SciELO - Scientific Electronic Library Online

 
vol.56Genealogia do sacrifício: corpo e memória no Romance de la negra rubia de Gabriela Cabezón Cámara índice de autoresíndice de assuntospesquisa de artigos
Home Pagelista alfabética de periódicos  

Serviços Personalizados

Journal

Artigo

Indicadores

Links relacionados

  • Não possue artigos similaresSimilares em SciELO

Compartilhar


Debate feminista

versão On-line ISSN 2594-066Xversão impressa ISSN 0188-9478

Debate fem. vol.56  Ciudad de México Out. 2018  Epub 20-Nov-2020

https://doi.org/10.22201/cieg.2594066xe.2018.56.01 

Artículos

Bordando una etnografía: sobre cómo el bordar colectivo afecta la intimidad etnográfica*

Embroidering an ethnography: on how collective embroidery affects ethnographic intimacy

Bordando uma etnografia: sobre como o bordado coletivo afeta a intimidade etnográfica

Tania Pérez-Bustos1 

Alexandra Chocontá Piraquive2 

1Escuela de Estudios de Género, Universidad Nacional de Colombia, Bogotá, Colombia. Correo electrónico: tcperezb@unal.edu.co

2Escuela de Estudios de Género, Universidad Nacional de Colombia, Bogotá, Colombia. Correo electrónico: alexandrachoconta@gmail.com


Resumen

El artículo reflexiona sobre dos experiencias etnográficas que se acercan a iniciativas de bordado colectivo, buscando comprender lo que este hacer textil en común conlleva, y preguntando cómo ellas mismas devienen etnografías en el estar y acompañar a estos espacios de bordado colectivo. Nos centramos en dos movimientos. Por un lado, nos referimos a lo que el bordar colectivo gesta: tanto las identidades de género que contribuye a (re)configurar, las intimidades que propicia, los espacios sanadores a los que da lugar, así como lo que el bordado colectivo expresa y cómo lo que dice está construido por una dimensión afectiva y de género que deviene en el bordar con otras. En segundo lugar, damos cuenta de cómo eso que el bordado colectivo gesta, afecta el proceso de escritura etnográfica. Nos referimos aquí a las formas en que el bordar con otras entreteje a la etnografía misma.

Palabras clave: Etnografía feminista; Escritura etnográfica; Bordado colectivo; Afectividad; Intimidad

Abstract

The article reflects on two ethnographic experiences that examine collective embroidery initiatives in an attempt to understand what this common textile making entails and ask how they themselves become ethnographies in accompanying these spaces of collective embroidery. We focus on two movements. On the one hand, we refer to what collective embroidery produces: gender identities that contribute to (re) configurations, intimacies, healing spaces, and the expression of what is constructed by an affective and gendered dimension that leads to embroidering with others. On the other hand, we describe how what collective embroidery produces affects the ethnographic writing process. We refer here to the ways in which embroidery with others weaves ethnography itself.

Key words: Feminist ethnography; Ethnographic writing; Collective embroidery; Affectivity; Intimacy

Resumo

Este artigo reflete ao respeito de duas experiências etnográficas com iniciativas de bordado coletivo, buscando entender o que o fazer têxtil leva em comum, e perguntando como, ao estarem nestes espaços coletivos e acompanharem o processo, tornaram-se etnografias elas mesmas. A reflexão é feita em dois tempos. Nos referimos primeiramente àquilo que o bordar coletivo produz: as identidades de gênero que contribui a (re)configurar, as intimidades e os espaços terapêuticos que promove, ao construído e expresso naquela dimensão afetiva e de gênero que devém ao bordar com as outras. Em segundo lugar, tomamos conta daquilo que afeta o processo de escrita etnográfica na participação no bordar coletivo. Referimo-nos aqui às formas em que o bordar com uma outra tece a etnografia mesma.

Palavras-chave: Etnografia feminista; Escrita etnográfica; Bordado Coletivo; Afetividade; Intimidade

Introducción

En este artículo nos interesa argumentar, en diálogo con Donna Haraway (1988, 2004a, 2013), John Law (2004) y Maria Puig de la Bellacasa (2011, 2012), que los métodos de investigación, más que producir información, tienen el poder de crear la realidad que estudian. Para la etnografía, esto significa que esta no solo construye relatos sobre lo real, sino que produce lo real en sí mismo. Pero más allá de esto, y abogando por una mirada simétrica a esta afirmación, la agencia de los métodos supone también que la etnografía está producida por aquellas realidades en las que se encuentra sumergida, realidades que están atravesadas por el género, cuyos entramados son profundamente íntimos y afectivos. Así, cuando decimos que la etnografía está producida, nos referimos a que, en su hacerse, está permanentemente afectada por aquello que estudia.

La reflexión sobre la manera en que los métodos producen las realidades que estudian (Law, 2004), y al mismo tiempo son coconstituidos por estas, tiene características particulares cuando aquello que estudiamos es un oficio como el bordado artesanal. En este sentido, el cuidado con el que las agujas perforan las piezas textiles cuando se borda, configura el quehacer de quien realiza la etnografía (Pérez-Bustos, 2017b). Por su parte, el lugar de género de quienes sostienen esas agujas, la feminización de este oficio (Edwards, 2006; König, 2013) cuestiona de formas particulares a quienes observamos y estamos allí intentando entender por qué o cómo se borda.

En este artículo nos interesa enfocar esta premisa de apertura sobre la agencia de la realidad en la investigación etnográfica (y sus dimensiones de género) en una meta-reflexión metodológica de nuestro acercamiento a dos casos de bordado colectivo que se realizan con intenciones políticas en Colombia. Con esto, nos referimos a iniciativas en las que grupos de personas (especialmente mujeres) se reúnen a bordar como forma de expresión y escritura pública (Andradi, 2014) y con ello van también bordando su ser en colectivo (Pajaczkowska, 2016), en ocasiones con dimensiones explícitamente feministas (Kelly, 2014; Parker, 2010).1 Por un lado están las Tejedoras por la Memoria de Sonsón, quienes desde 2009 se reúnen a tejer como acto visibilizador y reparador de las violencias vividas en su región, en el marco del conflicto armado colombiano. Por el otro, está el colectivo Costurero Documental en Bogotá, en el cual un grupo de mujeres jóvenes bordan colectivamente como forma de compartir experiencias sobre la sexualidad, en el marco del clásico postulado feminista de “lo personal es político” (Hanisch, 1978).

Central a la acción política de estos grupos es la comprensión de la forma en que el hacer textil es una forma de escritura; y es justo en esta comprensión que se encuentra el primer cruce entre bordado y etnografía: ambas son formas de escritura. El bordado, más allá de ser entendido como un hacer ornamental, es una escritura que permite integrar la creación y el registro, en diferentes contextos (Collins, 2016; Jana, 2016; Parker, 2010), de formas específicas de resistencia, afectos, cuidado e historias relacionadas con un continuum femenino y feminista (Pentney, 2008). La etnografía, por su parte, se entiende desde sus orígenes como una conjunción de formas de inscribir lo real que pasan necesariamente por la escritura, y es en ese acto expresivo y de registro que la cultura misma se crea (Geertz, 2003).

