Introducción
El presente artículo forma parte de una investigación1 centrada en la historia del socialismo internacional y, particularmente, de la organización IV Internacional en Europa occidental durante la Segunda Guerra Mundial. En ese sentido, se trata de una primera aproximación a los estudios comparativos entre dos partidos engendrados en el seno del movimiento socialista europeo del siglo XX: el Partido Comunista Francés (PCF) y la sección francesa de la IV Internacional, los cuales coexistieron y se relacionaron en un mismo marco espaciotemporal.
La historia del comunismo y, en menor medida, de las internacionales socialistas, han llamado la atención de numerosos investigadores, a partir de la década de 1970. Entre las numerosas obras sobre el PCF durante la Segunda Guerra Mundial, rescatamos los trabajos de Rieber (1962) , Stalin and the French Communist Party 1941-1947; Molina y Vargas (1978) , Dialogue à l’intérieur du Parti communiste français;Courtois (1980), Le PCF dans la guerre: De Gaulle, la résistance, Staline. Por su parte, la investigación de Claudín (1978), La crisis del movimiento comunista, abre el panorama y la discusión historiográfica al estudiar las políticas de los partidos comunistas en relación con las internacionales socialistas. De manera similar, el libro de Olivier Wieviorka (2016) , renueva la perspectiva sobre las relaciones entre el PCF y los movimientos de la resistencia antifascista.
La investigadora Jacqueline Pluet-Despatin remarcó la fascinación que tuvieron los historiadores por los grandes movimientos comunistas y socialistas. Olvidada -o incluso oculta- la historia de la extrema izquierda finalmente ha adquirido hace algunos años un lugar de interés académico. Se descubrió que esta fracción del socialismo constituía una parte significativa, incluso si era numéricamente débil, del campo político y que contribuía -tanto por su función crítica frente a los principales partidos obreros, como por los problemas teóricos que planteaba- a un conocimiento más profundo de la realidad y evolución del movimiento obrero (Pluet-Despatin, 1978: 1-2). Rainer Horn señaló, por otra parte, cómo, en el marco de la extrema izquierda europea, el trotskismo ocupa un lugar bastante excepcional. Si bien se reconoce como una tendencia que existe hasta nuestros días, no logró convertirse en una fuerza poderosa de la izquierda, como tampoco logró influir en una parte significativa de la clase trabajadora europea durante gran parte del siglo XX. Aunque probablemente la explicación sobre el pequeño tamaño de las organizaciones trotskistas es producto de una estrategia de reclutamiento por cooptación, este fenómeno de “marginalidad persistente”, como lo denomina el autor, por sí solo sería un tema de estudio interesante (Rainer Horn, 1989: 50). Los antecedentes más relevantes sobre el trotskismo francés incluyen los trabajos de Michel Dreyfus Les trotskystes français et la question nationale pendant la seconde guerre mondiale (1976) ; Jacqueline Pluet-Despatin Les trotskistes et la guerre 1940-1944 (1980); la compilación documental de los congresos de la IV Internacional durante la Segunda Guerra Mundial de Rodolphe Prager (s.f.); Jean-Pierre Cassard, Les trotskystes en France pendant la deuxième guerre mondiale (1939-1944) (1970).
Sin embargo, resulta interesante volver la mirada sobre los trabajos que han estudiado a los expulsados, a los disidentes, o a quienes renunciaron a su militancia en alguna de las secciones de la Internacional Comunista (IC). Estas disidencias fueron abordadas, por ejemplo, en PCF. Crises et dissidences. De 1920 à nos jours (1990) de Michel Dreyfus y La izquierda comunista en Italia (1919-1999). Historia de la corriente “bordiguista” (1980) de Philippe Bourrinet. Paralelamente, investigaciones como las de Gaido (2015) , intentan identificar las continuidades y rupturas programáticas en el seno del movimiento socialista internacional. Esto es importante, ya que permite observar las influencias y las transformaciones entre organizaciones políticas frecuentemente enfrentadas entre sí.
Teniendo en cuenta esto, este artículo retoma los aportes de distintos autores y corrientes teóricas. En primer lugar, se enmarca dentro del campo de estudio de la historia del socialismo, entendiendo que las internacionales socialistas eran organismos vivos con incidencia en los distintos procesos nacionales y locales de la sociedad de la que formaban parte. Por otro lado, la elección de las Internacionales como marco de referencia tiene otra implicación: nuestra hipótesis de trabajo se funda en la importancia de aportar no solo a la historia de las internacionales socialistas, sino también a una historia internacional del socialismo. Esto significa, en palabras de Georges Haupt (1962) , que el socialismo, en sus expresiones políticas internacionalistas, solo puede comprenderse cabalmente a través de análisis comparativos y transnacionales. En ese sentido, retomamos los planteos de Sawicki (2011) sobre la construcción social de las organizaciones políticas. De esta manera, apostamos por una perspectiva que ubique el estudio de los partidos políticos en su contexto sociohistórico, integrando el análisis de las formas organizacionales, de las prácticas militantes y de las estrategias políticas, de manera relacional y comprensiva. De esta manera, al analizar la implementación del comunismo y de sus disidencias en el seno de la clase trabajadora deben considerarse -además del aspecto programático- las determinantes sociales de la lucha de clases: crisis o estabilidad económica, el ascenso o el reflujo de las luchas sociales, las victorias y las derrotas de la clase trabajadora, las condiciones de legalidad o ilegalidad política. Todos estos elementos marcaron el desarrollo de los partidos de izquierda.
En segundo lugar, siguiendo el análisis de las disidencias planteado por Michel Dreyfus (1990) , este artículo aborda la comparación entre el PCF y el nombre los partidos trotskistas francés y belga desde una mirada relacional. El análisis comparativo entre estas dos organizaciones en este periodo resulta interesante en tanto ambas desarrollaron su política en la clandestinidad y sufrieron la persecución de los nazis, sin embargo, queda el interrogante de por qué su influencia en las masas y crecimiento en las décadas de posguerra fue radicalmente distinto. Por su importancia y su persistencia, el fenómeno de las oposiciones afecta a todo el movimiento social, por lo que a menudo juega un papel de “revelador” en la vida de las organizaciones políticas. El desafío consiste en cuestionar la comprensión del PCF y de la sección francesa de la IV Internacional como organizaciones estáticas, antagónicas y completamente diferentes entre sí. A pesar de las diferencias en las líneas políticas de cada partido, se observan momentos de encuentros y desencuentros, producto de su matriz común de nacimiento; esto se manifestó, por ejemplo, en 1943, a partir de la disolución de la Komintern, cuando los trotskistas intentaron acercarse a los militantes comunistas disidentes. Los grupos políticos conformados en los maquis pueden ser pensados en la misma lógica, es decir, como un espacio de encuentro de militancias disimiles. Sin embargo, la persecución comunista a la corriente trotskista y el asesinato de León Trotsky, provocaron un punto de quiebre que marcaría la relación de confrontación por el resto del periodo.
