Jaime Ros Bosch fue un destacado economista mexicano cuyo múltiple y polifacético legado se compone de: contribuciones significativas a la teoría del desarrollo económico, al diagnóstico, análisis y solución de los más acuciantes problemas contemporáneos de las economías de México y de América Latina; una activa participación en la fundación de instituciones como el Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE); la edición de revistas científicas como Economía Mexicana del CIDE (1979-1985) y la Revista de Economía Mexicana. Anuario UNAM (2016-2019), que publica la Facultad de Economía de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), y colaboraciones de consultoría con varios organismos internacionales como el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), el Banco Mundial, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y la Organización Internacional del Trabajo (OIT).
A la anterior apretada síntesis, hay que añadir la incesante labor docente del profesor Jaime Ros, quién influyó en la formación de una miríada de economistas de la UNAM, el CIDE y de universidades extranjeras (Estados Unidos, Inglaterra, Perú), así como su participación en los comités editoriales de prestigiadas revistas especializadas nacionales e internacionales, por ejemplo, Economía Mexicana Nueva Época CIDE, Economía: Teoría y Práctica, Investigación Económica, Journal of Latin American Studies, Metroeconomica y Review of Keynesian Economics.
La vasta obra de Jaime Ros lo revela como un polígrafo cuya pluma laboriosa y febril fue un volcán efervescente en continua actividad intelectual; el escalpelo de sus escritos críticos de economía aplicada fue un Vesubio que, por erupción, proyectaba análisis originales con los que abría nuevos y fértiles derroteros de pesquisas para columbrar, comprender y superar las antinomias sociales y económicas del subdesarrollo. En la obra de Jaime Ros, vida y ciencia económica se hermanaron no como simple metáfora, sino para dar a luz una caterva de artículos y libros en los que no hay texto deshilvanado, desde sus primeros trabajos que -en forma precoz- sentenciaron que “la inflación ha jugado un papel de primera importancia en la evolución económica de México en la presente década y su control ha pasado a ocupar un lugar privilegiado en los objetivos de la política económica” (Ros, 1979, p. 41) hasta su postrer insistencia en que la superación del estancamiento de la economía mexicana y sus concomitantes “tendencias a una creciente desigualdad y una pobreza persistente” exigen que “las políticas monetaria y fiscal” rompan el “continuo alineamiento de la política macroeconómica con el consenso macroeconómico internacional previo a la Gran Recesión de 2008-2009” (Ros, 2019, pp. 40-41; véanse también Ros, 2013a y 2015).
En el intrincado y complejo ámbito de la teoría económica, Jaime Ros también dejó su impronta al demostrar que la riqueza conceptual y analítica de la teoría clásica del desarrollo económico (cristalizada en las teorías de Albert Hirschman, Harvey Leibenstein, Arthur Lewis, Juan F. Noyola, Ragnar Nurkse, Raúl Prebisch, Paul Rosenstein-Rodan, entre otros) tiene muchas bondades que la moderna teoría del crecimiento endógeno no debe soslayar. A pesar de este acertado descubrimiento de Ros (2013b), la teoría económica dominante continúa ignorando en lo esencial las incisivas contribuciones de la economía del desarrollo clásica.
Diderot decía que la vida era un constante quid pro quo; y W. A. Mozart sostenía que la verdadera finalidad de nuestra vida es la muerte, la “verdadera amiga del hombre”, acotaba. Mirada en forma holística, la existencia de Jaime Ros hizo realidad el apotegma de Wilhelm Reich: “el amor, el trabajo y el conocimiento son la fuente de la vida; también deben gobernarla”. Adriana, su compañera, y sus hijos Alejandra, Diego y Pablo, son testigos vivientes y herederos de la grandeza humana de Jaime.
Jaime Ros fue también un activo y conspicuo miembro del comité editorial de nuestra revista Investigación Económica, además de un pródigo amigo, sincero y leal -rara avis-, un colega de quien aprendimos mucho quienes tuvimos la fortuna de cruzarnos con las coordenadas de su feraz trayectoria académica y humanística. Con estas líneas hemos querido tributarle un sencillo homenaje póstumo.