El Dr. Santillán-Doherty1 publica un artículo interesante sobre la lucha contra el COVID-19, nombrando a la enfermedad como la peste del siglo XXI. En éste describe el origen y evolución del virus, la necesidad de la reconversión hospitalaria, el acceso al equipo de protección personal, además del impacto social de la pandemia.
Debido a las epidemias anteriores de SARS, MERS y Ébola, además de la influenza A H1N1 en el 2009 que fue de afección global, todas ocurridas en los primeros 20 años de este siglo, nos invitan a pensar que en las próximas ocho décadas otros agentes pueden aparecer en el escenario de la salud.
En los últimos siete meses tenemos el genoma del SARS-CoV-2 causante del COVID-19, sabemos el mecanismo de infección, las medidas de protección, complicaciones, manifestaciones clínicas, datos de agravamiento, factores de riesgo, medicamentos que no funcionan y aquéllos con posibilidad de éxito en el tratamiento, aún nos falta la esperada vacuna para tener la contención completa, pero existen más de 150 proyectos para la creación de la misma.2
En el medievo, la peste bubónica duró alrededor de seis años en Europa, además devastó a la tercera parte de la población existente.3
Aún el futuro parece incierto, pero dice el refrán popular «más vale malo por conocido que bueno por conocer». A este malo ya lo conocemos, desgraciadamente aún nos faltan muchos buenos por conocer.