En esa línea, el objetivo de este artículo es analizar comparativamente la política de la IV Internacional y del PCF entre 1941 y 1943, a través de sus prensas partidarias -La Vérité, L’Humanité y otro tipo de documentos como boletines internos de los trotskistas franceses y belgas, quienes motorizaban el Secretariado Provisional Europeo de la IV Internacional- y revistas teóricas (Cahiers du Bolchevisme). Las ideas orientadoras de este trabajo intentarán dilucidar las razones de dicho desarrollo tan disímil entre ambas organizaciones. Por un lado, es necesario tener en cuenta las condiciones en las que cada partido se encontraba al iniciar el conflicto bélico; el alcance y los recursos -tanto materiales como humanos- que tenía cada partido. Por otro lado, el desarrollo de las relaciones entre estos partidos estuvo marcado por las disputas internas del bolchevismo y se mostró complejo: podemos identificar momentos de acercamiento y trabajo conjunto entre militantes de base comunistas y trotskistas; pero también de arduos debates, traiciones y asesinatos. Finalmente, las perspectivas políticas con respecto a la restauración democrática de posguerra jugaron un papel fundamental en el futuro de cada organización.
En la primera parte del artículo nos enfocaremos en las estrategias de resistencia que cada organización llevó a cabo como respuesta a la ocupación nazi de Francia. Seguidamente, indagaremos en el perfil de las políticas diseñadas por cada organización hacia los soldados alemanes. Asimismo, a lo largo del trabajo, analizaremos de qué manera, tanto los grupos que integraron la IV Internacional como el PCF, encararon el análisis político de la guerra en la clave de sus predecesores: las obras de Lenin y la experiencia de la Primera Guerra Mundial fueron los pilares teóricos que guiaron las perspectivas políticas de ambos partidos. En ese sentido, las comparaciones con el periodo 1914-1919 fueron frecuentes.
Una matriz común y la construcción partidaria desde las disidencias
Desde su fundación en el Congreso de Tours en diciembre de 1920, el PCF ha conocido un gran número de crisis. A partir de reglas definidas por la IC, se configuró un sistema regido por el centralismo democrático basado en la existencia de un “centro” dotado de múltiples poderes; en este periodo, progresivamente se concentró más poder en el Politburó. Esto marcó una ruptura con el modelo socialdemócrata, en el cual se admitía la coexistencia y el debate de tendencias al interior de la organización. Esta profunda transformación tuvo lugar gracias a su inserción en la CGTU2 y a la intervención de un aparato internacional, la IC. Asimismo, las luchas políticas que culminaron a principios de la década de 1930 con la victoria de la fracción estalinista, aparecen como uno de los aspectos fundamentales del proceso de formación del PCF. La eliminación de los grupos de oposición como método de construcción partidaria se reprodujo en casi todas las secciones de la IC y también dentro de esta misma: sin negar la especificidad de cada partido, la historia del movimiento obrero, las condiciones de su formación y el contexto social en el que se desarrolló, no podemos olvidar que el comunismo fue un movimiento internacional estructurado en el seno de la Komintern (Dreyfus, 1990: 13 ).
A principios de la década de 1930, el pc estaba medianamente asentado en su funcionamiento más que en su orientación política, la cual no podía ser definitiva. Sin embargo, no fue inmune a las crisis debidas a un cambio político repentino, a una situación sociopolítica particular o simplemente a la oposición en su seno de una personalidad fuerte. De esta forma, las oposiciones que continuaron desembocando en exclusiones o escisiones fueron frecuentes durante esta segunda década, ya no como un momento en la construcción del partido sino como un elemento regulador de las crisis que atravesó la sección francesa de la IC (Dreyfus, 1990: 245 ). En esa línea, las luchas del periodo de entreguerras en el seno del partido bolchevique y de la IC se constituyeron en el bagaje programático que definió al trotskismo en sus primeros años. La expulsión de Trotsky de la Unión de Repúblicas Soviéticas Socialistas (URSS), a principios de 1929, cambió las dimensiones del combate e hizo que “la oposición se definiera con relación al partido ruso y que solo tuviera existencia política en él” (Marie, 1970: 53 ). Casi diez años después, la Oposición de Izquierda al régimen estalinista logró configurar una articulación programática definitiva en los “Once puntos” de diciembre de 1932 (Trotsky, 1972). A partir de 1934, los trotskistas fueron denunciados en el seno del movimiento obrero por la IC como espías de la Gestapo. Los procesos de Moscú de 1936 orquestaron una persecución, a lo largo del mundo, de los líderes trotskistas y de numerosos militantes próximos a dicha corriente.
Por otra parte, el contexto político europeo, caracterizado por una creciente pérdida de influencia de los regímenes democráticos, provocó nuevos cambios en la dinámica de los partidos comunistas. La ilegalidad, la clandestinidad, el trabajo antimilitarista, la acción de masas determinaron la acción de los partidos comunistas en Europa y en el mundo. Estas condiciones exigieron una organización rigurosamente estructurada y sólidamente jerarquizada: en 1935, de 67 secciones de la IC, 45 fueron forzados a la acción ilegal (Dreyfus, 1990: 10-12 ).
En ese sentido, el nacimiento del trotkismo como una corriente política internacionalista disidente del comunismo estalinista, estuvo atravesado por una serie de obstáculos. Si bien la conferencia de fundación de la IV Internacional, en septiembre de 1938, sentó las bases programáticas de la acción política de sus secciones, en la práctica, no logró articular una organización internacional. Sumado a esto, el asesinato de Trotsky, el 20 de agosto de 1941, implicó el corte de la Oposición de Izquierda con el último vínculo vivo del bolchevismo y con la revolución de octubre. Como fruto de este proceso, la IV Internacional tuvo un nacimiento completamente distinto al de las Internacionales socialistas que le precedieron y careció de los grandes partidos de masas que caracterizaron a la I y II Internacional.
