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Cuicuilco

versión impresa ISSN 0185-1659

Cuicuilco vol.15 no.42 México ene./abr. 2008

 

Miscelánea

 

Cráneos de tzompantli bajo la Catedral Metropolitana de la Ciudad de México

 

Ana Solari*

 

Becaria MAEC-AECID. Laboratorio de Antropología Física de la Facultad de Medicina de la Universidad de Granada. solari@correo.ugr.es.

 

Resumen

A partir de los trabajos de rescate arqueológico efectuados entre los años 1991 y 1996 por el Programa de Arqueología Urbana debajo de la Catedral y el Sagrario metropolitanos de la Ciudad de México, se han podido registrar y recuperar numerosos vestigios del antiguo Recinto Sagrado de México-Tenochtitlan. Se presentan aquí los resultados de las investigaciones realizadas a partir de un grupo de cráneos de tzompantli, es decir, cráneos con perforaciones en sus huesos parietales y temporales y otras huellas de manipulación intencional diagnósticas procedentes de estas excavaciones. Los análisis efectuados en el Laboratorio de Antropología Física del Museo del Templo Mayor, sumados al contexto de hallazgo de los cráneos y al uso de información arqueológica y etnohistórica, permitieron reconstruir una posible ceremonia ritual asociada al tzompantli. La sucesión de ritos que conformaría esta ceremonia se iniciaría con los sacrificios humanos, pasando por la colocación de los cráneos en el tzompantli, y finalizaría con el entierro de cráneos decapitados y perforados como ofrendas a las deidades mexicas. El tzompantli dejaría de ser visto principalmente como una estructura donde se exhibían los cráneos de individuos sacrificados para integrarse en una compleja ceremonia ritual religiosa mexica.

Palabras clave: cráneos humanos, Catedral metropolitana, ceremonia ritual, sacrificios humanos, tzompantli, ofrendas.

 

Abstract

From the archaeological rescue carried out between years 1991 and 1996 by the Program of Urban Archaeology under the Cathedral of Mexico City and the Sagrario metropolitano, it has been possible to register and recover numerous remains from the old sacred city of Mexico-Tenochtitlan. The results of investigations into a group of tzompantli skulls —skulls displaying drilling on their parietal and temporal bones as well as other traces of intentional manipulation, all proceeding from the excavation— are presented here. The further analysis, which took place at the Laboratory of Physical Anthropology of the Templo Mayor museum, taken in conjunction with the context where the skulls were found and with the use of archaeological and ethno-historical information, allowed to re-construct a possible ritual ceremony associated with the tzompantli. The succession of rites forming this ceremony begin with human sacrifices, moving through the placement of the skulls on the tzompantli and ending with the burial of the drilled beheaded skulls, as an offering to the mexica gods. The tzompantli is no longer seen purely as a structure where skulls that belonged to sacrificed individuals were displayed, but also as an integrated part of a complex mexica religious ritual ceremony.

Key words: human skulls, metropolitan Cathedral, ritual ceremony, human sacrifices, tzompantli, offerings.

 

Inicios de las investigaciones

La Catedral y el Sagrario metropolitanos de la Ciudad de México están localizados dentro de lo que antiguamente fue el recinto ceremonial de la ciudad de México-Tenochtitlan, es decir que son edificios construidos, en parte, sobre estructuras arquitectónicas prehispánicas. Según Barrera Rivera [1999] estas edificaciones, al igual que todo el valle, han sufrido hundimientos debido a los movimientos telúricos y a la extracción de agua del subsuelo. Además, este autor considera que la compactación del terreno, especialmente en esa zona, ha sido más acelerada debido al peso de los edificios que se localizan en ella. Esos son los principales motivos por los cuales el hundimiento del área ha sido desproporcionado, siendo más acelerado donde no existen basamentos prehispánicos.

Debido al hundimiento diferencial y sus efectos sobre la Catedral y el Sagrario metropolitanos, entre los años 1991 y 1996, el Programa de Arqueología Urbana (PAU) se encargó de realizar el rescate arqueológico de esas construcciones hispánicas. Las obras de rescate consistieron fundamentalmente en la excavación manual de 32 lumbreras (perforaciones circulares de 3.40 m de diámetro), 29 pozos (perforaciones de 80x80 cm en el Sagrario para la instalación de pilotes) y en el registro y recuperación de los elementos arqueológicos descubiertos durante las excavaciones.

En particular, los vestigios arqueológicos hallados durante las excavaciones de las lumbreras fueron abundantes y variados. Matos Moctezuma [2002] comenta que aparecieron pisos, en ocasiones superpuestos, así como muros, escalinatas con alfardas y un canal que corre a lo largo de las lumbreras 15, 19, 23 y 28. También fueron descubiertos restos de edificios, tanto de planta circular como rectangulares, algunos de ellos con altares y otros de gran tamaño. Entre las más importantes estructuras arquitectónicas se destacaron los hallazgos del extremo sur del cabezal poniente del Juego de Pelota y parte del muro en talud de la cancha. Asimismo, Barrera Rivera [1999] menciona que el registro arqueológico estuvo compuesto por:

[...] más de 30 muros, en talud, rectos y circulares; más de 20 ofrendas; gran cantidad de pisos de estuco, de piedra laja, sillares y apisonados; canales de desagüe, banquetas, basureros, pilotes de madera coloniales y prehispánicos, clavos arquitectónicos, pintura mural, esculturas de piedra, basas, fragmentos de columnas, escalinatas, alfardas, una caja de madera, huesos humanos y de animales, objetos de madera, braseros, almenas, gran cantidad de cerámica prehispánica y colonial, carbón, muestras de tierra de las capas culturales y capas culturalmente estériles, lítica, etcétera [Barrera Rivera 1999:22].

