Los intermediarios de la prensa: periódicos y segundas líneas de liderazgo en los populismos clásicos de Argentina y Brasil
Este trabajo estudia el papel y la trayectoria de los denominados intermediarios de la prensa, es decir, las “segundas líneas” de los liderazgos que durante los populismos clásicos de Brasil y Argentina estuvieron vinculados con los medios de prensa. Seleccionamos para este análisis a cuatro intermediarios por considerar que fueron quienes desempeñaron las funciones de mayor relevancia en la definición de las relaciones de estos procesos con los medios periodísticos, con la excepción de los líderes máximos de esos movimientos: Juan Domingo Perón y Getúlio Vargas. En el caso del primer peronismo en Argentina (1946-1955), consideramos el papel desempeñado por Carlos Vicente Aloé y Raúl Apold, mientras que con respecto a los dos gobiernos de Getúlio Vargas (1930-1945/1951-1954) nos enfocamos en las figuras de Lourival Fontes y Samuel Wainer.1
Ambos procesos son entendidos como “populismos clásicos”, denominación que comparten con el proceso liderado por Lázaro Cárdenas, en México (1934-1940), según un consenso existente en las ciencias sociales latinoamericanas (Mackinnon y Petrone, 1999; Nercesián y Rostica, 2015). Este consenso se basa en la idea de que estas tres experiencias tuvieron dos rasgos comunes. Por un lado, una fuerte intervención estatal en la economía que buscaba impulsar la industrialización y fortalecimiento del mercado interno. Por el otro, la incorporación social, simbólica y política de sectores sociales hasta entonces excluidos en estas sociedades (Laclau, 2007; Weffort, 1999; Córdova, 2014; Castro, 1994; James, 1991; Cane, 2011).
Sobre la especificidad de la relación entre prensa y populismos, Waisbord (2013) ha señalado que estas experiencias se caracterizan por una obsesión con la comunicación y los medios, estableciendo un tipo de comunicación vertical, desde el Estado, que se estructura en torno a la figura y la legitimación del líder.
Esta definición del autor nos permite reflexionar sobre algunas características que adoptó el accionar de estos intermediarios y que los diferencia de aquellos que participaron en otros procesos históricos. Entendemos que su tarea de intermediación en los populismos clásicos se distingue por estar orientada a sedimentar la imagen del líder y por comunicar a través del aparato estatal una épica referida a las transformaciones sociales que introducían estos populismos. Ambas tareas interrelacionadas serían la clave para afianzar el arraigo popular y el sostenimiento de los liderazgos de Getúlio Vargas y Juan Domingo Perón.
El trabajo se encuentra orientado desde la perspectiva del process-tracing y la historia comparada. Para la selección de las muestras se han cruzado varios archivos personales y de medios de prensa relativos a los personajes que se van a analizar, con una selección documental orientada a reconstruir su trayectoria hasta llegar a su actuación política durante el proceso populista. Una vez realizada esta reconstrucción descriptiva y de periodización temporal, se procedió a la verificación de hipótesis sobre la actuación política de los intermediarios seleccionados (Collier, 2011; Falleti y Mahoney, 2015).
Varios trabajos han comparado el varguismo y el peronismo, en particular, los de Capelato (1998), quien analizó la propaganda política durante estos gobiernos, y Fiorucci (2004) cuyo trabajo versa sobre la relación con los intelectuales. Sin embargo, nosotros nos distanciamos del enfoque de ambas autoras, ya que las mismas circunscriben el varguismo al periodo correspondiente al primer gobierno de Getúlio y la dictadura del Estado Novo. Este sesgo lleva a Capelato a identificar ambas experiencias populistas con el autoritarismo2 y, por ende, a desestimar las interpretaciones sobre su naturaleza democratizadora –más asociadas con el peronismo y el segundo gobierno de Vargas (1951-1954). Por su parte, Fiorucci concluye que el varguismo fue “menos populista” que el peronismo, aseveración que también resulta cuestionable cuando se considera el último gobierno de Vargas.
Capelato valora las teorías que tienden a asociar al populismo con el fascismo europeo, a la vez que relega ciertas interpretaciones específicas sobre las características propias del populismo latinoamericano, como los planteamientos que presentan García (2008) y Sader (2009). Ambos autores señalan el anti-imperialismo de los populismos latinoamericanos como una característica distintiva que los diferencia, entre otros aspectos, de los fascismos europeos.
En este mismo sentido, Gené (2005) es crítica del trabajo de Capelato, al señalar que las políticas de propaganda y comunicación de los populismos clásicos resultaron de una intersección de variadas influencias, que formaban parte de un clima de época y presentaban puntos comunes tanto con el New Deal de Estados Unidos como con los fascismos europeos.
También se han analizado, desde una perspectiva más convergente con la que aquí sostenemos, los vínculos de los populismos de Brasil y Argentina con los empresarios judíos (Senkman, 2006). Desde esta misma perspectiva, que destaca la ambigüedad de estos procesos políticos, ha sido estudiado el imaginario y las relaciones de los campesinos con las figuras presidenciales de Vargas y Perón (Vazelesk, 2007). Otros estudios recientes se han enfocado en figuras clave, como el periodista brasileño Geraldo Rocha, que utilizó los medios de prensa para el ejercicio de una intermediación entre el varguismo y el peronismo (Bohoslavsky, 2015: 2016).
Se ha destacado que, antes de la llegada del peronismo al gobierno, en Argentina existía un gran mercado de prensa y publicaciones, una esfera pública para “ilustrados”, atravesada por conflictos incipientes entre los periodistas y los dueños de los diarios, que el peronismo explotaría en su favor (Cane, 2011). En Brasil, esta esfera pública de “ilustrados” coexistía con la censura a los periódicos, una práctica que se había destacado antes de la llegada de Vargas, que acentuaría este proceder durante el Estado Novo (Capelato, 1989; Pilagallo, 2012). Por el contrario, durante su segundo gobierno Getúlio se vería acosado por una prensa liberal-conservadora que no dudaría en ejercer sus recuperadas libertades para atacar ferozmente su mandato.3
Para desarrollar el análisis de las segundas líneas de los liderazgos adoptamos en este trabajo el enfoque de Raanan Rein (2008), quien indica que las segundas líneas constituyen en los procesos políticos populistas el papel de intermediarios fundamentales, tanto en la formación del movimiento para llegar al poder, como en el sostenimiento del proceso político una vez alcanzadas las posiciones en el gobierno. Rein historiador pone en cuestión las interpretaciones de la sociología weberiana que otorgan un lugar excluyente al líder carismático en su relación “directa” con las masas, siendo que estas últimas atribuirían al primero cualidades extraordinarias. También, un aspecto constitutivo de este enfoque supone preguntarse cuál es el aporte específico que cada uno de estos líderes intermedios trae al movimiento político del cual forma parte como una contribución propia.