El estallido de la Segunda Guerra Mundial encontró al trotskismo francés desorganizado, dividido en al menos cinco grupos y sin sección oficial que estuviese afiliada a la IV Internacional en Francia (Alexander, 1991: 355-356 ). Esa situación se mantuvo hasta la invasión alemana a dicho país que culminó con la ocupación de París el 14 de junio de 1940. A partir de la ocupación, los trotskistas franceses se reorganizaron en la clandestinidad. Entre 1940 y 1942 el Parti Ouvrier Internationaliste (POI) se reagrupó con el nombre de Comités Français pour la Quatrième Internationale (CFQI).3 Este partido fue la sección francesa oficial de la IV Internacional, motorizando la conformación del Secretariado Provisional Europeo conjuntamente con la sección belga. El nuevo grupo logró mantener comunicaciones regulares con París y Bélgica, y se componía principalmente de trabajadores cuya inserción en las fábricas locales era bastante notable. En la zona ocupada, la organización se conformaba de varios grupos, estando el más importante en París. La composición social era algo diferente de los grupos de la zona no ocupada, nutriéndose de estudiantes y gente joven. Se estimaba que la cantidad de militantes rondaba entre las setecientas y ochocientas personas, lo cual, en contraste con los aproximadamente veinte mil miembros con los que contaba el PCF para esa época, da una idea aproximada del tamaño relativo de la organización trotskista (Luparello, 2021: 33-34 ).
La invasión nazi de la URSS y la carta “a los obreros comunistas” de los trotskistas belgas
Un año después de la ocupación de Francia, la invasión nazi de la URSS, en junio de 1941, también conocida como “Operación Barbarossa”, fue un acontecimiento que transformó el panorama político europeo de la noche a la mañana. El mismo tuvo un fuerte impacto en la política del PCF, al anular los términos del Tratado de No Agresión entre Alemania y la Unión Soviética (Pacto Ribbentrop-Mólotov), firmado el23 de agosto de 1939, nueve días antes de iniciarse la Segunda Guerra Mundial. A partir de entonces, se produjo un giro en la política del PCF, ordenado desde las cúpulas de la dirigencia en el Kremlin. El cambio se reflejó en el órgano teórico del partido, Cahiers du bolchevisme, el cual en su N°18 de 1941 incluía una nota titulada: “Hitler ha atacado a la Unión Soviética”. La misma iniciaba con la denuncia de la violación del pacto de No Agresión y llamaba a la movilización del pueblo francés para defender a la URSS:
¡Pueblo de Francia! El pueblo de la URSS, unido en conjunto detrás del gobierno soviético, detrás del Partido Bolchevique y detrás de su Jefe, el camarada Stalin, está listo para responder con la fuerza a la agresión criminal hitleriana.
¡Franceses! ¡Franceses!
Ahora se vio claramente que los gobernantes franceses, que enviaron insumos bélicos para la guerra en Finlandia para combatir a la URSS, son cómplices del hitlerismo […]
Pétain y Darlan, vendidos a Hitler, pueden mañana movilizar al pueblo francés para luchar contra la URSS por órdenes de hitler, pero los soldados, marineros y aviadores franceses no responderán el llamado de los traidores de Vichy. (Parti Communiste Français, 1941a: 11-12)
Asimismo, encontramos las primeras referencias a la Primera Guerra Mundial:
el imperialismo alemán somete a Francia a un régimen de opresión mucho peor que el régimen de Versalles impuesto al pueblo alemán después de la guerra de 1914-1918. El Tratado de Versalles hundió, de hecho, al pueblo alemán en una miseria atroz por el mayor beneficio de los plutócratas, que hoy son los beneficiarios de la derrota francesa, ya que ayer fueron los beneficiarios de la derrota de Alemania. (Parti Communiste Français, 1941b: 22)
En algunos casos, sin embargo, estas referencias no se consideraban como “crónicas anunciadas de una nueva tragedia”, sino como lecciones que en este nuevo conflicto bélico les permitirían hacer las cosas de manera distinta: “En 1919, los gobernantes reaccionarios de Francia enviaron soldados y marineros a luchar contra la República Soviética. Con nuestro querido y gran André marty4 a la cabeza, los marineros y los soldados franceses se rehusarán a combatir el país de lenin y stalin” (Parti Communiste Français, 1941a: 12). En ese sentido, el PCF se dirigía al ejército y al pueblo francés en general para luchar contra el nazismo:
SOLDADOS, AVIADORES Y MARINEROS FRANCESES, si les exigen combatir contra los soldados de la URSS, rehúsense; rebelen sus armas contra los traidores que son los cómplices de Hitler, el opresor de nuestro país. obreros, campesinos, intelectuales franceses, la hora de nuestra liberación se aproxima. (Parti Communiste Français, 1941a: 12)
En cuanto a los soldados alemanes, una de las primeras menciones sobre ellos afirmaba que el pueblo francés debía “hacer entender a los soldados alemanes que estarán realizando un trabajo criminal si se mantienen sometidos a sus jefes” y que era necesario “organizar las fuerzas populares que nos permitirán expulsar a los enemigos de nuestro país del suelo de Francia”. Así también, uno de los apartados de la nota estaba dirigido particularmente a los trabajadores franceses, quienes no debían olvidar “que las armas fabricadas por ustedes están destinadas a matar a trabajadores de la URSS en nombre de los opresores de Francia” (Parti Communiste Français, 1941a: 12).
Para finalizar, la nota hacía un llamamiento a todos los franceses y a todas las francesas para la constitución “del Frente Nacional de Lucha por la Independencia de Francia”:
FRANCÉS, FRANCESA, corazones arriba! Se acerca la hora de la liberación. Expulsaremos a las tropas de Hitler de nuestro territorio y todos viviremos en una FRANCIA LIBRE, FUERTE Y FELIZ. ¡ABAJO HITLER Y SU ODIOSO RÉGIMEN QUE DERROCAREMOS!
¡VIVA LA URSS, UN PAÍS DE LIBERTAD DE IGUALDAD Y HERMANDAD DE PUEBLOS!
¡VIVA FRANCIA LIBRE E INDEPENDIENTE!
