Introducción, objetivos y métodos
El marco histórico y político de este artículo se sitúa en la Italia de los años de 1960 y 1970, un periodo caracterizado por un prolongado crecimiento económico y, a la vez, por las primeras señales de crisis y por la difusión, entre los jóvenes, de una cierta efervescencia colectiva, que llegará a durar más de un década -hecho este último casi único en el panorama internacional (Colarizi, 2000: 391). Se trata, desde el punto de vista político, de una época caracterizada por el imparable crecimiento electoral del Partido Comunista (PCI) y, a la vez, por la decepción creciente por la falta de alternancia en el poder, que desde 1946 había estado ininterrumpidamente en las manos de la Democracia Cristiana (DC). Con el secuestro y el asesinato de Aldo Moro, en la primavera de 1978, se rompe el último intento de dar vida a una democracia de la alternancia y empieza a perfilarse la larga crisis de los partidos políticos (Iglesias Alonso y Barbeito, 2014), que desembocará luego en el surgimiento de la llamada Segunda República, en la década de 1990.
Partiendo de esta realidad y constatando que los movimientos de la extrema izquierda italiana formaban una amplia galaxia, vamos a centrar nuestro estudio en el operaísmo y en las Brigadas Rojas (BR), porque siguen siendo los que más interés y debate suscitan, incluso fuera de los confines italianos. El estudio pretende ser lo más amplio posible, pero tiene la limitación de acceso a los documentos elaborados en el seno de las BR y a la totalidad de las reflexiones de los operaístas, vastísima producción escrita de los años sesenta y setenta. Por esa razón nos hemos centrado, sobre todo, en las figuras de Toni Negri y Mario Tronti.
Las principales preguntas de investigación a las que intentaremos dar respuesta son: Primera, ¿influyó Lukács en el pensamiento operaísta?; segunda, ¿influyó Lukács en el pensamiento y en la acción de grupos extra-institucionales de los sesenta y setenta cercanos o seguidores de una estrategia terrorista, como las Brigadas Rojas? -estas preguntas tienen como marco el 68 italiano, “una fecha hito en lo referente a la recepción de Lukács en la cultura italiana” (Matassi, 2011: 10). Y la tercera pregunta: ¿Fue de verdad el 68 italiano capaz de entender a Lukács y su obra, Historia y conciencia de clase ([1923]1978) mejor que otras culturas?
Desde un punto de vista metodológico, hemos utilizado dos técnicas para recabar datos: 1) el análisis de documentos, escritos y audiovisuales; entre estos últimos se ha revelado útil el archivo de audio de Radio Radicale, que nos ha permitido acceder a unos documentos audiovisuales originales y de gran utilidad para nuestro análisis histórico, político e intelectual sobre el origen del pensamiento revolucionario italiano contemporáneo; y 2) la entrevista personal con Toni Negri, en el ámbito del encuentro que tuvo lugar en la Universidad Complutense el día 11 de marzo de 2016, mientras que como técnica de análisis se utilizó el análisis del discurso, explícito e implícito.
El contenido se divide, por consiguiente, en dos grandes apartados. En primer lugar, trataremos la cuestión de la influencia de Lukács sobre los operaístas; en segundo lugar, nos centraremos en las posibles relaciones entre las reflexiones lukácsianas y el pensamiento revolucionario de las BR. Cerramos el artículo con nuestras principales conclusiones y el apartado dedicado a las referencias bibliográficas.
Lukács y el operaísmo
El operaísmo es un movimiento político e intelectual contracultural que se creó en la Italia de finales de la década de 1950 y principios de los sesenta, que no tiene relación alguna con el anarco-sindicalismo o los extremismos obreros de izquierda en su intento de detener la producción en masa que alienaba a los trabajadores.
A esta corriente que revitalizó la sociología y el método de las encuestas obreras en Italia (Pala, 1999) pertenecieron intelectuales como Alberto Asor Rosa, Raniero Panzieri, Vittorio Rieser, Sergio Bologna, Romano Alquati, Toni Negri y Mario Tronti (Tardivo y Fernández, 2015) o como dijo Tronti: “la deuda de la sociología italiana hacia el operaísmo es reconocida ahora por todos” (Tronti, 2012: 107).
La práctica del operaísmo se basaba en la colaboración entre trabajadores e intelectuales para investigar la situación de los primeros. Los trabajadores aportaban los datos reales y los intelectuales, además de aprender de aquellas realidades, contribuían con las herramientas de análisis necesarias para poder salir del problema al que cada grupo de trabajadores podría enfrentarse.
El debut del grupo operaísta en la escena política italiana se produce en Turín, en 1962, durante la revuelta de la Plaza Estatuto, protagonizada por grupos de obreros jovencísimos que se rebelaron ante los dictámenes de los sindicatos oficiales, como la Confederazione Generale Italiana del Lavoro (CGIL) y la Unione Italiana del Lavoro (UIL). En esta ocasión se perfila por primera vez la existencia de un movimiento autónomo respecto de la izquierda oficial (Lanzardo, 1979: 5).
Entre las numerosas revistas cercanas o afines al área de influencia operaísta cabe destacar el papel de los Quaderni Rossi, publicación que vio la luz en 1961 en Turín1 -y que se perfiló desde el principio como una voz alternativa al movimiento obrero oficial (Trotta y Milana, 2008: 324)- y de Classe Operaia, que nació en 1964. Se trata, junto con I Quaderni Piacentini, de las dos revistas italianas de la época que más atención prestaron “al tema de la lucha de clases y a la cuestión de la centralidad de la clase obrera como sujeto revolucionario” (Colarizi, 2000: 400).
Resultados
A continuación vamos a presentar los resultados de nuestra investigación para confirmar o refutar la hipótesis de que el pensamiento de Lukács tuvo cierta influencia sobre este movimiento.
Recordamos, como primer elemento, que Toni Negri viajó todavía muy joven a Alemania, donde -como él mismo nos reveló durante la entrevista- aprendió pocas cosas nuevas con respecto a las que ya conocía, aparte de que descubrió por primera vez a Lukács. Este descubrimiento tuvo lugar en los años de 1950, en una época en la que Negri ya era comunista, pero todavía no se definía como marxista. Sersante (2012: 22) recuerda que Negri leyó por primera vez Historia y conciencia de clase en 1956 y quedó asombrado con esa obra. Desde entonces, se basó en el pensamiento de Lukács para liberarse de la hegemonía del PCI (Sersante, 2012: 10). El estudio de Dilthey y del historicismo alemán y la admiración por Merleau-Ponty son otros dos puntos en común que tienen Negri y Lukács.
Analizando las fuentes documentales disponibles, hemos comprobado que el operaísta Panzieri, durante los años que estuvo al frente de la revista Mondoperaio, desde 1957, incluyó la figura de Lukács en su agenda editorial. Por lo que hemos podido detectar, sin embargo, es casi nula la influencia que ejerció Gramsci (1891-1937) (Drake, 2004: 76), porque los operaístas estaban más interesados en las relaciones de producción que en lo que ellos consideraban la superestructura ideológica. Aunque según Oldrini (2009: 228), en este punto, es decir, en la idea de la cultura como resultado y superación de la herencia pasada y no su anulación, Gramsci y Lukács se parecen mucho. Según el mismo Oldrini, ambos habrían luchado por una concepción universalista del marxismo y a favor de una idea del marxismo como un paradigma holístico -la categoría de la totalidad resultaba fundamental ya en el Lukács premarxista (Szabó, 2005: 70)-, a la vez dinámico, abierto y no dogmático.
