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Nueva antropología
versión impresa ISSN 0185-0636
Nueva antropol vol.26 no.79 México jul./dic. 2013
Artículos
Bajo tu manto nos acogemos: devotos a la Santa Muerte en la zona metropolitana de Guadalajara
Blanca Estela Bravo Lara*
* Licenciada en antropología por la Universidad de Guadalajara. Línea principal de investigación: Religiosidad popular.
Resumen
En este artículo se aborda el culto a la Santa Muerte partiendo de la experiencia de sus devotos, quienes, inmersos en un contexto socio-económico de crisis e incertidumbre, no encuentran las respuestas que requieren en las instituciones. La presente propuesta llama a incluir en el análisis del culto a la Iglesia católica, que en el caso estudiado: el área metropolitana de Guadalajara en México, es la iglesia de origen de los devotos, como una institución que en la cotidianidad del devoto a la Santa Muerte y desde su perspectiva, no ha tenido la capacidad de satisfacer sus necesidades prácticas y religiosas. El artículo retrata las características del culto y su relación con el catolicismo. De igual manera, da cuenta del proceso que lleva al católico excluido e insatisfecho simbólicamente a convertirse en devoto a la Santa Muerte.
Palabras clave: Santa Muerte, religión-base, religiosidad-complemento, inclusión-exclusión, cerca-lejos.
Abstract
This article deals with the cult to the Santa Muerte (Holy or Saint Death) based on the experience of its devotees, who, immersed in the socioeconomic context of crisis and uncertainty, cannot find the answers they seek in ordinary institutions. The present approach calls for including the Catholic Church in an analysis of the cult, because in the case of the Guadalajara metropolitan area, worshippers left this Church, which was yet another of the institutions unable to satisfactorily meet the practical and religious needs of its followers. The article portrays the characteristics of the veneration and its relation to Catholicism, while it also explains the process that leads a Catholic who feels symbolically excluded and unsatisfied to become a worshipper of the Santa Muerte.
Keywords: Santa Muerte (Holy Death), base religion, religiousness-complement, inclusion-exclusion, far-near.
INTRODUCCIÓN
Puesto que el individuo posmoderno obe-
dece a lógicas múltiples, frecuentemente
prepara él mismo "su cóctel religioso: unas
gotas de islamismo, una brizna de judaís-
mo, algunas migajas de cristianismo, un
dedo de nirvana; todas las combinaciones
son posibles, añadiendo, para ser más ecu-
ménico, una pizca de marxismo o un paga-
nismo a medias" (Luis González-Carvajal
Santabárbara, 1991: 176-177).
En un mundo que se drena de creencias en pos de una secularizada modernidad, donde la jerarquía católica opta por un discurso "con pretensiones de lógica y de claridad, pero desprovisto de aliento numinoso" (Mardones, 1996: 45), surgen nuevas formas de fe. Los que "quieren creer" rediseñan sus creencias en un intento de llenar la vacuidad racionalizada y excluyente que la religión les ofrece. Es entonces cuando el devoto a la Santa Muerte surge no solamente como el ciudadano que no encuentra en las instituciones respuesta a sus necesidades prácticas, sino como el homo religiosus incompleto y que se percibe a sí mismo, en muchos de los casos, excluido por la Iglesia católica, su Iglesia de origen.
Mientras que algunos individuos han decidido ejercer una religión light (González-Anleo, 1987: 28-33), algunas veces con ciertos toques "psico-místico-paracientífico-espiritual-terapéuticos" (Roszak, 1975: 30), otros han tomado como estrategia —para llenar las carencias que su religión les significa— la incorporación de un complemento externo a ésta. Dicho complemento les permite experimentar una religiosidad menos disociada de su vida diaria y de las exigencias prácticas que ella les presenta. Éste es el caso de los devotos al culto de la Santa Muerte, en su mayoría católicos, quienes buscan en esta devoción lo que su religión base no les ofrece. Es debido a la propia historia de la Iglesia católica, y a su poder institucional, que ésta carece de una plasticidad efectiva, capaz de ajustarse a todas y cada una de las diversas formas de ser católico. La Iglesia católica no sólo aparece como lejana al creyente en lo individual, sino que ha venido perdiendo el monopolio de la religiosidad y la posición central de la que gozó por años y que ahora comparte periféricamente junto a otras religiones (Mardones, 1996).
