Introducción
Históricamente, el liderazgo ha tenido múltiples formas de manifestarse. Es uno de los atributos básicos de la política y objeto de estudio de la Ciencia Política.1 El liderazgo de la clase política es indispensable para el buen funcionamiento de todo sistema político. El líder es guía y conductor de una comunidad y tiene un rol social importante.
Han existido distintos tipos de liderazgo como son el religioso, empresarial, militar, social, académico y político, entre otros. Al sustantivo liderazgo se le han agregado diversos adjetivos delimitativos como: heroico, innovador, transformador, transaccional, individual, colectivo, coercitivo, consensual, reactivo, gerencial, de opinión, burocrático y religioso, entre otros.
Quienes ejercen el liderazgo vinculado con la política, lo hacen de manera revolucionaria, autoritaria, democrática, legislativa y/o partidista, principalmente. En muchos de estos casos suelen ser carismáticos y populistas.
Este trabajo se enmarca dentro del ejercicio del poder político y, por lo tanto, se analiza el liderazgo político circunscrito al ámbito partidista y con características de carismático. Se parte de la premisa de que el liderazgo político es detentado por quien reúne las cualidades de conductor, integrador, articulador, conocedor y protector de sus seguidores, quienes creen en el líder, le tienen fe y confianza para regir los destinos de la comunidad. De esa fe popular y de la capacidad política del conductor, nace el líder político, quien cuenta con seguidores y toma decisiones que influyen en ellos y gobiernan su conducta.
Al estudiar el liderazgo político, no se parte del hecho de que quien lo ejerce es porque tiene virtudes o capacidades especiales, como se ha concebido con anterioridad. Por ello, para efectos de este trabajo, se considera superada la definición de carisma planteada por Max Weber (1964: 193-197) quien definía esta cualidad en una persona a la que se le trata como si estuviera dotada de energías o habilidades sobrenaturales, sobrehumanas o excepcionales, consideradas de origen divino, por lo que el individuo que las posee es tratado como líder.
El líder político actual no tiene características, rasgos o atributos especiales. Posee un grado mayor de habilidades políticas y personales que el resto de los miembros de una sociedad. El liderazgo político obedece más bien a la trayectoria de vida, a los rasgos personales, al entorno político, al proyecto, a la agenda, a contar con seguidores que compartan su propuesta y a la acción política. El líder interpreta el ambiente político que le toca vivir desarrollando una percepción propia que transmite a sus seguidores y de los cuales recibe apoyo. Resultado de sus creencias y de sus ideas, el líder político se moviliza y moviliza a sus seguidores una vez fijada una agenda de actuación política, que es el proceso por el cual el líder decide lo que va a hacer, determinando fundamentalmente las metas y objetivos y con base en ello construir un proyecto político.
Sin seguidores, ya sean ciudadanos en general o miembros de un partido político en particular, no puede haber liderazgo político. El líder requiere de ellos para crear redes de personas con las que pueda contar. El éxito de un líder depende de su habilidad para construir una base de seguidores leales y capaces.
De la misma forma que un líder no es igual a otro, los seguidores de ellos tampoco lo son. Hay quienes fijan su compromiso con el líder por razones de índole moral, ideológicas y/o políticas, y otros que lo hacen respondiendo a motivaciones de interés particular. Ambos esperan del líder una determinada retribución por su apoyo (Delgado, 2004: 27).
Para el tema que nos ocupa en este trabajo, el tipo de liderazgo que se aborda es el carismático, el cual surge de la personalidad del líder, quien ejerce una atracción especial sobre las masas que lo siguen. Sus características de personalidad son las que muestran un control absoluto de sus emociones, estabilidad, seguridad y don del convencimiento, ya sea por la claridad de sus argumentos o por la confianza que le otorgan sus seguidores.
También se encuentran características del tipo de liderazgo populista. Quien posee estas características, es un influyente líder popular y social que conoce la problemática nacional porque la ha vivido. El pueblo lo reconoce como uno de los suyos, lo sigue y lo defiende de sus detractores. Sus propuestas son claras, simples, y su lenguaje es coloquial. Su principal bandera es la justicia social, acabando con los vicios del sistema que concentra la riqueza en unos cuantos, que viven a expensas del sacrificio del pueblo.
Los sectores sociales beneficiados del sistema ven al líder populista con mucho recelo, pues para ellos es quien desea alterar el orden de cosas existente que les ha beneficiado (Paredes, 2016).
Con base en los principios anteriores, en este trabajo partimos de que las características del tipo de liderazgo político enunciado anteriormente se circunscriben a la persona de Andrés Manuel López Obrador, sin duda uno de los políticos mexicanos más influyentes y con un arraigo social importante, que ha logrado que su proyecto político personal2 esté inmerso en los documentos básicos y permee en el preceder político del partido Movimiento de Regeneración Nacional (MORENA), del cual es su fundador y líder indiscutible.3
La creación de MORENA, primero como asociación civil en 2011 (que en los hechos operó como movimiento social y político) y después su transformación como partido político en 2014, se encuentra indisolublemente ligada a López Obrador.