En cuanto a la cronología, los investigadores consideran que aunque los restos arquitectónicos localizados bajo la Catedral y el Sagrario denotaban un constante auge en la construcción, fue posible señalar dos momentos principales de ocupación:

[...] uno más antiguo, que se situaría cronológicamente alrededor del año 1390 d.C., contemporáneo por lo tanto a la etapa II del Templo Mayor, dado que las construcciones desplantan a una profundidad que varía entre los 12 y los 8 metros, aproximadamente, y uno más reciente, que probablemente correspondería a la etapa V, fechada como 1480 d.C., aproximadamente, que parece estar entre los 8 y los 4 metros, contados a partir del piso de la feligresía [López Arenas, 2001:42].

Durante las excavaciones se recuperaron también una serie de cráneos humanos que presentaban evidencias concretas de haber sido colocados en alguno de los tzompantli (Figura 1) dentro del antiguo Recinto Sagrado de México-Tenochtitlan, es decir, cráneos con perforaciones en sus huesos parietales y temporales, así como otras huellas de manipulación intencional diagnósticas relacionadas. Ese grupo de cráneos humanos conformaron la muestra de estudio de una investigación centrada en una posible ceremonia ritual mexica asociada al tzompantli [Solari, 2005], cuyos principales resultados se exponen en el presente trabajo.

 

Los cráneos de tzompantli bajo la Catedral

En el año 2004, con la colaboración y orientación del antropólogo físico José Luis Salinas Uribe (ENAH-Templo Mayor), tuve la oportunidad de observar personalmente todo el material óseo humano recuperado durante las excavaciones de la Catedral metropolitana que se encuentra almacenado en el Laboratorio de Antropología Física del Museo del Templo Mayor de la Ciudad de México. De todos los restos óseos humanos procedentes de las 32 lumbreras excavadas, se seleccionó la muestra de estudio compuesta exclusivamente por aquellos cráneos, completos o parciales, con evidencia de haber sido colocados en alguno de los tzompantli dentro del antiguo Recinto Sagrado de México-Tenochtitlan.

A partir de la muestra de estudio, se procedió al análisis antropofísico del material óseo humano, que consistió básicamente en la determinación del Número Mínimo de Individuos (NMI), la identificación de la edad y el sexo de cada individuo, y la observación macroscópica de los huesos craneales con lupa de 10 aumentos y bajo luz artificial directa en busca de las huellas de manipulación intencional humana perimortem presentes en los mismos (decapitación, desollamiento, descarnamiento, raspado, cortes, cocción, etc.) [Bass, 1987; Botella et al., 1998; Brothwell, 1987; Ubelaker, 1989; White, 2000].

En siete de las 32 lumbreras excavadas bajo la Catedral metropolitana, solamente se recuperaron un grupo de cráneos humanos, completos y parciales, que presentaban perforaciones redondeadas en sus huesos parietales y temporales, así como otras huellas culturales diagnósticas (cortes, fracturas, alteraciones por el calor, golpes, etc.), evidenciando que posiblemente fueron expuestos en alguno de los tzompantli dentro del recinto ceremonial.

Los cráneos se hallaron distribuidos en las lumbreras 1, 4, 8, 9, 13, 14 y 17 (Figura 2), contabilizando un nmi de 15 individuos, entre completos y fragmentados. La mayoría se encontraron asociados espacialmente a diversas estructuras arquitectónicas prehispánicas que formaban parte del antiguo Recinto Sagrado de México-Tenochtitlan y estaban temporalmente relacionadas con el contexto prehispánico (nivel reciente) y de contacto prehispánico-colonial. Asimismo, algunos de los cráneos procedían de un contexto arqueológico de ofrendas enterradas pertenecientes, según la categorización de López Arenas [2001: 77-102], al grupo III de cráneos decapitados.1

Del total de 15 individuos, siete corresponden a fragmentos de cráneos (lumbreras 1, 9 y 13) pertenecientes a sujetos adultos de sexo indeterminado que presentaron cortes en sus huesos parietales y otras huellas de manipulación intencional. El contexto arqueológico de hallazgo de esos fragmentos no se relacionó directamente con un contexto de ofrendas enterradas; además los fragmentos de las lumbreras 9 y 13 pertenecían a material de relleno colonial de origen prehispánico (Tabla 1).2

Lumbrera 1. El material óseo consiste en un fragmento de parietal izquierdo, correspondiente a un individuo de edad adulta y sexo indeterminado. Presenta huellas intencionales de manipulación humana producidas con instrumentos líticos que evidencian actividades de desollamiento, raspado para la remoción del periostio y perforación del cráneo. Este fragmento, en principio, no estaba asociado a ninguna ofrenda, por lo que se carece de mayores datos sobre el contexto del hallazgo salvo por su asociación espacial con la estructura VI. Puede adscribirse temporalmente a la capa III —contexto prehispánico— nivel reciente (1480 dC).

