SciELO - Scientific Electronic Library Online

 
vol.64 número2Fernando de Mateo y Venturini y Gustavo Florentino Vega Cánovas (eds.), México en el nuevo orden comercial globalManuela Lavinas Picq, Soberanías vernáculas. Las mujeres indígenas desafían la política global índice de autoresíndice de materiabúsqueda de artículos
Home Pagelista alfabética de revistas  

Servicios Personalizados

Revista

Articulo

Indicadores

Links relacionados

Compartir


Foro internacional

versión impresa ISSN 0185-013X

Foro int vol.64 no.2 Ciudad de México abr./jun. 2024  Epub 19-Ago-2024

https://doi.org/10.24201/fi.v64i2.3017 

Reseñas

Rogelio Hernández Rodríguez, El oficio político. La élite gobernante en México (1946-2020)

Alfonso Carlos del Real López1 

1Universidad Autónoma de San Luis Potosí, UASLP alfonsodelrealzac@outlook.com

Hernández Rodríguez, Rogelio. El oficio político. La élite gobernante en México (1946-2020). Ciudad de México: El Colegio de México, 2021. 295p.


Para quienes son estudiosos de los asuntos públicos en México, la historia política o la administración pública, entre otras muchas materias, el libro de Rogelio Hernández es, hoy por hoy, una obra de lectura obligada.

En el desarrollo de su trabajo, Hernández ofrece una panorámica de la vida pública que sirve de escenario para el proceso del estilo de vida político-gubernamental en México, además de darle al lector una explicación sólida de la construcción de las elites gubernamentales.

La edificación que el autor va ofreciendo de la elite gubernamental (estructura y protagonistas) de México, coloca al lector en la posibilidad de adentrarse en las condiciones políticas, económicas y sociales que, en conjunto, ofrecen la opción de interpretar el juego político de las cúpulas, el rol del partido hegemónico, la importancia de las sociabilidades en el aparato de gobierno federal, la concepción de la vida democrática en distintos momentos y la importancia de las instituciones para el gobernante en turno y sus equipos.

La institucionalización de formas políticas, los entendimientos entre grupos, la creación de capacidades políticas de partido y en el gobierno de determinados individuos, entre otros elementos, muestran la evolución en la concepción del servidor público, primero considerado como un político profesional, con formación de partido, y luego como un gobernante con dotes técnicas, con herramientas académicas que abren paso a una idea de mayor eficiencia, amén de las capacidades para gobernar, tomando en cuenta que el ejercicio de gobierno es conflicto permanente. Todo ello culmina con la descripción de las características de la elite de gobierno en la actualidad.

Por otro lado, Hernández también da cuenta de distintas cuestiones que llevan al lector a dimensionar la idea del Estado mexicano, lo que es en la actualidad, indicando las distintas generaciones que incidieron en el espectro gubernamental acompañando a los mandatarios mexicanos. Visiones, intereses, valores y recursos se configuran en distintos momentos para que, al amparo de las instituciones del Estado, se desarrollen los grupos y elites subsecuentes respecto de los alcances del gobierno, los instrumentos del propio Estado a través de éste y el espectro que se abría desde cada posición de la administración pública federal, principalmente la centralizada.

A partir de entender el papel de cada individuo, así como de la posición que se asumía en un momento determinado, se caen los muros que impedían construir proyectos políticos personales y de grupo que, al paso del tiempo, podían ser compartidos por otras personas y camarillas y, en la suma, hacerse un espacio de decisión, peso y relevancia. Como políticos, saber su origen y visualizar su prospectiva permitía clarificar el rol como administrador, decisor y forjador de planes, políticas, programas y, en suma, de cambios sociales.

El autor nos encamina a entender que, atendiendo necesidades, presiones, reclamos o indicaciones, los miembros de la elite política usaban las instituciones del Estado para posicionar sus proyectos: ellos eran el paso necesario para dar, quitar, resolver o encauzar. La elite estaba formada por quienes eran parte de las instituciones del Estado y, por ello, se fueron creando las condiciones necesarias para permanecer en un espacio de definiciones. Tenían que hacerse forzosamente útiles, ya sea a través de un conflicto o de una necesidad, y ellos -y solamente ellos o sus grupos- eran la llave de la puerta para resolver problemas que llevaran a un objetivo mayor. La práctica política iba “fogueando” al protagonista, lo moldeaba.

En el devenir de su texto, Hernández nos lleva en la circunstancia histórica general que tuvo cada generación de gobernantes de México a partir de la segunda mitad del siglo xx, en términos de la situación política gubernamental nacional, el papel del partido político que patrocinó, la visión del ejercicio del poder político y administrativo de cada presidente, y la importancia que se le dio a la formación profesional, política, social y hasta administrativa de los participantes del poder presidencial. Incluso, llama la atención la particular descripción de la importancia del partido y la relevancia de la estructura de la administración pública.

