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vol.71 número1El “Cancionero de romances” de Martín Nucio. Ed. crít. de Alejandro Higashi y Mario Garvin. Coord. de Josep Lluís Martos. Universitat d’Alacant, Alacant, 2021; 915 pp. (Cancionero, Romancero e Imprenta, 3).Israel Ramírez Cruz e Yliana Rodríguez González (eds.), Los raros. Autores y géneros excluidos en la literatura hispánica. El Colegio de San Luis, San Luis Potosí; 379 pp. índice de autoresíndice de assuntospesquisa de artigos
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Nueva revista de filología hispánica

versão On-line ISSN 2448-6558versão impressa ISSN 0185-0121

Nueva rev. filol. hisp. vol.71 no.1 Ciudad de México Jan./Jun. 2023  Epub 20-Fev-2023

https://doi.org/10.24201/nrfh.v71i1.3850 

Reseñas

Alonso de Fuentes, Cuarenta cantos de diversas y peregrinas historias (Doménico de Robertis, Sevilla, 1550). Ed. facsimilar con est. introd. de Vicenç Beltran. Coord. de José J. Labrador Herraiz. Frente de Afirmación Hispanista A.C., México, 2020; 713 pp.

Luis Carlos Ventura Escudero1 
http://orcid.org/0000-0001-6307-6211

1Universidad Autónoma Metropolitana-Iztapalapa, csh2153047666@titlani.uam.mx

Fuentes, Alonso de. Cuarenta cantos de diversas y peregrinas historias. Doménico de Robertis, Sevilla, 1550, Ed. facsimilar con est. introd. de, Beltran, Vicenç. Labrador Herraiz, José J.. Frente de Afirmación Hispanista A.C., México: 2020. 713p.


El encomiable esfuerzo editorial que el Frente de Afirmación Hispanista ha hecho por rescatar las principales fuentes para la investigación sobre el romancero impreso nos brinda ahora la posibilidad de acceder, por medio de una fiel reproducción facsimilar, a los Cuarenta cantos de diversas y peregrinas historias de Alonso de Fuentes, obra prácticamente desconocida por los estudiosos del romancero. Como se ha hecho con los anteriores volúmenes de esta colección, la edición facsimilar va precedida por un actualizado estudio introductorio a cargo de un especialista en la materia. El trabajo corresponde a Vicenç Beltran, quien ya se ha ocupado de otros impresos, como las tres partes de la Silva de varios romances de Esteban de Nájera (2016, 2017 y 2017a) y las Rosas de romances de Joan Timoneda (2018 y 2020), publicados también por el Frente de Afirmación Hispanista. Sin más precedentes que los trabajos bibliográficos de Antonio RodríguezMoñino (1969 y 1973) y algunas observaciones de Alejandro Higashi en los Romances de Sepúlveda publicados por Steelsio (2018), el investigador se da a la tarea de realizar el primer estudio monográfico dedicado a los Cuarenta cantos; como resultado, tenemos ahora una base sólida para la comprensión de la obra y de su autor, así como del contexto cultural e intelectual que estimuló su creación.

El sustancioso estudio introductorio inicia con una advertencia de Beltran con respecto al desconocimiento general que pesa sobre la obra de Alonso de Fuentes. Considera que, a pesar de ser coetáneos y de presentar algunos puntos de contacto con los Romances nuevamente sacados de historias antiguas de la crónica de España de Lorenzo de Sepúlveda -más estudiados gracias a las revalorizaciones de Alejandro Higashi y Mario Garvin en sendos análisis de las ediciones de 1551 y s.a. (2018 y 2018a)-, los Cuarenta cantos “son los grandes desconocidos en la historia del romancero castellano” (p. 11). Esto, nos señala el estudioso, a causa de los temas que trata Fuentes y de la naturaleza de su obra. Continúa su aviso con la explicación de su trabajo, el cual no cuenta con una estructura típica por la falta de información sobre el autor sevillano. Lo que Beltran considera que debió haber sido el inicio de un estudio no son sino las conclusiones a las que llega tras el análisis realizado.

