La historia suma a los acontecimientos o sucesos un compromiso con los procesos de objetividad y una visión historiográfica subjetivada e interiorizada, ambas constantemente reelaboradas y reinterpretadas. Se caracteriza por su propio conjunto de símbolos, mitos, construcciones e invenciones. Puede servir como instrumento de dominio, estrategia de resistencia, objeto de identificación, elemento de cohesión social o detonante en conflictos colectivos (Giordano, 2006). Es, por tanto, un componente esencial en los procesos sociales en los que están implicados los miembros de una colectividad. La historia fomenta el sentido del “aquí y ahora” de una determinada sociedad, particularmente aquellos que constituyen la configuración de una nación (Anderson, 1993).
Giordano (2006) argumenta que se ha desarrollado una tendencia a subestimar el pasado considerándolo como una mano muerta sobre el presente, en lugar de una fuerza activa y operativa. La historia intelectual del siglo XIX está marcada sobre todo por la disciplinarización y profesionalización del saber, es decir, por la creación de estructuras institucionales permanentes cuyo objetivo explícito era producir nuevos conocimientos e intelectuales. La construcción disciplinar se basó en la creencia de que la investigación sistemática requería una concentración cualificada en los múltiples ámbitos separados de la realidad, que se dividió racionalmente en cúmulos específicos de conocimientos (Wallerstein et al., 1996). Esta división racional prometía convertir a la ciencia en intelectualmente productiva.
La primera de las disciplinas de las ciencias sociales en lograr una existencia institucional autónoma fue, precisamente, la Historia, aunque muchos historiadores rechazaron la etiqueta de ciencia social, en una discusión que permea hasta nuestros tiempos. El reporte de la Comisión Gulbenkian (Wallerstein et al., 1996) argumenta que los relatos del pasado, en particular los relatos del pasado del propio pueblo, del propio Estado, eran una actividad familiar en el mundo del conocimiento desde la Antigüedad. Sin embargo, lo que distinguió a la nueva “disciplina” de la historia, tal y como se desarrolló en el siglo XIX, fue el riguroso énfasis que puso en la búsqueda para averiguar wie es eigentlich gewesen ist [lo que realmente ocurrió], en contraposición a historias imaginarias, dictadas por los gobernantes o los grupos en el poder.
Este acercamiento a la historia reflejaba los temas utilizados por la “ciencia” en su lucha con la “filosofía”, particularmente la existencia de un mundo real, objetivo y cognoscible; existía un notable énfasis en la evidencia empírica y en la neutralidad del investigador. Además, el historiador, como el científico natural, no debía encontrar sus datos en escritos anteriores o en sus propios procesos de pensamiento, sino en un lugar en el que se pudieran reunir, almacenar, controlar y manipular datos objetivos y externos. Este rechazo común de la filosofía hizo que la historia surgiera como una disciplina “moderna” (Wallerstein et al., 1996).
Otros autores, como Zaret (1980) , explican que, en sus orígenes, la teoría sociológica vinculaba la reflexión histórica y la síntesis teórica. Esta fusión de historia y teoría sentó las bases de los esquemas conceptuales de la sociología clásica que siguen sosteniendo los análisis contemporáneos. Sin embargo, a diferencia de la visión de la Comisión Gulbenkian, argumentan que los desarrollos teóricos del siglo XX, que completaron la transformación de la sociología clásica en una disciplina académica, dieron lugar a teorías cada vez más abstractas y divorciadas del trabajo histórico. Incluso, observando el proceso de especialización que llevó a cabo la ciencia histórica, Hobsbawm argumenta que el concepto mismo de historia social no se construyó como campo académico especializado hasta la década de 1950, con la École des Annales de Lucien Febvre y Marc Bloch. La historia, madre de las ciencias sociales, dirá el primero.
Se produjo una progresiva sectorización entre la historia y las ciencias sociales. A partir de este proceso, la relación entre la investigación de estas disciplinas se ha caracterizado por una falta de reconocimiento recíproco, cuando no por un antagonismo abierto. Esto ha dado lugar a una clara división del trabajo entre la historia como science du passé y las ciencias sociales como sciences du présent (Giordano, 2006). A principios del siglo XX, por ejemplo, Simiand abordó esta cuestión discutiendo cómo la diferencia entre la historia y las ciencias sociales no consiste únicamente en una relación diferente con el tiempo, sino que se basaba también en una profunda distinción metodológica entre disciplinas que se dedican a la comparación y a la generalización -las ciencias sociales- y las que se dedican al método monográfico -la historia- (Giordano, 2006).
