En este artículo se exploran los principales acontecimientos que marcaron las relaciones de México con algunos países de Medio Oriente durante el gobierno de Enrique Peña Nieto (EPN). El objetivo es entender cómo ocurrieron y qué revelan de la política exterior mexicana. Se sostienen dos argumentos. En primer lugar, hubo factores internos que determinaron en buena medida el discurso y la práctica de la política exterior hacia esa región. Las motivaciones y acciones del gobierno de EPN deben, desde luego, situarse en el contexto del sistema político y económico internacional. Particularmente, las tensiones progresivas con Estados Unidos fueron un catalizador de la profundización de las relaciones comerciales de México con varios países de Medio Oriente. En segundo lugar, hay continuidad notable en las líneas directrices y los objetivos de la política hacia Medio Oriente en el gobierno de EPN respecto al sexenio anterior. Además de extender la presencia de México mediante la apertura de dos nuevas embajadas (en Jordania y en Qatar),1 se registraron ante todo importantes ajustes en el empleo de los instrumentos de la política exterior, principalmente los comerciales -que se ampliaron y profundizaron-, así como en la implementación de las decisiones. En este último plano, las preferencias y los estilos del presidente, sus cancilleres y otros funcionarios parecen haber tenido un peso relativo más visible que en el pasado, lo que a su vez se reflejó en los resultados. Debido a las grandes limitaciones de espacio, el presente examen se limita a dos ámbitos interdependientes: el económico y el de la agenda política y de seguridad.
Agenda económica
En este ámbito, destacan la asertividad y la coordinación intraburocrática; también se observa que las relaciones comerciales presentaron concentraciones sectoriales que pueden volverse estratégicas en el futuro.
Turquía, Irán y Jordania
De acuerdo con un diplomático mexicano entrevistado por la autora en diciembre de 2017, el acercamiento a Turquía se inició en el G-20, y la decisión de estimularlo fue del presidente Peña, informado por la Secretaría de Economía sobre el gran potencial comercial del país euroasiático. Con ese ímpetu, EPN realizó una visita oficial a ese país en diciembre de 2014. Para nuestro interlocutor: “El interés de institucionalizar la relación fue mutuo. Del lado mexicano, el sector agropecuario buscaba exportar a otros lugares que no fuera Estados Unidos […] El Consejo de Relaciones Económicas Internacionales (DEIK, por sus siglas en turco) empezó a empujar en el tema automotriz”. A iniciativa de la embajadora de México en Ankara, Martha Bárcena, se creó una comisión binacional en 2014 (sin embargo, ésta se reunió por primera vez hasta 2017). Como parte de estas motivaciones, en febrero de 2015 el presidente Recep Tayyip Erdoğan reciprocó la visita de EPN. Tras sus encuentros en México, se efectuaron siete rondas de negociaciones para la firma de un Tratado de Libre Comercio (TLC). Sin embargo, hubo varias complicaciones. De acuerdo con el funcionario entrevistado, el particular estilo de negociación del equipo turco y la evolución de la política interna en Turquía, especialmente desde mediados de 2015, entorpecieron la relación. Los temas más complicados fueron el agropecuario y el textil. Las últimas tres rondas de negociación, a finales de 2015 y en 2016, revelaron el impasse al que habían llegado las discusiones sobre esos mercados. Se agregaron a esta situación la reforma constitucional destinada a reforzar el poder del presidente en el sistema político turco y, sobre todo, el intento de golpe de Estado el 15 de julio de 2016, todo lo cual terminó por llevarnos a quitar el pie del acelerador”.2
Turquía se planteaba el objetivo de incrementar con México a 5000 millones de dólares el comercio bilateral. Esto es, Turquía percibe en México enorme potencial, como mercado y como puente hacia Estados Unidos, Centro y Sudamérica. Erhan Alma, secretario de la Cámara de Comercio e Industria México-Turquía, explicó que, ante la falta de energéticos como gas natural y petróleo en su país, un posible acuerdo comercial con México facilitaría a Turquía la compra de estos insumos mexicanos.3 En febrero de 2017, el ministro de Exteriores, Mevlüt Çavuşoğlu, inauguró oficialmente en la Ciudad de México la Agencia Turca de Colaboración y Coordinación (TIKA, por sus siglas en turco). Para Çavuşoğlu, gracias a esta oficina en México, se abrirán las puertas a América Latina.4