Su liderazgo trasciende los límites del partido que fundó. Se caracteriza porque apela al pueblo “bueno y trabajador”, que se opone a los sectores que define como parasitarios, como los banqueros, los especuladores y los políticos corruptos. Desde el año 2011 y para contrarrestar la imagen de hombre violento, enarboló el principio de la “República amorosa”, a la que Illades (2016: 20-21) ubica dentro del socialcristianismo de amor al prójimo, del no robarás y no engañarás, enarbolando principios de austeridad republicana y defensa de los intereses del Estado, con lo que combinó el socialcristianismo con los principios del nacionalismo. Con esto ha logrado convencer a buena parte de la ciudadanía de que el cambio es posible sin que se trastoquen los cimientos de la nación.
Acerca del liderazgo
Todo liderazgo tiene que ver con la personalidad de quien lo ejerce (el cual puede ser un líder tradicional, carismático o racional), y con las fuentes de legitimidad que lo respaldan.
El liderazgo es una influencia permanente mediante relaciones de poder que un individuo ejerce sobre otro u otros. El líder es aquella persona que se presenta como diferente y atractiva hacia los otros, y que tiene una mayor capacidad y habilidad que el común de las personas.
Se basa en un conocimiento profundo y exhaustivo de lo que sucede y preocupa en el entorno. De esta forma, toma el pulso de la manera de pensar, de las aspiraciones y de los deseos de aquellos a los que aspira a representar (Delgado, 2004: 18).
No existe una acepción única de liderazgo, pues está definida en relación con referentes geográficos e históricos y con la diversidad de objetivos y propósitos de los grupos y organizaciones de que se trate, pudiendo presentarse en un grupo religioso, una comunidad rural, un sindicato o un partido político (Núñez, 2016). Para el ejercicio de un liderazgo influyen también causas biológicas (características físicas de fuerza, género o edad) y psicológicas, como sabiduría, experiencia o un talento específico requerido (Valdés, 2008: 276).
La autoridad de un líder se basa en el reconocimiento que los miembros de una comunidad le tienen tanto a su rol como a su persona. Esta aceptación de sus seguidores o representados es lo que legitima su posición. Tanto mayor sea el arraigo y la imagen que el líder logre en su comunidad, más fuerte y amplio será el reconocimiento y apoyo a su persona y mayor la confianza que genera, lo cual fortalecerá no sólo sus decisiones políticas sino sus aspiraciones futuras (Cuna, 2008: 165).
Las sociedades organizadas y los movimientos duraderos tienen líderes que comparten la capacidad de facilitar metas colectivas, identificar y motivar grupos de seguidores y repartir incentivos a sus seguidores.
El líder es el fundador o continuador de esa organización o comunidad, o el iniciador de una acción colectiva, entendiendo por ésta la organización en torno a propósitos comunes. Esta acción colectiva se puede desarrollar y las comunidades se pueden formar y durar, gracias a una división del trabajo entre el líder y sus seguidores. Para crear y mantener una organización, es preciso desarrollar interacciones verticales entre ambos, ya que pueden obtener beneficios suficientes de sus relaciones como para aceptar sus distintos papeles.
El líder coordina a los miembros de un grupo de interés o comunidad, crea una organización o una estructura institucional y hace viable la provisión de bienes públicos en los que el grupo está interesado. Identifica esos bienes y los fines comunes que sus seguidores persiguen, moviliza recursos colectivos y el esfuerzo de sus seguidores, a la vez que concibe y refuerza la confianza colectiva, así como la identidad y la cohesión del grupo con el propósito de apoyar una cooperación sostenida (Colomer 2008: 77-84).
Las motivaciones del líder son mayores a las del resto del grupo, pues entre otras cosas, puede verse beneficiado con poder, fama, ingresos y una carrera. Ser líder es un tipo de actividad que puede implicar el ejercicio de un puesto permanente, un cargo público o una candidatura a un cargo de elección.
Las cualidades personales del líder son diferentes para cada tipo de grupo. Sus habilidades personales derivan tanto de sus cualidades naturales (como puede ser el carisma), como del aprendizaje y la experiencia. Debe tener visión para identificar metas comunes, aptitud para la comunicación, capacidad organizativa y ser eficaz en las acciones que emprende.
El éxito de la acción colectiva que encabece el líder depende de que otros sigan su iniciativa y se sumen al grupo de sus seguidores. Debe informarles y persuadirlos del valor que tiene su participación y del éxito probable de su acción.
En las sociedades modernas, se presenta a la instancia política separada de los liderazgos religiosos, tradicionales y económicos, desde la cual se establecen estructuras sociales para el ejercicio de la autoridad amparada por un marco legal que articula y orienta el orden social. Por ello, el análisis del liderazgo político requiere su propio espacio.
