Introducción
La soledad se ha descrito de diferentes formas a lo largo del tiempo, por ejemplo, se ha definido, de forma general, como una respuesta ante la ausencia de lo que puede brindar una relación en particular, implicando, así, un desequilibrio en el nivel deseado y logrado de interacción socio-afectiva (Sermat, 1978). En congruencia, ha sido concebida por Young (1982) como la ausencia real o percibida en las relaciones sociales que son satisfactorias para el individuo, tomándose como una experiencia subjetiva de tipo emocional, que se presenta cuando no se han logrado establecer las relaciones interpersonales de la manera deseada (Ayalon, 2014). Asimismo, Hawkley y Capitanio (2015) la definen como una discrepancia entre los niveles de contacto social deseados y la disponibilidad del entorno.
La soledad afecta a muchas personas, tendiendo a aumentar cuando se han cubierto las necesidades b ásicas (vivienda, sanitarias, educativas, prestaciones sociales, condiciones laborales, entre otras), puesto que es en este momento cuando se crean mayores expectativas respecto a la cantidad y calidad de relaciones cercanas. Así, a pesar de no existir aún un consenso sobre el rol adaptativo o evolutivo que puede representar la soledad (Cacioppo y Cacioppo, 2014), ha sido mayormente identificada como un factor de riesgo para la salud física y mental (Friedler y col., 2015; Gajardo, 2015; Holt-Lunstad y col., 2015; Liu y col., 2016).
La soledad ha sido analizada dentro de dos enfoques conceptuales generales: unidimensional o multidimensional (Russell y col., 1980; Perlman y Peplau, 1981; DiTommaso y Spinner, 1993), y es diferenciada en dos tipos: social y emocional. La soledad social se presenta como consecuencia de una red social inadecuada o pequeña (Zebhauser y col., 2014), produciendo la sensación de no ser aceptado por los demás, aislamiento (Jaremka y col., 2014; Mushtaq y col., 2014) y aburrimiento, que pueden contrarrestarse con el acceso y establecimiento de relaciones sociales que resulten satisfactorias para el individuo, dependiendo de la percepción del sujeto de la compañía social (Gajardo, 2015; Cohen-Mansfield y col., 2016; Ejlskov y col., 2019). La soledad emocional es resultado de la ausencia de una relación cercana de apego emocional y que proporciona una base segura (Bowlby, 1982), que puede ser aliviada únicamente mediante la restauración de dicha relación o un "sustituto" de la misma; este tipo de soledad se asocia con sensaciones de vacío y deseo de compartir con alguien.
En esta misma línea del carácter multidimensional de la soledad, la medida más reconocida y utilizada es la Escala de la Universidad de California en los Ángeles (Russell y col., 1980), la cual evalúa la soledad a través de 20 ítems con formato tipo Likert de 4 opciones de respuesta (1. "Me siento así a menudo", 2. "Me siento así con frecuencia", 3. "Raramente me siento así", 4. "Nunca me siento de ese modo"), incluyendo: "Con qué frecuencia siente que no tiene a nadie con quien hablar", "Con qué frecuencia se siente completamente solo", "Con qué frecuencia siente que es difícil para usted hacer amigos", entre otros. Se conforma por 2 dimensiones teóricas (intimidad con otros y sociabilidad), que dieron pauta a la obtención de tres factores: percepción subjetiva de soledad, apoyo familiar y apoyo social.
Otra medida desarrollada es la Escala de Soledad Diferencial (Schmidt y Sermat, 1983), que incluye 60 ítems como: "A menudo me siento tímido y me retraigo en compañía de otros", "Tengo al menos un buen amigo del mismo sexo", "En este momento no tengo verdadera compatibilidad en una relación romántica o matrimonial", "Me resulta difícil invitar a un amigo a hacer algo conmigo". Y se compone por 4 subescalas: soledad romántica-sexual, soledad-amigos, soledad-familia y soledad en un grupo más grande.
Además, se encuentra también la Escala de Clasificación de la Soledad (Scalise y col., 1984), que identifica cuatro factores: el agotamiento, relacionado con el sentimiento de falta de aquello que le da sentido a la vida del individuo; el aislamiento, como la experiencia negativa en lo interpersonal; inquietud, referida al mundo externo y al propio, relacionándose con aspectos de frustración, displacer y tensión; y el abatimiento, descrito como depresión y desaliento.