Del culto a la Santa Muerte mucho se ha dicho. Desde la prensa y la literatura, principalmente, se ha difundido una imagen superficial y homogenizada, tanto del culto y su lugar en la sociedad, como del devoto tipo adscrito a él. Doña Enriqueta Romero, con el primer altar público, y David Romo Guillén, autoproclamado arzobispo de la Iglesia Santa Católica Apostólica Tradicional México-USA (ISCATMEX-USA), terminan siendo, en el imaginario colectivo, personas-emblema de las dos más conocidas vertientes del culto a la Santa Muerte: la del devoto que busca un ritual más cercano y manipulable, y la del que prefiere el cobijo de una institucionalidad formalizada. Investigadores sociales también han puesto los ojos en el fenómeno religioso del que hablamos. Se han publicado interesantísimos trabajos. Algunos siguen el rastro de los posibles orígenes, tanto de la devoción a la Santa Muerte como de la iconografía relacionada con el ente descarnado (Malvido, 2005). Los más han analizado la situación socio-económica que enmarca estas manifestaciones de religiosidad; situación caracterizada por la desigualdad, la violencia y las instituciones ineficientes.1 Sin embargo, el análisis no siempre se ha presentado de manera clara y oportuna. En ocasiones, el discurso para abordar el tema enturbia el análisis profundo del fenómeno y parece tender a considerar al culto a la Santa Muerte más como productor o, por decir lo menos, como perpetuador del contexto en que está inmerso, que como producto de él. Se presenta la devoción como imbatible vínculo de delincuencia.
Cuantiosa ha sido la discusión en torno al culto. Sin embargo, sendos huecos quedan todavía en lo que respecta a los devotos, quienes terminan siendo los silentes protagonistas de esta alteridad narrada.
En el presente trabajo no se quiere abonar a la ya de por sí crasa concepción del culto a la Santa Muerte como uno propio de pobres, criminales, homosexuales y prostitutas que viven en exclusión por libre elección. Por supuesto, tampoco persigue como meta central demostrar una realidad en extremo contraria, en la que el devoto se torne en víctima indefensa de su realidad. El presente corre con la simple aunque no fácil tarea de analizar a los devotos a la Santa Muerte, tanto en su ser grupo dentro de la totalidad social como en su individualidad particular dentro de las colectividades a las que de alguna u otra manera se adscribe, particularmente las religiosas.
Se reconoce la pertinencia de pensar al creyente como individuo-parte de una sociedad en crisis económica y de seguridad, pero se exhorta a incluir en el análisis al devoto como sujeto individual que reclama su derecho a una religiosidad, ya sea formando parte de una Iglesia o en el ámbito privado y doméstico.
LA SANTA MUERTE EN LA ZONA METROPOLITANA DE GUADALAJARA
Cada religión debe considerarse desde el
punto de vista de sus seguidores, e investi-
garse cuál es su concepción de lo sobre-
natural y como todo se interrelaciona y se
armoniza (Lluis Duch, 2001: 20-21).
Si bien el culto a la Santa Muerte no puede ser constreñido a rígidas delimitaciones geográficas, ni en su práctica, ni en su estudio, sí podemos afirmar que, salvo contadas excepciones,2 este fenómeno ha sido analizado principalmente en la zona donde empezó a cobrar difusión masiva con los altares callejeros. Así pues, el centro de México es, por excelencia y desde hace tiempo, reconocido como la casa del culto a la Santa Muerte. En su trabajo sobre los barrios marginales de la ciudad de México, Oscar Lewis (1964) ya hacía mención de la devoción a la Santa Muerte. Sin embargo, el culto está presente en gran parte del territorio nacional, tanto en ciudades de frontera —que como regiones de tránsito legal e ilegal se tornan en espacios de incertidumbre carentes de una cohesión social arraigada, donde convergen toda clase de historias de vida y con ellas una pluralidad de creencias— como en ciudades de rancias costumbres y credos dominantes.
De este último tipo es ejemplo Guadalajara, que aun cuando se encuentra actualmente sumida en un ambiente de alarmante violencia, es una de las ciudades más conservadoras del país. Con un contexto de inseguridad, el predominio evidente de la religión católica y el aumento en número de los seguidores a la Santa Muerte, dicha urbe resulta ser un interesante espacio para el análisis del culto.
La investigación de la que surge este artículo se realiza en la zona metropolitana de la ciudad de Guadalajara (ZMG). Es decir, no se limita a las fronteras geográficas de la ciudad capital, sino que el trabajo de campo abarca zonas de Guadalajara, Tlaquepaque, Zapopan y Tlajomulco, y fue realizado en el año 2010.
LAS CARAS PÚBLICAS DE LA SANTA MUERTE
Como impronta de los medios de comunicación, la población en general tiene ciertas concepciones o advocaciones de la Santa Muerte, a las que ni el devoto, ni el no devoto a esta deidad en la ZMG son ajenos. Santa Muerte como patrona de narcotraficantes, Santa Muerte como nueva tendencia esotérica y la Santa Muerte de la ISCAT Mex-EEUU.
