Introducción
El consumo y abuso de drogas legales e ilegales por adolescentes tiene presencia a nivel mundial. Es un problema social y de salud pública ampliamente reconocido debido a que en los últimos años se ha presentado un incremento considerable en este comportamiento que impacta de manera negativa varias esferas de la vida del ser humano (García et al. 2017; Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito [UNODC ], 2018). La Organización de Estados Americanos (OEA, 2019) informó que, en América Latina, el mayor consumo de alcohol, el aumento del consumo de marihuana y la "precocidad" en el consumo de éxtasis y sustancias inhalables se presentó en jóvenes de 13 a 17 años.
Con relación al consumo de drogas a nivel nacional y estatal en adolescentes, el alcohol sigue siendo la sustancia de mayor uso (Kulis et al. 2021; Marsiglia et al. 2014; Vázquez et al. 2019). La Encuesta Nacional de Salud y Nutrición 2020 sobre Covid-19 realizada por el Instituto Nacional de Salud Pública reportó que en la población de 10 a 20 años la prevalencia de consumo de alcohol entre los adolescentes fue de 21.3% (4 659 987), siendo 23.4% hombres y 19.2% mujeres; así mismo, el 1.7% (377 554) de los adolescentes tuvo un consumo excesivo de alcohol, siendo mayor en hombres (2.6%) comparado con las mujeres (0.8%). Por otra parte, la prevalencia de consumo de tabaco fumado fue de 4.7% (1 012 329); de los cuales 7.4% corresponde a los hombres y 1.9% a las mujeres. En cuanto al uso de cigarros electrónicos fue de 1.2% (268 131); 1.5% en los hombres y de 1% en las mujeres. (Instituto Nacional de Salud Pública, 2021).
En relación al consumo de drogas ilegales este se duplicó en 5 años - de 2.9 % en 2011 a 6.2 % en 2016 - (CONADIC, 2017). Aunque las tasas de consumo de drogas ilícitas entre adolescentes son mucho más bajas que el consumo de alcohol y tabaco, se observa una tendencia al alza, particularmente en la marihuana (Villatoro-Velázquez et al. 2016).
En el contexto sonorense se observó que el 11.8 % de estudiantes de secundaria y bachillerato han consumido alcohol de manera excesiva (13.3 % hombres y 10.4 % mujeres) y el consumo de marihuana incrementó cinco puntos porcentuales en los últimos años - de 0.9 % en 2008 a 5.8 % en 2016 - (Villatoro-Velázquez et al. 2016).
La adolescencia es un período de desarrollo en el que los y las jóvenes se exponen a nuevas ideas y comportamientos a través de un mayor contacto con personas y organizaciones, distintos a los experimentados en la infancia. Según Maciá (1993), la psicología considera el consumo de drogas como patrones de conducta socialmente adquiridos y aprendidos; comportamiento iniciado, mantenido y reforzado por numerosos factores biopsicosociales. Estos necesitan ser estudiados para elaborar programas preventivos para adolescentes como un objetivo central de política pública. A continuación, se reportan algunos antecedentes del consumo de drogas y factores relacionados con este comportamiento, que serán la pauta para analizar los resultados de esta investigación.
Entre los factores personales asociados con el consumo de drogas legales o ilegales en adolescentes, se encuentran el sexo, actitudes sobre el consumo, percepción de daño o riesgo de consumir, confianza a rechazar y otras conductas de riesgo como la violencia. En relación con el sexo, se ha reportado que los hombres presentan mayor prevalencia en el consumo de alcohol, tabaco, marihuana, inhalantes y otras sustancias en comparación con las mujeres. Sin embargo, en los últimos años las mujeres casi igualan a los hombres, sobre todo en el uso de alcohol y tabaco (Vázquez et al. 2019; Villatoro-Velázquez et al. 2016). Las y los estudiantes que no consumen drogas utilizan con mayor frecuencia habilidades de resistencia a la presión, mayor planeación y empatía en comparación con los consumidores. Algunas de estas estrategias son rechazar la droga y evitar asistir a lugares donde puede existir la invitación al consumo (González y Londoño, 2017; Pérez de la Barrera, 2012).
González y Londoño (2017)) reportaron que otro factor personal que explica el consumo de drogas legales e ilegales son las actitudes sobre dicho consumo. Se ha encontrado que estimaciones positivas y menor percepción de riesgo son promotoras del consumo; los jóvenes que consumen habitualmente valoran en menor medida los riesgos asociados al consumo (Arévalo y Oliva, 2015).
La evaluación de la reincidencia delictiva caracterizada por el uso de violencia y consumo de drogas en adolescentes es otro tema de investigación relevante. Se ha registrado que, a mayor incidencia delictiva, mayor dependencia a las sustancias. En cuanto a la interacción entre delitos y consumo por tipo de sustancia, el cannabis se asocia con trayectorias delictivas iniciales, y la cocaína, con trayectorias consolidadas (Uceda-Maza et al. 2016). Algunos estudios aluden que, entre los actos delictivos, incluida la violencia y el consumo de drogas, no se puede establecer una relación de causa-efecto de uno sobre el otro (Walters, 2018).