A partir de la invasión a la URSS, la prensa partidaria del PCF, L’ Humanité, publicó en cada edición una nota sobre la lucha del pueblo francés por la defensa de la Unión Soviética y la liberación nacional de Francia, por medio de distintas tácticas de resistencia (sabotajes individuales, organizaciones paramilitares, comités de abastecimiento), que llevarían a una gran insurrección nacional para expulsar al enemigo. Esta política tenía como objetivo la restauración democrática, pero de una “nueva” república francesa:
Un gobierno que la unidad de la nación francesa hará posible mañana, un gobierno que será el gobierno del renacimiento nacional, compuesto por hombres honestos y valientes, trabajadores manuales e intelectuales que no han estado involucrados en nada en crímenes sucios, un gobierno del pueblo, sacando su fuerza del pueblo, y actuando exclusivamente en interés del pueblo.
[… ] Para liberar a Francia de un puñado de sinvergüenzas que la traicionaron, extendemos una mano fraterna a los trabajadores socialistas, a los radicales, a los trabajadores cristianos, a todos los trabajadores, a todos los franceses que, incluso aquellos que ayer eran de la derecha, se dan cuenta hoy que han sido odiosamente engañados:
¡FRANCESES, ÚNANSE!
¡POR UNA PATRIA LIBRE E INDEPENDIENTE! ¡VIVA LA UNIÓN DE LA NACIÓN FRANCESA! (Parti Communiste Français, 1941c: 15-17)
La reacción de la IV Internacional ante el ataque de Hitler se mostró radicalmente distinta. El 25 de junio de 1941, el Comités Français pour la IV Internationale (CFIVI), editó un número especial de dos páginas de La Vérité que contenía un solo artículo titulado “Ante el ataque de Hitler a la URSS”. Afirmaban que “en todos los países, a partir de ahora, los trabajadores deben organizarse para paralizar la agresión nazi”, al mismo tiempo que advertían contra todos los intentos (comunistas) de:
lanzar a la vanguardia de los trabajadores a aventuras prematuras que Hitler podría aplastar fácilmente. Eso llevaría a la decapitación del movimiento revolucionario y a la interrupción del magnífico impulso que comienza a acumularse entre las masas trabajadoras. La oportunidad es favorable para la lucha, pero es necesario considerar para cada acción las fuerzas reales de los trabajadores. (Comités Français pour la IV Internationale, 1941a: 1-2)
En contraste con la estrategia del PCF, los trotskistas franceses llamaron a la unidad en las filas de los trabajadores a través de la creación de comités obreros y lanzaron el eslogan: “Contra la guerra de Hitler, reduzcamos la producción” (Comités Français pour la IV Internationale, 1941a: 1-2).
En consonancia con el CFIVI, la sección belga de la IV Internacional, Parti Communiste Révolutionnaire , publicó una carta abierta titulada “A los obreros comunistas”, en la que denunciaban la política contrarrevolucionaria de la III Internacional y llamaban a la defensa de la URSS contra el nazismo. Siguiendo los postulados del “Programa de Transición”, el documento afirmaba que desde hacía ya varias décadas la sociedad capitalista se encontraba totalmente en agonía. La contradicción entre el desarrollo de las fuerzas productivas y la forma de propiedad burguesa, se manifestaba por una destrucción de la riqueza, por la miseria y el sufrimiento de las masas populares. Los capitalistas estaban en busca de nuevas oportunidades comerciales y la guerra era una de las más importantes; afirmaban que, durante mucho tiempo, las condiciones objetivas habían madurado para la revolución proletaria internacional (Parti Communiste Révolutionnaire, 1941a: 5).
Los militantes belgas distinguían entre la cúpula de los partidos comunistas y su militancia de base. La carta iba dirigida a aquellos militantes comunistas que estaban “sinceramente dedicados a la causa revolucionaria” y a quienes se les reconocía su valor en la lucha contra la guerra imperialista y el nazismo. En ese sentido, el documento afirmaba que la defensa de la URSS era una necesidad absoluta para el proletariado mundial, que de ninguna manera podía requerir el sacrificio de la revolución socialista y hacía hincapié en los giros políticos de Stalin:
Recuerden, camaradas comunistas, que, hasta el pacto Hitler-Stalin, fueron forzados, con el pretexto de la defensa de la URSS, a predicar la guerra santa de la “democracia” contra el fascismo, a sembrar entre los trabajadores las peores ilusiones liberales, a confundir los himnos burgueses nacionales con los internacionales […].
Hoy, Stalin ya no es el aliado de Francia. Además, sus vueltas le permiten luchar temporalmente “contra todos los imperialismos”. [Puede ser] que mañana la URSS tome represalias contra Hitler, y la Comintern vuelva a ser “democrática y antifascista”. Se demostrará nuevamente que la guerra emprendida por los bandidos angloamericanos es una guerra por la “democracia”. Por el contrario, si Stalin capitula completamente ante Hitler, él dará el tiro de gracia a la III Internacional. (Parti Communiste Révolutionnaire, 1941a: 5)
La carta finalizaba con una reafirmación de que las condiciones objetivas nunca habían sido tan favorables, nunca el desarrollo del mundo había reclamado tan urgentemente la revolución socialista. No obstante, de manera similar al PCF, el Partido Comunista Revolucionario (PCR) belga instaba a los trabajadores a tomar un curso de acción diferente, apoyándose en las consecuencias de la primera posguerra:
Camaradas comunistas, debemos sacar las conclusiones de las derrotas del proletariado europeo, debemos hacer todo lo posible para asegurar que la crisis revolucionaria que se aproxima a grandes pasos termine, no por un nuevo Versalles y una nueva república de Weimar, sino por la toma del poder por parte del proletariado. Para eso, deben darle la espalda al estancamiento que solo puede llevar a la clase trabajadora a nuevos incumplimientos y nuevos compromisos. (Parti Communiste Révolutionnaire, 1941a: 5)
La resistencia del Ejército Rojo al ataque de Hitler fue un punto de inflexión en el conflicto armado, al poner en duda la supuesta invencibilidad del ejército nazi. En su edición de agosto, La Voie de Lénine publicó un extenso documento titulado “Para ayudar al Ejército Rojo, preparemos la revolución europea”, en el que se analizaba el giro de los últimos acontecimientos entre finales de junio y agosto de 1941. Al lanzar la guerra contra la Rusia soviética, Hitler impartió un nuevo carácter a la guerra imperialista. Se sopesaban dos escenarios posibles: que la victoria del Ejército Rojo condujese al colapso del capitalismo en Alemania y Europa, o al menos, a una crisis revolucionaria que le diese al proletariado europeo la oportunidad de derrocar al capitalismo; o que la victoria de los ejércitos fascistas significara la restauración del capitalismo en Rusia y la colonización de la misma (Parti Communiste Révolutionnaire, 1941b: 1). A partir de eso, el artículo desarrollaba una interesante analogía entre la guerra y la Guerra civil española (1936-1939). Stalin afirmaba que, como España lideraba la lucha contra la reacción capitalista en nombre de objetivos puramente nacionalistas, y la Komintern estaba convirtiendo a la guerra en una lucha entre la democracia y el fascismo en todo el mundo cuando en realidad, el documento planteaba:
Desde la primera guerra, el dilema que enfrentó a Europa había sido el comunismo o el fascismo, la base de la democracia burguesa y del estado nacional, el capitalismo de la libre competencia, hacía tiempo que había desaparecido allí. Desde 1914, la democracia ha sobrevivido en algunos países europeos solo sobre la base de las enormes ganancias y excedentes extraídos a los trabajadores coloniales. E incluso en estos países, particularmente en Francia y Bélgica, ya estaba agonizando en vísperas de la Segunda Guerra Mundial. (Parti Communiste Révolutionnaire, 1941b: 1)
Si bien la resistencia del pueblo ruso podía servir como punto de partida para la revolución proletaria, a través del impulso del descontento de las masas alemanas y el agotamiento económico del país, la propaganda estalinista se centraba exclusivamente en la defensa nacional en la URSS y sobre los objetivos democráticos en Europa. Según el PCR, esto generaba:
el espectro de un nuevo Versalles que todavía une a las masas alemanas con Hitler. Este espectro solo puede descartarse ante la perspectiva de un octubre europeo, el soldado alemán debe estar convencido de que al dar la espalda contra al hitlerismo, no jugará el juego de los imperialistas y finalmente encontrará su camino hacia la liberación social. La política estalinista que vincula el destino de la URSS con el de los bandidos capitalistas anglosajones fortalece la unidad alemana y evita la caída del hitlerismo. (Parti Communiste Révolutionnaire, 1941b: 4)
Ante ese panorama, el PCR llamaba a defender a la URSS por los métodos del proletariado: la huelga, el sabotaje de la producción de guerra y toda la maquinaria de guerra fascista, por la preparación de la revolución y levantaba la consigna leninista “por la transformación de la guerra imperialista en una guerra civil”.
En una línea similar, el Comités Français pour la IV Internationale afirmaba que la expresión más inmediata del descontento del pueblo francés era el movimiento de resistencia nacional a la opresión, el cual constituía la primera etapa -desorganizada y pequeñoburguesa-, de la nueva ola revolucionaria. En la medida en que la dependencia económica de la burguesía condujera a un acercamiento cada vez más estrecho entre Berlín y Vichy, el sentimiento nacional popular de las masas se opondría cada vez más violentamente a este último (Comités Français pour la IV Internationale, 1941b: 2). Una de las maneras en que esa oposición se manifestaba fue a través del gaullismo, con lo cual fue considerado por los trotskistas como uno de los fenómenos más importantes del periodo. Paralelamente al gaullismo, la otra corriente que alimentaba al movimiento contra la opresión nacional estaba representada por el Partido Comunista. Debido a su gran aparato y gran caudal de militantes, el Partido Comunista era reconocido por los trotskistas como el polo de organización obrera más grande del momento. No obstante, afirmaban que su (nueva) política contra Alemania lanzaba a las masas al aventurerismo del terrorismo individual para salvar la burocracia estalinista y sus privilegios.
A partir de este análisis, se tomaba a “los movimientos reivindicativos del proletariado en los países democráticos, los movimientos de grandes sectores de la población contra la miseria y el hambre, el movimiento de las nacionalidades oprimidas y la resistencia del proletariado ruso en la URSS” (Comités Français pour la IV Internationale, 1941b: 2) como los precursores de la nueva ola revolucionaria mundial. Sin embargo, era necesario desarrollar ese gran movimiento popular antihitleriano en un sentido proletario y anticapitalista como condición necesaria para lograr la fraternización con los soldados y los trabajadores alemanes. En esa línea:
El objetivo es ante todo encontrar la unidad obrera para y por la acción […] es esencial encontrar un punto del programa de acción que vincule las preocupaciones inmediatas de las masas con las reivindicaciones socialistas fundamentales. La tarea política urgente es la adaptación al periodo actual del programa de transición de la IV Internacional. (Comités Français pour la IV Internationale, 1941b: 3)
¿Terrorismo individual u organización de masas?
A partir de agosto de 1941, el cambio de las relaciones entre la URSS y Alemania hizo que el PCF comenzara a abogar por prácticas de terrorismo individual a través de la ejecución de ocupantes o colaboradores. Además de los actos patrocinados por el PCF, también hubo iniciativas individuales por parte de civiles, como la de Paul Collette, de 20 años, quien, el 27 de agosto de 1941, intentó disparar a Pierre Laval y Marcel Déat (el gobierno de Vichy ejecutó inmediatamente a tres miembros del PCF en represalia). A propósito de esos acontecimientos, La Vérité del 15 de septiembre de 1941, publicó en su portada dos artículos: “Más allá de las ejecuciones” de rehenes y “¿Terrorismo u organización de masas?”, que advertían contra el empleo del terrorismo individual, que proporcionaba a la burguesía una excusa para eliminar a la naciente vanguardia de los trabajadores. En contraposición, afirmaban que la única violencia que es efectiva es aquella ejercida por las masas de los trabajadores. Los trotskistas insistieron en la necesidad de la organización:
Dejen que las organizaciones de trabajadores -comunistas, trotskistas y otros- se unan para la lucha común, manteniendo sus respectivas banderas. En las fábricas, entre vecinos, que trabajen juntos para reunir a todos los que quieren luchar por la libertad... De esta manera, las masas pueden marchar a la siguiente etapa, la de la liberación y el socialismo. (Comités Français pour la IV Internationale, 1941c: 1)
