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Interpretatio. Revista de hermenéutica

versão On-line ISSN 2448-864Xversão impressa ISSN 2683-1406

Interpret. Rev. herméneut vol.7 no.2 Ciudad de México Set. 2022  Epub 03-Mar-2023

https://doi.org/10.19130/irh.2022.7.2.00x27s0041 

Artículos

Una alternativa epistemológica en el estudio de la ciencia política a través de la hermenéutica analógica

An Epistemological Alternative in the Study of Political Science through Analogical Hermeneutics

Magalí Alejandra Rodríguez Zyska*1 
http://orcid.org/0000-0001-5594-2052

1Universidad Católica Argentina, email: magalizyska@gmail.com


Resumen:

En el presente trabajo buscamos aproximarnos a la propuesta teórica de Mauricio Beuchot, conocida como hermenéutica analógica, para su posterior aplicación a las ciencias políticas. Se analizará particularmente su posición epistemológica, la cual se presenta como una alternativa a las corrientes positivistas y posmodernas actuales. El estudio e investigación de la ciencia política se encuentra obstruido debido a la univocidad y equivocidad de las corrientes predominantes, que evitan el desarrollo y el entendimiento interpretativo de la realidad de dicha disciplina. Frente a esto, la hermenéutica analógica representa una alternativa mediadora capaz de sortear aquellos obstáculos.

Palabras clave: Mauricio Beuchot; hermenéutica analógica; epistemología; ciencia política

Abstract:

In this paper we seek to approach the theoretical proposal of Mauricio Beuchot, known as analogical hermeneutics, for its subsequent application to political science. His epistemological position will be particularly analyzed, which is regarded as an alternative to the current positivist and postmodern lines of though. The study and research of Politic Science is obstructed due to univocity and equivocity of the prevailing currents, which prevent the development and interpretive understanding of the reality of this discipline. Faced with this, analogical hermeneutics represents a mediating alternative capable of overcoming those obstacles.

Keywords: Mauricio Beuchot; Analogical Hermeneutics; Epistemology; Political Science

Introducción

En este trabajo nos proponemos realizar una breve sistematización de la teoría ideada por el filósofo mexicano Mauricio Beuchot. Este autor cuenta con numerosas obras publicadas, en las cuales el hermeneuta estructura su idea sobre un elemento lingüístico muy particular: la analogía. Utiliza la hermenéutica como camino y metodología principal, pero lo transforma y moldea gracias a la analogía.

Sostiene que la filosofía de nuestro tiempo es por antonomasia interpretativa debido a que el gran pluralismo existente y la crisis cultural han hecho que no podamos entendernos los unos a los otros. No obstante, el plano en el cual nos encontramos en las ciencias sociales nos dibuja un panorama fuertemente escindido entre dos extremos opuestos (aunque con consecuencias similares): los univocismos y los equivocismos. Es así como todas las disciplinas comprendidas dentro del ámbito social se encuentran en una constante lucha entre universalismos y particularismos, modernidad contra posmodernidad, entre otras acepciones.

La ciencia política no se exime de esta contienda. Por lo tanto, nuestro segundo objetivo radica en ilustrar una posible aplicación de la hermenéutica analógica a este campo del saber, alegando que desde hace varias décadas se encuentra dominada por una corriente univocista. Esta no solo impide el desarrollo de otras formas de análisis político, sino que debilita la capacidad de esta ciencia para producir conocimiento útil y sustancioso.

A su vez, la contracara de este enfoque, uno más bien equivocista, confronta esta postura dominante arrastrando la disciplina hacia el otro polo: un relativismo que también impide la producción de conocimiento y el desarrollo de la ciencia política.

El filósofo mexicano cuenta con una gran cantidad de escritos donde aplica la hermenéutica analógica a distintas ramas de las ciencias sociales; desde la pedagogía, pasando por la psicología, la antropología, la sociología, la filosofía, hasta la enfermería. No obstante, sus aportes a la ciencia política toman un cariz más bien filosófico. Es decir, se concentra en los aspectos normativos y éticos que la filosofía política trata, explayándose sobre las ideas de justicia, el bien común, los derechos humanos (a este punto le dedicó gran parte de su trabajo), hasta el debate contemporáneo entre el liberalismo y el comunitarismo en aspectos

de conflictos multiculturales (más bien pluralistas).1 Pero no ha centrado su atención en la ciencia política propiamente dicha; por ende, consideramos este trabajo como un pequeño aporte a la aplicación de la hermenéutica analógica. Además, representa una breve sistematización y explicación de los argumentos y bases epistemológicas del autor en cuestión.

En la primera sección, se expone una breve aproximación a la hermenéutica analógica, explicando su significado, además de introducir el problema entre los univocismos y los equivocismos. La segunda consta de dos partes: en la primera se desarrolla la “nueva epistemología”, el enfoque propuesto por Beuchot perteneciente a la teoría analógica, la cual pretende sentar las bases para un conocimiento comprensivo por adecuación, que entiende la realidad como algo independiente del ser humano, pero sin caer en un esencialismo estricto y absoluto. A continuación, aún dentro del marco epistemológico, nos proponemos explicar el método utilizado por el autor para sostener su enfoque y lograr aplicarlo a las ciencias sociales. Este proviene principalmente de los aportes del lógico Charles Sanders Peirce, del cual Beuchot obtiene el concepto de ícono junto con sus implicaciones metafóricas y metonímicas.

Finalmente, en la tercera sección nos enfocamos en la ciencia política como disciplina. Dividimos los enfoques dominantes y su contraparte dentro del marco de univocismos y equivocismos, para luego abrir paso a la aplicación de la hermenéutica analógica como posible método para su estudio.

1. Una aproximación a la hermenéutica analógica

Como ya anticipamos, el filósofo mexicano, a través de sus estudios previos, pudo advertir la importancia de la analogía para luego aplicarla a la hermenéutica, disciplina que entiende como la perspectiva más conveniente y adecuada para el estudio de las ciencias sociales.

La hermenéutica es una técnica o método de interpretación de textos. Su historia se remonta a la explicación de mitos y oráculos en la antigua Grecia y a la exégesis bíblica al comienzo de nuestra era. Con el paso de los años, este tipo de análisis -que no es para nada superficial, sino profundo y exhaustivo- encuentra un espacio en la interpretación de diálogos (Gadamer) y de acciones significativas (Ricoeur).

En la época contemporánea, más específicamente en la segunda década del siglo xx, toma un cariz totalmente nuevo gracias a la conjunción entre esta disciplina y la fenomenología de la mano de Heidegger. La interpretación pasa a ser uno de los caracteres principales del hombre, al punto de convertirse en su ontología. Posteriormente Gadamer y Ricoeur entrarán en escena.

