El catedrático de la Universidad de Pittsburgh ofrece en esta ocasión un trabajo destinado a analizar los orígenes históricos de la conflictiva relación entre Estados Unidos y América Central.1 En nueve capítulos, narra un suceso poco conocido en la historia de la potencia norteamericana y sus vecinos istmeños: la presencia de un gobierno filibustero dirigido por William Walker en Nicaragua entre 1855 y 1857. Este episodio, nos dice el autor, resulta indispensable para comprender el fenómeno del intervencionismo norteamericano, pues corresponde a la “primera vez que los ciudadanos estadounidenses tomaron el control de una nación fuera del territorio continental de Estados Unidos y buscaron crear un imperio en el extranjero” (p. 2). La intervención de los filibusteros en América Central destaca porque nunca recibió ayuda directa del gobierno estadounidense. En su lugar, Walker logró hacerse con el poder en Nicaragua gracias al apoyo de la elite local, deseosa de ser anexada y de elevar al país a los estándares liberales y civilizados de Estados Unidos. Por ello, la aventura de William Walker debe ser entendida como un “imperio por invitación”.
El filibusterismo, expone Gobat, tuvo su origen en el movimiento de emigración masiva hacia el Oeste en 1848, resultante de la fiebre de oro. Como el istmo centroamericano era la ruta más rápida hacia California, la presencia estadounidense en la región aumentó notablemente. En ese contexto, las elites liberales, enfrentadas desde hacía tiempo con los conservadores y preocupadas por la amenazante presencia inglesa, decidieron invitar a los filibusteros con la esperanza de impulsar la inmigración de colonos norteamericanos y “regenerar” la moral de Nicaragua.
Los filibusteros instauraron un gobierno encabezado por Walker y consentido por la elite liberal nicaragüense. Esta situación causó polémica en Estados Unidos: ¿debía el presidente Franklin Pierce anexar Nicaragua a la Unión? Si lo hacía, el prestigio estadounidense quedaría mancillado en la comunidad internacional por el uso del filibusterismo como un medio para la expansión imperialista pero, si no, entonces peligraría el control sobre el paso interoceánico. Pierce optó por un punto medio pues, aunque negó cualquier pretensión de anexión, reconoció al gobierno de Walker para así asegurar el dominio informal sobre la región. Lo que terminó por influir en la decisión del Ejecutivo al momento de reconocer al gobierno filibustero de Nicaragua, arguye Gobat, fue el peso que tendría la opinión pública estadounidense, seducida por el carisma de Walker, al sopesar la reelección de Pierce en 1857 (pp. 76-88).
El fenómeno del filibusterismo, antes de Empire by Invitation, solía identificarse con el proyecto de los estados sureños de Estados Unidos para difundir la esclavitud en el extranjero. “Darwin Teilhet, por ejemplo, sugiere [… ] que la empresa nicaragüense de Walker era parte de una ‘conspiración secesionista’ del sur”,2 mientras que Arias Sánchez entiende la presencia de Walker “como parte de un proyecto para establecer una Federación Caribe, elaborada por el exministro de Estados Unidos en España y proesclavista, Pierre Soulé”.3 En cambio, Gobat argumenta que fueron otros los motivos que impulsaron a los filibusteros a instalarse en Nicaragua. Walker, guiado por las ideas del Destino Manifiesto, creyó que era su deber, como parte de la raza superior angloamericana, convertir una nación medio civilizada y profundamente desigual al mundo de la democracia, la igualdad, el gobierno republicano y el sufragio universal masculino (p. 59).
Fue el triple impulso moralizador, democratizador y modernizador el que terminó por enfrentar a Walker con la sociedad tradicional nicaragüense que lo había invitado en primer lugar. Una vez desencantada con el proyecto filibustero, la oligarquía apeló a sus vecinos centroamericanos, principalmente a Costa Rica, para deshacerse de los invasores. Al no contar con el apoyo formal del Estado norteamericano, Walker fue derrotado y expulsado de Nicaragua por el ejército aliado de los Estados de América Central, quienes veían en los filibusteros “una grave amenaza a su soberanía” (p. 226) y que, además, advertían en su presencia la punta de lanza de una nueva forma del expansionismo estadounidense, que había dejado de ser “la República modelo, el faro y la esperanza para todos los amigos del progreso, y pasado a convertirse en un objeto de temor universal”.4
Para documentar su libro, Gobat recurre a un trabajo de archivo exhaustivo: rescata cartas, encuestas, registros de emigración y especialmente periódicos (destaca El Nicaragüense) para anclar las motivaciones de los actores en su contexto histórico. De esta forma, Gobat coloca su trabajo en el centro de la discusión sobre los orígenes del imperialismo norteamericano y, al sugerir que el filibusterismo no fue un fenómeno necesariamente invasivo, sino solicitado por los pobladores locales, rompe con una tradición historiográfica de varias décadas.5 Con su investigación, el autor evidencia el débil vínculo entre la “actividad directiva autónoma del Estado”6 norteamericano hacia el exterior y las motivaciones y acciones de los filibusteros, es decir, Gobat cuestiona implícitamente el papel predominante del gobierno en el desarrollo de la política exterior pues, aunque los filibusteros satisficieron los intereses nacionales de Estados Unidos al controlar el estratégico paso istmeño, nunca recibieron, ni desearon, instrucciones directas de Washington: Walker temió que la anexión formal a la Unión lo privaría de la autonomía para gobernar Nicaragua tal y como lo había hecho desde su llegada, es decir, mediante un ejercicio informal del poder (p. 145).