DiTommaso y Spinner (1993) desarrollaron la Escala de Soledad Social y Emocional para Adultos (SELSA, por sus siglas en inglés: Social and Emotional Loneliness Scale for Adults), compuesta por 37 ítems como: “Soy parte importante de la vida de otra persona”, y lo referente a la familia, incluyendo reactivos como “Me siento solo cuando estoy con mi familia”, y, por otra parte, la soledad social “Lo que es importante para mí no parece ser importante para las personas que conozco”. La consistencia interna de la prueba es de 0.89, y se encuentra conformada por 3 factores: social, romántica y familia. Años más tarde, se creó una versión reducida de dicha escala, denominada SELSA-S (DiTommaso y col., 2004), compuesta por 15 ítems seleccionados de la escala original (SELSA), distribuidos en 3 factores: soledad social, soledad familiar y soledad romántica, contando con una alta consistencia interna (0.89) y validez de constructo.
Las medidas más actuales de soledad son escasas, sin embargo, se puede encontrar la Escala de Soledad en Adultos Mayores Mexicanos (Quiroz y col., 2017), conformada por 30 ítems, distribuidos en 5 factores: "Soledad social", que se refiere al contacto que se tiene con otras personas; "Soledad conyugal", que alude a la relación que se tiene con una pareja afectiva; "Soledad familiar", relacionada con el vínculo que se tiene con la familia en la actualidad; "Agitación y actitud al envejecimiento", referida a las percepciones negativas de las vivencias en la vejez; y "Crisis existencial", que es la forma en que el adulto mayor se percibe a sí mismo. Con una consistencia interna total de 0.924.
La soledad está en función de la cantidad, calidad y expectativas de las relaciones interpersonales con las que se cuenta; aquí -como ya se mencionó-, el individuo posee una percepción del "acceso" que tiene a una fuente de gratificación social, lo que además lo hace reflexionar sobre "su visión de sí mismo" como merecedor o no de dichas fuentes de gratificación y seguridad (Bowlby, 1982; Yárnoz-Yaben, 2008). De ahí que la soledad puede estar teórica y empíricamente vinculada con el apego.
El apego, según Bowlby (1982), se trata del vínculo establecido entre un individuo y su cuidador primario en la infancia temprana, el cual se reproducirá posteriormente en las relaciones adultas, como la de pareja (Sahin-Kiralp y Serin, 2017), siendo estas últimas una fuente importante de afecto y soporte social para sus miembros (Díaz-Loving y Rivera-Aragón, 2010). Así, cuando no se reciben adecuadamente dichas muestras de afecto y soporte, resultando en necesidades insatisfechas, es cuando se habla de soledad social o emocional (Weiss, 1973), relacionada con el vínculo del apego.
Los reportes en la literatura respecto a las implicaciones del apego en la experiencia de soledad, indican que los estilos de apego formados durante la infancia, tienen un impacto en la soledad adulta (Akdoğan, 2017; Guan y col., 2017), ya que el apego se trata del vínculo establecido y el cumplimiento de las necesidades propias por parte del otro, experimentándose soledad como resultado de necesidades de apego no satisfechas adecuadamente (Pereira y col., 2015).
Diversos estudios han relacionado al estilo de apego con la sensación de soledad, resultando que los individuos con estilo de apego seguro tienden a tener una visión positiva de sí mismos y de los otros, tienen menos ansiedad por abandono, así como evitación a la intimidad, lo que les permite formar relaciones íntimas satisfactorias, y, por ello, se sienten menos solos (Shaver y Mikulincer, 2002). Quienes poseen un estilo de apego ansioso ambivalente tienen un esquema negativo de sí mismos y de los otros, tienen alta ansiedad y baja evitación a la intimidad, por lo que al relacionarse presentan un déficit en habilidades sociales y soledad (DiTommaso y col., 2003; Mikulincer y Shaver, 2014). Mientras que Wiseman y col. (2006) encontraron que el apego seguro tenía relación con una forma negativa de soledad, y la autocrítica era un mediador entre el apego ambivalente y la soledad. Por otra parte, Wei y col. (2005) confirmaron la relación del apego ansioso y evitante con la soledad, vergüenza y depresión. Entendiéndose entonces al vínculo afectivo como un factor protector de suma importancia ante la soledad (Villanea y Gómez, 2019) (Tabla 1).
Aunque en México existen estudios que asocian a la soledad con diversos indicadores de salud (Swami y col., 2007; Gerst-Emerson y Jayawardhana, 2015; Hawkley, 2019), no se tiene una suficiente exploración de la soledad como condición, experiencia y magnitud en la población mexicana.
El objetivo de la presente investigación fue la validación psicométrica de la Escala de Soledad Social y Emocional para Adultos (SELSA) en el contexto de pareja, examinar la relación de dicha variable con los estilos de apego e identificar si existen diferencias en la experiencia de la soledad entre las personas con alto y bajo apego seguro, ansioso-ambivalente y evitante.