Con Irán -mercado de casi 80 millones de personas y una puerta de entrada a otros países de la región, como Pakistán, Afganistán e Iraq-, algunos elementos de la política de México pueden calificarse de novedosos en la medida en que, como otros gobiernos del globo, el gobierno mexicano buscó acercarse a este país por las expectativas generadas tras el levantamiento paulatino de sanciones económicas de la ONU, Estados Unidos y la Unión Europea. Entre otras cosas, dicho acuerdo iba a permitir transacciones bancarias, opciones de inversión extranjera -incluidos los sectores energético y automotriz-, de comercio (exportaciones e importaciones) y acceso a créditos. Desde septiembre de 2014, una delegación de funcionarios encabezada por el subsecretario de Relaciones Exteriores, embajador Carlos de Icaza, visitó la República Islámica con el objetivo de buscar oportunidad de negocios. Ambos gobiernos se comprometieron a impulsar las negociaciones en curso en materia de asistencia jurídica, colaboración en el combate a la delincuencia organizada transnacional, cooperación académico-diplomática, entre otros. En adelante, diversas misiones comerciales de empresarios iraníes y mexicanos realizaron visitas mutuas prolíficas.5 La decisión de Washington, con el presidente Donald Trump, de cancelar el acuerdo nuclear con Irán e imponer nuevas sanciones en mayo de 2018, forzó a compañías extranjeras a cerrar sus negocios en el país y, en consecuencia, limitó en extremo el horizonte de los proyectos iraníes-mexicanos.
Jordania, país de la subregión del Levante, fue el otro objetivo de este gobierno. A decir de funcionarios de la secretaría y subsecretaría, a la decisión de abrir una embajada de México ante el reino Hachemí contribuyó un encuentro, en julio de 2013, entre el presidente Peña y el rey Abdallah en un foro multilateral; se dice que entre ambos hubo gran simpatía. En febrero de 2014, el rey visitó México por primera vez; en esa ocasión se suscribieron distintos instrumentos, entre ellos, los Términos de Referencia para la negociación de un TLC entre ambos países. Luego, el secretario José Antonio Meade hizo una visita de trabajo a Jordania para dar seguimiento a los compromisos asumidos durante la visita del rey a México.6 Jordania depende casi en 100% del exterior para el abastecimiento de energía. Ante las crecientes dificultades de importación, el reino ha buscado diversificar sus fuentes de suministro.
Israel y países árabes del Golfo
La agenda económica y el modelo de desarrollo de México se concretaron en una diplomacia económica particularmente asertiva hacia Israel y los países del Golfo. Un telón de fondo del interés de empujar el comercio con Israel -único país de la región con quien México tiene un TLC (2000)- durante este sexenio fue el proyecto de la Alianza del Pacífico; éste pareció ser una de las principales motivaciones detrás de las políticas asertivas de Israel hacia México y América Latina en general.7 Aun así, el comercio bilateral continuó por debajo de su potencial; la tasa de crecimiento promedio anual de comercio total México-Israel es de 8.7%, y fue de 942 millones de dólares en 2017. También se consolidó la colaboración tecnológica en materia de agua entre México e Israel, para hacer frente a los desafíos del campo mexicano.8
Por lo que a los países árabes respecta, desde el sexenio pasado el gobierno mexicano había buscado de manera más activa oportunidades de negocio para las empresas nacionales, sobre todo en la región del Golfo.9 En la continuidad de estos esfuerzos, Peña realizó una gira de trabajo a la península arábiga, del 17 al 21 de enero de 2016, que incluyó visitas de Estado a Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos (EAU), Kuwait y Qatar. El artífice de esa gira fue José Antonio Meade quien, como secretario de Relaciones Exteriores, realizó una gira de trabajo en marzo de 2014 a Arabia Saudita, Qatar, Kuwait y Emiratos Árabes Unidos, y a Jordania en julio del mismo año. La visita se menciona en el cuarto informe de gobierno (2015-2016) con el calificativo de “histórica”, al ser la primera de un presidente mexicano a los EAU y Qatar -desde el establecimiento de relaciones en 1975- y a Arabia Saudita y Kuwait desde el gobierno del presidente Luis Echeverría Álvarez (1970-1976).10 De acuerdo con el secretario de Economía, Ildefonso Guajardo, el gobierno mexicano aspiraba a que, como resultado de ésta, el comercio de México con los países árabes se triplicase en lo que restaba del sexenio.11
Los Emiratos Árabes Unidos fue el país con el que más se avanzó. La visita de Estado de Peña Nieto permitió iniciar el salto cualitativo en la relación con la firma del Acuerdo para la Promoción y la Protección Recíproca de las Inversiones (APPRI) y otros 12 instrumentos jurídicos y acuerdos interinstitucionales. Las prioridades de los EAU son la agricultura, las infraestructuras y logística (puertos), el turismo y las energías renovables. Dubái es, además, el punto de entrada para productos hacia la península arábiga, pero también para el norte de África y Asia Central. Su puerto se destaca por su tamaño y por su eficiencia logística. Tomando en cuenta esta realidad, se conversó sobre la conectividad aérea directa de vuelos comerciales entre los dos países. Asimismo, con el fin de fomentar más los vínculos bilaterales, en octubre de 2018 ambos gobiernos suscribieron un acuerdo recíproco de supresión de visas.
