétera.

Este es el tema que el doctor Octavio Augusto Montes Vega, investigador del Centro de Estudios en Geografía Humana de El Colegio de Michoacán, analiza en la construcción de la cultura política y el papel que una región como la Tierra Caliente desempeña en el plano nacional. Por lo tanto, en primer lugar describe ese espacio desde la perspectiva de los programas de gobierno e iniciativas particulares que lo han construido para, en un segundo momento, hacer visibles a los personajes de carne y hueso que en aquella zona de la geografía mexicana han conformado una región que se contrae o se expande según sea la coyuntura sociopolítica.

La adjetivación de una tierra caliente tiene dos razones; la primera refiere las altas temperaturas que se presentan durante la mayor parte del año en esa zona del país, caracterizada por un paisaje marcado por la existencia de diversos valles intermontanos localizados a alturas que no superan los 500 metros sobre el nivel del mar y que acompañan el transcurso del río Balsas a su paso por la Sierra Madre Occidental en los territorios de los estados de Guerrero y Michoacán. En segundo lugar, el adjetivo caliente alude los intricados y violentos procesos sociopolíticos que, al delimitar el espacio regional, conformaron el imaginario de un espacio distante del centro político del país y de sus respectivos centros políticos estatales. Esta condición de relativo aislamiento, al igual que en otras regiones rurales, facilitó el surgimiento de cacicazgos tanto políticos como económicos y, en los últimos años, las condiciones para la expansión de actividades ilícitas como el narcotráfico.

Este tema es el principal aporte a la discusión regional por parte del investigador de El Colegio de Michoacán, ya que al deconstruir la idea del espacio regional de Tierra Caliente ofrece al lector tres caminos para debatir su trabajo: el primero consiste en el estudio descriptivo de la región como unidad de análisis en lo físico y lo social; el segundo, la definición de los actores sociales que producen la región, que suman importantes redes de parentesco en este caso; el tercero, la definición del aporte teórico sustentado en la idea de la región como un campo social donde puede ser observada la consideración antropológica de que el Estado y el poder se encuentran en una relación recíproca en la cual lo macro construye lo micro, pero también lo micro aporta a la conformación del espacio nacional.

El trabajo de campo de esta investigación, constituido por constantes estancias de observación participante y la construcción de genealogías, tipologías e historias de vida, ofrece la perspectiva que enmarca el debate entre el autor y los actores sociales, el que no siempre es armónico, pero que permite aproximarse a las representaciones sociales de lo que debería ser el espacio propio por parte de quienes, gracias a su posición económica o política, tienen la capacidad de organizarlo.

En términos empíricos, la Tierra Caliente de Michoacán y Guerrero era descrita como un lugar compuesto de pintorescos pueblecitos y villas en donde reinaba el calor, la aparente tranquilidad provinciana y en donde, a pesar del liberalismo imperante, aún se hacían fiestas religiosas y populares organizadas por las élites locales, compuestas por "señores distinguidos, bien vestidos, trabajadores instruidos y de trato elegante". En toda la región existían ese tipo de aristócratas, pero los más ricos aún vivían en Huetamo; sin embargo, Punganrabato (hoy Ciudad Altamirano) empezaba a concentrar capitales importantes que comenzaron a darle cierta independencia económica a sus élites (Montes, 2011:100)

Así la Tierra Caliente representa en el imaginario nacional un espacio aislado del resto territorio nacional donde impera la ley del más fuerte. Sin embargo, en este libro, ese imaginario también es ampliamente discutido, ya que más bien se aproxima a cómo ese imaginario ha sido construido gracias a los vacíos que el Estado mexicano ha dejado en varias zonas de su territorio nacional, así como al papel de quienes al representarlo han utilizado los cargos públicos en favor de sus propios intereses. En especial se acerca al modo en que el Estado también es construido en el aislamiento de esos espacios regionales, tal como el título explica las tres partes que componen este libro.

La primera parte se denomina Héroes pioneros, donde se trata el tema de aquellos personajes que durante la segunda mitad del siglo XIX llevaron la modernidad a esa zona del país. Fueron empresarios que gracias a las prerrogativas y facilidades ofrecidas por gobiernos como el de Porfirio Díaz tuvieron facilidades para hacer negocios, muchos de ellos infructuosos a causa de las dificultades del medio físico, como refiere la intención de hacer del río Balsas una ruta fluvial y el abandono desde el centro del país de este objetivo a causa de dar apoyo a otros proyectos de modernización. Para el autor, estos vaivenes son el origen de un modo de hacer política territorial, en un momento en el que la modernidad liberal era puesta en entredicho por la temprana revolución de 1910.