Liderazgo político
La concepción del liderazgo y su definición ha evolucionado históricamente. Lo mismo pasa para el caso del liderazgo político. En el ámbito de la Ciencia Política, se entiende por liderazgo político al proceso mediante el cual un individuo ejerce más influencia (poder) que otro u otros en el desarrollo de las funciones grupales. El liderazgo contiene la dirección, jefatura o conducción de un partido político, de un grupo social o de una colectividad. El líder detenta una mayor capacidad y habilidad social que sus representados.
El liderazgo no sólo está determinado por el conjunto de características personales del líder, sino también se encuentra relacionado con las exigencias específicas que se manifiestan en la sociedad, e inclusive también por las características y nivel de integración del grupo representado (Zamorano, 2008: 36-38).
En su trabajo, Delgado (2004) analiza cómo ha ido evolucionando el liderazgo político en sus distintas tipologías y funciones. Señala que aunque no es un fenómeno nuevo, ni en su existencia ni en su estudio, su análisis ha cobrado fuerza a partir de la irrupción de la sociedad de masas, la aparición y desarrollo de los partidos políticos y la lucha por el poder, por lo que es difícil someterlo a un único esquema de análisis académico-científico.
No sin razón, establece que hasta hoy la Ciencia Política ha prestado más atención a las funciones desempeñadas por los actores colectivos del sistema político como partidos, sindicatos, grupos de presión, movimientos sociales, etcétera, que a las que cumplen los líderes políticos considerados en forma individual. De ahí la importancia de analizar el liderazgo político en casos y circunstancias específicas, como la que se trata en este espacio.
El liderazgo político se desarrolla en un contexto determinado, en el que influyen las instituciones políticas existentes, las normas de su funcionamiento, su funcionamiento real, así como las circunstancias históricas. Todo ello significa estructuras de oportunidad para el líder. De igual manera, son determinantes los límites, amenazas y restricciones a que se enfrenta el líder.
La visión política es la clave del verdadero liderazgo. Con ella, el líder ofrece a los ciudadanos un objetivo común con el que pueden identificarse sin reservas. Esa visión política es el resultado de la combinación de la ideología política, de la biografía personal y del contexto histórico en el que el líder político desarrolla su carrera.
El liderazgo político se caracteriza porque quien lo ejerce puede disponer de recursos para dirigir grupos sociales, contando con la capacidad de influir en ellos, convencerlos y persuadirlos, lo cual es una manifestación típica de poder.
Implica motivar y comunicar adecuadamente, además de contar con los elementos suficientes para aglutinar en su entorno a un número importante de seguidores que le brindan su confianza y con quien comulgan políticamente, por lo que se sienten representados en el líder, por su personalidad y su carisma (Paredes, 2016).
El carisma de un líder político se muestra en que sus promesas de campaña son atractivas para sus seguidores, y con su discurso logra comunicar sus ideas, transmitir sus objetivos y justificar sus decisiones. Se manifiesta también porque construye un estilo propio que le imprime a sus acciones; es auténtico y tiene referentes políticos e históricos.
En el liderazgo político carismático destaca la visión que el líder tiene sobre ciertas ideas políticas presentes en la mente y las emociones de sus seguidores. En la relación carismática destaca la confianza que los seguidores tienen en el líder, pues toman como verdad sus palabras, confían en sus actitudes y se entregan a él sin objeciones (Deusdad, 2003: 17-18).4
Las capacidades de un líder y las condiciones históricas en las cuales actúa son determinantes.5 De la habilidad que posea el líder para orientar sus condiciones naturales y capacidades aprendidas al servicio de los fines de la sociedad de que se trate, dependerá que ese liderazgo sea legítimo y eficaz (Núñez, 2016).
El liderazgo político permite a un individuo (el líder) movilizar y manipular a los miembros de una organización, comunidad o sociedad específica, de manera voluntaria y consciente, para el logro de ciertos objetivos. Operativamente, el liderazgo político es la capacidad para influir sobre los representados con base en el mandato determinado precisamente por esos representados (Zamorano, 2008: 39-40).
El líder político actúa, junto con otros agentes del sistema como los partidos, los grupos de presión o los movimientos sociales, articulando, agregando y transmitiendo las demandas al poder constituido. Esto hace que el líder formule políticas concretas en respuesta a las demandas detectadas.
La personalidad del líder político influye en el tipo de relaciones que mantiene con los miembros de su ámbito de dominio. También influye el tipo de comportamiento político que adopta, su disposición a buscar el poder para lograr propósitos o beneficios colectivos, así como su propia ambición personal en el sentido de obtener beneficios particulares. Frente a las competencias y ambición del líder, también se encuentra su credibilidad y popularidad.
La fuerza y promoción del líder político depende del número e importancia de sus seguidores. La existencia de una red de apoyo le resulta ser un elemento imprescindible para la existencia de ese liderazgo. Quienes componen esa red, le sirven para conseguir sus propósitos, obtener recursos para el ejercicio de su liderazgo e inclusive para mantener un sistema de comunicación fluido con su entorno inmediato (Delgado, 2004: 18-22).