Aunque México no tiene aún preponderancia en ciertas importaciones del mundo árabe (por ejemplo, como Argelia o Siria que le compran a Brasil 90% del azúcar que consumen), lo que se hizo en este sexenio puede ser indicio de que hay sectores que simbolizan las interdependencias creadas por los flujos comerciales. Uno de ellos es el sector agroa limenticio. La caída histórica de los precios del petróleo reforzó la determinación de Emiratos de diversificar su economía y explorar nuevas oportunidades más allá de sus socios tradicionales (India, Estados Unidos, Unión Europea). Las exportaciones agroalimentarias totales de México a los EAU ascendieron a 20.3 millones de dólares durante los primeros cinco meses de 2018, lo que representó un crecimiento de 160% respecto al mismo periodo del año anterior, cuando las ventas nacionales registraron sólo 7.8 millones de dólares (según datos de la Consejería Agropecuaria facilitados por la Embajada de México en ese país del Golfo).12 El sector de la carne de res es uno de los más interesados en entrar a Medio Oriente, y comenzó a explorar las posibilidades antes del gobierno de Peña. En línea con los objetivos de diversificación de mercados, en 2014, ProMéxico encabezó una estrategia para la “promoción nacional e internacional de productos mexicanos con Certificación Halal 2015-2018”.
México extendió su presencia en los países del Golfo al abrir una embajada en Qatar en marzo de 2014. Asimismo, en 2014 la aerolínea Qatar Airways abrió una representación en el país.13 En el plano económico, es una excepción en la región: no tiene mucho petróleo, pero sí abundante gas natural licuado, que representa 90% de sus ingresos públicos. Asimismo, desde 1995, Doha ha desarrollado un activismo autónomo y propenso a ocupar la escena mediática mundial. Dado que el consumo de gas natural en México está creciendo más rápidamente que la producción, el acercamiento a Qatar puede responder a la necesidad de diversificar fuentes de ese recurso, sobre todo si se considera que en ese país hay grandes inversiones en tecnología para exportar gas natural a un precio más competitivo. Asimismo, con la gira de epn se abrieron posibilidades a empresas mexicanas para proveer productos y servicios en la organización de la Copa Mundial de Futbol 2022.14
Los ejemplos expuestos confirman que se crearon sinergias entre ambos sectores empresariales. Además, el papel de las figuras políticas no se limitó al de los jefes de Estado; también en los distintos escalones burocráticos los lazos con Medio Oriente fueron fruto de voluntades individuales específicas. Por su parte, diversas instituciones y órganos fueron esenciales para la promoción comercial, como la Cámara Árabe Mexicana de la Industria y el Comercio (CAMIC), el Banco Mexicano de Comercio Exterior (Bancomext), ProMéxico, entre otros.
Agenda política y de seguridad
El examen arroja un pragmatismo sobresaliente del gobierno mexicano, si bien aquél pareció apoyarse en gran medida en una planificación a corto plazo y en visiones personalizadas, así como en la influencia de poderosos grupos de interés nacionales y transnacionales.