Desde esta perspectiva, resulta relevante preguntarse por el papel de las “segundas líneas” a nivel comparado entre Argentina y Brasil, y en particular, en este trabajo interesa indagar sobre estas “segundas líneas de la prensa” en su aporte para la consolidación de los llamados “populismos clásicos”.
Ambas experiencias políticas: el peronismo y el varguismo, coincidieron en su emergencia con un periodo de expansión de la propaganda a nivel internacional, que se expresaría en procesos como los fascismos europeos y el New Deal estadounidense (Gené, 2005). Los gobiernos populistas clásicos de Argentina y Brasil otorgaron así un reconocimiento inédito a la comunicación política y a la producción simbólica como aspectos centrales en la legitimación de estos procesos políticos (Liedtke, 2008; Mercado, 2013; Castro, 1994; Cane, 2011). En este marco, los intermediariosde la prensa cumplirían funciones relevantes para la consolidación de estos procesos por medio de la transmisión de mensajes desde el aparato estatal, así como a través de las negociaciones con periodistas y dueños de los periódicos, en representación de los intereses de estos gobiernos. Este contexto de época, así como las particularidades específicas que asumieron los procesos populistas de intervención estatal e incorporación de sectores excluidos, otorgaron a estos intermediarios una función específica distinguible de otros contextos y experiencias políticas.
Consideramos así que este análisis puede aportar para una comprensión del papel que cumplieron dichos funcionarios en el vínculo entre estos procesos populistas y los medios de prensa. Nuestras preguntas-problema serían: ¿Qué papel cumplieron las segundas líneas de la prensa en uno y otro caso? ¿Cuáles son las diferencias y similitudes en las estrategias y acciones desplegadas por estos liderazgos intermedios en la consolidación de estos procesos políticos en un país y en el otro? ¿Qué aportes específicos introdujeron cada uno de estos líderes de la segunda línea para la consolidación de los procesos populistas en los cuales participaron?
Partimos de la premisa de que Lourival Fontes y Samuel Wainer, en Brasil, así como Raúl Apold y Carlos Vicente Aloé, en Argentina, serían cruciales para la construcción del dispositivo comunicacional de ambos gobiernos, al tener gran influencia en la consolidación de los mensajes de legitimación simbólica.
Lourival Fontes formaba parte de la elite política del primer varguismo, de matriz autoritaria, junto con Francisco Campos (Ministro de Justicia), Góes Monteiro (Jefe de las Fuerzas Armadas), Eurico Dutra (Ministro de Guerra) y Felinto Müller (Jefe de Policía de Río de Janeiro). Los grupos predominantes en esta primera etapa eran: los tenentes, los funcionarios de simpatías fascistas o pro-alemanas, y el grupo que acompañaba a Vargas desde Rio Grande do Sul, en el cual se destacaba el canciller pro-estadounidense, Osvaldo Aranha (Neto, 2012). Por el contrario, Samuel Wainer, quien se acercaría al varguismo a partir de 1949, respondía al entorno político posterior a 1946 del getulismo, que en este nuevo marco constitucional pretendía dejar atrás su pasado autoritario e identificar al varguismo con una política laborista, que buscaba una “renovación generacional” de la cual era parte también Joao Goulart (Ferreira, 2011).
Carlos Vicente Aloé y Raúl Apold se caracterizarían por su lealtad frente a los dos líderes máximos del peronismo, Juan Domingo Perón y Eva Perón; también, por su eficacia en el cumplimiento de las órdenes emanadas desde la Presidencia. Estos aspectos los diferenciarían de otros líderes “caídos en desgracia”, que tuvieron más pretensiones de autonomía a lo largo del primer peronismo, como Domingo Mercante, José Figuerola y Juan Atilio Bramuglia, entre otros (Rein, 2008).
Es significativo que los dos mayores intermediarios de la prensa en el peronismo, Apold y Aloé, se caracterizaron por su lealtad a la pareja presidencial, lo cual habla inequívocamente de las características de la estrategia trazada durante este proceso político frente a la prensa entre 1946-1955.
Los populismos clásicos fueron cambiando su morfología a lo largo del tiempo, a partir de su interacción con distintos actores sociales. Por lo tanto, también el peso de los intermediarios fue variando en los círculos del poder político, en función del vínculo establecido con el líder y la importancia que este último otorgaba a los primeros según las prioridades comunicacionales de cada etapa.
Luego de esta introducción, pasemos a la descripción y análisis de la trayectoria de estos cuatro intermediarios de la prensa. Finalizaremos con una conclusión comparativa que nos permitirá puntualizar los hallazgos de este recorrido.
Raúl Apold: el jefe de la propaganda peronista
Inició su carrera política en el mundo de la aviación militar, formando parte de la Comisión Directiva del Aero Club Argentino, en vinculación con Julio Argentino Noble, hermano del fundador del periódico Clarín, Roberto Noble. Esta primera experiencia sería importante para su exitoso desempeño posterior en el primer peronismo (1946-1955), si consideramos que estos gobiernos estuvieron conformados por una gran cantidad de militares.
Pero Apold también se movía con habilidad en el mundo del cine y del espectáculo, a raíz de su participación en la empresa Argentina Sono Film (Mercado, 2013). Desde su época como redactor en el diario El Mundo, se destacó por su capacidad para conectar el mundo del espectáculo con el poder político.
También le valió su experiencia en la conformación de imágenes para las revistas Fémina y Aconcagua Ilustrada, publicaciones de las cuales era director (O Radical, 1934). Esto le facilitaría luego una vinculación privilegiada con Eva Perón, quien también provenía del medio del espectáculo, lo cual sería clave para su ascenso en la carrera política.4
Apold preparaba y corregía los discursos de Evita, al tiempo que dirigía el periódico Democracia, desde 1947. Este diario fue de importancia mayor para la cúpula peronista,5 y se convertiría en expresión preferencial de “la Señora” (Eva Perón). Más adelante, Apold sería nombrado Director de Difusión de la Fundación Eva Perón.
