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Revista de investigación clínica
versión On-line ISSN 2564-8896versión impresa ISSN 0034-8376
Rev. invest. clín. vol.57 no.2 Ciudad de México mar./abr. 2005
Artículo especial
Evaluación del receptor de trasplante renal
Renal transplant's recipient evaluation
Juan Vicente CuéllarGonzález,* Ricardo CorreaRotter*
* Departamento de Nefrología y Metabolismo Mineral Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición Salvador Zubirán.
Reimpresos:
Dr. Ricardo CorreaRotter
Departamento de Nefrología
Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición Salvador Zubirán
Vasco de Quiroga No. 15 Col. Sección XVI, Tlalpan
14080, México, D.F.
Tel: 55737200, ext: 2505 Fax: 56550382
Correo electrónico: correarotter@prodigy.net.mx
INTRODUCCIÓN
Para muchos pacientes con insuficiencia renal crónica avanzada, el trasplante renal es el tratamiento de elección. Esta opción debe ser considerada tempranamente ya que en algunos pacientes el trasplante puede realizarse antes de que se requiera diálisis para sustituir la función renal, es decir, en forma anticipada.1
El proceso de evaluación del potencial receptor de un trasplante renal debe hacerse en forma multidisciplinaria por un equipo de trasplante el cual incluye: nefrólogo, cirujano de trasplantes, urólogo, trabajadora social, enfermeras y expertos en tipificación tisular. En muchos centros el receptor y el donador son evaluados por diferentes equipos de médicos, para prevenir la influencia del médico del receptor sobre la evaluación de los probables donadores.
El trasplante incide significativamente en forma positiva en la calidad de vida del paciente, en comparación con lo observado en otras modalidades de sustitución de la función renal.2 Además, confiere una mejor sobrevida, obteniéndose una disminución de la tasa de mortalidad de entre 48 y 82% menos que los pacientes con insuficiencia renal en fase sustitutiva que no fueron trasplantados.3,4
No todos los pacientes pueden ser candidatos a recibir un trasplante renal por diversas razones, entre las que se incluyen: riesgos perioperatorios inaceptablemente elevados, edad avanzada, riesgos asociados a la inmunosupresión y algunas comorbilidades. En 92% de los centros que realizan trasplante renal en Estados Unidos el ser un receptor potencial VIH lo excluye de ser incluido en un programa de trasplante renal; 74% de los centros excluye pacientes con enfermedad coronaria no operable, 34% no incluye a los mayores de 70 años, y sólo en 22 y 5%, respectivamente, excluyen pacientes con anticuerpos para virus de hepatitis B y C, respectivamente.5 En algunos centros europeos de trasplante renal se excluye a pacientes con hiperoxaluria primaria y en otros más a aquellos en los que se demuestre falta de apego terapéutico.6
Es claro que la evaluación del receptor renal es de vital importancia para el éxito del trasplante a corto y largo plazos y debe incluir desde una historia clínica y un examen físico minucioso y sistematizado y posteriormente la evaluación integral por un equipo multidisciplinario de especialistas, psiquiatras y trabajadores sociales, los cuales determinarán en conjunto si el paciente es o no tributario a un trasplante renal.
CONTRAINDICACIONES PARA TRASPLANTE RENAL
La mayoría de los autores coincide en seis contraindicaciones absolutas:
1. Pacientes que no vivirán más de un año.
2. Neoplasias malignas.
3. Infección crónica (o aguda) no controlada.
4. Enfermedad extrarrenal grave (hepatopatía crónica, enfermedad coronaria trivascular, enfermedad pulmonar obstructiva crónica avanzada, enfermedad vascular periférica grave, entre otras).
5. Incumplimiento terapéutico.
6. Enfermedad psiquiátrica grave que daña el cumplimiento de la terapéutica.
La mayor parte de los centros incluyen dentro de las contraindicaciones absolutas al alcoholismo y la farmacodependencia (inclusive el tabaco en algunos pocos centros), la incompatibilidad ABO, la presencia de pruebas cruzadas positivas y pacientes con alto riesgo perioperatorio.7
Hay algunas contraindicaciones relativas: hepatitis crónica activa, enfermedad coronaria, enfermedad acidopéptica no resuelta y enfermedad cerebrovascular.
