Para Teresa Rojas Rabiela, por todo su apoyo
En 1877 Alfredo Chavero1 dio noticia de que había comprado un manuscrito muy importante del Imperial Colegio de Tlatelolco, el cual consistía en una serie de cuentas que solicitaba el virrey al mayordomo del colegio (Fig. 1). Tiempo después, dicha obra fue donada o vendida al Museo Nacional; en 1892 Joaquín García Icazbalceta2 publicó una serie de extractos de éste y lo bautizó con el nombre de Códice de Tlatelolco, pero con el paso de los años se le perdió la pista al documento. Fue en la década de 1990 cuando dicho manuscrito de Tlatelolco salió a la luz “pública”, pues fue vendido a un bibliófilo mexicano, no obstante, los libreros que lo comercializaron, poco antes de entregarlo, le permitieron a un destacado académico mexicano fotocopiarlo. Es así como en la actualidad se conservan dos fotocopias del manuscrito, una de ellas en mi biblioteca.
En un estudio anterior sobre el Códice de Tlatelolco he realizado un boceto sobre su trayectoria de vida y su aporte a la historiografía.3 Pero, debido a que en el presente ese nombre se utiliza para referirse a una pictografía de tradición mesoamericana se le ha cambiado el nombre y ahora lo he denominado Libro de cargo y descargo del Imperial Colegio de Tlatelolco que cubre los años de 1551 a 1587, lamentablemente con importantes fojas faltantes. Aunque se desconoce quién es el dueño actual del manuscrito, o si salió de manera ilegal del país, la información contenida permite realizar una serie de análisis o estudios del centro educativo más importante de la orden franciscana en la Nueva España. En el interior del ahora denominado Libro de cargo y descargo del Imperial Colegio de Tlatelolco se encuentra una valiosa información sobre la vida social, la educación y la economía del primer colegio de educación superior de la orden franciscana en la Nueva España. Para este trabajo me centraré en las cuentas del dinero que otorgó Lorenzo Suárez de Mendoza, virrey de la Nueva España, para la construcción del caño que llevaba agua al Colegio en 1581; una etapa constructiva que ha pasado inadvertida en la historiografía por la falta de documentación.
Para dar noticia de estas detalladas cuentas el presente estudio introductorio se dividirá en dos secciones. La primera hará referencia a la estructura y organización del Libro de cargo y descargo del Imperial Colegio de Tlatelolco y la segunda versará sobre los actores y materiales empleados para la construcción del caño de agua de 1581 a 1582.
La confección y derrotero del Libro de cargo y descargo del Imperial Colegio de Tlatelolco
Como ya se mencionó líneas atrás, el Libro de cargo y descargo fue publicado parcialmente por Alfredo Chavero y Joaquín García Icazbalceta en el siglo XIX. Pero, hasta el momento, no hay algún estudio detallado de la confección, organización y contenido del manuscrito, pues desapareció hace poco más de un siglo de los estantes del Museo Nacional y empezó su derrotero entre libreros, bibliófilos y un centro de fotocopiado.
El Libro de cargo y descargo del Imperial Colegio de Tlatelolco tiene una foliación corrida del 1 al 319, pero con varios faltantes. En las fotocopias que guardo del manuscrito se conservan 20 firmas de fray Bernardino de Sahagún y seis de fray Alonso de Molina; además de las de los colaboradores indígenas de fray Bernardino: dos de Antonio Valeriano, tres de Martín Jacobita y ninguna de Alonso Begerano, pese a que Chavero mencionó que en dicho manuscrito había firmas de él. Esto permite suponer que después de salir el documento de la biblioteca de Alfredo Chavero se le perdieron fojas; de la parte más importante dio referencia Joaquín García Icazbalceta,4 al señalar que faltaban las fojas 194 a 237, justo las cuentas referentes a la estancia de fray Bernardino de Sahagún en el Imperial Colegio de Tlatelolco.5
Dicho manuscrito se concibió como el último registro financiero que otorgaba el virrey de la Nueva España al Imperial Colegio de Tlatelolco; en estos registros se asentaron los gastos que tenían los frailes para educar a los indígenas nobles, por ejemplo, el pago a los maestros de gramática y latín, del mayordomo, del copista o “repetidor”; además del dinero que entraba por medio de las donaciones o censos. En este sentido, el archivo del Imperial Colegio de Tlatelolco debió de estar conformado por distintos manuscritos: los de cargo y data, los de fábrica, de cuentas y el que nos compete en este estudio, el Libro de cargo y descargo del Imperial Colegio de Tlatelolco. Este último lo realizaron entre el mayordomo del colegio y el juez de causa, ambos nombrados por el virrey. Es decir, el virrey mandaba al juez de causa, en este caso a Pedro de Requena, a que revisara las finanzas del colegio que administraba el mayordomo; ya que ambos se reunían, el mayordomo presentaba las cédulas de pago firmadas por el guardián del convento o el presidente del colegio donde autorizaban los gastos.