Sus conocimientos sobre la utilización moderna de las imágenes serían un aporte adicional al peronismo, hecho que le permitiría iniciar su carrera como director del Noticiero Panamericano.
La Dirección General de Espectáculos Públicos dispuso la exhibición obligatoria de los noticieros en todas las salas cinematográficas del país, y decidió distribuir principalmente celuloide virgen entre las empresas productoras de noticieros en la Argentina. Esta decisión benefició básicamente a Antonio A. Díaz, productor de Sucesos Argentinos, y a Argentina Sono Film, que hacía Noticiero Panamericano. Sólo Apold estaba en condiciones de llevar a Perón por esos caminos (Mercado, 2013: 58 y59).
El periodista acumularía en forma progresiva cargos de relevancia en el entorno comunicacional del peronismo. Primero fue nombrado Director General de Difusión (1947) y desde 1949 sería Subsecretario de Informaciones de la Presidencia, con despacho en la Casa Rosada.6 Con el desarrollo de este proceso político fue acrecentando su peso en el gobierno, hasta que fue nombrado Secretario de Informaciones, en 1954.
Bajo su dirección sería creada la División de Asuntos Especiales, que con delegados en varias provincias del país procuraría fortalecer las acciones de propaganda a lo largo del territorio nacional, realizando un seguimiento y control editorial de la postura de los periódicos frente a la “Revolución”. A modo de ejemplo, el 27 de diciembre de 1949, el delegado en la provincia de La Rioja comunicaba a Amado Adip, Jefe de la División de Asuntos Especiales de la Subsecretaría de Informaciones (SSI), que:
Estoy en la plena seguridad que si el diario “Democracia”, llegara en mayor cantidad (solamente se reciben 70 ejemplares) habría una mayor circulación del mismo, pues lo he podido comprobar por la demanda los días de su llegada, de esa manera con mayor número de ejemplares se podría contrarrestar la difusión de los diarios “La Prensa” y “La Nación”.7
Apold desarrollaba un trabajo de gestión permanente en los asuntos de la propaganda. Esta Subsecretaría tenía a su cargo la elaboración de propaganda e información para su difusión en el exterior, una preocupación importante de la dirigencia política del primer peronismo, que no parece haber sido indagada lo suficiente hasta el momento. Las prioridades de la difusión serían países como Estados Unidos, Brasil,8 España,9 Chile,10 Francia e Inglaterra. De este modo, se buscaba contrarrestar la propaganda difundida por las agencias de prensa de los países occidentales que asociaban al peronismo con el nazismo:
Esta necesidad de difundir la obra de gobierno, se hace tanto más imperiosa cuando circunstancias especiales lo exigen: verbigracia, en los casos en que el país se recupera en sus fuentes económicas, en su cultura, en sus normas políticas y sociales –como sucede a la Argentina de nuestros días–, o en los casos en que la propaganda exterior –movida por intereses foráneos o interiores, empeñados en obstaculizar la obra de gobierno– pone trabas a los esfuerzos del Poder Ejecutivo, en peligro sus relaciones exteriores y en amenaza la paz interior.11
En la SSI sería elaborada la propaganda estatal para el gobierno peronista, como la propia del Segundo Plan Quinquenal, que decía: “Todo argentino bien nacido, colabora leal y entusiastamente en el 2do. Plan Quinquenal”.12 Dos orientaciones marcaron la elaboración de la propaganda de Apold al frente de la Secretaría: la divulgación de la obra social de Eva Perón y las construcciones negativas sobre el accionar de los “comunistas” entre la clase trabajadora.
La mencionada SSI fue acrecentando su influencia conforme transcurría el gobierno de Perón, coordinando la propaganda, ejerciendo el control en la distribución del papel para los periódicos en función de afinidades políticas13 y organizando eventos populares de exaltación del gobierno. Recibiría la “medalla peronista” como premio a su lealtad y eficiencia.
El punto más alto en la carrera de Apold lo constituyó la organización del Festival Internacional de Cine de Mar del Plata, en marzo de 1954, una impactante conjunción entre espectáculo y propaganda hacia el exterior para el gobierno, que contaría con un enorme presupuesto y la presencia de delegaciones de estrellas del cine, periodistas y directores de todo el mundo. La carrera del periodista dentro del peronismo sería ascendente, hasta la crisis del gobierno que desembocaría en el golpe de 1955.
Roberto Noble, dueño y fundador del periódico Clarín, construyó con Apold un vínculo de beneficios mutuos (Sivak, 2013). Éste implicaba la divulgación por parte del periódico de la obra del poderoso Subsecretario, a cambio de una habilitación preferencial desde el Estado para las importaciones de papel.14 Hay algo que resalta en el estudio de la correspondencia entre ambos, y es que mientras la mayoría de las personas que escriben a Apold lo hace con suma reverencia, en reconocimiento del poder y la influencia que tenía el Secretario de Prensa con Perón y Evita, Roberto Noble y los “clarinistas” se dirigen a éste con una pretensión de simetría en el vínculo.15
Esta relación en la que el intermediario estatal aparece como un facilitador para la consolidación comercial de un grupo mediático, a cambio de cobertura favorable al gobierno, la veremos también en Brasil al estudiar el vínculo establecido entre Roberto Marinho, Herbert Moses y Lourival Fontes.
Ante la crisis que se presentaba a principios de 1955 entre el peronismo, la Iglesia y amplios sectores de la oposición política, Apold renunció a su cargo, siendo reemplazado por León Bouché, designado nuevo Secretario de Informaciones. Al ser un periodista profesional y pluralista,16 en contraste con las características de su antecesor, su designación obedecía a un intento de Perón por distender los ánimos y así detener la crisis política que se expandía en aquellos meses (Mercado, 2013). Según declararía más tarde el propio Bouché sobre su función, desde el momento en que asumió la SSI:
[…] no tendría ninguna dependencia política puesto que el ex presidente según sus declaraciones públicas al día siguiente de tomar yo posesión del cargo, dijo que también dejaba de tenerla. Era una dependencia enorme en la que según supe se hicieron innumerables trabajos de propaganda política, pero la que yo no tuve tiempo de conocer a fondo, ni siquiera de investigar, porque en realidad no me interesaba pues yo no la utilizaría nunca con tales fines.17
Pero el tardío reemplazo de Bouché por Apold, el 30 de junio de 1955, no tendría un efecto decisivo para evitar el derrocamiento del primer peronismo, en septiembre de aquel año. No obstante, la falta de expresión de las voces opositoras, característica de la etapa de Apold, sí tendría relevancia para explicar la crisis que condujo al agotamiento de esta experiencia populista.