Como comentamos previamente, una de las principales contraindicaciones para el trasplante renal es la existencia de alguna neoplasia maligna, ya que la terapia inmunosupresora tiene una influencia negativa sobre la historia natural de la enfermedad tumoral, además de que en varias de las neoplasias, dependiendo del estadio en que se encuentren, la sobrevida es significativamente baja, inclusive en algunas, siendo de meses. Por estas razones es importante realizar un tamizaje efectivo para búsqueda de alguna neoplasia pretrasplante, para así disminuir la incidencia de neoplasias postrasplante, la cual llega a ser condicionante de 9 a 12% de las muertes en estos pacientes.8 Además es recomendable esperar un tiempo razonable entre la finalización del tratamiento para determinadas neoplasias curables y el trasplante renal, para así disminuir la tasa de recurrencias de la malignidad.
En el cuadro 1 se describen las principales neoplasias con su método de tamizaje propuesto, su incidencia (anotando el porcentaje de incremento en pacientes con terapia sustitutiva de la función renal o tasas de recurrencia postrasplante) y el tiempo de espera libre de tumor antes de aceptarse la realización de un trasplante renal.9 Como puede verificarse en el cuadro, los métodos de tamizaje para el diagnóstico oportuno de las neoplasias en esta población de pacientes son los mismos que los propuestos para la población general.
EVALUACIÓN MULTIDISCIPLINARIA DEL RECEPTOR DE TRASPLANTE RENAL
Una vez descartada la presencia de neoplasia, el receptor es evaluado por un equipo de especialistas: nefrólogos, urólogos, infectólogos, psiquiatras, otorrinolaringólogos, odontólogos y de ser necesario cardiólogos y neumólogos, así como Trabajo Social.
Evaluación urológica
En forma rutinaria se solicita examen general de orina y urocultivo10 a todos los pacientes que tienen diuresis residual, ya que el paciente debe tener el tracto urinario estéril antes del trasplante para evitar infecciones postrasplante. También es recomendable la realización de un ultrasonido de los riñones nativos, el cual es de gran utilidad como se ha comentado en la sección previa, como tamizaje para cáncer renal, además de que podemos detectar la presencia de urolitiasis, enfermedad renal poliquística del adulto o enfermedad renal quística adquirida, condiciones que pudieran ser desfavorables en el periodo inmediato y mediato postrasplante por condicionar una mayor probabilidad de infecciones urinarias. En la presencia de enfermedad renal poliquística del adulto se recomienda frecuentemente la realización de nefrectomía pretrasplante.
En los pacientes anúricos es recomendable un estudio de cistouretrografía de llenado, para conocer la capacidad vesical residual que en algunos pacientes suele ser muy pequeña, situación que incrementa el riesgo de complicaciones postoperatorias, por lo que está recomendado, en esta última situación, el realizar ejercicios de dilatación vesical previos a la cirugía. En algunos casos es necesaria una corrección quirúrgica para aumentar la capacidad vesical (cistoplastia), informándose excelentes resultados, ya sea realizando la anastomosis urinaria directamente con la vejiga o con el uretero nativo.11
La cistouretrografía de vaciamiento, los estudios de urodinamia y la cistoscopia sólo deben de realizarse en pacientes en los que se sospeche o se haya documentado un problema urológico.12 La presencia de reflujo vesicoureteral es una indicación de nefroureterectomía para evitar infecciones recurrentes posteriores al trasplante. A los pacientes que se les documenten anormalidades vesicales (divertículos, pólipos, problemas de esfínteres), éstos deberán ser corregidos previos a la cirugía del trasplante. En pacientes con neuropatías que condicionen vejiga neurogénica sin incontinencia urinaria, pero con incapacidad para el vaciamiento de la vejiga, se recomienda que se continúe su manejo postrasplante con autocateterización.
En algunos casos la vejiga no puede utilizarse, por lo que en esta condición es apropiado la construcción de una vejiga ileal previo al trasplante, misma en la que en el momento de realizar el trasplante renal se realizará la anastomosis ureteral. Este procedimiento en manos experimentadas genera excelentes resultados.
La incontinencia urinaria impide la realización de un trasplante renal. Cuando la incontinencia es resultado de fatiga del esfínter, se ha utilizado con éxito la colocación pretrasplante de un esfínter urinario artificial. Este procedimiento también puede realizarse unos meses después del trasplante cuando la función del injerto es estable, se ha disminuido la inmunosupresión y, por ende, el riesgo de infección es menor.
