El libro que estamos reseñando fue publicado en 2013, a las puertas de que el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) cumpliera veinte años. Analiza lo que este Tratado no ha hecho todavía en términos de integración regional y cooperación, y por lo tanto lo que le queda por hacer para que se convierta en un espacio que facilite la solución conjunta de problemas -migratorios, de seguridad y de desarrollo- de Canadá, Estados Unidos y México. Esta obra es fruto del trabajo conjunto e interdisciplinario de un grupo de 19 académicos de América del Norte (tres de ellos trabajan en Canadá, siete en Estados Unidos y nueve en México), y ha sido editada por Gaspare M. Genna (profesor asociado del Departamento de Ciencia Política en la Universidad de Texas en El Paso, Estados Unidos) y por David A. Mayer-Foulkes (División de Economía del Centro de Investigación y Docencia Económicas, ciudad de México).
Con la puesta en marcha del TLCAN, en 1994, se inauguró un nuevo modelo regional en América, promotor básicamente de la creación de zonas de libre comercio con cooperación puntual en algunos temas (como por ejemplo el fomento de la democracia o la lucha contra el narcotráfico). Lo anterior no es integración regional, aunque algunos especialistas lo nominan así. En cambio, con la integración regional se quiere abrir las fronteras, conseguir el libre movimiento de las personas y del resto de factores, institucionalizar la cooperación para fortalecer la seguridad y la prosperidad, y favorecer el tratamiento de muchas otras áreas de interés conjunto para los países participantes. Estas acciones permiten fortalecer, al mismo tiempo, la identidad regional.
Actualmente, el proceso regional norteamericano no trata -o no trata suficientemente- temas como la migración, la seguridad, la salud, etc., que son de suma importancia para los tres países. A partir de estas ausencias, los autores buscan alternativas al regionalismo norteamericano actual, a través de la constitución de instituciones que generen integración regional y que cubran los vacíos existentes frente a los retos de una agenda regional más exigente. De acuerdo con la creencia que aparece en este libro, si se cubren los vacíos institucionales -leitmotiv de la obra- la integración norteamericana será más amplia y más profunda, y también más eficaz en términos de resultados de desarrollo propio y de potencia y presencia internacional. Las instituciones regionales faltantes, una vez creadas, permitirán a los países miembros del TLCAN superar los fallos del mercado, resolver los problemas de coordinación y eliminar los obstáculos para la cooperación económica y de otra índole.
El libro está compuesto por tres bloques, que incluyen cuatro trabajos cada uno. En el primero se tratan los determinantes de la integración, en el segundo algunos ejemplos de construcción institucional en América del Norte y en el tercer bloque los asuntos económicos y de seguridad en la integración regional.
El primer bloque comienza con el trabajo deGaspare M. Genna . Éste se pregunta sobre qué se necesita para construir una Comunidad Norteamericana. El autor asume que existe la necesidad de que se profundice la integración regional con cesión de soberanía para resolver problemas comunes como la migración, la seguridad y el desarrollo. Genna plantea que las condiciones óptimas para que esto ocurra se apoyan en la existencia de los líderes regionales favorables a la integración y en que los países miembros sean homogéneos en términos de instituciones y de niveles de desarrollo económico. El segundo trabajo, de Julián Castro-Rea (Departamento de Ciencias Políticas de la University of Alberta, Edmonton, Canadá), se centra en el hecho ideológico y en la manera como éste impulsa la actuación contradictoria y heterogénea de la derecha política, o los partidos conservadores, en los tres países norteamericanos. Dicha contradicción va en contra del avance de las instituciones en el espacio regional, de modo que impiden el avance de las distintas políticas comunes. En el tercer trabajo, de Emma R. Norman (Departamento de Relaciones Internacionales en la Alliant International University, ciudad de México), la autora discute la noción de Hannah Arendt de superfluidad humana y la crítica de los derechos humanos, en el marco de la inmigración y los vacíos institucionales en la integración norteamericana. Norman plantea que la integración regional promete cooperación en la movilidad de personas. Sin embargo, en el caso de América del Norte sigue faltando una visión regional de este asunto, que además no permite proteger adecuadamente los derechos humanos de los migrantes. El último trabajo de este bloque, elaborado en coautoría por David A. Mayer-Foulkes y por Raúl García-Barrios (Centro Regional de Investigaciones Multidisciplinarias, Universidad Nacional Autónoma de México, Cuernavaca, México) vincula, desde la perspectiva mexicana, dos conceptos fundamentales como son la democracia y el desarrollo. El objetivo del capítulo es establecer una discusión objetiva de los diversos paradigmas de la economía política y contribuir con una síntesis de éstos que sirva para evaluar y formular una política para el bien común en México.