El bordado y la etnografía son formas de escritura, pero lo son en sentidos diferentes. Ahora bien, más que detenernos sobre las particularidades de una u otra forma de escritura, aquí nos interesa ahondar en las maneras en que el bordado colectivo afecta la etnografía, su hacerse. Entendemos que esta posibilidad de afectación -como veremos- pasa por el hecho de que la etnografía, para acercarse al bordado, necesita bordar; necesita reconocer la escritura textil y su compleja dimensión expresiva. Así, aprendemos a bordar para entender la gramática del bordado (Pérez-Bustos y Márquez, 2015), y nos dejamos afectar por las dinámicas colectivas e íntimas que produce esa expresión pública plasmada en la tela; en un sentido comprensivo, casi que arqueológico, gestamos otros espacios de bordado colectivo, buscamos bordar con otras para entender cómo el bordado pasa por el cuerpo y lo feminiza (König, 2013; Parker, 2010), de modos semejantes a cuando la aguja perfora la tela con los hilos (Pajaczkowska, 2016).

El trabajo etnográfico realizado con estos dos colectivos costureros implicó compartir momentos particulares de diseño, creación, aprendizaje, enseñanza y exploración con los materiales y las técnicas textiles del bordado, mientras se conversaba sobre temas variados que podían incluir experiencias dolorosas, alegres y esperanzadoras, tanto sobre la guerra y la memoria como sobre la sexualidad. En ambos casos, el trabajo de campo se realizó a lo largo del segundo semestre de 2016. La intimidad que propició la exploración material e interpersonal que tuvo lugar con cada grupo fue tan contundente y radical que nos llevó a reproducir otros espacios similares de bordado en donde la escritura etnográfica se convirtió también en un espacio colectivo de acompañamiento, cuidado y exploración de esta gramática textil particular.

Para adentrarnos en las formas en que el acercamiento a estos colectivos y su quehacer textil afectó nuestro quehacer etnográfico, realizamos dos movimientos. En primer lugar, presentamos lo que el bordar colectivo gesta: las identidades de género que contribuye a (re)configurar, las intimidades específicas que propicia y los espacios sanadores a los que da lugar. En un segundo movimiento, damos cuenta de cómo eso que el bordado colectivo gesta, afecta la etnografía, llevando incluso a cuestionar la posición de estas prácticas en el canon académico clásico de la antropología.

Lo que el bordar en colectivo gesta

El Costurero de Tejedoras por la Memoria de Sonsón (TMS), Antioquia, es un colectivo de mujeres adultas y adultas mayores, víctimas del conflicto armado en Colombia, que desde 2009 se reúnen cada lunes a bordar como forma de procesar y denunciar los estragos de la guerra -tales como desapariciones, desplazamientos y muertes- en sus vidas. Las mujeres de este colectivo desarrollan principalmente piezas textiles -como colchas de retazos, muñecas y quitapesares- a través de las cuales realizan narraciones figurativas de la violencia en Colombia, pero también de sus perspectivas y sus luchas por superar los estragos de la guerra desde su ser femenino (Fotografías 1, 2 y 3). En este costurero, tareas como remendar, coser, deshilar o bordar son actos materiales que se convierten en metáforas literales de transformación de la realidad (Pajaczkowska, 2016). Nuestro acercamiento a este colectivo estuvo mediado por el codiseño de una exposición itinerante que buscaba visibilizar el papel de estos actos textiles en la construcción de memoria histórica.2

Fuente: Registro fotográfico del trabajo con las Tejedoras por la Memoria de Sonsón.

Fotografías 1 y 2 Izquierda: pieza colectiva en proceso de construcción por el grupo Tejedoras por la Memoria de Sonsón. Cada retazo, confeccionado por una mujer distinta, representa el camino de las Tejedoras por la Memoria de Sonsón durante 10 años de trabajo conjunto. Derecha: pieza colectiva exhibida. 

Fuente: Registro fotográfico del trabajo con las Tejedoras por la Memoria de Sonsón.

Fotografía 3 Mujeres del colectivo bordando pieza. 

Por otro lado, el Costurero Documental (CD) es un colectivo de mujeres jóvenes que se reunió en Bogotá periódicamente en 2016 a bordar sus experiencias sobre la sexualidad, la juventud y la feminidad (Chocontá Piraquive, 2018). Con esta metodología textil de investigación social atípica del trabajo con jóvenes, se realizó una colcha de retazos bordada artesanalmente a través de la cual las participantes narraron simbólica y materialmente sus experiencias, aprovechando la agencia misma de los colores y las texturas de los hilos y la tela. Este bordar colectivo y experimental con los materiales permitió comprender lenguajes textiles y vivenciales mediante los cuales era posible conectarse, cuidarse y acompañarse en temas que muestran que el ejercicio de la sexualidad para las mujeres jóvenes está siempre en disputa, reafirmando el lema feminista “lo personal es político” (Fotografía 4).

Fuente: Registro fotográfico del trabajo con el Costurero Documental.

Fotografía 4 Pieza colectiva construida por el grupo Costurero Documental. Reúne retazos confeccionados por diferentes integrantes del colectivo, donde se plasman sus reflexiones sobre las relaciones entre juventud, feminidad y sexualidad, usando el bordado como forma de escritura.  

Es así que tanto el Costurero de Tejedoras por la memoria de Sonsón como el Costurero Documental, aunque parten de intenciones políticas distintas y buscan diferentes fines, coinciden en el tipo de colectividad que conforman. Esta colectividad, en lapsos de larga data o de corta existencia, permite a las mujeres participantes propiciar espacios de encuentro, sanación y creatividad que desembocan en interrogantes por el devenir femenino y, en algunos momentos, feminista. Las experiencias y aprendizajes que como etnógrafas vivimos en ambos espacios afectaron nuestra comprensión de la experiencia etnográfica, así como la manera en que nos entendíamos con lo femenino desde el bordado. Esto último, más que una afirmación, surge como un interrogante que desarrollaremos a continuación.

Escrituras que resisten: feminidad y bordado

La relación entre el bordado y lo femenino no está naturalmente dada; por el contrario, es posible rastrear las formas en que estos dos fenómenos se hilan conjuntamente a través de los costureros, en cuanto que son espacios de bordado colectivo e individual llevado a cabo principalmente por mujeres. Según la historización que realiza Roszika Parker (2010), el bordado como oficio feminizado tiene una historia que empieza hacia la Revolución industrial en Europa, momento en que los haceres textiles manuales se alinearon con formas hegemónicas del significado de la feminidad y su lugar en una configuración burguesa de la familia. Por ello, una esposa que supiera bordar y dedicara largas horas a realizar este oficio en su hogar era símbolo tanto de obediencia como de opulencia. Esta asociación fue tan poderosa que aún hoy el bordado se asocia con una feminidad doméstica, dócil y especialmente anticuada, de modo que es raro encontrar mujeres jóvenes que borden artesanalmente, y es aún más raro que los hombres se dediquen a este oficio.