Por su parte, en La Voie de Lénine del mismo mes coincidía en el análisis de La Vérité e iba un poco más lejos. El artículo “Terrorismo y acción revolucionaria” retomaba el episodio de Colette junto con otros atentados terroristas del PCF dirigidos contra el ejército alemán y contra los colaboracionistas. Según el PCR, el error fundamental del terrorismo individual era hacer creer a las masas oprimidas que el asesinato de un dictador o de algunos mercenarios aportaría a su liberación, sin que ellos mismos participen. De esta forma, el terrorismo individual era el producto de la impaciencia de algunos ante la pasividad de la gran mayoría. Pero, por otro lado, constituía un indicio de que el régimen se había vuelto insoportable para las masas y ponía al descubierto la brutalidad de la reacción que caracterizaba al régimen fascista. El comunismo se había convertido, después de junio, en el blanco de los nazis. El problema era que los militantes de la clase obrera eran los que caían víctimas de las represalias: “Nos encontramos en presencia entonces de una actividad terrorista sistemática dirigida por organizaciones que incluyen esa forma de actividad en su programa. Concretamente, hablamos de organizaciones nacionales y estalinistas que luchan bajo la bandera de la ‘liberación nacional’” (Parti Communiste Révolutionnaire, 1941c: 11-12). El pcr se desmarcaba fuertemente de este tipo de acciones, enfatizando que en todos los escritos y publicaciones de la organización se afirmaba que la abolición del capitalismo no podría ser sino obra de los trabajadores bajo la dirección del partido revolucionario. Para abatir el capitalismo y la dictadura fascista:
los proletarios tienen que organizar potentes movimientos de masas y vincular su acción con la de los trabajadores alemanes en uniforme. A través de esa lucha, la clase obrera marchará hacia la insurrección armada para derrotar a la resistencia de la clase dominante. Después de haber expropiado a los expropiadores, el proletariado en armas ejercerá su terror revolucionario para conservar el poder y construir el Socialismo. Dicho camino es el camino de Lenin, es el camino de los revolucionarios más grandes de la historia, de la revolución francesa y de la revolución de octubre. (Parti Communiste Révolutionnaire, 1941c: 11-12)
En la edición de noviembre de 1941, el tema fue retomado y ligado exclusivamente a las consecuencias prácticas que conllevaban los atentados. A esos fines, se trajo a colación la experiencia de la Rusia imperial en la que después de cada ataque terrorista, exitoso o no, las autoridades zaristas lo tomaban como pretexto para lanzar una ola de arrestos, deportaciones y ahorcamientos. Las escasas organizaciones de la izquierda fueron disueltas, sus líderes perseguidos y exiliados. En ese sentido, a pesar de los relatos de algunas publicaciones estalinistas, no había evidencia de que los atentados hayan sido obra de militantes de izquierda. Sin embargo, el nazismo los aprovechaba para ejecutar un número considerable de detenidos políticos que pertenecían exclusivamente a partidos y grupos comunistas (Parti Communiste Révolutionnaire, 1941d: 1). Además de eso, los ataques eran doblemente desventajosos para la sociedad. Primero, porque iban en contra de la “política del proletariado” (en realidad, la política planteada por la IV Internacional), que consistía en preparar el terreno para una fraternización con los trabajadores alemanes en uniforme y de los otros países. En relación a eso, el artículo preguntaba:
¿Cómo quiere que estos soldados decidan volverse contra su camarilla gobernante si, por actos tan locos como los ataques que hemos registrado, les damos la impresión de que los pueblos de los países del mundo que se han encontrado con Hitler están esperando ansiosamente el momento en el que pueden devorarlos? No, los ataques contra los soldados alemanes solo pueden vincularlos aún más estrechamente al tanque de Hitler. (Parti Communiste Révolutionnaire, 1941d: 1)
En segundo lugar, cada ataque daba lugar a muchas ejecuciones de militantes, por lo que el proletariado se vería privado de una gran cantidad de “futuros líderes”. Como conclusión, el pcr ligaba directamente a estos atentados con “el odio nacionalista, el veneno de los pueblos”, que producía el exterminio de trabajadores revolucionarios encarcelados, al mismo tiempo que potenciaba el nacionalismo reaccionario. En comparación con los trotskistas, que plantearon la consigna de la creación de “grupos obreros” como reacción a los llamados de los estalinistas a realizar acciones masivas contra la ocupación nazi, el PCF intensificó su política de corte nacionalista, que había comenzado un año atrás debido a la instauración del Service du Travail Obligatoire (STO),5 ordenado por Pétain en septiembre de 1942. Esta medida marcó un punto de inflexión tanto para los movimientos de la resistencia y los partidos políticos, como para la clase trabajadora en su conjunto. Si las condiciones de vida ya habían sufrido un fuerte deterioro desde la ocupación en 1940 (desempleo, escasez de provisiones, inflación), las deportaciones a Alemania solo agravaron esta situación y generaron un fuerte rechazo por parte de los trabajadores. En relación con eso, la editorial de los Cahiers du Bolchevisme N° 19 de 1942 se titulaba “La hora del combate” y establecía las tareas del momento para los trabajadores. Si bien reafirmaba la necesidad de impedir que Hitler hiciera trabajar a la industria francesa para su maquinaria de guerra, el llamado se expresaba con un término despectivo hacia los alemanes que marcaría la política del PCF durante los siguientes años de la guerra: “Rehúsense a trabajar para los boches”. A diferencia de las notas analizadas en la prensa trotskista, los artículos del periódico y de la revista teórica del PCF no hacían distinción entre la dirigencia fascista y el pueblo alemán, el cual también desarrolló diferentes estrategias de resistencia al régimen.6 Esta táctica de “simbiosis” que daba a entender que cualquiera que fuera alemán respaldaba al nazismo, alimentó una larga tradición xenófoba entre franceses y alemanes que era previa, incluso, a la Primera Guerra Mundial. De esta manera, la línea política del PCF se caracterizó por alentar los sabotajes individuales a los “boches” y organizar a la mayor cantidad de trabajadores en los maquis dirigidos por los Francs-Tireurs:
vuelvan inutilizables las maquinas, hagan fallar los motores, incendien las fábricas, etc. Organicen huelgas para defender sus reivindicaciones, para impedir el envío de trabajadores franceses a Alemania. Si los movimientos huelguísticos se desarrollan en diversos lugares, los boches y los traidores de Vichy no podrán combatirlos. Y sobre todo, los trabajadores deben, por todos los medios, sabotear todo lo que sea destinado a Alemania. Los trabajadores ferroviarios deben sabotear y desorganizar las comunicaciones para que los nazis no puedan recibir suministros y para introducir el desorden en los servicios del enemigo.