Liderazgo al interior de un partido político
Toda organización, y más las de carácter político, como los partidos, implica especialización, capacidad, madurez y responsabilidad por parte del líder, el cual se convierte en un experto en la conducción de las masas.
Por ello, el liderazgo es uno de los elementos más relevantes en el momento de la conformación de un partido político. Esto se debe a que en la fase de su construcción, el líder desempeña un papel importante, pues es quien elabora las metas ideológicas y el programa, diseña la organización, construye una identidad colectiva y selecciona su base social, que será la futura militancia. De ahí el peso significativo del líder fundador en el partido, pues es quien modela su fisonomía organizativa (Panebianco, 2009: 116).
El papel del líder es fundamental para coordinar, definir y aglutinar a los distintos grupos que lo apoyan en la creación del mismo. Desempeña un papel crucial en la fase de integración (Corona, 2014: 389). Puede suceder que durante algún tiempo indefinido, el partido mantenga un carácter de instrumento para el logro de los fines del líder.
Para reforzar su liderazgo desde las primeras fases de organización del partido, el líder procura distribuir incentivos selectivos a sus miembros más destacados, como la sensibilidad de acceder a ciertos cargos, o emprender una carrera política, pues de esta forma impulsa un procedimiento de selección y reclutamiento de cuadros partidistas afines a la identidad colectiva de la ideología del líder (Panebianco, 2009: 134-137).
El liderazgo político al interior de un partido puede afectar su institucionalización. Sin embargo, es imposible que en los partidos de nueva creación no existan fuertes liderazgos personalizados, y más si se trata de su líder fundador. En sus primeros años de vida, es posible que un partido nuevo sobreviva ante la ausencia de su fundador, por ser quien construyó el modelo de partido y negoció su integración. Un liderazgo fuerte al interior de un partido en sus inicios, conserva la organización y garantiza su sobrevivencia.
Ese liderazgo es funcional si cuenta con el suficiente control para asegurar la disciplina interna entre los integrantes de un partido con estas características, y si además es capaz de incorporar en sus filas a personajes externos cercanos a la dirigencia partidista.
Esto es importante, ya que de acuerdo con Panebianco (2009: 90), aunque parezca que un solo líder puede disponer de un poder casi absoluto al interior de un partido político, la realidad es que a menudo se presenta una conformación más compleja en su estructura de poder.
El líder lo es porque controla las zonas esenciales de incertidumbre dentro de la organización, pero generalmente debe negociar con otros actores políticos internos. El líder es en realidad el centro de una organización de fuerzas internas del partido, con las cuales pacta y establece acuerdos.
Hay partidos que en su modelo originario hacen evidente que su fundación se debe a la acción de un único líder y que, por lo tanto, se configura como su propio instrumento de expresión política. A este tipo de organización es a la que se le denomina partido carismático.6 En ellos se presenta un gran ascendiente personal de un líder de éxito ante sus seguidores, con vínculos personales y lazos de lealtad que los unen.
En este tipo de partidos, el líder realiza todas las acciones importantes para su fundación, como es la elaboración de sus fines ideológicos y la selección de su base social, entre otras. Debido a las peculiaridades del nacimiento del partido, el líder se convierte tanto para los militantes como para los partidarios de esa fuerza política, en el único (o más importante) intérprete de la doctrina, su símbolo viviente y único artífice posible de su realización en el futuro, con lo cual se presenta una total identificación entre el líder y la institución organizativa del partido. Como consecuencia, el líder fundador monopoliza el control sobre las zonas de incertidumbre del partido y la distribución de incentivos.
Cuando un carisma personal es el factor constitutivo para el nacimiento de un partido, se presenta una coalición dominante cohesionada que se mantiene unida por la lealtad al líder, ya que como los miembros del partido sólo reconocen la autoridad de éste, el grupo dirigente que gira en torno a él no tiene la posibilidad de organizarse en facciones de importancia. Tampoco los demás miembros del partido la tienen. Las divisiones que pudieran surgir, se manifiestan sólo en el nivel de los sublíderes. La pugna entre éstos generalmente se origina para buscar una mayor cercanía con el líder. En los partidos carismáticos, la oposición abierta al líder significa el final de la carrera política del oponente. Estas circunstancias explican el alto nivel de dependencia de las bases hacia su líder carismático al interior del partido y el por qué la única forma de hacer carrera en este tipo de partidos es adecuándose a la voluntad del líder.
Asimismo, un partido carismático no presenta rasgos burocráticos, pues generalmente en todo impera la voluntad del líder, pues no se aplican procedimientos previamente establecidos, aceptados y compartidos, porque su nivel de institucionalización es bajo. También es una organización altamente centralizada, pues la toma de decisiones clave recae en el líder. El partido carismático se presenta siempre como la negación de los partidos existentes y a los que se contrapone. Hay también una identidad organizativa del partido con el destino político personal del líder.