No obstante, como nos interesa mostrar a continuación, el bordado ha servido también para reunir a las mujeres, configurando espacios de solidaridad, creación y conspiración (Pérez-Bustos y Márquez, 2015). Uno de los ejemplos más representativos a este respecto surge en la dictadura chilena de Pinochet con el grupo de mujeres conocidas como arpilleristas, quienes bordaban en lonas de sacos de harina sus testimonios sobre las desapariciones y torturas que se estaban cometiendo en ese momento en el país contra sus familiares. Gracias a la apariencia doméstica y sumisa de estas mujeres que bordaban conjuntamente, sus narraciones y denuncias pasaron inadvertidas en Chile y fueron conocidas en otras latitudes, por lo que hoy estas piezas se conservan como registro histórico de lo ocurrido (Bacic, 2014; Pérez y Viñolo, 2010).

El bordado y su asociación con una feminidad doméstica, por tanto, representa una ambivalencia que le permite ocupar espacios subversivos desde los cuales se invierten las lógicas subvaloradas tanto de la feminidad como del hacer manual textil. No obstante, en algunos contextos, la unión entre bordado y domesticidad puede aparecer como única e inquebrantable. En el trabajo de campo con los costureros que aquí nos convocan pudimos notar, por ejemplo, que mientras algunas de las mujeres se acercaban con cierta familiaridad a estos espacios de bordado, otras, en cambio, nunca se habían reconocido y no querían reconocerse como mujeres desde la costura: “yo en mi vida había cogido una aguja ni hilo, yo no era la mujer de coser una bota o un cierre” (Marta, TMS); “yo siempre les he contado que a mí no me gustaba bordar, el costurero lo tengo en la casa para nada” (Lucía, TMS).3 Por ello nos preguntamos: ¿cómo estas mujeres, distanciadas de cierta relación entre lo femenino y la costura, deciden permanecer en estos espacios, y qué tipo de feminidades fueron integrando allí colectivamente junto a los materiales textiles?

Las nociones de lo femenino que se ponen en juego en los oficios textiles son múltiples y no existen prácticas artesanales textiles ni totalmente domésticas ni por completo subversivas. Para efectos de este artículo nos interesa resaltar una de estas prácticas y sus ambigüedades de manera detallada, dada la forma en que el bordado constituye cierta idea de feminidad colectiva, configurada por redes afectivas y de cuidado que se entretejen entre quienes participan de estos espacios. Por esta feminidad colectiva entendemos lo que Helena López (2014) llama “el retorno de las brujas”, como una figura que permite comprender la importancia de la colectividad, la afectividad y las emociones en un devenir femenino con intenciones políticas.

En los casos que trabajamos, este tipo de feminidad colectiva a la que se refiere López (2014) se hacía evidente en la constante evocación de las genealogías femeninas familiares que hacían las participantes de ambos costureros. Estas genealogías femeninas, que resurgieron principalmente a través del bordar y el tejer, han sido rastreadas en otras latitudes, en donde las mujeres jóvenes que se interesan por las manualidades y las artesanías afirman empezar a sentir conexiones con sus madres y abuelas, al tiempo que establecen conversaciones con ellas y se interesan por su pasado (Fields, 2014; Groeneveld, 2010). En este sentido, participantes de ambos costureros manifestaban una conexión similar: “Para mí el costurero es muy importante porque me habla de atrás, de mi mamá, de mi abuela” (Sofía, TMS). “A veces, cuando bordo, me dicen ¡uy, eso es de abuelitas! Y yo respondo sí, esto me recuerda mucho a mi abuelita” (Catalina, CD). Este tipo de feminización del bordado pasa entonces por traer al presente, en el hacer textil, a mujeres que precedieron a las participantes; pasa por ser mujer con otras mujeres que también fueron colectividad con el bordado.

Ahora bien, este ser con otras mujeres que nos precedieron no está libre de enredos. Para las participantes de ambos costureros, ser mujer supone resistirse, como nos dice Marta, “a no ser la mujer de coser”, y a la vez aceptarse en el bordado como un oficio estereotipado que se piensa naturalmente doméstico para las mujeres; es decir, reconocer que también nos hacemos mujeres allí pues, como dice Catalina con cierta irritación, ella es con y como su abuelita.

La tensión entre aceptarse o no como mujer de coser en los dos costureros se encuentra íntimamente relacionada con la estratificación histórica a través de la cual las labores artesanales textiles han sido asignadas principalmente a las mujeres como sujetos subalternizados (König, 2013; Parker, 2010). Sobre esto, Paola Tabet (2005) argumenta que los oficios feminizados existen en el proceso histórico mediante el cual las mujeres desarrollan labores cuya característica principal es la falta de equipamiento, tales como cuidar o bordar, en un contexto donde los avances tecnológicos son símbolo de progreso y de acceso masculino privilegiado.

Argumentamos por tanto que la sutura de esa tensión entre ser o no mujer de coser es posible en los costureros a partir del reconocimiento de que se es mujer colectivamente en la intracción de la resistencia.4 Esto es al ocupar el lugar subordinado de sus antecesoras y la necesidad de reconocer, reivindicar y reconciliarse con genealogías femeninas que se evocan constantemente en el bordar. En el acto performativo de bordar, las participantes reparan con sus propias manos, y desde el trabajo con los materiales textiles, las distancias intergeneracionales, estableciendo así un continuum femenino con potencialidades feministas.

Escrituras etnográficas que nos sanan

Reconocer la genealogía femenina y sus enredos, igualmente, pasa por los materiales textiles con los que se trabaja, los cuales ocupan un lugar primordial en esta evocación generacional femenina a la que nos referimos. Las mujeres de estos costureros que configuran una sororidad particular, una feminidad colectiva, lo hacen en intimidad manifiesta y literal con las telas, los hilos y las agujas utilizadas para bordar: “me pasó que cuando estaba bordando sola en mi casa y sentía cosas y quería decírselas, levantaba la mirada y no había nadie, hacia dos o tres puntadas y levantaba la mirada y todo estaba en silencio” (Carolina, CD). En ese buscarse en las otras, en el bordar solitario de Carolina, está esa feminidad colectiva que se gesta en los costureros y que deviene posible por el contacto que los materiales propician; en cuanto que las acercan y propician el encuentro íntimo, en el aprender los movimientos, en el compartir las agujas, hilos y telas, en el sentir las miradas fijas en la labor mientras se cuentan y escuchan historias íntimas.