Según Oldrini (2009: 441), “a partir de los años 30 Gramsci y Lukács proceden en paralelo”. Tanto Gramsci (Finelli, 2014: 47) como Lukács tendrían un enfoque humanista del marxismo -por lo menos en sus etapas juveniles- y de la relación, dialéctica y no determinista, entre base económica y superestructura ideológica (Guerrero, 2003: 39). Por su parte, Madan Sarup incluye a Lukács en el enfoque marxista humanista, o hegeliano si se prefiere, al lado de Paulo Freire y de Raymond Williams (Guerrero, 2003: 61).
Por consiguiente, a lo largo de estas páginas dedicaremos poco espacio a la figura de Gramsci, dada su escasa influencia sobre el operaísmo clásico, aunque en años más recientes Toni Negri ha llegado a definir al jorobado Gramsci como un filósofo de la diferencia italiana, junto con Mario Tronti y Luisa Muraro. También porque, a pesar de ciertas evidentes cercanías, Gramsci y Lukács no tuvieron ningún tipo de contacto directo e, incluso desde el punto de vista intelectual, filosófico, se influyeron mutuamente de forma muy reducida (Coutinho, 2012: 46). A pesar de que, al final de su vida, en una entrevista de 1971, Lukács declaró que de los tres grandes teóricos marxistas del siglo XX -Lukács mismo, Gramsci y Korsch- Gramsci era el mejor (La Porta, 2005: 20).
Sin embargo, para nuestros objetivos investigadores resulta fundamental preguntarnos: ¿Era Lukács efectivamente un estalinista ortodoxo, como algunos lo han presentado (Furet, 1995: 150)? Si fuese así, la influencia sobre el socialismo herético y antiburocrático de los operaístas sería nula, porque el estalinismo es considerado por el operaísta Tronti como un “pasado vergonzoso” (Ventrone, 2012: 66). Resulta importante para los objetivos de esta investigación aclarar esta cuestión, aunque somos conscientes de que no es este el momento más adecuado para profundizar de una manera analítica. Las acusaciones hacia Lukács de filoestalinismo derivan también del elogio que el filósofo hizo de algunos escritos procedentes del interior de la ortodoxia del régimen soviético, en los años de 1930 (Szabó, 2005: 49).
Lukács, “alma libre”
Según Cases, Lukács no fue en absoluto un intelectual al servicio del poder de Stalin, como algunos opositores han querido representarlo; fue un alma libre (Oldrini, 2009: 486). Tertulian recuerda este espíritu libre y antiburocrático que se veía en Historia y conciencia de clase y más aún se percibe en la Ontología, obra de madurez caracterizada por un intrínseco antiestalinismo (Infranca, 2011: 38). Oldrini (2009: 185) sostiene que, al contrario de lo que afirma cierta literatura crítica, una distancia abismal separa a Lukács, quien se ocupa más de Goethe y de Hegel que de los eslóganes del estalinismo. Lukács nunca fue un funcionario de partido sin espíritu crítico y él mismo nos aclara su pensamiento a este respecto cuando define al estalinismo como una interpretación equivocada del marxismo (Infranca, 2011: 15). Asimismo, recuerda que Stalin tomó sobre diversas cuestiones “posiciones falsas y excesivas” (Gianazza, 2004: 11) y, refiriéndose a sí mismo, declara: “Fui objetivamente un enemigo de los métodos de Stalin, incluso cuando yo mismo creía que estaba siguiendo a Stalin” (La Porta, 2016: 80).
El estalinismo, debemos puntualizar, se basó más en los postulados de Hegel que en los de Marx, aunque en apariencia utilizaba al marxismo-leninismo de forma dogmática (Rodríguez, 2013: 94). De hecho, simplificando la aproximación entre Lukács y nuestro objeto de estudio, podemos decir que, al igual que los operaístas, él rechazaba tanto el estalinismo como la democracia burguesa y condenaba a ambos. Sí que hay en Lukács un odio continuo e ininterrumpido hacia el capitalismo, incluso antes de que el filósofo hubiese elegido la militancia comunista (Oldrini, 2009: 462), hecho que se produjo en el diciembre de 1918, cuando decidió entrar en el partido comunista húngaro (Szabó, 2005: 40).
En Lukács también se encuentra una condena inapelable a la libertad individual burguesa, juzgada como corrupta y falsa (Vacca, 1969: 32), y, al contrario que Proudhon, no cree en la distinción entre aspectos buenos y negativos del sistema capitalista (Lukács, [1923]1978: 48). También Negri y los operaístas más radicales querían al fin y al cabo destruir el capitalismo y nunca creyeron en la idea de un capitalismo bueno -el keynesiano- contrapuesto a uno malo. Sin embargo, según el “operaísta moderado” Tronti (1964: 19), habría sido la unión entre reformismo capitalista y reformismo obrero” lo que habría determinado el inicio de la revolución.
Es más, Lukács creía de verdad, al menos según la interpretación de Vacca (1969: 27), que la revolución mundial estaba a punto de explotar. Lukács no rechaza la violencia, no la considera un mal en sí: “Nunca he visto en la violencia -afirma el filósofo- un mal en sí, algo antihumano” (Oldrini, 2009: 93). En otro punto de Historia y conciencia de clase nuestro autor afirma: “el problema fundamental de la lucha de clase [es] el problema de la violencia” (235). En las disputas entre los derechos de los capitalistas y los derechos de los obreros, la violencia tiene que decidir quién prevalece. Lukács en su vida no se limitó a predicar la violencia en textos escritos, la puso en práctica, ordenando el fusilamiento de ocho soldados que habían intentado huir durante la batalla contra las tropas rumanas, en territorios húngaros (Szabó, 2005: 46).
Lukács y Negri
El elogio de la violencia lo encontramos incluso en formas más radicales en Gramsci (Uña, 1989) y en el Negri de los setenta. Toni Negri a veces predica expresamente la violencia. Célebres son sus afirmaciones en Il dominio e il sabotaggio (Negri, 1978: 43): “Inmediatamente percibo todo el calor de la comunidad proletaria y obrera todas las veces que me pongo el pasamontañas”, y “nada es históricamente más positivo que esta actividad de saboteador, de desviado, de criminal en la que me encuentro” (Deaglio, 2015: 59), aunque en la mayoría de los casos la oculta detrás de discursos implícitos, insinuados o de ambigua interpretación (Ruiz, 2014: 177). Se configura la idea de que la violencia sirve para responder a otra violencia, la que está en la base del mismo sistema capitalista, que de hecho se originó “chorreando sangre y lodo, por todos los poros, desde la cabeza hasta los pies” (Marx [1867]1998: 950). Entre las acusaciones que llevaron a la cárcel a Toni Negri, el 7 de abril de 1979, algunas totalmente infundadas, como se demostró luego, destacan la organización de un falso secuestro, el de Carlo Saronio, que acabó con la muerte del mismo, y el haber apoyado el atraco de un banco, que se encontraba en Argelato (Elena, 1979: 2), cerca de Ferrara, y haber favorecido la huida de algunos de los atracadores.