La hermenéutica analógica surge como una alternativa a una clasificación, que podríamos denominar dicotómica, de los aportes y teorías existentes en el mundo académico. Por un lado, Beuchot nos advierte sobre aquellos análisis e ideas que pretenden alcanzar resultados, definiciones e interpretaciones absolutas y universales a los que denomina univocistas. Esto supone no solo un único camino para llegar al conocimiento, sino un único conocimiento válido. En este campo existe lo que podría llamarse una hermenéutica “positivista” (aunque el nombre es contradictorio, ya que esta disciplina requiere diversidad de sentido). En su tiempo, algunos académicos estrictamente cientificistas, historiadores marxistas, entre otros, pretendieron conocer la realidad en su totalidad haciendo ciencia y no ideología (caso marxista) o ciencia, no metafísica (positivistas).2

Por otro lado, nos encontramos con su opuesto, el relativismo equivocista. Dentro de esta denominación se engloban todas aquellas teorías que aceptan escépticamente como válida toda idea, enunciado y concepto, eliminando así la posibilidad de juzgarlos, evaluarlos y compararlos como procedimiento para poder determinar su validez y certeza, ya que estas le serían propias a cualquier enunciado. Es decir, se anula la oportunidad de establecer algún método que nos ayude a determinar qué resultados o interpretaciones podrían ser consideradas como más verdaderas o adecuadas. En algunos trabajos, Beuchot -siguiendo a Ricoeur- llama a esta línea “hermenéutica romántica” por su oposición a la univocista.

La hermenéutica romántica es equivocista, da predominio total a la diferencia, a esa diversidad de interpretaciones que introduce el yo, irrepetible e intransferible, con el peligro de ser casi incomunicable (al menos por medio de la razón; tendría que ser por una gran empatía realizada a través del sentimiento).3

A nuestro entender, ambas líneas, más allá de su visible oposición, coinciden en el vaciamiento y desnaturalización que generan en las ciencias sociales, subordinan todos sus aspectos y dimensiones a una simple epistemología (cada una a su manera). Lo más importante es que cancelan el debate y el diálogo que conlleva toda interpretación de la realidad y las acciones humanas debido a nuestra naturaleza social y heterogeneidad cultural.4

Según el filósofo mexicano, podríamos afirmar que, generalmente: “las épocas de bonanza de la hermenéutica se han dado cuando se rompe el paradigma cognoscitivo de lo claro y lo distinto, que es el de la univocidad, y se pasa, por reacción, a un paradigma de lo relativo y lo totalmente incierto, que es el de la equivocidad”.5

Aunque esto también presente una dificultad como ya se advirtió antes. Ambos extremos, el de la univocidad cientificista y el de la equivocidad relativista, desestabilizan negativamente las ciencias. Por eso se requiere buscar un equilibrio, una mediación, y entonces ahí estará la analogía. Según Beuchot, sus cauces nos otorgarán las bases necesarias para la fundamentación y la puesta en práctica de este arbitraje.

De la hermenéutica “en general”, aunque es el elemento principal de la teoría que pretendemos ilustrar, en este caso nos interesa un subtipo, la denominada “hermenéutica analógica”. ¿Qué es un análogo? Es aquello que significa sus denotados, en parte iguales y en parte diferentes. Es decir, una herramienta primariamente lingüística que nos facilita y ayuda a conectar distintas ideas que, dentro de sus propiedades, comparten aspectos similares. Podríamos decir que es un nexo -no una simple metáfora- entre conceptos y relaciones que nos permite dilucidar sus posibles puntos de encuentro. Es esta propiedad de “término medio”, arbitrio y conexión de lo análogo la que despertó el interés de Mauricio Beuchot por la analogía, entre otras razones.

A lo largo de la historia, autores como Aristóteles y santo Tomás de Aquino consideraron la noción de analogía como un punto medio. Mientras que un término unívoco es participado exclusivamente por ese mismo término (todos tenemos claro lo que es el futbol, no hay otras acepciones),6 en un equívoco participan un gran número de ideas, las cuales a su vez pueden ser particulares en cada caso (al hablar de “muñeca” nos podemos referir tanto a un juguete como a una parte del cuerpo); las analogías son aquellas realidades que tienen partes iguales y distintas, algo que las une y algo que las distingue.7 Podemos encontrar distintos tipos de analogía, pero nuestro autor hace hincapié en tres de ellos: analogía de la atribución, de la proporcionalidad propia y la impropia o metafórica.

La primera consiste en que el sentido de un término es aplicado a un analogado principal y, luego, de manera menos propia, a una serie de distintos analogados secundarios, creando una especie de escalera o jerarquía. Estos últimos se parecen al primero, pero no es su totalidad; esto nos permitirá -como veremos en las próximas secciones- realizar comparaciones y valoraciones para determinar la certeza y verdad de las interpretaciones. Por ejemplo: “sano se dice propiamente del organismo, pero no del alimento: la atribución es entonces intrínseca al organismo, pero extrínseca al alimento”.8 Es decir, podemos hablar de un ejercicio sano, un plato de comida sano, un hábito sano; pero todas esas denotaciones corresponden jerárquicamente al analogado principal de “cuerpo sano”, es decir, un organismo que posee salud.

Por otro lado, se encuentra la analogía de proporcionalidad: el término se les atribuye a distintas realidades según una razón o proporción de semejanza y usualmente consta de cuatro términos. Se llama así, ya que lo que se compara en este caso no son realidades en sí mismas, sino las relaciones que existen. Por ejemplo: el sol es a la tierra lo que una lámpara es a la habitación. En este caso es la relación estructural entre dos elementos lo que nos enseña la similitud existente entre dos términos distintos, es la propiedad de “iluminar” lo que nos permite comparar y entender el parecido entre el sol y la lámpara.

El tercer tipo se desprende del anterior, consta de una analogía de proporcionalidad pero metafórica. En este caso, este enlace se hace a través de propiedades extrínsecas a los conceptos. Al decir: “el perro es inteligente” se utiliza este instrumento lingüístico, ya que se relaciona la acción del perro que le propició esa descripción con la capacidad del ser humano de entendimiento y reflexión; aunque un animal no tenga capacidad racional.

Estos elementos le permiten a Beuchot acercarse a la equivocidad sin descuidar el sentido y enmarcarlo y sostenerlo lo más posible, guiándolo hacia lo unívoco. Su traslocación de la semiótica a la hermenéutica, y esta última como el camino adecuado para estudiar y analizar aquellas “ciencias del espíritu”, abren el camino para su aplicación a las ciencias sociales. La metodología de la analogía obedece a la finitud del hombre, la realidad es interpretada constantemente y, aunque las variantes sean infinitas, nosotros no lo somos; característica que, a su vez, también nos impide alcanzar verdades absolutas.

¿Cómo pueden estos elementos lingüísticos hacer pie en la ciencia de la interpretación? Principalmente analizando la realidad como un texto y dilucidando la mejor, o más adecuada, interpretación. Gracias a la analogía se comprende que no hay un significado único para un término, sino varios que le pueden pertenecer de manera válida, aunque no indiscriminadamente. De esta manera, un texto tendrá varias interpretaciones comparables entre sí, ya que jerárquicamente se respeta un nivel de validez (como la atribución). Esto resulta crucial debido a que nos permite alejarnos de aquellos enunciados que sostienen igualdad de validez para todas las interpretaciones. Estas, por más “democráticas” que pretendan sonar, no hacen más que desvalorizar automáticamente toda interpretación. La diversidad se pierde en ella misma.