Lumbrera 9. El material óseo consiste en numerosos fragmentos de cráneo que contabilizan un nmi de cinco individuos adultos de sexo indeterminado. Todos los huesos presentan huellas intencionales de manipulación humana que evidencian acciones de desollamiento, raspado y perforación del cráneo. Los restos óseos no estaban asociados a ninguna ofrenda y corresponden a material de relleno colonial de origen prehispánico.

Lumbrera 13. El material óseo consiste en un fragmento de parietal izquierdo correspondiente a un individuo de edad adulta y sexo indeterminado. El mismo presenta huellas de manipulación intencional humana que evidencian actividades de desollamiento y perforación del cráneo. El fragmento tampoco estaba asociado a ninguna ofrenda y además consiste en material de relleno colonial de origen prehispánico.

Por otra parte, ocho individuos (Figuras 3 a 10 (4, 5, 6, 7, 8, 9)) corresponden a cráneos completos o parcialmente completos (lumbreras 4, 8, 14 y 17) de adultos (20 a 30 años) o adultos jóvenes (14 a 16 años), de los cuales cinco son de sexo femenino, dos masculino y uno indeterminado [Bass, 1987; Brothwell, 1987; Ubelaker, 1989; White, 2000]; algunos de ellos presentaron deformación cefálica intencional de los tipos tabular erecta y bilobulada [Dembo e Imbelloni, 1938; Román Berrelleza, 1990]. Todos los cráneos presentaron varios tipos de manipulación intencional perimortem: desollamiento, descarnamiento, raspado, perforaciones circulares en parietales y temporales derechos y/o izquierdos, fracturas, golpes, desarticulación y huesos cocidos (hervidos) [Botella et al., 1998]; esos ocho individuos pertenecían a cuatro ofrendas del grupo III de cráneos decapitados [López Arenas, 2001:77-102]: ofrenda 1-lumbrera 4, ofrenda 1-lumbrera 8, ofrenda 1-lumbrera 14, ofrenda 1-lumbrera 17 (Tabla 1).

El grupo III de cráneos decapitados [López Arenas, op. cit.] se conforma por un total de siete ofrendas. Allí se destaca la presencia de cráneos humanos completos o fragmentados, con y sin perforaciones en la región temporo-parietal, así como de vértebras cervicales, maxilares y numerosas mandíbulas halladas en asociación directa con materiales heterogéneos (cerámica, semillas, navajillas de obsidiana, pigmentos, etc.) enterrados en relación a diversas construcciones prehispánicas dentro del área que ocupaba el antiguo Recinto Sagrado de México-Tenochtitlan.

Lumbrera 4. El material óseo consiste en un cráneo completo con mandíbula correspondiente a un individuo de aproximadamente 25 años de edad y sexo femenino. Presenta huellas intencionales de manipulación humana que evidencian: (i) acciones de desollamiento y descarnamiento realizadas con navajillas de obsidiana; (ii) golpes en el maxilar derecho realizados con un instrumento punzocortante; (iii) alteración térmica producto de la cocción de los huesos; y (iv) perforaciones del cráneo en ambos parietales y temporales. Este cráneo estaba espacialmente asociado con la estructura VI y correspondía temporalmente a la capa III —contexto prehispánico— nivel reciente (1480 dC). El cráneo pertenece a la ofrenda 1 localizada a una profundidad de 5.40 m, entre el relleno constructivo. El mismo se encontró recostado sobre su parietal derecho mirando hacia el oeste junto a fragmentos de un brasero de cerámica y semillas de tomate. Los materiales de la ofrenda fueron depositados sin orden aparente y en un solo nivel vertical de depósito.

Lumbrera 8. El material óseo consiste en un cráneo completo sin mandíbula correspondiente a un individuo de sexo masculino y edad aproximada entre 25 a 30 años. Presenta huellas intencionales de manipulación humana que evidencian actividades de desollamiento, golpes con un objeto punzocortante en ambos malares y con un objeto contundente en el frontal, y alteración térmica debido a la cocción de los huesos. También presenta perforaciones del cráneo en ambos parietales y temporales, y fracturas debido a la técnica de perforación mediante cincelado y golpes con un objeto contundente. El cráneo pertenece a la ofrenda 1 y se halló asociado a otros dos cráneos más sin perforaciones, junto a 13 mandíbulas con huellas de manipulación intencional. Dos de los cráneos estaban colocados en posición vertical, es decir, con la quijada sobre el piso. En conjunto formaban un triángulo equilátero, uno de ellos estaba orientado hacia el norte mientras que los otros se orientaban al este y al suroeste respectivamente. Las mandíbulas asociadas estaban dispersas sin ninguna orientación específica. La ofrenda estaba depositada sobre una capa muy fina de tezontle rojo molido entre el relleno constructivo a una profundidad de 5.15 m. Se determinaron dos niveles verticales en el depósito, el inferior constituido por la capa de tezontle rojo sobre el que se apoyaban los cráneos y las mandíbulas. La ofrenda estaba espacialmente asociada a la estructura VII y correspondía temporalmente a la capa III —contexto prehispánico— nivel reciente (1480 dC).