Ya que había un consenso entre el mayordomo y el juez de causa, elaboraban las hojas que dieron origen al Libro de cargo y descargo del Imperial Colegio de Tlatelolco; acto seguido presentaban los resultados al guardián del convento, al presidente del colegio y en algunas ocasiones a los indígenas que lo administraban (presidente, lector y consiliarios). Las cuentas que se realizaban formaron distintos cuadernillos, y fue en tiempos de Pedro de Requena cuan- do se mandaron a unir las hojas y así se creó el manuscrito aquí estudiado.
En 1753 este manuscrito y otros papeles del Imperial Colegio de Tlatelolco fueron entregados a fray Francisco Antonio de la Rosa Figueroa; con ello, los papeles administrativos del extinto colegio pasaron a formar parte de la “caxa 61” del recién creado, para entonces, Archivo de la Provincia del Santo Evangelio preservado en el interior del convento de San Francisco de México.6 Dichos papeles tlatelolcas estuvieron en el convento más importante de
la orden franciscana hasta que, en septiembre de 1856 durante una supuesta conspiración de los franciscanos en contra del gobierno de Ignacio Comonfort, presidente de México, se decretó la nacionalización del convento de San Francisco de México. La iglesia de la Tercera Orden y la capilla con sus vasos sagrados, reliquias y lienzos pasaron a potestad del arzobispo de la Ciudad de México; el terreno donde estaba el convento recayó en poder del Estado; la biblioteca y el archivo no estaban contemplados en el decreto de nacionalización, por lo que se permitió a la orden franciscana llevárselos, aunque al abandonar el convento que era más grande e irse a vivir a otro más, el de Tlatelolco, se encontraron con que no había espacio suficiente.7
Fue entonces cuando el político, bibliófilo e historiador José Fernando Ramírez intervino ante fray Buenaventura Homedes, ministro provincial de los franciscanos, así como Manuel Silíceo, ministro de Fomento, Colonización e Industria, para que los papeles y libros se donaran a la nación mexicana y así evitar su pérdida. Fray Homedes consintió en ceder en donación dichos acervos documentales y bibliográficos al gobierno mexicano. Pero, en ese momento de transición y tensión, Ramírez aprovechó la oportunidad de conseguir para su biblioteca la mayor cantidad de documentos importantes de la orden franciscana, crónicas inéditas, libros raros y manuscritos que tuviesen la firma de fray Bernardino de Sahagún o de algún fraile trascendente en la historia de la Nueva España.
José Fernando Ramírez supo de la gran importancia de estos manuscritos, libros y documentos por los precisos y detallados inventarios de los acervos franciscanos del siglo XVIII elaborados por fray Francisco Antonio de la Rosa Figueroa.8 Fue en 1872 cuando Alfredo Chavero compró de los herederos la parte más selecta de la biblioteca de Ramírez, la cual enriqueció con otros libros, manuscritos y códices, entre ellos el Libro de cargo y descargo del Imperial Colegio de Tlatelolco (Fig. 2). Pero, posteriormente Chavero vendió parte de la colección de Ramírez y en 1880 salió una pequeña porción de ésta en subasta en Londres (Fig. 3); el lote más caro fue el Sermonario de 1540 de fray Bernardino de Sahagún, con un costo de 200 libras (Fig. 4).