En ese orden de ideas, se advierte una representación del Partido Revolucionario Institucional (PRI) como parte sustancial del sistema político presidencialista, pero enfocado en ser un canal de comunicación o un filtro, y no propiamente un espacio de toma de decisiones o bien, creador de figuras de gobierno. Además, tiene la responsabilidad de ser espacio de acuerdos políticos y electorales, pero no gubernamentales. Quienes se encumbraban en el poder no necesariamente tenían una identidad partidista, pero sí se vinculaban. En el partido se hacía una política, pero en el gobierno se hacía una política mayor, como lo explica Rogelio Hernández, y tal circunstancia también se vivió con los gobiernos emanados del Partido Acción Nacional (PAN).

Un elemento de mucha valía en la obra del catedrático de El Colegio de México es la comprensión del centralismo operante en el gobierno y la dimensión de cada área de la ad ministración pública centralizada y paraestatal. Nos lleva a pensar que en la decisión de otorgar responsabilidades (nombramiento de gabinetes, equipos de gobierno) incidían la formación profesional y cierta confianza (personal, política, administrativa), lo que se explica o reconstruye en distintos momentos con la participación de voces experimentadas, calificadas y expertas en los recovecos del funcionamiento partidista y gubernamental.

El centralismo político, las características profesionales y académicas, y la especialización administrativa fueron evolucionando con el paso del tiempo, pero hasta la alternancia electoral, todo se acomodaba en las esferas superiores del gobierno de acuerdo con el objetivo político del gobernante en turno. En ello, lo local difería de lo nacional, pero se conjugaban ambas para expandir las responsabilidades del Estado. Para esto quizá la mayor especialización fue la rama económica, pues las finanzas públicas comenzaron a tener una importancia mayor que la especialización jurídica. Alrededor de esta consideración se desarrollaron distintas alianzas, grupos, relaciones y redes que, como lo va decantando Hernández a lo largo del texto, llevaron a encumbrar en la administración pública federal a personajes con perfiles técnicos (tecnócratas) más que políticos.

A partir de los años ochenta, como lo expone el autor, esta concepción de la esfera de gobierno (menos políticos, más técnicos) construyó una especie de “escala de importancia” en los espacios de decisión, en el manejo de los conflictos intrínsecos en la posición y la cercanía de los funcionarios con el poder presidencial. Incluso, el ejercicio de la política fue modificando el paradigma de disciplina permanente, inescrutable e ineludible hacia una idea de eficiencia técnica, de control gubernamental y de orden, donde subyacía la consideración de una necesaria mayor preparación académica.

Los gobiernos tanto del PRI como del PAN no perdieron de vista eso, aunque lo pusieron en práctica de distinta forma, en lo que toca a privilegiar ámbitos de gobierno o bien los poderes. Entonces, el giro del centralismo presidencialista se explica por una visión donde lo nacional se desgranaba en lo local y en sus ámbitos, para crear distintos espacios de incidencia pública con presencia política. Pero siempre permeó la visión federal, con sus pros y contras.

En El oficio político podemos apreciar distintos elementos que dan cuenta de episodios de la historia gubernamental de México a la par que explican tendencias que se institucionalizaron en relación con una burocracia especializada: desde comprender la construcción de la forma de gobierno a través de un partido hegemónico hasta entender el cambio que produjo la alternancia electoral, que resultó en una especie de gatopardismo en las elites gubernamentales. Se pueden destacar ideas sobre la economía del país, la formación de los funcionarios y su experiencia, su adiestramiento académico (nacional o en el extranjero), la disyuntiva entre funcionario político o elemento gerencial, compromiso social o responsabilidad económica y otros.

Además de lo anterior, con el desarrollo cronológico que expone el autor, se entiende la construcción de equipos gubernamentales que accedieron a posiciones de privilegio con base en la competencia electoral, donde la práctica política permitió el crecimiento de figuras que, eventualmente, crearon compromisos, forjaron experiencias, evidenciaron redes o grupos y supusieron una modificación de las formas para determinar los equipos que acompañarían a la figura presidencial desde la administración pública centralizada, en especial.

Gracias al trabajo de Hernández Rodríguez podemos analizar la compleja relación de distintos factores que incidieron en el manejo gubernamental de México durante las últimas décadas: la perspectiva política local o nacional; la red de actores; las problemáticas nacionales, regionales o locales; los antecedentes curriculares, de representación popular o gubernamentales; cómo se entendía o interpretaba el federalismo; la dicotomía centralismo-descentralización; la competencia política y el ejercicio del control político en los espacios inmediatos por parte de figuras gubernamentales, son algunos componentes que dan cuenta del funcionamiento del sistema de gobierno en México.

Otro tema fundamental que nos plantea el autor es la representación que protagonizaron determinados cargos: por ejemplo, la emancipación de la figura de los gobernadores, sobre todo después de la alternancia electoral, ya que gracias a la flexibilidad de las reglas políticas no escritas que se generaron a partir de los gobiernos panistas, emergieron figuras políticas que, con peso local, incidieron en un plano nacional, lo que se contrapuso a la perspectiva centralista. Esto se tradujo en una especie de autonomía local donde la importancia de los recursos públicos desempeñó un papel decisivo. El análisis sobre la difuminación de un proyecto nacional debido a las pugnas locales da margen para una reflexión más amplia, sobre todo considerando el factor tiempo, que sutilmente expone el autor.