Lumbrera 14. A nivel general, el material óseo consiste en cinco cráneos, en su mayoría completos, incluyendo, en algunos casos, las primeras vértebras cervicales. De los cinco individuos de la lumbrera 14, cuatro son de sexo femenino (cráneos 1A, 1B, 3B y 5) y uno de sexo masculino (cráneo s/n). Dos de ellos pertenecen al rango de edad de 14 a 16 años (3B y 5), mientras que los otros tres están en un rango de 20 a 25 años de edad aproximadamente (1A, 1B y s/n). Todos presentan huellas de manipulación intencional humana que evidencian acciones de desollamiento, raspado, desarticulación, fracturas y perforaciones del cráneo. En todos los casos la perforación del cráneo se realizó únicamente en uno de los lados del cráneo y no en ambos; cuatro de los individuos presentan la perforación en su parietal y temporal derechos (1a, 1B, 3B y s/n), mientras que sólo un individuo de sexo femenino de 14 a 16 años presenta la perforación en su parietal y temporal izquierdo (5).

Con respecto a las otras huellas de manipulación, el cráneo 1A presenta huellas de desarticulación en el atlas y el foramen magnum y huellas de raspado para la remoción del periostio; el cráneo 1B presenta huellas de desollamiento y una fractura con perforación del hueso parietal izquierdo, producto de un golpe con un instrumento punzocortante; el cráneo 3B no presenta ninguna otra huella de manipulación además de la perforación en el lado derecho del cráneo; el cráneo 5 sólo presenta huellas de raspado; y el cráneo s/n tampoco presenta otras huellas de manipulación además de la perforación en el lado derecho del cráneo. Otro dato es que cuatro de estos individuos tienen deformación cefálica intencional, dos del tipo tabular erecta (1A y 5) y dos del tipo bilobulada (1B y s/n).3

Los cinco individuos pertenecen a la ofrenda 1, excavada a una profundidad de 2.55 m en el espacio situado entre las estructuras VII y VIII. En cuanto a su ubicación cronológica, ésta se ubica entre las capas II y III, contextos colonial y prehispánico (nivel reciente). La ofrenda se localizó bajo un piso estucado, entre el relleno constructivo y sobre una matriz de arcilla fina. A su vez, estos cinco cráneos estaban asociados a otros restos óseos correspondientes a cuatro cráneos más sin perforaciones, así como a fragmentos de vasijas y un brasero de cerámica, fragmentos de navajillas de obsidiana, pigmento de color rojo y restos de semillas. Los cráneos se hallaron muy juntos en posición vertical. Se observaron dos niveles verticales en el depósito; en la parte inferior había una capa homogénea de material arcilloso sobre la cual se localizaban los cráneos y alrededor de ellos los fragmentos de vasijas y de brasero. Todos los materiales de la ofrenda estaban cubiertos con restos de pigmento rojo.

Dentro del grupo de ofrendas analizadas, ésta se destaca por el número de cráneos recuperados en la excavación. Al contabilizar los cráneos en el Laboratorio de Antropología Física del Museo del Templo Mayor, se determinó la presencia de nueve individuos asociados en esta ofrenda entre los cráneos completos y los fragmentados. Cinco de ellos fueron exhaustivamente analizados, pues corresponden a la muestra de cráneos perforados para el tzompantli; los otros cuatro consisten en cráneos completos sin perforaciones. Tres de ellos corresponden a infantes, dos de ocho o nueve años aproximadamente y uno de cuatro a seis años. Los tres de sexo indeterminado, denominados cráneos 3A, 3C y 4 respectivamente. El otro cráneo sin perforaciones corresponde a un individuo de sexo masculino de 20 a 25 años de edad, denominado como cráneo 2.

Lumbrera 17. El material óseo consiste en una calota humana (frontal y parietales) perteneciente a un individuo de edad adulta y sexo indeterminado. Presenta huellas de manipulación intencional humana que evidencian la alteración por el calor debido a la cocción de los huesos y perforación del cráneo en ambos parietales. El fragmento de cráneo pertenece a la ofrenda 1, asociado con siete mandíbulas humanas y numerosos restos de semillas, depositados entre el relleno constructivo de manera dispersa y conformando un solo nivel vertical. La ofrenda se encontró sobre un piso estucado que era el desplante de la estructura VIII de planta circular, a una profundidad de 4.48 a 4.64 metros. Este material estaba espacialmente asociado con la estructura VIII y corresponde temporalmente a la capa III —contexto prehispánico— nivel reciente (1480 dC).

 

Ceremonia ritual asociada al tzompantli

La aproximación teórico-metodológica utilizada estuvo fundamentada, básicamente, en el cruce de un amplio rango de fuentes de datos independientes conceptual y metodológicamente de tipo etnohistórico, arqueológico y antropofísico. La consulta de fuentes históricas como la obra del cronista español fray Bernardino de Sahagún [2000], el análisis contextual del registro arqueológico asociado a los cráneos y el estudio antropofísico llevado a cabo sobre la muestra de estudio, posibilitaron la integración e interpretación de unos datos cuyos resultados obtenidos se exponen seguidamente de manera sintética.