Por otra parte, se ha encontrado que adolescentes que se inician en el consumo de drogas (principalmente el alcohol) provienen de familias en donde uno o ambos padres consumen dicha sustancia, además, son progenitores que consienten que sus hijos e hijas prueben el alcohol en el hogar o reuniones familiares, lo cual ofrece una mayor accesibilidad de sustancias para los adolescentes (Colder et al. 2018; Ruiz y Medina-Mora, 2014; Tena-Suck et al. 2018).
Las familias en donde se presenta consumo de drogas se caracterizan por ser conflictivas o violentas, con una alta disfunción familiar, baja satisfacción con las relaciones interpersonales, falta de apoyo y supervisión parental (Colunga-Rodríguez et al. 2021; González y Londoño, 2017; Orcasita et al. 2018). Las personas que consumen drogas ilegales experimentan, en una mayor proporción, eventos violentos físicos y psicológicos entre adolescentes y sus familiares (Arellanez et al. 2018). Las relaciones altamente conflictivas entre padres y jóvenes y la poca supervisión por parte del padre y madre aumentan el riesgo de inadaptación de los adolescentes, incluido el consumo abusivo del alcohol y el inicio del consumo de la marihuana (Rusby et al. 2018; Smetana y Rote, 2019). Así también, Rusby et al. (2018) reportaron que la mala relación con los padres predice, en mayor medida, el inicio de consumo de alcohol de las hijas en comparación con los hijos adolescentes. Por otra parte, la supervisión de los padres es un factor más protector para las mujeres que para los hombres tanto para el inicio de consumo de alcohol como de marihuana.
En relación con los factores contextuales, se ha documentado que el fácil acceso a la droga y el tener amistades que consumen explican el consumo de drogas legales e ilegales en adolescentes. Según Milam et al. (2016), entre más puntos de venta de alcohol existan en el barrio, mayor es la percepción de disponibilidad en los y las adolescentes, lo cual se asocia con un incremento en la tasa de consumo de sustancias, especialmente entre varones. La percepción de facilidad para encontrar sustancias ilegales está relacionada con una posibilidad entre 4 y 5 veces mayor de iniciarse en el consumo en comparación con las y los adolescentes que creen que sería difícil, o no podrían, obtenerlas (Saravia et al. 2014). Los lugares de fácil acceso y de inicio del consumo para los adolescentes son el colegio y sus alrededores; al interior de las escuelas el consumo se presenta en las áreas de esparcimiento o apartadas de la supervisión de los profesores (Alhyas et al. 2015; Enríquez-Guerrero et al. 2021).
El consumo de sustancias por parte de pares y creencias sociales en cuanto a las pautas de comportamiento pueden influir de forma importante en el consumo de drogas (UNODC, 2018). El tener amigos o compañeros que consumen drogas es uno de los principales factores que influyen en el inicio del mismo en los jóvenes; el cual se facilita en reuniones extraclase, durante las noches o fines de semana, sin supervisión de los padres ni de las autoridades escolares (Alhyas et al. 2015; González y Londoño, 2017).
El comienzo del uso de sustancias puede ser por presión directa, imitación y para ser aceptado en un grupo de amistades (Guyer et al. 2012; Trahtemberg, 2009), lo cual se asocia con una mayor autoestima y competencia social en el adolescente (Marshall, 2014). Otros estudios señalan que el inicio del consumo en adolescentes no solo está determinado por la necesidad de socialización de los jóvenes, y las condiciones para sentirse aceptado en un grupo de pares, sino que también, la persona que ya consume drogas, elige afiliarse con amigos o compañeros que también lo hacen y que aprueban dicha conducta (Leung et al. 2014; Trucco, 2020).
Con respecto a los actos de violencia que se presentan en los vecindarios y en los centros escolares, estos son componentes contextuales que también se han relacionado con conductas de riesgo en adolescentes. Burlew et al. (2009) indican que ser testigo de sucesos violentos en el vecindario, tales como arrestos, consumo de drogas, robos/asaltos, entre otros, se vincula con el inicio en el consumo de sustancias en adolescentes.
El acoso en escuelas secundarias está cada vez más presente entre la población estudiantil, ya sea como víctimas o agresores y, a su vez, ambos roles coinciden con el consumo de sustancias, específicamente el alcohol, por ser la que más se consume en la adolescencia (Amaro-Berríos y Azaña-Valezmoro, 2017). En el caso de las víctimas de acoso escolar, o bullying, manifiestan que se sienten, ignorados/as, excluidos/as, discriminados/as y en ocasiones acosados/as o abusados/as sexualmente (Trahtemberg, 2009), y toman el camino del consumo de sustancias como estrategia para reducir el malestar asociado al estrés de la violencia escolar (Romaní y Gutiérrez, 2010). Por otro lado, las y los estudiantes que consumen algún tipo de droga legal o ilegal en las escuelas son más proclives a convertirse en autores de violencia o acoso escolar (Córdova et al. 2012). Entre las causas del acoso escolar, por parte de los estudiantes de secundaria que consumen alcohol, se encuentran el reforzar la idea de rudeza hacia sus pares, sentirse respetados y aumentar su atractivo (Amaro-Berríos y Azaña-Valezmoro, 2017).