Otros manuscritos del convento de San Francisco, en la Ciudad de México los adquirió el bibliófilo y bibliógrafo Joaquín García Icazbalceta, los cuales en 1919 fueron puestos a la venta por su hijo, Luis García Pimentel, y comprados por la Biblioteca Nacional de México; a esta colección se le nombró Archivo Franciscano. En esta sintonía y resultado de la nacionalización de los acervos de San Francisco de México, algunos papeles terminaron en los estantes de la biblioteca del Museo Nacional, ahora llamada Biblioteca Nacional de Antropología e Historia “Dr. Eusebio Dávalos Hurtado”.
Ante esta dispersión de papeles franciscanos, unos terminaron en poder de particulares, de los cuales se desconocen sus nombres. Fue así como entre 1872 a 1875 Alfredo Chavero adquirió el Libro de cargo y descargo del Imperial Colegio de Tlatelolco. Tiempo después Chavero vendió o donó al Museo Nacional el manuscrito, ahí lo consultó Joaquín García Icazbalceta y publicó sus extractos en 1892 en el segundo tomo del Códice Mendieta. Se puede presuponer que Alfredo Chavero vendió o donó el manuscrito al Museo Nacional entre 1877 a 1892. En 1902 Chavero hizo una nueva referencia al manuscrito y a partir de entonces se desconoce qué pasó con el Libro de cargo y descargo del Imperial Colegio de Tlatelolco, hasta el momento se ignoran las circunstancias en que desapareció de los estantes del Museo Nacional para reaparecer después de un siglo entre libreros.
Una etapa desconocida del sistema hidráulico del Imperial Colegio de Tlatelolco (1581-1582)
Las cuentas plasmadas en el Libro de cargo y descargo del Imperial Colegio de Tlatelolco permiten conocer la existencia de un manuscrito hoy perdido, el cual será llamado tentativamente “Libro de fábrica del caño de agua para el colegio de Santiago Tlatelolco, 1581-1582”. Por desgracia se desconoce qué fue de él o siquiera si llegó hasta nuestros días. Dicho manuscrito debió de estar conformado por los registros pormenorizados de los gastos que tuvieron los frailes para la construcción del nuevo caño de agua que surtió al Imperial Colegio de Tlatelolco; además, estaba acompañado de las cédulas de pago firmadas por fray Pedro de Oroz, fray Bernardino de Sahagún y fray Pedro Serrano.
Lo que ha llegado hasta nuestros días son los concentrados de las cuentas de los gastos en la construcción del caño de agua, las cuales se encuentran fraccionadas en cuatro partes distintas del Libro de cargo y descargo del Imperial Colegio de Tlatelolco. La primera, fechada el 3 de febrero de 1582, cubre las fojas 239r a 240r; la segunda, tomada el 6 de febrero, está en las fojas 240v a 241r; la tercera, del 12 de marzo, se localiza en las fojas 244r y v; por último, las del 7 de julio se encuentran en las fojas 246r y v, y de la 257r a 258r.