El autor también pone énfasis en el filibusterismo como un fenómeno complejo y transversal que influye en diferentes niveles del análisis social. Discute con el mismo ahínco los intereses individuales de Walker, las motivaciones ideológicas, económicas y religiosas de sus seguidores y la relación político administrativa del Estado filibustero con la sociedad nicaragüense. Además, resalta su interés por definir al filibusterismo como “una forma transnacional de violencia no-estatal” capaz de presentar “una grave amenaza para el sistema internacional”, al producir Estados funcionales y estables vinculados al dominio indirecto estadounidense (p. 188), pero sin una directriz establecida por parte de su Estado matriz.
No obstante sus cualidades, en Empire by Invitation tiende a sugerirse que fue “una combinación de malas decisiones, contradicciones políticas, la pérdida de apoyo popular y la desmoralización de sus seguidores” lo que condujo a la derrota del filibusterismo. Esta interpretación es controversial, pues se aproxima a las aseveraciones propagandísticas del propio Walker, contenidas en su libro La guerra de Nicaragua (1860).7 Al centrar las causas del fracaso en las debilidades internas del filibusterismo, Gobat descuida el papel que desempeñaron los otros actores involucrados. El libro, por ejemplo, aunque busca resaltar el protagonismo de los nicaragüenses “intervenidos”, tiene una omisión importante de sus voces al tomar de los periódicos propagandísticos filibusteros la mayoría de sus testimonios. La miopía de Gobat le impide profundizar sobre cómo se convirtió el filibusterismo en una amenaza para los Estados centroamericanos, y no ahonda en el proceso de cómo éstos se vieron obligados a formar una alianza militar para defender sus intereses nacionales -hecho por cierto insólito en la historia de la región de América Central.
Otro actor clave que Gobat descuida es la empresa trasnacional en Nicaragua, a la que en un inicio le otorga un papel casi protagónico, pero que luego olvida. Los filibusteros llegaron a un territorio ya intervenido por la American Atlantic and Pacific Ship Canal Company. Sin embargo, tras afectar los intereses económicos de la empresa, Walker se hizo de un poderoso enemigo: Cornelius Vanderbilt. Aunque el autor afirma que éste desempeñó un papel fundamental en la caída de los filibusteros, no responde cómo ni mediante cuáles mecanismos concretos logró su cometido. En ese sentido, Gobat desaprovecha una veta de discusión importante pues, como los filibusteros, la compañía representó a los intereses norteamericanos en la región. Por qué los filibusteros y la empresa estadounidense, en lugar de sacar provecho de la cooperación -de favorecer el interés nacional común-, decidieron enfrentarse entre sí es una incógnita que el autor no llega a plantear, desperdiciando la oportunidad de discutir sobre los orígenes de la interacción entre los actores transnacionales.
Por último, Gobat también descuida el papel central que desempeñó el Estado norteamericano en el fracaso del filibusterismo. Es la decisión del Ejecutivo de no ejercer una relación de dominación sobre América Central y de no contribuir en modo alguno en favor de Walker lo que determinó en última instancia la destrucción del nuevo gobierno nicaragüense. De esta forma, el autor, aunque reconoce que el éxito de un actor no-estatal depende inicialmente del apoyo de su Estado de origen (así sea sólo mediante el reconocimiento diplomático), falla en comprender que la culminación de la misión que el actor no-estatal busca cumplir en otro territorio depende en última instancia del respaldo continuo del actor estatal, ya sea mediante el suministro de asistencia militar o económica.
En términos generales, no obstante, Michel Gobat logra su cometido primordial: dilucidar sobre los orígenes del intervencionismo estadounidense en América Central. El episodio de los filibusteros y William Walker marcó profundamente la relación de los centroamericanos con Estados Unidos. Mientras que en el sur la experiencia sirvió para “fortalecer la naciente alianza del continente contra el coloso del norte” (p. 285), en Estados Unidos dio pie a una tradición de control cada vez más formal sobre la región, considerada a partir de entonces su “patio trasero” (p. 290). En suma, Empire by Invitation contribuye a la comprensión de las motivaciones del intervencionismo norteamericano al resaltar las contradicciones de un pueblo que se cree destinado, hasta nuestros días, a cargar con “el Arca de las Libertades del Mundo”, y que siente que la libertad, la democracia, el imperialismo y la dominación pueden coexistir a “punta de pistola” (p. 292). Por lo demás, el estilo de Michel Gobat es claro y ágil, cualidad que el lector siempre disfruta y agradece.