Materiales y métodos
Participantes
Se trabajó con una muestra no probabilística de 388 participantes heterosexuales (50 % hombres y 50 % mujeres), de entre 17 y 62 años (M = 63.04, Moda = 42), residentes de la Ciudad de México, de los cuales, 73 contaban con estudios de secundaria, 123 con preparatoria y 186 con licenciatura (6 no respondieron). Al momento de la aplicación, todos los participantes se encontraban en una relación de pareja desde hacía un mínimo de 5 meses y un máximo de 41 años; su estado civil era: 181 en unión libre y 207 casados.
Instrumento
Escala de Soledad Social y Emocional para Adultos (DiTommaso y Spinner, 1993), compuesta por 37 ítems distribuidos en tres dimensiones: romántica, conformada por 12 reactivos en donde se evalúa el sentimiento de importancia, intimidad y felicidad con la pareja; social, compuesta por 11 reactivos que evalúan las relaciones con los amigos y su dinámica; y familia, conformada por 14 reactivos referentes a la convivencia familiar y la importancia de esta para el individuo. Con una consistencia interna total de 0.89 y una estabilidad factorial y validez concurrente y discriminante apropiada, la cual fue traducida al español para su aplicación, y posteriormente validada mediante el procedimiento establecido por Reyes-Lagunes y García-y-Barragán (2008), basado en Cronbach y Meehl (1955), reportado en la siguiente sección.
Escala de Apego en Adultos en México (Márquez-Domínguez y col., 2009), compuesta por 21 reactivos, evaluados por medio de un autorreporte con formato de respuesta tipo Likert de 5 puntos (1. “Totalmente en desacuerdo” a 5. “Totalmente de acuerdo”), correspondientes a 3 dimensiones denominadas: apego evitante, con 7 reactivos respecto a sentimientos de incomodidad ante la cercanía e intimidad con la pareja; apego ansioso, compuesta por 8 reactivos que evalúan sentimientos de miedo y preocupación ante la relación de pareja del individuo; y, por último, apego seguro, con 6 reactivos respecto a sentir seguridad y bienestar con el establecimiento de intimidad y cercanía con el otro. Con una consistencia interna de 0.813 a 0.888. Debido al presente objetivo, respecto a los estilos de apego a partir de esta escala, se categorizó mediante apego alto y bajo para cada estilo, tomando en cuenta el puntaje válido en cada factor. Para el estilo de apego seguro bajo se consideró de 2 a 3 puntos, y para el alto a partir de 3.14. Mientras que para los estilos de apego ansioso y evitante bajo se consideró de 1 a 3 puntos, y alto a partir de 3.20 en cada estilo (ansioso y evitante).
Procedimiento
Los cuestionarios fueron aplicados por cuatro psicólogos en lugares donde podían encontrarse personas que quisieran participar de manera voluntaria en esta investigación (plazas comerciales, casas, escuelas, oficinas, entre otros sitios de la Ciudad de México). Se les aclaró verbalmente que los datos proporcionados serían anónimos y tratados de manera confidencial, se les resolvieron -dudas y se pusieron a su disposición los resultados personales. Asimismo, dichos instrumentos fueron aplicados a personas en una relación de pareja al momento de contestar, haciéndolo de manera individual y buscando -en mayor medida- que la pareja no estuviera presente o cerca del encuestado al momento de dicha aplicación, para evitar que interfiriera en las respuestas dadas.
Análisis de resultados
Con el fin de obtener una medida válida y confiable, se realizó la traducción-retraducción de los reactivos pertenecientes a la medida de soledad, seguida por el procedimiento establecido por Reyes-Lagunes y García-y-Barragán (2008), basado en Cronbach y Meehl (1955), para lo cual se realizaron análisis de frecuencias por reactivo, para examinar que todas las opciones de respuesta hubieran sido utilizadas. Posteriormente, corrió una prueba t de Student, reactivo por reactivo, para estimar así su capacidad de discriminación. Con los reactivos que mostraron diferencias estadísticamente significativas se hizo un análisis de Alpha de Cronbach, para evaluar la consistencia interna de la escala; además, un análisis de correlaciones de los reactivos, con el que se determinó el tipo de rotación del Análisis Factorial. A partir de ello se categorizó como una escala con un coeficiente de confiabilidad respetable según García-Cadena (2006), quien plantea la siguiente clasificación: inaceptable (por debajo de 0.60), indeseable (de 0.60 a 0.65), mínimamente aceptable (entre 0.65 y 0.70), respetable (de 0.70 a 0.80) y muy buena (de 0.80 a 0.90).