Carlos Vicente Aloé: lealtad y administración
Aloé ocupó varios cargos de relevancia durante el primer peronismo. Proveniente del medio militar, estableció en el ámbito castrense su vínculo con Juan Domingo Perón, hacia 1921. De este modo, compartiría las concepciones militares sobre el orden social y la disciplina, participando de los golpes de Estado de 1930 y 1943 (Panella, 2013).
Durante el primer peronismo se desempeñó como Jefe de la División de Despacho de la Presidencia de la Nación (1946-1952) y, más adelante, fue gobernador de la Provincia de Buenos Aires (1952-1955). Como funcionario, se destacó por su lealtad hacia el líder y hacia Eva Perón, hecho que le permitiría mantenerse en el movimiento y distinguirse de otras “segundas líneas”, que cayeron en desgracia, como Domingo Mercante. Así, señala Zylberman:
Aloé, a diferencia de Mercante, se presenta como un engranaje más dentro del aparato justicialista que sólo implementa las decisiones provenientes de la conducción. No se perciben cuestionamientos ni anuencias, y la autoridad de Perón es confirmada a cada momento (Zylberman, 2007: 12).
En cuanto a la relación entre gobierno y los medios de prensa, Aloé tuvo un papel fundamental, al ser presidente del Grupo Editorial ALEA, el consorcio de medios del peronismo donde se concentraban los distintos periódicos y revistas del movimiento peronista:
ALEA incluía siete diarios de la Capital: Democracia, El Laborista, Noticias Gráficas, Crítica, La Época, La Razón y El Mundo; la editorial Haynes con sus revistas El Hogar, Selecta, PBT, Caras y Caretas, Mundo Argentino, Mundo Agrario, Mundo Atómico, Mundo Deportivo, Mundo Infantil, Mundo Radial, Mundo Peronista y El Alma Que Canta. En el interior, la cadena oficial tenía sesenta y tres diarios, más emisoras de radio en Rosario, Chaco, Santa Fe, Mar del Plata, Bahía Blanca, San Juan, Mendoza, Tucumán, Córdoba, Río Gallegos, San Rafael, Comodoro Rivadavia y Bariloche. En la capital tenía las radios El Mundo y Libertad, más ocho talleres gráficos y el edificio Alas (Zylberman, 2007: 16).
Hacia 1955, este grupo iría ampliándose cada vez más y fue clave en la estrategia de centralización de medios que avanzó de un modo creciente durante los gobiernos de Perón. Según Aloé: “Eso era una organización de empresas periodísticas dirigida por funcionarios del gobierno y por otra gente que no lo era. Claro que respondía a una idea: la de formar opinión, porque todos los gobiernos necesitan tener medios de información que les sean adictos” (Primera Plana, 1967, citado en Panella, 2013: 16).
La gobernación de Aloé en la Provincia de Buenos Aires vendría a expresar tanto el paso del peronismo hacia un periodo de mayor autoritarismo y verticalidad, como un intento por eliminar y desprestigiar el papel cumplido por la gestión previa de Domingo Mercante. Esta última se había caracterizado por la apertura política y el diálogo con la oposición.
Aloé trabajó en cercanía con Apold, como demuestran las cartas del archivo personal de este último, donde interlocutores como Roberto Noble se refieren tanto a Apold como a Aloé en lo referido a sus pedidos de favorecimiento para la distribución de papel.18
Un documento de la Revolución Libertadora destaca el papel que cumplió Aloé, “sucesor por mandato implícito de la jerarquía de Miranda”, al frente del Banco Central para la operación y crecimiento de la sociedad anónima CADEPSA, adquisición que permitió al gobierno apropiarse del periódico Crítica, propiedad de Salvadora de Botana:
Con referencia a la propiedad de las acciones constitutivas del capital social, es dable destacar, que ninguno de los directores adquirió realmente ninguna de ellas a pesar de figurar alguno de los mismos como titulares de varios millones de pesos en acciones; el señor Aloé era el encargado de distribuirlas en forma nominal.19
Como intermediario leal al líder, Aloé sostuvo una concepción del periodismo de subordinación al “pueblo” y, como señalara en la clase inaugural de la Escuela de Periodismo Presidente Perón:
El periodismo no puede estar sino al servicio del Pueblo y de la Nación. No puede estar al servicio de intereses personales o de ideas contrarias a la nacionalidad. Así como todos los ciudadanos argentinos tenemos el deber de estar al servicio de la Nación y de la comunidad que nos agrupa, el periodismo ha de estar también orientado por esa norma fundamental. Por eso es menester que el periodista tenga alma popular, que posea sensibilidad popular, que sienta el quehacer diario, la psicología de la calle, el pensar de los ciudadanos, la opinión del Pueblo (La Época, 1955).
Sin formación periodística, Aloé cumplía una función administrativa y política con respecto a los medios en el peronismo. Su papel se definía como el de un ejecutor de operaciones que redituaban en el incremento de poder y control del gobierno en el mercado de medios.
Lourival Fontes: periodista e intelectual de presencia perdurable en el varguismo
Oriundo del estado de Sergipe, Lourival Fontes llega a Rio de Janeiro en 1920. Como destaca Lopes (2002), escribía periodismo desde los 13 años.
En 1914, colaboraba con el Jornal do Povo, de Aracaju, y con el Diario da Manhã, cuando el presidente del estado, el general Manuel Presciliano de Oliveira Valadão, impresionado con sus reportajes, le ofreció empleo como corresponsal en Bahia en el periódico oficial O Estado de Sergipe, lo que le permitiría continuar sus estudios en Salvador (FGV CPDOC, 2017a).
Al igual que Getúlio Vargas (Neto, 2012), Fontes estaba imbuido de la cultura política positivista y jerárquica característica de las élites políticas regionales. Estas coincidencias ideológicas facilitaron su aproximación a la fórmula de la Alianza Liberal y al proyecto de modernización conservadora del primer gobierno de Vargas (1930-1945).