Quien determina esta validez es el intérprete, si es capaz de rescatar la intentio auctoris del texto (criterio de verdad o validez).9 Es decir, la intención del autor del texto marca un límite en el significado de esa obra. No obstante, uno nunca podría comprender ni alcanzar cabalmente esta intención (lo cual, por lo demás, supondría caer en el univocismo), por un lado, debido a la finitud ya mencionada y, por el otro, por la existencia de nuestra subjetividad. Contamos con una intentio lectoris, una forma propia de leer o comprender el texto, un contexto propio, una cultura, historia, roles y relaciones que nos moldean y establecen gran parte de nuestra narrativa de vida; lo que evita alcanzar al cien por cien la primera intención. “Nosotros hablaríamos, más que de una intención del texto, de la conjunción o encuentro de la intención del autor y la intención del lector”.10 Con esto se logra recuperar un poco de la primera, sin perder noción de que se encuentra contaminada por la segunda.11 El buen hermeneuta procura conocer su intención (intentio lectoris) y evitar que suplante la intención del autor. Pero a su vez, es consciente de que siempre se van a deslizar sus prejuicios, sus intereses y distorsiones.

Por último ¿cómo consensuamos o encontramos entre todas estas jerarquías y nociones proporcionales esta conjunción de la que se habló? Aquí entra de nuevo la analogía investida de prudencia. La argumentación es un paso crucial para justificar y validar las distintas interpretaciones e ideas esgrimidas, pero el filósofo mexicano arguye que la lógica que sostiene una estructura discursiva racional o razonable necesariamente conlleva un aspecto prudencial. A nuestro entender, Beuchot afirma esto porque considera la prudencia como “una racionalidad contextual, una racionalidad analógica”.12 Lo que puede ser proporcionado para uno puede no serlo para otro y por ello la virtud de la prudencia ayuda a encontrar el término medio entre las decisiones, acciones e ideas.

El autor rescata el término prudencia como herramienta esencial en la aplicación de la analogía, ya que lo comprende, en su sentido aristotélico, como la virtud cardinal más importante. Es aquella que nos enseña “el punto medio” entre los excesos y defectos, las proporciones justas -precisamente el nombre griego de la proporción es analogía-.

1.1. El desarrollo de la nueva epistemología

Para alcanzar nuestro objetivo principal primero debemos entender cómo funciona la epistemología propia de la hermenéutica analógica; de lo contrario, estaríamos trabajando sobre un suelo nebuloso e inestable. La ciencia política, como toda ciencia social, no se presenta como un corpus de leyes universales estrictas de poca variación. No obstante, su carácter de ciencia es reconocido en el mundo,13 mientras que su estatus epistemológico puede variar fuertemente dependiendo de la tradición desde la cual se analiza un fenómeno. La “nueva epistemología”, como la llama Beuchot, pretende constituir un importante aporte al estudio de los fenómenos sociales, entre los cuales se encuentra la política.

De la misma manera, esta nueva epistemología pretende abordar la realidad desde un enfoque analógico, es decir, desde la proporción y la prudencia. A raíz de esto nos vemos de nuevo envueltos en la obligación de utilizar las categorías de univocidad y equivocidad.14

Desde temprano, la epistemología ha sido una preocupación para la hermenéutica, pero aumentó su notoriedad con la división que hizo Dilthey de los saberes en ciencias naturales y ciencias del espíritu, donde las primeras explican y las segundas comprenden, ambas entendidas como irreconciliables. Desde el lado del univocismo vemos una epistemología positivista y/o analítica que, con la guía del método científico, extrapola los elementos de las ciencias duras al estudio de las ciencias sociales, descontextualizando, cosificando y alienando el objeto estudiado. Como paradigma de esta corriente podemos mencionar a Mario Bunge;15 su filosofía de la ciencia nos demanda una formalización de los saberes y su contrastación empírica para la verificación de los enunciados. Desde su perspectiva, nuestro trabajo carece de rigor y de la etiqueta científica si no cumple con tal procedimiento. En el otro extremo, nos encontramos con un relativismo excesivo e irracional, donde el conocimiento de la realidad se ve subsumido en un sinfín de interpretaciones, todas con el mismo nivel de validez, sin posibilidad de lograr efectivamente una acumulación de saber.16 Este polo adoptó como episteme a la hermenéutica. Tanto Beuchot como Jerez señalan a Richard Rorty o a Jaques Derrida como ejemplos claros de este extremo.

Es así como el perfil de la nueva epistemología desarrolla una nueva teoría del conocimiento en la cual esos dos polos no se cancelen entre sí ni se pierdan. Se trata de una posición proporcional, la cual se sitúa en un equilibrium flexible, pero consciente de los límites. ¿Puede existir esta conjunción? Más allá de que la hermenéutica se presenta en muchas ocasiones como la crítica de la gnoseología y epistemología que sustenta al positivismo y a su posterior efecto de reducción unívoca de toda verdad al procedimiento metodológico, la unión se puede hacer gracias a los puentes dispuestos por la analogía.17

Desde el lado de la hermenéutica se puede establecer que el autor de un texto quiere que sus lectores entiendan un determinado mensaje. Pero estos últimos se interponen y tienden a captar sus propias ideas. En este momento la interpretación tiene sus bemoles oscilantes entre estas dos intentios, pero el buen intérprete es aquel que tiene como objetivo el alcance del significado principal sabiendo que no va a poder conseguirlo en su totalidad, ya que es consciente de su subjetividad y no pretende reprimirla sino reconocerla. Por eso, el problema epistemológico que se nos presenta en la hermenéutica no es tanto el del conocimiento en sí mismo sino del conocimiento que podemos llegar a alcanzar del significado en la interpretación de los textos.

Desde aquí podemos dilucidar que el trabajo realizado por Beuchot desemboca en una posición cuasi realista respecto al conocimiento. Es decir, no rechaza lo “dado”, que vendría a ser la intención del autor y del propio texto, en detrimento de la interpretación. El realismo nos dice que las interpretaciones no pueden suplantar los límites que los hechos imponen, existe un umbral. Claro está que estos deben ser interpretados, pero no todo análisis resulta válido a la hora de explicar un hecho determinado. A su vez:

lejos de la conformidad y de la inacción este tipo de realismo apunta hacia la transformación (praxis) de la realidad, pero de la Realidad, y no de su Textualidad en sentido fuerte (como representación epistémica de lo que sabemos o creemos saber acerca de ella). […] Con todo, la prudencia o phrónesis guía esta nueva epistemología por el camino de la conjunción y no de la disyunción en cuestiones cognitivas.18

El filósofo mexicano se apoya principalmente en las ideas de Maurizio Ferraris19 cuando desarrolla su posición realista y no duda en destacar la necesidad práctica y concreta de una teoría del conocimiento de esta índole en nuestros tiempos. Por eso mismo denomina a su postura “nuevo realismo analógico”.20 Esta admite la existencia de una realidad independiente de la mente, pero que no es captada de manera inmediata y directa, sino que se da a través de una mediación epistémica proporcionada por nuestra cultura; es decir, relativa a nuestros marcos conceptuales. No obstante, existen esencias que no dependen completamente de nuestros intereses cognoscitivos como las clases naturales.21

Así todo, dentro del marco presentado, cuando emitimos interpretaciones y juicios aspiramos a que sean verdaderas, queremos que irradien el significado del texto y para ello necesitamos algún criterio para dilucidar la más acertada. Por ende, con este realismo analógico es compatible una teoría de la verdad como correspondencia o adecuación (adaeiquatio). No cualquier tipo, claro está, sino una proporcional, no unívoca. Tanto los juicios de la mente como las oraciones lingüísticas deben ajustarse a los hechos para ser verdaderos.

