Introducción
La aparición del sargazo en las costas del Caribe mexicano es un fenómeno muy reciente. Entre 2011 y 2015 se notaron sus primeras apariciones, el sargazo se hizo noticia; recorrió todos los medios informativos, se documentó qué es, cómo llegó y cómo puede aprovecharse, y puso en evidencia nuestra incapacidad de entender que este tipo de procesos y sorpresas se volverán una constante que nos obligará a ajustar políticas y formas de accionar y responder organizadamente; en suma, nos hará evidentes los huecos institucionales y de capacidades.
El sargazo es una macroalga café que vive flotando en el mar; es decir, sin necesidad de estar fijada a ningún sustrato, como otras especies de algas. Se ha estimado que por su tipo de crecimiento puede duplicar su volumen en menos de 20 días, lo que explica la rápida proliferación de estas mareas doradas. Se han reconocido dos efectos inmediatos a la salud, uno derivado de los organismos que viven sobre las propias algas (crustáceos diminutos parecidos a las pulgas o hidrozoarios, como anemonas o aguamalas), que al contacto con la piel, y dependiendo de la sensibilidad de cada quien, producen picazón, alergias, salpullido; y el otro asociado con la descomposición de las algas que produce gases (metano y CO2) y, sobre todo, ácido sulfhídrico, además de contener también arsénico, con efectos distintos de toxicidad e incomodidad en los paseantes de la playa.1
Es un fenómeno que se presenta y se extiende por todo el Caribe; más bien, en todo el Atlántico central, aunque en México se piensa que es local. La primera gran arribazón al Caribe fue en el año 2011;2ante la sorpresa hubo cierta inmovilidad gubernamental; sin embargo, fue hasta el 7 de junio de 2018 que el gobierno de Barbados declaró una emergencia nacional.3Lo anterior dejó en claro que el fenómeno sobrepasaba las capacidades instaladas y el entendimiento del mismo; el impacto podría ser catastrófico para la economía de ese país, dada su dependencia del turismo, con lo cual surge también la consideración del valor de la playa.
En 2015 surgen en México los lineamientos de la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat)4que permiten disponer de las algas una vez recolectadas en la playa y evitar así los impactos ecológicos de enterrar o tirar estos residuos.
Se ha comprobado desde 20165que el sargazo viene del Atlántico sur, cerca de Brasil; sin embargo, el artículo de Mengqiu Wang6ha esclarecido que sus nutrientes (nitratos y fosfatos) se presentan en niveles muy superiores a los medidos en esas aguas, lo que hace que esta gran explosión de sargassum pueda considerarse como un fenómeno de fertilización de las aguas oceánicas.
La desgracia que esta alga implicaba para el turismo hizo que el gobierno de Quintana Roo y el Fondo Nacional de Desastres Naturales (Fonden) declararan al Caribe mexicano como zona de desastre en junio de 2018.7
Lo que se sabe de este fenómeno se debe sobre todo a las publicaciones de otros países sobre el tema; sin embargo, esto no implica que en Texas, en Florida o en países caribeños estén resolviendo mejor el problema. No se sabe bien a bien qué hacer a pesar de que la magnitud del problema para las playas y los ecosistemas (en particular los arrecifes de coral)8es mayúscula.
Se conoce la contribución de las variaciones del cambio climático global a este fenómeno natural. Por ejemplo, en 2016, en el artículo “Welcome to climate chaos. We must declare a global climate emergency”,9una alerta internacional notificaba que las masas de aire del Hemisferio Norte cruzaron de manera inusual al Hemisferio Sur en el Pacífico y en el Atlántico. Del mismo modo, la revistaNaturepublicó que la corriente del Atlántico (que incluye la corriente del Golfo) se había debilitado.10,11
Las respuestas institucionales federales de México están ancladas no sólo a un desconocimiento del mar sino a un mandato con capacidades que requieren fuertes reformas. Se puede decir que las capacidades institucionales de investigación han sido muy débiles en las ciencias del mar en el país. La costa (incluyendo los corales) es eminentemente federal y, por tanto, es tierra de nadie (particularmente las playas). Por ejemplo, la Semarnat ha renunciado a su responsabilidad con los mares, por ello la Zona Federal Marítimo Terrestre y Ambientes Costeros (Zofematac) se parece más a una inmobiliaria gubernamental que no realiza manejo costero ni enfrenta la adaptación al cambio climático; es decir, no es capaz de ver y atender el problema o de crear una política para el fenómeno del sargazo.
Una prueba de que la visión es muy corta y de que no se tiene una preparación institucional para entender el mar y los efectos que el cambio climático ocasiona es el “Estudio de vulnerabilidad al cambio climático en el sector turístico (2014)”,12el cual identifica como riesgos la erosión de playas (aumento de nivel del mar), las mareas de tormenta y las ondas de calor, pero no menciona al sargazo. Por tanto, no existen alternativas para entenderlo y atenderlo en cualquier nivel gubernamental.
Esta analogía puede servir: el sargazo muestra la vulnerabilidad del país, pues en otros fenómenos ligados con la agricultura, como sequías o plagas, la Secretaría de Agricultura, Ganadería Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación (Sagarpa, ahora Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural [Sader])13,14ha tenido respuestas, pero ¿a quién le corresponde atender el fenómeno del sargazo? Sabemos que recientemente el presidente Andrés Manuel López Obrador asignó esta tarea a la Secretaría de Marina, pero ¿será que ésta pueda atender los millones de toneladas de invasión de esta alga?
Se me ocurre que tal vez una nueva industria, como Petróleos Mexicanos, pueda explotar y regular el sargazo para procesarlo como fuente de energía, alginatos, sales, fibras, etc. y evitar así que llegue a las playas y a los arrecifes, pero ¿qué secretaría o paraestatal podrá crear incluso los nuevos muelles para facilitar ese procesamiento?