Señor editor: Gran parte de la literatura científica internacional sobre los roles sexuales vinculados con la obesidad han hecho énfasis en prácticas, actitudes, percepciones e imágenes.1,2 Sin embargo, las creencias machistas de los docentes de educación física (EF) no han sido estudiadas a profundidad. Esta investigación cualitativa-etnográfica aportó a la comprensión de cómo estas creencias favorecen u obstaculizan tanto el desarrollo de la obesidad como aspectos psicosociales de los estudiantes. Se llevó a cabo en una escuela pública-urbana de San José, Costa Rica; participaron 210 estudiantes y cinco docentes de EF. Se aplicó la observación participante, la entrevista a profundidad, el grupo focal y el análisis documental.
Se encontró que la obesidad es una condición que invisibiliza la participación de los niños, anula su masculinidad y provoca que se los conciba como afeminados porque no muestran características que la sociedad patriarcal les exige como hombres: fuertes, competitivos, exitosos, rápidos, ágiles, resistentes y veloces.
Por otra parte, a las niñas activas se les atribuyen características masculinas, pues asumen el rol del hombre en el deporte: fuerza, competitividad y resistencia.3 Son consideradas por los niños como buenas para el juego, aun cuando sean obesas. De esta manera, el constructo cultural de competitividad y éxito va ligado a las cualidades masculinas. Por el contrario, aquellas niñas que muestran características de feminidad son consideradas poco aptas para el deporte y la competitividad. Se percibe en los docentes actitudes despectivas hacia lo que creen femenino, condición que consideran más pasiva. Se espera que el hombre termine la clase desaliñado y la mujer casi sin transpirar.4
Se observó que la práctica pedagógica de los docentes excluye a las niñas con obesidad y privilegia a los estudiantes con estado nutricional normal.
La EF debe ser un medio de integración social y no un simple adiestramiento corporal ni limitarse a lo físico-competitivo.5 El docente debe guiar sus clases desde una perspectiva holística, que permita la reflexión crítica de las creencias y estereotipos sociales y considerar que la actividad física en sí y su impacto en la salud son mucho más importantes que el rendimiento, la competitividad y la condición física. A través de la EF se debe fomentar la solidaridad, la tolerancia y el deseo de mejoramiento personal. Es un deber del docente erradicar el elitismo motriz que discrimina y define las posibilidades de ser elegidos con base en patrones sexistas y de capacidades motrices, pues esto da lugar al abandono de la práctica deportiva, afecta la autoestima, el rendimiento y el desarrollo psicosocial y emocional de los niños.6
Se recomienda al personal docente poner en práctica propuestas de cambio que rompan con la reproducción de una cultura machista y discriminatoria y abran espacios a nuevas generaciones más solidarias, respetuosas, tolerantes, humanistas y con mayor confianza en sus capacidades físicas, talentos y deseos de ser saludables y libres, mediante una práctica resignificada, sistemática y habitual de actividad física para una vida plena y saludable.