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Revista mexicana de ciencias políticas y sociales

versión impresa ISSN 0185-1918

Rev. mex. cienc. polít. soc vol.62 no.230 Ciudad de México may./ago. 2017

 

Reseñas

La sociología de Bauman y su rechazo a la política de cerrar puertas y hacer muros

Bauman’s Sociology and His Rejection of the Policy of Closing Doors and Building Walls

Maribel Núñez Cruz* 

* Facultad de Estudios Superiores-Acatlán, Universidad Nacional Autónoma de México. Correo electrónico: <maribelnunez1@hotmail.com>.

Bauman, Zygmunt. 2016. Extraños llamando a la puerta. España: Paidós,


“La puerta mejor cerrada es aquella que puede dejarse abierta”

Proverbio chino

El miedo provocado

Con la publicación de uno de sus últimos libros, Extraños llamando a la puerta (2016), el sociólogo polaco Zygmunt Bauman (1925-2017), ganador del Premio Príncipe de Asturias en 2010, refrenda su gran contribución a la comprensión de nuestra compleja realidad contemporánea.

Desde Pensando sociológicamente (1994), Bauman planteó como objetivos de la sociología: “ver a través de las propias experiencias; y mostrar que los aspectos de la vida aparentemente familiares pueden ser interpretados de una nueva manera y vistos de una manera diferente” (Bauman y May, 1994: 24).

Su vocación sociológica por “desfamiliarizar” el mundo se pone de manifiesto en Extraños llamando a la puerta, al analizar la llamada “crisis migratoria” y cómo ésta se ha convertido en una de las primeras fuentes de preocupación entre los europeos, debido a que, en forma deliberada, medios y gobiernos han sembrado temor y han dictado los términos en que hay que pensar a propósito del movimiento masivo de personas a través de las fronteras. El sociólogo polaco analiza el modo dominante de abordar el asunto de las crecientes oleadas de migrantes y refugiados que huyen de la pobreza extrema o de la guerra y que llegan por miles a territorio europeo. Los gobiernos, cobijados bajo el discurso de la seguridad, dejan de lado frecuentemente otras consideraciones, como las que tienen que ver con los derechos humanos de los nuevos nómadas y “tratan a los migrantes como si fueran patatas calientes que pasarse unos a otros” (Bauman, 2016: 3).

Zygmunt Bauman, fiel también a una conocida máxima entre sociólogos que llama a no confundir un problema social con un problema sociológico (dado que los medios y actores políticos que definen algo como problema realizan una definición atravesada por sus propios intereses y agendas), advierte sobre el hecho de que la “crisis migratoria” llegara a convertirse en el problema social que más ansiedad produce entre los europeos. Afirma que dicha percepción ha sido provocada por los “generadores” y/o “administradores terrenales del miedo oficial” y cuya utilidad es indiscutible para éstos, dado que “el miedo oficial de sus súbditos es lo que en último término los mantiene en el poder” (Bauman, 2016: 16).

En el caso del miedo “a los extraños que llaman a la puerta”, los gobiernos, que parecen asumir su escasa eficacia para contrarrestar la tendencia a la precarización de la clase media en sus países o sus limitados alcances para combatir los riesgos asociados con el calentamiento global, aparecen frente al asustadizo ciudadano (que de por sí tiene que aprender a vivir y a digerir una buena dosis de incertidumbre en su cotidianidad) como agentes políticos capaces de mantener a raya a los recién llegados, ya sea encerrándolos en campos de refugiados o rechazándolos. La así denominada por Zygmunt Bauman “securitización es un truco de prestidigitador, calculado para ser sólo eso; consiste en desplazar la preocupación ciudadana de problemas que los gobiernos son incapaces de manejar o que no están dispuestos siquiera a intentar manejar, hacia otros problemas en los que sí sea visible su compromiso y la efectividad (ocasional) de su gestión” (Bauman, 2016: 9).

