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Revista pueblos y fronteras digital

versão On-line ISSN 1870-4115

Rev. pueblos front. digit. vol.2 no.4 San Cristóbal de Las Casas Jul./Dez. 2007

https://doi.org/10.22201/cimsur.18704115e.2007.4.228 

Notas de investigación y reseñas

Page Pliego, Jaime Tomás, 2006 Ayudando a Sanar: Biografía del j’ilol Antonio Vázquez Jiménez

Enrique Erosa Solana 1  

1ECOSUR Unidad San Cristóbal

2006. JAIME TOMÁS, PAGE PLIEGO. Ayudando a Sanar: Biografía del j’ilol Antonio Vázquez Jiménez, . Científica 12, Programa de Investigaciones Multidisciplinarias sobre Mesoamérica y el Sureste-Instituto de Investigaciones Antropológicas de la Universidad Nacional Autónoma de México,


La edición bilingüe español-tsotsil del libro preparado por Jaime Page, Ayudando a Sanar: Biografía del J’ilol nativo de San Pedro Chenalhó, don Antonio Vázquez, fallecido en 1999 a la edad de 92 años, constituye un homenaje póstumo de quien cuyo prestigio trascendió las fronteras de su comunidad, tanto por su labor como terapeuta como por su adherencia a la Organización de Médicos Indígenas del Estado de Chiapas, Omiech, lo que le hizo merecedor del Premio Chiapas 2002.

La obra se inscribe dentro de una serie de trece historias de vida de notables terapeutas ubicados en Chamula y Chenalhó, registradas en el contexto del proyecto Historias de Vida de Médicos Indígenas Tradicionales, surgido a partir del interés mostrado por los integrantes de Omiech por documentar y generar memoria de lo que aún persiste de los sistemas etnomédicos de sus pueblos.

Al respecto es importante destacar por principio de cuenta dos aspectos, los cuales constituyen el interés central de los propios miembros de Omiech, respecto a la documentación y difusión de estas biografías.

En primer lugar destaca la importancia de dar a conocer no solo el sentido de sus sistemas médicos, también de sus formas de pensar y actuar, en un momento en el que la sociedad mayoritaria define posturas específicas referentes al diseño de programas coordinados de salud entre las instituciones biomédicas y las medicinas indígenas.

En efecto, a lo largo de ya varios años de trabajo en el área de la antropología médica, en especial en el de la medicina indígena, he podido percatarme de que desde una visión predominantemente biomédica y una postura unilateral las instituciones de salud han visualizado la coordinación con las medicinas indígenas, amén de sus agendas económicas referentes al ahorro de gasto público, como una estrategia programática imbuida de paternalismo, que a final de cuenta continúa desvalorando y asumiendo como riesgosas las etiologías y prácticas médicas indígenas.

En gran medida, esta postura institucional ha respondido a una omisión permanente de lo que estas etiologías y prácticas significan dentro de la cotidianidad de la vida en las comunidades indígenas y, por lo mismo, del significado que para sus habitantes encierran.

Como es de inferirse, ello ha invariablemente obstaculizado la posibilidad de una real coordinación y una mutua comprensión entre ambos sistemas médicos.

En estrecha relación con lo anterior, una segunda preocupación de los miembros de Omiech responde al trabajo realizado a lo largo de ya varias décadas por diversos estudiosos que han documentado e interpretado las cosmovisiones y los sistemas médicos de los indígenas de la región.

En este sentido, los médicos indígenas refieren que estos estudios han tendido a malinterpretar el sentido del pensamiento y de la vida indígena y, de alguna manera, propiciado procesos de estigmatización en torno a sus prácticas médicas, lo que de muchas formas también ha obstaculizado su quehacer terapéutico, inclusive en términos de legalidad.

Sin duda alguna, el testimonio autobiográfico de don Antonio, siempre y cuando alcance a lectores indicados, cumplirá con creces las expectativas de los miembros de Omiech.