Aunado a lo anterior, en el libro se ofrece una comprensión de la pérdida de protagonismo de actores políticos que dio paso a la formación de nuevas elites locales, como pequeños feudos, donde la preparación y experiencia eran limitadas, pero dominaron el espectro electoral y, en consecuencia, los espacios de poder. El político profesional y su forma de actuar quedaron atrás, al verse rebasados por funcionarios tecnócratas a nivel federal o bien, por empleados públicos inexpertos y limitados en lo local. Ambas figuras, al amparo de la cercanía con los titulares del poder ejecutivo, surgieron y se convirtieron en responsables de tomar decisiones políticas o bien en factores de poder. De lo anterior pueden inferirse circunstancias de estabilidad. Una parte dependía de la posición que se jugara en el gabinete, por un lado y, por otro, de la importancia que la instancia gubernamental tenía en relación con la perspectiva del ejecutivo.

El oficio político se convierte en una obra de análisis necesaria para entender la configuración actual del ejercicio de la forma de gobierno en México. Del quehacer político, los conflictos, el rol del partido gobernante, los cambios a raíz de la competencia electoral, las capacidades profesionales y la formación de cuadros, el surgimiento de nuevas elites, la confección de prioridades temáticas en el ejercicio de gobierno, y otras cosas más, que eventualmente desnudan una ambición desde el poder: el deseo de permanencia a través de la continuidad de un proyecto de grupo más que de nación. En todo ello resalta una figura y su dimensión: el presidente de la República y su metaconstitucionalidad (en términos del presidencialismo mexicano escudriñado por Jorge Carpizo) que incidió sobre gobernadores, partido, cámaras legislativas y gabinete.

En todo el trabajo de Rogelio Hernández se pueden apreciar diferentes caracterizaciones de los grupos que formaron parte del poder. Se destacan matices en distintas épocas que están vinculados con una circunstancia general del país, pero que hacen énfasis en elementos del sistema político mexicano a través de figuras como el presidente de la República, las personas cercanas, los orígenes de éstos y su eventual desempeño. Esto último se relaciona con los nexos políticos, familiares o económicos, así como con prácticas y valores, que dieron sentido a la idea de equipo político y elite de gobierno que ejercieron -¿ejercen?- en su paso por la función pública.

Respecto a esto, ha de destacarse la evolución y el cambio de los pesos políticos que representaban dependencias de la administración pública, así como la paradoja de la búsqueda del cambio en las elites de gobierno, no para que existiera un cambio institucional per se, sino el mero cambio de protagonistas. Una expresión más del gatopardismo en el sistema político mexicano que encontramos en el trabajo aquí reseñado.

A lo anterior debemos agregar el problema que representa el desconocimiento del alcance y las responsabilidades de un área de gobierno por un nuevo protagonista. La inexperiencia de los equipos trae consecuencias que, eventualmente, repercuten en el plano electoral de la competencia democrática. Como antecedente de ello, el autor argumenta sobre el rol de las ideologías, el proyecto de gobierno, las capacidades de los individuos (las características que lo hacen destacar en un momento determinado, sus cualidades, su perspectiva, su maduración), sus orígenes, grupos, tendencias y demás. No se explican muchos grupos en la actualidad sin el antecedente de haber coincidido, por ejemplo, en una tarea de partido o en un espacio en el poder legislativo federal.

En síntesis, este trabajo, editado por El Colegio de México, ofrece en sus cinco capítulos una serie de consideraciones alrededor de la idea de políticos y servidores públicos en México, la concepción del ejercicio de la política (el oficio), los cambios en nuestro país (sobre todo en lo económico, con su incidencia social), en el marco de los cambios y readaptaciones del sistema político mexicano a partir de la segunda mitad del siglo XX. La identificación general de las circunstancias del desempeño de personajes o funcionarios, y la manufactura de grupos, complicidades, visiones e intereses, además de las particularidades de los individuos, aportan elementos de sobra para que se entienda el momento gubernamental que se vivió en otras administraciones y el actual, así como la mutación ideológica y en el ejercicio de la política y de la función pública que podemos percibir en la actualidad.

Por último, El oficio político nos ayuda a entender a varios personajes de la vida pública y el alcance de su desempeño, en el que su formación, profesionalización, especialización, preparación o experiencia, en distintas épocas se significan como una explicación de los avances nacionales, amén de la alineación a una ideología, interés o grupo. Eso nos ayuda también a dimensionar la cuestión teórica y práctica sobre la idea de burocracia y la dualidad política-administración pública, que nos llevan a razonar en torno a la nebulosa que puede existir en la función pública como político o funcionario.

Creative Commons License Este es un artículo publicado en acceso abierto bajo una licencia Creative Commons