¡Patriotas! Constituir por todos lados grupos de partisanos y de Francs-Tireurs que estén en comunión de pensamiento y de sentimientos patrióticos con la población, adhiriéndose a la defensa contra los boches. (Parti Communiste Français, 1942: 9)
La disolución de la IC y el acercamiento del trotskismo a los militantes comunistas
Cuando la Unión Soviética fue invadida por el Tercer Reich en junio de 1941, el régimen soviético, en su lucha contra el fascismo, se vio como aliada de Gran Bretaña y desde diciembre de 1941 tuvo también como aliado a Estados Unidos. Después de la victoria soviética en Stalingrado, entre febrero y marzo de 1943, y de la derrota del Eje en el norte de África, la perspectiva del triunfo aliado cambió la relación de fuerzas de los países en guerra. Ante la nueva situación de una alianza antifascista de la URSS con Gran Bretaña y Estados Unidos, el 15 de mayo de 1943, antes de celebrar la Conferencia de Teherán,7 el Presidium del Comité Ejecutivo de la IC decidió disolver la organización. Este hecho marcó un punto de inflexión tanto para los militantes comunistas como para los trotskistas y sus perspectivas acerca del rol de la URSS en la revolución por venir.
El editorial de La Vérité, N° 46, publicado el 20 de junio de 1943, trataba sobre la disolución de la IC y argumentaba que el gesto de Stalin, destinado a mostrar “que él renuncia a la propaganda comunista en el mundo”, constituía “la más aterradora admisión de debilidad”, posibilitando que el imperialismo estadounidense sostuviera a la URSS por el cuello. Al disolver la IC, Stalin eliminó el último obstáculo formal para la integración de los partidos comunistas en las organizaciones reformistas, lo que significaba para los trotskistas que había llegado el momento de la Cuarta Internacional para “pasar de una actividad puramente teórica a liderar las luchas cotidianas de las masas por la toma del poder” (Parti Ouvrier Internationaliste, 1943a: 1). Por otra parte, esta situación abría la posibilidad para los trotskistas de acercarse a los militantes comunistas “desencantados” con la decisión de su líder:
Una de las tareas más importantes del partido es la conquista de militantes comunistas […] La conquista de ellos, mucho más que el problema de la delimitación política, plantea la confrontación en la acción de dos programas y dos tácticas: es solo en la medida en que nos mostremos como los mejores defensores de la clase trabajadora que ganaremos militantes comunistas. En estas condiciones, nuestra iniciativa y nuestro trabajo de fracción adquieren una importancia decisiva para la conquista de estos elementos. Ambos deben realizarse con el constante deseo de entrenar a los militantes comunistas junto a nosotros en la lucha diaria por las demandas de transición. (Parti Ouvrier Internationaliste, 1943b: 13)
Los intentos de acercamiento por parte de los trotskistas hacia los militantes comunistas se dieron sobre todo en los comités de fábricas, que era el lugar que tenían en común, ya que debido a discusiones internas, los trotskistas no lograron tener una política a favor de la integración en los maquis. Una “carta abierta a un trabajador comunista”, que data de julio de 1943, afirmaba que “la derrota del imperialismo alemán abre la crisis revolucionaria proletaria en Europa”. Para enfrentar este peligro, el capitalismo inglés y estadounidense pidió a los líderes de la clase obrera “y particularmente a Stalin, ayudarlos a acabar con la revolución”. Luego, la Carta Abierta abordó el eslogan de los “comités populares”, planteado por el PCF en los lugares de trabajo y propuso hacer de este un esfuerzo común, reunir a los trabajadores de todas las tendencias y a los trabajadores desorganizados más combativos sobre una base de clase. El problema era que el PCF instaba a los trabajadores a organizar comités populares en las fábricas, pero, al mismo tiempo, el diario de los comités populares de la región de París pedía a los trabajadores que hicieran explotar sus fábricas y destruyeran sus máquinas.
De acuerdo a Craipeau (2013) , los trabajadores comunistas estaban desconcertados por estas directivas contradictorias y no sabían cómo vincularlos con la lucha por sus demandas. Además, el PCF estaba pidiendo a los trabajadores militantes que abandonaran la fábrica y sus barrios de clase trabajadora “para ir a los grupos militares de Francs-Tireus”. Pero, los trabajadores sabían que si esos militantes se iban, eso paralizaría el trabajo del partido en sus barrios y ciudades, que por el momento era lo esencial, porque las masas trabajadoras “aún no están listas para participar en una lucha militar”. Todas estas contradicciones creaban una sensación de inquietud entre los trabajadores comunistas, lo cual era todavía más pronunciado porque “ahora la guerra está en un punto de inflexión”. La carta cerraba con la propuesta de los trotskistas a los trabajadores comunistas y a los trabajadores no organizados, es decir, que no se habían unido aún a un partido o sindicato, de “trabajar juntos de inmediato” para abrir los comités populares. Este trabajo común se llevaría a cabo sobre la base de las siguientes consignas: control de los trabajadores sobre los libros de cuentas de la empresa, las existencias y las cuestiones generales de la fábrica; organización por parte de los trabajadores y técnicos de la distribución de materias primas; organización en los barrios de clase trabajadora de un comité popular para el control del suministro de alimentos; enviar delegaciones de la clase trabajadora de las grandes ciudades al campo para organizar junto con los campesinos una distribución justa de los productos alimenticios. Al organizarse en torno a este programa trotskista, los comités populares podrían convertirse en organizaciones de masas capaces de luchar “por el control de la producción por parte de los trabajadores, convirtiéndose así en el instrumento para un nuevo poder de los trabajadores en la fábrica, la ciudad y el campo, el embrión de un nuevo poder soviético”. Sin embargo, ninguna acción conjunta resultó de esta propuesta. Según Yvan Craipeau: “la abierta división entre las dos orientaciones hizo que la unidad en la acción fuera prácticamente imposible. De hecho, la prevención de la discusión política era uno de los objetivos del liderazgo del PCF, lo cual se produjo amenazando con la violencia en las relaciones con los “trotskistas” (Craipeau, 2013: 222).
Soldados alemanes: ¿enemigos o aliados?
Desde mediados de 1941, los movimientos antifascistas habían avanzado en estructuración y lograron extender su influencia más allá de sus regiones de origen o donde mantenían núcleos de organización. A partir del aterrizaje angloamericano en el norte de África, en noviembre de 1942, las esperanzas de vencer al fascismo se hacían más reales. Después de las victorias soviéticas en Stalingrado, en febrero de 1943, la invasión de Sicilia y la caída de Mussolini en julio del mismo año, todos los elementos apuntaban a una victoria relativamente inminente de los Aliados. La necesidad de articular un plan político dirigido hacia los soldados alemanes fue reconocida tanto por el PCF como por el Parti Ouvrier Internationaliste, aunque con perspectivas contrapuestas.