Posteriormente, se realizó un análisis de correlación producto-momento de Pearson en el programa SPSS, considerando al total de la muestra en los factores obtenidos de soledad (acompañamiento pareja, acompañamiento amigos y acompañamiento familia, sentimiento de vacío y añoranza) y los estilos de apego (evitante, ansioso y seguro).
Por último, con la categorización realizada en alto y bajo estilo de apego según los ítems de dicha escala, se realizó un análisis t de Student para muestras independientes, para conocer las diferencias en los factores de soledad en función de un alto o bajo estilo de apego seguro, ansioso y evitante.
Resultados
El análisis estadístico realizado para la Escala de soledad mostró que 31 de los 37 reactivos discriminaron, cumpliendo así con los criterios establecidos (Reyes-Lagunes y García-y-Barragán, 2008). Estos reactivos fueron sometidos a un Análisis Factorial de componentes principales con Rotación Ortogonal (tipo Varimax), seleccionando solo aquellos con cargas factoriales iguales o superiores a 0.40 (Tabla 2). El análisis factorial arrojó un índice KMO = 0.882 y la Prueba de Esfericidad de Barlett B = 5 413 373, gl = 465, P = 0.000, lo cual confirmó la adecuación de la muestra. Además, mostró la existencia de 5 factores con valor propio, mayor a 1, que explicaron el 52.05 % de la varianza, con coeficiente de confiabilidad Alpha de Cronbach respetable de 0.750.
Factor | Carga Factorial |
---|---|
Acompañamiento pareja | |
Tengo una pareja romántica con quién comparto mis más íntimos pensamientos y sentimientos. | 0.828 |
Tengo una pareja romántica que me da el apoyo y me alienta como lo necesito. | 0.817 |
Tengo una pareja romántica a cuya felicidad contribuyo. | 0.785 |
Tengo a alguien que cubre mis necesidades emocionales. | 0.784 |
Tengo a alguien que satisface mis necesidades de intimidad. | 0.783 |
Estoy enamorado(a) de alguien quien está enamorado(a) de mí. | 0.674 |
Hay alguien que quiere compartir su vida conmigo. | 0.677 |
Media = 3.98 DE = 0.944 α = 0.888 | |
Acompañamiento amigos | |
Tengo amigos(as) con quien puedo compartir mis puntos de vista. | 0.863 |
Tengo amigos(as) a los que puedo recurrir para obtener información. | 0.802 |
Tengo amigos con quienes puedo hablar sobre las presiones en mi vida. | 0.793 |
Me siento parte de un grupo de amigos. | 0.694 |
Mis amigos entienden mis motivos y mi razonamiento. | 0.707 |
Me gusta la gente con la que salgo. | 0.458 |
Media = 3.77 DE = 0.865 α = 0.862 | |
Acompañamiento familia | |
Realmente pertenezco a mi familia. | 0.696 |
Mi familia realmente se preocupa por mí. | 0.664 |
Me siento parte de mi familia. | 0.721 |
Mi familia es importante para mí. | 0.643 |
Me siento cerca de mi familia. | 0.762 |
Me siento solo(a) cuando estoy con mi familia. | 0.470 |
Nadie en mi familia realmente se preocupa por mí. | 0.428 |
Media = 2.09 DE = 0.532 α = 0.706 | |
Sentimiento de vacío | |
No tengo un amigo(a) que comparta mis puntos de vista, pero desearía tenerlo(a). | 0.701 |
No hay nadie en mi familia a quien me sienta cerca, pero desearía que hubiera alguien. | 0.750 |
Lo que es importante para mí no parece importante para las personas que conozco. | 0.543 |
No me siento satisfecho con los amigos que tengo. | 0.583 |
No soy parte de un grupo de amigos, pero me gustaría que así fuera. | 0.715 |
No tengo un amigo(a) que me entienda, pero me gustaría tenerlo(a). | 0.576 |
Desearía que mi familia estuviera más preocupada por mi bienestar. | 0.617 |
Media = 2.17 DE = 0.848 α = 0.835 | |
Añoranza | |
Me encuentro deseando a alguien con quien compartir mi vida. | 0.733 |
Me gustaría poderle decir a alguien a quien amo que lo amo. | 0.726 |
Tengo una necesidad insatisfecha de una relación romántica cercana. | 0.666 |
Me gustaría tener una relación romántica más satisfactoria. | 0.492 |
Media = 2.46 DE = 0.994 α = 0.681 | |
α total = | 0.750 |