Los costureros no reproducen la feminización del bordado como algo sumiso y banal, sino que allí mismo las mujeres son capaces de coser cuidadosamente otras formas de feminidad, principalmente al reconciliarse con sus genealogías y al suturar colectivamente la jerarquización y subvaloración de sus propias existencias y las de quienes las precedieron. Se remienda así la distancia entre las mujeres que participan y aquellas que son evocadas en el bordar (Groeneveld, 2010), se zurce la relación con lo femenino como algo doméstico. En este hacer, remendar y embellecer con otras, los costureros se configuran como espacios sanadores y colectivos, que también les dan a las participantes nuevas formas de comprenderse a sí mismas y en relación con otras:

Hoy en día, las tengo como hermanas a todas, yo no quiero que se vaya ninguna del costurero (Doris, TMS).

Es que este espacio fue muy terapéutico, pero no clínico, sino social y público, porque es una cosa de estar presente, volver material, otras visiones que me construyeron aquí (Laura, CD).

Este giro sanador colectivo, que emerge de ese “volver material”, de ese plasmar con los materiales otras formas de sí, del que nos habla Laura, fue también permeando nuestro acercamiento etnográfico a los costureros, en la medida en que nos obligó a reconocer y cuestionar nuestra propia feminidad y el lugar que como mujeres estábamos ocupando en estos espacios. Implicó por tanto reflexionar sobre el papel que tenían los oficios textiles en nuestras vidas y cómo existía también cierta resistencia, interna y externa, a que como mujeres profesionales nos involucráramos más allá de la observación en esta labor. De alguna manera, la distancia que algunas de las participantes tenían con el bordado la reproducíamos nosotras mismas con experiencias en las cuales los oficios textiles manuales eran destino de ciertas mujeres particulares, como lo comenta una de las autoras de este artículo: “mi mamá trabajó muchos años con la costura, pero a mí nunca me enseñó porque era algo solo para la supervivencia, no era algo que una joven profesional necesitara saber” (Alexandra, CD).

Reconciliarnos puntada tras puntada con el bordado y cuestionar los estereotipos de domesticidad que conlleva (Kelly, 2014; Parker, 2010), nos permitió también profundizar en nuestro lugar generizado en los costureros. Nos entendimos con una feminidad curiosa por vincularse desde los afectos y el cuidado con los materiales textiles y, desde ese aprender a hacer, relacionarnos con las vidas de otras mujeres que, de alguna manera, nos recordaban a nuestras madres y abuelas, al tiempo que en ocasiones sentíamos que ellas nos veían como sus sobrinas o hijas.

Las genealogías femeninas que se iban remendando en los costureros también fueron hilando la vida de las etnógrafas y la etnografía misma, en cuanto que comenzamos a ser parte de esa sororidad, de la intimidad de esa filiación femenina, bordando las mismas telas, los mismos temas, en los mismos tiempos. Puntada tras puntada, nos fuimos integrando a sus espacios colectivos de sanación, donde pudimos remendar nuestros propios interrogantes personales y etnográficos sobre cómo llegamos a devenir mujeres colectivamente y la manera en que podríamos permanecer en ese devenir aun cuando ya no estuviéramos con ellas en los costureros.

Una etnografía afectada por el bordar colectivo

Existe una conexión íntima, sensorial, afectiva entre aquello que podemos conocer sobre el trabajo textil artesanal, colectivo y público, y aquello que hacemos para conocerlo. Esto significa que una de formas primarias en que la etnografía se ve afectada por el bordar en colectivo es la manera en que esta se hace, particularmente porque el hacer textil llama a ser conocido etnográficamente haciéndose. En relación con esto, Kristina Lindström y Åsa Ståhl (2016, p. 67), en un estudio colaborativo que buscaba entender cómo se producía la relación entre tecnología, público y hacer textil a través de puestas en escena interactivas y abiertas, señalan, retomando los planteamientos de John Dewey, que el proceso mismo de aprender sobre el hacer textil implica hacer el textil. Esto deja abiertas preguntas centrales para nuestra reflexión en torno a la etnografía sobre el bordar en colectivo: ¿cómo hacemos lo que intentamos entender sobre el bordado? ¿Cómo se afecta la etnografía cuando se encuentra con estos espacios sanadores, afectivos y de cuidado a los que nos acabamos de referir en los apartados anteriores? ¿Cómo en ese afectarse la etnografía se hace? ¿Cómo este hacerse excede el campo y llega incluso a configurar el análisis etnográfico y sus prácticas?

Para los casos particulares que nos interesan, devenimos etnógrafas, no solo al participar activamente de los espacios colectivos que constituyen los costureros mencionados -lo que sería propio de la metodología etnográfica clásica-, sino que lo hicimos también cuando construimos nuestros propios espacios de costura. Con posterioridad al trabajo de campo realizado tanto en Sonsón como en Bogotá, y enfrentadas a limitaciones financieras, nos vimos en la necesidad de entender lo que allí pasaba sin estar allí. Para esto, el equipo de trabajo decidió crear un semillero de investigación/costurero que funcionó durante seis meses -el primer semestre de 2017- e implicó reuniones regulares quincenales en las que discutimos sobre los hallazgos de nuestro trabajo de campo, revisamos bibliografía relacionada y fuimos bordando una pieza común, al tiempo que compartimos los avances personales en otras labores de costura.

A estos espacios asistimos no solo las autoras de este artículo sino también otras investigadoras que, como nosotras, estaban trabajando sobre lo textil desde aproximaciones etnográficas; esto es, que se preguntaban por lo textil desde su experiencia directa al participar en iniciativas de costura de distinto tipo: guerrilleras que bordaban, artistas que usaban el trabajo textil como forma de expresión, así como otros costureros de la memoria. En este grupo, las únicas etnógrafas entrenadas desde la antropología éramos las autoras de este artículo y una estudiante. Las demás venían del diseño (dos) o las ciencias políticas (dos).

La propuesta de que el semillero de investigación fuese también un grupo de costura se convirtió en un experimento que posibilitó hacer análisis etnográfico desde el encuentro con otras que hacen análisis y con los materiales del bordado. La invitación era a bordar en torno a una tela colectiva, lo que suponía la cercanía corporal de cada una al momento de hablar sobre la bibliografía o el trabajo de campo. La idea era que fuésemos documentando nuestras reflexiones verbales en la tela: algunas escogimos palabras clave de los textos y los casos y las fuimos plasmando a través del bordado; otras simplemente exploramos el movimiento de los hilos con las agujas y las maneras en que se iban fijando en la superficie textil (Fotografías 5 y 6). En sesiones adicionales, cada una llevó piezas del trabajo que estaba haciendo con los colectivos con los que había hecho trabajo de campo y compartió algunos hallazgos específicos de esa experiencia (Fotografías 7 y 8).

Fuente: registro fotográfico de los encuentros del semillero/costurero.

Fotografía 5 Trabajo del grupo sobre la tela colectiva. 