La construcción del liderazgo político de López Obrador
La construcción del liderazgo político de Andrés Manuel López Obrador se inició en el ámbito local y transitó al nacional, donde se consolidó. Su liderazgo emergió en el momento en que se estableció la competencia política y el sistema electoral y de partidos comenzaba a dar sus primeras manifestaciones de transformación. Se ubicó en el periodo de transformación del régimen político mexicano, previo a la alternancia política en algunas entidades del país.7
Su liderazgo político ha ido evolucionando y ha tenido varias etapas.8 Se inició como luchador social en Tabasco, su estado natal. Se afilió al Partido Revolucionario Institucional (PRI) y comenzó a desarrollar su carrera política en ese partido, al cual dirigió en el ámbito estatal. En la coyuntura electoral de 1988 se integró al Frente Democrático Nacional encabezado por Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, abandonó su partido de origen y fue postulado como candidato a gobernador. Se integró a las filas del Partido de la Revolución Democrática (PRD) en 1989, al cual dirigió también en su estado natal. Inclusive fue postulado por éste como candidato a la gubernatura en 1994.
Su habilidad política y su carisma lo posicionaron como una pieza importante en el PRD, del cual fue su presidente nacional de 1996 a 1999. Bajo su dirección, el partido logró triunfar en varias gubernaturas con candidatos externos, logró un importante número de espacios en la Cámara de Diputados en 1997 y se ganó la jefatura de Gobierno del Distrito Federal a favor del ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas.
Fue jefe de Gobierno del Distrito Federal de 2000 a 2005. A partir de 2001, ocupando ese importante cargo, ante el declive de otros liderazgos personalizados como el de Cuauhtémoc Cárdenas en el PRD, o el de una izquierda social como la del Ejército Zapatista de Liberación Nacional, el espacio de la izquierda fue cubierto por el liderazgo carismático de López Obrador, quien retomó los principios de una izquierda nacionalista que se sobrepuso a las otras izquierdas (Illades, 2016: 19-20).
En 2005, enfrento un proceso de desafuero, que consistió en un intento por despojarlo del cargo y del fuero que éste le otorgaba, para ser juzgado por un presunto desacato hacia un juez por haber permitido la continuación de una obra en Santa Fe, que en realidad fue un intento por excluirlo de la elección presidencial de 2006. Todo esto implicó la existencia de un liderazgo desafiante para un sector de la clase política y empresarial. El resultado fue que la medida no se aplicó debido a una gran movilización popular a su favor, con lo que aumentó su popularidad y aceptación política.
Participó como candidato de la coalición Por el Bien de Todos. Primero los Pobres (conformada por el PRD, el Partido del Trabajo y Convergencia) a la Presidencia de la República en 2006, cargo que no obtuvo, pero quedó la sensación de que el desaseado proceso electoral de ese año afectó los resultados de la elección que le podría haber otorgado el triunfo a él. El movimiento de resistencia civil pacífica en el que denunció el fraude electoral en su contra, propició que no todos en el PRD lo vieran con simpatía, por lo que su liderazgo comenzó a ser cuestionado al interior del partido, particularmente por los integrantes de la corriente Nueva Izquierda.
Pese a ello, en 2012 volvió a ser candidato a la Presidencia de la República por segunda ocasión mediante la coalición denominada Movimiento Progresista, conformada por el PRD, el PT y Movimiento Ciudadano (antes Convergencia), esta vez con una actitud más moderada y propositiva (Navarrete, 2013: 57-59). Una vez más, quedó en segundo lugar, alegando también que hubo un desaseado proceso electoral en su contra.9
Ante esto y el debilitamiento de su liderazgo al interior del PRD,10 una vez concluido el proceso electoral de 2012 renunció a ese partido. Mientras estuvo afiliado a él, para este partido era vital el liderazgo de López Obrador para obtener votos y presencia en los lugares donde tenía poca militancia y pocos simpatizantes. Los numerosos triunfos de candidatos perredistas se debieron más gracias al efecto López Obrador que a los méritos propios de los candidatos y del partido.
Durante mucho tiempo, las directrices del movimiento social lopezobradorista fueron bien aceptadas en la mayoría de las corrientes del PRD, con la excepción de Nueva Izquierda, Alternativa Democrática Nacional y parte de Foro Nuevo Sol, siendo la primera de éstas la que mostró grandes diferencias con el proceder político de López Obrador, lo cual afectó en muchas ocasiones la unidad interna del partido y la toma de decisiones. Esto se hizo evidente tanto en la lucha poselectoral de 2006,11 como en lo relativo a la reforma energética de 2008.