Evaluación infectológica
Es ésta una de las evaluaciones más importantes, ya que como se ha comentado previamente, una infección aguda o crónica activas contraindican la implantación del injerto renal.
Dependiendo del centro de trasplante y de la epidemiología regional se solicitan diferentes estudios de tamizaje para infecciones; sin embargo, un importante número de ellos son empleados universalmente. A continuación anotamos los estudios solicitados en la mayor parte de los centros:
1. Antígeno de superficie de hepatitis B.
2. Anticuerpos para hepatitis C.
3. Anticuerpos contra el virus de inmunodeficiencia humana.
4. Anticuerpos IgG e IgM contra citomegalovirus.
5. Virus Epstein Barr y toxoplasma.
Adicionalmente se solicitan en forma rutinaria los siguientes estudios:
a) Urocultivo
b) Exudado nasal
c) Exudado faríngeo
d) Radiografía posteroanterior de tórax y PPD.
En países con alta prevalencia de enteroparasitosis es recomendable la realización de coproparasitoscópicos de rutina como parte de la evaluación infectológica, ya que algunos parásitos como el Strongyloides stercoralis puede producir importante morbilidad e inclusive infestaciones mortales con la inmunosupresión si no son erradicados.
Con respecto a la hepatitis B, la determinación del antígeno de superficie de hepatitis B (AgsHB) es prácticamente universal en todos los centros de trasplante. La presencia de hepatitis B no es una contraindicación absoluta para el trasplante; sin embargo, sí constituye una condición patológica que debe atenderse en forma específica. El paciente con AgsHB positivo, pero que tiene ausencia de replicación viral es el que tiene un mejor pronóstico tanto desde el punto de vista de la función del injerto, pero, sobre todo, en la función hepática a mediano y largo plazo. La evaluación en esta esfera incluye desde la exploración física, investigando signos de hepatopatía crónica y con exámenes de laboratorio (pruebas de función hepática completas). Además del AgsHB en algunos centros se recomienda solicitar AgeVHB, AceVHB, Ac cVHB y DNA del virus (este último marcador de replicación). Es importante también realizar un ultrasonido hepático. Se ha recomendado realizar biopsia hepática como parte de la evaluación en los siguientes casos: historia de descompensación de la función hepática, hepatomegalia, esplenomegalia, estigmas físicos y datos ultrasonográficos de hepatopatía y/o hipertransaminasemia. Si la biopsia evidencia fibrosis en puentes o cirrosis, debe considerarse trasplante en bloque (hepático y renal) o descartarse la opción del trasplante renal.14
La prevalencia de infección por virus de hepatitis C en el paciente en diálisis es elevada,15 siendo en Estados Unidos de América entre 10 a 20%.16 Como método de tamizaje una vez que hay positividad del anticuerpo para hepatitis C (AcVHC), las transaminasas son útiles, pero no definen la magnitud de la lesión hepática. Se recomienda adicionalmente la realización de una panendoscopia. El estándar de oro continúa siendo la realización de una biopsia hepática, siendo en algunos centros de trasplante obligatoria su realización como parte de la evaluación pretrasplante en el paciente con AcVHC. En forma práctica se recomienda que en caso de tener positividad para Ac VHC, se realice determinación de carga viral (RNA viral con técnica de PCR). Si dicho estudio es negativo, no existen estigmas crónicos de hepatopatía y las pruebas de función hepática son normales, el paciente es candidato a trasplante renal. De lo contrario si la PCR es positiva, se recomienda la realización de una biopsia hepática. Dependiendo del resultado de la biopsia será la conducta a seguir: normal (candidato a trasplante renal), cirrosis (considerar trasplante en bloque) y hepatitis crónica (considerar tratamiento con interferón ± ribavirina).17
Antes de la era del tratamiento antirretroviral altamente eficiente (HAART), los trasplantados renales infectados por el virus de la inmunodeficiencia adquirida humana (VIH) tenían una mortalidad mayor comparada contra la de los receptores no infectados. Si bien en varios centros la positividad para VIH continúa siendo una controversia, e incluso una clara indicación para descartar la posibilidad de trasplante renal, los estudios clínicos controlados han demostrado una sobrevida al año de 100% en pacientes trasplantados de riñón con VIH positivos tratados con HAART.18 En estudios recientes se ha demostrado que la sobrevida de dicho grupo de pacientes es inclusive mejor que en pacientes trasplantados no seropositivos, aunque dichas diferencias no fueron estadísticamente significativas.19 La "American Society of Transplantation" ha recomendado que el trasplante renal en pacientes seropositivos para el VIH se considere aún como un procedimiento experimental. Una condición importante para considerar un paciente con VIH como probable receptor de trasplante renal es el que tenga una carga viral indetectable, con una cuenta celular de CD 4 mayor de 300 y ausencia de infecciones oportunistas.4