Fuente: registro fotográfico de los encuentros del semillero/costurero.

Fotografía 6 Detalle de patchwork que documenta la reflexión sobre la manera en que las escrituras textiles resisten a los privilegios de clase y raza. Fragmento realizado por Tania. 

Fuente: registro fotográfico del trabajo con cada colectivo.

Fotografía 7 Bordado de la diseñadora Solangely Trejos que investigaba sobre la ilustración bordada con y de exguerrilleras de las FARC-EP. 

Fuente: registro fotográfico del trabajo con cada colectivo.

Fotografía 8 Costurero Documental reunido. 

Este espacio de reflexión sobre la etnografía, mediado por la labor de costura, fue revelando las maneras en que bordar con otras afectaba nuestra propia noción de etnografía: tanto de sus resultados -es decir, de nuestras comprensiones del bordado colectivo, sus significados, sus tiempos, sus formas- como de la etnografía en sí misma y lo que podría llegar a ser. Este fue un ejercicio que supuso sintonizar nuestras sensibilidades etnográficas sobre el bordado hacia la etnografía misma y sus efectos y afectaciones; lo que implicó retomar los planteamientos feministas en torno a pensar con cuidado la investigación misma, sus interferencias y dimensiones especulativas (Muller y Kenney, 2014; Puig de la Bellacasa, 2011; Pérez-Bustos, 2017a).

A continuación presentamos tres formas en que bordar con otras desde el semillero/costurero afectó la etnografía. En primer lugar, posibilitó dimensionar lo que es y hace el hacer textil. En segundo lugar, contribuyó a comprender la etnografía como un hacer colectivo. Por último, permitió dar cuenta de las maneras en que ciertos cánones etnográficos podían deshacerse.

Todas las cosas que el textil puede

Mientras hablábamos del trabajo de campo, Natalia, una de las integrantes del semillero/costurero, iba explorando los movimientos de la aguja y el hilo sobre la tela. Luego de varias sesiones en esta tarea exploratoria, un día, con su esquina de la tela común entre las manos (Fotografía 9), nos compartió:

Aquí se nota mucho qué hice primero, y qué hice después [refiriéndose a su propio bordado] […] al inicio es muy irregular la costura, estaba explorando, luego empecé a pensar en el campo y me di cuenta de que poder coser materialmente me ha ayudado a entender lo que pasa allá. Estar aquí [refiriéndose al semillero/costurero] me ha ayudado a dimensionar el trabajo, el proceso… y todas las cosas que el textil puede (Natalia, antropóloga en formación, abril de 2017).

Fuente: registro fotográfico de los encuentros del semillero/costurero.

Fotografía 9 Detalle de tela colectiva bordada por Natalia y de sus exploraciones textiles con el hilo y la aguja. 

Escucharla nos hace pensar en la necesidad que había de coger la aguja y seguir bordando para poder entender lo que había pasado en Sonsón y en Bogotá. Como si solo pudiésemos pensar desde y con esos materiales para estar con las mujeres de cada uno de estos colectivos, para entender la naturaleza de sus expresiones públicas “y todas las cosas que el textil puede”, como dice Natalia arriba.

Siguiendo a Claire Pajaczkowska, el hacer textil es una labor colectiva, incluso cuando se realiza de manera aislada (2016, p. 81). En este sentido, aunque no estuviésemos con ellas en el trabajo de campo, estábamos con ellas desde nuestro trabajo en el semillero/costurero: hablábamos sobre la forma en que algunas de las mujeres del costurero documental se quedaban en silencio mientras bordaban y resignificaban úteros rojos, y recordábamos ese hacer mientras hacíamos pequeños caminos con el hilo en la tela, reflexionando sobre cómo la feminidad se construye y deconstruye en relación con la materialidad de nuestros cuerpos. Podíamos entender ese proceso de construcción y deconstrucción de lo femenino desde nuestro propio hacer y deshacer el textil, con lo cual nos hacíamos etnógrafas bordando (Fotografías 10 a la 12).

Fuente: registro fotográfico del trabajo con el Costurero Documental y de los encuentros del semillero/ costurero.

Fotografías 10, 11 y 12 Detalles de trabajo del Costurero Documental con los úteros bordados en o sobre rojo. Cada fragmento compone la tela colectiva presentada en la Fotografía 4

Fuente: registro fotográfico del trabajo con el Costurero Documental y de los encuentros del semillero/costurero.

Fotografía 13: Detalle de fragmento de bordado realizado por Alexandra en la tela colectiva del Semillero/costurero en el que se muestran los caminos. 

Sobre esto, dice Pajaczkowska, el pensar-hacer-material del bordado está constituido de perforaciones, de giros, de nudos, de destruir la tela, para unirla con el hilo nuevamente; “un proceso reflexivo […] tan integral a las puntadas del bordado, que llega a ser metáfora y literalidad del proceso de reflexividad mismo” (2016, p. 86; la traducción es nuestra). Para nosotras, este pensar-hacer-material estaba permitiendo la reflexividad etnográfica de las prácticas en la distancia física, y lo hacía posible desde la cercanía del hacer, nuestro hacer, que las evocaba.

Etnografías emocionadas, afectadas y colectivas

El semillero/costurero contribuyó a entender el proceso reflexivo del bordado colectivo en Sonsón y Bogotá y, al hacerlo, afectó nuestras comprensiones de la etnografía en un sentido más amplio. Aquí nos interesa referirnos a la forma en que el bordar en colectivo permitió pensar la etnografía como un quehacer reflexivo colectivo.

En los encuentros quincenales del semillero/costurero, reunirnos con otras que realizaban aproximaciones de tipo etnográfico a casos de quehacer textil diferentes a los nuestros permitió que nuestras experiencias etnográficas con las Tejedoras por la Memoria de Sonsón se trenzaran con las de las bordadoras jóvenes de Bogotá, con las de las ilustraciones bordadas con cabellos de exguerrilleras, con las de artistas feministas que en lugar de pinceles se expresaban con aguja e hilo. Trenzarse simbólicamente, como en un diálogo, en el sentido de que nos fue posible encontrar que las experiencias, nuestras y las de las bordadoras, tenían puntos de encuentro y se podían dimensionar mutuamente

Solangy: A mí me pasó algo parecido en el bordado de una de las mujeres guerrilleras, yo estaba muy triste, y el bordado con la trenza de su pelo es más suelto que en otros bordados […] mi estado de ánimo, lo afecto un montón.

Alexandra: Me parece chévere que refiramos al estado emocional para entender lo que bordamos, cómo estaba en ese momento […], eso me ayuda a entender qué fue lo que hice con el Bordado Documental.

(Conversación en semillero/costurero, abril de 2017).