El consumo de drogas en adolescentes mexicanos se ha incrementado considerablemente en los últimos años. Los estudios referenciados señalan que este problema se asocia con numerosos factores, sin embargo, en la población y contexto escolar donde se llevó a cabo este estudio existen pocos antecedentes de investigación, lo cual hace necesario actualizar la problemática a la luz de nuevos resultados. Por lo anterior, el objetivo de este trabajo fue analizar los factores personales, familiares y contextuales que predicen el consumo de drogas en estudiantes de secundarias de Hermosillo, Sonora. Estos hallazgos permitirán elaborar e implementar estrategias de intervención, encaminadas a la promoción de la salud y a la prevención temprana en adolescentes escolarizados, con énfasis en estrategias de resistencia al consumo de drogas que ayuden a los adolescentes a hacer frente a la presión social para el uso de sustancias.
Metodología
Diseño de la investigación
El diseño de la investigación es no experimental, transversal, de alcance predictivo, ex post facto.
Participantes
Se trabajó con una muestra por conveniencia de 1107 estudiantes de primer año de secundaria en edades entre los 11 a 13 años (= 11.94; DE= 0.44). El 53.6 % reportó ser mujer y 46.4 % hombre. En cuanto al turno de adscripción, 73.3 % corresponden al turno matutino y 26.7 % al turno vespertino. Los estudiantes son procedentes de cuatro escuelas secundarias públicas de la ciudad de Hermosillo, Sonora, México, las cuales se seleccionaron mediante un muestreo intencional bajo los siguientes criterios: 1) población estudiantil de colonias de riesgo de marginación y violencia de acuerdo con la ubicación, basados en datos de la Secretaría de Seguridad Pública (2017); 2) localización de fácil acceso; 3) escuelas de larga trayectoria en Hermosillo; 4) de las tres modalidades de servicios (general, técnica y telesecundaria) que brindan las escuelas, se eligió trabajar con la primera (general) y 5) escuelas de turno matutino y vespertino
Instrumentos
La información se obtuvo mediante una encuesta estudiantil que incluye la evaluación de las escalas utilizadas para esta investigación, y que ha sido previamente adaptada y validada en población mexicana adolescente (Kulis et al. 2005; Kulis et al. 2012; Marsiglia et al. 2014).
Para conocer el consumo de drogas, se aplicó la Escala de Uso de Sustancias (Graham et al. 1984; Hansen y Graham, 1991) compuesta por 20 ítems. En ella se evaluaron la frecuencia y cantidad del consumo de sustancias legales y no legales. Las respuestas se puntuaron de 0 a 6 para las medidas de frecuencia (ninguno, solo una vez, 2-3 veces, 4-9 veces, 10-19 veces, 20-39 veces, 40 veces o más) y para la medida de la cantidad (ninguna, parte de uno, entero, 2-3, 4-9, 10-19, 20 o más). La confiabilidad fue de 0.845.
Para la medición de los factores personales se aplicó la Escala de Confianza de Rechazo de Ofrecimientos medida con tres ítems (Hecht et al. 2003; Kasen et al. 1992). Este instrumento pregunta sobre si aceptaría tres tipos de ofrecimiento: si un miembro de la familia le ofreciera alcohol; un compañero o compañera el cigarro y si una amiga o amigo cercano le ofreciera fumar marihuana. Utiliza una escala Likert (1= “Seguramente yo diría que no” a 4= “No podría decirle que no”). El índice de confiabilidad con alfa de Cronbach para esta muestra es de 0.680.
La percepción de daño de sustancias (Hansen y Graham, 1991) se midió a través de cuatro ítems, preguntando cuánto creen que la gente se arriesga a dañarse si fuma cigarros, marihuana o consume alcohol, las opciones de respuesta fueron tipo Likert (1= “No hay riesgo” a 4= “Riesgo grave”). Se obtuvo una confiabilidad con alfa de Cronbach para esta muestra de 0.898.
El comportamiento de riesgo - externalización (Achenbach, 2009) se midió con 15 ítems que cuestionaban si durante los últimos 30 días, por ejemplo, “me enfado”, “grito”, “falto a clases”, etc.; con una escala tipo Likert (0= “Nunca” a 2= “A menudo”). El índice de confiabilidad con alfa de Cronbach para esta muestra fue de 0.842.
Las intenciones de consumo de sustancias (Hansen y Graham, 1991) se midieron a través de tres ítems que cuestionan sobre la oportunidad de consumir, ese fin de semana, alcohol, cigarrillo, marihuana; con una escala de respuesta tipo Likert (1= “Definitivamente no” a 4= “Definitivamente sí”). La confiabilidad con alfa de Cronbach para esta muestra fue de 0.556.