En la relación existente entre la soledad y los estudios de apego en el contexto mexicano (Tabla 3) se encontró que en la medida en que las personas tenían un estilo de apego seguro (“Pienso que la relación marcha bien”, “Me siento bien compartiendo mis sentimientos y pensamientos con mi pareja”), tendieron a percibir mayor acompañamiento por parte de su pareja (“Hay alguien que quiere compartir su vida conmigo”, “Estoy enamorado(a) de alguien quien está enamorado(a) de mí”) y amigos (“Me siento parte de un grupo de amigos”, “Mis amigos entienden mis motivos y mi razonamiento”), y menos de su familia (más soledad familiar), así como menos añoranza (“Me encuentro deseando a alguien con quien compartir mi vida”, “Me gustaría tener una relación romántica más satisfactoria”). Cuando los participantes tuvieron un apego ansioso (“Necesito que mi pareja me confirme constantemente que me quiere”, “Me da miedo perder a mi pareja”), tendieron a sentir más sentimientos de vacío (“No me siento satisfecho con los amigos que tengo”, “Lo que es importante para mí no parece importante para las personas que conozco”) y añoranza, así como más acompañamiento por parte de su familia (“Mi familia realmente se preocupa por mí”, “Me siento cerca de mi familia"), no así de sus amigos (soledad respecto a amigos) y pareja (soledad respecto a la pareja). Por último, a mayor estilo evitante ("Preferiría no estar muy cercano a mi pareja", "Me incomoda la cercanía con mi pareja"), menos percepción de acompañamiento por parte de la pareja (soledad respecto a la pareja), más de la familia ("Realmente pertenezco a mi familia", "Mi familia es importante para mí"), a la vez que más añoranza ("Tengo una necesidad insatisfecha de una relación romántica cercana", "Me gustaría poder decirle a alguien a quien amo que lo amo") y sentimientos de vacío ("Lo que es importante para mí no parece importante para las personas que conozco", "No me siento satisfecho con los amigos que tengo").
En la Tabla 4 se muestra el tamaño de muestra obtenido para cada tipo de apego. En el estilo de apego seguro se obtuvo un mayor número de individuos con alto apego (345), en tanto que presentaron bajo apego ansioso y evitante (245 y 346, respectivamente). En la Tabla 5 se observa que los individuos con apego seguro alto valoraron más, de forma significativa (P < 0.05), el acompañamiento de la pareja, de los amigos y de la familia; asimismo, presentaron un mayor nivel de añoranza.
Las personas con bajo apego ansioso mostraron un mayor deseo de acompañamiento de amigos (P < 0.05); en tanto que aquellos que presentaron un alto apego ansioso tendieron a experimentar mayor sentimiento de vacío y de añoranza (Tabla 6).
Las personas con bajo apego evitante reportaron sentir mayor acompañamiento de la pareja (P < 0.05), pero un menor sentimiento de añoranza (Tabla 7).
Discusión
El procedimiento de validación permitió identificar 31 reactivos y 5 factores (Tabla 2), que explicaron el 52.05 % de la varianza con coeficientes de confiabilidad Alpha de Cronbach respetables (Reyes-Lagunes y García-y-Barragán, 2008).
El primer factor, denominado acompañamiento de la pareja (7 reactivos), aborda la percepción del participante de que cuenta con una pareja, con quien comparte sus más íntimos pensamientos y sentimientos, y que le brinda apoyo, aliento y satisface sus necesidades. Desde su punto de vista, el/la participante considera que tiene una pareja a la cual hace feliz y quien le comparte su vida, cubre sus necesidades emocionales y de intimidad, y que, de manera recíproca, existe el enamoramiento entre él y su pareja. Así, este factor evidencia la ausencia de soledad de tipo conyugal, que hace alusión a la relación que se tiene con una pareja con quien se experimenta afecto y sentimientos de valía y acompañamiento, lo que se ve reflejado en la evaluación positiva de la relación en términos de su calidad (Ayalon, 2014). En antagonismo con este factor, Cardona-Jiménez y col. (2013) mencionaron que la soledad puede vivirse como consecuencia de la insatisfacción de necesidades de intimidad interpersonal, es decir, cuando se percibe distancia se dejan de compartir ciertos aspectos con el otro, lo que crea sentimientos de frustración, fracaso, temor al cambio, entre otros. En congruencia, la soledad emocional sobreviene con el sentimiento de ausencia de una persona especial e íntima, alguien significativo en quien se pueda confiar, compartir sueños, ideales (Iskender, 2018), tener una meta de vida y planificar (Cacioppo y col., 2015), lo cual es una parte vital para sentir conexión con el otro, y poder con ello amortiguar consecuencias negativas (Shevlin y col., 2015), cubriendo aspectos como la provisión o recepción de información, ayuda instrumental, apoyo o consejo (Valtorta y col., 2016); siendo que la ausencia de los elementos mencionados resulte en sentimientos de vacío, soledad y pánico, al darse cuenta de tal inaccesibilidad (Shevlin y col., 2015).