Podemos decir que también son verdaderos en cuanto son coherentes (teoría coherentista) y fueron consensuados (teoría de la verdad como consenso). Sin embargo, estas se subordinan a la correspondencia con la realidad, la adecuación entre los enunciados y los hechos, las palabras con las cosas.22 Es decir, no entendemos algo como verdadero primariamente porque nos ponemos de acuerdo, sino que nos ponemos de acuerdo sobre algo porque es verdadero; alcanzamos ese consenso basándonos en la verdad y la referencia.23

Ahora, los enunciados no se corresponden de una manera biunívoca con los hechos, sino que lo hacen dentro de un rango o jerarquía de distintos grados de aproximación entre ellos (recordar la analogía de atribución). De esta forma, no se sostiene una única verdad absoluta, sino que se podrá admitir un determinado espectro o continuo de afirmaciones con distintos niveles de aproximación o adecuación hasta un cierto límite. Una vez traspasado, estas ya serán falsas.

Retornando al realismo presentado por Beuchot, podemos decir (como él también ha afirmado) que esta es una visión del conocimiento que entraña el encuentro entre el mundo (lo dado) y el hombre (lo construido). Nada pertenece en su totalidad a ninguno de los dos extremos, hay una parte que el hombre “cultiva”, concerniente a la cultura, y una parte que existe independientemente, sin necesidad de intervención, de manera “natural”: la naturaleza. En este encuentro radica la analogía, el conocimiento no es todo subjetividad ni todo objetividad, hay una proporción. La analogía implica una relación compleja; uno y otro terminan siendo más de lo que sería uno solo.24 El mundo posee una estructura con propiedades intrínsecas y, a su vez, recibe lo que nuestro sistema cognitivo aporta. El conocimiento humano es un proceso de “sublimación”,25 un paso de lo particular a lo universal.

1.2. Fundamentación epistemológica para las ciencias sociales, el método

¿Cómo podríamos conectar de manera adecuada y clara lo expuesto hasta ahora con su aplicación a las humanidades? El aporte epistemológico de Beuchot puede ser valorado como una propuesta que le da a las ciencias sociales una función prospectiva. El pensador sostiene que existe un problema a la hora de definir su estatus epistemológico y posiciona a la hermenéutica analógica como el mejor medio para solucionarlo. Esto permitiría a estas ciencias cumplir con su verdadero objetivo, según el filósofo mexicano: la búsqueda del sentido de lo humano y la protección de los derechos humanos en una sociedad plural.26

En el apartado anterior hablamos sobre el límite que se nos presenta con esta teoría al tratar de alcanzar interpretaciones absolutas. La universalidad a la que puede aspirar el conocimiento hermenéutico es una que debe dar cuenta de los aspectos particulares y contextuales, lo que la vuelve “impura”; es decir, no se alcanza una rígida aserción y significado, pero tampoco se lo deja a la vera del camino y en las fauces del relativismo. Beuchot logra alcanzar una especie de universalidad reducida o circunscrita gracias al trabajo de Charles Sanders Peirce27 y su modelo abductivo.

La abducción es el proceso o modo en el cual se plantea una hipótesis explicativa o universal, a partir de los datos particulares; trata de encontrar conexiones entre ellos siguiendo sus semejanzas y sus diferencias. Se trata de aquel conocimiento que pasa de los efectos a las causas, de la parte al todo. Beuchot destaca aquellos pasajes de Peirce donde resalta que la abducción es el proceso de producción de una hipótesis buscando que sea apropiada al referente de nuestro conocimiento -el significado de los textos en nuestro caso.28

El lógico americano propuso este nuevo procedimiento como una forma más de inferencia, justo en medio entre la deducción y la inducción. La abducción forma parte del proceso de descubrimiento; no significa verificar que C + D es G o no, sino que implica formular la posibilidad de que C + D = G.

Este autor dirigió su atención hacia los límites del conocimiento racional y juzgó que no todo se puede alcanzar ya sea por deducción o por inducción. Muchas cosas se quedan en el terreno de la conjetura, de la hipótesis, esto es, de la abducción. Beuchot no pierde oportunidad para resaltar la similitud que tiene este proceso con la analogía. Lo más importante de esta es que pasa de los objetos conocidos a los menos conocidos y desconocidos y, como la abducción,

se basa en las semejanzas para establecer conexiones y logra un cuasi universal partiendo de lo concreto, pero un universal analógico, no univocista.

No obstante, existe una cualidad más que une sólidamente a estos dos procedimientos: la iconicidad o ícono. Peirce lo define en varias ocasiones, aunque su descripción más amplia es la siguiente:

[E]s un signo que se refiere al Objeto al que denota meramente en virtud de caracteres que le son propios, y que posee igualmente exista o no exista tal Objeto. Es verdad que, a menos que haya realmente un Objeto tal, el Ícono no actúa como signo; pero esto no guarda relación alguna con su carácter como signo. Cualquier cosa, sea lo que fuere, cualidad, individuo existente o ley, es un ícono de alguna otra cosa, en la medida en que es como esa cosa y en que es usada como signo de ella.29

Entonces, lo importante en este signo es la semejanza que tiene con su objeto significado. Es esta similitud lo característico de los íconos, a diferencia de otros dos signos que también trabaja Peirce: el índice y el símbolo. Divide el ícono principalmente en tres categorías: aquellos basados en cualidades reciben el nombre de imágenes; los que representan relaciones, diagramas; y aquellos que acarrean una comparación o paralelismo diferente, metáforas. Es esencial para Beuchot -y para nosotros- precisar que estos signos son complejos, híbridos; poseen algo natural en cuanto que poseen en parte algo de índices (este implica la presencia del significado, alude a ella y a veces hasta la exige) y, por otro lado, tienen un soporte material, el símbolo. Al contener algo de este último signo (es el impuesto por el hombre, como las meras palabras del lenguaje, es movedizo, crea su propio decodificador y deja amplio margen para las interpretaciones) ya son convencionales, arbitrarios. Esto nos lleva a afirmar que tienen su parte natural y su parte cultural, pero basados en la semejanza, por eso comparten enormes similitudes con la analogía y esta con el ícono.

Este signo no presenta características totalmente univocistas ni equivocistas, ya que es posibilidad.30 Así como vimos que la abducción consiste en hipótesis y conjeturas, el ícono toma el lugar de árbitro entre extremos -al igual que la analogía- y se posiciona como herramienta lingüística predilecta para el conocimiento de universales “impuros” a través de las particularidades, gracias a las similitudes y su mestizaje entre natura y cultura. Los textos son íconos que nos hacemos de las cosas, ya sean reales, existentes o fantasiosos. Así, como mencionamos al principio, podemos analizar nuestro entorno y las acciones cual textos.