Israel-territorios palestinos
Entre 2013 y 2018, se profundizaron y ampliaron los vínculos con Israel. Hubo múltiples visitas oficiales mutuas, como del presidente Shimon Peres en el invierno de 2013 y del primer ministro Benjamin Netanyahu a México en septiembre de 2017, y la del presidente mexicano a Israel en el otoño de 2016. La manera en que la élite política con Enrique Peña se pronunció en el tema palestino-israelí se inscribe en la “política de equidistancia” del PRI, que también orientó las opciones de México bajo los gobiernos del pan, con ajustes que se confirmaron en este sexenio. Con todo, la cosmovisión, el estilo y el peso político de los cancilleres Meade, Ruiz-Massieu y Videgaray parecen elementos interesantes a indagar para estudios posteriores que expliquen los ajustes en la práctica, el discurso y la implementación de las decisiones de México en este tema. Más específicamente, podría inquirirse sobre la probabilidad de que la sucesión de tres cancilleres con diferentes pesos políticos haya podido reforzar la influencia del jefe de Estado y de su círculo más cercano (incluyendo poderes informales), lo que a su vez explique de manera decisiva algunas acciones y omisiones de política, o las improvisaciones.
En la cuestión palestina, el objetivo de empujar la imagen de México como “actor con responsabilidad global” era, a decir de todos los funcionarios de la secretaría y subsecretaría entrevistados por la autora, un interés y compromiso personal del secretario José Antonio Meade. Ese objetivo se acompañó del diálogo político bilateral con la Autoridad Palestina en Ramallah con dos visitas, una a finales de 2013 del embajador Carlos de Icaza, subsecretario de Relaciones Exteriores, y otra en mayo de 2017 del embajador Jorge Álvarez Fuentes, director general para África y Medio Oriente de la sre. Con todo, el impacto de esos gestos pudo verse contrarrestado por el carácter discreto y equívoco del comunicado del gobierno mexicano acerca de la cruenta ofensiva israelí en Gaza durante el verano de 2014.15
La manera en que México lidió con dos complicados episodios de la agenda palestina-israelí a partir de 2016 deben inscribirse en un escenario interno e internacional sumamente difícil para México en el que, además, Meade dejó de estar al frente de cancillería para ser reemplazado, en agosto de 2015, por Claudia Ruiz-Massieu y luego por Luis Videgaray. El primer suceso ocurrió en octubre de 2016, cuando el Consejo Ejecutivo de la Conferencia General de la Organización de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) aprobó una resolución para mantener la Ciudad Vieja de Jerusalén y sus muros en la lista del patrimonio de la humanidad en peligro, y criticaba a Israel por negar el acceso de los expertos a los lugares santos de la ciudad para verificar su conservación.16 Como en años anteriores, México votó a favor de la resolución.17 Esto es, el voto a favor fue producto de la política rutinaria de una declaración en la que la intención de México era, ante todo, afirmar posiciones generalizadas y colectivas en foros globales.18 Pero el voto se ganó inmediatamente el descontento de la comunidad judía en México, agraviada porque, desde su perspectiva, el documento negaba la relación del Monte del Templo en Jerusalén con el judaísmo. 19 El embajador de México ante la UNESCO, Andrés Roemer, quien es judío, declaró que el voto no había sido suyo, sino de México, y que él mismo estaba en contra. De hecho, abandonó el recinto de la UNESCO antes de que se conocieran los resultados finales de la votación. Además, difundió un documento de manejo interno de la SRE en el que se indicaba cómo votar.20 La polémica derivó en la destitución de Roemer. Al mismo tiempo, México buscó reconciliarse con la postura israelí al anunciar que se retractaba del voto anterior y solicitaba el cambio de su voto a uno de abstención.21 El cambio, explicó la SRE en un comunicado, “reitera el reconocimiento que el Gobierno mexicano otorga al vínculo innegable del pueblo judío con el patrimonio cultural ubicado en Jerusalén Oriental. Asimismo, refleja el enorme aprecio que México tiene por la comunidad judía”. 22
Las vacilaciones ponen a la vista la ausencia de una política exterior de Estado, así como la falta de oficio vinculada a redes informales de poder.23 Apuntan, también, al tema más amplio de la implementación, el papel de sus actores y su grado de autonomía. En este caso, la implementación -conjunto de canales que sirven para traducir la política en práctica-24 muestra el peso de amiguismos, así como una brecha entre las intenciones de los políticos en la promulgación de una política específica y la forma en que la burocracia de la política exterior realmente la operacionaliza. Así por ejemplo, un documento de la SRE fechado el 12 de octubre demuestra que Andrés Roemer votó en el Consejo Ejecutivo de la UNESCO siguiendo las instrucciones de la Dirección General de Naciones Unidas de la Subsecretaria para Asuntos Multilaterales y Derechos Humanos de la cancillería mexicana. Sin embargo, algunos funcionarios entrevistados por la autora de este artículo lo negaron, destacando que Roemer no ofreció todos los elementos pertinentes a la Dirección General para Naciones Unidas para definir justamente la situación.25 Otras fuentes de la SRE indicaron que Roemer emitió el voto sin consultar con la Subsecretaría para Asuntos Multilaterales, y sin advertir que países como Francia, España y Argentina cambiarían su posición tradicional y se abstendrían. Un diplomático dentro de la Secretaría confiaba a la autora en noviembre de 2016:
La resolución de la UNESCO era buena; ya teníamos un patrón de voto favorable que contó en esta ocasión también. La solicitud de cambio de voto hubiese sido innecesaria y la justificación del voto original relativamente fácil, de haber contado con la información suficiente. El tema de patrimonios culturales es muy importante para México, y varios funcionarios colegas y yo hemos constatado en persona lo que está ocurriendo en Jerusalén.