El factor de acompañamiento de los amigos (6 reactivos) se refiere a la percepción de contar con amistades con quienes compartir puntos de vista, obtener información, hablar de las presiones de la vida y que le brindan el sentimiento de pertenencia, entendimiento y agrado hacia ellos. Este factor se ve apoyado por Luque-Parra y Luque-Rojas (2015), quienes señalaron que la amistad es un vínculo fundamental que promueve el bienestar general y social, ya que un amigo es afiliativo, confiable, afectivo, tranquilo, optimista, bondadoso y con algunos defectos. Por su parte, López-Becerra (2007) reveló que tener un amigo es tener alguien similar en actitudes y valores, comprensivo y honesto, además de que la relación se ve matizada de expresión de afecto y apoyo. Con base en esta lógica, pero desde su opuesto, Fernández y col. (2013) indicaron que si la persona refiere un déficit percibido en amistades basado en el número de ellas y la frecuencia del contacto, ello facilitará los sentimientos y experiencia de la soledad. Asimismo, cuando las personas indican la ausencia de un confidente (Berg y Peplau, 1982; Cutrona, 1982), se genera un sentimiento de marginalidad, de no ser aceptado por otros, aislamiento, aburrimiento y falta de pertenencia a un grupo o red social (Fernández y col., 2013). Este factor es de suma importancia, debido a que relaciones como la amistad permiten la construcción de una red de apoyo significativa, en la que el individuo puede compartir ideas, sentirse importante, escuchado y con un lugar dentro de cierto grupo, lo cual refleja una necesidad básica (Jiménez y col., 2010), además de una cohesión grupal que muestre el sentirse en “sintonía” con los demás o compartir intereses comunes (Shevlin y col., 2015), teniendo en cuenta que la soledad sobreviene al individuo cuando este experimenta la ausencia de relaciones, aunado a un sentimiento de falta de apoyo social (Ríos-Zapata, 2017).
El tercer factor, denominado acompañamiento de la familia (7 reactivos), versa sobre el sentimiento de pertenencia y cercanía hacia ella, igualmente, el reconocimiento de que su familia se preocupa por el/la participante, lo cual propicia la importancia que se le atribuye, y en consecuencia, la experiencia de soledad cuando no se está con ella. Este factor se ve apoyado por varios autores, ya que se le ha conferido un papel sustancial en el proceso de vida y socialización del individuo, siendo los padres y la familia los que juegan un papel importante en ello (Marroquín y Nolen-Hoeksema, 2015). Así, Herrera-Santí (1997) mencionó que la familia es el grupo social primario, cuya función es satisfacer sus necesidades básicas materiales y espirituales, actuando como sistema de apoyo. Como lo indica el contenido del factor, la interacción con los miembros de la familia puede ayudar como amortiguadora de las tensiones al momento de enfrentar algún tipo de crisis, así como ayudar a expresar los afectos del individuo, favoreciendo además el crecimiento de cada uno de sus miembros al haber una interacción constante entre ellos (Pérez-Martínez y Lorenzo-Parra, 2004). Los recursos familiares pueden ayudar para la resolución de ciertos conflictos, reducir estrés, y brindar apoyo en cualquier situación (Fontes y col., 2012). Por lo tanto, la soledad en esta esfera estaría dada por una carencia emocional en su relación con los padres y hermanos -de existir-. La familia ocupa un espacio central en la prevención o precipitación de la soledad al convertirse en un referente importante para la construcción de relaciones futuras que el individuo establezca, y constituir así una importante fuente de apoyo (Jiménez y col., 2010).
Estos 3 primeros factores, referentes a las relaciones sociales e interpersonales, están apoyados por Albo y col. (2015), quien mencionó que a pesar de tenerse ciertas conexiones sociales, puede reportarse la soledad, siendo que, altos niveles de conectividad no siempre corresponden a bajos niveles de soledad.