Se aplicó una escala que mide las normas personales antidrogas basada en la de Hansen y Graham (1991) y Hansen et al. (1988). Para medir esta variable se les cuestionó, a través de tres ítems, si para ellos está bien que alguien de su edad consuma alcohol, cigarro o marihuana con opciones de respuesta tipo Likert (1= “Definitivamente no está bien” a 4= “Definitivamente está bien”); la confiabilidad con alfa de Cronbach fue de 0.858. Las normas de percepción de compañeros de escuela usando drogas se midieron a través de tres ítems que aluden a saber si creen que estudiantes de su escuela han consumido alguna vez bebidas alcohólicas, cigarrillos o marihuana con opciones de respuesta tipo Likert (0= “Nadie” a 5= “Todos”). Se obtuvo una confiabilidad con alfa de Cronbach para esta muestra de 0.796.
En cuanto a los factores familiares, se evaluaron a través de medir la relación global con los padres, para lo cual se realizaron dos preguntas que tenían como escala de respuesta tipo Likert (1= “Excelentemente” a 5= “Muy mala”). La confiabilidad obtenida con alfa de Cronbach para esta muestra fue de 0.60. El monitoreo parental (Stattin y Kerr, 2000) permite obtener información sobre la supervisión de los padres con los adolescentes, se midió a través de 10 ítems con respuestas tipo Likert (0= “Nunca” a 4= “Siempre”). El índice de confiabilidad con alfa de Cronbach para esta muestra fue de 0.866.
Finalmente, los factores contextuales se evaluaron mediante tres escalas; la de acceso a sustancias (tanto legales como ilegales), a partir de 4 ítems en los cuales se le preguntó al adolescente “en caso de que tú quisieras ¿Qué tan fácil o difícil sería obtener…?”. Las opciones de respuesta eran tipo Likert (1= “Muy fácil” a 4= “Muy difícil”). Se obtuvo una confiabilidad con alfa de Cronbach de 0.882 para esta muestra. La segunda escala fue la de exposición a violencia en su colonia (Thompson et al. 2007), que evalúa la percepción de violencia en el contexto del adolescente, se mide a través de 10 ítems en una escala ordinal (donde 0= “Nunca”, 1 a 4 = 4 o más veces). La confiabilidad con alfa de Cronbach para esta muestra fue de 0.856. Y la tercera fue la escala de violencia, que evalúa la percepción de ser autor o víctima de violencia (Nadel et al. 1996), se mide a través de 10 ítems (0= “Nunca”, 1 a 4= 4 o más veces). Se obtuvo un índice de confiabilidad con alfa de Cronbach para esta muestra de 0.824.
Procedimiento
Antes de iniciar con la aplicación de los instrumentos se contó con la autorización de la Comisión de Ética y de Investigación de la Universidad de Sonora y de la Secretaría de Educación y Cultura del estado de Sonora. Una vez seleccionadas las escuelas, se envió el consentimiento informado a los padres de familia para que otorgaran autorización de que sus hijos e hijas participaran en el estudio. La aplicación se llevó a cabo de manera grupal en los salones de clases en modalidad de lápiz y papel. Los adolescentes cuyos padres no consintieron fueron retirados del salón y no se les aplicó la encuesta; los adolescentes con consentimiento permanecieron en el aula y se les informó de los objetivos de la investigación, firmando la carta de asentimiento informado para proceder a la aplicación de la encuesta estudiantil.
Análisis de datos
Se creó una base de datos en el Programa Estadístico para Ciencias Sociales (SPSS, versión 23). Se conformaron los índices de las escalas mediante el promedio de las puntuaciones. Se estimó la confiabilidad de consistencia interna de cada escala con el cálculo del alfa de Cronbach. Se procedió a estimar los datos de normalidad de las variables a través del test de Kolmogórov-Smirnov y la distribución de asimetría y curtosis; posteriormente, se realizaron análisis descriptivos. En el análisis de las diferencias entre el consumo de hombres y mujeres, se encontró que son significativas, se realizó con la chi cuadrada (X 2 ).
Para comparar los grupos de los estudiantes que alguna vez han consumido y los que no, se empleó t de Student para muestras independientes tomando en cuenta la prueba de Levene para la determinación de las varianzas. Aunque los datos de estos últimos grupos de comparación no arrojaron una distribución normal, se utilizó el estadístico t, ya que los expertos reportan que es robusto, lo cual significa que su distribución no cambia de manera significativa cuando se viola la suposición de normalidad (Mendenhall et al. 2017).
Para poder determinar el valor predictivo de las variables en la conducta de consumo de drogas en los adolescentes se llevó a cabo un análisis de regresión logística multivariado calculando las odds ratio (OR) y el intervalo de confianza (IC) al 95 %. Se utilizó el estadístico Negelkerke para conocer el poder del análisis Hosmer y Lemeshow con el fin de determinar la bondad de ajuste del modelo.