Esos avatares son los que explican las estrategias de conversión de aquellos empresarios en héroes, ya que ellos mismos fueron quienes permitieron la fluidez de la revolución en su región, con lo que lograron estructurar una posición desde la cual pudieron insertarse en los procesos de transformación del Estado mexicano que se manifestaron en el periodo posrevolucionario, para al mismo tiempo mantener su posición de privilegio entre el derrumbe de un régimen y el nacimiento de uno nuevo. Esta sección está conformada por dos capítulos.

En el capítulo 1, "Liberalismo mexicano como idea conformadora de la región", se encuentra el punto de partida de una extensa cronología que describe al liberalismo como la ideología que enmarcó la acción política del Estado durante la segunda mitad del siglo XIX. En este periodo se detalla la existencia de un México decimonónico metido de lleno en la modernidad, que con su halo de progreso y orden logró modificar la fisonomía de diversos espacios, sobre todo el de las ciudades. Pero así como en ese periodo se crearon nuevos marcos de acción gubernamental, visibles en las obras de infraestructura, también es cierto que se fortalecieron las estructuras de desigualdad, ya que el beneficio de la modernidad se concentró casi siempre en unas pocas manos.

En este aspecto la Tierra Caliente no fue la excepción, ya que si antes de la modernidad los caudillos fueron los principales beneficiarios del orden político, para esta época los caciques mestizos y empresarios extranjeros fueron quienes se convertirían en beneficiarios de una nueva forma de organización de poder político ejercida desde las prefecturas. Además, la implementación de las leyes de desamortización les permitió convertirse en latifundistas y empresarios, por lo que, ya desde esa posición y ya junto con el Estado, pusieron la mirada en el aprovechamiento de las aguas del río Balsas para modernizar la región. La conjunción de esos factores posibilitó el surgimiento de una oligarquía regional que desde entonces y hasta la actualidad ha logrado mantenerse presente. Sin embargo, ese orden no pudo mantenerse por siempre, por lo que principios del siglo XX la modernidad del liberalismo mostraba su propia crisis, algo a lo que el conjunto de regiones no fue inmune.

Por eso el capítulo 2, cuyo título es "Revuelta popular y reacomodo de las élites", se aborda el tema de la articulación de la región al movimiento revolucionario y la transformación de las élites. Este periodo fue esencial para la conformación de los héroes que hoy representan las conmemoraciones históricas, pero que en su momento fueron factores de transformación del espacio local, del Estado y del reacomodo de las élites. Esto lo ha descrito el autor desde el análisis de cómo, al final del periodo armado de la Revolución, estos héroes, algunos provenientes de las antiguas élites o los nuevos miembros de ella, buscaron un lugar en el plano de los diferentes escenarios de la política nacional para la conformación del nuevo Estado mexicano. Desde su trinchera local, estos héroes pudieron transformar el orden social y legitimar uno nuevo, obteniendo para sí un lugar dentro de la política y la hegemonía local, gracias a la invención de estrategias para evitar las afectaciones de la Reforma Agraria y con ello también crear al Estado desde sus propias localidades.

Para la segunda parte del libro, nombrada Padres y conformada por dos capítulos, el tema principal que se trata es el de una época en la que el Estado tuvo gran participación en la región para generar una nueva modernidad. La existencia de un Estado patriarcal en la grandiosa figura de Lázaro Cárdenas, quien como presidente de la República o secretario de la Comisión del Balsas, alentó la construcción de obras, fundamentalmente hidráulicas y de comunicación, para modernizar diversas regiones del país que, como la Tierra Caliente, se encontraban al margen del modelo económico con que se condujo el Estado paternalista hasta principios de los años ochenta.

En el capítulo 3, "Familia, parentesco y política en Tierra Caliente", el lector podrá asistir a un viaje al pasado que inicia en el presente, ya que desde el estudio descriptivo de las familias de la élite local que domina la política de los municipios terracalentenses, el autor plantea que la capacidad de esas familias para conservar y ejercer el poder se relaciona con la utilización de redes de parentesco que les permitieron mantener el estatus a pesar de los cambios políticos y económicos. En este capítulo el análisis antropológico se hace presente al mostrar a los actores dentro de sus vínculos familiares, por ejemplo, en la importancia de ser "pariente" de alguien que ejerza cierto poder, ya sea económico o político, para conformar lealtades que permitan el acceso a otras arenas de beneficio. Así, política y familia en la Tierra Caliente denotan alianza y ritualidad del parentesco que sirven para afianzar los lazos sanguíneos o políticos, pero sobre todo para distinguir a una facción como producto de la unión de familia y política, y que pueden ser observadas en su actuación durante los periodos de disputa del ejercicio del poder.