Respecto al cuarto factor, titulado sentimiento de vacío, se define como aquellas emociones y sentimientos asociados a la falta de relaciones sociales significativas (amigos y familia) o de calidad que provean a la persona de entendimiento, cercanía, valor, aceptación y preocupación por su bienestar. Del mismo modo, refleja una insatisfacción ante dicho déficit, lo que le hace desear contar con aquello que siente que le hace falta. En congruencia, Yildiz (2016) definió a la soledad como una deficiencia o vacío en las relaciones sociales. Aunado a esto, se ha observado que un estilo de apego ansioso es capaz de predecir mayores emociones negativas y sentimiento de soledad (Garrido-Rojas y col., 2016). Esta soledad puede aparecer cuando las relaciones con los demás no están en los niveles deseados (Demir y Kutlu, 2016), siendo una experiencia desagradable y estresante, con un importante impacto emocional y diversos sentimientos como tristeza, angustia, mal humor o sensación de rechazo (Higuera, 2016). Por otro lado, Weiss (1998) argumentó que la soledad, respecto a la parte social, es la carencia de relaciones afiliativas que provocan un sentimiento de marginalidad, sensación de no ser aceptado por los otros, aislamiento y aburrimiento; puede aparecer cuando no se tiene con quien compartir y no hay sentido de pertenencia a un grupo. Esto, debido a que todo ser humano tiende a relacionarse de manera significativa con otros, ocupando sus vacantes previstas respecto a las relaciones. Cuando descubre que no hay alguien disponible para ello, alguien que satisfaga sus necesidades, llega el sentimiento de pena y vacío (Higuera, 2016). Además, esta soledad puede variar en intensidad como consecuencia de dichos déficits relacionales (Russell y col., 1980) y diversas condiciones de la vida, como la falta de tiempo para realizar actividades sociales y sentir vinculación a un grupo (Pinedo y López, 2015), siendo percibida, entonces, como el sentimiento de no tener amigos o no tener los que se quisieran (Fernández y col., 2013), lo que a su vez conlleva al aislamiento (Jürschik y col., 2013), y en muchas ocasiones afectando al bienestar físico, psicológico y social, resultando en insatisfacción con la vida (Roldán, 2017).
El factor de añoranza hace referencia al deseo/anhelo de contar con relaciones significativas que satisfagan necesidades insatisfechas como compartir la vida, decirle a alguien que se le ama y tener una relación romántica satisfactoria. Este factor se ve apoyado por lo mencionado en la literatura, donde se indica que la soledad es un sentimiento angustiante que incluye la percepción de que las necesidades sociales no han sido satisfechas como se quisiera (Liu y col., 2016), y puede aparecer cuando las relaciones que se establecen con otro son débiles y se desea fervientemente tener un lugar dentro de un grupo determinado en el que, puedan compartirse intereses y preocupaciones, además de encontrar a alguien especial con quien compartir la vida (Yárnoz-Yaben, 2008), siendo la búsqueda de compañía una estrategia para evitar o afrontar de alguna manera la soledad (Hawkley y col., 2008). Sin embargo, el individuo considerará, y llevará a cabo, solo aquellas actividades para las cuales se valore con la capacidad suficiente, evitando situaciones que puedan parecerle excedentes a sus capacidades, lo cual haría que la persona evite y rechace participar en actividades sociales que podrían permitirle sentirse menos solo (Isidro y col., 1999). Además, según estos mismos autores, esta renuencia a participar o involucrarse con otros, sumado al no esforzarse ni perseverar cuando la relación no logra ser como se añora, hacen que surjan dificultades que refuerzan dicha soledad. Es decir, la soledad se puede dar debido a una red social evaluada por el individuo como deficiente en calidad o cantidad, asociándose a sentimientos negativos (Ríos-Zapata, 2017).
La encuesta de evaluación de la soledad resultó válida para muestras mexicanas, pues la literatura al respecto apoya y fundamenta los factores obtenidos; y confiable, ya que sus coeficientes resultaron respetables. Estos hallazgos, en comparación con la versión original de DiTommaso y Spinner (1993), mostraron la existencia de dos factores más no reportados por dichos autores: sentimiento de vacío y añoranza, mismos que, como ya se vio en este estudio, son sustentados como parte de esta variable y dan cuenta del carácter multidimensional de la soledad (Weiss, 1973).
Se analizó la relación que existe entre la soledad y los estilos de apego. Los hallazgos mostraron que en la medida en que las personas tienen un estilo de apego seguro, tienden a percibir mayor acompañamiento por parte de su pareja y amigos, y menos de su familia, así como menos añoranza. Y esto sucede porque la pareja les brinda el apoyo necesario, cubre sus necesidades tanto emocionales como de intimidad, hay enamoramiento y se propicia el compartir distintos elementos dentro de la relación. Asimismo, Fujimori y col. (2017) mencionaron que tener un estilo de apego seguro puede reducir la soledad, siendo que sus experiencias amorosas son descritas como más felices, amistosas y de confianza (Hazan y Shaver, 1987).