Aun cuando formalmente seguía afiliado al PRD, López Obrador dejó de asistir a los congresos y reuniones del partido, criticó sus resoluciones y su línea política, apoyó a candidatos del PT y Convergencia más que a los del PRD en los procesos electorales de 2009 y 2010. Inclusive pidió licencia temporal a su militancia en el PRD para promover a algunos candidatos del PT y de Convergencia, que le eran más afines a su causa.
Aunque López Obrador buscó hacerse del control del partido después de que él mismo lo dirigió, sobre todo cuando en la elección interna de 2008 para la renovación de su dirigencia nacional apoyó y promovió la candidatura de Alejandro Encinas, de Izquierda Unida, el bloque de corrientes lopezobradoristas se enfrentó a la oposición de la corriente Nueva Izquierda y sus aliadas, las cuales le eran adversas y proponían la candidatura de Jesús Ortega, quien finalmente ocupó el cargo por mandato del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, después de un muy cuestionado proceso electoral interno. También López Obrador se enfrentó indirectamente al grupo encabezado por Cuauhtémoc Cárdenas, lo que afectó el avance de sus intereses en el PRD y afectó su liderazgo al interior del partido.
El liderazgo de López Obrador en el PRD fue diferente al que llegó a tener Cárdenas, sobre todo en los primeros años de este instituto político, ya que no llegó a detentar su control total y absoluto, como sí lo logró el ingeniero por algún tiempo, pues siempre tuvo contrapesos a su poder.
El liderazgo personalizado y carismático de López Obrador en el PRD y la pugna entre las corrientes del partido propiciaron la falta de institucionalización y su debilitamiento, pues prevalecía más el interés particular del líder y/o de la corriente, que el interés general del partido, ya que cada uno deseaba imponer su propia visión y conseguir que sus simpatizantes ocuparan las principales posiciones partidistas o los cargos de elección. Se presentaron casos, como en las elecciones federales de 2009, de que cuando una de sus corrientes o fuerzas políticas internas no lograba lo anterior, dejaba de brindar su apoyo a los integrantes de las otras corrientes, o inclusive apoyaba a sus adversarios de otros partidos.
Al enfrentarse en el PRD no sólo al control burocrático del partido por parte de Nueva Izquierda y las corrientes que le eran afines, sino también a diferencias con Cuauhtémoc Cárdenas y su grupo, el liderazgo político de López Obrador se vio disminuido. Por ello, su salida del PRD le quitó las ataduras y controles que le ponían fuerzas adversas, las cuales no tiene en MORENA.12
El liderazgo político de López Obrador en MORENA
En MORENA se cumple lo referente a que los partidos políticos, en su etapa inicial, giran en torno a las ideas, propuestas y decisiones de su fundador, en este caso Andrés Manuel López Obrador, quien ejerce en él un importante liderazgo carismático. Este partido está compuesto por muchas personas que se identifican ampliamente con este líder y con su proyecto.
La trayectoria de MORENA se encuentra indisolublemente ligada a Andrés Manuel López Obrador, su líder fundador. En este partido, el poder se encuentra centralizado alrededor de él, por lo que no se encuentra cercano un proceso de consolidación institucional que diluya el fuerte personalismo de su fundador.
MORENA surgió como asociación civil en 2011, con el propósito de transformar la vida pública del país, construir un nuevo pacto social donde realmente se respetaran la Constitución y las leyes, y se resolvieran los principales problemas que aquejan al país.
Al contar MORENA con una base de apoyo propia, López Obrador logró convertirse en el candidato de los partidos y movimientos de izquierda en la elección presidencial de 2012, dando origen a la coalición denominada Movimiento Progresista, conformada por el PRD, el PT, Movimiento Ciudadano y MORENA.
Impugnó las elecciones del 1 de julio de 2012, en las cuales quedó en segundo lugar, por considerar que hubo irregularidades. En este contexto, los tres partidos de izquierda que conformaron el Movimiento Progresista comenzaron a distanciarse políticamente de MORENA, lo que aceleró también la decisión de López Obrador de renunciar al PRD y crear su propio partido político.
Por ello, inició un proceso de transformación de lo que formalmente era una asociación civil, que en los hechos funcionaba como un movimiento social y político, a un partido político.13 Se concibió que fuera de izquierda, pero diferenciado de los ya existentes.
Durante la etapa de construcción de MORENA como partido político, se contó sin duda con el peso político personal y definitorio de López Obrador, con un claro liderazgo carismático, como se observa en el hecho de haber recibido la votación más alta para formar parte de su primer Consejo Nacional, por lo que se convirtió en su presidente (Méndez, 2012: 3).
Los dirigentes de MORENA encabezados por López Obrador iniciaron una campaña de afiliación en 2013, logrando su registro como partido político nacional en 2014. Su principal activo fue el liderazgo político de su fundador. Desde su creación contó con identidad propia.14 Mucha de la fuerza invertida en la creación de MORENA y sus primeros años de existencia, han radicado en la personalidad y el liderazgo de López Obrador y en los ciudadanos que creyeron necesario organizar su propio partido para intentar un cambio de fondo en México. Sin embargo, es de resaltarse que en la dependencia extrema hacia su dirigente máximo, podría radicar uno de los principales problemas de MORENA para buscar su institucionalización como partido político.