En el capítulo 4, "La generación de los padres. Régimen político posrevolucionario en la Tierra Caliente", el autor describe la dinámica de integración de los espacios regionales al Estado y cómo éste se recrea en ellas. En esta parte del texto la Revolución Mexicana es presentada como la consolidación de un proceso de disputa social que daría un nuevo rostro al Estado mexicano. Así, el liberalismo de la segunda mitad del siglo XIX fue una época en la que el Estado modernizó al país gracias a la apertura a los capitales extranjeros y el fomento de la iniciativa privada, pero que generó gran desigualdad social entre los beneficiarios de esa modernización y los que quedaron al margen de ella, por lo que la Revolución fue un sacudimiento del orden social que destruyó el régimen que la sostenía, pero que no terminó con la base económica que lo sustentaba.

Ante la destrucción del anterior régimen había ante sí la tarea de reconstrucción del Estado, labor que fue realizada por las facciones triunfantes de la lucha revolucionaria. En ese contexto, el autor sugiere que los espacios regionales se integraron al Estado casi siempre por la audacia de los héroes, es decir, los líderes revolucionarios, para convertirse en los principales entusiastas de la construcción del nuevo Estado mexicano. Por eso a la par que las facciones se desarmaban para integrarse a procesos de institucionalización, entonces el Estado los legitimaba como Padres, es decir, como representantes de un paternalismo con el que el Estado subordinó a esos espacios en beneficio del imaginario de bienestar de la nación, tal como lo presenta Montes Vega en la historia descriptiva de la conformación de los grupos políticos de Huetamo y Ciudad Altamirano.

Durante más de seis décadas, el nacionalismo revolucionario y paternalista fue el marco de la acción institucional del Estado mexicano. Durante ese tiempo, el Estado fue un padre que impulsó una idea de desarrollo que permitiría sacar del atraso a varias regiones del país. Pero al mismo tiempo que esto comenzó a propagarse como un paradigma de acción social y política se estaba construyendo la futura debacle de un modelo de desarrollo que nunca logró acabarse.

La tercera parte del libro, cuyo nombre es Patrones y que abarca tres capítulos, está elaborada con un enfoque que se dirige al impacto específico del neoliberalismo en las prácticas sociopolíticas de la Tierra Caliente. Al tomar el neoliberalismo como un proceso económico que no sólo proviene del exterior, sino que es impulsado por sus representantes locales, la idea de una nueva modernidad que lo acompaña ha permitido el resurgimiento de antiguas élites y, como en otros tiempos, la recreación del Estado desde el espacio local.

Por eso en el capítulo 5, "Antecedentes y consecuencias de la crisis nacional desde el espejo regional", el autor aborda las facetas del más grande héroe michoacano, el general Lázaro Cárdenas, hombre que logró trascender su espacio regional para convertirse en héroe nacional. Como presidente de la República y posteriormente como jefe de la Comisión del Balsas, este hombre logró atraer infinidad de proyectos e inversiones del Estado para aprovechar los recursos hidráulicos del río Balsas con el objetivo principal, como en otras épocas, de modernizar y llevar el progreso a la región de la Tierra Caliente. Como en este caso emblemático, en algunas ocasiones los héroes se convirtieron en padres y gestores del paternalismo del Estado. En suma, esta parte del libro ilustra la forma en que el orden y la construcción del poder regional alcanzaron su apogeo hacia los años sesenta, gracias a las inversiones e infraestructuras que permitieron la modernización del agro con cultivos como el ajonjolí y el melón, pero donde al mismo tiempo se prefiguraba ya el declive de ese modelo de desarrollo, porque simplemente el Estado dejaría de ser padre.

En el capítulo 6, "Crisis y transformaciones del orden regional", el lector podrá encontrar el significado del sentido simbólico de la muerte de los padres y, por ende, el inicio de una nueva época en la que el Estado ya no sería el gestor del desarrollo, ya que para ese momento esta tarea había quedado en manos del mercado. Así, a la muerte de Lázaro Cárdenas, la Comisión del Balsas jamás volvería a ser el eje de desarrollo regional; junto con ello, la muerte de los padres locales y la crisis de los precios de los cultivos a los que se les apostó el desarrollo de la región trajeron un nuevo periodo de debacle económica en la Tierra Caliente. Esto demuestra que las regiones no son espacios aislados, ya que son susceptibles de transformación a causa de los cambios externos.

