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Salud Pública de México

versión impresa ISSN 0036-3634

Salud pública Méx vol.45 no.1 Cuernavaca ene. 2003

 

PÁGINAS DE SALUD PÚBLICA

 

 

Héctor Gómez Dantés

Investigador titular B, Jefe del Area de Análisis de la Información, División Técnica de Información Estadística en Salud, Dirección de Prestaciones Médicas, Instituto Mexicano del Seguro Social

 

 

 

Andrew Spielman y Michael D' Antonio. Mosquito: A natural history of our most persistent and deadly foe. Nueva York (NY): Editorial HYPERION, 2001.

Invitar a la lectura de un libro que habla sobre los mosquitos pareciera una labor ingenua y poco llamativa, sobre todo cuando el mundo se encuentra al borde de la guerra, aterrorizado por el terrorismo, inundado por la violencia; varios países están en franca debacle económica, las políticas globalizadoras se topan con núcleos de resistencia cada vez más amplios y las epidemias de SIDA, tabaco, alcohol y drogas ilícitas funden los riesgos en la advertencia de una muerte prematura.

Sin embargo, es precisamente en este contexto de crisis internacional donde la lectura del texto cobra mayor relevancia. La paz mundial descansa en la existencia o el hallazgo de armas de destrucción masiva en los palacios de Saddam Hussein cuando durante siglos hemos estado dominados por un ejército diminuto y portador de las armas biológicas más letales que ha conocido el hombre: el paludismo, la fiebre amarilla, el dengue y otras enfermedades transmitidas por vectores diversos. Son los mosquitos los enemigos invisibles que han cambiado el curso de la historia, detenido la ambición de grandes conquistadores y la expansión del colonialismo, así como tambien un factor decisivo en la viabilidad del progreso de muchas naciones. La naturaleza nos ha impuesto un desafío y, a pesar de los avances espectaculares de la ciencia, hoy todavía no somos capaces de entender y menos aún de resolver este gran reto. Gracias al texto del doctor Spielman hoy contamos con una afortunada y sencilla historia que describe a la más persistente y letal de nuestras desventuras.

Para empezar, el texto fue escrito por quien es "el especialista" en mosquitos y en las enfermedades ligadas a ellos más reconocido en el mundo. Su posición de profesor en la Universidad de Harvard lo distingue como uno de los investigadores de mayor prestigio internacional y ello nos garantiza que cada una de las 226 páginas de su libro estén llenas del más puro y destilado conocimiento científico sobre la biología de los mosquitos, pero también de entretenidas anécdotas vividas en carne propia durante sus extensos viajes por literalmente todos los rincones del mundo. Aquellos que han tenido la fortuna de disfrutar sus clases y gozado la oportunidad de escucharlo en alguna conferencia, taller o seminario, están convencidos de que el Dr. Spielman es un hombre de una profunda sapiencia y sencillez, no obstante que tropieza al tratar de compartir verbalmente todo lo que sabe y ha aprendido. En este texto fluye como un río de amplio caudal una enorme cantidad de información sobre el comportamiento de los mosquitos. Si bien este campo pareciera ser del especialista, existe un hilo seductor que nos va descubriendo cómo viven, comen y se reproducen estos vectores accidentales del mal. Hay un pacto implícito para tratar de enamorarnos de estas frágiles bestias, diminutas glotonas, inconscientes vehículos de la enfermedad e irresponsables promotores de la desgracia. El mundo de los mosquitos se narra a través del ocular de un microscopio desde el cual nos describe las gesticulaciones de la hembra cuando deposita decenas de huevecillos sobre la tranquila superficie de un cuerpo de agua. La historia se desenvuelve entre la humedad, el calor sofocante, la ausencia de un ventilador y el deseo de un duchazo fresco en las enigmáticas regiones de Africa, la India, el sureste asiático y El Caribe. Nos describe las discretas e imperceptibles pero complejas maniobras para aterrizar sobre la piel de una víctima, y lo sorprendente del aparato bucal del mosquito con el que realiza el beso macabro succionando la sangre necesaria para su reproducción y, de manera accidental, transmitir los agentes infecciosos de tan variadas enfermedades. También se detiene para convencernos de los amoríos y los sitios privilegiados para la cópula, los lazos de lealtad que fertilizan para siempre a las futuras generaciones de larvas, pupas y adultos. Hay una firme intención de colocarnos en una posición de admiración frente a este portento biológico cuya naturaleza le ha permitido sobrevivir y adaptarse a las condiciones impuestas por el ser humano.