Para cumplir sus objetivos, MORENA cuenta con un Proyecto Alternativo de Nación, que retoma a su vez del proyecto de López Obrador, que plantea las políticas que considera necesarias para resolver los problemas nacionales.
Para afianzarse más en el control de MORENA, en su Segundo Congreso Nacional, López Obrador se convirtió por unanimidad en Presidente nacional del partido para el periodo 2015-2018. Las otras 20 carteras del Comité Ejecutivo Nacional fueron ocupadas por gente cercana a él. De esta forma, se convirtió formalmente en el líder indiscutible del partido al ser electo como su segundo presidente nacional, y se aprestó para contender en 2018 por la candidatura presidencial (De la Rúa, 2016: 23-24).
Con esta acción, López Obrador no sólo creó su propio partido, sino que a partir de 2015 lo comenzó a dirigir formalmente. No tuvo que lidiar con los intereses, grupos y dinámicas propias de toda organización política. A partir de ese momento afianzó su poder absoluto en MORENA al dirigirlo real y formalmente y una vez que el partido recogía su programa y su proyecto. López Obrador comenzó a contar con una plataforma partidista incondicional y totalmente sometida a su proyecto personal (Berrueto, 2015: 3).
El control absoluto de MORENA por parte de López Obrador y su grupo cercano a partir de que llegó a su dirigencia nacional, generó críticas externas, pero no internas. Resultó polémica la figura de la candidatura única, la elección por aclamación y no por votación en urnas, así como la lista de ocupantes a las diversas secretarías por parte de los cercanos al recién nombrado dirigente nacional (Hernández, 2015: 3).
Una vez que tomó protesta como Presidente nacional de MORENA, López Obrador dio a conocer la estrategia del partido para contender en las elecciones de 2018 y buscar ganar la Presidencia de la República (siendo él mismo candidato por tercera ocasión) y la mayoría del Congreso de la Unión. Para ello propuso nombrar 300 dirigentes, uno por distrito electoral, para ocuparse de tiempo completo de la integración de comités de base o de “protagonistas del cambio verdadero” (que es como se les llama a los afiliados a MORENA), que realizarán tareas de afiliación, de promoción y de defensa del voto.
El liderazgo político de López Obrador en MORENA se sustenta en su carisma, lo cual le ha permitido tener una gran capacidad de convocatoria que se muestra cuando convocó a sus seguidores a integrarse al partido o a votar por sus candidatos. Estos apoyos los ha sabido capitalizar políticamente para él mismo, para ocupar los principales cargos en la estructura de MORENA, tanto para él como para su círculo más cercano y sus aliados políticos.
El liderazgo político de López Obrador en MORENA centraliza la toma de decisiones de una manera tan sutil, que parece que es producto del consenso, cuando por lo general obedece a los designios del líder, quien además ha tenido la habilidad de evitar la disidencia y la oposición interna. El enorme peso de su dirigente ha provocado que los mecanismos de elección interna para directivos del partido y candidatos a puestos de elección popular, así como las distintas votaciones que se realizan internamente, como ha sido la aprobación de sus documentos básicos y el Proyecto Alternativo de Nación, sean aceptadas por unanimidad.
Durante su dirigencia formal en esta organización no se ha registrado ninguna disidencia. Su liderazgo se ha mantenido, entre otras razones, por la falta de figuras iguales o más destacadas que él en el ámbito nacional, así como por su carisma. El problema de este partido es que al contar con un liderazgo con estas características, se frena su consolidación organizativa y se limita su proceso de institucionalización.
Por ser su líder fundador el encargado de la distribución de los incentivos, tanto al interior del partido como hacia una parte importante de los cargos de elección popular, su posición en el funcionamiento del partido se encuentra muy fortalecida.
La gran influencia del liderazgo político de López Obrador al interior de MORENA se refleja en el nulo cuestionamiento a su accionar. Esto se pudo observar claramente cuando fue electo para presidir el Consejo Nacional y después el Comité Ejecutivo Nacional, cargos a los que llegó prácticamente por unanimidad, así como en la discusión y resolución de asuntos internos del partido, en los que se considera a su líder fundador como la autoridad indiscutible.
Convertido en el líder real y formal de MORENA, López Obrador tiene todas las condiciones a su favor para convertirse por tercera ocasión en candidato presidencial, esta vez en 2018. Mantiene su imagen como la figura más fuerte de la oposición y un amplio reconocimiento por parte de la población en general. Al menos en MORENA, el partido que formó y que es la culminación del movimiento lopezobradorista iniciado en 2005, no tendrá a nadie que compita contra él para esa elección.