Hasta el momento distintos académicos han mostrado las diversas etapas constructivas del sistema hidráulico en la zona de Tlatelolco; ya fuese la que di- rectamente llegaba para suministrar agua al altepetl, así como el sistema que sur- tía a la famosa “caja de agua” del Imperial Colegio de Tlatelolco. Fue fray Juan de Torquemada quien informó que el suministro de agua al Imperial Colegio de Tlatelolco provenía de Azcapotzalco.9 Otras fuentes, como el Códice Florentino, dan testimonio de que el líquido vital se traía del manantial de Quauhcalco.10 En este sentido, el arqueólogo Salvador Guilliem Arroyo al localizar la “primera” caja de agua del Imperial Colegio de Tlatelolco consideró que se construyó en 1536 al momento de la inauguración de éste; lo que la hace singular es la presencia de pintura mural con representaciones pictográficas mesoamericanas de la flora y fauna; por último, identificó la ruta de suministro de agua desde Tacuba.11 La ruta Tacuba-Tlatelolco es la que se plantea en el Libro de cargo y descargo del Imperial Colegio de Tlatelolco. Por ello, se puede saber que el caño de agua de 1581 comenzaba desde la esquina de la casa de Ortuño de Ibarra y fue construido con cañería de barro, cal y ladrillos. Es importante señalar que la construcción del caño se hizo un año después de la gran inundación de 1580; aunado a esto, en 1610 se clausuró la caja de agua mientras se estaba levantan- do la tercera etapa constructiva del convento de Santiago Tlatelolco bajo la dirección de fray Juan de Torquemada.12

1. Portada del libro Sahagún publicado por Alfredo Chavero, 1877. Reproducción autorizada por Morton Subastas.
De la etapa constructiva de este sistema hidráulico de cañerías realizado entre 1581 y 1582 no se encuentran referencias en las crónicas o documentos; ello es lo que la hace singular, dado que informa de manera casi detallada a los actores involucrados, el maestro de obra y los costos de los materiales. Aunado a esto, la cuarta cuenta aquí presentada no fue firmada ni por el mayordomo ni por el juez de causa ni los frailes. Simplemente el tema fue olvidado. Entonces, se puede conocer que sobró dinero que no fue referido en las cuentas subsecuentes y del cual se ignora su uso o paradero. Esto, con seguridad, ocasionó algún conflicto, como se analizará más adelante.

2. Portada del Libro de cargo y descargo del Imperial Colegio de Tlatelolco (Imperial Colegio de Santa Cruz). Biblioteca Javier Eduardo Ramírez López, ms. 1 (fotocopia), f. 2r.
Los años de 1581 y 1582 fueron de constantes cambios dentro del Imperial Colegio de Tlatelolco. Por ejemplo, en la primera cuenta se refirió que fray Bernardino de Sahagún estaba a cargo del colegio; pero, en 1582 ya no ejercía esa función, tal vez por su edad y por sus trabajos a raíz de la modificación del calendario por el papa Gregorio XIII;13 entonces posiblemente lo sustituyó fray Pedro Serrano. Además, hay un cambio de mayordomo del colegio, Pedro Cuadrado dejó el cargo que le dio el virrey en 1581 y en su lugar entró Antonio Tamayo en 1582.
Si volvemos al tema de la construcción del caño, el agua que llegaba al Imperial Colegio de Tlatelolco provenía de Tacuba, la cual se distribuía de dos formas: una por canales de superficie y otra, en algunas zonas, quizá por cañería subterránea. El 17 de enero de 1581 Lorenzo Suárez de Mendoza, virrey de la Nueva España, otorgó a los franciscanos la cantidad de 1 126 pesos oro y dos tomines “para el reparo, edificio y labor del caño del agua”. Esta construcción comenzó en la casa del contador Orduño de Ibarra -recordemos que este personaje llegó a la Nueva España y estuvo en el proceso de la conquista de Tenochtitlan, tuvo distintas esposas y la última fue doña María de Peralta, quien fue acusada de “blasfemia herética” en 1575.14
El dinero se otorgó en presencia de fray Pedro de Oroz, guardián del con- vento de Santiago de Tlatelolco, fray Bernardino de Sahagún, presidente del Imperial Colegio de Tlatelolco, Pedro Requena, juez de causa, Pedro Cuadra- do, mayordomo del colegio, Lorenzo López de Aliste, Antonio Mayo y Andrés Rojas como testigos, todos ante Alonso Enríquez de Pardeve, escribano de Su Majestad. El presupuesto para la obra se depositó “en la caja de la comunidad de Santiago” y estuvo administrado por dos distintos mayordomos del colegio: Pedro Cuadrado y Antonio Tamayo. Pero Cuadrado sacó más dinero del que debía y tuvo que pagarlo tras dejar el cargo; se comisionó a su suegro Luis de Mendieta que lo representara y pagara los faltantes a Tamayo y a fray Pedro Serrano (figs. 5 y 6).
