Florence Nightingale, quien fue un pilar fundamental en enfermería y estadística, escribió que “la verdadera prueba de una enfermera es cuidar a un bebé enfermo”.1 De acuerdo con Nightingale, el cuidado de enfermería en el paciente pediátrico es un desafío, dado por las diferencias en las etapas de desarrollo, en las cuales sus necesidades cambian, así como por su vulnerabilidad y limitada capacidad para tomar decisiones.2,3
El cuidado del paciente pediátrico implica la adquisición de conocimientos sobre fisiología, farmacología, cuidados específicos individualizados, educativos, gerenciales y de investigación para brindar una atención eficiente y segura, además para hacer frente a emergencias, como la pandemia por COVID-19.4 Por otra parte, involucra el desarrollo de ciertas habilidades, como la sensibilidad para interpretar el llanto de un recién nacido o la capacidad para comunicarse y entender la imaginación en el lenguaje de los niños, así como aprender a jugar con ellos, o bien, a descifrar el silencio en los adolescentes.5
Asimismo, para el óptimo cuidado de los pacientes se necesita la interacción con otras áreas involucradas en el proceso para mantener la salud o recuperarla. En este contexto, las y los especialistas en enfermería pediátrica coordinan el cuidado del entorno del paciente, como el sonido, iluminación, ventilación, seguridad y a quienes lo acompañan. Para lograrlo, parte de este proceso incluye la capacitación del cuidador primario, respetando la dignidad y autonomía de las personas, pero siempre mirando por el bien de los niños.6
La aplicación de cada una de las actividades señaladas se realiza asumiendo diferentes roles, como el ser cuidador directo, educador, consejero, consultor, defensor, coordinador de atención, administrador de sistemas de salud e inclusive como investigador. Se debe recordar que todas las acciones deben incluir el hogar, unidades médicas, centros de recreación y las escuelas.7,8
Un aspecto relevante es que, para lograr la mejor atención al paciente y su familia, siempre debe prevalecer un clima de colaboración y comunicación efectiva entre la enfermera, el pediatra y todo personal de salud implicado en su manejo.9
Aunque el primer libro de texto de enfermería pediátrica se publicó en 1923, los artículos que abordan las necesidades de los niños ya estaban registrados previamente en revistas de enfermería. En las primeras publicaciones de enfermería destacan cuidados como las técnicas de alimentación infantil y procedimientos de enfermería pediátrica.10
Las revistas de enfermería nacen al inicio del siglo XX, en su mayor parte auspiciadas por sociedades científicas profesionales; sin embargo, en los primeros años el avance fue muy lento. Observando que la etapa de crecimiento ocurrió de 1960 al año 2000, y que llegó a su consolidación en las últimas dos décadas.11 En México, las revistas científicas de enfermería se encuentran en desarrollo, la mayoría corresponde al área docente.12 Bajo este contexto, parece importante dar a conocer que la Revista Mexicana de Pediatría, desde sus inicios, ha sido una plataforma en la cual el personal de enfermería puede publicar los resultados de sus investigaciones, o bien, artículos de revisión sobre su papel en el cuidado de niños y adolescentes.
La investigación clínica realizada por personal de enfermería merece ser estimulada, tomando en cuenta sus grandes capacidades de observación, de aprendizaje, de razonamiento, de intercambio de ideas, de creatividad y pensamiento crítico. Todas estas cualidades son áreas de oportunidad en donde la enfermería pediátrica podría realizar sus proyectos de investigación. Los temas que se pueden abordar son múltiples, por ejemplo, los errores de medicación, el manejo en el dolor del paciente hospitalizado, características de la familia con niños que necesitan atención a largo plazo, así como factores relacionados a la falta de apego al tratamiento, donde el paciente y el cuidador primario deben tomarse en cuenta.13,14 De esta forma, los grupos de estudio pueden ser los pacientes, los cuidadores primarios y el propio personal de salud.
Con estos breves comentarios, deseamos que los lectores puedan reflexionar y considerar que las oportunidades para la investigación de enfermería en pediatría son amplias, lo cual tiene un impacto directo en los servicios de salud. Además, la divulgación de los resultados de estas investigaciones debe hacer más visible la investigación de enfermería dirigida al paciente pediátrico, a nivel nacional e internacional, por lo que la Revista Mexicana de Pediatría es un excelente vehículo para su consecución.