En un artículo de la revista Potere Operaio, la revista del homónimo movimiento político que nació del operaísmo y que desapareció en 1973, después de la convención de Rosolina por las divisiones internas, se puede leer: “Sin violencia el proletariado es mutilado, castrado en su posibilidad concreta de liberarse” (Drake, 2004: 67). Pero Potere Operaio nace de la parte más radicalizada del operaísmo y poco tiene que ver con el operaísmo del que hemos venido hablando hasta aquí. También Negri, por su parte, cree en la superación del carácter meramente contemplativo y especulativo de la filosofía, y afirma su naturaleza práctico-material (Lukács, [1923]1978: 237). Incluso hasta la fecha, 2017, el pensador italiano sigue defendiendo que no se puede ser intelectual sin enfrentarse al problema de la responsabilidad social y, aunque implica más cuestiones o problemáticas, de la transformación. Negri observa también que a menudo y con poco acierto se sonríe ante la idea del viejo intelectual marxista responsable ante la realidad social, que se preocupa por el nosotros y no sólo por el yo.
En ambos autores, es decir en Negri y Lukács, se revela de forma evidente la influencia del Marx de la tesis xi sobre Feuerbach: “los filósofos no hacen más que interpretar de diverso modo el mundo, ahora de lo que se trata es de transformarlo”. Por eso ambos, Negri y Lukács, se han metido hasta la médula en los acontecimientos políticos de su época.
Según Ventrone (2012: 28), incluso en el concepto de obrero social de los operaístas y en la idea de “industrialización de toda la sociedad” se percibe una herencia Lukácsiana. En el escrito de Tronti “La fabbrica e la societá” también se hace evidente la influencia de Lukács (Wright, 2002: 61). Cabe recordar, asimismo, que Fortini, miembro del operaísmo, empezó a organizar en diciembre de 1962 unos seminarios sobre literatura de la clase obrera, que incluía la lectura de Teoría del romance (Trotta y Milana, 2008: 257). En 1972, Sergio Bologna, uno de los más conocidos exponentes del operaísmo, traduce al italiano la obra de Lukács, Die Seele und die Formen, Essays (Matassi, 2011: 27). Por último, según Cristina Corradi (2013: 12), “Massimo Cacciari -quien durante un tiempo casi adolescente perteneció al operaísmo moderado- se encarga de dar la vuelta a la destrucción de la razón de Lukács”.
Lukács interpretó los años posbélicos como la gran posibilidad de acercarse al socialismo en los países de “democracia nueva”, cercanos ideológicamente a la urss, como Hungría, pero que no podían ser considerados todavía socialistas. Las circunstancias, según Lukács, nunca fueron tan favorables (Oldrini, 2009: 214-215) y, de hecho, fue ministro del gobierno de Nagy, después de la revolución de Hungría de 1956, aunque fue una experiencia de grandes fracasos, incluso desde el punto de vista personal (Oldrini, 2009: 434-435), y sobre el papel que ejerció Lukács todavía quedan puntos por esclarecer (Szabó, 2005: 56).
Si Lukács ha sido acusado de exceso de optimismo (Oldrini, 2009: 467) y de ingenuidad política, porque creía que el American way of life estaba a punto de colapsar, algo parecido les ha sucedido a los operaístas y a Toni Negri de un modo especial. También ellos han creído en el papel revolucionario de la clase obrera; primero, en el obrero social, después, y más recientemente en las multitudes como vanguardias revolucionarias. Un concepto, este último, que no es original, pue ya fue trabajado en el campo filosófico por Paolo Virno, y que se refiere a un colectivo plural anti-Estado y anti-poder (Tarizzo, 2011: 439-440). También Negri creía de verdad que a partir de 1968-1969 “la revolución en Italia estaba a punto de explotar” (Preve 1984: 49). La ingenuidad Lukácsiana, de la que acabamos de hablar, se encuentra sobre todo en el joven filósofo, anterior al viraje de los años 1930, es decir, en el Lukács que, en el exilio, después del fracaso de la experiencia de la República de los Consejos (Soviets) de Bela Kun, en 1919 (La Porta, 2005: 17), escribe Historia y conciencia de clase y que publica en 1923, donde se encuentra cierto utopismo mesiánico, cierta idea de la revolución como necesidad histórica (Gianazza, 2004: 10). Se produce un extraño matrimonio entre mesianismo y materialismo histórico. Este utopismo mesiánico será objeto de autocrítica por parte del mismo Lukács, en los años de su madurez. A la vez, la sociedad capitalista es descrita como objetivamente en declive y ya derrotada, desde un punto de vista ideológico, por el materialismo histórico (Lukács, [1923]1978: 282).
En otros puntos habla de la “certeza de la revolución proletaria” y afirma, apertis verbis: “la conciencia proletaria es la expresión de una necesidad histórica” (Lukács, [1923]1978: 56 y 234). Ese carácter utópico, de pitonisa o Nostradamus del siglo xix, se encuentra también en la obra de Marx (Guerrero, 2003: 42), una referencia siempre presente en las obras de Lukács, Negri y de los operaístas en general. El Lukács maduro abandonará en parte estos utopismos para sostener la idea de que hay que analizar de forma objetiva la historia, la sociedad y las relaciones entre las clases.
¿Se puede decir algo parecido sobre Toni Negri? ¿Hay una evolución parecida en Negri y también él llega en algún momento a un análisis más objetivo de las condiciones reales de la clase obrera, o hasta el final seguirá anclado en una idea utópica y mesiánica de la revolución? Contestar a estas preguntas significaría referirse en gran medida al Negri de Imperio, a la fase posoperaísta de este autor; por lo tanto, dejamos este tema para futuras investigaciones, dado que esta cuestión queda fuera de los objetivos del presente texto.
Según Oldrini (2009: 263), Lukács, desde su juventud y, más claramente, desde Historia y conciencia de clase, se oponía a una idea determinista, propia, sin embargo, del marxismo y del estalinismo, por la relación entre infraestructura y superestructura. En Lukács esta relación no sería tan rígida y dogmática. Para ejemplificar esta idea recordemos que él considera que los factores socioeconómicos tienen una influencia significativa, pero no exclusiva sobre las obras de arte (Matassi, 2011: 34), opinión que le valió varias críticas, al ser acusado de haberse ocupado demasiado de la cultura y muy poco de la clase obrera (Vaccaro, 2011: 55), a la que habría tomado en consideración más como categoría ideal que como categoría sociológica.
Esta idea no determinista se percibe también en el Lukács maduro (que fuera el menos considerado por la crítica y el más subestimado (Szabó, 2005: 76)(, en la Ontología, obra en la que afirma que infraestructura y superestructura representan en realidad dos momentos interdependientes que sólo pueden aislarse a nivel del pensamiento; además, ni siquiera el nivel económico más desarrollado determina de por sí el pasaje a una formación social superior (Oldrini, 2009: 319). Sin embargo, la Ontología, por obvias razones de carácter temporal, no influyó sobre el operaísmo, como sí lo hizo Historia y conciencia de clase, pues no fue sino hasta cuando se concluyó su edición en italiano (Infranca, 2011: 23). En otros pasajes de Historia y conciencia de clase, Lukács afirma: “la separación mecánica entre economía y política convierte toda acción realmente eficaz en imposible”, ya que, “[e]n la esencia de toda lucha económica está implícita su conversión en la esfera política” (Lukács, [1923]1978: 257 y 93). Efectivamente, en varios y diferentes apartados de dicha obra, Lukács vuelve sobre el argumento de la interacción entre economía y política, aunque según Coutinho (2012: 55), no se encuentra una reflexión satisfactoria sobre la política como esfera autónoma.