El segundo bloque abre con un trabajo de Kimberly A. Nolan García (División de Economía en el Centro de Investigación y Docencia Económicas, ciudad de México) sobre la evolución de la cooperación laboral y la revisión del Acuerdo de Cooperación Laboral de América del Norte (ACLAN). La autora maneja la tesis de que las instituciones regionales existentes, aunque necesarias, no son suficientes para promover esta cooperación entre los países miembros, con que queda pendiente la creación de nuevas instituciones y un espacio para resolver controversias. Le sigue un trabajo sobre la movilidad de los trabajadores temporales agrícolas en el espacio norteamericano, lo cual es un asunto ignorado en las negociaciones del TLCAN. Este capítulo ha sido elaborado en coautoría con Christina Gabriel y Laura Macdonald (ambas profesoras del Departamento de Ciencias Políticas en Carleton University, Ottawa) y se centra en el análisis de los derechos sociales y las situaciones de vulnerabilidad de los trabajadores migrantes agrícolas mexicanos en Canadá. Apuntan las autoras que con la mayor cooperación intersectorial de la sociedad civil es como realmente se están dando pasos para impugnar los marcos legales vigentes y para promover nuevos derechos de estos trabajadores. El tercer trabajo de este bloque es responsabilidad de Jane H. Bayes (profesora en el Departamento de Ciencias Políticas en la California State University, Northridge, Estados Unidos) y de Laura González (Mid-Atlantic Addiction Research and Training Institute en la Indiana University of Pennsylvania, Indiana). Las autoras parten del reconocimiento de la realidad de lo que como espacio regional es actualmente el TLCAN, a diferencia de lo que es la Unión Europea. Su trabajo analiza, desde la perspectiva mexicana, el interés para México -y también en menor medida para Canadá y los Estados Unidos- de que este Tratado evolucione hacia una integración más profunda de Norteamérica, y la clase de instituciones que se necesitan para que esto ocurra. Siguiendo el ejemplo de México y su diáspora, sostienen que esto va a ocurrir desde las organizaciones de base. El bloque cierra con un capítulo en el que se plantea un interrogante, desde un enfoque de derechos humanos, sobre la reforma sanitaria estadounidense de 2010 y la garantía de la asistencia sanitaria para los inmigrantes en Estados Unidos. Este cuestionamiento se hace dentro del marco regional -porque, nuevamente se insiste, hay un vacío institucional-. El autor, Nielan Barnes (Departamento de Sociología en California State University, Long Beach), presenta la última reforma sanitaria estadounidense como una oportunidad para avanzar en servicios sociales y sanitarios más democráticos y efectivos.