La patrona
En el imaginario compartido, la advocación más fuerte que tiene la Santa Muerte es la de protectora de criminales. Los numerosos cateos en "casas de seguridad" —como se ha llamado a los lugares donde se retiene a secuestrados—, los decomisos de droga y armas y las revisiones a las ostentosas residencias u otros escondites de narcos han dado abundante material gráfico a los medios de comunicación. Entre las imágenes con más rating destacan las de la Santa Muerte. En estos sitios se han encontrado desde pequeñas imágenes de La patrona custodiando un cargamento de droga, hasta elaborados altares repletos de ofrendas.
Como protectora de narcos, la imagen de la Santa Muerte propia de los no devotos en la ZMG no difiere en gran medida de las imágenes de culto que tienen estos grupos en el resto del país. En entrevista, una vecina del templo de la Santa Muerte en la ZMG refirió "Ese templo es para puros narcos. Porque los narcos son los que creen en la Santa Muerte". A pesar del cotidiano contacto, al menos visual, con el santuario de la Santa Muerte y con las personas que asisten al recinto, ya que su negocio se encuentra frente al lugar, la entrevistada tiene una concepción del culto gestada al margen de su experiencia directa. "Ese no es templo. El templo está a unas cuadras más y es de nuestra santísima madre la Virgen de Guadalupe", concluye desde su tienda de abarrotes, en la cual se exhibe un Cristo y una Virgen de Guadalupe con sus respectivas veladoras (entrevista, 22 de mayo de 2010).
La santísima
La Santa Muerte "esotérica" es, por cierto, la que mueve el lucrativo negocio de mercancías relacionadas con ella. La imagen "de bulto" o estatuilla de la santísima ha sido incorporada a rituales adivinatorios y de sanación. Desde hace algunos años la figurilla de la santa se ha convertido en asiduo testigo de "trabajos", con magia blanca o negra, en los cubículos de brujos, brujas y chamanes. Es en estos términos, de imagen amuleto, en los que aparece en programas de televisión que tienen una línea esotérica y paranormal.
En el Mercado Corona, por ejemplo, uno de los más emblemáticos de la ciudad de Guadalajara —y del estado de Jalisco—, se encuentran varios locales que, junto con curaciones, limpias y adivinaciones, ofrecen todos los objetos necesarios para la realización de tales actos rituales. Sin embargo, una cosa es vender imágenes, velas, lociones y libros identificados con la santa, y otra muy distinta "trabajar" con ella. Durante las entrevistas en el lugar, repetidamente se señaló a una mujer en el local de su propiedad: es "la que trabaja Santa Muerte". La referencia fue dada, invariablemente, con la previa petición de no revelar jamás a esta persona la fuente. Custodiado por una imagen de la Santa Muerte de más de dos metros de altura que mira al sur-poniente, resalta el puesto que nos indicaron. La imponente estatua no está dispuesta, como el resto de mercancías, para ser exhibida; no está a la venta, protege e impone temor (fotografía 1). Detrás del puesto hay un cubículo pequeño donde se atiende a los clientes que esperan turno. "Se hacen trabajos de magia negra", reza un cartel manuscrito en la entrada del local.
El Mercado Corona está situado en pleno centro de la ciudad, muy próximo a varios de los templos más representativos y tradicionales de la urbe, incluyendo la Catedral de Guadalajara. Así pues, no es difícil entender que el mercado se haya destinado históricamente, además de a la venta de plantas medicinales, al comercio de artículos religiosos. Sin embargo, al recorrer los puestos del mercado se aprecia una transformación: es evidente que la mercancía en demanda está relacionada con los rituales del culto a la Santa Muerte, no del catolicismo tradicional. Los espacios que tiempo atrás exhibían a la Virgen de Guadalupe, san Martín Caballero y san Antonio hoy están ocupados por imágenes de la Santa Muerte. "La gente sigue creyendo en Dios, pero le tiene más fe a la Santa Muerte que a los demás santos [...] Es lo que más se vende", explicó una locataria del mercado. La santísima de cuerpo completo y en diferentes colores, acordes al favor que se le pedirá, los cráneos de cera y hasta figuras femeninas, mitad esqueleto, mitad ser encarnado, con un avanzado embarazo (fotografía 2), acaparan los estantes, cediendo un mínimo espacio a los san Malverdes y a uno que otro san Judas Tadeo, quien se resiste a abandonar el monopolio de los favores difíciles.
El consumidor de los bienes esotéricos relacionados con la Santa Muerte no es forzosamente un devoto a ella. Se trata del individuo que busca el ritual, la oración, la fórmula mágica que traiga a sus brazos al ser deseado, que le deje ver el futuro o le dé buena suerte, pero sin ningún compromiso de fe con la santa a la que quema incienso, al mismo tiempo que medita en posición de yoga y escucha música new age.
Aunque el Mercado Corona es un centro donde convergen tanto devotos fervientes como consumidores de bienes esotéricos —estos últimos en su mayoría de clase media y alta—,3 prefieren sitios más discretos para buscar el consejo trascendental, por ello es posible encontrar librerías esotéricas y consultorios particulares en toda la ZMG y casi en ninguno de ellos falta la imagen de la Santa Muerte (fotografía 3).