En lo que concierne al libro, es de destacar primeramente el cuidado que Jaime Page se toma de documentar ampliamente las múltiples referencias cosmogónicas a través de las que el quehacer terapéutico de los j’iloletik transita. Los mitos de creación y el papel asignado a los seres humanos a través de ellos; los diferentes planos que conforman el cielo, la tierra y el inframundo; las deidades que los rigen y demás seres que en ellos residen; los peligros para el bienestar humano que en cada uno de ellos habitan; sus vínculos correspondientes con los valores culturales y/o deberes morales, sin olvidarse de la conformación de la persona tsotsil, en la cual conceptos vinculados con su naturaleza espiritual resultan cruciales en todo cuanto media entre la salud y la enfermedad.

Todos ellos referentes de primer orden para situar y entender el testimonio autobiográfico de don Antonio; la entrega de su mandato; las pruebas de su poder espiritual y de su integridad moral; el aprendizaje de las técnicas preventivas, diagnósticas y curativas; la entrega de los recursos terapéuticos; las normas de comportamiento vinculadas con la salud y enfermedad, así como sus intervenciones —como refieren los indígenas— en calidad de abogado, con los agentes del orden sagrado en favor de sus pacientes.

Al respecto me llama la atención, tal y como me ha ocurrido al conocer la historia de vida de diversos médicos indígenas, el carácter personalizado de la experiencia. Pero si bien se puede decir que en el caso de cada terapeuta el conocimiento adquirido principalmente a través del sueño tiende a ser particular, también llama la atención el hecho de que estos corpus de conocimiento personal, invariablemente y de muchas formas, se circunscriben dentro de las estructuras cosmogónicas comunitarias.

Pero más allá de estas referencias, don Antonio también sitúa su historia en diferentes arenas sociales, en las que no solo quienes representan sus lazos familiares y comunitarios sino muchos otros seres partícipes de las esferas espirituales, a través de un vasto contínuum de posibilidades; fungen como actores relevantes para dar cuenta de los dramas y dilemas que, en la búsqueda del cumplimiento de su deber, un j’ilol encara a lo largo de su vida.

Sin embargo, también es posible vislumbrar a través de sus palabras la visión de los tsotsiles en torno a sus puntos de encuentro y de desencuentro con la sociedad no indígena, lo mismo que su forma de entender y de actuar ante los procesos de cambio.

Es posible observar, por tanto, cómo históricamente las ideas más persistentes de los tsotsiles acerca de lo que una persona es dentro de su tradición cultural, han sido y continúan siendo confrontadas por discursos exógenos que, pese a todo, igualmente siguen siendo decodificados y adaptados a las necesidades propias.

Independientemente de las referencias proporcionadas por Jaime Page, la historia de don Antonio tiene también el mérito de describir con detalle todos aquellos temas cosmogónicos, amplia y eruditamente documentados y analizados por los antropólogos.

Aunque a diferencia de la mayoría de éstos, don Antonio da cuenta de los temas desde la experiencia personal para mostrarnos el infinito cúmulo de posibilidades que todos adquieren a través de la cotidianidad de la interacción humana y, en algún grado, de la interacción entre seres humanos y espíritus.

Él logra, de esta manera, rescatarlos del plano de lo ideal y, en cierto modo, de lo ahistórico al que los antropólogos, quizá por nuestro exceso de entusiasmo, hemos tendido a confinarlos, para brindarnos una vez más la oportunidad de descubrir el sentido más profundo, con todas sus aparentes contradicciones e inconsistencias; de las concepciones y prácticas médicas de su cultura, así como de sus significados socioculturales más amplios.

Por todo ello, les invito de manera entusiasta a recorrer estas páginas que nos narran de manera más que amena una vida en cuya sencillez, si somos lo suficientemente sensibles, podremos descubrir un vasto caudal de sabiduría.

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