Pero, así como este período había transformado el Estado, también se había constituido como la oportunidad para que las élites recuperaran o accedieran a espacios que en épocas anteriores les habían sido vetados. Esto se relaciona en parte con que, además del contexto de crisis económica, estaba en puerta un proceso de modernización política al que los representantes de las élites se incorporaron para disputar el ejercicio del poder político. Todo ello dejó al descubierto que si bien algunas regiones fueron modernizadas en lo económico, sus estructuras políticas permanecieron intocadas gracias al mantenimiento de redes clientelares y de parentesco que no fueron alteradas con la dinámica de una economía en proceso de apertura, que con la muerte de los padres dio paso a los patrones.

Al llegar al antiguo panteón de Huetamo, conocido por todos los habitantes del pueblo como "el Cuinique", se puede observar una antigua inscripción en la puerta principal que resume la forma de pensar de muchos de los prefectos y burócratas terracalentenses porfiristas: "Pobre humanidad que triste es tu destino, es un falaz espejismo tu esperanza y una fosa tu destino". Esta frase ha sido conservada y "repintada" por los subsiguientes presidentes municipales hasta la actualidad. La muerte y las diferentes maneras de morir se han convertido en hechos significativos o símbolos culturales regionales que utilizan las personas con objeto de representar la transformación del orden (2011:267).

Para el capítulo final, titulado "Regionalismo y tecnocracia en tiempos violentos", el autor presenta un panorama de transformación de las regiones mexicanas que no es encabezado ya por el paternalismo del Estado, sino por el impacto de las fuerzas del libre mercado. Esta parte del análisis es interesante porque si bien la globalización había sido hasta hace poco sinónimo de homogeneización, en este libro queda clara la sugerencia de que cada región experimenta procesos de acomodamiento diferentes ante el tiempo histórico. En el caso de la Tierra Caliente, esto significó la reconfiguración de un espacio acorde con la función de un mercado proveedor de cultivos de exportación, como el melón, en detrimento de la agricultura que aseguraría la independencia alimentaria del país.

Los beneficiarios de este esquema son aquellos padres que supieron convertirse en patrones y canalizaron sus iniciativas al desarrollo de proyectos que, como el señalado, les aseguraron buenos dividendos económicos. Pero no sólo ahí quedó tal transformación, sino que ante la ausencia de la regulación del Estado, en una región histórica y culturalmente catalogada como violenta, los lucros legales se entremezclan con el narcotráfico y todo un conjunto de actividades ilícitas que han marcado el inicio del siglo XXI en México. De ese modo, los conflictos han conformado una cultura política en la que los problemas se complejizan, y aunque éstos parezcan sectoriales, en realidad forman parte de un entramado en el que los conflictos están entremezclados con aspectos de carácter empresarial, narcotráfico y la consabida pobreza de gran parte de la población.

Para finalizar, hay que decir que el lector podrá encontrar en este libro una descripción de los procesos de transición que refieren los periodos de larga duración, que en este caso abarcan poco más de un siglo, durante el cual los críticos del liberalismo decimonónico y excluyente se convirtieron en héroes de sus espacios regionales. Es probable que en esta lectura se encuentren argumentos para afirmar que durante tal periodo esos personajes supieron leer los cambios del tiempo que estaban viviendo y adaptarse a ellos, por lo que pudieron conservar sus privilegios. Los más arriesgados fue un conjunto de pioneros que se insertaron en los procesos de conformación del Estado. Con el tiempo, esos héroes se convirtieron en padres de alcances diversos: algunos locales, regionales o nacionales, como fue el caso de Lázaro Cárdenas.

Tales hombres fueron, en la sugerencia del autor, forjadores de la iniciativa del Estado en sus regiones. Todos ellos conformaron o fueron parte de redes de parentesco que posibilitaron su ascenso, su fortaleza y la trascendencia de sus espacios locales a las arenas de la política nacional, para en muchas ocasiones desde ahí conservar los privilegios y adquirir otros nuevos. En la muerte de los padres podemos hallar que no hay muerte eterna de las clases sociales, ya que en ese momento las élites resurgieron para aprovechar los beneficios de la apertura de los mercados a fin de reconstituir un poder, si acaso alguna vez lo habían perdido, para transformarse en los patrones, es decir, en la élite convertida en empresarios agroindustriales.

En esta ocasión la conservación de las redes de parentesco sirvió para obtener beneficios económicos a través de la creación de empresas constituidas de manera legal o ilícita, y en algunos casos combinando ambas formas, ya sea como narcotraficantes, narcoempresarios, lavadores de dinero, narcopolíticos o delincuentes organizados, marcando con ello los efectos de una nueva época denominada neoliberalismo en el espacio regional de la Tierra Caliente de Michoacán y Guerrero, y probablemente de otras regiones más.

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