A su vez, este signo nos permite llegar al “todo” viendo el fragmento. ¿Qué significa esto? En el acto del habla analógico -Beuchot al tocar estos temas usa analogía e ícono indistintamente-, al expresarnos a través de la analogía, hay una fuerza que nos lleva a la universalidad por un lado y a la particularidad por el otro. Lingüísticamente hablando, nos referimos a los efectos que causan la metonimia y la metáfora. Peirce divide los signos en tres: índice, ícono y símbolo; nosotros trabajamos con el ícono, ya que es el que representa las características analógicas, mientras que el primero tiende hacia un univocismo y el último hacia un equivocismo (o se busca una total correspondencia con los hechos o una total abstracción e interpretación). El ícono logra asimilar parte de la metonimia y la metáfora, es decir, tiene la virtud de poder denotar en lo fragmentado o particular lo universal y, también, logra el camino inverso, viendo en universales similitudes y correspondencia con particulares muy diferenciados.

En resumen, trasladando esto al campo del conocimiento podemos afirmar que esta idea de ícono fue un aporte muy valioso que Beuchot supo utilizar para poder darle mayor cuerpo a su hermenéutica analógica, principalmente en su fundamentación epistemológica. Transportamos y colegimos de la metonimia y la metáfora como componentes del ícono las ideas de inducción y abstracción fusionadas en la noción explicada al comienzo como abducción:

Peirce le permite [a Beuchot] fundamentar epistemológicamente a las humanidades. Su noción de ícono remite a la idea de que el conocimiento de un fragmento posibilita el conocimiento de una totalidad. La abducción es el proceso lógico que conduce a un universal analógico, icónico, hipotético y revisable. […] Se trata de una universalidad con límites que necesita atender a los aspectos particulares y contextuales.31

2. La hermenéutica analógica en la ciencia política

Permítasenos comenzar sosteniendo que la ciencia política, al igual que el resto de las ciencias sociales, pretenden modelarse sobre la base de la epistemología dominante, evitando así que desarrolle una dimensión interpretativa. Afirmar que esta disciplina exhibe una amplia gama de enfoques es aceptable. Pero, sin embargo, la problemática en realidad radica en la atención y validez que se le adjudica a cada uno de ellos y la predominancia de una postura en específico.

Así como a lo largo del presente trabajo se habló de paradigmas univocistas y equivocistas, esta sección no es la excepción. En la ciencia política podríamos considerar predominantes (sobre todo en el ámbito anglosajón, que posteriormente se extiende al resto del mundo) los enfoques más positivistas como la rational choice, la teoría de los juegos, el behaviorismo (conductismo) y algunas versiones de política comparada.32 Estos se caracterizan principalmente por la utilización de un razonamiento instrumental y por tratar de constituirse en una ciencia verificable, controlable e inmune a cualquier contaminación pasional e interpretativa. La tendencia predominante es “cosificar” el comportamiento político, para enmarcarlo y transformarlo en un dato cuantificable, desprendiéndolo así de su contexto y de cualquier posibilidad de disputa interpretativa.

Enfoques como el conductista consideran los campos de la interpretación y la teoría normativa como actividades inútiles, ya que no presentaban pruebas rígidas para sostener sus afirmaciones. Su teoría se basa en “los hechos” y es prácticamente incuestionable si no se utilizan sus mismos procedimientos. Así, buscan otorgarle un estatus científico al estudio de la política.33 En esta misma línea se encuentran las teorías de elección racional. Estas arguyen que el comportamiento político puede entenderse cabalmente como un resultado de las decisiones de individuos que actúan siguiendo su propio interés (con una racionalidad instrumental de costo-beneficio).

Otro ejemplo por abordar serían los estudios comparados. Comparar es una herramienta esencial de descubrimiento y a veces es inevitable su realización; nos permite “controlar”, es decir: “verificar o falsificar si una generalización (regularidad) se corresponde con los casos a los cuales se aplica”.34 Sin embargo, trabajar con marcos comparativos plantea diversas dificultades conceptuales y retos. Los sesgos indiscutiblemente inherentes a los investigadores y los datos utilizados suponen un problema a la hora de “hacer viajar” conceptos para establecer comparaciones. Parangonar distintos contextos, culturas y significados bajo un marco conceptual unívoco invisibilizaría aspectos cruciales de los fenómenos observados. Cotejar entre actitudes y culturas políticas se dificulta, ya que exige primero haber definido qué instituciones y prácticas son propiamente políticas en cada sociedad. Al final, lo que termina haciendo verificable una generalización es su confirmación en ambientes suficientemente diferentes; pero en los casos de los fenómenos sociales y políticos, una cultura suficientemente distinta podría implicar un entendimiento sustancialmente diferente del concepto o fenómeno en cuestión.35 De nuevo, la analogía podría proveer un gran soporte en el proceso de generalización sin perder de vista las diversas interpretaciones existentes. Su posibilidad justamente radica en que su suelo epistemológico no proviene del positivismo.

Sartori dice:

Por cierto, mis estantes están inundados de libros cuyos títulos son “Metodología de las ciencias sociales”, pero esas obras simplemente tratan sobre técnicas de investigación y procesamiento estadístico. No tienen casi nada que ver con el “método del logos”, con el método del pensamiento. Por lo que tenemos una ciencia deprimente que carece de método lógico y, de hecho, ignora la lógica pura y simple.36

La crítica del politólogo italiano trata de ilustrar que la ciencia política perdió su método, ya no puede ser considerada una ciencia aplicada pues no hay nada que aplicar. Las dimensiones teórica y práctica perdieron su conexión, lo que cancela la práctica. Es un conocimiento sin razón de ser, un gigante que crece, pero con “pies de barro”. Se debe resistir la cuantificación de este campo del saber.37

Con estas críticas no pretendemos defender una disciplina totalmente carente de forma. La exigencia de unas ciertas normas metodológicas es necesaria, pero sin el ánimo obstinado de copiar los métodos de las ciencias naturales. Los distintos enfoques existentes dentro de la ciencia política hacen hincapié en distintos tipos de datos, ninguno afirma que sean completamente innecesarios. El problema radica en la utilización de estos, he aquí de nuevo la moderación, la prudencia. Al fin y al cabo, este campo del conocimiento descansa en el principio de que todo conocimiento debe ser público y con posibilidad de crítica, no hay verdades ocultas ni infalibles portadoras de la verdad absoluta.38

La producción científica y académica contemporánea se expresa principalmente a través de artículos publicados en revistas académicas. Algunos estudios como el de Marsh y Savigny39 muestran el predominio de artículos pertenecientes a corrientes behavioristas y/o positivistas en detrimento de otros con distintos enfoques epistemológicos. Está claro que una posible justificación de esta situación podría ser que simplemente aquellos trabajos fueron mejores; no obstante, es muy difícil que escritos de índole interpretativa sean catalogados como válidos o “mejores” si a la hora de valorar las producciones la lógica subyacente parte de estas corrientes predominantes.

Por otro lado, nos falta el otro polo: aquellos enfoques con un método más relativista. Para los más extremos, la comprensión del fenómeno político implica el entendimiento de todas y cada una de las concepciones individuales involucradas en el fenómeno. Una posición más moderada -analógica, podríamos decir- indicaría que depende del observador descubrir significados generales atribuidos por diversos grupos al acontecimiento estudiado.

