El reciente libro de Yolanda Blasco Gil incluye, como lo dice el subtítulo, la edición y el rescate del Libro de la primera reunión de Profesores Universitarios Españoles Emigrados que se editara en La Habana, en 1944. Si bien éste había sido mencionado en diversos trabajos sobre el exilio, no se había vuelto a editar de manera íntegra. La autora, especialista en Historia del Derecho e Historia de las Universidades, sitúa en su contexto al Libro y estudia un episodio de la historia del exilio español al que da como título 1943: la transición imposible. Su estudio se divide en ocho apartados: “La reunión de La Habana, programa para una España mejor”; “Hacia un nuevo orden internacional”; “Académicos y republicanos”; “Organización, propuestas y actividades”; “El desarrollo de las secciones”; “De La Habana a San Francisco, 1943-1945: repercusiones”, “Releer el libro”, “Fuentes y bibliografía”.
Más de setenta años después, y tal como hubieran deseado los autores del Libro de La Habana, Yolanda Blasco lo publica en España, acompañado de una exhaustiva investigación y presentación de documentos que ha localizado en archivos de Murcia y de México. El apartado “Documentos” incluye fotografías del fondo Mariano Ruiz Funes en Murcia, que dejan ver el ambiente y la fuerte y a la vez cálida presencia de este grupo y reunión; la correspondencia de José Gaos con los organizadores (del archivo José Gaos en el Instituto de Investigaciones Filosóficas de la UNAM), y varios artículos aparecidos en periódicos mexicanos bajo el título “Un reflejo en la prensa mexicana” que dejan ver tanto las opiniones a favor de la reunión como las discrepancias. También incluye la reproducción del pequeño libro Voces españolas en la Universidad de La Habana, publicado por el Directorio Estudiantil Universitario de La Habana en 1943.
Como antecedente de este nuevo libro, cabe destacar el libro Las universidades de Mariano Ruiz-Funes. La lucha desde el exilio por la universidad perdida (2014), escrito por Yolanda Blasco Gil en coautoría con Tomás Saorín, ya que Ruiz-Funes fue uno de los protagonistas de la reunión de La Habana de la Unión de Profesores Universitarios Españoles Emigrados (UPUEE).
Blasco Gil explica y analiza las distintas etapas de esta importante reunión de profesores españoles en el exilio que tuvo lugar en La Habana en 1943, y estudia también el texto que de ella surgió titulado Declaración de La Habana. La investigadora esboza el complejo contexto histórico-político internacional -desde el entonces cercano desenlace de la Segunda Guerra Mundial hasta la fundación de la ONU- y profundiza en el local: la solidaridad de la Universidad de La Habana, ya que en Cuba se habían exiliado muchos de los profesores españoles tras la caída de la República. A la reunión fueron convocados otros tantos académicos que se encontraban dispersos en Inglaterra y América Latina, sobre todo en México y Venezuela. No todos pudieron asistir -una ausencia notable es la de José Gaos-, pero se logró una destacada representación de profesores destituidos de sus cátedras y universidades, y de ellos surgió una propuesta con proyección mundial que hoy no deja de sorprendernos, antecedente en más de un punto de la Declaración de los Derechos del Hombre de la Sociedad de Naciones.
El libro presenta un listado de los protagonistas centrales donde se destaca la trayectoria de cada uno de los profesores emigrados y su destino en el exilio; se ocupa también de los cubanos ligados a la Universidad de La Habana, que fue la sede de la reunión. Entrando en los pormenores de ésta, explica la distribución de los temas a tratar y el total de las presentaciones leídas entre el 20 de septiembre y el 3 de octubre de 1943, fechas de inicio y clausura.
La investigación abarca una temporalidad de 15 años, desde la fundación de la UPUEE en París a fines de 1939 hasta 1954, fecha de la última acta de esta asociación. La reunión de la Habana fue la primera que se organizó y no tuvo réplicas en los años posteriores de vida de la UPUEE, por lo que fue la única. No obstante este carácter un tanto efímero y localizado, la calidad de la reunión de 1943 y su trascendencia fueron mayores y no han sido suficientemente valorados por la historiografía.