Antes de entrar en consideraciones respecto a Alonso de Fuentes y sus Cuarenta cantos, Beltran traza un recorrido por las reflexiones teóricas en torno al valor del romancero como género poético desde fines del siglo XV hasta entrado el siglo XVII. Hay evidencias, nos dice, de que los primeros pliegos sueltos en los que circularon romances, así como las grandes colecciones de los mismos, no se dirigieron únicamente al público de baja capacidad adquisitiva y pobre bagaje cultural, sino más bien al nutrido círculo de compradores pertenecientes o relacionados a las cortes. En este ambiente intelectual surgen las primeras deliberaciones sobre la importancia concedida a los romances como poemas que, a pesar de su sencillez técnica y estilo llano, son “materiales importantísimos para la divulgación de la historia patria, sin olvidar nunca su utilidad para la propaganda política” (p. 16). Estos principios acerca de la dignidad del romancero, de los cuales Beltran brinda un interesante y nutrido repertorio, son el marco ideal para un proyecto como los Cuarenta cantos.

Vicenç Beltran continúa su estudio con el perfil cultural e intelectual de Alonso de Fuentes. El investigador considera que, aun cuando ofrece “la más completa teorización del romance que produjeron los siglos de oro de la literatura española” (p. 25), Alonso de Fuentes es el menos conocido de los teorizadores del género. No obstante, a pesar del olvido en que se tiene al escritor, Beltran nos dice que en su época no pasaron inadvertidas otras obras de su pluma, como la Suma de filosofía natural (Juan de León, Sevilla, 1547), traducida al italiano, una compilación manuscrita, en prosa y verso, el Floreto de anécdotas y noticias diversas que recopiló un fraile dominico residente en Sevilla a mediados del siglo XVI -atribución hecha al autor por don Antonio Rodríguez-Moñino, que Beltran considera acertada- y otros escritos de los cuales sólo tenemos noticia por referencias del mismo Fuentes en sus Cuarenta cantos.

Del repaso de las obras del escritor, Beltran pasa al análisis de las referencias a las que se remite en los Cuarenta cantos. El estudioso señala el conocimiento de la poesía castellana que circulaba impresa desde fines del siglo XV; las citas poéticas de Alonso de Fuentes provienen de autores como Juan de Mena, el Marqués de Santillana, Jorge y Gómez Manrique, entre otros. Advierte Beltran que, a pesar de su autodenominación como humanista en el f. xlixr, las fuentes a las que acude el escritor para sus comentarios muestran realmente una formación escolástica; sin embargo, la afirmación que hace Fuentes sobre sí mismo “no deja de ser la expresión de un ideal o una aspiración o, cuando menos, una concesión a la moda” (p. 28).

Esa misma formación se deja ver en los comentarios a romances religiosos, donde sigue a las autoridades en líneas generales, aunque tiende a “expresar opiniones propias en aspectos sujetos a controversia” (p. 33). Su formación histórica, nos dice Beltran, era notable, “y no solo por la riqueza, acierto y variedad de sus fuentes, sino porque era capaz de encontrar en numerosos casos las diversas versiones de los episodios que le interesaban o aquella versión concreta donde mejor podía extractar los datos más sugestivos” (p. 30). El estudioso se aventura a postular una hipótesis para la identificación del personaje histórico. Por una nota en el colofón de la Suma de filosofía natural, Beltran considera 1515 como el año de nacimiento de Alonso de Fuentes. Posteriormente, inicia las indagaciones sobre el origen del autor: descarta la propuesta de Justino Matute y Gaviria de identificar a Alonso de Fuentes como hijo ilegítimo de Martín de Fuentes y Ana de Escobar; en cambio, explora algunos indicios dados por el genealogista Alonso López de Haro, por medio de los cuales propone que nuestro autor estuvo emparentado con la familia Manrique de Lara, “largamente vinculada a la primitiva historia del romancero” (p. 37); de ahí, tal vez, la inclusión de un romance dedicado a la muerte del famoso Jorge Manrique. Como explica Beltran: “era lógico que [Alonso de Fuentes] siguiera los pasos de su familia y, sobre todo, que pusiera de relieve ante sus coetáneos sevillanos la altura de su linaje asociándose a la memoria de Jorge y Gómez Manrique” (id.).