En ambos casos, devotos y consumidores de bienes esótericos, y ambos espacios, los públicos expuestos y los que brindan cierta reserva; las mercancías esótericas, principalmente la figura de la Santa Muerte, atraviesan por un proceso que les confiere otro valor (Appadurai, 1991). El contexto ritual: oraciones a media voz, incienso, spray armonizante, facilita la metamorfosis. La figura, antes mercancía, mediante la "preparación" se convierte en santa-talismán, en objeto-símbolo. No es un asunto menor el hecho de que la Santa Muerte, que durante varias generaciones ha recibido culto en México, al ser materializada en mercancías pueda ahora, como objeto, ser recombinada con otros objetos-símbolo, y con ello facilitar las nuevas formas de esoterismo y religiosidad a la carta.
El ángel de la muerte
La última de las facetas públicas de la Santa Muerte está relacionada con la ISCATMex-EEUU, y que se ha venido ostentando como la Iglesia oficial del culto a la Santa Muerte. Para el habitante de la ZMG ésta es, posiblemente, la más ajena de sus caras. Más allá de lo que se lee en un diario, alguna revista o se escucha en algún noticiero, no existe aquí una presencia significativa de la organización. Lo que acontece en esta Iglesia y en su jerarquía es, para las personas de la región, "noticia de México (la capital), no de Jalisco" ni de su cotidianidad. Incluso al devoto a la Santa Muerte le resultan totalmente ajenos los problemas que esta organización religiosa viva frente a la Secretaría de Gobernación y la Ley de Asociaciones Religiosas y Culto Público, e incluso la reciente captura del líder David Romo, acusado de colaborar con grupos criminales. En la ZMG el culto tiene vida propia y destino independiente. Inclusive los rituales de misa, sacramentos y rosario que tienen lugar en Tlaquepaque, Jalisco, en el santuario principal de la región y dirigidos por una especie de jerarquía eclesial, continúan practicándose —a pesar de los conflictos y gracias a las maniobras adaptativas de sus oficiantes. Sobre estas estrategias, y el impacto que ellas han tenido en la comunidad de devotos, se volverá más adelante.
EL CULTO
En el pasado, la presencia pública de la Iglesia
se logró al precio de sacralizar
todo. Hoy debe conseguirse aprendiendo a
vivir religiosamente lo profano (Luis Gon-
zález-Carvajal Santabárbara, 2000).
A pesar de que los resultados de la investigación fuente de este artículo, como los de cualquiera, buscan (al menos parcialmente) postular explicaciones "hacia afuera", estos resultados han sido consecuencia de un trabajo de exploración focalizado en la definición identitaria que el fiel creyente a la Santa Muerte hace de sí mismo en comparación con otros creyentes, de la jerarquía de su culto, de los no creyentes, de los medios de comunicación y principalmente de la Iglesia de la que provienen.
La Iglesia de origen
Por Iglesia de origen entendemos la Iglesia de la que proviene el devoto y representa la religión que ha practicado toda su vida, o al menos una parte significativa e inmediata anterior a su nueva adscripción religiosa. En este caso, los devotos a la Santa Muerte en la ZMG tienen como Iglesia de origen el culto católico.
La Iglesia católica, a diferencia de otras iglesias importantes en la ZMG, como Testigos de Jehová o de la Luz del Mundo, tiene similitud con la devoción a la Santa Muerte en el uso de imágenes para el culto de latría;4 de hecho, tanto para la adoración como para la veneración las ha implantado y promovido históricamente. Sin embargo, como señala Marzal (2002), mientras para la teología católica los santos, declarados como tal en un proceso que los valida institucionalmente, son ejemplos de vida e intercesores ante Dios; para los católicos populares la imagen visible del santo no representa a un ser cuya vida es imitable, sino a un intermediario que, sin dejar de pertenecer al mundo de lo sagrado, es apropiado por ellos y redefinido como uno más cercano con quien se entabla una relación acorde a su cotidianidad. Así pues, resulta más fácil para un católico asimilar la ritualidad propia del culto a la Santa Muerte, sobre todo cuando sus prácticas han sido las propias de una religiosidad de mandas, exvotos, velas, manipulación de las imágenes,5 etcétera.