Resultados
En la Tabla 1 se muestra que el 32.5 % de los y las adolescentes consumieron drogas alguna vez en su vida. El alcohol obtiene mayor puntuación tanto para toda la vida, o en los últimos 30 días, con 30.1 % y 10.4 % respectivamente. La droga ilegal más consumida fueron los inhalables (4.2 %) y la marihuana (1.4 %). La edad de inicio del consumo fue a los 12 años. En la mayoría de las drogas, el consumo resultó más alto en los hombres que en las mujeres, a excepción de los inhalables.
Variables | n | % | Sexo | |
Hombre | Mujer | |||
Consumo de drogas legales en los últimos 30 días: | ||||
Alcohol | 115 | 10.4 | 11.3 | 9.9 |
Tabaco | 49 | 4.5 | 7.0 | 2.4 |
Consumo de drogas legales a lo largo de la vida: | ||||
Alcohol | 331 | 30.1 | 34.6 | 26.6 |
Tabaco | 60 | 5.5 | 8.4 | 3.1 |
Consumo de drogas ilegales en los últimos 30 días: | ||||
Inhalables | 104 | 9.5 | 8.1 | 10.5 |
*Marihuana | 14 | 1.2 | 2.0 | 0.5 |
Otras (cocaína, heroína, metanfetaminas, éxtasis, ácidos alucinógenos) | 11 | 1.1 | 2.4 | 0.7 |
Consumo de drogas ilegales a lo largo de la vida: | ||||
Inhalables | 40 | 4.2 | 3.0 | 5.3 |
*Marihuana | 15 | 1.4 | 3.5 | 1.2 |
Cocaína | 6 | 0.5 | 0.8 | 0.3 |
Metanfetaminas | 4 | 0.4 | 0.6 | 0.2 |
Heroína | 7 | 0.6 | 0.8 | 0.5 |
Tranquilizantes | 14 | 1.3 | 1.2 | 1.4 |
Alucinógenos | 7 | 0.6 | 1.0 | 0.3 |
Nota: *Al momento de realizar el estudio, la marihuana aún no era aprobada en México como una droga legal. Fuente: Elaboración propia.
La Tabla 2 muestra que el 32.5 % de las y los adolescentes han consumido droga alguna vez en su vida, de los cuales, el 33 % consumió drogas legales y el 11 % ilegales. Se observa un ligero incremento en el consumo en hombres en relación con las mujeres. Para comprobar las relaciones se empleó X 2, observando una asociación entre el consumo total y el de alguna droga legal con el sexo, con un nivel de significancia de p = 0.022 y de p = 0.005 respectivamente.
Consumo | ||||||
Total | Drogas legales | Drogas ilegales | ||||
Sexo | No | Sí | No | Sí | No | Sí |
Hombre | 29.4 | 16.6 | 29 | 17.1 | 41.2 | 4.9 |
Mujer | 38.1 | 15.9 | 38 | 15.9 | 47.9 | 6.0 |
Total | 67.5 | 32.5 | 67 | 33 | 89 | 11 |
X2 | 0.435 | 0.099 | 0.082 | |||
P | 0.022 | 0.005 | 0.426 |
Nota: se utilizó chi cuadrada (X 2 ) para la comparación de consumo entre hombres y mujeres. Fuente: Elaboración propia.
Sobre los datos descriptivos de las variables de estudio, se observa que, en general, las y los adolescentes tienen poca intención de consumo, pocos comportamientos de riesgo, desaprueban el consumo de drogas a su edad, reportan seguridad para rechazar ofrecimientos y tienen una alta percepción de daño en caso de consumo. En lo familiar, tienen buenas relaciones con sus padres y madres, y hay un alto monitoreo parental. Finalmente, perciben que sus compañeros y amigos no consumen, que es difícil acceder a drogas y no han ejercido o no han sido víctimas de violencia. En las comparaciones por sexo, las adolescentes tienen puntuaciones mayores en percepción de daño de sustancias, monitoreo parental, percepción de compañeros usando drogas y fácil acceso, mientras que los adolescentes tienen mayor puntuación en ser autor de violencia (ver Tabla 3).
Variables | Valor | x̅ | DE | Sexo | ||
Mínimo | Máximo | Hombre | Mujer | |||
Intenciones de consumo | 1 | 4 | 1.05 | 0.22 | 1.06 | 1.04 |
Normas personales antidrogas | 1 | 4 | 1.09 | 0.29 | 1.11 | 1.08 |
Confianza de rechazo | 1 | 4 | 1.10 | 0.30 | 1.12 | 1.08 |
Percepción de daño de sustancias | 1 | 4 | 3.30 | 0.85 | 3.15 | 3.43 |
Comportamiento de riesgo- externalización | 0 | 2 | 0.39 | 0.31 | 0.38 | 0.40 |
Relación con padres | 1 | 6 | 1.85 | 1.07 | 1.84 | 1.86 |
Monitoreo parental | 0 | 4 | 3.09 | 1.08 | 2.89 | 3.26 |
Percepción de compañeros usando drogas | 0 | 5 | 1.22 | 1.01 | 1.09 | 1.35 |
Percepción amigos usando drogas | 0 | 5 | 0.31 | 0.60 | 0.35 | 0.29 |
Fácil acceso | 1 | 4 | 3.33 | 0.85 | 3.22 | 3.42 |
Comportamientos de riesgo | 0.38 | 0.40 | ||||
Víctima de violencia | 0 | 4 | 0.56 | 0.66 | 0.61 | 0.62 |
Autor de violencia | 0 | 4 | 0.41 | 0.66 | 0.47 | 0.35 |
Fuente: Elaboración propia.