Sin embargo, existen acercamientos que rompen con esta visión dicotómica. Por ejemplo, Zaret (1980) hace un intento de integrar metodológicamente ambas disciplinas, argumentando que la investigación histórica aísla acontecimientos específicos cuya importancia justifica su selección como objetos de investigación. En este sentido, el interés teórico por procesos como la significación cultural implica necesariamente la investigación histórica como metodología de la ciencia social empírica. Ésta proporciona la contrapartida metodológica a los intereses teóricos de las ciencias sociales debido a su orientación ideográfica y preferencia por acontecimientos únicos, no reproducibles.
Como menciona Hobsbawn (1971) cuando analiza la naturaleza de la historia social:
Si como historiadores de la sociedad queremos contribuir a producir, en beneficio de todas las ciencias sociales, modelos válidos de dinámicas sociohistóricas, tendremos que establecer una mayor unidad entre nuestra práctica y nuestra teoría, lo que en la fase actual del juego significa probablemente, en primer lugar, observar lo que estamos haciendo, generalizarlo y corregirlo a la luz de los problemas que surjan de la práctica ulterior. (Hobsbawn, 1971: 32 )
Esta unión entre práctica y teoría, en términos metodológicos, implica un acercamiento entre historia y ciencias sociales, alimentándose y sosteniéndose mutuamente para construir explicaciones relevantes y consecuentes. En última instancia, el presente que condensa el pasado, que será pasado, y su proyección a un futuro que devendrá presente convoca múltiples miradas disciplinarias y teóricas.
En este sentido, para la Revista Mexicana de Ciencias Políticas y Sociales resulta fundamental articular un espacio de discusión sobre investigaciones actuales y reinterpretaciones de académicas y académicos sobre la disciplina histórica. La revisión que los artículos incluidos en nuestro dossier hacen de eventos históricos o de sus epistemologías y metodologías genera cuestionamientos contemporáneos y de vanguardia sobre “la escritura de la historia” como diría Michel de Certeau. Estas expresiones conceptuales y empíricas dan cuenta de la diversidad de problemáticas que se revitalizan para configurar nuevas miradas de, desde y hacia la historia. Por ello, en los artículos el dossier de este número 248, titulado “Escenarios políticos y reordenamientos conceptuales de la historia: nuevas miradas al pasado y al presente”, se conjuntan temáticas importantes de esta disciplina que entrecruzan, tangencial o directamente, a otras ciencias sociales y humanidades.
El dossier abre con el artículo de Jesús Turiso Sebastián, La falsificación de la historia y el delirio identitario: el contexto español, en el cual el autor indaga sobre los malos usos políticos de la historia ibérica en general, y las historias “subalternas”, como la catalana o la vasca para crear una identidad nacional y nacionalista generalizada en este país ibérico. Uno de los fundamentos de cualquier nacionalismo es la configuración de dicotomías excluyentes que subyugan a otras expresiones culturales, lingüísticas y políticas. El uso político de un discurso de “nación española imaginada” silenció a otras expresiones políticas importantes en el área de Cataluña y el País Vasco. El devenir histórico de la fragmentación política de los territorios produjo rupturas que se profundizaron con la “falsificación de la historia” de relatos nacionalistas.
Por su parte, el artículo Más allá de la Guerra Fría: cambios y continuidades en la disputa ideológica y tecnológica por el tercer mundo entre Estados Unidos y China de Héctor Hernán
Díaz Guevara revisita los acontecimientos que llevaron al mundo político a dividirse bipolarmente durante gran parte del siglo XX, para comprender las vicisitudes actuales de la división entre la potencia asiática y el abanderado occidental. Realizando un análisis histórico pormenorizado sobre las características principales de la Guerra Fría tanto en la URSS como en Estados Unidos, el autor identifica que la emergencia de la nueva superpotencia china ha influenciado en muchos aspectos políticos, geoestratégicos, tecnológicos y culturales para avecinar una posible “segunda Guerra Fría” entre la República Popular de China y Estados Unidos.
Siguiendo con las consecuencias de la caída del mundo soviético, José Ángel López Jiménez nos presenta el artículo Construcción y deconstrucción de identidades nacionales en transición tras la disolución de la Unión Soviética: de la Moldavia soviética a la Moldova independiente (1989-1994), en el cual reconstruye historiográficamente las implicaciones identitarias de la pugna política por el territorio moldavo durante la era soviética. A partir de la selección de una variedad de hitos históricos, analiza la reestructuración de diferentes dimensiones de las subjetividades en un contexto específico, de modo tal que la apropiación lingüística, la nacionalidad, la etnicidad, el comunitarismo, fueron elementos que sufrieron resignificaciones durante la constitución de la República de Moldavia durante el final de la Guerra Fría y hasta nuestros días.