La interpretación del hallazgo de un grupo de cráneos con perforaciones en sus huesos parietales y temporales, enterrados en un contexto de ofrendas, permitió plantear la hipótesis de la existencia de una ceremonia ritual asociada al tzompantli. La colocación de los cráneos en dicha estructura es considerada como un rito posterior al sacrificio humano [González Torres, 1985] y como tal, formaría parte de una compleja ceremonia ritual compuesta por la sucesión de varios ritos: el sacrificio humano, la colocación de cráneos en el tzompantli y el entierro de cráneos como ofrendas [Solari, 2005].

Con base en las definiciones de rito y ceremonia ritual propuestas por Cazeneuve [1971] y retomadas por López Luján [1993: 52-54], se considera el 'rito' como un acto individual o colectivo de carácter simbólico que se repite conforme a reglas invariables y cuya eficacia es de orden extra-empírico. Sin embargo, los ritos generalmente no se presentan de forma aislada, sino en secuencias definidas temporalmente y denominadas 'ceremonias rituales', las cuales consisten en espectáculos largos y complejos conformados por la sucesión de varios ritos o elementos rituales.

En ese sentido, a continuación se propone discutir brevemente cada uno de los ritos constituyentes de la ceremonia ritual propuesta en vinculación al tzompantli.

 

Primer ritual: el sacrificio humano

Siguiendo a González Torres [1985], en los rituales religiosos mexicas las ofrendas más preciadas eran los seres humanos. A través de la muerte ritual de un ser humano se establecía la comunicación con las deidades por medio de la energía liberada en el momento de la muerte. La sangre y el corazón eran las dos ofrendas más importantes obtenidas del sacrificio humano. Los dioses eran los destinatarios de los sacrificios. Los calendarios regían la realización cíclica de las ceremonias rituales, que además debían efectuarse en lugares sagrados para así poder establecer la comunicación con las deidades.

A su vez, de acuerdo con Matos Moctezuma [1998], en el análisis de los mitos nahuas se encuentra la justificación para la realización de los sacrificios humanos entre los mexicas, ya que es en estos rituales en los que se recreaban los mitos donde los dioses se sacrificaban para que el universo continuara su marcha, donde la muerte da origen a la vida, donde el ciclo natural de vida-muerte y creación-destrucción se repite constantemente.

Entonces, ¿qué lugar ocuparon las cabezas humanas dentro de los rituales de sacrificio humano para los mexicas? En principio, dentro de la muerte ritual de seres humanos la cabeza no jugó un rol importante; en cambio, la muerte por extracción del corazón fue la principal forma de sacrificio ritual humano. No obstante, en los ritos posteriores al sacrificio y en estrecha relación a la occisión ritual, la cabeza sí tuvo un papel destacado en ciertas ceremonias.

Al respecto, según fray Bernardino de Sahagún [2000] habría un total de siete fiestas, en los dos calendarios, en las que se practicaban sacrificios humanos y cuyos ritos posteriores consistían en la decapitación y colocación de cráneos en el tzompantli.

Seis de estas fiestas corresponden al calendario anual de 18 veintenas llamado Xiuhpoualli. Cada una de esas fiestas estaba dedicada a diferentes dioses a los que se honraba, entre otras formas, a través del sacrificio de seres humanos. Así es como durante la fiesta de Tlacaxipehualiztli se honraba a los dioses Xipe Tótec y Huitzilopochtli; durante Tóxcatl a Tezcatlipoca y Huitzilopochtli; durante Xócotl huetzi a Xiuhtecuhtli y Yiacatecuhtli; durante Tepeíhuitl a los dioses de los montes y a Tláloc; durante Quecholli a Mixcóatl; y durante Panquetzaliztli a Huitzilopochtli. En todos estos casos el tipo de muerte principal era la causada por la extracción del corazón, aunque en Tlacaxipehualiztli también se efectuaba el sacrificio gladiatorio y en Xócotl huetzi los sacrificados eran quemados vivos antes de que se les extrajera del corazón.

Con respecto a los ritos posteriores al sacrificio, en todas estas fiestas las víctimas eran decapitadas y sus cráneos colocados en los diversos tzompantli dentro del recinto ceremonial de acuerdo con los dioses honrados, pero también se llevaban a cabo otros tipos de ritos. En particular en Tlacaxipehualiztli las víctimas eran desolladas y, como también ocurría en Xócotl huetzi, se practicaba la antropofagia.

En relación a las víctimas, se sacrificaban cautivos en Tlacaxipehualiztli; imágenes de dioses en Tóxcatl y Tepeíhuitl; esclavos y cautivos en Xócotl huetzi y Panquetzaliztli, y cautivos e imágenes de los dioses en Quecholli.