En la mayoría de los centros de trasplante renal del mundo se solicitan anticuerpos IgG e IgM contra citomegalovirus y Epstein Barr, cuyas seroprevalencias (IgG positivo) son muy altas en prácticamente todo el mundo. La importancia de este escrutinio radica en el papel fundamental que puede tener la infección por citomegalovirus (CMV) sobre la función del injerto a corto y largo plazos, así como la potencial gravedad de la enfermedad por CMV y en el caso del virus Epstein Barr su importancia radica en el desarrollo potencial de enfermedad linfoproliferativa en el paciente trasplantado. En relación con estas infecciones virales, se ha agrupado a los pacientes candidatos a trasplante renal en tres grupos de riesgo esto mejor caracterizado para el CMV: bajo riesgo (tanto el receptor como el donador tienen IgG negativo), alto riesgo (receptor IgG negativo, donador IgG positivo) desencadenando hasta en 50% de los casos una primoinfección y riesgo intermedio (receptor IgG positivo, donador positivo o negativo).20 En los casos particulares de riesgo de infección por herpes virus simple, la mayoría de los protocolos incluyen profilaxis postrasplante con aciclovir durante el periodo de mayor riesgo. En un elevado porcentaje de centros de trasplante de Europa y los Estados Unidos de América, se utiliza profilaxis con ganciclovir o valganciclovir para pacientes de riesgo intermedio y alto para infección o enfermedad por CMV, conducta no utilizada de rutina en México por sus elevados costos y por haberse demostrado que la terapia anticipada guiada por escrutinio periódico es altamente eficiente.21
La tuberculosis es una enfermedad muy frecuente en nuestro medio y en general en el mundo en desarrollo. Por otra parte, su incidencia ha ido en aumento prácticamente en todo el mundo. La evaluación del riesgo de tuberculosis para el potencial receptor incluye inicialmente una radiografía de tórax y una intradermorreacción de PPD. Existe importante controversia en la indicación o no de tratar a pacientes con PPD positivo (tuberculosis latente).22 En nuestra Institución, solicitamos como parte de la evaluación inicial: PPD, el cual se considera positivo cuando > 5 mm, examen general de orina, placa anteroposterior y lateral de tórax. En caso de telerradiografía de tórax anormal, se solicita tomografía computarizada. En caso de PPD positivo, sintomatología sugestiva de tuberculosis, estudios de imagen anormales o alteraciones en el sedimento urinario, se solicitan adicionalmente cultivos para micobacterias en jugo gástrico y/o expectoración o en orina según sea el caso, considerándose negativos hasta transcurridos 56 días de incubación. Si después de esta evaluación se encuentra sólo PPD positivo (tuberculosis latente) se inicia tratamiento con isoniacida 300 mg/ día durante seis meses, pudiéndose realizar el trasplante en cualquier momento. Si de lo contrario, se establece el diagnóstico de tuberculosis activa, deberá recibir esquema antifímico cuatro fármacos durante seis meses, pudiéndose realizar el trasplante renal posteriormente, siempre y cuando exista mejoría clínica y los cultivos para micobacterias resulten negativos.
Evaluación otorrinolaringológica y dental
El objetivo de la evaluación del receptor de trasplante renal por estos dos especialistas es el descartar y erradicar focos sépticos antes de realizar el procedimiento. En nuestra institución, se solicita, previo a la consulta con el otorrinolaringólogo, radiografía o tomografía de senos paranasales y cultivos de exudado nasal y faríngeo. Es importante también la revisión por un odontólogo para realizar tratamientos para erradicar caries, gingivitis o cualquier otro foco de infección previo al trasplante.
Evaluación psiquiátrica
En todos los protocolos de receptores para trasplante renal es fundamental la valoración por un psiquiatra, de preferencia con experiencia en esta área en particular, para realizar pruebas que permitan descartar alguna enfermedad mental grave o falta de adherencia al tratamiento, los cuales son contraindicaciones absolutas para la realización del trasplante renal.4 En dicha entrevista también se explora la existencia de posibles adicciones de parte del paciente, ya que en la mayoría de los protocolos esta última situación se considera también una contraindicación absoluta para realizar el trasplante, no así cuando puede comprobarse que el paciente tiene un mínimo de seis meses sin la adicción.