Fueron dos maestros de obra quienes dirigieron la construcción: el primero fue Cristóbal Caravallo en 1581 y el segundo, fray Pedro Serrano en 1582. De

3. Portada del catálogo de la Bibliotheca mexicana, formada por José Fernando Ramírez (1880). Ejemplar de la Biblioteca Javier Eduardo Ramírez López.
Caravallo se tienen noticias sobre su papel como maestro de carpintería y albañilería en el proceso de medición y valúo del convento de La Concepción de México en 1572.15 En este sentido, tal como lo postulaba James Lockhart, los indígenas gobernantes habían dejado sus funciones de dirigir las obras de los naturales y éstas recayeron en potestad del cabildo indígena,16 ello explica por qué el dinero no entró directamente a la caja del Imperial Colegio de Tlatelolco, sino que se mandó a la “caja de comunidad” del altepetl.
Hasta el momento no se han encontrado referencias al papel de los indígenas en este proceso o siquiera si recibieron algún sueldo por su ayuda. Se debe considerar, como lo estudió Margarita Vargas Betancourt, que en 1580 los indígenas de Tlatelolco estaban trabajando en la reparación de la calzada que iba de Santiago a Tenayucan, y que el costo de la obra fue de 112 pesos oro, los cuales se descontaron de sus pagos tributarios.17 Entonces, al año siguiente de reparar la calzada, el virrey otorgó a los frailes el dinero suficiente para que hicieran las mejoras; es posible suponer que la mano de obra fuera indígena y, al no estar registrada en las cuentas del caño de agua de 1581-1582, se debió de realizar como una forma de coatequitl.
Quienes recibieron dinero como pago fueron en su mayoría los comerciantes españoles. Por ejemplo, Melchor Venegas fue el herrero que realizó dos candados para el almacén de cal, pero, después hizo otros dos porque habían sido robados y fray Pedro de Oroz le autorizó el pago de ocho pesos. El mercader que surtió de azadones y herramientas por 23 pesos y dos tomines fue Tomás Hernández, además se sabe que mantuvo fuertes relaciones con los comerciantes de verduras.18 La cal le fue comprada a Diego García Ronquillo, quien además de vender este producto, era dueño de carros de bueyes.19 Por último, Juan Rodríguez fue el mercader que suministró aceite para la elaboración de zulaque, o betún, para pegar los caños de barro.

4. Descripción del Sermonario de fray Bernardino de Sahagún (1880). Ejemplar de la Biblioteca Javier Eduardo Ramírez López.
Respecto a los materiales y técnicas de construcción del caño que surtió agua al Imperial Colegio de Tlatelolco en 1581 fue elaborado con ladrillos y canales de barro. De la herramienta ya se mencionó la presencia de “cuatro barretas y seis azadones” comprados a Hernández; además de una medida para pesar la cal con un costo de un peso y dos tomines.
Uno de los costos más altos fue el de la adquisición de 10 carretas de cal a Diego García Ronquillo por 187 pesos y cuatro tomines. El segundo gasto fuerte fue la compra de “400 caños de barro” y cada uno tenía un costo de dos tomines, lamentablemente se desconoce qué mercader las vendió; pero fueron adquiridas en distintos momentos. Esto permite conocer que gran parte del sistema hidráulico que llevaba agua a Tlatelolco debió de ser subterráneo. Entonces, para unir los distintos caños de barro se necesitó de una gran cantidad de estopa, cal y aceite para elaborar el zulaque, una especie de betún, y fue el mercader Juan Rodríguez quien les suministró todo lo necesario.
Esta forma de construcción del caño es similar a la representada en la foja 51v del Códice Aubin, en 1559 cuando “se empezó [a construir] la cañería de agua”.20 Los indígenas se referían a este sistema constructivo como apaztli, fray Alonso de Molina tradujo esta palabra como “arcaduz”, la cual es una forma de referirse a la cañería (Fig. 7).