Era como si la etnografía de cada caso, lo que había pasado en campo, llegase a ser en un diálogo trenzado con lo que otras habían vivido y sentido. En particular, era como si pudiésemos evidenciar las emociones que hilvanaron nuestras experiencias allí y las formas que eran parte constitutiva de lo que podíamos decir sobre ellas; es decir, parte constitutiva de nuestra etnografía. El semillero/costurero nos posibilitaba reconocer esas emociones, la tristeza de Solangy que la hacía bordar distinto a sus guerrilleras, por ejemplo, pero también posibilitaba procesarlas, estar (etnográficamente) con ellas; como cuando Alexandra, al escuchar a Solangy, se conectaba con ese estado emocional y ello le permitía entender por qué algunas mujeres no volvían a las sesiones del Costurero Documental en Bogotá y lo que eso decía sobre los silencios y las distancias que implica construir con otras una reflexión sobre la sexualidad femenina.

Aunque la reflexión feminista en torno a la forma en que las emociones siempre están y constituyen el campo etnográfico no es reciente (Enslin, 1994; Stacey, 1988), el borramiento de estas y de su papel en la construcción de conocimiento antropológico es aún común en la escritura etnográfica (Castañeda, 2006; Gregorio, 2006, 2014). En este sentido, el espacio colectivo creado por nosotras para procesar la etnografía, para entender el campo, se convertía en una forma de entender que otras etnografías eran posibles. Unas etnografías emocionadas, afectadas, colectivas, y esto estaba pasando por el encuentro íntimo que el propio semillero/costurero estaba propiciando.

Etnografía que deshace la etnografía

Al igual que con las Tejedoras por la Memoria de Sonsón y el Costurero Documental, bordar con otras para entender nuestras etnografías, para acercarlas, pasaba por acercarnos a nosotras, física y emocionalmente; asunto que, como hemos dicho, estaba propiciado materialmente por el trabajo que hacíamos con la tela colectiva. Bordar interfería así en nuestra noción de etnografía;5 es decir, abría la posibilidad de que la etnografía se entrometiera en y acompañara el campo, tanto como el hacer etnográfico mismo. Pero incluso posibilitaba pensar que la etnografía podía ser esto, y que no solo tenía que entendérsela como una producción textual sobre una realidad otra (Pink, 2009). Siguiendo la metáfora del hilo sobre la tela en el bordado a la que refiere Pajaczkowska (2016), el semillero/costurero perforaba nuestras nociones de etnografía, las cuestionaba en cuanto que eran meras textualizaciones y luego volvía a unirlas, permitiéndonos pensar, como bordando, que otra etnografía, en tanto que espacio reparador, era posible. Las siguientes líneas recogen una conversación en el semillero/costurero en la que se deja ver la condición reparadora a la que estamos haciendo referencia y la forma en que se plasma materialmente desde el bordado (Fotografías 14 y 15).

Alexandra: tengo un revuelto de cosas […] no siento seguridad sobre lo que estoy hablando, no sé qué hacer respecto a esto, por eso bordé el camino con obstáculos…

Eliana: cuando se borda en colectivo, la historia puede ser contada por varias, y yo me acuerdo que tú este día estabas compungida, decías que había momentos en que no sabías qué hacer y te quedabas atascada en una puntada hasta que de pronto pum, soltabas.

Tania: estamos hablando de la inseguridad de Alex en su trabajo y se conecta también con una cosa que había dicho Sol sobre las dificultades de nombrar.

Eliana: incluso yo también necesito reafirmarme un montón, de plasmarme en algo, y lo planeo un montón, pero lo sigo dudando.

Tania: eso también conecta inseguridades generales, el miedo a hablar, a escribir, el miedo a que lo que una hace no tiene sentido.

(Conversación en semillero / costurero, abril de 2017).

Fuente: registro fotográfico de los encuentros del semillero / costurero.

Fotografía 14 Detalle de tela colectiva bordada por Alexandra en donde se percibe una representación de los caminos con obstáculos. 

Fuente: registro fotográfico de los encuentros del semillero / costurero.

Fotografía 15 Detalle de bordado de Eliana en el que borda lo colectivo femenino.  

El semillero/costurero, además de trenzar etnografías y posibilitar que se hablara de la manera en que estaban compuestas por nuestras emociones, también sacó a flote, al tiempo que contuvo, nuestras inseguridades como autoras. Inseguridades que emergen de una cierta idea de autoría científica desapegada de lo que somos como individuos con emociones, lugares de enunciación, parcialidades (Foucault, 1998) y que afecta la escritura etnográfica, en cuanto que promueve que esta se construya desde la figura masculina de testigo modesto (Haraway, 2004b).

Es la distancia con esa figura de modestia aséptica la que explica los miedos a los que se refieren Alexandra y Eliana arriba, y es el bordar en colectivo lo que permite, material y literalmente, contener estos miedos y abrir la posibilidad (subjetiva) de otras formas de autoridad, una autoridad etnográfica que se conmueve, que vincula, que acompaña (Araiza, 2007), en el sentido de que está y es con aquello que estudia. Así, el bordar colectivo del semillero/costurero permite perforar cierta idea de etnografía individual y desapegada -que es profundamente androcéntrica en el sentido de que privilegia una visión individualista, disociada y neutra de lo real-, la cual habla de lo que vivieron las tejedoras por la memoria de Sonsón, por ejemplo, y de la forma en que eso que vivieron se plasma en narrativas textiles, pero que no se deja afectar subjetivamente por esas narrativas, no reconoce cómo la interfieren.

En ese ejercicio de perforar la etnografía, el bordar en colectivo legitima el hablar desde el nosotras, en plural, desde nuestras emociones, y con ello nos autoriza para dar la vuelta, unir y construir, como bordando, otra etnografía posible. Esta fue la principal forma en que el bordado colectivo afectó la etnografía, al tiempo que nos llevó a replicar sus prácticas, la construyó como un espacio colectivo que acompaña (Pérez-Bustos, Tobar-Roa, y Márquez-Gutiérrez, 2016), un espacio sanador de la etnografía misma, de sus formas de textualización y de su autoría individual.

A modo de cierre

En esta meta-reflexión hemos buscado argumentar la manera en que la realidad del bordado colectivo afecta nuestra práctica etnográfica. En este sentido, nos ha interesado más centrarnos en cómo se produce la etnografía que en lo que esta produce. De forma particular, la reflexión se orientó en dar cuenta de las interferencias que generan los espacios sanadores constitutivos de las iniciativas de bordado colectivo sobre la etnografía de estos, y en las formas en que estas interferencias están constituidas por el género de formas ambiguas.