Con todo y tratarse de una reunión muy bien acotada tanto en el aspecto local como a nivel de representación, por tratarse de un grupo de exiliados reconocidos, varios de los cuales habían tenido cargos en el gobierno republicano, su propuesta para la “reconstrucción de España” desde Cuba irradió a un contexto más amplio por la claridad de miras de sus integrantes y por la coyuntura política internacional del momento. Todo ello le aporta una significación especial aesta reunión y ésta es la valoración que hace Yolanda Blasco Gil.
La autora es especialista en el tema de las depuraciones de catedráticos españoles durante el franquismo. Esto la hace la persona indicada para entender la relevancia de la reunión de La Habana, y el esfuerzo que implicó -para los profesores exiliados de la UPUEE, que habían pasado por la experiencia de la guerra y la posguerra y, entre otras cosas, habían sido despojados de sus cátedras-, cerrar filas y proponer un plan de acción para la reparación de España y la paz mundial. Citando un discurso de don Mariano Ruiz Funes, uno de los presidentes de la reunión y presidente también de la sección tercera “Problemas jurídicos y económicos”, Yolanda Blasco concluye: “A su parecer, las personas de la inteligencia [tenían] la responsabilidad de bajar de sus cátedras y ponerse a prestar servicio” (p. 57).
La iniciativa de la reunión parte del doctor Gustavo Pittaluga, presidente entonces de la UPUEE, y es aceptada por el rector de la Universidad de La Habana, doctor Rodolfo Méndez Peñate. Otra personalidad cubana de relieve que se solidarizó con los profesores españoles y participó activamente en la reunión fue el profesor de Derecho y diplomático Raúl Roa García. Puede verse también entre las fotografías incluidas entre los “Documentos” al final del libro a Fernando Ortiz, que era entonces presidente de la Institución Hispano-Cubana de Cultura (p. 264).
Además de los españoles ya mencionados, a la reunión de La Habana asistieron juristas como Fernando de los Ríos, Manuel Pedroso, Demófilo de Buen, José de Benito, Alfredo Mendizábal, entre otros; el propio Pittaluga, que murió en La Habana donde tuvo un alto cargo en el Ministerio de Salubridad, era médico al igual que August Pi y Suñer y Paulino Suárez; entre los filósofos estuvieron Joaquim Xirau, Luis de Zulueta y María Zambrano; entre los científicos, Cándido Bolívar y Francisco Giral; Pedro Bosch Gimpera era antropólogo y entre los economistas estaba Julián Alienes, entre otros.
Hubo también quienes se adhirieron a la reunión aunque no hubieran podido asistir por diversas razones; la “Relación de profesores adheridos a la reunión” se incluye en el Libro (pp. 117-121) y en ella figuran nombres muy destacados de distintas especialidades y conocidos políticos como Álvaro de Albornoz, Diego Martínez Barrio e Indalecio Prieto, estos últimos residentes en México. El texto de Yolanda Blasco no deja de mencionar a los que consideraron que dicha iniciativa era un esfuerzo inútil o a quienes de plano se opusieron por considerarla una utopía de buenas voluntades o “utopías fugitivas”, en la crítica de Indalecio Prieto. También el jurista Angel Ossorio y Gallardo hace público su desacuerdo desde Buenos Aires. Es bien sabido que las disidencias políticas continuaron vigentes durante el exilio y le restaron fuerza. No obstante, para la realización de la reunión de La Habana, se hicieron a un lado las diferencias.
Un verdadero programa de reconstrucción y de gobierno se desprende de las ponencias presentadas en la reunión de La Habana, divididas en tres secciones: 1) problemas de educación y cultura; 2) problemas sociales, y 3) problemas jurídicos y económicos. En las presentaciones se hace un análisis de la guerra en España y la intervención de las potencias europeas, un llamado a recuperar la soberanía y la normalidad, y se establece una serie de garantías que deberán respetarse en la transición. Transición, como bien la llama Yolanda Blasco, imposible de llevar a cabo entonces ni mientras duró la dictadura en España. El programa y las ideas quedaron, sin embargo, contenidos en el libro que ahora se publica.