Los operaístas y la economía
¿Qué piensan los operaístas a este respecto? ¿Creen que la economía determina todo lo demás? ¿Creen en “la determinación en última instancia”? (Rodríguez, 2013: 190) ¿Creen que lo espiritual es independiente de lo material o, por último, que, como afirma Lukács, infraestructura y superestructura son dos realidades inseparables? Intentaremos esbozar algunas respuestas.
En el artículo de Classe Operaia de 1964 (1964a: 11) en el que se habla de la industria química, se define a los capitalistas como los que toman realmente las decisiones, frente a los políticos que sólo hablan y pierden tiempo. En otro artículo de la misma revista, relativo a la lucha cultural, se afirma que no hay espacio de maniobra para las clases explotadas y que la cultura “está del todo ligada a estructuras objetivas del mecanismo capitalista” (Classe Operaia, 1964b: 18). Así, la política y la cultura aparecen claramente como una superestructura, frente a la infraestructura económica.
No obstante, Ventrone (2012: 52) revela una realidad totalmente opuesta y recuerda cómo uno de los dogmas de los operaístas consistía en pensar que detrás de una lucha económica había siempre un enfrentamiento político. La política, en este segundo caso, no sería un factor supraestructural, sino autónomo y decisivo, algo que resulta evidente también de la lectura de textos de Tronti, en los que la lucha obrera es descrita como política, mientras que la burguesía se caracterizaría por luchas sólo económicas (Trotta y Milana, 2008: 292). De hecho, en un número monográfico de la revista Classe Operaia, dedicado al tema de clase y partido (1964d), se llega a afirmar que la distinción entre lucha económica y lucha política tiene que acabar, pues se trata de una distinción cómoda y útil para el reformismo posmoderno.
Finelli apoya la idea de que en el operaísmo se encuentra la primacía estructural de la composición política de clase, sobre la composición orgánica del capital (Finelli, 2014: 51). Constanzo Preve afirma sin rodeos que el operaísmo lleva a cabo la falsificación definitiva del materialismo histórico, mientras que Asor Rosa confirma que con el operaísmo se acaba el materialismo histórico (Trotta y Milana, 2008: 296). Por su parte, Toni Negri (1978: 53), al igual que Lukács, considera la distinción entre infraestructura y superestructura como “abusiva y equivocada”. Así mismo, en Classe Operaia se describe el fascismo italiano y el nazismo alemán como resultados únicamente de la reorganización industrial de la estructura capitalista (1964e: 30), y se llega a afirmar, no sin cierta miopía y cinismo, que los nazis practicaron la verdadera shoa contra la clase obrera, como clase política, y no contra los judíos (Classe Operaia, 1964c: 19). En síntesis, tanto Lukács como el operaísmo superan el diseño conceptual marxista y critican “la visión puramente económica que tenía Marx de la base estructural de la sociedad” (Navarro, 2016: 20).
Lukács y los operaístas tienen más puntos de convergencia. En ambos hay una crítica feroz a los partidos socialistas acusados de socialtraición. Si para Lukács ([1923]1978: 282) Bernstein es el emblema de la tradición de la teoría socialista que se rinde al influjo burgués, los operaístas sin duda no son más suaves en sus acusaciones. Dice Toni Negri, a propósito del compromiso histórico (Forner y Senante, 2015: 307), que es la estrategia por medio de la cual el Partido Comunista Italiano (PCI) llegó a acuerdos con la Democracia Cristiana (DC), entre 1976 y 1979, y que determinó su apoyo a los gobiernos de solidaridad nacional: “No es la primera vez que el movimiento obrero oficial cumple un papel represivo contra las necesidades de la clase obrera. Algo parecido había pasado ya durante la Resistencia, cuando los obreros fueron desarmados y obligados a aceptar la ideología de la Reconstrucción” (Negri, 1976: 40). En otro texto, Negri habla de los reformistas como de la vanguardia de la contrarrevolución en la Europa moderna (Drake, 2004: 70). Mario Tronti, el otro gran pensador del operaísmo, acusó directamente al PCI, en un escrito publicado en la revista Classe e Partito, por sus posturas abiertamente socialdemócratas (Drake, 2004: 60). En la revista Rosso, cercana a la autonomía obrera de Toni Negri, se llegó a definir al eurocomunismo de Berlinguer como “una flor de mierda” (Drake, 2004: 73).
También el último Benjamin, el de la fase trágica y desesperada (Denunzio, 2014: 60), en su texto sobre la filosofía de la historia, que le acompañó incluso físicamente hasta los últimos días de vida y que está lleno de metáforas y alegorías, acusa a los socialdemócratas de conformismo (Benjamin, 1940: 311). La misma polémica contra la social-democratización del Estado sostenida por Negri, en contra de la fascismización de la que hablaron los miembros de las Brigadas Rojas, tiene una clara influencia Lukácsiana y también althusseriana. Negri prefigura un Estado que utiliza los aparatos reproductores de forma sutil, y no un Estado en camisa negra.
Por último, nos parece casi superfluo recordar que Lukács polemiza abierta y continuamente contra los socialdemócratas traidores, que han pasado por un proceso de aburguesamiento y que, como buenos oportunistas, asesinaron a Rosa Luxemburgo (Lukács, [1923[1978: 240 y 57). En un pasaje de Historia y conciencia de clase dedicado a Bernstein afirma que toda la socialdemocracia se ha convertido en oportunista, y prosigue, la socialdemocracia convierte al proletariado en un elemento más de la sociedad capitalista y no en el motor de su destrucción (Lukács, [1923]1978: 39 y 258).
Tanto en Lukács, como en Benjamin y en Toni Negri, la polémica contra los socialdemócratas se entrelaza con sus experiencias biográficas personales. Si Benjamin escribió su texto sobre la filosofía de la historia después del pacto Ribbentrop-Molotov (Denunzio, 2014: 60), Lukács vivió momentos difíciles, puso en juego su vida en repetidas ocasiones y hasta perdió un hermano en el campo de concentración de Mauthausen (Szabó, 2005: 118), mientras que Negri se libró de la cárcel huyendo a París en 1984, pero el PCI, abandonando la lógica del pas d’ennemis á gauche, votó a favor de su detención. Existen otros posibles puntos de convergencia entre Lukács y el operaísmo.
Preguntas relevantes
Vamos a analizar a continuación tres cuestiones que nos parecen muy relevantes para entender las afinidades entre el operaísmo y Lukács, que es el verdadero objetivo de este artículo. Se trata del antihegelianismo, de la relación con la sociología y del concepto de ideología.