La falta de cumplimiento (adherencia) es tal vez el aspecto psiquiátrico que más influye sobre la sobrevida del injerto. En la etapa pretrasplante se puede ayudar con psicoterapias cognitivas al paciente que presenta problemas de falta de apego, para que, posteriormente, en la etapa postrasplante tenga una mejor adherencia terapéutica a las indicaciones médicas y fármacos prescritos.23
Otra situación a ser evaluada por el psiquiatra es el coeficiente intelectual del receptor, ya que los pacientes con retraso mental no son candidatos idóneos a recibir un injerto, situación que cambia cuando el paciente cuenta con un importante apoyo familiar, por lo que la red de apoyo al paciente también debe ser evaluada.24
Finalmente, es parte importante de la evaluación psicológica integral, el conocimiento del donador, en caso de tratarse de un donador vivo relacionado. En esta instancia es fundamental la opinión de un psiquiatra calificado en cuanto a la motivación del donador y la relación que guarda con el potencial receptor, con la finalidad de demostrar que la donación es altruista y libremente decidida por el donador y sin otras motivaciones indeseables o ilegales.
Evaluación cardiológica
Las enfermedades cardiovasculares son la principal causa de muerte en la etapa posterior al trasplante renal. La mortalidad a dos años va de 1 a 17%, dependiendo del riesgo cardiovascular del receptor.25 En la mayoría de los protocolos para receptores de trasplante renal se solicita una radiografía de tórax y un electrocardiograma (ECG) de 12 derivaciones. Estos estudios, aunados a una adecuada exploración física, son suficientes para sujetos de bajo riesgo, no así para pacientes que tienen las siguientes condiciones que obligan a una evaluación por el cardiólogo: historia de infarto al miocardio, angor, insuficiencia cardiaca congestiva, soplo sugestivo de lesión valvular, ECG anormal, diabetes mellitus, edad mayor a 50 años y signos de insuficiencia arterial periférica.3 Cuando existe sospecha de alteraciones morfológicas tales como valvulopatías, se sugiere la realización de un ecocardiograma.
Uno de los puntos más importantes es la detección de enfermedad isquémica. Los primeros estudios que deben efectuarse son aquellos de carácter no invasivo entre los que se incluyen: ecocardiograma en reposo, ecocardiograma con dobutamina, prueba de esfuerzo y los estudios de perfusión con taliodipiridamol de medicina nuclear. La sensibilidad y especificidad de estos estudios es muy variable. En el cuadro 2 mostramos la sensibilidad, especificidad, valor predictivo positivo y valor predictivo negativo a un año de realizar cada una de estas pruebas.26
Recientemente los estudios de imagen por resonancia magnética (IRM) y la tomografía por emisión de positrones (TEP) han ido ganando terreno como estudios no invasivos para detección de isquemia miocárdica. El mejor método de tamizaje es el estudio con el que se tenga una mayor experiencia en el Servicio de Cardiología local.
Cuando se demuestra isquemia en alguno de los territorios de la circulación miocárdica, el paciente debe ser sometido a estudio invasivo (coronariografía), el cual, si demuestra lesiones significativas en alguna de las coronarias, indica realizar revascularización miocárdica. Esto puede ser por medio de angioplastía o bien por corrección quirúrgica. Generalmente se prefiere que el procedimiento se efectúe previo al trasplante para así evitar nefrotoxicidad del medio de contraste o la isquemia del procedimiento quirúrgico,27 aunque hay estudios que demuestran que el procedimiento puede realizarse posterior al trasplante renal.28
Es importante destacar que en muchos países como en el nuestro, la permanencia de los pacientes en la lista de trasplante de donador cadavérico es prolongada, incluso de varios años, por lo que la evaluación cardiovascular debe realizarse periódicamente.