A partir de la transmisión de los Cuarenta cantos, el investigador hace un balance de la recepción que tuvo la obra y de la innovación que representó para el cultivo del género en aquellos años. Para ello, parte de los estudios bibliográficos de Rodríguez-Moñino, los únicos disponibles sobre la materia hasta ahora, en los cuales se da cuenta de las tres “reimpresiones inalterables” hechas en Granada, 1562, por Antonio de Lebrixa y García de Briones; Zaragoza, 1563, por Juan Millán; y Alcalá, 1587, en Casa de Juan Gracián. Cabe mencionar, junto con Beltran, que las dos ediciones aparecidas en años sucesivos dan indicios de su buena acogida entre el público. Además, como señala el investigador, “la difusión de estos romances fue mayor de lo que estas ediciones indican” (p. 42). Esteban de Nájera, continúa, al preparar una segunda impresión de la Segunda parte de la silva de varios romances, aun cuando ya tenía el volumen impreso con la tabla preparada, no pudo resistirse a copiar cuatro romances de Alonso de Fuentes antepuestos al primitivo corpus de la Segunda parte de la silva. La adición de romances provenientes de los Cuarenta cantos también afectó el conjunto de Romances de Lorenzo de Sepúlveda. Beltran apunta que la totalidad de textos de las partes segunda y tercera, más seis de la cuarta, pasó a las dos impresiones simultáneas de los Romances de Sepúlveda en 1563. El hecho de que el bloque de romances de tema clásico llegara a dichas impresiones permite a Beltran valorar lo innovadores y atractivos que resultaron al público aristocrático de “extendido interés cultural” (p. 46). Concluye esta parte del análisis señalando la diferencia fundamental entre los proyectos de Fuentes y Sepúlveda: el primero se “ocupa de los problemas de formación de la aristocracia”, mientras que el segundo tenía en mira la enseñanza de la historia nacional “para las capas bajas de la clase media ciudadana, alfabetizada” (p. 47).

Al detenerse a estudiar los textos prologales de los Cuarenta cantos, Vicenç Beltran se encuentra con lo que juzga “el más valioso de los ensayos sobre el romance de cuantos se escribieron durante el siglo XVI” (p. 49). Fuentes reconoció que la iniciativa de hacer tales reflexiones preliminares se debía a un señor con quien tenía cierta obligación, por lo que no podía excusarse de llevarla a cabo aun cuando la consideraba de poca estima. Concluye Beltran que, a pesar de aludir al anónimo personaje, la dedicatoria en la cual se expresan algunas ideas a favor del romancero -que comparte con Lorenzo de Sepúlveda y que pueden proceder del mismo círculo cultural sevillano- se dirige a Per Afán de Ribera; aunque no por ello excluye la veracidad de la existencia de un protector a cuyo encargo dedicó su esfuerzo en la declaración de los que diligentemente llama “cantos”. El siguiente paratexto, la epístola dirigida a quien presuntamente hizo llegar los cantos a Fuentes, es para Vicenç Beltran una auténtica “defensa e ilustración del género” (p. 53). En esta epístola encuentra argumentos de sumo interés en favor del romancero como género poético: el origen antiguo de los poemas, por lo cual es posible perpetuar la memoria de los hechos heroicos y hombres ilustres; la autoridad del Rey Sabio, Alfonso X, quien gustaba de los romances; y algunas observaciones técnicas sobre la forma poética. A pesar de la importante defensa que emprende sobre el romancero, Alonso de Fuentes prefiere guardar el anonimato de los cantos que declara y sólo se hace responsable de la autoría de los textos exegéticos. Sin embargo, como nota Beltran, las fuentes en que se fundamentan los romances y las declaraciones, así como los puntos de vista expresados en ellos, indican que la autoría de los cantos corresponde también a Fuentes.