El antihegelianismo de Lukács, quien no rechaza a Hegel sino que, como Marx, quiere bajarlo a la tierra, al mundo real, lo encontramos también en el operaísmo, que objeta el método de las citas sólo teóricas y revitaliza la encuesta obrera en la Italia de inicios de la década de 1960 (Pala, 1999). Si por un lado Lukács afirma que es Marx, y no Hegel, quien consigue preservar la unidad de teoría y praxis, por el otro, el antihegelianismo del operaísmo es reconocido por el mismo Tronti (2012: 114), porque Hegel se apoya demasiado en categorías metafísicas y arcaicas, como el Ser (Finelli, 2014: 48). Y, también, porque Hegel se limita a describir el trabajo humano como algo abstracto, relacionado más con el Espíritu que con la actividad humana y la alienación (Patterson. 2014: 82). Lukács revela a la vez el aspecto mistificador de la dialéctica hegeliana y los intentos de reducir a Hegel a un perro muerto (Gianazza 2004: 28), y otorga a Hegel, junto con Max Weber, el privilegio de haber alcanzado “el estadio más elevado en la filosofía burguesa” (Szabó, 2005: 116).
También en Lukács, como en los operaístas, encontramos una crítica directa a la sociología que busca leyes universales, como la sociología comtiana o spenceriana (Lukács, [1923]1978: 204). La etapa Lukácsiana del sociologismo duró poco tiempo y procedía en gran medida de la influencia de Simmel y de Weber (Szabó, 2005: 44). Lukács puso a Le Bon y a su psicología de las masas como ejemplo de la sociología que busca sólo la demostración científica y lucha contra la revolución (Delgado, 2015: 103). Los operaístas acusaron a los sociólogos de sociologismo, de querer describir la realidad de forma axiológicamente neutral. Lukács termina criticando el método de las ciencias de la naturaleza en nombre de la superioridad del método dialéctico, que va más allá de las apariencias y que permite percibir la realidad “como […] una totalidad que se desarrolla y autotransforma” (Patterson, 2014: 82).
Otro concepto que acerca a Lukács, Gramsci y los operaístas es el de ideología. Ideología en Lukács tiene doble significado y no coincide sólo con falsa conciencia, “el tópico común que ha perdurado hasta hoy como definición marxista de ideología” (Rodríguez, 2013: 179). Una conceptualización esta última contra la cual tiene que luchar, a ojos de Lukács ([1923]1978: 33), incluso el mismo marxismo ortodoxo, dado que ideología significa a la vez herramienta de lucha social (Oldrini, 2009: 320). “Los momentos ideológicos no ocultan sólo los intereses económicos […] son partes y elementos de la lucha […] La ideología no es una manta que cubre los fines reales, es ella misma la posición del fin y un arma” (Lukács 1978: 76 y 92). Los operaístas italianos, de hecho, predicaban una acción de luchas directas en las fábricas y creían en la necesidad de teoría y praxis a la vez, al igual que Marx, que, en cuanto “antropólogo comprometido” (Patterson, 2012: 252) no concibe al hombre de forma abstracta, sino como miembro de una sociedad concreta, un actor histórico y dialéctico. “El pensamiento proletario es pragmático […] dirigido a la praxis” y sólo la conciencia de clase puede cumplir este papel transformador. Así, el materialismo histórico se explicita en la acción y no en el puro conocimiento científico (Lukács, [1923]1978: 262, 270 y 279). Lukács acusará también a Nicolai Bucharin de defender un marxismo demasiado contemplativo (Szabó, 2005: 94).
En conclusión, después de haber puesto en evidencia las principales semejanzas y diferencias entre Lukács y el operaísmo (ver tabla 1), tenemos que recordar que hay toda una serie de cuestiones como la estética y el papel de las obras de arte que Lukács trata y que no interesaron a los operaístas, o bien fueron cuestiones que abordaron de forma marginal. De estética se ha interesado, por ejemplo, Cacciari en años más recientes y, en cuanto a la literatura, ha sido objeto de análisis para Alberto Asor Rosa (2009) y también Toni Negri (1987), quien ha dedicado sugerentes páginas a la figura de Leopardi, así como Lukács escribió sobre Dostoyevski y Goethe. Pero el interés de Lukács por la literatura es mucho más consistente y duradero, a lo largo de su compleja trayectoria intelectual.
Las ideas fundamentales de Lukács relacionadas con el pensamiento operaísta | Página de Historia y conciencia de clase ([1923]1978) en la que aparece esta idea |
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El obrero en el proceso de producción es un número que se reduce a pura y abstracta cantidad. | (219) |
Crítica a la sociología que busca leyes universales. | (204) |
Antihegelianismo: Teoría y praxis son dos momentos interdependientes. Se descubre la práctica como momento de la filosofía. | (165) |
Reificación: Sólo en el capitalismo moderno el fetichismo de las mercancías se expande a toda la sociedad, a las relaciones humanas y al trabajo humano. El obrero se configura como una mercancía más. | (111) (219) |
Crítica contra los socialdemócratas traidores: los teóricos socialdemócratas […] pertenecen enteramente a la ciencia burguesa. | (46) |
Conciencia individual: no existe, sólo cuando el proletariado se organiza como clase puede organizarse la lucha. Sólo el capitalismo puede generar esta conciencia unitaria. | (116) (129) |
Fuente: elaboración propia con base en Lukács ([1923]1978).
Otro problema o interrogantes que queda por resolver: ¿Qué función tiene para los operaístas el partido de la clase obrera? ¿Creen en un “espontaneísmo obrero” o, como Rosa Luxemburgo, a la que describe Lukács ([1923]1978: 54), apoyan la idea del partido como un ente que lleva la conciencia de clase del proletariado y su misión histórica? Es imposible encontrar una respuesta univoca que agrupe los diferentes pensamientos operaístas. Mario Tronti, por ejemplo, predicaba la reunificación entre partido y clase, en contra de la existencia de pequeños movimientos separados y fragmentados (Drake, 2004: 62). En la revista Classe Operaia se habla de nueva relación entre espontaneísmo y organización política (1964d:10-12). El partido revolucionario, organizado leninísticamente, estaba en la mente de Potere Operaio pero no de Panzieri -uno de los fundadores del primer operaísmo-, quien, de hecho, siguió militando en las filas del Partido Socialista Italiano casi hasta su muerte -e interpretaba a Marx al estilo de Rosa Luxemburgo, más que de Lenin- y tampoco interesaba a otros miembros del operaísmo. Además, el sectarismo dominante bloqueó en la práctica la afirmación de un partido único de la revolución (Colarizi, 2000: 408).
Como conclusión de esta breve digresión podemos recordar que, según la opinión de Finelli, el operaísmo tiene sus raíces, incluso en su versión primigenia -la de Negri y Tronti de inicios de los primeros 1960-, en una visión antidialéctica, más cercana a Gentile que a Marx y a Hegel (Finelli, 2014: 51), y más próxima a Heidegger que a Lukács (Finelli, 2014: 52). El filósofo Costanzo Preve, siempre polémico hacia Negri y sus compañeros, definió el operaísmo como gentilianismo obrero, refiriéndose al pensador italiano Gentile (1875-1944). El mismo Preve acusó a los operaístas de haber limitado y bloqueado la difusión del trabajo Lukácsiano en Italia.
Nos gustaría concluir esta pregunta con la respuesta que nos dio el mismo Toni Negri y que resume su punto de vista sobre la relación entre Lukács y el operaísmo, y sobre las polémicas afirmaciones de Costanzo Preve.