Se debe considerar que los enfoques más estrictamente cientificistas y positivistas también se vieron atacados por posturas no necesariamente pertenecientes a la teoría hermenéutica analógica y posturas extremas. Muchas de ellas esgrimieron su crítica a través de la utilización de métodos ajenos a la teoría política y la hermenéutica, como la propia política comparada.40 Pero en el presente siglo, quienes generalmente llevan la voz cantante de este juicio hacia los univocismos son las corrientes más propiamente posmodernas, relativistas o equivocistas.

Desde esta perspectiva, la idea de “unidad” que dejó la modernidad presenta un “obstáculo epistemológico”, es decir, existe una dificultad que emerge desde el sujeto que conoce, de modo independiente de su conciencia.41 Este obstáculo puede estar conformado por razones culturales o hasta biológicas y nuestra percepción se ve condicionada por nuestro contexto, nuestra cultura y situaciones existenciales. En la ciencia política, al igual que en el resto de las ciencias sociales, la evolución de esta corriente les pone fin a ciertos conceptos “verdaderos” que se encuentran legitimados a través del criterio de veracidad que esas propias posturas usan. En este sentido, las categorías, las variables, los índices, todo aquello utilizado por los enfoques primeramente nombrados, necesitan de lo excluido para definirse. Exponentes como Derrida, Foucault, Rorty, Lyotard, Vattimo, entre otros, sostienen esta visión.

Foucault, por ejemplo, lleva al extremo la implicación de la política estableciendo: “es el régimen de poder el que define qué es lo significativo, qué temas hemos de investigar, cómo debemos producir los datos y, sobre todo, qué cuenta como conocimiento; y a su vez es el régimen de conocimiento el que define quien tiene y quien no tiene la autoridad intelectual para decidir”.42

Podría argüirse que este tipo de teorías pertenecen al campo de la filosofía política antes que a la ciencia política más estricta. Pero, en realidad, este tipo de enfoque trata de deslegitimizar, a través de un proceso de deconstrucción, a la disciplina entendida como una ciencia capaz de generar conocimiento agregativo de cualquier índole. Todo se reduce al control social que los regímenes de poder y conocimiento realizan. El propósito justamente es desenmascarar la producción de “verdad” que es la modernidad.43

No obstante esta ruptura de normas establecidas, la escisión con efecto emancipatorio como fin en sí mismo, antes que como un medio, provoca como resultado vaciedad, ya que luego del posmodernismo ¿qué ocurre? La ausencia de toda metanarrativa, de todo criterio, destruye la ciencia política, justamente aquella ciencia encargada no solo del estudio de las acciones y fenómenos políticos, sino de la conducción de seres humanos y la búsqueda de una mejor vida en comunidad. La falta de planteamientos propositivos es una de las críticas más contundentes que esta corriente recibe.

Desde este punto, nos gustaría plantear la necesidad de una hermenéutica analógica en el presente campo del saber. La teoría elaborada por el filósofo mexicano fue eminentemente gestada para ser aplicada a las ciencias sociales.

“We insist that an epistemological position is a skin, not a sweater”.44 Por eso no podemos cambiar esporádicamente de método ni intentar aplicar costumbres científicas con raíces distintas a la hora de conocer. La hermenéutica analógica exige una correspondencia o adecuación analógica en la construcción de conceptos para evitar la pretensión de la univocidad, además de frenar los vertiginosos senderos de la fragmentación total. Con un realismo analógico-icónico partimos desde una posición subjetiva, con un gran margen de equivocidad, pero tendemos y/o estamos intencionados, luego, hacia un objetivismo para lograr la mayor coincidencia posible. Esto es lo que implica atención al mundo humano.45

El ícono es nuestro instrumento principal en esta explicación, ya que es un modelo -siempre análogo- que nos enseña el camino para no deslizarnos hacia los extremos. La hermenéutica ha llegado a ser la episteme de la posmodernidad. En el caso de la pedagogía, por ejemplo, se centrará la interpretación en la interacción educativa y las acciones significativas del docente como texto.46

La metonimia y la metáfora del ícono son nuestros andamios a la hora de analizar la realidad política de nuestro contexto. Estos elementos nos dan la certeza necesaria para poder -con mucho cuidado- establecer una definición coherente y verificada de, por dar un ejemplo, “disciplina partidaria” sin olvidar ni relegar las diversas interpretaciones e intersubjetividades construidas alrededor de este concepto. El proceso de operacionalización debe ser realizado junto con un reconocimiento cabal de las subjetividades participantes en las definiciones. Es decir, el investigador debe ser consciente de y comunicar no solo cómo va a usar ese término, sino en qué contexto, bajo qué premisas e ideales, a quiénes aplican específicamente y explayarse abiertamente sobre la adecuación a la realidad que su definición posee. El analogado principal del término en cuestión debe ser explicitado para luego poder demostrar teóricamente la proximidad y adecuación de los resultados obtenidos en el proceso de operacionalización. Esto se debe a que no se acepta una definición como única y absoluta, sino como “la más adecuada” dentro de la jerarquía que establece la atribución, desde la más apropiada o “verdadera” hasta la contraria.

Aun así, más allá de que los indicadores obtenidos pretendan acercarse lo más posible a un ícono, es decir, a la representación metonímica (generalizada) de un fenómeno metafórico (la interpretación del concepto estudiado), se presentará una limitación importante que nos impediría hacer viajar fácilmente a los conceptos para poder establecer comparaciones. Luego, la propia analogía proporcional pavimentaría el camino para lograr parangones sin estiramientos conceptuales ni una adaptación forzada de términos con pretensiones “neutrales”47 y universales en culturas y contextos disímiles.

Pero he ahí el quid de la cuestión; la utilización de la analogía, tanto proporcional como de atribución, pretende encontrar similitudes y diferencias a la hora de aplicar y construir marcos explicativos de los distintos fenómenos políticos sin perder la consciencia de la imposibilidad de universalizar de manera absoluta. Es por ello que la abducción, a la hora de estudiar la realidad a través de los modelos analíticos desarrollados, nos provee de un recurso muy importante, ya que nos permite mantener una actitud hipotética, entre la deducción totalizante y la inducción más fragmentaria. De esta manera podemos universalizar manteniéndonos en la posibilidad (sin la obligación) de una afirmación contundente ni una aserción escuálida y débil.

Podemos hacer un paralelismo con algunas ideas en la sociología. Los tipos ideales weberianos, los cuales son tenidos en cuenta por Beuchot como analógicos, debido a su iconicidad, mantienen con sus correlatos una relación de semejanza, de analogía. Existen ciertos parecidos entre estos y pueden orientar nuestro conocimiento de manera suficiente.48 No obstante, no hay que transformarlos en ídolos ni absolutizarlos. Son una aproximación que se adecua a la realidad, pero no son la realidad.

Pensar lo político nos remite a un universo con alta complejidad de delimitación. Las distintas dimensiones de la ciencia política y sus componentes redefinen constantemente sus interacciones y nexos obligando a la disciplina a formar nuevas categorizaciones.49 De esta manera, se vuelve cada vez más difícil separar un nivel del otro, como, por ejemplo, el entrelazamiento entre la filosofía política con otros enfoques más empíricos o comparativistas. Es importante asumir en muchas ocasiones el carácter normativo de muchos conceptos estudiados y excesivamente medidos por la ciencia política. El mejor ejemplo, creemos, es, siguiendo a Cancino,50 el histórico debate por la definición de democracia y lo que posteriormente ocurrió cuando se introdujo la noción de “calidad democrática”.