Un tema relacionado es el de la “complejidad rutinaria”, que es la suma de numerosas microdecisiones adoptadas en el curso de la ejecución de una decisión, destinadas a traducir los imperativos políticos en acción y racionalizarlos como política.26 Así, por ejemplo, algunos funcionarios nos señalaron fallas de comunicación entre la canciller y la exjefa dela Oficina de la SRE, Ana Paola Barbosa (quien no quiso compartir su experiencia con la autora).
El segundo episodio se relaciona con el anuncio del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, el 6 de diciembre de 2017, de que su país reconocería a Jerusalén como capital de Israel y ordenaría el traslado de la embajada de Tel Aviv a esa ciudad. Días después, el 21 de diciembre de 2017, la Asamblea General de la ONU declaró por mayoría “nulo y sin efecto” el reconocimiento unilateral estadounidense. Nueve países votaron en contra, mientras que 35 se abstuvieron, entre ellos, México (en el continente americano también se abstuvieron Argentina, Canadá, Colombia y Panamá). Para explicar su abstención, México, a través de la SRE -ésta ya en manos de Luis Videgaray- reiteró su “firme convicción de que una solución política y pacífica del conflicto debe producirse mediante negociaciones directas, sin precondiciones [sic] entre las partes, que resuelvan los problemas sustantivos, incluido el estatus definitivo de Jerusalén […], tal como fue pactado en los Acuerdos de Oslo y ratificado por diversas resoluciones”. A su vez, el gobierno de Peña informó que México mantendría su embajada en Tel Aviv, de conformidad con las resoluciones del Consejo de Seguridad, así como las resoluciones pertinentes de la Asamblea General de la ONU relativas al estatus de la Ciudad de Jerusalén.
En primer lugar, la mención “sin precondiciones” contradice la tradición de la diplomacia mexicana de defender las resoluciones y condiciones del derecho internacional y los organismos internacionales sobre la cuestión palestina-israelí. En segundo lugar, al ser un país que siempre ha defendido en el discurso “la solución de dos Estados” y la observancia del derecho internacional sobre el conflicto, México congeló la posibilidad de refrendar su compromiso internacional con el fortalecimiento del multilateralismo.
Por otro lado, desde una lectura estrictamente de tipo procesal y jurídica, podría decirse que México fue congruente al desistir del mensaje simbólico que cientos de países quisieron enviar a Washington (y Tel Aviv); en ese sentido, incluso podría argumentarse que su voto de abstención fue una muestra de autonomía al no votar ni a favor ni en contra. Por otra parte, la defensa de la existencia de dos Estados soberanos como solución al problema supone que Jerusalén sirva como capital de ambos, la parte oriental, de Palestina; la occidental, de Israel; sólo entonces será adecuado mover embajadas y emitir declaraciones de reconocimiento. La decisión de no posicionarse con claridad en esta polémica converge con el hecho de que México nunca ha dicho explícitamente que una parte de Jerusalén deba ser para la soberanía palestina, aunque siempre ha condenado la expansión de los asentamientos israelíes en Cisjordania y Jerusalén oriental como graves obstáculos a la paz.27
Es un hecho que siguen existiendo factores disuasivos de una actitud mexicana asertiva en el tema palestino-israelí: la influencia de los grupos de interés, la política exterior e interior de Estados Unidos, los desarrollos de los países latinoamericanos, la crisis social y política desde finales de 2014 en México, las preferencias del liderazgo mexicano, el papel del poder legislativo, entre otros.