La adhesión a partidos o gobiernos que definen como su más alta prioridad el control de las fronteras y el imponer estrechos límites a la política de brindar refugio o asilo político es resultado del miedo “inoculado”, personificado por los extranjeros en busca de refugio o de trabajo. Afirma que la insistencia en que Europa vive una “crisis migratoria” sin precedentes genera “pánico moral […] temor extendido entre un gran número de personas que tienen la sensación de que un mal amenaza el bienestar de la sociedad” (Bauman, 2016: 2) y este importante sociólogo analiza los usos políticos del mismo.

Abordar la migración hacia Europa como un asunto exclusivamente relacionado con los temas de seguridad no deja ver que el panorama sería distinto si el discurso dominante pusiera el énfasis más bien en la “crisis humanitaria” que se presenta con millones de seres humanos que migran en condiciones infrahumanas y que, cuando tienen la suerte de librar el peligroso viaje en lanchas inflables para llegar a costas europeas, enfrentan un destino incierto de encierro, persecución, estigmatización y condiciones precarias.

Zygmunt Bauman denuncia esa operación discursiva y política que hace que se instale como verdad de sentido común el considerar a la migración como un problema para la seguridad y el progreso económico de los habitantes de los países más desarrollados y más atractivos para migrar. Para desmontarla acude al conocimiento antropológico e histórico que demuestra que los seres humanos han sido nómadas desde el origen de la humanidad. Y señala que la tendencia al incremento de la migración no se estabilizará hasta que no se acaben los conflictos bélicos que obligan a millones a buscar proteger su vida o mientras que la situación económica de los países expulsores no mejore.

Haré alusión a un hecho anecdótico que tuvo amplia difusión en el mundo, para ilustrar la importancia de los planteamientos de Bauman.

El 8 de septiembre de 2015, cuando la prensa local presenciaba el momento en que decenas de migrantes sirios rompían el cerco policiaco y cruzaban la frontera con Serbia para internarse al territorio de Hungría, los reporteros captaron la actuación de la camarógrafa húngara, Petra Laszlo, quien derribó a un migrante que cargaba a su hijo y pateó a otros que corrían para burlar a la policía.

Más tarde se supo que el migrante que fue víctima de la zancadilla de Petra era Osama Abdul Mohsen, quien llevaba en brazos a su hijo Zaid, de siete años, y era un entrenador de futbol que pertenecía a una familia de clase media en Siria, antes de que la guerra lo obligara a intentar llegar a Europa para establecerse y después llevarse al resto de su familia, que estaba en un campo de refugiados en Turquía (El Mundo, 2015).

Petra fue despedida de N1TV, una cadena de noticias identificada con la extrema derecha, dado que los directivos consideraron que su actuación fue “poco profesional”.

El caso sirve para analizar la situación de Europa, en particular el “clima social” que prevalece en algunos países cuyos líderes políticos son abiertamente hostiles a los recién llegados, como es el caso del primer ministro de Hungría, Viktor Orbán, cuyo gobierno ha sido de los más renuentes a dar asilo y que ha hecho declaraciones del tipo: “Todos los terroristas son migrantes” (Bauman, 2016: 10).

Después de ser despedida, la camarógrafa dijo ser sólo una mujer de 40 años, madre de dos hijos que ahora estaba desempleada y cuya vida había quedado destruida por ser exhibida como una racista sin compasión. La amplia difusión del video en el que ella hizo caer a Mohsen y a su hijo en brazos, al meterle el pie, la hizo blanco de críticas y, paradójicamente, cientos de personas que condenaban su actuación insolidaria y poco empática se sentían con derecho a proferir insultos y amenazarla de muerte a ella y a su familia.

En su defensa, Petra dijo haber actuado sin pensar porque fue presa del pánico y argumentó que, al ver que todos corrían hacia ella, actuó en defensa propia. El jurado que analizó su caso desechó el argumento de la defensa, debido a que los migrantes no corrían hacia ella, sino para internarse en territorio de Hungría y, un año y medio después del hecho, la condenó a tres años de libertad condicional por vandalismo.