En cuanto al consumo o no de drogas, en la Tabla 4 se observa que el grupo de estudiantes que han consumido alguna vez en la vida tienen mayores puntuaciones en casi todas las escalas a excepción de confianza de rechazo, percepción de daño de sustancias, fácil acceso y monitoreo parental. Al comparar estos datos a través de t Student se comprueba que existen diferencias significativas menores de p < 0.05 en todos los factores respecto al consumo o no de drogas. Sin embargo, el efecto d de Cohen en las variables de percepción de daño de sustancias, la relación con los padres y el fácil acceso a drogas obtienen valores menores de 0.020, lo cual se considera como una diferencia poco relevante o sin efecto (Rendón et al. 2021).
No consumo x̅ (DE) | Consumo x̅ (DE) | t (gl) | p | d de Cohen | |
Intenciones de consumo | 1.01 (0.10) | 1.13 (0.30) | -9.16 (1065) | < .001 a | -0.60 |
Normas personales anti-drogas | 1.06 (0.26) | 1.15 (0.35) | -4.67 (1065) | < .001 a | -0.31 |
Confianza de rechazo | 1.03 (0.19) | 1.21(0.39) | -9.84 (1060) | < .001 a | -0.65 |
Percepción de daño de sustancias | 3.35 (0.84) | 3.23 (0.83) | 2.10 (1053) | 0.037 | 0.14 |
Comportamiento de riesgo- externalización | 0.33 (0.38) | 0.51 (0.47) | -6.63 (1036) | < .001 a | -0.44 |
Relación con padres | 1.79 (1.05 | 1.98 (1.08) | -2.67 (1047) | 0.008 | 0.17 |
Monitoreo parental | 3.20 (1.01) | 2.88 (1.15) | 4.52 (1040) | < .001 a | 0.30 |
Percepción de compañeros usando drogas | 1.05 (0.96) | 1.58 (1.03) | -8.00 (1056) | < .001 a | 0.53 |
Percepción amigos usando drogas | 0.20 (0.49) | 0.54 (0.70) | -9.16 (1059) | < .001 a | 0.60 |
Fácil acceso | 3.38 (0.85) | 3.22 (0.85) | -2.77 (1050) | 0.006 | 0.18 |
Víctima de violencia | 0.46 (0.59) | 0.75 (0.74) | -6.61 (1003) | < .001 a | 0.44 |
Autor de violencia | 0.31 (0.50) | 0.60 (0.65) | -7.81 (1019) | < .001 a | 0.52 |
Nota: ᵃ El test de Levene es significativo (p < 0.05), por lo que se asumen varianzas iguales. Se utilizó t de Student para la comparación de los grupos y d de Cohen para medir el tamaño del efecto. Fuente: Elaboración propia.
Por último, para determinar la predicción de las variables, el modelo de regresión logística resultó significativo en el bloque 1 (X2 = 180.093, p < 0.001), donde las variables explicaron el 29.4 % de la varianza (R2 de Negelkerke = 0.294) y con una adecuada bondad de ajuste (Hosmer y Lemeshow: X2 = 6.266, gl =8, p = 0.618). Se identificó que no sentirse confiados a rechazar un ofrecimiento es la principal variable predictora del uso de sustancias. En la Tabla 5, los valores indicaron que la probabilidad de que los adolescentes consuman drogas es 1.3 veces mayor cuando perciben que sus compañeros usan drogas (OR = 1.303, p = 0.007), 1.9 veces mayor cuando perciben que sus amigos usan drogas (OR = 1.935, p <0.001), 17.2 veces mayor cuando no se sienten confiados de rechazar un ofrecimiento de drogas (OR = 17.257, p < 0.001) y 2.4 veces mayor cuando el adolescente emite otro tipo de conductas de riesgo (OR = 2.466, p = 0.011).