López Obrador avanza con fuerza hacia 2018, principalmente porque ahora puede moverse desde una posición estratégica, que es la dirigencia nacional de MORENA. Su experiencia en la política nacional es fundamental, pues lleva más de una década como candidato presidencial -aunque no todo el tiempo de manera oficial-, y para 2018 prácticamente tendrá 13 años de campaña. Conoce el pulso completo de México, ha recorrido el país varias veces y al parecer en esta ocasión llega con una posición un poco más moderada y de mayor aceptación.
Aunado a su trayectoria propia, para 2018 cuenta con la ventaja de que los mexicanos ya conocen la forma en que dos de las principales fuerzas políticas (el PRI y el Partido Acción Nacional) han gobernado en el ámbito federal, sobre las que existe cierto grado de desencanto. Por ello se presenta como una alternativa y genera una expectativa de cambio que puede ser capitalizada en su favor.
Aunque una característica negativa del liderazgo político puede ser la inestabilidad electoral, entendiendo por ella no obtener los triunfos en las urnas a favor del líder, con lo cual éste puede perder a su base de apoyo o debilitarse ante sus seguidores, en el caso de López Obrador y pese a no haber llegado a la Presidencia de la República en 2006 y en 2012, en MORENA su liderazgo es fuerte y mantiene el apoyo para contender nuevamente por el poder presidencial en 2018.
Conclusiones
Como se mencionó anteriormente, la Ciencia Política ha prestado más atención al análisis de los actores colectivos del sistema político como los partidos, los sindicatos, los grupos de presión, los movimientos sociales, etcétera, y poco se ha estudiado el papel que cumplen sus liderazgos. Ello justifica el interés por haber realizado este trabajo, para analizar el liderazgo político en un caso y una circunstancia específica.
El liderazgo consiste en la influencia que tiene el líder en sus seguidores. Su autoridad se basa en el reconocimiento que los miembros de una comunidad le tienen, tanto a su rol como a su persona.
En el caso del liderazgo político, éste consiste en el proceso mediante el cual un individuo, el líder, ejerce influencia (poder) sobre los integrantes de una comunidad que persigue los mismos fines políticos.
López Obrador es un líder político que fue armando cuidadosamente sus redes de lealtad para mostrar no sólo su arrastre y popularidad, sino también la aceptación y el apoyo de una buena parte de la ciudadanía, más allá de la organización política en que haya participado,15 teniendo cualidades propias de un liderazgo de tipo carismático (Escamilla y Medina, 2008: 270).
El liderazgo político que ejerce López Obrador es de tipo carismático y populista. Su discurso de cambio social ha transitado de radical a moderado. La fuerza de su liderazgo radica en que suma y capitaliza la indignación social. Su base social ya no son tanto los pobres, sino los indignados. De allí su potencial político (Berrueto, 2016: 3).
El caso de López Obrador encaja muy bien en lo que Delgado (2004: 17) señala sobre el líder, en el sentido de que refuerza diariamente su papel de referente político mediante su capacidad de hacerse ver o, lo que es igual, llamando la atención de los profesionales de la comunicación y hacerlo de tal modo que sirva a los intereses de la imagen pública personal y la del partido o grupo al que representa.
El hecho de crear su propio partido fue positivo para el liderazgo político de López Obrador, al dejar de coexistir con las corrientes y grupos que le eran adversos en el PRD. En el caso de MORENA, ejerce una enorme influencia entre sus miembros, a grado tal de que no cuestionan su proyecto ni sus decisiones. Controla mayoritariamente sus órganos de decisión, e inclusive los ha dirigido, como fue el caso del Consejo Nacional y del Comité Ejecutivo Nacional. Incluye a la mayoría de sus allegados en puestos clave.
López Obrador ha logrado que su visión política sea compartida por amplios sectores sociales, algunos de los cuales convergen en MORENA, su partido. Con esa visión ha ofrecido a sus seguidores objetivos comunes con los que se identifican sin reservas. Esta visión es el resultado de combinar su ideología política y su biografía personal con el contexto histórico y social en que este líder político ha desarrollado su carrera.
Sus propuestas políticas son atractivas para sus seguidores. Con su discurso logra comunicar ideas, transmitir sus objetivos y justificar sus decisiones. Tiene un estilo propio que le imprime a sus acciones; y cuando lo considera necesario, llama a sus seguidores a la movilización. Es un líder auténtico y tiene referentes políticos e históricos propios.
Como el líder fundador de MORENA, López Obrador monopoliza el control sobre las zonas de incertidumbre del partido y la distribución de incentivos. Es la cercanía con él lo que permite a los miembros del partido emprender una carrera política.
El fuerte liderazgo político de López Obrador puede afectar el proceso de institucionalización de MORENA. Sin embargo, en este caso es imposible evitar su existencia y más si se trata de su líder fundador, pues es quién garantiza mantener la organización y sobrevivencia del partido. En MORENA, este liderazgo ha sido funcional, porque ha asegurado su disciplina interna. Existe una identidad organizativa de MORENA con el destino político personal de López Obrador.