El ingreso de Fontes en la política es propiciado por la unión entre Iglesia y Estado que promueve el varguismo durante sus primeros quince años de gobierno, así como en tanto crítico del sistema político oligárquico que prevaleció durante la República Velha. Fontes se había acercado al catolicismo y ese acercamiento le permite vincularse con la Alianza Liberal, que en las elecciones de 1930 llevó la candidatura de Getúlio Vargas y Joao Pessoa (Lopes, 2002).
Fundó la revista fascista Hierarchia en 1931, de la cual fue director, y luego recibió el nombramiento de funcionario de la intendencia de Río de Janeiro bajo la dirección de Pedro Ernesto. Lourival sentía admiración por el fascismo y por la instrumentación de la propaganda estatal que realizara ese régimen político. Su admiración y conocimiento de la experiencia italiana fueron importantes, dado que que Vargas tenía interés en crear un organismo estatal en Brasil encargado del control y la difusión de la propaganda.
En 1934 Fontes fue designado para dirigir el Departamento de Propaganda y Difusión Cultural, durante el periodo del Gobierno Provisorio. Este organismo, a partir de su transformación en 1938 en el Departamento Nacional de Propaganda, estaba encargado de la elaboración del programa radial La Hora de Brasil, que divulgaba la obra de gobierno de Vargas.20
En 1939, en el marco de la dictadura del Estado Novo, se creó el Departamento de Prensa y Propaganda (DIP), que organizaba una serie de publicaciones en defensa del gobierno, como A Manhã, A Noite, Radio Nacional y la revista Cultura Política. Desde el DIP se aplicaban restricciones o favorecimientos para la compra de papel, en función de las afinidades políticas con los distintos periódicos:
Vargas firmó el Decreto nº 300, volviendo definitiva la exención en tasas impositivas sobre el papel y estableciendo al mismo tiempo la necesidad de autorización del Ministerio de Justicia para la apertura de nuevos periódicos y revistas. El gobierno presionaba a la prensa principalmente a través de la concesión de favores fiscales sobre el papel. El trámite de los pedidos de exención de impuestos era rápido. Cuando un periódico no era del agrado del DNP, el avance de los pedidos de exención era demorado hasta que los responsables del periódico tuvieran que recurrir a Lourival Fontes para obtener este beneficio (FGV CPDOC, 2017a).
El análisis de Tania Regina de Luca (2011) sobre el DIP muestra la distribución de folletos y propaganda por parte del varguismo hacia Estados Unidos. Este procedimiento posee similitudes con las intenciones del primer peronismo de difundir hacia otros países sus definiciones sobre este proceso político, posiblemente en ambos casos con el propósito de contrarrestar las visiones críticas a estos gobiernos que emanaban de organizaciones de noticias internacionales como Associated Press.
Podemos así reconocer que un propósito importante para la fundación de estos organismos de propaganda estatal era difundir una imagen favorable de los procesos de los populismos en el exterior, para contrarrestar las visiones hegemónicas difundidas por los gobiernos de las potencias occidentales y las agencias de prensa internacional. Para esta función Apold y Fontes tendrían un papel relevante.
En su biógrafa sobre Lourival, Sonia Lopes (2002) enfatiza el respeto a las jerarquías que lo caracterizaba. Ésta es una característica propia de los distintos liderazgos que estamos analizando y también incluye el papel desempeñado por Apold y Aloé en el peronismo. La fase de mayor relevancia en la carrera política de Fontes se dio en el periodo de consolidación del Estado Novo, entre 1939 y 1942. Por lo tanto, su figura quedaría asociada en la memoria colectiva a la represión y al autoritarismo de ese régimen.
En 1942, como resultado de la crisis interna que produjo en el Estado Novo la adhesión del gobierno de Vargas al bloque de los Aliados, en la Segunda Guerra, las figuras simpatizantes del fascismo en el gobierno, como Filinto Müller (Jefe de Policía), Eurico Dutra (Ministro de Guerra) y Francisco Campos (Ministro de Justicia), debieron abandonar sus cargos. Este cambio obedecía a la necesidad del régimen de presentar una nueva imagen, desligada de su pasado autoritario.
El apoyo del gobierno de Getúlio al presidente Roosevelt y los Aliados del “mundo libre y democrático”, contra el Eje Roma-Berlín-Tokio, en la Segunda Guerra Mundial, generó contradicciones al interior del país y resquebrajó la legitimidad de su gobierno. Así, en 1942, las presiones obligaron a Fontes a abandonar su cargo en el gobierno, pues se quería dar una apariencia más liberal-democrática al régimen (Lopes, 2002). De este modo, el desplazamiento de Fontes, quien es enviado como embajador a México, tuvo el propósito de borrar las asociaciones de su presencia con el autoritarismo del Estado Novo.
Como funcionario representante del gobierno de Vargas, Fontes estableció una relación de mutuos favorecimientos con Roberto Marinho, dueño del periódico O Globo. En este vínculo, Herbert Moses, presidente de la Asociación Brasilera de Prensa (ABI) jugó un papel importante,21 como empresario a cargo de la parte administrativa de O Globo y luego director del periódico (FGV CPDOC, 2017b). En una conversación telefónica de 1940, el jefe de la redacción del periódico O Radical22 criticaba el consentimiento del DIP al aumento en el precio de los periódicos, alegando que eso supondría un favorecimiento a Roberto Marinho en el precio del papel, impulsado por Lourival Fontes (FGV CPDOC, 2017c).
Como muestran documentos del archivo de Getúlio Vargas, Marinho tenía un vínculo cercano con el jefe del DIP (FGV CPDOC, 2017d). En otra conversación telefónica, Herbert Moses, señalaba que: “Lourival está 100% con nosotros, tanto en las palabras, como en el asunto y el pensamiento”, en defensa de las reivindicaciones de O Globo y de Paulo Bittencourt (dueño del periódico carioca liberal tradicional Correio da Manhã). Moses, Marinho y Bittencourt al parecer se encontraban enfrentados a O Radical, un periódico de orientación prosindical (FGV CPDOC, 2017e).