En primer lugar, la insignia de Donald Trump como candidato a la presidencia fueron los insultos a México y a la inmigración, ante lo cual el gobierno de EPN optó por un acercamiento no contencioso; esto es, de apaciguamiento. A ello hay que agregar la alianza incondicional del candidato y luego presidente Trump y sus asesores, como Jared Kushner (muy cercano al canciller mexicano Videgaray), con Israel. Diplomáticos mexicanos en la región, así como funcionarios de la SRE, admiten que la dependencia económica hacia Estados Unidos sigue reduciendo el margen de maniobra de México; ello, junto con las presiones de congresistas estadounidenses en temas de la agenda bilateral, le impide ser autónomo en el tema palestino. El 6 de junio de 2016, cuatro meses antes del episodio de la UNESCO, la secretaria Claudia Ruiz-Massieu había pronunciado un discurso como invitada de honor a la 110 reunión anual del Comité Judío Americano (AJC, por sus siglas en inglés) que se celebró en Washington, dc.28 La secretaria insistió ante su audiencia en las interdependencias entre México y Estados Unidos, y en refutar ante la comunidad judío-estadounidense las acusaciones contra México del entonces candidato a la presidencia, Donald Trump. Rafael Fernández de Castro entrevé en este discurso una “nueva estrategia diplomática hacia Estados Unidos, que incluye cabildeo y campañas de imagen”.29 Funcionarios de cancillería entrevistados por la autora subrayaron el fuerte cabildeo de los grupos sionista y textilero mexicano, así como el uso que el Congreso estadounidense hace del tema migratorio o de la seguridad como arma o recurso de negociación con México. Esto se relaciona, entonces, más con un segundo factor explicativo: la influencia de grupos de presión. Si bien no es fácil medirla con exactitud en la política exterior de México, parece seguro decir que el cabildeo sionista es mucho más fuerte, persistente y organizado que el árabe o palestino, si bien su efectividad nacional y transnacional suele depender de la acumulación de factores convergentes.30 En el caso de políticas que involucraron a Israel, el presidente y sus cancilleres, en especial Ruiz-Massieu y Videgaray, utilizaron la presencia comunitaria para justificar ciertas orientaciones de su política exterior.
La ausencia de contrapesos efectivos del poder legislativo es un tercer elemento a considerar. El peso de su voz en temas de Medio Oriente varía pero, en general, el congreso siguió la pauta de la presidencia en las políticas hacia la región, salvo en temas o momentos muy puntuales, como el que marcó la indignación por el apoyo de Netanyahu al muro de la frontera México-Estados Unidos.
Una cuarta variable, de naturaleza continental (americana), se relaciona con el apoyo entusiasta que algunos líderes centro y sudamericanos dieron a la decisión de Donald Trump de declarar a Jerusalén capital del Estado de Israel.31 En efecto, la “década dorada” de las relaciones entre Palestina y América Latina se convirtió, desde aproximadamente 2015, en un símbolo de lo que la derecha denuncia como política exterior “ideológica”. Esta evolución -relacionada con la toma de poder por parte de fuerzas derechistas en Sudamérica y su necesidad de ser aprobadas por Estados Unidos- pudo haber confirmado a la élite política en México la conveniencia de seguir defendiendo la neutralidad.32
En enero de 2017, el jefe del gobierno israelí, Benjamín Netanyahu, felicitó en su cuenta oficial de Twitter al presidente Trump por su idea de avanzar en la construcción del muro con México: “El presidente Trump tiene razón. Construí un muro en la frontera meridional de Israel. Detuvo toda la inmigración ilegal. Gran éxito. Gran idea”. Con una nota de protesta enviada al embajador de Israel, la SRE expresó su profunda “extrañeza, rechazo y decepción”; aclaró que México es amigo de Israel y “debe ser tratado como tal”.33 El embajador de Israel en México, Jonathan Peled, respondió que Netanyahu sólo compartía su experiencia en seguridad y no una postura sobre el muro. El primer ministro israelí aclaró que su país ha optado siempre por moderarse, “a pesar de que México vota regularmente contra Israel en las instituciones de la ONU”.34 Posteriormente, la oficina del primer ministro y el Ministerio de Relaciones Exteriores de Israel emitieron una declaración para aclarar el tuit original, y el presidente israelí, Reuven Rivlin, finalmente se disculpó por el malentendido. Se dio vuelta a la página, y la visita a México de Benjamin Netanyahu meses después sirvió para enmendar el resabio y para que nuestro país buscara congraciarse más con Tel Aviv: así, dos meses después de la visita de Netanyahu, el secretario Luis Videgaray anunció en noviembre de 2017 que en adelante México “votaría en contra de las resoluciones de la ONU que fueran contrarias a Israel”.35 Esta actitud no era del todo inusual.36 Lo novedoso residió en el hecho de que un secretario en funciones lo planteara de forma abierta, pública, y ante representantes de otro gobierno en funciones.