A principios de 2017, Petra declaró que pensaba migrar a Rusia porque quería para ella y para su familia una vida tranquila.

Los usos políticos de la incertidumbre existencial

Del mismo modo en que advierte Bauman de los rendimientos políticos que la estrategia de “securitización” brinda a los actores que se disputan el favor de un electorado suspicaz y cansado del espectáculo de corrupción e ineficiencia de las élites políticas tradicionales, el sociólogo polaco advierte sobre la tendencia a que las golpeadas clases medias y la población que parece condenada a sortear el día a día, sin la esperanza de poder remontar sus condiciones de pobreza, busquen la salida a su incertidumbre existencial adhiriéndose a nuevos redentores, hombres (o mujeres) fuertes que prometen devolver a los más precarios el sentimiento de control de su existencia.

Además de ocuparse de la crisis humanitaria que resulta de la llegada de los que se calcula serán ya alrededor de 3 millones de migrantes a Europa en 2017, Bauman analiza el voto antisistema que convirtió en presidente de Estados Unidos al millonario Donald Trump cuyo lema de campaña fue “Make USA Great Again” (que no pocos parodiaron como “Make USA White Again” o “Make USA Hate Again”).

Las clases medias y populares que en las últimas décadas vieron desaparecer sus contratos colectivos y las prestaciones sociales que les brindaban un mínimo de seguridad para enfrentar la enfermedad, la discapacidad o la vejez, incapaces de comprender cabalmente el origen del cataclismo que arrasó con sus certidumbres, sucumben con facilidad a los discursos que construyen “chivos expiatorios” a los que se puede culpar de la propia desgracia y fantasean con justicieros que llegados al poder pueden disolver los nubarrones.

Resulta sintomático el hecho de que las sociedades que viven con un sentimiento de derrota frente a unos poderes fácticos, globales y anónimos, a los que no identifican plenamente y que parecen invencibles, se ilusionan con la idea de un hombre (o mujer) fuerte que pueda devolverles la anhelada tranquilidad.

Desde el campo de la sociología, son muchas las voces que advierten sobre la necesidad de empoderar a las sociedades para evitar que éstas, sintiéndose frágiles e impotentes, apuesten por líderes autoritarios.

El otro invisible

En Extraños llamando a la puerta, este importante sociólogo contemporáneo vuelve a una inquietud presente a lo largo de su extensa obra: la de los mecanismos de producción de indiferencia moral que operan en la sociedad contemporánea. Desde Modernidad y Holocausto (1998), Bauman advertía que sustraer al otro de la mirada de los demás tiene como consecuencia que éstos se despreocupen de su suerte (como ocurrió con millones de personas en los campos de concentración nazi). En sus últimos textos, se refiere concretamente a la “ceguera moral” que se produce cuando unos dejan de ver en las escenas de niños ahogados en su intento por alcanzar costas europeas un llamado a la solidaridad y a la empatía y, en lugar de esto, experimentan miedo debido a la presencia “amenazante” de los recién llegados, a los que atribuyen su incertidumbre sobre el futuro. Así es que la ceguera moral, según Bauman, surge cuando se deja fuera del alcance de mi responsabilidad ética a millones de personas de los que se tiene una percepción estereotipada y a los que se califica como hostiles o peligrosos. Así, el universo de personas con las que es posible ser empático es cada vez más reducido y puede incluir sólo al círculo de amigos y familiares o a los franceses o europeos. En síntesis, como advierte Richard Sennett: “En lugar de la antigua máxima ‘nada humano me es ajeno’, la de la identidad moderna podría ser ‘nada ajeno a mí es real’” (Sennett, 2014: 47).

Bauman hace referencia, en Extraños llamando a la puerta, a varias de las voces más importantes de la sociología contemporánea. Entre éstas, las de Ulrich Beck, Anthony Giddens y Richard Sennett.