Herbert Moses fue un intermediario importante en la relación del primer gobierno de Getúlio con O Globo. Actuaba como “representante imparcial”, en tanto máxima autoridad de una entidad que nucleaba a las distintas publicaciones de la prensa, pues detentaba el cargo de presidente de la Asociación Brasilera de Prensa (ABI), y a la vez como “parte”, al ser el director de O Globo y conversar regularmente con Lourival Fontes.23A través de esta triple vinculación, se podía asegurar el beneficio de O Globo en sus relaciones con el Estado. Así, mientras que el periódico de mayor circulación, Diario de Noticias, tenía tan solo seis páginas por las restricciones en las importaciones de papel, O Globo tenía una mayor cantidad por los favores hacia Moses.24
Moses mantenía múltiples vínculos con el gobierno de Vargas, intercambiando correspondencia con Osvaldo Aranha (Ministro de Relaciones Exteriores),25 Lindolfo Collor (Ministro de Trabajo), Luiz Simões Lopes (funcionario de la Presidencia) y Lourival Fontes (DIP).
Getúlio sería proclamado, en septiembre de 1931, Presidente de Honor de la Casa del Periodista. En 1934, Vargas firmó el decreto para la habilitación de un predio y el apoyo económico para la creación de la Casa del Periodista en la Asociación Brasileña de Prensa (ABI):26 “sumado el aliento del intendente Pedro Ernesto a la solicitud de Osvaldo Aranha, fluyeron, amplios, los financiamientos del presidente Getúlio Vargas”.27
En 1951, Fontes retomó sus funciones de gobierno como Jefe de la Casa Civil, durante el segundo gobierno de Getúlio. Sin embargo, como indica su biógrafa:
En medio de tantos cambios, no obstante, hay una continuidad en sus discursos y comportamientos: el Lourival adepto a la democracia liberal que emerge en el segundo gobierno de Vargas continuaba siendo elitista, conservador y partidario de la conservación del poder por la autoridad, permaneciendo inflexible frente al viraje populista de su líder (Lopes, 2002: 7).
El intercambio de correspondencia muestra que, durante el segundo gobierno de Vargas, al igual que en su desempeño durante la primera experiencia varguista, Fontes quedaría ligado a la relación del gobierno con los medios de prensa (FGV CPDOC, 2017f).
Samuel Wainer: el “profeta”
El periodista de origen judío Samuel Wainer tuvo una militancia cercana al comunismo y contra el Estado Novo, durante el primer gobierno de Vargas, que se expresó en su participación fundamental en la revista Diretrizes, el cual, según éste, “se había transformado en el polo para el cual convergían los sobrevivientes de la resistencia a la dictadura de Getúlio Vargas” (Wainer, 1996: 50). El periodista se acerca a Getúlio en 1949, a partir de una entrevista en los Diarios Asociados que le hace en su hacienda en Rio Grande do Sul, donde éste declara: “Volveré, pero esta vez no como líder de un partido, sino como líder de masas”. El instinto profesional de Wainer lo lleva a entrevistar al viejo líder cuando éste se encontraba recluido en su hacienda, después de ser desplazado del gobierno en 1945, y esta entrevista resitúa a Vargas en el centro de la política nacional.
Joao Goulart, Alzira Vargas y Samuel Wainer, que podríamos señalar como tres personajes clave de las segundas líneas del varguismo en el periodo 1946-1954, se distancian de las políticas autoritarias del Estado Novo. Como destaca Ferreira (2011), Jango es de una generación posterior a este proceso. Se manifiesta así una renovación generacional y política de las segundas líneas del varguismo, en función de alcanzar sus objetivos de poder en este nuevo contexto democrático. Vargas se acerca a Wainer con la idea de integrar una nueva dirigencia populista, a tono con la Constitución posterior a1946, de tinte liberal-democrático y opuesta a la experiencia del Estado Novo, de la cual también formarían parte Alzira Vargas y Joao Goulart.
El origen judío de Wainer y su asombro al pasar de una situación marginal en la sociedad brasileña,28 a un reconocimiento de Vargas como colaborador de primera línea, es parte de la incorporación propia de los populismos de grupos étnicos que las élites tradicionales habían mantenido marginales (Rein, 2015). Este cambio en el estatus social de Samuel, de judío proscrito a periodista “amigo del presidente”, no estaría exento de un alto precio social y político. Las élites del país y de la prensa no le perdonarían su ascenso social, acusándolo de aventurero, falsificador y corrupto.
Wainer desempeñó un papel fundamental durante la campaña electoral de 1949-1950. Fue el único periodista que acompañó a Vargas en su gira por el país Y sus crónicas obedecían a la relación de mutuo beneficio que mantenía con el magnate de los medios, Assis de Chateaubriand (Chato). Este último declaró que habría que promocionar el retorno de Vargas como parte de su estrategia comercial: “vamos a engordar a ese puerco hasta llevar el pánico a nuestra estúpida burguesía” (Wainer, 1996: 24). A través de Wainer, el periódico O Jornal de los Diarios Asociados fue el único en cubrir la campaña de Vargas. Esta cobertura exclusiva de la campaña de Vargas permitió a Chato aumentar sus ventas, al dar cabida en la agenda de su diario a acontecimientos centrales que el resto de los medios de la prensa brasileña prefería ignorar. La figura de mediación de Samuel Wainer hizo posible una asociación de intereses concretos entre dos viejos “socios-competidores” que en aquel momento estaban enfrentados en la política: Getúlio y Chato.
De este modo, Vargas usaría a Samuel como referencia exclusiva para comunicar sus puntos de vista. A modo de ejemplo, durante la campaña de 1950 declararía “Suscribo a todas las crónicas escritas por Samuel Wainer”:
Declaraciones de Getúlio Vargas a los periodistas bahianos sobre la situación del nordeste: El sr. Getúlio Vargas recibió a la prensa de esta capital, conversando durante 45 minutos con los periodistas y respondiendo a sus preguntas. Sobre su impresión de la excursión que viene realizando en el norte del país, Getúlio, sonriendo, preguntó a los entrevistadores: ¿Ustedes no leen las crónicas de Samuel Wainer? Pues yo suscribo a todo lo que él escribe (O Jornal, 1950).
Una vez ganadas las elecciones de 1950, frente a la percepción de una prensa volcada en su contra (Wainer, 1996), Vargas proporcionaría préstamos a Wainer a través del banquero Walter Moreira Salles, Euvaldo Lodi (presidente de la Confederación Nacional de la Industria) y por el industrial Ricardo Jafet, presidente del Banco de Brasil, para financiar un nuevo periódico cercano al gobierno en su línea editorial (Castro, 2015). El vespertino sería emblemático durante el periodo por renovar las formas periodísticas, con innovaciones técnicas que iban desde el aspecto gráfico y el contenido de las noticias hasta su estrategia empresarial (Goulart, 2007: 99). Este carácter innovador le produjo un éxito importante en el mercado de Rio de Janeiro.