5. Orden para la revisión de cuentas de 1582. Biblioteca Javier Eduardo Ramírez López, ms. 1 (fotocopia), f. 239r.

6. Revisión de cuentas de 1582, incluye la firma de fray Pedro de Oroz. Biblioteca Javier Eduardo Ramírez López, ms. 1 (fotocopia), f. 240v.
Para que el agua tuviera ventilación es posible que se comprara a Rodrigo de Peñalbo, maestro de cantería,21 18 “piedras horadadas para aspirar el agua del caño” con un costo de “cinco pesos cada piedra”. Para la parte del caño de agua que iba en la superficie se adquirieron veinte pesos de ladrillos.
Los gastos de 1582 para la construcción de la parte restante del caño de agua del colegio no son tan detallados. La mayoría de las veces se le daba dinero a fray Pedro Serrano para que pagara los gastos, sin especificar cuáles eran; con la excepción de los gastos generales por cal, aceite y estopa para fabricar zulaque; Juan Pacho fue su mano derecha y le ayudó a la supervisión de la continuación del caño; además, se adquirieron “sesenta caños de barro” por 15 pesos para continuar con la construcción; y 66 pesos de cal.
Epílogo
El Libro de cargo y descargo del Imperial Colegio de Tlatelolco es un manuscrito que reúne una serie de cuentas de 1551 a 1587 y posee información desconocida sobre la organización, administración y remodelaciones de la institución educativa más importante de los franciscanos en la Nueva España. Para este segundo acercamiento a su contenido, se escogieron las visitas a las cuentas en 1582 referentes a los 1 126 pesos oro y dos tomines que otorgó el virrey de la Nueva España a los franciscanos para la construcción del caño que les llevaría agua. La etapa constructiva del caño de suministro de agua fechada entre enero de 1581 y septiembre de 1582 ha pasado inadvertida en los estudios de los sistemas hidráulicos; comenzó en la esquina de la casa de los Ortuño de Ibarra, en Tacuba, y terminó en el Imperial Colegio de Tlatelolco, posiblemente en la “caja de agua” descubierta en 2002. Por ello la necesidad e interés en darla a conocer, pues además de mostrar los costos de las herramientas y materiales, es rica en información sobre los mercaderes, maestros de cantería y albañilería que estuvieron involucrados.

7. Representación en el Códice Aubin de la construcción de un caño de agua en 1559. Histoire de la Nation Mexicaine… (París: Ernest Leroux, 1893).
Fueron fray Bernardino de Sahagún y fray Pedro de Oroz los principales frailes que supervisaron la construcción del caño bajo la dirección de Cristóbal Caravallo, maestro de albañilería; tiempo después asumió la responsabilidad fray Pedro Serrano. En el apéndice 1 se ha reunido un concentrado de los con- ceptos, personajes y costos de la obra.
Dadas las descripciones de los materiales registrados en las cuentas, permi- ten darse una idea de las técnicas empleadas en los sistemas hidráulicos para finales del siglo xvi. En este caso, la presencia de la cañería de barro, zulaque y de ladrillos permite suponer que “el reparo, edificio y labor del caño del agua” se hizo de manera superficial y subterránea.
Aunado a esto, las referencias respecto de la obligación de guardar el dinero en la “caja de la comunidad” del altepetl de Tlatelolco, sugiere que los tlahto- que ya no tenían mucha influencia en la mano de obra indígena para estas construcciones. En esta sintonía, ante la ausencia de datos sobre el pago de salarios a los indígenas, es posible suponer que, en lugar de recibir algún ho- norario, su trabajo fue considerado como parte del tributo.
Por último, el cambio de mayordomos, primero con Pedro Cuadrado y des- pués con Antonio Tamayo, sacó a la luz que las malas cuentas ocasionaron el declive del Imperial Colegio de Tlatelolco a finales del siglo xvi; por un lado, el virrey otorgaba poco dinero para su funcionamiento y, por otro, los mayordo- mos utilizaban ese dinero para su uso personal, el cual tardaban en entregar. 3