Gaceta Médica de México, órgano oficial de difusión científica de la Academia Nacional de Medicina, presenta a sus lectores este número especial sobre envejecimiento en el contexto del cambio demográfico que México y varios países de la región experimentan.
Durante la mayor parte de nuestra historia como especie en el planeta, la población total no excedía los 500 millones de habitantes y las poblaciones envejecidas representaban menos de 5 % de la población mundial. Predominaban estructuras demográficas jóvenes y pirámides de población con bases anchas. No obstante, a partir de la Revolución Industrial, la población mundial ha crecido y envejecido significativamente. En el transcurso de tres siglos, se incrementó 16 veces hasta alcanzar 8 mil millones en 2023 y para 2030 se estima que 15 % de la población mundial tendrá más de 60 años.1,2 Por primera vez en la historia de la humanidad, la población mundial envejece.3
En México, es un hecho irrefutable que la sociedad está envejeciendo. En este 2024, el país registró 16 millones de personas de 60 años y más, equivalentes a 12.5 % de la población, y de ellos, 4.4 millones son mayores de 75 años, es decir, 3.3 % de la población. Se estima que para el año 2050, la población de 60 años y más llegará a 35.4 millones, lo que representará 24.1 % de la población del país.4
Es necesario reconocer que la exposición de estos datos con frecuencia se asocia a visiones catastrofistas y a una implícita connotación de carga para el sistema social, económico y de salud del país. Una de las intenciones al preparar este número e invitar a expertos en el tema es precisamente contribuir a cambiar la visión negativa sobre el proceso de envejecimiento, ya que, al menos en parte, esta transformación demográfica es un resultado exitoso de la ciencia, la cual ha contribuido a prolongar la vida.
El envejecimiento ha sido motivo de estudio desde hace siglos y un ejemplo lo constituye el tratado De Senectute,5 de Marco Tulio Cicerón, en el que hace un elogio a la vejez. Sin embargo, es a principios del siglo XX que se comenzaron a conocer los fundamentos biológicos y bioquímicos del envejecimiento; por ejemplo, el descubrimiento de mecanismos celulares como la apoptosis, la vía de señalización del factor de crecimiento similar a la insulina, las especies reactivas de oxígeno y el acortamiento de telómeros, entre otros.6
Envejecer es un proceso de múltiples dimensiones, continuo, heterogéneo, universal e irreversible, que pudiera determinar la pérdida de la capacidad de adaptación de forma progresiva; sin embargo, eso no es un hecho inevitable. Podría decirse que cada ser humano envejece de forma única, ya que el proceso es extremadamente variable, influido por múltiples factores arraigados en el contexto genético y epigenético, pero también por cuestiones sociales, históricas, económicas, culturales y psicológicas, varias de las cuales se construyen o instalan desde el nacimiento.
Algunas preguntas fundamentales guían o han guiado la investigación en biología del envejecimiento: ¿por qué y cómo envejecemos? y ¿podemos o no intervenir en el proceso de envejecimiento?7,8 Pero estas interrogantes en realidad no solo aluden a la perspectiva biológica, sino que se acercan y se vinculan a la investigación clínica, epidemiológica, de servicios de salud e, incluso, podría decirse que a la filosofía. En consecuencia, creemos que el envejecimiento debe ser estudiado desde una perspectiva transdisciplinaria. Pero, ¿cómo definir las prioridades en investigación?, ¿debemos invertir en investigación con la idea de tratar al envejecimiento como una enfermedad o estudiar cómo modificar estilos de vida, abatir la discriminación por edad o diseñar mejores relojes biológicos? Es probable que estas y otras tantas preguntas sean igualmente relevantes y que el punto crítico sea cómo articular los resultados para responder al fin último: lograr una vida con calidad para todas las personas mayores.
Si se acepta que todos tenemos derecho a una vejez digna9 y a vivir un proceso de envejecimiento saludable, se reconoce que es necesaria una investigación científica de alto rigor en todos los ámbitos.
Este número especial presenta un conjunto de investigaciones que se apegaron a los rigurosos criterios de evaluación por pares que establece Gaceta Médica de México. El número tiene distintos propósitos: promover la discusión y análisis de la evidencia sobre el envejecimiento desde diferentes perspectivas; contribuir a cambiar la visión negativa que este proceso tiene de manera injustificada, arbitraria, sistemática y dañina en la sociedad mexicana; y, por último, abonar a la difusión de conocimiento a todo aquel interesado en la materia, particularmente ahora que se discuten nuevas políticas sociales y de salud en aras del inicio de un nuevo gobierno en México.
Se presenta evidencia sobre implicaciones sociales y epidemiológicas del envejecimiento, como el acceso de las personas mayores al sistema de salud, el deterioro funcional según etnicidad, la carga global de enfermedad en este grupo poblacional o la comprensión del etiquetado nutricional de las personas mayores mexicanas. También se discuten temas relevantes para la atención clínica de la persona mayor, como la disfagia en personas con deterioro cognitivo leve y demencia, la relación entre dieta y cognición, o los dominios neurocognitivos en personas mayores con VIH. Además, se resalta la importancia del combate al edadismo, la revalorización del concepto de demencia en la sociedad y se enfatiza en la gran deuda que el sistema de salud tiene con las personas mayores.
Es impostergable centrar más recursos a la investigación, financiar más protocolos, formar más investigadores e investigadoras interesadas en la materia, difundir hallazgos de manera enfática y extensa, entre otras acciones, que permitan el avance del conocimiento y la implementación de prácticas y políticas con el fin de mejorar la calidad de vida de las personas mayores en México y el mundo.
El vínculo entre investigación en envejecimiento y políticas necesita ser establecido explícitamente, incluida la evaluación del impacto de la investigación en las políticas, pero también la evaluación del impacto de los programas. La relación entre política e investigación ha sido siempre compleja, por los diferentes objetivos, el horizonte de tiempo distinto, las diferentes agendas y la falta de claridad o incertidumbre en los resultados de investigación, entre otros motivos. Es cierto que en algunas ocasiones, la evidencia científica no es suficientemente clara: con alguna frecuencia, los reportes se oponen entre sí, es difícil evaluar la calidad de la investigación y la validez externa de algunos estudios puede ser limitada. Sin embargo, trabajar a favor de la transferencia de los resultados de investigación a la práctica es una tarea prioritaria, especialmente cuando se trata de investigación sobre envejecimiento, dadas las evidentes implicaciones presentes y futuras del cambio demográfico y epidemiológico.
Finalmente, la Academia Nacional de Medicina de México y el Instituto Nacional de Geriatría invitan a los lectores a una lectura crítica y reflexiva de los artículos que aquí se presentan.