Wainer había mantenido en su juventud un estrecho vínculo con el líder udenista Carlos Lacerda, por su mutua afinidad con la izquierda política. Sin embargo, luego ese vínculo se resquebrajó por sus diferencias sobre la interpretación de la creación del Estado de Israel y la Guerra de los Seis Días (Dulles, 1992). Esta relación problemática, que encontraría a Lacerda como el “más importante cruzado contra la corrupción y el comunismo”29 y a Wainer como el defensor del caudillo populista, resurgió vigorosamente durante la crisis política del segundo gobierno de Vargas, entre 1953-1954. En este marco, Lacerda utilizó su periódico Tribuna da Imprensa para señalar a Wainer como el “besarabiano”,30 al denunciar que en tanto sería extranjero no podría comprar un medio como Última Hora.
Al dar a Wainer las condiciones para desequilibrar el juego de las fuerzas del mercado periodístico, el presidente había proporcionado también a sus adversarios un objetivo a través del cual podrían (e intentarían) llegar a él. Si, con Última Hora, Vargas pretendía romper el cerco de gran parte de la prensa contra su gobierno y establecer un nuevo canal de comunicación, o propaganda, con las masas, los demás periódicos percibieron en toda su dimensión la doble amenaza que la intervención significaba. Con la creación de “su” periódico, el ex-dictador los afectaba tanto como medios cuanto como opositores. La respuesta de la gran prensa fue fulminante (Abreu y Lattman, 1994: 29).
A raíz de esas acusaciones contra Wainer, se abrió una Comisión Parlamentaria de Investigación (CPI) para escrutar el financiamiento de Última Hora. Durante aquellas investigaciones parlamentarias, Wainer cumplió un papel fundamental al defender su caso ante la Comisión (FGV CPDOC, 2017g).
Getúlio y Wainer mantenían constantes conversaciones, en las que este último, quien firmaba como “el profeta”31 sus cartas al Presidente, le anticipaba las noticias y editoriales que serían publicadas en el único periódico que el primer mandatario tenía a su favor, Última Hora, propiedad de Wainer. Por ello, este medio de prensa revestía un carácter fundamental en la estrategia comunicacional definida por el gobierno.
El día de su lanzamiento, 12 de junio de 1951, Última Hora incluyó una carta de Vargas que destacaba el carácter patriótico y elevado de su fundador (FGV CPDOC, 2017h).
En una carta intercambiada en el entorno varguista, se señalaba que cada periódico era representativo de un grupo, menos Última Hora, que sólo defendería a Getúlio: […] Carlos Lacerda es manejado por un grupo, Correio da Manhã y O Globo son del Grupo Láfer, los Diarios Asociados del grupo “americano”. En el fondo, lo que ellos no desean (y en esto los Baleeiros y Falcões se suman) es que exista un periódico que defienda sólo al sr. (Vargas)! Ni siquiera quienes están próximos a usted se conforman con esa exclusividad. Wainer criticaba a los ministros y elogiaba al Presidente, mientras periódicos como Correio da Manhã y Globo, que lo atacaban, elevaban a Láfer a las nubes. Cada ministro tenía su grupo, pero Última Hora no estaba con ninguno.
[…] El éxito de Última Hora y Flan es una cosa desconcertante para sus adversarios, que ven crecer su posibilidad de influencia […] Otro motivo de la rabia de los editores de periódicos contra Samuel es el aumento en los salarios de los periodistas. Samuel tiene el mejor equipo porque paga mejor (FGV CPDOC, 2017i).
A su vez, el grupo de Roberto Marinho y Herbert Moses se enfrentó radicalmente a la existencia de Última Hora, desatando una campaña de desprestigio contra Wainer y el periódico, por temor al crecimiento y la competencia que podía representar un medio con financiamiento estatal y ligado a una popular figura como la del líder rio-grandense.
En definitiva, la presencia de Wainer y su periódico, Última Hora, cumplió un papel fundamental en la estrategia comunicacional del varguismo en este nuevo marco constitucional-democrático. Sin embargo, la percepción de O Globo de que Última Hora resultaba un competidor directo en el mercado de prensa de Río de Janeiro hizo de Wainer el blanco del ataque de los medios contra el gobierno de Vargas.
Consideraciones sobre la actuación de los intermediarios de la prensa en los populismos
Este trabajo ha pretendido incursionar en el terreno de los llamados intermediarios de la prensa en los populismos clásicos de Argentina y Brasil. Para el análisis, como señalamos en la introducción, adoptamos la teoría sobre el papel de las segundas líneas en los populismos de RaananRein (2008). Analizar de cerca la trayectoria de estos cuatro personajes nos permite mejorar la comprensión sobre las relaciones entre los medios de prensa y los fenómenos populistas en Argentina y Brasil.
Como resultado de este análisis, hemos identificado dos aspectos que consideramos relevantes para abordar la actuación política de los intermediarios de la prensa en los populismos clásicos:
La vinculación entre las prioridades de legitimación simbólica del proceso populista y la gravitación del intermediario.
La vinculación entre el grado de autonomía del intermediario respecto del entorno populista y las tareas específicas que le son asignadas.
Sobre el primer aspecto, hemos visto cómo la gravitación que asume uno u otro perfil de intermediario mediático en los círculos de poder se encuentra asociada a las necesidades de intervención en el campo mediático que experimenta cada experiencia populista. Para el momento del cierre autoritario Perón elige a Raúl Apold y Carlos Aloé, así como Vargas a Lourival Fontes, lo que coincide con la fundación de los órganos de prensa y Propaganda, de los cuales estarían a cargo con una visión verticalista, centralizada del poder y la propaganda gubernamental. Estos órganos, como hemos señalado, obedecían a la preocupación de estos gobiernos en los años de la Segunda Guerra y la posguerra por defender su imagen frente a la propaganda negativa a la que eran expuestos por las potencias occidentales y las agencias de prensa internacionales.