Es importante señalar que la Iglesia católica se categoriza como Iglesia de origen por la utilidad del concepto para señalar algunas características tanto del devoto como del contexto previo a su incorporación al culto a la Santa Muerte. De ninguna manera esta categorización la califica como Iglesia abandonada, pues el devoto a la Santa Muerte no es un devoto converso. Por el contrario, el devoto a la Santa Muerte se sigue asumiendo como católico. Afirma creer en Dios y en la Virgen; pero de "otra manera". Así, la Iglesia católica o el catolicismo quedan reducidos de religión proveedora espiritual total a una religión-base que el devoto completa con una religiosidad-complemento. El devoto, partiendo de su historia de vida y en función de sus necesidades, confecciona un sistema de creencias y prácticas que parten de la religión católica y a las que va adosando elementos del culto a la Santa Muerte. Este sistema "a la medida" le permite mantener la lealtad a Dios o a Jesucristo, quien siempre está por encima de la Santa Muerte y sin cuyo poder ella no hace nada, así como a las enseñanzas maternas y a la tradición familiar. Del mismo modo, esta confección acomodaticia permite al devoto no sólo añadir la Santa Muerte a su santoral, sino ubicarla de segunda en jerarquía: justo después de Dios y a la par o ligerísimamente sobre alguna advocación mariana, más frecuentemente la Virgen de Guadalupe. Aunque la santa se encuentre en el segundo peldaño en la estratigrafía de esta nueva religiosidad, ella ocupa el lugar sagrado primero y central en la vida cotidiana del devoto. Es feroz protectora en un ambiente de riesgo, condescendiente facilitadora de los anhelos mundanos e implacable ejecutora del castigo.
La devoción para la Iglesia católica
Para la Iglesia católica la devoción a la Santa Muerte es una devoción sin fundamentos, errónea en totalidad. El prefecto y profesor del Seminario Mayor de Guadalajara, Francisco García Velarde explica:
Me parece que, en el fondo aquí, es el instinto religioso de las personas que a veces, a veces buscan un poquito lo raro, lo extraordinario, lo que se sale un poquito de lo convencional (la ISCAT lo usa) para atraer la atención de las personas y así hacerse de seguidores y quizá, inclusive de medios económicos.
[La muerte] no es la sustancia, es accidente [...] la muerte, en sí, no existe. Hablar de la Santa Muerte es una personalización completamente indebida [...] No existe la muerte; existe el ser que muere. [.] la descalificación es para la creencia, no para las personas [que creen en ella] (entrevista, 12 de abril de 2010).
La jerarquía católica insiste en deslegitimar al culto mediante una racionalización que va desde la explicación de la muerte como fenómeno biológico y no un individuo físico, hasta el llamamiento a reconocer que el verdadero santo de la Buena Muerte o muerte santa es san José, el padre putativo de Jesús, argumentando que él sí existió y murió en santidad. A pesar de que el representante de la Iglesia católica en la Diócesis de Guadalajara afirmó que los jerarcas son responsables de ver por las necesidades de los más pobres e ignorantes y que el incumplimiento de este deber, en muchos casos, lleva a estas "desviaciones", la mayoría de declaraciones que altas jerarquías hacen respecto del culto a la Santa Muerte son evaluaciones que obvian su contexto.
La Iglesia católica para el devoto
El devoto, por su parte, no es mudo objeto juzgado: tiene una opinión acerca de la Iglesia que no duda en emitir. Si bien, de manera general, los devotos pueden ser divididos en dos tipos —quienes participan en los ritos que una jerarquía mediadora provee en el santuario de la Santa Muerte y los que optan por ejercer un culto privado, doméstico y directo—, ambos son conscientes de los aspectos que en la Iglesia católica no le son satisfactorios. Santos ineficientes en materia de milagros y jerarquía que no guarda coherencia con la doctrina que predica son quejas comunes durante las entrevistas a devotos a la Santa Muerte.
Algunos, como Ricardo, admiten no ser asiduos a los rituales católicos y expresan su repudio al clero y a católicos "fanáticos e hipócritas":
Para mí la religión católica está en decadencia, tantas cochinadas. Si nos vamos a eso uno puede decir: mejor creer en Dios. O sea cumples con lo básico, los sacramentos [...] pero así de que voy cada ocho días a misa [dice que no con la cabeza] porque yo sí, o sea me defraudaron. [¿Asistes a la misa de la Santa Muerte?] Yo no voy a ninguna iglesia (entrevista, 24 de abril de 2010).
Sin embargo, a partir del análisis de las experiencias expresadas por los diferentes devotos entrevistados, se reconocen dos constantes abarcadoras:
1) La privación de derechos religiosos a creyentes con estilos de vida no aprobados por la Iglesia.
2) Exaltación, como virtud en el creyente, de la aceptación resignada a condiciones adversas en esta vida a la espera de una recompensa en la otra.