Retomando aspectos primordiales de la historia del comunismo, el artículo ¿Insurrección nacional o revolución proletaria? Un estudio comparativo del Partido Comunista Francés y la Internacional en Francia durante la Segunda Guerra Mundial (1941 -1944), de Velia Sabrina Luparello, lleva a cabo un estudio comparativo del desempeño político entre el Partido Comunista Francés y la sección francesa de la organización liderada por Trotski. La clandestinidad y la persecución fueron dos rasgos compartidos durante la etapa del nazismo entre ambas agrupaciones. Sin embargo, estos proyectos políticos tuvieron divergencias debido a las condiciones contextuales donde se desarrollaron; las estructuras organizativas sufrieron destinos opuestos a raíz de elementos como la dispersión, el empobrecimiento y la comunicación desigual. La comparación de estos procesos da cuenta de las vicisitudes del movimiento comunista en el siglo XX.
En un ejercicio teórico, Leonardo Bracamonte García, con su artículo Lógica binaria, historia y ciencias sociales: la propuesta de Immanuel Wallerstein genera un planteamiento reconstructivo sobre las formas historiográficas de la producción epistemológica de las ciencias sociales. Reflexionar acerca de cómo las ciencias sociales han pensado tanto la realidad como a sí mismas, siempre es un ejercicio fructífero para posicionarnos en el paisaje teórico- conceptual de nuestras disciplinas. Retomando inicialmente a dos de las figuras teóricas más importantes de la sociología contemporánea -Pierre Bourdieu y Anthony Giddens-, el autor analiza los postulados de Wallerstein respecto a cómo la historia de nuestras ciencias ha tenido implicaciones políticas en diferentes escalas; la historia de nuestra mirada disciplinaria es la historia de nuestra relación con la realidad social.
En el mismo tenor teórico, el artículo El papel de la historia en la filosofía hermenéutica: Gianni Vattimo y Charles Taylor de Mauro Javier Saiz reflexiona sobre las posturas de estos dos autores respecto a la reconstrucción de la ciencia histórica desde la hermenéutica. El ejercicio comparativo del texto plantea que para ambos autores debemos superar una idea simplista - objetivista, positivista- de historia. Vattimo retoma a Heidegger y a Nietzsche para plantear un concepto de historia humanista, basado en una Verstehen profunda, y que deconstruya las relaciones de poder que se han planteado en la trayectoria de la disciplina. Por su parte, Charles Taylor se preocupa más por el recorrido moral e identitario al que se ha apegado la historia como categoría científica contextualizada. Ambas posturas resaltan la necesidad de dar cuenta de una subjetividad interpretativa que dote de sentido al mundo social y a su devenir.
Por su parte, Manuel Sánchez Moreno en su artículo La pervivencia histórica del fascismo. Reflexiones desde la memoria democrática europea construye una cartografía política sobre los avances de las expresiones contemporáneas del fascismo. La revisión de los casos clásicos del siglo XX le sirve para indagar en la diversidad de regímenes muy cercanos a este ejercicio político. Los prefijos neo- y pos- funcionan para adjetivar a los casos de Francia con Marie Le Pen o el partido Partij voor de Vrijheid de los Países Bajos y así comprender la plasticidad que ha tenido la postura fascista en el continente europeo. El análisis propuesto en este artículo también subraya la función que tienen los nuevos fascismos como vasos comunicantes con otra expresión política actual: el populismo.
En una reflexión paralela a la construcción conceptual dentro de las relaciones internacionales, el artículo Diplomacia: del mundo antiguo a la Paz de Westfalia de Erik Damián Reyes Morales, dirige su mirada a la reconstrucción historiográfica de la epistemología, campo de estudio de esta disciplina. Este ejercicio lo plantea desde las primeras configuraciones humanas, desde tres milenios antes de Cristo, hasta 1648, año en que se firma la Paz de Westfalia, pasando por la edificación de Constantinopla, guiado por un rastreo sobre la importancia de la diplomacia como concepto y como práctica política que se ha transformado a lo largo de las diferentes etapas sociohistóricas. Sus hitos contribuyen a pensar reconsideraciones de la forma en que los individuos, los Estados y las regiones se relacionan unos con otros.
En la sección de artículos misceláneos hallamos, en primer lugar, una meta-reflexión narrativa, en la cual Miguel Ángel Zerón Cid, con su artículo De las metáforas del poder al poder como metáfora, nos conduce a registrar de manera lingüística la capacidad del poder de desenvolverse en representaciones metafóricas. A lo largo de la historia de la “escritura del poder” y del reforzamiento de la dominación, encontramos un sinfín de alegorías al concepto más importante de la política. El autor desglosa de manera sistemática las formas en las que el poder y sus elementos constitutivos se han representado como “falo”, “cárcel”, “brecha”, “escalón”, entre otros.