Por lo que concierne a Lukács -dice Negri- tengo que recordar, por ejemplo, que Historia y conciencia de clase fue traducido en parte por mí y en parte por un compañero milanés, un ayudante del profesor Paci, que se llamaba Giovanni Piana. Las críticas de Costanzo Preve son muy maliciosas y bastante aisladas […] son cosas que hay que tomar con mucha precaución. Más allá de esto, es verdad que nosotros hemos considerado mucho al Lukács literario, mientras que el Lukács de la Ontología ha sido durante mucho tiempo olvidado, y sólo desde que se ha vuelto a hablar de trabajo cognitivo, Lukács ha vuelto a aparecer en el debate (Negri, 2016).
Un destino, el del olvido, que, sin embargo, no ha afectado nunca a Gramsci, un autor sobre el cual se ha prestado siempre cierta atención -aunque su influencia sobre el operaísmo ha sido escasa-, tanto en el campo filosófico como en el político (Coutinho, 2012: 45). También el pensador italiano, al igual que Lukács, padeció a lo largo de su vida los prejuicios y hostilidades de sus compañeros de partido y adversarios. Szabó (2005: 31), por su parte, circunscribe el olvido general hacia Lukács sólo al mundo pos-1989.
Otros referentes del operaísmo
El operaísmo no tiene sólo a Lukács como referencia intelectual. Aparte de él, el operaísmo -y también las teorías neo-operaístas de estos últimos años (Formenti, 2012: 51)- fue también influenciado por los Grundrisse de Marx. A través de ellos, Negri descubre que una nueva clase ha sustituido a la clase obrera; se trata de aquella que trabaja en el sector inmaterial, que realiza trabajos inmateriales. En los Grundrisse Marx rompe con la visión unilineal anterior y empieza a considerar el cambio como un proceso dialéctico (Patterson, 2014: 153).
Los Grundrisse, sin embargo, fueron traducidos al italiano tarde, en el periodo entre 1968 y 1970 (Bellofiore y Tomba, 2002: 301), por la editorial La Nuova Italia. Esto contradice lo que afirma Thomas C. Patterson (2014: 23), en cuanto que los Grundrisse fueron desconocidos en Occidente hasta 1973, fecha de la primera versión en inglés, por obra de Martin Nicolau.
¿Fueron traducidos al italiano antes que al inglés? Consultando la bibliografía de las obras de Marx en italiano encontramos que algunos fragmentos de los Grundrisse fueron publicados ya entre 1954 y 1956 en la revista Critica Economica y por la editorial del PCI, Rinascita (Bravo, 1961: 346-347); pero efectivamente, en 1961, cuando apareció esta bibliografía, todavía no se contaba con ninguna traducción integral de esta obra marxiana. Mario Tronti (2008: 18) atribuye a Enzo Grillo, un miembro de la revista Classe Operaia menos conocido, la versión en italiano de los Grundrisse.
Más allá de esta disputa, Montserrat Galcerán (2001: 123) recuerda la importancia de la edición de las obras de Marx del Instituto de Marxismo-Leninismo de Berlín-Este, a partir de 1957, que ayudó a la traducción italiana y, por ende, a la difusión entre los jóvenes, futuros operaístas, de un marxismo menos burocrático respecto de las versiones oficiales del PCI. Se necesitaría otro trabajo de investigación para analizar también la herencia leninista presente en las reflexiones teóricas operaístas (Zanini, 2007: 90), dado que el mismo Negri en los años setenta escribió, así como había hecho Lukács, un ensayo sobre Lenin que generó mucho debate dentro y fuera del operaísmo. En este ensayo, citando a Lukács, Negri define a Lenin como “la actualidad de la revolución” (Negri, 1977: 9). Pero un análisis adecuado sobre esta cuestión requeriría a nuestro juicio la atención de un artículo entero y se alejaría del objetivo principal de estas páginas.
Lukács y las Brigadas Rojas
En este segundo apartado vamos a analizar las posibles relaciones entre el pensamiento de Lukács y las Brigadas Rojas (BR).
Origen de las BR
En lo que concierne a la génesis de este movimiento revolucionario, recordemos que las fábricas y las universidades fueron la principal fuente de partidarios de las Brigadas Rojas (BR). Éstas de hecho nacieron en 1970, en la convención de Pecorile (Reggio Emilia), en la Región de Emilia Romaña, a partir de la confluencia de tres corrientes distintas: a) estudiantes de sociología de la Universidad de Trento, como Renato Curcio y Mara Cagol; b) jóvenes revolucionarios procedentes de la subcultura roja de Emilia Romaña y expulsados del PCI por sus posturas extremistas, como Alberto Franceschini y Prospero Gallinari, que se inspiraban de forma indirecta en las luchas de la Volante Rossa y en el mito de revolución traicionada;2 c) un grupo de obreros radicalizados procedentes de fábricas como la SIT-Siemens cuyo miembro más destacado fue Mario Moretti, líder de las BR después de la detención de Renato Curcio, que se llevó a cabo el 8 de septiembre de 1974, gracias a la infiltración en el núcleo brigadista de Silvano Girotto, un enigmático y controvertido personaje, conocido con el apodo de “Fraile metralleta” (Pisanó 1974: 5).3
No obstante, habrá que esperar hasta 1974 para asistir a la explosión de violencia de las BR. Primero matan a dos personas al irrumpir con metralletas en la sede de Padua del partido neofascista MSI. Con este doble homicidio, “por primera vez fuerzas del movimiento matan y reivindican, es decir indican que hay que seguir por esta vía: repetid el asesinato, los asesinatos se convierten en palabra de contraseña” (Radio Radicale, 1983). Cuando las BR tomaron la estrategia del terrorismo, una “vía que habría determinado un formidable impacto público” (González, 2013: 381), Negri y Curcio tuvieron un encuentro que terminó entre gritos y amenazas en relación con el contenido que debía tener la revista Controinformazione (Radio Radicale, 1983).
Recordemos que Renato Curcio, el fundador de las BR, explicó a Toni Negri, durante el tercer encuentro que tuvieron en la finca privada de Carlo Saronio, las razones de la elección de la lucha armada por parte de las Brigadas Rojas: “A los capitalistas les podemos incluso destruir las fábricas, pero ellos no nos conceden nada” (Radio Radicale, 1983). En 1974 las BR secuestran a Idalgo Macchiarini, aunque sólo por 45 minutos (Caselli y Della Porta, 1984: 165); y en abril organizan el secuestro del juez Mario Sossi. En 1978 se produce la acción violenta más llamativa de toda la historia de la organización, con el secuestro y asesinato del político demócrata-cristiano, Aldo Moro (Forner y Senante, 2015: 310).
Pero, como decíamos en la introducción, el objetivo que perseguimos con este artículo no es repasar la historia de las BR, sino sus raíces intelectuales y culturales, y averiguar si el pensamiento del filósofo Lukács llegó a ejercer alguna influencia, como sí la tuvo sobre el operaísmo, como vimos en la primera parte del texto. La hipótesis de una influencia directa Lukácsiana sobre la subversión y los movimientos ideológicos violentos de las décadas de 1960 y 1970 la plantea directamente González Calleja (2013: 387), en su monumental obra sobre la historia del terrorismo.