Variables | Regresión simple | Regresión multivariada | ||||||
OR Ajustado | IC 95 % | OR Ajustado | IC 95 % | |||||
Li | Ls | p | Li | Ls | p | |||
Sexo | 1.356 | 1.04 | 1.753 | 0.020 | 1.399 | 0.968 | 2.023 | 0.074 |
Intenciones de consumo | 57.02 | 18.33 | 177.33 | <.001 | 0.568 | 0.137 | 2.355 | 0.436 |
Normas personales anti-drogas | 2.646 | 1.704 | 4.108 | <.001 | 1.519 | 0.807 | 2.858 | 0.195 |
Confianza de rechazo | 22.31 | 10.17 | 48.93 | <.001 | 17.25 | 5.11 | 58.19 | <.001 |
Percepción de daño | .854 | .736 | .991 | 0.037 | 0.878 | 0.702 | 1.098 | 0.255 |
Comportamiento de riesgo externalización | 6.19 | 3.98 | 9.64 | <.001 | 2.46 | 1.22 | 4.94 | .011 |
Relación global padres | 1.17 | 1.04 | 1.31 | 0.008 | 0.985 | 0.828 | 1.173 | 0.866 |
Monitoreo parental | .767 | .682 | .863 | <.001 | 0.880 | 0.731 | 1.060 | 0.179 |
Percepción compañeros usando drogas | 1.66 | 1.45 | 1.89 | <.001 | 1.30 | 1.07 | 1.57 | 0.007 |
Percepción amigos usando drogas | 2.81 | 2.17 | 3.63 | <.001 | 1.93 | 1.33 | 2.79 | <.001 |
Fácil acceso | .814 | .703 | .943 | 0.006 | 1.128 | 0.893 | 1.426 | 0.313 |
Víctima de violencia | 1.88 | 1.54 | 2.29 | <.001 | 1.230 | 0.890 | 1.700 | 0.210 |
Actor de violencia | 2.38 | 1.87 | 3.02 | <.001 | 1.420 | 0.952 | 2.117 | 0.086 |
Nota: se utilizó el “Sexo” como variable de control. IC = intervalo de confianza; Li = límite inferior; Ls = límite superior. Fuente: Elaboración propia.
Discusión
El objetivo de este trabajo fue analizar el consumo de drogas en estudiantes de secundaria y algunos factores predictores de dicha conducta. Se pudo observar que la droga de mayor consumo reportada fue el alcohol, dato que se relaciona con el consumo de sustancias en la población mexicana de 12 a 17 años (Villatoro-Velázquez et al. 2016; Vázquez et al. 2019). Otros trabajos con estudiantes de secundaria encontraron que las drogas de mayor consumo son las legales (alcohol y tabaco) seguidas en menor proporción por la marihuana (Kulis et al. 2021; Marsiglia et al. 2014). Cabe destacar que, en este estudio, a diferencia de los anteriores, la droga ilegal más consumida después de las legales fueron los inhalables y no la marihuana.
El consumo de inhalables en los últimos años también se ha incrementado entre las mujeres y los estudiantes de secundaria y bachillerato en algunas partes del país, sobre todo en las de mayor población. Una posible explicación de la posición que ocupó el consumo de inhalables en esta investigación es, quizá, por su bajo costo y fácil acceso que se tiene para conseguirlas ( Villatoro-Velázquez et al. 2012). También, el uso de inhalables se consume en mayor medida por niños, adolescentes y jóvenes que han experimentado condiciones de marginación social y económica que limitan el acceso a los servicios básicos en sus viviendas o espacios en que habitan (Gallegos-Cari et al. 2014; Villatoro-Velázquez et al. 2012), lo cual se vincula con la población de este estudio perteneciente a zonas de mayor vulnerabilidad en el contexto de estudio (SSP, 2017).
Con respecto a las diferencias en la frecuencia en el uso de drogas legales e ilegales entre hombres y mujeres, se encontró un consumo casi equiparable entre ambas poblaciones, al igual que lo han reportado otros estudios (Vázquez et al. 2019; Villatoro-Velázquez et al. 2016). Las mujeres se han sumado al tradicional problema del uso de sustancias legales e ilegales con más libertad y mayor aceptación social que usuarias de drogas en generaciones pasadas, incluso, la tasa de consumo de alcohol, tabaco y tranquilizantes es superior en las mujeres (Escudero, 2019).
Se encontró que los estudiantes que no consumen drogas mostraron mayor seguridad para poder rechazar las sustancias. Velázquez et al. (2012) confirman la relevancia de las habilidades comunicativas, el control de impulsos y el manejo de emociones para el establecimiento de relaciones más satisfactorias y el enfrentamiento ante la oferta de tabaco, alcohol u otras drogas. Los estudiantes que no consumen drogas utilizan con mayor frecuencia habilidades de resistencia a la presión, habilidades de planeación y empatía en comparación con los consumidores (González y Londoño, 2017; Pérez de la Barrera, 2012). Entre las estrategias de intervención para resistir la oferta de alguna sustancia, se encuentra la habilidad de rechazar, la cual es mayormente utilizada para evitar el consumo de alcohol y tabaco (Marsiglia et al. 2009).
Se observó también que la mayoría de los estudiantes no consumidores consideraron que el uso de sustancias es grave, y que no está bien que las personas consuman. Melo y Castanheira (2010) reportaron que las estimaciones positivas y la baja percepción de riesgo hacia las drogas son promotoras del consumo. Además, se alude que existe una mayor percepción del riesgo del uso de las drogas en la población no consumidora en relación con los que sí consumen (Arévalo y Oliva, 2015). Ruiz y Medina-Mora (2014) argumentan que los y las adolescentes que apenas se inician en el consumo piensan en las consecuencias de este, mientras que los que tienen un uso problemático de sustancias buscan divertirse y difícilmente rechazan la invitación.