Cuando los participantes tienen un apego ansioso y evitante tienden a sentir más sentimientos de vacío y añoranza, así como más acompañamiento por parte de su familia, no así de sus amigos y pareja. En este tenor, las personas con estilo de apego ansioso harán una evaluación negativa de sí mismos y de los demás, lo que contribuirá a una percepción de menor calidad en sus relaciones en términos de satisfacción, compromiso y ajuste (Martínez-Álvarez y col., 2014), lo que puede llevar a experimentar más sentimientos de vacío y deseos de tener fuentes gratificantes emocionalmente, lo que conlleva a sentirse más solos (Hazan y Shaver, 1987). Los resultados del presente estudio apoyan lo mencionado por Carrasco y González (2016); Akdoğan (2017) y Sahin-Kiralp y Serin (2017), quienes refieren, además de otros autores, una vinculación entre la soledad y las deficiencias durante el proceso de apego.
En cuanto a las diferencias en soledad según el estilo de apego, se observó que quienes mostraron un apego seguro alto refirieron sentirse mayormente acompañados por su pareja, amigos y familia, en comparación con quienes presentaron un bajo apego seguro, ocurriendo de igual manera con el sentimiento de añoranza. Por otra parte, respecto al apego ansioso, se encontró que quienes indicaron un bajo apego ansioso reportaron mayor sentimiento de acompañamiento de los amigos, en comparación con quienes mostraron un alto apego ansioso, que manifestaron mayor sentimiento de vacío y añoranza. Mientras que, en lo que respecta al apego evitante, se observó que las personas con un bajo apego evitante registraron un mayor sentimiento de acompañamiento por parte de su pareja, en comparación con quienes mostraron un alto apego evitante, los cuales reportaron mayor sentimiento de añoranza. Estos datos son congruentes con la teoría respecto al apego, en donde autores como Hazan y Shaver (1987) han descrito que un estilo de apego seguro se caracteriza por el establecimiento de relaciones con una mayor intimidad y compromiso, obteniendo una mayor satisfacción de estas, teniendo una visión más realista de dichas interacciones, pero haciéndolo siempre de manera positiva, contrario a un estilo de apego ansioso-ambivalente, que presenta dificultades para el establecimiento de relaciones interpersonales, añorando sentirse amado y experimentando la falta de dichas interacciones (Hazan y Shaver,1987). Mientras que un estilo de apego evitante presenta una generación de conflicto ante la cercanía e intimidad dentro de sus relaciones, buscando no involucrarse emocionalmente, como precaución a poder ser herido, manteniendo cierta distancia afectiva (Márquez-Domínguez y col., 2009).
Es así que los resultados obtenidos dieron cuenta de la exitosa validación en México de la Escala de Soledad Social y Emocional para Adultos (DiTommaso y Spinner, 1993), no solo porque mostró características psicométricas apropiadas, sino por la identificación de 2 factores extras que muestran especificidades inexistentes en la versión original, contribuyendo así con estudios posteriores de la soledad, al poder evaluarla de una manera más completa y precisa. Además, las correlaciones realizadas ponen en evidencia el peso que tienen los estilos de vida en la experiencia de la soledad, y cómo el acompañamiento de la pareja resulta central en las personas con un estilo seguro, y el acompañamiento de la familia y los amigos se vuelve fundamental cuando se tiene un estilo de apego ansioso o evitante (Lodder y col., 2016). Siendo la soledad un resultado de problemas interpersonales y relaciones inestables (Mikulincer y Shaver, 2014). Debido a esto, puede entenderse que la soledad en la edad adulta tiene una estrecha relación con el marco del apego, tomando en cuenta que puede significar una interrupción de este (Varghese y Pistole, 2017). A futuro habrá que examinar qué otras variables están vinculadas a estos efectos, a fin de identificar los mecanismos con que operan estas relaciones.
Conclusiones
La investigación presentada cumplió con los objetivos de validar en México la Escala de Soledad Social y Emocional para Adultos, ya que se encontró que cuenta con características psicométricas robustas (validez y confiabilidad), además de evidenciar particularidades culturales de la muestra con que se trabajó. Aunado a ello, los hallazgos de las correlaciones mostraron la importancia de un apego seguro para no sentir soledad, y en contraposición, los efectos negativos de los estilos de apego ansioso-ambivalente y evitante para sí sentirla.