El último bloque del libro agrupa trabajos alrededor de la temática económica y de seguridad en integración. El capítulo que lo inaugura es el de Roberto Domínguez (profesor en el Departamento de Gobierno en Suffolk University, Boston) y el de Rafael Velázquez (Facultad de Economía y Relaciones Internacionales de la Universidad Autónoma de Baja California, Tijuana). En este trabajo se examina la institucionalización, por medio de la cooperación, de las medidas de seguridad de los tres socios del TLCAN; y se defiende que la comprensión de la seguridad debe tener una visión regional. Desde la perspectiva regional norteamericana, este análisis de la seguridad se hace a través de las ideas presentes, de las percepciones, de los principios y de las políticas. Le sigue un trabajo sobre la seguridad en las fronteras y la incertidumbre en el comercio entre Estados Unidos y Canadá. Coral R. Snodgrass y Guy H. Gessner (Departamento de Gestión y en el Departamento de Marketing y Sistemas de Información en Canisius College, Buffalo, Estados Unidos) llegan a la conclusión de que las instituciones que se han ido creando para regular la seguridad fronteriza han ido siempre por detrás de la toma de decisiones de los gestores de Canadá y Estados Unidos, responsables de mantener el funcionamiento de las cadenas de suministro que unen a las dos naciones. El tercer trabajo de este bloque versa sobre la violencia provocada por las drogas y la migración forzada de México a los Estados Unidos. Eva Olimpia Arceo-Gómez (División de Economía en el Centro de Investigación y Docencia Económicas, ciudad de México) estudia el impacto de la guerra contra el narcotráfico del presidente mexicano Felipe Calderón (2006-2012) sobre la escalada de violencia en México. La autora presenta este caso como un ejemplo de la preocupación para los socios regionales por la falta de instituciones nacionales eficaces. Entre otras implicaciones, el aumento de la violencia ha impulsado el éxodo de mexicanos con características diferentes a los migrantes mexicanos habituales. El capítulo de Ernesto Aguayo-Téllez, de Arun K. Acharya y de Christian I. Rivera-Mendoza (Instituto de Investigaciones Sociales de la Universidad Autónoma de Nuevo León, Monterrey, México) clausura el último bloque del libro con un trabajo sobre los efectos de las diferencias salariales sobre la migración entre México y Estados Unidos. Se analizan las políticas sociales y económicas que el gobierno de México está implementando para reducir la pobreza y la desigualdad, y para que indirectamente se reduzca la migración a los Estados Unidos; y hace presente la necesidad de que existan estrategias bilaterales entre los dos países.
El concepto de integración regional que se maneja en el libro es herencia de Robert Pastor. Este autor defendió en sus trabajos la idea de una Norteamérica con un destino de unidad en una Comunidad Norteamericana. La labor académica de Pastor -y especialmente como entiende la integración regional entre Canadá, Estados Unidos y México- es un referente imprescindible para los que hoy siguen trabajando sobre cómo profundizar el espacio regional norteamericano. En este camino se sitúa sin lugar a dudas el libro que estamos reseñando. Ahora bien, la integración regional tal como la plantea este autor puede adolecer de una cierta ambigüedad sobre la naturaleza de la cooperación regional y las políticas comunes que los tres países tienen que poner en práctica para la creación de la Comunidad Norteamericana. Como digno heredero, en conjunto, el libro de Genna y Mayer-Foulkes, también. La integración regional norteamericana -en un destello de realismo- se aleja de la necesidad de la supranacionalidad. Esto la distingue de la integración regional europea, aunque el discurso no deja de evocarla. El trabajo está atravesado por la creencia de que la integración profunda es buena para los países miembros de un grupo regional, y que por lo tanto es un objetivo deseable y necesario. Sin embargo, a partir de aquí, la integración a la que se refieren los autores del libro se convierte en cooperación, y no se discute sobre la naturaleza de las instituciones.
En conjunto, nos encontramos ante un libro de mucho interés por la importancia de los temas que trata y por la amplitud con que lo hace. Además, ofrece una visión coherente de las dificultades que subyacen en el proceso de integración norteamericano, lo que lo desmarca de un trabajo que defienda una tesis posibilista y excesivamente optimista. Adicionalmente, añade especial valor que se haga de una manera interdisciplinaria. Esto último permite estudiar la problemática de la integración en América del Norte profundizando en la esencia del modelo regional norteamericano y sus implicaciones para el contexto económico, político, social e histórico-cultural de los problemas que aborda. Es también valioso que los autores se hayan puesto como objetivo indagar la realidad actual del TLCAN para permitir ofrecer alternativas que se puedan incorporar en una posible agenda futura, a partir del marco analítico común que ofrece el institucionalismo. Por lo tanto, para estos autores el futuro de la integración norteamericana es una cuestión de expectativas sobre la consolidación o evolución de un modelo regional que se tiene que profundizar y ampliar, porque es necesario para resolver los problemas que tienen lo países miembros. Y para lo anterior, el desarrollo institucional es esencial.