En Juntos. Rituales, placeres y política de cooperación (2012), el sociólogo estadounidense Richard Sennett apunta al mismo problema que Bauman, cuando dice que entrar en diálogo con otros es el camino para aprender a actuar éticamente frente a ellos. Al contrario, mantener al otro a distancia o no estar interesado en escuchar lo que tenga que decir lo vuelve invisible o amenazante.

Frente a la conocida recomendación que los padres hacen a sus hijos de que: “No deben hablar con extraños”, Sennett, Bauman y Beck coincidirían en que tal consejo surgido de la sabiduría práctica de muchos siglos no parece ser adecuada para nuestra nueva realidad. Nuestras sociedades serán, cada vez más, sociedades multiculturales y es preciso que surja entre nosotros una conciencia cosmopolita que incorpore el diálogo con los que no nos resultan familiares.

El desarrollo económico, científico y técnico debe ponerse al servicio de la construcción de soluciones razonables y pacíficas para resolver las dificultades que resulten del hecho de no poder mantener a los “extraños” a una distancia cómoda. Estigmatizar a otros o hacer muros que los separen de nosotros no constituye sino la expresión de la tendencia a evadir los retos y dificultades y de pretender eliminarlos a través de planteamientos simplistas y contrarios a la ética cívica.

El físico Richard Feynman, miembro del Proyecto Manhattan que hizo la bomba atómica, al hacer referencia al hecho de que la ciencia puede ser utilizada para hacer el bien o para hacer el mal, cuenta una anécdota: “En cierta ocasión en Hawái me llevaron a un templo budista. En el templo un hombre dijo: ‘A cada hombre se le da la llave de las puertas del cielo. Esa misma llave abre las puertas del infierno’” (Feynman, 1999: 17).

En el caso que nos ocupa, es posible usar el poder de gobiernos, organismos internacionales y medios de comunicación para defender las fronteras o para defender a las personas, primero que a las fronteras. La misma llave puede abrir las puertas del cielo o del infierno.

Zygmunt Bauman nos habla de la necesidad de cambiar el discurso sobre la inmigración, por otro que considere de manera realista que nuestro mundo enfrentará cada vez más movimientos masivos e incontenibles de personas que huyen de la pobreza, de la guerra o de desastres naturales, que tocarán “puertas que perdieron hace mucho tiempo sus bisagras” (Bauman, 2016: 21).

Sobre la autora

Maribel Núñez Cruz es doctora en Estudios Políticos y Sociales por la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, maestra en Sociología Política por el Instituto Mora y licenciada en Sociología por la Facultad de Estudios Sociales Acatlán de la UNAM, institución en la que actualmente es profesora-investigadora. Sus líneas de investigación son epistemología y metodología de las ciencias sociales, teoría social contemporánea y nuevos movimientos sociales y derechos humanos. Entre sus publicaciones se encuentran: (coord.) Richard Sennett. Cuerpo, trabajo artesanal y crítica del nuevo capitalismo (2016) y La hermenéutica en la sociología contemporánea (2008).

Referencias bibliográficas

Bauman, Zygmunt (1998) Modernidad y Holocausto. Madrid: Sequitur. [ Links ]

Bauman, Zygmunt (2016) Extraños llamando a la puerta. España: Paidós. [ Links ]

Bauman, Zygmunt, y Tim, May (1994) Pensando sociológicamente. Buenos Aires: Nueva Visión. [ Links ]

El Mundo (2015) “¿Por qué tanto odio, Petra? Carta a la mujer que derribó a mi padre” [en línea]. Disponible en: <http://www.elmundo.es/cronica/2015/09/13/55f3d620268e3e28658b4572.html > [Consultado el 14 de febrero de 2017]. [ Links ]

Feynman, Richard (1999) ¿Qué significa todo eso? Reflexiones de un crítico-ciudadano. Barcelona: Crítica. [ Links ]

Sennett, Richard (2012) Juntos. Rituales, placeres y política de cooperación. Barcelona: Anagrama. [ Links ]

Sennett, Richard (2014) El extranjero. Dos ensayos sobre el exilio. Barcelona: Anagrama. [ Links ]

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