Del no derecho para el no igual
Los devotos con características de vida fuera de los lineamientos establecidos por la Iglesia católica ven mermados sus derechos religiosos. Aunque esta limitación es aplicada por los jerarcas católicos en el caso de negar el derecho a unirse en matrimonio a una pareja del mismo sexo o el de celebrar segundas nupcias a un divorciado, las más de las veces tal exclusión es auto aplicada. El creyente sabe que por "estar en pecado" no tiene derecho legítimo de recibir la comunión, aun cuando la decisión final de hacerlo o no es suya. Es esta percepción de ilegitimidad, introyectada en el creyente por la Iglesia católica, lo que le excluye en lo profundo y deja "incompleta" su religiosidad. La categorización dicotómica cerca-lejos de Walter Calzato es aplicable en este sentido: "Lo lejos, en este caso, serían las instituciones que pretenden representarnos; se incluyen religiones oficiales donde la santidad cobra un sentido lejano, donde la liturgia y la ética se interponen entre el devoto y el santo. Lo cerca es aquella experiencia religiosa donde el devoto entabla con el santo una relación de proximidad" (Calzato, 2008: 31).
La religiosidad es una característica de toda cultura humana, pues de un modo u otro todas y cada una aceptan que la realidad muchas veces se manifiesta de manera "extraordinaria e intimidatoria" (Duch, 2001: 19); cada individuo en esa cultura es de entrada "un posible homo religiosus como consecuencia de su insuperable contingencia" (ibidem : 99) Así pues, en un intento por darle sentido a esa realidad y ejercer control sobre ella, el hombre echa mano de la ritualidad.
Algunos, con pequeños altares en la clandestinidad de su cuarto, cumplen con un breve ritual diario: "pues yo le rezo, le pongo su veladora, su manzana y su churrito de mota. Se pone bien contenta" ("B", entrevista personal, 24 de mayo de 2010). Hay, también, quienes hacen del culto un ritual de 24 horas:
El bato ya no tenía vida. Él antes se dedicaba a vender droga y poquitas armas. Siempre le ponía su veladora a la Muerte en la noche y si en la mañana amanecía apagada hablaba por teléfono y cancelaba todas las entregas y se encerraba todo el día. Si veía que la veladora estaba a todo dar, pues salía al jale. Dice que a veces la veía que como que sonreía y pos ese día hacia un chingo de lana. [...] Al principio tenía a la Santa Muerte, a un Malverde y a san Juditas, pero dice que la muerte se empezó a enojar y a decirle en su pensamiento que no los quería y el bato los mandó a la chingada y le dejó el altar para ella sola (entrevista a Luis, padrino de exdevoto en Alcohólicos Anónimos, 14 de mayo de 2010).
Los ritos varían de acuerdo con el devoto. Ahumar la imagen con un puro, ponerle un cigarro en la mano, ofrecerle un vaso de tequila o mezcal, colgarle rosarios al cuello, poner a sus pies armas, el escudo del equipo favorito de futbol, llenarla de billetes o joyas, acercarle la foto del amante codiciado, son algunas de las prácticas que podrían resumirse en el hecho de ofrecer a la Santa Muerte los placeres que el fiel desea para sí. Otros elementos y colores usados, manzanas, cuarzos, infusiones de plantas son más bien los que el esoterismo de los libros de oraciones y los altares virtuales (internet) han universalizado.
Una coincidencia entre los relatos iniciáticos personales de los seguidores del culto a la Santa Muerte entrevistados es que su devoción no es el resultado de su elección, sino más bien de haber sido elegidos. Es decir, no solamente dejan de ser excluidos, sino además fueron seleccionados para ser incluidos. La Santa Muerte se manifiesta de manera personal y directa en un milagro, una aparición, un sueño. Este evento es el que desencadena la fiel veneración: "Yo pos sabía de ella [La Santa Muerte], pero cuando la limpiaba [una imagen que pertenece a su hermana] me daba hasta escalofríos. Le ponía sus ofrendas y todo, pero hasta que se me apareció en sueños la sentí. Desde entonces la sigo y voy a las misas cada mes (entrevista a devota, 24 de abril de 2010).
De la cruz del más acá y la recompensa en el más allá
El segundo aspecto de la Iglesia católica que el devoto a la Santa Muerte cuestiona es su compulsivo llamamiento a la renuncia de los bienes y placeres mundanos. El exhorto de clérigos a devotos a optar por cargar resignadamente "la cruz que les tocó" se magnifica ofensiva en una sociedad donde las carencias no son optativas, sino parte del día a día. El ahora devoto a la Santa Muerte desea un bienestar en la vida actual, ya no se conforma con la promesa de la recompensa eterna. Su realidad le obliga, en palabras de Maffesoli (2005: 36), a "convivir con el mundo y su entorno, integrando el dolor y la muerte en la vida, al tiempo que se elogia el goce en el presente y el momento".
Para adeptas y devotos la Santa Muerte es la santa a quien sin pudor puede solicitar salud, dinero, amor, impunidad y un buen morir. La Santa Muerte se convierte en la santa cercana, accesible, íntima, con la que se puede ser sincero; la santa con la que se pueden hacer trueques, ante la cual se puede reconocer la inevitabilidad de la muerte al mismo tiempo que se solicita prórroga. El devoto ya no tiene que resignarse al encarcelamiento del hijo porque éste es culpable, a una vida de violencia al lado del ser con quien la Iglesia católica lo unió "hasta que la muerte los separe", a una vida de celibato o clandestinidad debido a sus preferencias sexuales o a la pobreza material; todo ello con la esperanza de una posible felicidad en el más allá.