Continúa Beltran con un minucioso análisis de la obra. Nos habla en principio sobre su estructura: cuatro partes que constan de diez cantos, a excepción de la tercera, de nueve, con sus respectivas declaraciones y moralidades. El estudioso considera a Alonso de Fuentes en la tradición de exégetas de textos poéticos que viene desde la Antigüedad; no obstante, señala que el autor aplica la teoría de sentidos escriturarios de forma simplificada, limitada a los sentidos literal y moral de cada canto, particularmente en los de tema religioso, pues “era mejor limitarse a niveles interpretativos que nadie iba a impugnar, sobre todo después de haberse definido él mismo como filósofo y no teólogo” (p. 62). Resalta Beltran este ejercicio sobre los romances como una de las grandes diferencias con respecto a Sepúlveda, quien sólo se ocupó de versificar un texto prestigioso; el estudioso considera que “este esquema argumentativo llevaba los romances a una altura intelectual mucho mayor de lo que parece deducirse del prólogo” (id.). Esos vuelos intelectuales a los que Alonso de Fuentes logra incorporar sus Cuarenta cantos se verifican en la estructura de la obra. El filólogo encuentra en el número de los cantos cierta simbología de arraigada tradición medieval y, más importante aún, una organización que coincide con la de los cancioneros desde la tradición provenzal, en los cuales se presentan los materiales según una jerarquía específica, con las obras religiosas al inicio, como lo hace Fuentes. Esa organización coincide con la utilizada por Esteban de Nájera en sus tres partes de la Silva de romances; ambos autores, nota Beltran, evitaron que los romances religiosos se insertaran entre los de temas profanos.

Del estudio como conjunto, el investigador pasa al análisis minucioso de cada uno de los romances que integran los Cuarenta cantos: da pormenores de sus argumentos, de las fuentes en las cuales se basó el autor para componerlos, e indica, si la hay, su pervivencia en otras colecciones impresas y manuscritas; hace lo mismo con las declaraciones y moralidades de los romances. Apoyado en la crítica genética, Beltran se encarga de confirmar o de rectificar, con cabal precisión, las citas a las cuales remite el propio Alonso de Fuentes, así como de señalar las libertades estéticas que se permite ante sus referentes. Por ejemplo, en el estudio del Canto nono de la segunda parte, “El ejército romano” (ff. Cxxxiv-cxxxiir, 90 vv.), el filólogo logra determinar que aun cuando el autor “cita como fuente a Orosio… Es la versión de Tito Livio (§9: 1-15), con muchos de sus detalles, la que siguen tanto el romance como el comentario, aunque Alonso de Fuentes no lo cita” (p. 125).

Para cerrar su estudio, Beltran hace una suma de las conclusiones a las que llega en cada uno de los apartados de su trabajo: el desconocimiento general que pesa sobre la obra, la autoría de los romances, la identificación de Alonso de Fuentes con un miembro homónimo de la familia Manrique y su perfil intelectual, la relación de su proyecto con el de su vecino Lorenzo de Sepúlveda, y el rastreo de las fuentes para los romances, las declaraciones y moralidades que los siguen. Esta sección de conclusiones permite a Beltran revisar y añadir argumentos a favor de sus hipótesis. En ella llama la atención sobre la lectura de los Cuarenta cantos: aunque éstos no formen parte de nuestro canon, Beltran recuerda que “el filólogo y el historiador de la literatura tienen el deber profesional y moral de recuperar el pasado y ponerlo a disposición de los coetáneos” (p. 239), cosa que él ha hecho en el trabajo que ahora nos ocupa.