Los participantes no consumidores reportaron tener una mejor relación y supervisión parental en comparación con los que sí consumen. La literatura ha documentado que un ambiente familiar positivo caracterizado por vínculos de confianza, apoyo y supervisión son fortalezas que protegen a los adolescentes de incurrir en comportamientos antisociales (González et al. 2015; Oliva et al. 2011). Los resultados también señalan que las mujeres reportaron mayor supervisión parental en comparación con los hombres, Rusby et al. (2018) comentan que la supervisión de los padres es un factor más protector para las chicas que para los chicos, tanto para el inicio de consumo de alcohol como de marihuana.
Por otra parte, los adolescentes que sí han consumido indicaron haber sido víctimas de violencia, lo cual coincide con Arellanez et al. (2018), quienes coinciden en que los consumidores de drogas ilegales perciben en una proporción significativamente mayor eventos violentos físicos y psicológicos en su entorno familiar. En el presente estudio, aun cuando se identificaron diferencias significativas en las relaciones que establecen los adolescentes que consumen y no con sus padres, este efecto es mínimo, por lo que la diferencia no resulta sustanciosa y no es una variable claramente diferenciadora de consumo.
Otro de los factores de riesgo en la población de estudio fue la percepción de que amigos y compañeros consumen drogas. El compartir espacios de socialización con pares que usan sustancias es uno de los principales elementos que influyen en el inicio del consumo a edades tempranas (Alhyas et al. 2015; González y Londoño, 2017; UNODC, 2018).
La presente investigación muestra que hay un mayor riesgo de consumo cuando los adolescentes no están confiados en poder rechazar, por lo cual, se torna fundamental trabajar en las habilidades que les permitan adquirir esa seguridad, en especial a quienes se han iniciado en el consumo, pues eso incrementa la probabilidad de continuarlo. La habilidad de rechazar el ofrecimiento de drogas implica que los adolescentes aprendan a decir no de manera asertiva, lo cual ayuda a mantener aceptación social y autoconfianza (Marsiglia y Hecht, 2005); es decir, hacer frente a las situaciones difíciles de un modo saludable.
Conclusiones
Las drogas de mayor frecuencia y cantidad de uso fueron las legales (alcohol y tabaco), y aunque es considerado consumo experimental, de mantenerse puede convertirse en perjudicial. Becoña (2002) refiere, con la hipótesis de la escalada de drogas, que el inicio de sustancias legales es la antesala para que los adolescentes prueben las drogas ilegales. Según la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC, 2018), el consumo de sustancias a edades tempranas tiene consecuencias devastadoras para el desarrollo y el funcionamiento psicosocial de las personas. Por tanto, implementar medidas preventivas que eviten o retarden el inicio del consumo coadyuvará para que jóvenes y adolescentes logren en la medida de lo posible una buena salud física y mental y, con ello, se involucren de manera positiva en sus familias, escuelas y comunidades.
En relación con las variables que predicen el consumo de sustancias en adolescentes se encontraron algunas diferencias por sexo. En consecuencia, se sugiere la necesidad de elaborar programas preventivos del consumo de drogas con perspectiva de género, ya que se presentan realidades masculinas y femeninas diferenciadas ante el consumo. Esto es, los factores que predicen el uso de algunas sustancias y las consecuencias de las mismas están determinados por el rol de género; por ejemplo, los hombres consumidores tienden a ser más violentos, mientras que las mujeres son menos propensas a cometer conductas de riesgo (Escudero, 2019).
Aunque esta investigación aporta datos importantes en el campo de la prevención del consumo de drogas en adolescentes, no está exenta de algunas limitaciones. Una de estas es que el estudio fue transversal, los datos fueron recabados en un único momento, con una muestra por conveniencia, compuesta por estudiantes de primer grado de secundaria pública que consintieron participar. En este sentido, los hallazgos reportados deben considerarse con cautela puesto que limitan la posibilidad de generalización. Se recomienda utilizar estudios longitudinales que incluyan los tres niveles educativos de secundarias públicas y privadas, con el fin de contar con un panorama más amplio de la problemática del consumo de drogas en esta población.
Otro aspecto a considerar es que solo se analizaron algunos factores personales, familiares y contextuales, por lo que se recomienda que en futuras investigaciones se incluyan otros de índole biológica, fisiológica y genética, los cuales también son fuertes predictores del consumo de drogas. No obstante, a pesar de las limitaciones, los resultados de este trabajo contribuyen a poner de manifiesto la relevancia del estudio de los factores de riesgo relacionados con el uso de drogas. En este sentido, una de las implicaciones principales del presente trabajo se sitúa en la posibilidad de establecer recomendaciones específicas para la elaboración de programas de prevención del consumo de drogas a edades tempranas.