El sueño es un tema en el que las artes se explayan, ya que en todas sus manifestaciones encontraremos alguna obra que verse sobre este tema.

Varios pintores, de las diferentes épocas y estilos, plasman en su obra alguna imagen onírica. Vincent van Gogh tiene un cuadro en el que muestra a unos campesinos descansando de sus arduas tareas en el campo¹, y no podemos dejar de mencionar uno de los murales de Diego Rivera, Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central (1947).

Este muralista, a solicitud del arquitecto Carlos Obregón Santacilla, pintó el mural para el comedor del Hotel del Prado, que se ubicaba en lo que hoy se conoce como el Centro Histórico. En esta obra se identifica a los personajes más emblemáticos, como una síntesis de la historia de nuestro país. En el centro, los protagonistas más cercanos a la vida del pintor, se observa a la garbancera mejor conocida como “la Catrina” que va del brazo de su creador, José Guadalupe Posadas, a quien Rivera consideraba su padre plástico. Junto a ella, tomando su mano está Diego Rivera de nueve años. Atrás de él, Frida Khalo, sosteniendo con su mano izquierda una esfera con los símbolos del ying y el yang. Si dirigimos la mirada hacia la izquierda, entre otros, identificamos a Carlota y Maximiliano, Benito Juárez, Sor Juana, Hernán Cortés, Juan de Zumárraga. Hacia abajo a la izquierda, en una banca están dormidos un anciano, un borracho, una viuda y un viejo exmilitar conservador. Del lado derecho evoca los movimientos campesinos, la lucha popular como un recorrido hacia lo que llevó a la Revolución Mexicana. Las hijas del artista están en esta zona, y aparece nuevamente él.

El mural muestra tres etapas: hacia la izquierda, La Conquista, la Santa Inquisición; en el centro el autor, personajes de su vida familiar, y hacia la izquierda vemos la Independencia y la Revolución con sus personajes. Todos soñando con un México mejor bajo los árboles frondosos de la Alameda². Sobre uno de los detalles relacionados con esta obra, Alejandro Rosas³ refiere que el hecho de incluir a Ignacio Ramírez “El Nigromante” con su frase “dios no existe” enojó al entonces arzobispo de México, quien no quiso asistir a bendecir el hotel; y como esos hechos “espontáneos” que ocurren en nuestro país, un grupo de indignados mexicanos se presentó en el hotel y mutiló la obra original, al borrar parte de la frase y solo dejar la palabra Dios.

El mural se salvó del sismo de 1985, el hotel, no. Así, el sueño pudo seguir sin tornarse en pesadilla, y ese sueño continúa en el Museo Mural Diego Rivera. El autor refirió lo siguiente sobre esta obra “La composición son recuerdos de mi vida, de mi niñez y de mi juventud y cubre de 1895 a 1910. Los personajes del paseo sueñan todos, unos durmiendo en los bancos y otros, andando y conversando” ⁴.

El 8 de noviembre, Diego Rivera hubiera cumplido años, tuvo un hermano gemelo que murió cuando tenía 18 meses y Diego, que padecía raquitismo y una salud muy precaria, sobrevivió. Viajó y vivió en varias partes del mundo. Su obra vive en nuestra Universidad en el mural La creación (que se ubica en el Antiguo Colegio de San Ildefonso) y en el Estadio Olímpico Universitario⁵.

Con esta crónica histórica interpretada por Rivera se muestra que los humanos tenemos la capacidad para desear e imaginar una vida mejor para nosotros, ya que, a fin de cuentas “soñar no cuesta nada”.

¿Se han preguntado si los androides sueñan? Y si lo hacen, ¿sueñan con ovejas eléctricas? Ese es el título de la novela escrita por Philip K. Dick (1928-1982) y que sirvió para hacer el argumento de la película dirigida por Ridley Scott, Blade Runner (1982) ⁶. Duele leerla, porque temas como la empatía -que se emplea para diferenciar a los androides de los humanos- está desvaneciéndose en los humanos. Ejemplos sobran, solo hay que leer el periódico o escuchar los noticieros. ¿Será la caja de ánimos de Pendfield el equivalente a la imperiosa necesidad de recurrir a agentes externos para “sentir”? La desgarradora sensación que deja leer sobre la ausencia de animales reales y el contentarse con animales eléctricos, como la oveja del protagonista. ¿Qué tan cercano tenemos ese panorama? ¿El polvo cósmico, la radiación?

Para no quedarnos con la escena del incierto futuro que estamos preparando con tanto ahínco, dejemos que la música de los Everly Brothers, Fleetwood Mac, ABBA y Eurythmics nos lleve por el camino de encuentro con Morfeo. Pero si se prefiere algo más clásico, escuchemos a Berlioz, Mendelssohn, Schubert.

En la literatura, unos de los títulos más famosos son El sueño de una noche de verano, de William Shakespeare (1595), y La vida es sueño, de Pedro Calderón de la Barca (1635), obra conocida de la época del barroco, de la que el soliloquio de Segismundo nos recuerda:⁷