Una nueva liturgia
Hasta aquí, al menos brevemente, se han explorado las insuficiencias que para el devoto a la Santa Muerte tiene la Iglesia católica. De manera general se han presentado elementos del culto íntimo del devoto, por lo que parece pertinente volver ahora al culto público y su liturgia en el santuario a la Santa Muerte en la ZMG.
El templo de la Santa Muerte se localiza en el municipio de Tlaquepaque, en Las Juntas, uno de los barrios más pobres de la ZMG. En el santuario todo es sincretismo: blasfemia y fervor, estética y vulgaridad, ostentación y miseria. Es, como señala Lara (2008: 294): "[...] la búsqueda de nuevas expresiones y discursos religiosos heterodoxos y sincréticos, que se han ido configurando desde la base, desde la práctica cultural libre e imaginativa [...]".
El lugar fue una bodega que se ha venido acondicionando como capilla, gracias a los donativos de los devotos y a regalos recibidos como pago de "mandas". Como lugar de culto tiene cuando menos cinco años de antigüedad, y a mediados de 2008 el sitio ha recibido la visita mensual de Juan Díaz Parroquín, quien se presentó inicialmente como obispo de la ISCATMex-EEUU; además, en entrevistas de prensa recientes ha declarado que hasta hace unos meses seguía siendo exclusivamente sacerdote, debido a que quien fuera su superior, David Romo, se negó a ordenarlo obispo. Dijo también que fue separado de la iglesia como resultado de diversos conflictos con el líder de la organización religiosa. Sin embargo, Díaz Parroquín conservó la plaza de la ZMG y ahora es obispo de la Iglesia Católica Ortodoxa de Curas Sanadores, que él preside (Ríos y Lozano, 2011). Hasta la fecha Díaz Parroquín sigue oficiando misa los días 22 de cada mes, dejando a cargo de las misas dominicales a la sacerdotisa Daena Elba Vázquez. A pesar de lo tentador que resulta, no nos detendremos en este dato sino para señalar que el hecho de que devotos de origen católico acepten a una mujer como sacerdote es parte de la no exclusión que buscan en el culto.
Cuando se visita el lugar, cuya superficie no mide más de 40 m2, se es recibido por una pila de agua bendita que, al pie de un graffiti del Sagrado Corazón de Jesús (fotografía 4), contiene una figurilla de la Santa Muerte sumergida en sus aguas. Al otro extremo del local, una mesa hace las veces de altar durante la misa, y sirve de base para tres figuras esqueléticas colocadas ahí para recibir ofrendas (fotografía 5). Al centro, y al frente del lugar, una figura de la Santa Muerte de tamaño "natural" ocupa la sede principal, vestida de encaje rojo (fotografía 6).
La misa en el santuario o Templo de la Santa Muerte no difiere en mucho de la católica oficial actual en México. Los tiempos de la misa, sus oraciones y actos rituales son ejecutados en el mismo orden y de manera muy similar. A ellos simplemente se va añadiendo alguna alusión a la Santa Muerte usando por lo general uno de sus nombres más positivos: "la Niña Blanca". La apropiación de esta forma litúrgica brinda una estructura formalizante, y a la vez provee un espacio ritual legitimador de su jerarquía y dota de cierta "institucionalidad" al culto. Sin embargo, y a pesar de su aparente semejanza, destacan para su consideración algunos elementos. En una de las ceremonias presenciadas al momento del acto de contrición o arrepentimiento de los pecados, el celebrante declaró el perdón de los pecados de todos los presentes, haciendo hincapié en el derecho a comulgar que ahora tenían por su arrepentimiento directo ante Dios, sin la necesidad de una confesión particular. Invitó, también, a la comunión a las parejas que sin estar casadas eran aceptadas por Dios, ya que, según él, lo importante es cómo viven y no la firma en un papel. Evidentemente, se trata de una Iglesia de aceptación, según declaró en entrevista David Romo, máxima autoridad de la ISCAT: "[...] una devoción libre de juicios morales que acepta a sus adeptos tal y como son, sin ninguna distinción y libre de imposiciones y órdenes que los obliguen seguir algún patrón [...] una oportunidad para que sus adeptos mejoren su vida" (Becerril y Flores, 2008: 62-63).
Al momento de hacer las peticiones, el oficiante suplicó de la siguiente manera: "[...] por los hermanos en la cárcel, para que los que no puedan salir vivan dignamente y los que sí puedan logren su completa libertad, por todos los sacerdotes y obispos que nos dedicamos al culto de la Santa Muerte y a sus devotos, para que en las familias haya dinero, salud, amor y armonía [...] te pedimos por los policías, judiciales y escoltas [...]" (misa del 22 de mayo de 2010).