Sobre esto último, argumentamos que la feminización del bordado se configura en la tensión, con raíces históricas, entre un saber hacer que reproduce cierta jerarquización social desde la cual se ubica a los oficios artesanales textiles, el cuidado y el afecto en cuerpos femeninos como sujetos subordinados, y entre las genealogías femeninas de quienes producen ese oficio y las solidaridades afectivas que entre ellas se gestan en el hacer mismo. En nuestra argumentación, nos hemos propuesto comprender cómo estos espacios de lo femenino -con sus cargas históricas que subordinan, pero que también sanan, al tiempo que reivindican una feminidad colectiva que remienda sus propias heridas- permiten cuestionar el lugar generizado de la experiencia etnográfica que se acerca con sus propias inseguridades a los costureros como espacios de sanación. El cuidado y lo femenino en estos costureros son concomitantes y se construyen conjuntamente cuando posibilitan, desde los tiempos personales, íntimos y colectivos que abren, que las emociones, las inseguridades y los miedos sobre la producción de conocimiento emerjan en relación con cierto lastre androcéntrico de la etnografía clásica (Stolcke, 1996). Esto, por su parte, contribuye a repensar que otra academia es posible, una que se contraponga al ethos productivista e individualista que la embarga en estos tiempos contemporáneos.

Así, en este acercarse al bordado, la etnografía se borda, pero no con ello las etnógrafas (en este caso) se vuelven bordadoras expertas. Aprendemos a bordar, pues necesitamos del conocimiento de este oficio para comprender y entender las lógicas individuales y colectivas de los costureros, así como las formas de pensamiento textil que emergen de la relación más-que-humana entre quien borda y los materiales textiles con los que crea. Pero aprendemos a bordar también para descubrir, en ese hacer y con otras, nuestros propios miedos: a tener algo que decir, a conocer la fuerza de nuestra voz, a afectarnos y a afectar, a pensar desde la intimidad de lo filial simbólico. Aprendemos a bordar para remendar esos miedos como el principal acto de resistencia y producción etnográfica.

Referencias

Andradi, Esther. (2014). Stitch by Stitch: About Needlework, Embroidery, and Writing. En Marjorie Agosín (ed.), Stitching Resistance. Women, Creativity, and Fiber Arts (pp. 12-20). Kent: Solis Press. [ Links ]

Araiza Díaz, Alejandra. (2007). Tres ensayos de epistemología. Hacia una propuesta feminista de investigación situada. Presentación. Athenea Digital, 0(11), 263-270. doi:10.5565/rev/athenea.388 [ Links ]

Bacic, Roberta. (2014). The Art of Resistance, Memory, and Testimony in Political Arpilleras. En Marjorie Agosín (ed.), Stitching Resistance. Women, Creativity, and Fiber Arts (pp. 65-74). Kent: Solis Press. [ Links ]

Barad, Karen. (2003). Posthumanist Performativity: Toward an Understanding of How Matter Comes to Matter. Signs, 28(3), 801-831. doi:10.1086/345321 [ Links ]

Castañeda Salgado, Martha Patricia. (2006). La antropología feminista hoy: algunos énfasis claves. Revista Mexicana de Ciencias Políticas y Sociales, XLVIII(197), 35-47. [ Links ]

Chocontá Piraquive, Alexandra. (2018). Costurero documental: bordar sexualidades, juventudes y feminidades. Tesis de maestría. Universidad Nacional de Colombia, Bogotá. [ Links ]

Collins, Katherine. (2016). The Materiality of Research: ‘Woven into the Fabric of the Text: Subversive Material Metaphors in Academic Writing’. LSE Review of Books. Recuperado de http://blogs.lse.ac.uk/lsereviewofbooks/2016/05/27/the-materiality-of-research-woven-into-the-fabric-of-the-text-subversive-material-metaphors-inacademic-writing-by-katie-collins/Links ]

Edwards, Clive. (2006). ‘Home is Where the Art is’. Women, Handicrafts and Home Improvements 1750-1900. Journal of Design History, 19(1), 11-21. [ Links ]

Enslin, Elizabeth. (1994). Beyond Writing: Feminist Practice and the Limitations of Ethnography. Cultural Anthropology, 9(4), 537-568. [ Links ]

Fields, Corey D. (2014). Not Your Grandma’s Knitting: The Role of Identity Processes in the Transformation of Cultural Practices. Social Psychology Quarterly, 77(2), 150-165. doi:10.1177/0190272514523624 [ Links ]

Foucault, Michel. (1998). What Is an Author? En James D. Faubion (ed.), Aesthetics, Method and Epistemology (vol. 2, pp. 205-222). Nueva York: The New Press. [ Links ]

Geertz, Clifford. (2003). Descripción densa: Hacia una teoría interpretativa de la cultura. En Clifford Geertz, La interpretación de las culturas (pp. 19-40). Barcelona: Gedisa. [ Links ]

Gregorio Gil, Carmen. (2006). Contribuciones feministas a problemas epistemológicos de la disciplina antropológica: representación y relaciones de poder. AIBR Revista de Antropología Iberoamericana, 1(1), 22-39. [ Links ]

Gregorio Gil, Carmen. (2014). Traspasando las fronteras dentro-fuera: Reflexiones desde una etnografía feminista. AIBR Revista de Antropología Iberoamericana, 9(3), 297-322. doi:10.11156/aibr.090305 [ Links ]

Groeneveld, Elizabeth. (2010). “Join the Knitting Revolution”: Third-Wave Feminist Magazines and the Politics of Domesticity. Canadian Review of American Studies, 40(2), 259-277. doi:10.3138/cras.40.2.259 [ Links ]

Hanisch, Carol. (1978). The Personal is Political. En Redstockings Inc. (ed.), Feminist Revolution (pp. 204-215). Nueva York: Routledge. [ Links ]

Haraway, Donna. (1988). Situated Knowledges: The Science Question in Feminism and the Privilege of Partial Perspective. Feminist Studies, 14(3), 575-599. [ Links ]

Haraway, Donna. (2004a). A Manifesto for Cyborgs: Science, Technology, and Socialist Feminism in the 1980’s. En Donna Haraway, The Haraway Reader (pp. 7-45). Nueva York: Routledge . [ Links ]

Haraway, Donna. (2004b). Testigo_Modesto@Segundo_Milenio. HombreHembra©_Cono ce_Oncoratón®. Barcelona: UOC. [ Links ]

Haraway, Donna. (2013). Sowing Worlds: A Seed Bag for Terraforming with Earth Others. En Margret Grebowicz, Helen Merrick, y Donna Jeanne Haraway (eds.), Beyond the Cyborg: Adventures with Donna Haraway / Margret Grebowicz and Helen Merrick (pp. 137-146). Nueva York: Columbia University Press. [ Links ]

Jana, Rosalind. (2016). Mark My Words: The Subversive History of Women Using Thread as Ink. Recuperado de https://broadly.vice.com/en_us/article/8qwpzb/mark-mywords-the-subversive-history-of-women-using-thread-as-inkLinks ]

Kelly, Maura. (2014). Knitting as a Feminist Project? Women’s Studies International Forum, 44(1), 133-144. doi:10.1016/j.wsif.2013.10.011 [ Links ]

König, Anna. (2013). A Stitch in Time: Changing Cultural Constructions of Craft and Mending. Culture Unbound. Journal of Current Cultural Research, 5, 569-585. [ Links ]