Por otra parte, a partir de los datos extraídos de la obra de Sahagún [2000], hay una fecha del calendario adivinatorio de 260 días llamado Tonalpohualli, en la cual también se sacrificaban seres humanos y sus cráneos eran expuestos en el tzompantli. Esta fecha que se repite cada 260 días es conocida como "2 caña". Al respecto, según el listado de los 78 edificios que componían el Recinto Sagrado de México-Tenochtlitlan, habría dos tzompantli asociados a esta fecha, uno para los dioses omacame y el otro para el dios Omácatl, también llamado Umácatl [Sahagún, op. cit. ].

 

Segundo ritual: la colocación de cráneos en el tzompantli

Entre las prácticas realizadas con posterioridad a los sacrificios, las cabezas humanas comienzan a jugar el rol principal dentro del rito de la colocación de cráneos en el tzompantli y la ceremonia ritual asociada.

Desde el punto de vista religioso, los cráneos cumplían la función de ofrendas para las deidades mexicas y como tales se presentaban en forma de rituales religiosos para establecer una comunicación con la sobrenaturaleza. En cada uno de los siete tzompantli existentes dentro del Recinto Sagrado de México-Tenochtitlan se exponían, a manera de ofrenda, los cráneos de las víctimas sacrificadas en honor a ciertos dioses dentro del panteón mexica. Los cráneos se ofrecían a los dioses como dones para establecer una comunicación con ellos a través de un ritual religioso llevado a cabo en un tiempo y espacio específicos. Los tzompantli, como escenarios de actividad ritual, constituyeron áreas fronterizas entre el mundo de los hombres y el mundo de los dioses, convirtiéndose así en zonas liminares [López Luján, 1993].

El ofrecimiento de dones se hacía de manera pública y visible colocando los cráneos, decapitados y perforados por las sienes, en alguno de los siete tzompantli dentro del recinto ceremonial. El evento se realizaba en forma cíclica, dependiendo del dios honrado y de su respectiva festividad.

Hasta el momento no se han hallado evidencias directas de la presencia de ninguno de los siete tzompantli que menciona Sahagún [2000] en su obra. La ubicación y distribución de estas estructuras dentro del antiguo Recinto Sagrado de México-Tenochtitlan, así como las dimensiones o características de los mismos, siguen siendo desconocidas hasta hoy debido, por una lado, a la destrucción sufrida durante la conquista y, por el otro, a las excavaciones parciales realizadas en la actualidad en el centro de la Ciudad de México, más exactamente en el área que antiguamente ocupaba el recinto ceremonial. La evidencia indirecta sobre la existencia de los tzompantli registrada en México-Tenochtitlan procede de los hallazgos de cráneos humanos, decapitados y perforados en sus huesos temporales y parietales, encontrados en las sucesivas excavaciones realizadas en el área, de los cuales los cráneos procedentes de la Catedral metropolitana son una pequeña muestra de ello.

 

Tercer ritual: el entierro de cráneos como ofrendas

De acuerdo con Matos Moctezuma [2002] los actos de ofrendamiento pueden tener una gran diversidad de expresión y cumplen la función de rendir culto a los dioses, así como de establecer una comunicación con la divinidad. Entre los diversos tipos de ofrendas, en este caso, se destaca el entierro de bienes debajo de o en asociación a estructuras edilicias con características especiales de sacralidad. Asimismo, dentro de este tipo de ofrendas lo que sobresale es el entierro de cráneos humanos completos, con o sin perforaciones para su colocación en el tzompantli.

Al respecto, se considera a la oblación como "el acto ritual de presentar algo (objetos, vegetales, animales u hombres) a un ser sobrenatural" [López Luján, 1993: 56]. En el caso mesoamericano y en algunas circunstancias específicas "algunas ofrendas son enterradas definitivamente en los lugares sacros con el objeto de conmemorar o consagrar monumentos, edificios y sucesos calendáricos, así como para rendir culto a las deidades" [López Luján, op. cit.].

Al igual que la colocación de cráneos en el tzompantli, las cabezas humanas tuvieron un importante papel entre los rituales de oblación mexicas. Dentro de los cuantiosos y variados tipos de bienes ofrendados por los mexicas a sus dioses, existieron numerosos casos donde el elemento destacado dentro de la ofrenda lo constituyeron los cráneos humanos de individuos decapitados, con o sin perforaciones, aislados de otros segmentos corporales. Esto queda de manifiesto en las ofrendas del grupo III de cráneos decapitados de la Catedral metropolitana [López Arenas, 2001; Solari, 2005] y en algunas ofrendas del Complejo A del Templo Mayor [López Luján, 1993]. Sin duda, el significado y valor que los mexicas otorgaron a la cabeza humana determinó su importancia dentro de los tipos de bienes ofrendados.

En este sentido, para los antiguos nahuas la cabeza correspondía a uno de los tres centros anímicos del cuerpo humano donde estaba ubicada una de las tres entidades anímicas llamada tonalli [López Austin, 1996]. El tonalli consistía en una energía, sustancia o fuerza con múltiples características, funciones y significados determinantes en la vida del individuo al que pertenecía. Esta entidad podía ser introducida en un ser vivo que no fuese su poseedor anterior, revitalizando e incrementando la fuerza del nuevo dueño. Además, la muerte violenta conducía a que los difuntos capturaran los tonalli de los vivos en beneficio del dios al que servían.