Cooperación en asuntos de defensa y seguridad
En el área de la cooperación militar y de inteligencia, con Israel se registraron avances en la capacitación de policías y el uso efectivo de tecnologías. Uno de los casos más ilustrativos es el estado de Chiapas y los acuerdos que en la materia alcanzaron el secretario de Seguridad y Protección Ciudadana de ese estado, Jorge Luis Llaven Abarca, y el representante del Ministerio de Defensa de Israel en México, Honduras y República Dominicana, Yaron Yugman.37 Por su parte, la Secretaría de Seguridad Pública del Distrito Federal adquirió un cargamento de armas de alto poder de fabricación israelí, con el fin de hacer frente a posibles incursiones del crimen organizado en la capital.38 Israel también está presente en la seguridad fronteriza mexicano-estadounidense. Desde hace algunos años, una empresa israelí de alta tecnología, Elkabetz, trabaja en el sur de Arizona a través de su filial Elbit Systems of America.39 A principios de septiembre de 2017, Elbit anunció un contrato para entregar aún más radares y torres de vigilancia para militarizar el área fronteriza entre México y Estados Unidos. La coalición de la sociedad civil palestina que lidera el movimiento global “Boicot, Desinversión y Sanciones (BDS) se ha movilizado contra estos contratos, así como contra las actividades de Cementos Mexicanos (Cemex).40 Asimismo, en el marco de la visita del primer ministro Netanyahu a México, en septiembre de 2017, el presidente Peña anunció que Israel asistiría los esfuerzos de Estados Unidos y México para impulsar proyectos de inversión y desarrollo en el llamado Triángulo Norte de América Central, en un esfuerzo por frenar la migración a Estados Unidos.41 México e Israel también anunciaron su intención de mejorar la cooperación en seguridad cibernética.42
Esta evolución, además de ser significativa de una evolución de las relaciones entre civiles y militares en estos países y en México, también muestra la importancia de los temas de defensa y seguridad para Tel Aviv y México en la dinámica de su relación con Washington.
Conclusiones
Explorar las relaciones de México con algunos países de Medio Oriente durante el gobierno de Enrique Peña revela mucho sobre la evolución de nuestra política exterior y el lugar de México en el mundo.
La agenda económica y el modelo de desarrollo de México se concretaron en una diplomacia económica particularmente asertiva. El papel de México de paladín del libre comercio impulsó mayores esfuerzos de institucionalización y coordinación. En los diversos escalones burocráticos, los lazos con Medio Oriente fueron fruto de voluntades individuales específicas dentro de la Dirección General para África y Medio Oriente de la cancillería, así como de los representantes diplomáticos mexicanos en esa región y de otros órganos de gobierno. Con todo, en un mundo tan incierto, fragmentado y peligroso como el actual, se necesitaba también invertir en peso político mundial, lo cual requería cuidar los recursos humanos y financieros, así como las atribuciones institucionales, de la Secretaría de Relaciones Exteriores. Por último, las contradicciones de la política de “equidistancia” en la cuestión palestina-israelí, o el activismo comercial, pudieron corresponder al objetivo de “desideologizar” la política exterior, para dar a México mayor legitimidad ante socios importantes; sin embargo, traicionaron la defensa de México del derecho internacional, las resoluciones de la ONU y el objetivo de ser “actor con responsabilidad global”, además de que dejaron al país indefenso frente a diversas amenazas, como la violencia, los muros fronterizos y la militarización.