Law, John. (2004). After Method: Mess in Social Science Research. Londres: Routledge. [ Links ]

Lindström, Kristina y Ståhl, Åsa. (2016). Patchworking Ways of Knowing and Making. En Janis Jefferies, Diana Wood Conroy y Hazel Clark (eds.), The Handbook of Textile Culture (pp. 63-78). Londres y Nueva York: Bloomsbury. [ Links ]

López, Helena. (2014). Emociones, afectividad, feminismo. En Olga Sabido y Adriana García (eds.), Cuerpo y afectividad en la sociedad contemporánea (pp. 257-275). México: Universidad Autónoma Metropolitana Azcapotzalco. [ Links ]

Muller, Ruth y Kenney, Martha. (2014). Agential Conversations: Interviewing Postdoctoral Life Scientists and the Politics of Mundane Research Practices. Science as Culture, 23(4), 537-559. [ Links ]

Murphy, A. Mary. (2003). The Theory and Practice of Counting Stitches as Stories: Material Evidences of Autobiography in Needlework. Women’s Studies, 32(5), 641-655. doi:10.1080/00497870390207149 [ Links ]

Newmeyer, Trend S. (2008). Knit One, Stitch Two, Protest Three! Examining the Historical and Contemporary Politics of Crafting. Leisure/Loisir: Journal of the Canadian Association for Leisure Studies, 32(2), 437-460. [ Links ]

Pajaczkowska, Clarie. (2016). Making Known: The Textiles Toolbox - Psychoanalysis of Nine Types of Textile Thinking. En Janis Jefferies, Diana Wood Conroy y Hazel Clark (eds.), The Handbook of Textile Culture (pp. 79-94). Londres y Nueva York: Bloomsbury . [ Links ]

Parker, Rozsika. (2010). The Subversive Stitch: Embroidery and the Making of the Feminine. Londres: I. B. Taurisr. [ Links ]

Pentney, Beth Ann. (2008). Feminism, Activism, and Knitting: Are the Fibre Arts a Viable Mode for Feminist Political Action? thirdspace: a journal of feminist theory & culture, 8(1), 1-15. [ Links ]

Pink, Sarah. (2009). Situating Sensory Ethnography: From Academia to Intervention. En Sarah Pink (ed.), Doing Sensory Ethnography (pp. 7-23) Los Ángeles: Sage. [ Links ]

Puig de la Bellacasa, Maria. (2011). Matters of Care in Technoscience: Assembling Neglected Things. Social Studies of Science, 41(1), 85-106. doi:10.1177/0306312710380301 [ Links ]

Puig de la Bellacasa, Maria. (2012). ‘Nothing Comes Without Its World’: Thinking with Care. The Sociological Review, 60(2), 197-216. doi:10.1111/j.1467-954X.2012.02070.x [ Links ]

Pérez Hernández, Alba y Viñolo Berenguel, María. (2010). Las arpilleras, una alternativa textil femenina de participación y resistencia social. En Carmen Gregorio Gil (ed.), ¿Por qué tienen que decir que somos diferentes? Las mujeres inmigrantes, sujetos de acción política (pp. 41-54). Granada: Junta de Andalucía, Universidad de Granada, Perspectivas Feministas en Investigación Social. [ Links ]

Pérez-Bustos, Tania. (2017a). El ethos del cuidado en la producción de conocimiento. Una aproximación desde la antropología feminista al campo científico. En Luz Gabriela Arango Gaviria, Adira Amaya Urquijo, Tania Pérez Bustos y Javier Pineda Duque (eds.), Género y cuidado: Teorías, escenarios y políticas (pp. 50-69). Bogotá: Facultad de Ciencias Humanas, Universidad Nacional de Colombia. [ Links ]

Pérez-Bustos, Tania. (2017b). Penser avec soin. Effilage et raccommodage dans une ethnographie de broderie artisanale et technologie. [Thinking with Care]. Revue d’anthropologie des connaissances, 11, 1(1), 1-22. doi:10.3917/rac.034.0001 [ Links ]

Pérez-Bustos, Tania y Márquez Gutiérrez, Sara. (2015). Aprendiendo a bordar: reflexiones desde el campo sobre el oficio de bordar y de investigar. Horizontes Antropológicos, 21, 279-308. [ Links ]

Pérez-Bustos, Tania, Tobar-Roa, Victoria y Márquez-Gutiérrez, Sara. (2016). Etnografías de los contactos. Reflexiones feministas sobre el bordado como conocimiento. Antípoda. Revista de Antropología y Arqueología, 26, 47-66. [ Links ]

Russell, Heather D. (2014). Quilted Discourses: Writing and Resistance in African Atlantic Narratives. En Marjorie Agosín (ed.), Stitching Resistance: Women, Creativity, and Fiber Arts (pp. 201-211). Kent: Solis Press . [ Links ]

Stacey, Judith. (1988). Can There Be a Feminist Ethnography? Women’s Studies International Forum, 11(1), 21-27. doi:10.1016/0277-5395(88)90004-0 [ Links ]

Stolcke, Verena. (1996). Antropología del género. El cómo y el por qué de las mujeres. En Joan Prat Carós y Ángel Martínez (eds.), Ensayos de antropología cultural: homenaje a Claudio Esteva-Fabregat (pp. 335-344). Barcelona: Ariel. [ Links ]

Tabet, Paola. (2005). Las manos, los instrumentos, las armas. En Ochy Curiel y Jules Falquet (eds.), El patriarcado al desnudo: tres feministas materialistas: Colette Guillaumin, Paula Tabet, Nicole Claude Mathieu (pp. 57-129). Buenos Aires: Brecha Lésbica. [ Links ]

*Este artículo fue posible gracias al apoyo en tiempo de la Universidad Nacional de Colombia en el marco del proyecto de investigación (Jornada Docente) “Escrituras que Resisten/Pensamiento Textil” identificado con el código interno 37552.

1 Casos de esta naturaleza han sido documentados principalmente para el caso estadounidense. Para mayor información ver: Murphy (2003), Newmeyer (2008), Pentney (2008), Russell (2014) y Kelly (2014).

2Para ver la exposición, consultar <http://costureroviajero.org>.

3Utilizamos pseudónimos para identificar a nuestras informantes.

4Con intracción retomamos aquí la propuesta de Karen Barad (2003) sobre una agencia que se produce y que deviene en el hacer.

5Con interferencia nos referimos aquí a lo que Ruth Müller y Martha Kenney (2014) señalan sobre las formas en que los métodos afectan la realidad estudiada. Aquí, utilizamos el concepto en sentido inverso: la realidad interfiere en la etnografía y en la concepción que tenemos de esta.

Recibido: 25 de Agosto de 2017; Aprobado: 06 de Marzo de 2018

Creative Commons License Este es un artículo publicado en acceso abierto bajo una licencia Creative Commons