Los sacramentos son administrados en el lugar con pocas o nulas restricciones. El sacramento del matrimonio a personas del mismo sexo o a contrayentes de segundas nupcias; bautismos y primeras comuniones sin necesidad de confesión o una instrucción previa y obligatoria.
CONCLUSIÓN
Oración de la justicia Santa Muerte bendita,
protectora de los débiles y desamparados.
Madre de la justicia eterna, dueña de la sabi-
duría, tú, que miras en el corazón del malo y
del bueno,
a ti señora me acerco para implorarte justicia.
A ti, Santísima Muerte,
solicito la imparcialidad de tu balanza.
Señora mía ve mi corazón,
escucha mis ruegos que salen de la necesidad,
haz que tu justicia se haga sobre la Tierra
(Altares, ofrendas, oraciones y rituales a la
Santa Muerte, 2006: 55-56).
El culto a la Santa Muerte en la ZMG tiene vida propia; vive una dinámica particular con características específicas; es un culto de jerarquías autogestoras; de devotos con origen marcadamente católico y con el que no dejan de estar vinculados. Sin embargo, desde la mirada de una sociedad que, además de conservadora, se alimenta de lo que los medios de comunicación "crean", el culto y sus seguidores siguen siendo, como en "todas partes", cosa de narcos, asunto de criminales. Incluso cuando el uso de la imagen se considera licencia esotérica no pierde su tonalidad sombría. No obstante, el culto va más allá y no se liga forzosamente a la criminalidad; el culto acompaña y cobija a la persona en exclusión y fuera de norma, ambas de manera más simbólica que jurídica.
El devoto a la Santa Muerte necesita y busca lo que todo ser humano, dar sentido a las experiencias que enfrenta en su diario vivir, dar un orden simbólico al caos (Geertz, 2003). Ya lo dijo Ricardo, con la mirada perdida y la voz pausada, cuando le preguntamos por qué creía en la Santa Muerte: "Yo la utilizo para [...] como para creer en algo. Porque hay veces que necesitamos creer en algo". El seguidor de la "Niña Blanca" encuentra en su veneración un espacio espiritual donde es aceptado y al cual es llamado: la Santa Muerte lo escogió a él. Un sueño, una aparición, la recomendación de alguien en el momento justo son señales inequívocas de que ella no sólo no excluye, sino que elige e incluye a la persona tal y cual es y actúa.
El devoto a la Santa Muerte es un ser religioso en exclusión material y espiritual. Se trata de un creyente de este mundo, con necesidades que no han sido solventadas satisfactoriamente por las instituciones, ni las del Estado, ni las religiosas. Es un individuo que no admite ser despojado de Dios y excluido de un mundo de creencias y religiosidad que le permiten lidiar con la realidad adversa de su cotidianidad. El devoto a la Santa Muerte no acepta la realidad que le es impuesta desde afuera con santa resignación. Es tan consciente de la inevita-bilidad y cercanía de la muerte, como de lo lejana e incierta que es la vida eterna.
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1 Pilar Castells Ballarín (2008) y Walter Calzato (2008) han descrito este contexto claramente, la primera para México y el segundo para Argentina, situando el auge de la devoción en un ambiente de precariedad y crisis.
2 Carlos Navarrete (1982) describió el culto a San Pascualito Rey, ser descarnado que se venera en un templo católico en Chiapas.
3 Con el concepto clase, en este caso, se hace referencia a una situación estamental (Weber, 1996). No se alude a una categoría exclusivamente económica. Se trata de personas que de generaciones atrás les viene el patrimonio económico, el prestigio de apellido y/o una educación profesional. Al Mercado Corona acuden personas ostentosamente vestidas, cubiertas de joyas y con accesorios de pieles exóticas que son los llamados "nuevos ricos", por haber obtenido sus recursos económicos repentina o recientemente. Ellos tienen un alto poder adquisitivo, pero no es a ellos a quienes aludimos.
4 No está de más apuntar que el culto de latría o adoración se ofrece exclusivamente a Dios. Además, en la Iglesia católica existe el culto de dulía que se rinde a los santos, el culto de hiperdulía que se rinde a la Virgen María y el de protodulía a San José. Estos tres llamados veneración.
5 En el catolicismo son comunes prácticas no oficiales como la de hacer nudos en el cordón de la vestimenta del santo, ponerlo de cabeza, voltearlo hacia la pared o poner su estampa boca abajo y una veladora encima hasta que se obtenga el milagro que se le está requiriendo. Lo mismo pasa con la Santa Muerte, a cuya efigie se le desatornilla y separa una de sus manos, misma que no es recolocada en su lugar hasta conseguir el favor de amor solicitado.