En cambio, para los momentos de apertura al pluralismo, Perón designa a León Bouche en los últimos días de 1955, antes del golpe que instauraría la Revolución Libertadora, así como Vargas nombra a Samuel Wainer para su nueva estrategia de medios, orientada en el nuevo marco constitucional democrático de 1951.
La estrategia pos-1946 esbozada por Vargas y Wainer con respecto a la prensa sería más pluralista, al permitir la coexistencia de distintos periódicos -lo que contrastaba con la censura propia del Estado Novo-, pero se topó con más dificultades en este contexto liberal-democrático del segundo gobierno de Getúlio.
Asimismo, podemos señalar que, si bien Rein (2015) enfatiza la importancia de las segundas líneas para la consolidación de un proceso político, la relevancia que éstas adquieren en determinado contexto obedece, en nuestro análisis, a las prioridades de intervención en el campo mediático que identifica el principal líder del movimiento.
El segundo aspecto reside en el grado de autonomía de cada intermediario de prensa con respecto al entorno populista. Así, los diferentes grados de autonomía de cada intermediario influirían en la especificidad de las tareas que le fueron asignadas. Un mayor grado de autonomía era posibilitado por la acumulación previa por parte del intermediario de un capital simbólico ajeno a la experiencia populista.
En el caso de Samuel Wainer, se trataba del más autónomo del entorno populista. Llega legitimado por su papel como periodista de la revista Diretrizes y los Diarios Asociados de Chateaubriand. De este modo, tenía acumulado un capital simbólico previo e independiente del varguismo y esto le permite aprovechar una relación de intercambio mutuo, donde se legitima como aquel que tiene acceso a Vargas de forma exclusiva, de la misma forma como Getúlio lo utilizaría para llegar a la gran prensa comercial en la campaña electoral de 1949-1950, dado que era ignorado por la mayoría de los medios.
Apold, por el contrario, tuvo una carrera estatal-burocrática durante todo el proceso populista, lo que le dio menos autonomía. Antes de llegar al gobierno, tuvo un desempeño interesante como propagandista y director de periódicos, pero no gozó de un brillo periodístico propio. Luego de la caída del primer peronismo, no volvería a jugar un papel significativo en la política argentina.
Si bien con tensiones, estos intermediarios vivieron su momento de mayor auge con los populismos y, luego, al finalizar estos procesos, cayeron en una fase de ostracismo. Este aspecto se da en mayor proporción en el caso de aquellos cuyas credenciales estaban legitimadas y construidas exclusivamente en relación con las experiencias populistas. Las carreras de Apold y Fontes sufren cierta decadencia -Fontes relativamente, porque será Senador por Sergipe, luego del suicidio de Getúlio y hasta 1963-, mientras que Wainer siguió desempeñando un papel relevante en el periodismo brasileño. Continuaría dirigiendo Última Hora, el único periódico que se opone al golpe militar en 1964, y tras su exilio en Francia originado por el golpe de Estado, sería columnista en Folha de S. Paulo.
Para Apold, Wainer y Fontes el periodismo se constituye en una actividad que les permite entrar en contacto con el entorno populista y proyectarse políticamente. De este modo, el periodismo muestra su otra faceta en este momento de crisis del liberalismo (doctrina en la cual se inspira el periodismo moderno), que es el papel del periodista en vinculación con las experiencias populistas. El periodista-intermediario aparece, así, desempeñando distintas tareas: como un influyente difusor de ideas, como realizador de la propaganda estatal, como “amigo” divulgador de la palabra presidencial y asesor de estrategia comunicacional para el Presidente.
Sin embargo, debemos decir que Apold y Fontes tienen perfiles distintos al de Wainer. Los dos primeros ingresaron al entorno populista por su capacidad de aportar conocimientos adquiridos en el manejo de las modernas técnicas de propaganda. Su condición previa como periodistas fue menos importante que el hecho de que aquella experiencia les permitió adquirir conocimientos sobre la propaganda. Esto es lo que los populismos obtienen de su ingreso a la estructura del poder. Wainer, en cambio, desempeña -si bien en vínculo con el Estado- un papel periodístico más clásico, como es el del intermediario que se convierte en “periodista amigo del presidente”. Esto implica utilizar su figura y su periódico (ligado a su prestigio como periodista) para divulgar la palabra presidencial.
Aloé, en cambio, cumple el papel de gestor empresarial de un grupo de medios, un cabildero de la relación entre los medios y el Estado subordinado a las necesidades de Perón y Eva. En este aspecto, desempeña un papel más parecido al de Herbert Moses, sin cualidades profesionales específicas, pero con capacidad de gestión de los asuntos que se presentan en la vinculación entre el mundo de los medios de prensa y el Estado.
También, el análisis de estas figuras da cuenta de la construcción del patrimonialismo en el vínculo Estado-medios, sobre la base de la confrontación entre las nuevas dirigencias populistas y las viejas élites mediáticas. Los vínculos de favorecimientos mutuos entre Moses-Marinho y Fontes para O Globo, Vargas y Wainer para Última Hora, así como entre Noble y Apold para Clarín, periódicos que se afianzarían en el mercado durante este periodo, serían ejemplos importantes de esta cuestión.
De este modo, los intermediarios de prensa desempeñaron un papel fundamental en la consolidación simbólica de estos procesos, en el marco de las luchas entre las viejas élites de la prensa tradicional y las nuevas dirigencias populistas.
Sobre el autor
Ariel Alejandro Goldstein es doctor en Ciencias Sociales por la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires (UBA). Es investigador asistente del Conicet en el Instituto de Estudios de América Latina y el Caribe, de la Facultad de Ciencias Sociales (UBA). Ha publicado artículos en revistas académicas de ciencias sociales de Estados Unidos, España, China, Brasil, Colombia, Venezuela y Argentina. Actualmente es docente de Política latinoamericana, en la carrera de Ciencia Política de la Facultad de Ciencias Sociales (UBA). Se ha especializado en la investigación sobre los procesos populistas clásicos en Argentina y Brasil en su relación con los medios de comunicación. Sus más recientes publicaciones son: Prensa tradicional y liderazgos populares en Brasil. A Contracorriente (2017); “La tormenta perfecta: crisis e impeachment en el segundo mandato de Dilma Rousseff” (Análisis Político, 2016); “The contribution of the liberal-conservative press to the crisis of Dilma Rousseff’s second term” (Cogent Social Sciences, 2016).