Dado que las cuatro ofrendas que contenían cráneos de tzompantli analizadas aquí consisten, casi exclusivamente, en cráneos humanos enterrados en asociación a diversos edificios dentro del antiguo Recinto Sagrado de México-Tenochtitlan, se considera que podría tratarse, como en el caso de Templo Mayor, de ofrendas de consagración de importantes edificios dentro del recinto ceremonial [López Luján, 1993]. Sin embargo, si las relacionamos con los otros dos ritos asociados a los sacrificios humanos y a la colocación de cráneos en el tzompantli, bien podrían estar vinculadas a rituales de conmemoración de sucesos calendáricos y/o de culto a las deidades [López Luján, op. cit.].

Lamentablemente, la información obtenida por medio de las excavaciones en la Catedral metropolitana no permite todavía inferir, de manera definitiva, cuáles eran algunos de los edificios prehispánicos que actualmente se encuentran enterrados bajo la Catedral y que antiguamente formaron parte del Recinto Sagrado de México-Tenochtitlan. Las cuatro ofrendas analizadas aquí están espacialmente asociadas con las estructuras arquitectónicas VI, VII y VIII (Figura 2). Al respecto, sólo me atrevo a sugerir la posibilidad de que estas estructuras podrían relacionarse con templos de los dioses asociados con los siete tzompantli existentes dentro del recinto ceremonial, puesto que a cada uno de estos dioses correspondía un tzompantli donde se exponían los cráneos de los individuos sacrificados en su honor frente a su templo correspondiente.

 

Consideraciones finales

A partir del estudio realizado sobre un particular grupo de hallazgos arqueológicos procedente de las excavaciones llevadas a cabo por el Programa de Arqueología Urbana en la Catedral metropolitana de la Ciudad de México, fue posible delinear la trayectoria del principal elemento del tzompantli: los cráneos humanos. Se trató de definir el proceso que estos cráneos atravesaron y determinar, al menos provisoriamente, ciertas etapas rituales por las cuales pudieron haber pasado. El contexto arqueológico de procedencia de algunos de estos cráneos, con perforaciones en sus huesos parietales y temporales, correspondió a una última instancia dentro de la ceremonia ritual: el entierro de cráneos humanos como ofrendas (lumbreras 4, 8, 14 y 17). Se destacan asimismo las instancias anteriores y directamente relacionadas: la colocación de cráneos en la estructura del tzompantli, y los sacrificios humanos [Solari, 2005].

Las cabezas humanas como centros anímicos portadores de una entidad anímica en particular, el tonalli [López Austin, 1996], fueron para los mexicas ofrendas dedicadas a sus dioses en diversos rituales religiosos asociados dentro de una ceremonia ritual mayor. En consecuencia, la colocación de cráneos en el tzompantli formaría parte de un rito religioso asociado con otros, conformando entonces una compleja ceremonia ritual dentro de la sociedad y religión mexica [Solari, 2005].

Al menos en siete fiestas de los dos calendarios se sacrificaban seres humanos, la más importante ofrenda dedicada a los dioses. Posteriormente, estas víctimas eran decapitadas y sus cabezas expuestas en los siete tzompantli que formaban parte del Recinto Sagrado de México-Tenochtitlan. Los mismos dioses celebrados y honrados en las fiestas, a través de la ofrenda de seres humanos sacrificados, tenían sus respectivos tzompantli dentro del recinto ceremonial para que las cabezas de los individuos decapitados en su honor fueran expuestas y ofrecidas para ellos a la vista y en pública exposición.

Estas ceremonias se repetían de acuerdo a los ciclos de los calendarios y por lo tanto se repetían también los sacrificios, las decapitaciones y las cabezas expuestas en los diversos tzompantli. Debido a esto, los cráneos en algún momento eran retirados de estas estructuras para colocar los nuevos, pero algunos de estos cráneos todavía tenían otra función que cumplir. Este ciclo de ofrendas se cerraba cuando los cráneos eran enterrados en asociación espacial con edificios dentro del recinto ceremonial que, en principio, podrían corresponder a los mismos dioses honrados en los rituales anteriores. Diferentes rituales para honrar a las mismas deidades a través de una ofrenda en particular: los cráneos humanos.

A modo de síntesis, en vista de los resultados obtenidos a través del análisis de los restos óseos procedentes de la Catedral metropolitana, fue posible sugerir que los 15 individuos de las lumbreras 1, 4, 8, 9, 13, 14 y 17 correspondían a individuos sacrificados. Esos individuos constituidos por jóvenes y adultos de ambos sexos, fueron en algún momento víctimas sacrificadas para honrar a diversos dioses mexicas en sus respectivas festividades calendáricas. Las huellas de manipulación intencional humana presentes en los cráneos que componían la muestra de estudio no evidenciaron de manera directa la práctica del sacrificio humano, sobre todo si se toma en cuenta que la principal forma de sacrificio ritual fue la muerte por extracción del corazón. Al considerar esas huellas como evidencia de prácticas efectuadas postmortem asociadas a los ritos posteriores al sacrificio humano [González Torres, 1985], tales como la colocación de cráneos en el tzompantli, el desollamiento, la decapitación o la antropofagia, resulta factible plantear que se trata de individuos sacrificados.