Lukács y las BR: documentos
Para abordar esa pregunta de investigación y averiguar la hipótesis hemos tomado en consideración los principales documentos políticos elaborados por las Brigadas Rojas a lo largo de su historia. En primer lugar, L’ape e il comunista (La abeja y el comunista) (Gruppo di Studio Resistenze Metropolitane, 2013: 10), escrito entre 1979 y 1980 por varios activistas detenidos.
El primer mensaje que los autores quieren transmitir en esta obra es la recomposición entre trabajo manual y trabajo intelectual. El segundo es la polémica contra el individualismo pequeño-burgués, porque concibe la revolución como el resultado de la acción de unos pocos. Los brigadistas exigían de sus afiliados la anulación de su yo individual, en nombre de un interés superior, el de la revolución (Orsini, 2009-2010: 84). No es suficiente ser proletario, dicen los miembros de las BR, autores de este texto, para “tener una conciencia de clase obrera” (Gruppo di Studio Resistenze Metropolitane, 2013: 11). Lukács afirma algo parecido: no se puede asignar a la conciencia de una clase una forma inmediata de existencia, porque sería hacer mitología (Lukács, [1923]1978: 228), pero es sólo la conciencia de clase la que hace la verdadera historia (Vaccaro, 2011: 55). A este respecto, se conoce la polémica de carácter ontológico, entre Lukács, por el cual todo empieza en la sociedad, y Sartre, que encuentra el íncipit en el individuo (Szabó, 2005: 106). Pero no sólo Lukács, sino toda la epistemología marxista, en general, “se opone a cualquier solipsismo o individualismo metodológico” (Iglesias Vázquez, 2015: 15).
En algunos pasajes del texto L’ape e il comunista se encuentra una lectura muy básica, simplista, del pensamiento de Marx, como cuando, por ejemplo, los autores hablan de los modos de producción (Gruppo di Studio Resistenze Metropolitane, 2013: 20), desde el antiguo al feudal, pasando por el asiático, hasta llegar al capitalismo y al comunismo final. Algo que se encuentra descrito de forma muy sintética y clara en el Marx del Prólogo a la contribución a la crítica de la economía política (Marx, [1857-1858]2001: 4). No tienen en cuenta, por consiguiente, la lectura más compleja que hizo Marx del cambio social en los Grundrisse.
Resulta central en el Lukács de Historia y conciencia de clase y en la obra colectiva de las BR el fetichismo de las mercancías, que termina dominando la sociedad entera (Infranca, 2011: 278). La reificación somete y oculta la conciencia de clase y “es la realidad necesaria inmediata para todo hombre que vive en el capitalismo” (Lukács, [1923]1978: 260). Libertad para Lukács significa, en primer lugar, liberación del dominio de la economía y de la reificación, y el comunismo de la década de 1920 de Lukács coincide en gran medida con esa liberación de la reificación y del dominio absoluto de la economía (Vaccaro, 2011: 57 y 59).
En lo que concierne a la relación entre infraestructura y superestructura, el documento brigadista reconoce que la economía es en última instancia determinante, pero a la vez reconoce el papel autónomo y fundamental de la política en la crisis del sistema. Sin embargo, en otro pasaje del texto citado (Gruppo di Studio Resistenze Metropolitane, 2013: 254) recuerda que lo político se mueve con cierta autonomía respecto de lo económico. Orsini (2009-2010: 121), quien hace una relectura sociopsicológica del fenómeno de las BR, afirma que los brigadistas tenían, en efecto, una visión sociopsicológica del proletariado, al igual que Toynbee, más que una visión económica, material, como ocurre en el pensamiento de Marx.
La verdad es única y sólo el método dialéctico puede permitir descubrir la verdadera esencia, mientras que para Lukács ([1923]1978: 15) sólo el marxismo vulgar intenta alejar el método dialéctico de la ciencia proletaria. Según Orsini (2009-2010: 24), también las BR consideran el método dialéctico de Marx y Engels como el único capaz de garantizar el acceso a la verdad. Marx mismo creía que el papel de la ciencia era “descubrir lo secreto destruyendo la apariencia”, en contra de la economía vulgar que mira sólo a las apariencias (Beltrán, 1982: 32). Confirma Lukács que el método dialéctico permite ir más allá de las apariencias y hace posible descubrir la verdadera esencia. Todos están metidos en una vida falsa (escriben, a este respecto, Curcio y Franceschini, dos de los fundadores de las BR, en un documento de 1982 (Orsini, 2009-2010:29-30)( y sólo una minoría de electos revolucionarios ha conseguido descubrir el engaño, más allá de las apariencias.
En otro punto de L’ape e il comunista la polémica se dirige incluso contra los operaístas, culpables a los ojos de las BR de haber generado una mistificación (Gruppo di Studio Resistenze Metropolitane, 2013: 21). Entre las BR y los operaístas, de hecho, nunca hubo buenas relaciones, aunque el juez de Padua Calogero llegó a ver la longa manus de Negri detrás del secuestro de Moro. Pero, para desmitificar esa idea hay que decir que Valerio Morucci, destacado miembro de las BR, incluso había organizado un plan para ejecutar a Negri en la cárcel.
Traiciones
En lo que concierne a las imputaciones contra los socialdemócratas, también las BR acusan al PCI de traición. “Creíamos (dice Franceschini durante una audiencia del Proceso a la revista de la autonomía Metropoli( que la democracia italiana no era un gobierno del pueblo” (Franceschini, 1986). Y a propósito de las elecciones del 20 de junio de 1976, que se celebraron con la posibilidad real del triunfo electoral del PCI, las BR declaraban que el resultado no habría tenido ninguna importancia, dado que “el 20 de junio (dicen los brigadistas en una declaración del 8 de junio( se decidirá sólo quién dará la orden de disparar a los proletarios” (Orsini, 2009-2010: 71). El verdadero objetivo de la operación Moro, de hecho, no era romper el compromiso histórico entre la Democracia Cristiana y el Partido Comunista, como han afirmado muchos politólogos después, sino procesar al Estado explotador, que ellos llamaban sim (Estado Imperialista de las Multinacionales) (Tortorella, 2016: 23).
En L’ape e il comunista, de hecho, las BR denuncian el proceso de transformación y aburguesamiento del PCI, que ha pasado de ser de partido de la clase obrera dentro del Estado a partido del Estado dentro de la clase obrera (Gruppo di Studio Resistenze Metropolitane, 2013: 251). Los cuadros directivos obreros, después de 1956, han sido reemplazados por “intellettuali fottuti” (intelectuales malditos) (Gruppo di Studio Resistenze Metropolitane, 2013: 252). Esto puede explicar, en parte, la afirmación de Mario Tronti, según la cual el PCI fue más capaz de escuchar a los estudiantes burgueses de 1968 que a los obreros de 1969. La polémica contra el aburguesamiento de los estratos directivos del proletariado se encuentra también en Lukács, ([1923]1978: 105). En el mismo documento de los brigadistas se habla de Berlinguer, líder del PCI de 1972 a 1984 (Forner y Senante, 2015: 306), como de un timorato, todavía aterrorizado por los hechos de Chile.
El ataque contra los reformistas y los socialdemócratas se encuentra en el germen mismo de la historia de las BR. Sin embargo, los brigadistas no creían en un tiempo kairológico y tomaban en consideración la idea de “una guerra larga, de 30 años, y la experiencia maoísta” (Franceschini, 1986).