A lo largo de muchos siglos los mosquitos transitaron la historia como incógnitos. Muchos sospecharon de ellos cuando las pestes azotaban las ciudades de Europa y Estados Unidos de América, las enfermedades se imponían como grandes murallas en la conquista de Africa, el comercio se detenía antes de llegar a los puertos, y se perdían batallas o territorios completos debido a los mosquitos y no a las ventajas armamentistas de los colonizadores. Es a través del mosquito como podemos entender los últimos 500 años de la historia occidental, el desarrollo de la ciencia y el impacto económico de la enfermedad sobre el progreso de las naciones. Los avances de la ciencia médica van de la mano con el descubrimiento de los mosquitos como transmisores de las enfermedades más importantes hasta la llegada del SIDA. En ese tejido resaltan los nudos provocados por la competencia entre investigadores, la soberbia de los protagonistas, el celo de los laureados, los golpes bajos y aun los actos de corrupción que han permeado hasta las instituciones más respetables. También se narran las grandes epopeyas organizadas para erradicar a los inocentes vectores del paludismo y la fiebre amarilla. Se ven bajo una óptica crítica y sensata los logros y los fracasos de los diferentes intentos internacionales por combatir el paludismo, el dengue, la fiebre amarilla y otras epidemias más recientes. Más importante aún, las estrategias de control y las medidas terapéuticas son puestas en una balanza justiciera y no son manejadas con la bandera de la gloria utilizada muy frecuentemente por los técnicos responsables de los programas de control en casi todos los países.

No hay triunfalismo como tampoco condena ni juicios sumarios, todo lo que se ha intentado ha sido con la intención de abatir el daño a la salud de las poblaciones aunque también apreciamos el matiz de los intereses de las naciones o las industrias. El énfasis del control es usar insecticidas y medicamentos no obstante que esos recursos ya se toparon con la resistencia real por parte de los enfermos y los mosquitos. Lo penoso del texto, si es que algo tiene, es la visión colonialista en la propuesta de soluciones. Poco se dice del desarrollo de los países para avanzar en el control permanente de estas patologías aún visualizadas como tropicales. El desarrollo parece ser sólo mérito de los países del norte y no necesario para los pobres. Para ellos se cuenta con los recursos tecnológicos desarrollados por las grandes industrias. Destacar la necesidad de una vivienda digna, con servicios de agua y drenaje, pavimentación, etcétera, se toma como un requisito para los colonizadores no para los nativos y todavía se piensa de esa manera. El dilema de que el paludismo bloquea el desarrollo y de que el desarrollo bloquea el paludismo no es revisado por el autor aunque presenta diferentes elementos que justifican uno y otro. El mensaje al final del texto se inclina por que el paludismo bloquea el desarrollo, y las propuestas están dirigidas a bloquear la transmisión, tratar a los enfermos y apoyar a los países con los recursos necesarios para que controlen el problema. La ingenuidad del autor se descubre cuando nos narra las actividades realizadas para contener el brote de la fiebre del Nilo en la ciudad de Nueva York hace un par de años. De manera muy cándida nos dice que las acciones de fumigación y control no tuvieron un efecto real sobre la transmisión pero que sí le demostraron a la población que las autoridades estaban haciendo algo para contener la emergencia. Esta postura demuestra que con estas estrategias se atienden los problemas pero no se resuelven.

Invitar a la lectura de un libro que habla sobre mosquitos no es una llamada exclusiva a aquellos interesados en el campo; todo lo contrario, es una atenta invitación para que los que no están involucrados en el campo de la entomología se interesen porque gran parte del quehacer en salud pública se debe a lo que se ha realizado para enfrentar estos problemas transmitidos por vector.

Damos las gracias al Dr. Spielman por dedicarse a esta tarea. No parece sencilla aunque la lectura nos provoca inusitada curiosidad e interés. Se aprende, se disfruta, se entiende y, sobre todo, uno se queda con una especie de comezón por saber más. La próxima vez que lo despierte ese zumbido molesto, se dé un manotazo en la pantorrilla mientras trata de disfrutar una siesta o un libro sentado en la tranquilidad de su jardín, o aviente un almohadazo a la pared para intentar matar un mosquito, busque el libro del Dr. Spielman. Después de su lectura cambiará su relación con los mosquitos, se preguntará si el insecticida vale la pena, exigirá un control más estricto en su comunidad, vigilará que no existan criaderos en su casa, tendrá más cuidado en no enfermarse y será muy estricto con el tratamiento que reciba. Lo más interesante de la lectura será que muy probablemente los observe con más cuidado, trate de identificar cada una de las características que los distinguen, y se asombre de la frágil maquinaria de uno de los más persistentes enemigos de la humanidad y del progreso.

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