En seguida se ofrece la cuidada reproducción facsimilar de los Cuarenta cantos de diversas y peregrinas historias, declaradas y moralizadas por el magnífico cavallero Alonso de Fuentes, impresos por Doménico de Robertis en Sevilla, en 1550. Como indica Beltran, con base en la descripción bibliográfica de Rodríguez-Moñino, existen testimonios de esta edición de los Cuarenta cantos en la Biblioteca Nacional de España, la Bibliothèque Nationale de France, el British Museum y la Hispanic Society of New York. Sin embargo, no se especifica a cuál corresponde el facsímil que ahora pone a nuestro alcance el Frente de Afirmación Hispanista. Por mención del propio Vicenç Beltran sobre el ejemplar que usa para realizar su estudio (p. 40), puede suponerse que se trata del testimonio resguardado por la Bibliothèque Nationale de France, procedente de la colección de los hermanos Mayans; no obstante, no queda claro si fue necesario incluir láminas de alguno de los otros testimonios mencionados. En todo caso, como ocurre con anteriores reproducciones del Frente de Afirmación Hispanista, el facsímil en bajo contraste permite a los investigadores acceder a una excelente reproducción del volumen, la cual conserva fielmente los detalles del impreso original.

Sin lugar a dudas, el Frente de Afirmación Hispanista ha puesto a nuestra disposición una herramienta de suma importancia para la investigación del romancero impreso y su evolución como género poético. Con el estudio introductorio de Vicenç Beltran, hasta hoy el único en profundidad sobre los Cuarenta cantos de Alonso de Fuentes, el presente volumen nos permite tener una base sólida de información sobre la cual sustentar futuras investigaciones. El meticuloso trabajo realizado por el filólogo cumple sobradamente con el propósito de aportar claves interpretativas y datos sobre las fuentes documentales de la obra. Cabe señalar que, gracias a la iniciativa de ofrecer información pormenorizada sobre los romances y sus paratextos en particular, el facsímil que se nos presenta alcanza a cubrir aspectos de una edición anotada, aun sin la comodidad de tener los comentarios inmediatamente antes o después de los textos. En todo caso, se abre la posibilidad de aprovechar el esfuerzo del investigador para aventurarse en una edición de los Cuarenta cantos de esa naturaleza. Por todo ello, no queda más que felicitar a quienes forman parte de este proyecto con que se procura rescatar piezas tan importantes para nuestra historia literaria y esperar los nuevos trabajos que vendrán a ampliar el panorama trazado en esta publicación.

Referencias

Nájera, Esteban de 2016. Primera parte de la Silva de varios romances… impresa en Zaragoza (1550). Estudio de Vicenç Beltran, Frente de Afirmación Hispanista, México. [ Links ]

Nájera, Esteban de 2017. Segunda parte de la Silva de varios romances… impresa en Zaragoza (1550). Estudio de Vicenç Beltran, Frente de Afirmación Hispanista, México. [ Links ]

Nájera, Esteban de 2017a. Tercera parte de la Silva de varios romances… impresa en Zaragoza (1551). Estudio de Vicenç Beltran, Frente de Afirmación Hispanista, México. [ Links ]

Rodríguez-Moñino, Antonio 1969. La Silva de romances de Barcelona, 1561. Contribución al estudio bibliográfico del romancero español en el siglo XVI, Universidad de Salamanca, Salamanca. [ Links ]

Rodríguez-Moñino, Antonio 1973. Manual bibliográfico de cancioneros y romanceros (siglo XVI), t. 1, Castalia, Madrid. [ Links ]

Sepúlveda Lorenzo de 2018. Romances nuevamente sacados de historias antiguas de la crónica de España (Juan Steelsio, 1551). Estudio de Alejandro Higashi, Frente de Afirmación Hispanista, México. [ Links ]

Sepúlveda Lorenzo de 2018a. Romances nuevamente sacados de historias antiguas de la crónica de España (Martín Nucio, s.a.). Estudio de Mario Garvin, Frente de Afirmación Hispanista, México. [ Links ]

Timoneda, Joan 2018. Rosas de romances. T. 1: Rosa de amores. Rosa gentil. Estudio de Vicenç Beltran, Frente de Afirmación Hispanista, México. [ Links ]

Timoneda, Joan 2020. Rosas de romances. T. 2: Rosa española. Rosa real. Estudio de Vicenç Beltran, Frente de Afirmación Hispanista, México. [ Links ]

Recibido: 17 de Mayo de 2022; Aprobado: 31 de Mayo de 2022

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