SITUACIONES ESPECIALES
El paciente geriátrico
No es contraindicación para ser receptor de trasplante renal tener más de 65 años de edad. Según el Sistema Norteamericano de Datos de Pacientes Renales (USRDS), casi 50% de los pacientes que requieren terapia sustitutiva pertenecen a ese grupo etario. Más de 10% de los pacientes trasplantados en los Estados Unidos de América son mayores de 65 años. Este grupo de pacientes tiene una menor incidencia de pérdida de injertos por rechazos agudos (pérdida del injerto a los tres años por causa inmunológica 31 vs. 11% menores vs. mayores de 60 años, respectivamente29), ya que el sistema inmune del anciano es más deficiente que el de los jóvenes al tener menos capacidad de alorrespuesta.30 Por este mismo motivo la respuesta contra las infecciones y neoplasias es menor, por lo que con la inmunosupresión el anciano es proclive a desarrollar una mayor cantidad de infecciones y a desarrollar neoplasias. En muchos centros se ha optado por dar una inmunosupresión más leve que en los pacientes jóvenes para evitar estas complicaciones.
En estos pacientes la evaluación cardiovascular es de importancia capital, ya que determina la factibilidad de realizar o no el procedimiento.
Diabetes mellitus
Es la causa más frecuente de insuficiencia renal crónica en todo el mundo. La evaluación pretrasplante del paciente diabético debe ser muy acuciosa para investigar ateroesclerosis y enfermedad cardiovascular, siendo esta última el principal obstáculo para poder llevar a cabo el trasplante renal en este tipo de pacientes.31 Las guías K/DOQI recomiendan referir al paciente diabético al centro de trasplantes cuando la depuración de creatinina sea menor de 30 mL/ min, aconsejando la realización del mismo cuando la TFG se encuentre alrededor de 1520 mL/min.32
Se han propuestos metas específicas para pacientes diabéticos en evaluación para ser receptores de un trasplante renal: TA 130/80 mm Hg, HbA < 7% y LDL < 100 mg/dL. A diferencia de otros pacientes, la cardiopatía isquémica en el diabético es muchas veces silente, por lo que la historia clínica tiene un escaso valor para el diagnóstico, por consiguiente de entrada es necesario realizar estudios no invasivos, de los cuales el que tiene mayor sensibilidad (90%) es la tomografía por emisión de positrones (TEP) seguido del ecocardiograma con dobutamina (85%) y los estudios de medicina nuclear con talio (85%).33 En algunos centros se realiza angiografía en la mayoría de los pacientes, sometiéndose al paciente a revascularización, en caso necesario.34 Previo al trasplante deben resolverse todas las complicaciones vasculares no cardiacas.
Obesidad
Se ha descrito en la literatura que existe un riesgo incrementado de morbilidad y mortalidad posquirúrgica en los receptores de trasplante renal obesos. En estudios retrospectivos se ha evidenciado una pobre sobrevida del injerto, independientemente de la sobrevida del paciente.35 Se ha considerado en la literatura a un índice de masa corporal (IMC) mayor de 30 kg/m2 como un claro factor de riesgo. Llama la atención que dos estudios publicados en 2002 y 2004, en poblaciones de injertos de cadáver y de donador vivo, respectivamente, no se encontraron diferencias significativas en los desenlaces a uno y cinco años, respectivamente, entre los receptores obesos y los no obesos.36,37 Aun con esta información contradictoria, lo recomendable es tratar de realizar el trasplante cuando el receptor se encuentre lo más cerca de un peso ideal.
Lupus eritematoso generalizado
Para iniciar el protocolo de trasplante renal en un (a) paciente con lupus, es necesario que el (la) paciente no tenga actividad lúpica en los últimos seis meses (algunos estudios refieren un tiempo de espera de 12 meses). Las pruebas inmunológicas tienen un valor pronóstico poco claro, aunque en algunos informes se ha considerado que la presencia de títulos altos contraindican en ese momento el trasplante renal.38 La presencia de anticuerpos anticardiolipinas deben alertar de la probable presencia de un episodio trombótico relacionado con síndrome antifosfolípidos, pero no contraindica el trasplante renal.
Glomerulopatías recurrentes en el injerto renal
Es la causa de 20 a 40% de insuficiencia renal en pacientes trasplantados. Ocurre en 6 a 19.4% de todos los trasplantes renales. La glomerulonefritis membranoproliferativa tipo II es de las glomerulopatías que tiene mayor tasa de recurrencia, seguida de la glomerulopatía por IgA y de la glomeruloesclerosis focal y segmentaria.39 En el cuadro 3 describimos algunas de las nefropatías o enfermedades recurrentes seguidas de su tasa de recurrencia.
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