El artículo Representaciones sociales sobre ciudadanía desde las perspectivas comunitarias: significados, obstáculos y formas sociales de Cristhian Adrián García Vergara y Nydia María Rincón Villamizar, ofrece un ejercicio interesante que retoma la teoría de representaciones sociales de Serge Moscovici para reconstruir las imágenes y categorizaciones sobre ciudadanía que se tienen en la comunidad de La Fortaleza, en Bogotá, Colombia. A pesar de ser un asentamiento irregular altamente precarizado, los habitantes de esta agrupación construyen representaciones sobre el accionar comunitario y el ejercicio civil que son fundamentales para complejizar la interseccionalidad que exige la ciudadanía como concepto y como práctica. Al desglosar las configuraciones ideacionales de La Fortaleza, los autores logran cristalizar la necesidad de profundizar en la diversidad política de lo comunitario.
Por su parte, Oscar Ranulfo Ayala Aragón con su trabajo titulado Crisis política y deslegitimación de la reforma universitaria boliviana: desde la utopía de sus principios a la distopía de sus fines, indaga sobre las causas que llevaron a la actual crisis social y política en Bolivia, a partir del análisis de la trayectoria de los diferentes conflictos subyacentes del sistema universitario boliviano. El campo de la educación superior en este país latinoamericano ha sido siempre piedra angular de los cambios radicales en las relaciones políticas y en la toma de decisiones en las altas esferas gubernamentales. Los intentos por reformar la educación universitaria en Bolivia siempre han desencadenado conflictos sociales que han conllevado a golpes de Estado y crisis políticas sustanciales.
Para finalizar esta sección, el artículo Las políticas sociales del gobierno federal y el gobierno de la Ciudad de México durante la pandemia del siglo XXI de Manuel Martínez Espinoza y Alicia Ziccardi es un estudio comparativo minucioso de la respuesta institucional de ambas esferas ejecutivas ante la sorpresiva pandemia por la Covid-19. El análisis de las políticas sociales, principalmente aquellas que tienen que ver con la población vulnerable, remarca que el fenómeno social producido por esta enfermedad agudizó aún más los problemas estructurales que México padecía de larga data. Las muertes, la desprotección, la violencia de género, el aumento de la pobreza generalizada, fueron pronunciadamente exacerbados, y la respuesta tanto federal como local en la Ciudad de México resultaron insuficientes.
Completan el número dos reseñas de libros de reciente publicación: ¿Los enfoques clásicos pueden explicar problemas actuales? de Ignacio Daniel Torres Rodríguez y Las reformas electorales en América Latina: una evaluación de los procesos de cambios de reglas de juego de Karen Garzón Sherdek.
Deseamos hacer una particular mención a una sección especial en este número titulada Conversatorio en torno al Premio CANIEM a la RMCPYS en la categoría de Revista Científica Indexada y a los 10 años de su Nueva Época. En ella se recogen las aportaciones de las y los investigadores, profesores y editores en dos eventos: el propio Conversatorio, realizado el 2 de marzo de 2023 en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, y la presentación de la Revista, el 6 de marzo de este mismo año, en el marco de la Feria Internacional del Libro en el Palacio de Minería. Los exponentes de esta sección son: Carola García Calderón, directora de la FCPYS; Judit Bokser Misses-Liwerant, directora-editora de la RMCPYS; Fernando Castañeda Sabido, exdirector de la FCPYS y actual director de la DGAPA; José Luis Velasco, director de la Revista Mexicana de Sociología, Gilda Waldman Mitnick, miembro del Consejo Editorial de la RMCPYS; Karla Valverde Viesca, coordinadora del Programa de Posgrado en Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM; Fernando Ayala Blanco, coordinador del Centro de Estudios Políticos de la FCPYS; Karolina Gilas, profesora-investigadora de dicho centro y Alan Yosafat Rico Malacara, editor asociado de la RMCPYS. Estas voces complementan de manera fundamental el diálogo que siempre se establece entre las ciencias sociales y su difusión y divulgación en publicaciones científicas.
De parte de todo el equipo de la Revista Mexicana de Ciencias Políticas y Sociales, deseamos que este nuevo número continúe estimulando ejercicios de reflexividad y de discusión en los múltiples espacios académicos nacionales e internacionales a los que llega y que nos ayude a comprender de mejor manera fenómenos sociales que apremian a nuestras sociedades.