Luego de ser sacrificados, los 15 individuos de la muestra fueron sometidos a diversos tratamientos postmortem para ser expuestos como ofrendas en el tzompantli [Botella et al., 1998]. El hallazgo de cráneos humanos completos o fragmentados con evidencias de manipulación intencional humana, tales como decapitación y perforación de los huesos parietales y temporales, son prueba suficiente para considerar que se trata de cráneos de tzompantli.

Para el caso de las ofrendas enterradas, cabe recordar que no todos los individuos corresponden a un contexto de ofrenda. Sólo ocho individuos procedentes de las lumbreras 4, 8, 14 y 17 pertenecen a cuatro ofrendas recuperadas entre el relleno constructivo durante las excavaciones de la Catedral metropolitana. Aún siendo una muestra pequeña y restringida, los cráneos de estos individuos permitieron sugerir la posibilidad de que dichos sujetos, después de ser sacrificados, posteriormente decapitados y sus cabezas colocadas en el tzompantli, fueron retirados para ser finalmente enterrados como ofrendas a los dioses mexicas junto a otros cráneos sin perforaciones y diversos elementos asociados, como evidenció el contexto arqueológico del hallazgo.

Por último, es interesante resaltar que, de los 15 individuos que componen la muestra de estudio, algunos cráneos fueron enterrados como ofrendas mientras que otros no tuvieron, en principio, el mismo destino.4 A su vez, entre los cráneos enterrados como ofrendas hay algunos con perforaciones asociadas al tzompantli y también otros cráneos decapitados pero sin perforaciones [López Arenas, 2001]. Por lo tanto, queda claro que no todos los cráneos de los individuos decapitados fueron colocados en el tzompantli, ni todos los cráneos de tzompantli fueron exclusivamente enterrados como ofrendas. Todo ello parece apuntar a la multiplicidad de variantes rituales relacionadas probablemente con disímiles fines de oblación, y nos abre, en consecuencia, un abanico de posibilidades para continuar investigando.

 

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Figuras y tablas5

Figura 1. El Tzompantli según Fray Diego de Durán [1951].

Figura 2. Distribución de lumbreras, estructuras prehispánicas y ofrendas con cráneos de tzompantli-Nivel Reciente (1480 d.c). (Extraído y modificado de Matos Moctezuma 2002, T.3: 79).

Figura 3. Vista lateral izquierda del cráneo: ofrenda 1-lumbrera 4 (MTM).

Figura 4. Vista lateral derecha del cráneo: ofrenda 1-lumbrera 8 (MTM).

Figura 5. Vista lateral derecha del cráneo 1A: ofrenda 1-lumbrera 14 (MTM).

Figura 6. Vista frontal del cráneo 1B y vértebras cervicales: ofrenda 1-lumbrera 14 (MTM).

Figura 7. Vista lateral derecha del cráneo 3B: ofrenda 1-lumbrera 14 (MTM).

Figura 8. Vista lateral izquierda del cráneo 5: ofrenda 1-lumbrera 14 (MTM).

Figura 9. Vista lateral derecha del cráneo s/n: ofrenda 1-lumbrera 14 (MTM).

Figura 10. Vista lateral izquierda del cráneo: ofrenda 1-lumbrera 17 (MTM).

Tabla 1. Muestra de estudio /cráneos de tzompantli de la Catedral metropolitana, México D.F.

 

Notas

* Agradezco a Juan Alberto Román Berrelleza, José Luis Salinas Uribe y demás autoridades del Museo del Templo Mayor; a Juan Alberto Román Berrelleza y José Luis Salinas Uribe del Museo de Templo Mayor; Salvador Guilliem Arroyo de Tlatelolco, José Álvaro Barrera Rivera del Programa de Arqueología Urbana, Amalia Attolini y Bertina Olmedo Vera del Museo Nacional de Antropología; a los doctores Daniel Olivera e Inés Gordillo de la Universidad de Buenos Aires; al doctor Miguel Botella del Laboratorio de Antropología Física de la Universidad de Granada.

1 Todos los datos de las excavaciones de las lumbreras fueron proporcionados por el arqueólogo Barrera Rivera del Programa de Arqueología Urbana (PAU), y los datos de las ofrendas (lumbreras 4, 8, 14 y 17) fueron extraídos del trabajo de López Arenas [2001].

2 Resulta importante aclarar que los fragmentos óseos de los seis individuos de las lumbreras 9 y 13 también pudieron provenir de un contexto primario de ofrendas enterradas en asociación a estructuras edilicias prehispánicas, pero debido a la remoción y re-depositación sufrida durante la época colonial hacia su contexto secundario de hallazgo no fue posible conocer su procedencia original.

3 Dos tipos comunes de deformación cefálica entre los grupos humanos prehispánicos del altiplano central mexicano según Román Berrelleza [1990].

4 Dada la remoción y re-depositación en tiempos de contacto prehispánico-colonial, no se debe descartar la posibilidad de que dichos restos óseos humanos también procedieran de un contexto primario de depositación de ofrendas enterradas.

5 Las fotografías fueron tomadas por la autora. Todo el material óseo pertenece al Museo del Templo Mayor (MTM) de la Ciudad de México. D.F.

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