Este cruce y mixtura es el resultado de la excesiva positivización de la disciplina. El vicio cientificista, su exceso, terminó descarrilando la ciencia política, volviendo insignificantes las conclusiones obtenidas tras infinidad de mediciones e indicadores que, al final, terminaron totalmente vaciados de contenido. Así, se vieron en la necesidad de buscar refugio en espacios más teórico-filosóficos.

A su vez, poco a poco, las corrientes más posmodernas, con su crítica a los enfoques más empiristas, ocupan nuevos espacios en la ciencia política, proveyendo conceptos y metodologías difíciles de juzgar en sí mismas o incapaces de proporcionar criterios claros de validez. Al no haber prestado atención a los problemas que podría llegar a ocasionar el deslizamiento hacia los extremos, se terminó en una encrucijada entre univocismos y equivocismos. Ambos, como ya enunciamos al principio, peligrosas posiciones que drenan el significado y la capacidad de conocer en las ciencias sociales.

A modo de conclusión

En el presente trabajo buscamos sistematizar las ideas de Mauricio Beuchot respecto a su hermenéutica analógica. A través de un breve repaso del desarrollo de la hermenéutica y de su transformación en una episteme bastante valorada en la época posmoderna, concluimos que constituye una vía prometedora para el futuro desarrollo de las disciplinas pertenecientes a las ciencias sociales.

Particularmente, esta materia vista desde una perspectiva analógica se nos presenta como aquel “punto medio” cuya principal misión radica en lograr que no haya interpretaciones únicas ni absolutas, ni tampoco relativistas o carentes de sentido, sino una cantidad variada de interpretaciones. Estas deben estar correctamente jerarquizadas y, a su vez, ser controladas con arreglo al texto estudiado. El resultado es una consciencia de la diversidad sin el abandono de pequeñas universalizaciones o búsqueda de semejanzas.

En un texto nos encontramos con el autor, el propio texto y nosotros mismos; es nuestro trabajo interpretar lo que enunció el primero a través de un proceso de des- y recontextualización para dilucidar mejor el sentido del texto conociendo nuestras propias subjetividades. El primer paso siempre consiste en reconocer(nos) en un contexto sin permitirnos sucumbir a él, ya que los fenómenos interpretados, la realidad, tienen modelos a los cuales debemos acercarnos lo más posible, sabiendo que nunca vamos a llegar. No debemos olvidar que esta disciplina interpretativa trata toda la realidad humana bajo el modelo de un texto, es decir, nos referimos a la realidad social y no literalmente a textos escritos.

Para el presente trabajo la dimensión más relevante de la hermenéutica analógica es la epistemología. Desde ahí partió la segunda sección, donde intentamos continuar con el cumplimiento de nuestro primer objetivo: la sistematización de las ideas del filósofo mexicano en este campo. Ya concluimos que en las ciencias sociales solo alcanzamos una exactitud que corresponde a una visión analógica de las cosas, es decir, se reconoce una episteme analógica en lugar de unívoca y equívoca. Las corrientes en disputa, referidas hasta el hartazgo por Beuchot, por un lado, se agrupan entre los positivismos y cientificismos, y los relativismos por el otro. El problema epistemológico principal que acecha la hermenéutica refiere al conocimiento que podemos llegar a alcanzar de los significados en la interpretación de los textos. ¿Cómo los alcanzamos? La primera respuesta debemos buscarla en la perspectiva realista de nuestro autor. La verdad, los significados, las respuestas como adecuación y la existencia de una realidad independiente de nosotros es el primer puntapié para el análisis.

A lo largo de la primera y segunda parte de la sección segunda desglosamos los elementos que se desprenden de lo dicho anteriormente, llegando así al aporte -y probablemente la influencia más importante en toda la teoría beuchotiana- de Charles Sanders Peirce. Desde esta contribución, se puede rastrear la base epistemológica que nuestro autor mexicano utiliza para poder sostener la aplicación de la analogía a las ciencias sociales.

Es el ícono, el elemento crucial, con sus características metonímicas y metafóricas, el que nos permitió entender cómo, a través del proceso de abducción, podemos analizar un fenómeno particular a través de conceptos construidos con propiedades singulares. Por consiguiente, conseguiríamos una universalización a través del establecimiento de semejanzas analógicas proporcionalmente alineadas sin caer en afirmaciones absolutas, sino realizarlo a través de conjeturas y posibilidades hipotéticas. Así mismo, también se lograría al comienzo de la investigación descubrir, a través de la analogía de la atribución, una serie de conceptos jerárquicamente cada vez más adecuados a la realidad como salvaguardia principal para mantener una noción prudentemente general frente a la fragmentación de interpretaciones emergentes.

Finalmente, reflejamos lo estudiado hasta este punto en la ciencia política, disciplina que poco a poco se fue hundiendo en la lucha entre los univocismos y equivocismos. Concluimos que, al tratarse de una ciencia social con características totalmente favorables a la aplicación de la hermenéutica analógica como epistemología principal, esta podría presentar una alternativa adecuada para lograr sortear las oposiciones y carencias a las que se vio sometido este campo de estudio.

Juzgamos importante aclarar que esto es solo el primer paso de la investigación y la agenda queda abierta para un fructífero debate acerca del futuro de la ciencia política en un nuevo mundo extremadamente plural y diverso, con enfoques a veces tan opuestos pero interdependientes entre sí (el cual, por otra parte, ya se viene dando desde hace varios años). A su vez, también es necesario comprender el papel que la hermenéutica viene a ocupar dentro de las humanidades y con ello se prescribe el deber de evitar que termine cayendo, como el resto de las disciplinas, en los extremos mencionados a lo largo de todo el trabajo.

Por último, creemos menester la profundización de la hermenéutica analógica, ya que a nuestro parecer ofrece un marco amplísimo y sumamente aplicable a un sinfín de disciplinas. No obstante, para ello requiere de un trabajo y desarrollo muchísimo más sustancioso. No es nuestra intención realizar una crítica negativa al enfoque, sino, al contrario, hacer notar que su adaptación y utilización en distintas ciencias sociales requieren estudios más exhaustivos con, y para aportar, mayor claridad en su paso del plano epistemológico al metodológico.

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1Mauricio Beuchot, Tratado de hermenéutica analógica (Ciudad de México: Itaca, 2000): 44-45.

3Estos aspectos de los extremos mencionados constituyen un tema interesante de analizar, ya que dentro de su oposición se pueden encontrar similitudes que los conducen a los mismos resultados; los extremos se tocan. Beuchot menciona esta idea superficialmente en sus obras, pero sin un desarrollo profundo.

4Mauricio Beuchot y Francisco Arenas-Dol. Hermenéutica de la encrucijada: analogía, retórica y filosofía (Barcelona: Anthropos, 2008), 29.

5De acá podría desprenderse un interesante debate, ya que “todos conocemos lo que es el futbol” en realidad aplicaría más a las personas de ciertas naciones (ya que, en Estados Unidos de Norteamérica, por ejemplo, se denomina así a otro deporte). He ahí uno de los problemas del univocismo en una época tan plural. Los aspectos culturales de la interpretación son abordados por Beuchot, pero debido a los objetivos del presente trabajo no serán tratados aquí.