Las BR y la violencia
Sobre el tema de la violencia, las BR, como todo movimiento revolucionario de la época que decidió utilizar la lucha armada como estrategia, terminan considerando la violencia como una necesidad en el ámbito de una sociedad dividida en clases e incluso como un acto de amor (Orsini, 2009-2010: 25). Este último punto, el de la violencia como acto de entrega y amor para el prójimo, que se ejerce sin ninguna emotividad y sin sentido de culpabilidad, no lo hemos encontrado en los textos de Lukács que tomamos en consideración (ver tabla 2). Lukács percibe la violencia como algo necesario en ciertas ocasiones, pero rechaza la idea de una violencia revolucionaria perpetua.
Posibles puntos de convergencia entre Lukács y las BR | Página de Historia y conciencia de clase ([1923]1978) en la que aparece esta idea |
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La violencia: 1) “No se puede excluir que la violencia tiene un rol en la historia”; 2) “Sólo por medio de la violencia más brutal, como en el caso de la acumulación originaria del capital, se pueden crear las condiciones para la afirmación de los intereses de una clase.” | (68) |
Acusa a los socialdemócratas traidores. | (46) |
Ideología no coincide sólo con falsa conciencia. | (92) |
El individuo en sí no tiene valor, sólo cuando el proletariado se organiza se puede desarrollar la lucha. | (116) (129) |
Fuente: elaboración propia con base en Lukács ([1923]1978).
Las BR y los partidos políticos
Queda otra cuestión por resolver, que nos habíamos planteado ya a propósito del operaísmo: ¿Qué función tiene para las BR un partido político de la clase obrera? ¿Creen en un “espontaneísmo obrero” o, como Rosa Luxemburgo, a quien describe Lukács ([1923]1978: 54), apoyan la idea del partido como ente que lleva la conciencia de clase del proletariado y su misión histórica? No sabemos todavía si la formación de un verdadero partido revolucionario era el objetivo de las BR. Los brigadistas creían que sólo un grupo de revolucionarios de profesión, con acceso directo al verbo marxista (Orsini, 2009-2010: 54), podía de verdad guiar el proceso revolucionario, pero conocían -como han testimoniado algunos de sus miembros- los límites de la organización y de sus luchas. En un documento de 1975, elaborado por la dirección estratégica del movimiento, las BR declaran la necesidad de construir el “partido de los cuadros combatientes, como reparto avanzado de la clase obrera” (Caselli y Della Porta, 1984: 171). A pesar de sus intenciones revolucionarias, sabemos que los brigadistas rojos no consiguieron sus objetivos y que la mayoría de los proletarios italianos no sólo no les apoyaron, sino que se rebelaron abiertamente, sobre todo durante y después del secuestro y atentado de Moro, en la primavera de 1978, cuando muchos de ellos salieron a la calle para demostrar su indignación y su rechazo al terrorismo.
También, la idea ingenua de Lukács de que la revolución era algo inminente y estaba destinada a triunfar aparecía en el credo absoluto de los brigadistas y eso era lo que les permitía superar todas las dificultades y derrotas. Por último, según el mismo Orsini (2009-2010: 50), que a este respecto cita a Karl Mannheim, también para los miembros de las BR la ideología tiene un doble significado y no coincide sólo con falsa conciencia, sino que es a la vez “herramienta de acción colectiva”.
Conclusiones
Las conclusiones que podemos extraer del análisis histórico y filosófico realizado no son categóricas ni definitivas, pero sí dan respuesta a las preguntas de investigación iniciales, según los textos analizados.
La influencia de Lukács sobre el pensamiento -no sobre la acción terrorista- de las BR no es declarada explícitamente, dado que en L’ape e il comunista, y en los otros documentos que hemos tomado en consideración no se encuentra ninguna cita directa del filósofo húngaro.
Los autores de los documentos brigadistas, de hecho, dejan caer que sus referencias son otras: Marx, Lenin, la revolución cultural china de Mao, pero no hacen ninguna referencia directa a Lukács. Sí se puede encontrar, sin embargo, una cierta influencia implícita de Lukács en algunos escritos de las BR; pero se trata de un paralelismo construido desde la contingencia y emerge como resultado de nuestro trabajo de análisis de los puntos comunes o convergentes entre el discurso Lukácsiano y el de los miembros de las BR. De hecho, el uso de la violencia o las polémicas contra los socialdemócratas son elementos propios de casi todos los movimientos radicales, extra-institucionales, de la época.
La idea, de que el análisis del trabajo es fundamental para todo lo demás y es lo primero con lo que hay que enfrentarse la encontramos tanto en Lukács (Infranca, 2011: 272), como en el pensamiento de las BR y del operaísmo. La hipótesis que relaciona el pensamiento de Lukács con las BR, sin embargo, no parece ajustarse a la realidad, como sí lo hace la otra hipótesis, que relaciona Lukács y el operaísmo. Según la bibliografía que hemos tomado en consideración, resulta mucho más significativa, de hecho, la influencia que ejerció Lukács sobre el operaísmo. Esto se debe, por lo menos en parte, al nivel intelectual más elevado de los miembros del operaísmo, que procedían en gran medida del mundo académico y constituían “un material humano excepcional” según palabras de Mario Tronti. Hay un abismo intelectual que separa al filósofo Toni Negri del obrero Mario Moretti. De los militantes de las BR, 23.49% trabajaban como obreros, mientras que sólo 0.66% procedía de la docencia y del mundo de la investigación (Orsini, 2009-2010: 122). Y, como es bien sabido, el pensamiento de Lukács no siempre resulta de comprensión inmediata. En las filas de las BR militaban sólo dos intelectuales de relieve. En primer lugar, el criminólogo Giovanni Senzani, un hombre más conocido por su locura homicida y por sus obsesiones -que se revelaron con inaudita virulencia durante el secuestro de Roberto Peci- que por sus aportaciones teóricas. El mismo Senzani se consideraba a sí mismo como el Lenin italiano [sic]. En segundo lugar, el profesor de literatura, genovés de nacimiento, Enrico Fenzi, uno de los máximos petrarquistas del mundo.
Pero, ¿qué llevó a un intelectual de su talla a adentrarse en un movimiento como las BR, violento y poco refinado desde el punto de vista de la elaboración teórica? La respuesta podría ser la sensación de estar, de participar en algo grande, la idea de la revolución como necesidad histórica y una visión apocalíptica de la historia, como dirá él mismo en una entrevista al periodista Sergio Zavoli (1989).
Por último, nos parece haber percibido, tanto en los escritos operaístas y de las BR, como en el mensaje Lukácsiano y en el mismo Benjamin -un autor del que hemos hablado marginalmente en este estudio-, cierta teodicea del sufrimiento que les acomuna. Uno de los deberes del materialismo histórico estaba en la redención de los más modestos. Pero para conseguir este objetivo Lukács, el operaísmo y las BR tenían estrategias revolucionarias radicalmente distintas.
Las BR, sobre todo en su etapa final, terminaron asesinando incluso a obreros, militantes comunistas como Guido Rossa, o familiares de ex afiliados, como Roberto Peci --que fue sujeto de una brutal ejecución grabada con cámaras al estilo de los terrorismos de la más rabiosa actualidad (Enzensberger, 2007: 31)- adoptando una filosofía mafiosa más que justicia proletaria.