Dos documentos de orden jurídico-político sirven de base y motivación a los profesores reunidos en 1943 en La Habana: la Constitución española de 1931 y la Carta del Atlántico, de 1941, los cuales tampoco deben perderse de vista entre los estudiosos del exilio, para evitar un sesgo hacia la historia intelectual o de las ideas.
De la reunión de La Habana surgirá la Declaración de La Habana: “un texto técnico y al mismo tiempo lleno de emoción”, sostiene la autora del libro, consistente en once puntos (pp. 198-201). La Declaración de La Habana valida la legitimidad de la República española, afirma la importancia que para España tuvo la América hispánica y el actual vínculo de hermandad con las repúblicas americanas; condena la rebelión falangista por antinacional y al golpe de Franco como un “golpe de Estado internacional”, valiéndose por cierto de una declaración del entonces presidente de México, el general Manuel Ávila Camacho, a quien el doctor Demófilo de Buen cita en su comentario a la Declaración (p. 211); alude al derecho de soberanía que según la Carta del Atlántico corresponde a todo pueblo; señala los crímenes cometidos por el gobierno de Franco; sostiene la necesidad de crear un organismo español para la transición a la paz y la libertad de España, y que para ello se cuenta especialmente con el apoyo de las repúblicas de América.
A los puntos de la Declaración de La Habana siguen tres participaciones o comentarios de Fernando de los Ríos, Demófilo de Buen y Mariano Ruiz Funes, quienes profundizan tanto en el papel que le corresponde desempeñar a España en la coyuntura presente, derivado de su tradición humanista, como en la idea de la hispanidad, concepto que Ruiz Funes atribuye a la propaganda alemana, y en nombre del cual se han cometido innumerables crímenes.
La intención principal de Yolanda Blasco es, en primer lugar, estudiar y rescatar un texto escrito en circunstancias muy particulares, del que existen unos cuantos ejemplares desperdigados en bibliotecas de distintos países; en segundo, invitar a su lectura, tal como reza el último de los apartados en que se divide su texto, “Releer el libro” resignificándolo desde la perspectiva actual de los estudios del exilio español.
Esta aportación no responde a un afán meramente erudito sino que tiene consecuencias en el presente; para quienes viven en una España democrática y europea y se interesan por el pasado inmediato, como es el caso de la autora de este libro, el esfuerzo de la UPUEE debe integrarse a la historia de España pues “nos hace pensar en las décadas de retraso que arrastró nuestra sociedad y universidad por la interminable dictadura de Franco” (p. 77).
El Libro se transcribe tal cual, con escasas notas a pie de página, desde la carta que envía Pittaluga al rector de la Universidad de La Habana el 10 de junio de 1943, que equivale a la “génesis” del proyecto, hasta las Conclusiones y un “Estado de cuentas” de la reunión. Los criterios de transcripción se reducen a la sola advertencia de que se trata de una “versión respetuosa” -y cuidada, cabe añadir- del original (269 páginas en la primera edición).
1943: la transición imposible va precedido de un interesante y bien documentado “Prólogo” de Bartolomé Clavero, eminente profesor de la Universidad de Sevilla, recientemente fallecido, titulado “Memoria universitaria y legitimismo republicano”, que enfatiza la intransigencia de la dictadura franquista y su alianza con la Iglesia católica, especialmente peligrosa en el terreno de la educación; reprueba el que se conserven en la nomenclatura urbana de la España actual los nombres de quienes realizaron las depuraciones de catedráticos; analiza desde un enfoque actual el contexto europeo hacia el fin de la Segunda Guerra y destaca las razones, esperanzas, fuerzas y debilidades que tuvo y asumió el grupo de profesores emigrados de la UPUEE.
Sorprende encontrar a la fecha en la academia voces como éstas, no sólo estudiosas sino solidarias con las causas del exilio español republicano.