6José Antonio Barbón Lacambra, “El fundamento análogo del derecho”, Aequitas Virtual 27, núm. 11 (2018): 4.

8Un análisis más profundo sobre estos términos se realizará en la siguiente sección.

9Beuchot, Tratado, 56.

10Cabe señalar que existen distintas posiciones respecto a la “intención” que debe primar; el debate entre alegoristas y literalitas abunda en la hermenéutica. Podemos citar la oposición entre Umberto Eco y Richard Rorty, el primero más literal, cercano a la analítica, mientras que el segundo más alegórico, relativista, cercano al posmodernismo. Umberto Eco, Interpretaciones y sobreinterpretación (Cambridge: Cambridge University Press, 1997).

11Mauricio Beuchot, Hechos e interpretaciones: hacia una hermenéutica analógica (Ciudad de México: FCE, 2016), 26.

12Luz Marina Vanegas Avilés, “La ciencia política en las ciencias sociales”, Reflexiones 1, núm. 89 (2010): 180.

13Podrían considerarse como arbitrarias en muchos aspectos, ya que generalizan un aspecto particular de las teorías existentes y las encasillan en una clasificación dicotómica. Pero, por otro lado, logran ilustrar de manera simple las tendencias existentes en las ciencias sociales; y su función, al menos para nuestro análisis, no es más que esta.

14Mario Bunge, La ciencia. Su método y su filosofía (Pamplona: Laetoli, 2013).

15Mauricio Beuchot y José Luis Jerez, Dar con la realidad: hermenéutica analógica, realismo y epistemología (Neuquén: Círculo Hermenéutico, 2014), 99-102.

18Maurizio Ferraris, Manifiesto del nuevo realismo (Santiago: Ariadna, 2012).

19Mauricio Beuchot y José Luis Jerez. Manifiesto del nuevo realismo analógico (Buenos Aires: Círculo Hermenéutico, 2012).

20Mauricio Beuchot, Sobre el realismo y la verdad en el camino de la analogicidad (Buenos Aires: Círculo Hermenéutico, 2013), 28. Categorías que describen realidades físicas, por oposición a realidades humanas o significados intersubjetivos.

21Mauricio Beuchot y Luis Eduardo Primero Rivas, Desarrollos de la nueva epistemología (Popayán, Colombia: Universidad del Cauca, 2015), 60-67.

22Beuchot prefiere utilizar este término para superar el lenguaje positivista al nombrar al universo fáctico y sus relaciones, donde también se dan los acontecimientos. Este mundo es simbolizado, sentido e interpretado por los seres humanos.

23Beuchot, Sobre el realismo, 151-152.

24Beuchot y Rivas, Desarrollos, 57.

25Beatriz Inés Mattar, “La interpretación en Mauricio Beuchot y en Charles Peirce” (Tesis de doctorado, Universidad del Salvador, 2009), 6.

26Definió el concepto del razonamiento abductivista y es uno de los fundadores de la semiótica, prefigurando el debate entre los positivistas lógicos y los defensores de la filosofía del lenguaje.

27Mauricio Beuchot, Estudios sobre Peirce y la escolástica (Pamplona: Universidad de Navarra, 2002), 97-98.

28Citado en Mauricio Beuchot, “Peirce, el ícono y un realismo icónico”, DeSignis (Publicaciones de la Federación Latinoamericana de Semiótica), 25 (2016b): 162.

29En algunos casos puede notarse que este punto intermedio, analogicidad o iconicidad tiende más hacia un equivocismo. Esto está contemplado por Beuchot y hasta resaltado; en su respuesta a Coreth —en uno de sus libros— lo enfatiza. Beuchot, Tratado, 117-119.

30Beatriz Inés Mattar, “La Recepción de la Hermenéutica Analógica en Argentina”, RiHumSo 6, núm. 12 (2017): 50.

31John T. Ishiyama y Marijke Breuning (eds.), 21st Century Political Science: A reference Handbook (Texas: Sage Publications, 2011).

32David Marsh y Gerry Stoker (eds.), Teoría y métodos de la ciencia política (Madrid: Alianza, 1997), 20.

33Giovanni Sartori, “Comparaciones y método comparado”, en La comparación en las ciencias sociales (Ciudad de México: Alianza, 1994), 31.

34Alaisdair MacIntyre, Against the Self-Images of the Age (Indiana: University of Notre Dame Press, 1972), 260-266.

35Giovani Sartori, “¿Hacia dónde va la ciencia política?”, Revista Española de Ciencia Política, núm. 12 (2004): 11.

37Marsh y Stoker, Teoría y métodos, 16.

38Marsh y Savigny, “ ‘Political Science’ as a Broad Church: The Search for a Pluralist Discipline”, Politics 3, núm. 4 (2004): 155-168.

39Sebastián Etchemendy, “La batalla por el método; auge y caída del proyecto hegemónico del formalismo en la política comparada”, Nueva Época 1, núm. 1 (2004).

40Susana Murillo, Posmodernidad y neoliberalismo. Reflexiones críticas desde los proyectos emancipadores de América Latina (Buenos Aires: Luxemburg, 2012), 22.

41Mark Bevir, “Foucault and Critique: Deploying Agency Against Autonomy”, Political Theory 1, núm. 27 (1999): 66. La traducción es mía.

42Lucrecia Rubio Grundell, “Filosofía política y posmodernidad. De la necesidad de romper con la dicotomía crítica/normatividad”, Astrolabio, núm. 15 (2013): 46.

43“Insistimos en que una posición epistemológica es como la piel, no un sweater” (la traducción es mía). Marsh y Savigny, “Political Science”, 165.

44Mauricio Beuchot, “Epistemología de la hermenéutica analógica para los estudios sociales de la ciencia”, Sociología y Tecnociencia 1, núm. 4 (2013): 35.

46No pretendemos sostener que “ningún concepto es inocente”, ya que eso implicaría contribuir a la idea de que todo está realizado por un interés voluntario de poder, control o dominación, cuando en realidad —en muchos casos— los enunciados son lo que son debido a su inherente carácter cultural, histórico y contextual inevitable.

48César Cancino, “Adiós a la ciencia política. Crónica de una muerte anunciada”, Metapolítica, núm. 14 (2007): 16.

Licenciada en Ciencias Políticas por la Universidad Católica Argentina (UCA), becaria de investigación IICS-UCA. Se desempeña como docente de Filosofía Política en dicha universidad y en la Universidad Nacional de Tres de Febrero (UNTREV). Sus investigaciones giran en torno al empleo de la hermenéutica, principalmente de su variante analógica, como herramienta para el desarrollo de la filosofía política y un mejor entendimiento de sus debates contemporáneos. Mauricio Beuchot, “Hermenéutica y política”, Estudios Filosóficos, núm. 53 (2004); “Hermenéutica Analógica y Política”, Cuadernos de Filosofía Latinoamericana 93, núm. 26 (2005) y “Hermenéutica analógica y política”, Anacronismo e Irrupción 3, núm. 2 (2012).

Recibido: 22 de Noviembre de 2021; Aprobado: 05 de Mayo de 2022

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