En mayo de 1941, el PCF comenzó a proyectar la estructura del Frente Nacional, que tenía como objetivo declarado el reagrupamiento de todas las fuerzas patrióticas más allá de sus propias filas. Asimismo, conformó un brazo armado: los Franc-Tireurs et Partisans, dirigidos por Charles Tillon. No obstante, las relaciones entre los movimientos de la resistencia y el PCF no fueron exactamente fluidas. Muchos guardaban un profundo recelo hacia el comunismo desde antes de la guerra, el cual fue alimentado por el pacto germano-soviético y la política “proalemana” que el PCF había seguido entre 1939 y 1941. Sin embargo, estos sentimientos fueron disminuyendo durante el curso de la guerra. Las victorias del Ejército Rojo despertaron admiración y los sacrificios de los militantes comunistas fueron reconocidos por algunas organizaciones como Libération-Sud. En busca de lograr la coordinación de fuerzas necesarias, las organizaciones de la resistencia se acercaron al PCF, aun desconfiando de sus objetivos políticos cuando llegara la liberación (Wieviorka, 2016: 247 ). Obteniendo una posición influyente en el pueblo francés y en la resistencia partisana, la política del PCF hacia los soldados alemanes continuó considerándolos como el enemigo. El diario L’Humanité del 16 de agosto de 1943 llamaba “a la huelga general por el pan y la libertad contra los boches y los traidores” y “para que las manifestaciones, para que el sabotaje del enemigo, para que la lucha armada cada vez más intensificada, para la huelga general, preparamos decididamente la Insurrección Nacional sin la cual no hay liberación nacional”. De esta forma, proponía “12 acciones de sabotaje en empresas e instalaciones eléctricas de los boches”, apelaba “a la juventud a renunciar en masa a los comandos de trabajo [les chantiers] para evitar las deportaciones y que se unan a los Francs-Tireurs et Partisans, a participar de la lucha contra los boches y no a ir a arriesgar su vida en el Frente del Este” (Parti Communiste Français, 1943a: 2-6). Nuevamente, en la edición de noviembre de 1943, encontramos una nota titulada “Importantes acciones de sabotaje contra los destacamentos boches”, que relataba lo sucedido en Lyon y otras ciudades francesas destacando que “dichas acciones no son solo obra de los grupos FTP sino también de trabajadores patriotas en las fábricas”, para demostrar que el PCF expresaba y contaba con el apoyo popular (Parti Communiste Français, 1943b: 2).
Simultáneamente, con una perspectiva muy diferente al PCF, entre julio y octubre de 1943, los trotskistas belgas y franceses llevaban a cabo un trabajo con los trotskistas alemanes exiliados en Francia para acercarse a los trabajadores alemanes en uniforme. Los inicios del trabajo de confraternización se debieron al asentamiento de un grupo de militantes del (EXCFIVI) renombrado Parti Ouvrier Internationaliste (POI) en la ciudad francesa de Brest en abril de 1943. La razón por la cual Brest fue el lugar elegido se debía a que, desde octubre de 1942, se encontraba allí una gran base naval donde las tropas alemanas permanecían estacionadas durante meses, junto a cientos de trabajadores franceses que estaban bajo la orden del sto para construir los búnkers de los submarinos (Flakin, 2018: 72-73 ).
Distribuido con una interrupción temporaria, entre julio de 1943 y julio de 1944, se editaron únicamente seis números del periódico Arbeiter und Soldat (“Trabajador y Soldado”). La publicación estaba destinada a los trabajadores alemanes que fueron forzados a servir en el ejército nazi y tomaba esta doble identidad -trabajadores y soldados- como base de su posible movilización en favor de la revolución proletaria. En los primeros tres números se incluyó una cita de Karl Liebknecht,8 en el encabezado: “La revolución alemana es la revolución mundial”. El nombre de la publicación se inspiró en el periódico bolchevique Rabochii i Soldat, que apareció por primera vez en Petrogrado el 23 de julio de 1917, después de que el Gobierno Provisional de Kerensky prohibiera Pravda (Flakin, 2018: 79-82 ). En líneas generales, el folleto explicaba en lenguaje simple y concreto la situación de Europa en aquel momento, arengando por el levantamiento de los soldados en contra del régimen fascista. En el primer número se analizaba en retrospectiva cuáles habían sido las causas que llevaron a la derrota de la revolución alemana de 1918, comparándolas con la situación actual durante la segunda guerra mundial
¿Hemos avanzado desde 1918?
La revolución de 1918 fracasó debido a tres grandes errores. Primero y segundo: millones de trabajadores estaban todavía ilusionados con el sistema capitalista y la república democrática. Tercero: millones de trabajadores que querían luchar por el socialismo aún confiaban en el viejo partido social demócrata que se ha ido degenerando por muchos años y cuyos burócratas solo tienen una idea en la cabeza: entregar el poder que ellos poseen a la burguesía, desarmar al proletariado y deshacerse de los principales órganos de la revolución, los comités de obreros y soldados. Que millones de trabajadores puedan aún esperar que el capitalismo mejore sus condiciones puede ser explicado por el hecho de que antes de la Primera Guerra Mundial el sistema capitalista se encontraba en crecimiento. Ese periodo está ahora definitivamente acabado. Luego de la crisis de posguerra; inflación; una breve estabilización que de todas maneras encuentra a un millón de trabajadores alemanes desempleados; la gran crisis que tuvo ocho millones de desocupados; y el rearme bajo el régimen nazi -la única respuesta a la crisis, que inevitablemente lleva a la guerra- ahora la clase trabajadora ha dejado de ilusionarse con el sistema capitalista. (Arbeiter Und Soldat. For revolutionary proletarian unity, 1943: 1)
La experiencia adquirida por los trabajadores alemanes jugaría un rol muy importante en la futura revolución ya que, por un lado, sus ilusiones con el sistema y con la democracia burguesa estaban agotadas y, por otro, fueron los más afectados finalizada la Primera Guerra Mundial. La situación de la Alemania de 1918 estaba repitiéndose, pero con dos diferencias a favor de la revolución: la experiencia del proletariado y la “etapa agonizante del capitalismo”.
A lo largo de todos los números, se encuentra una reseña detallada del estalinismo y sus políticas, sobre todo en la España de 1936, remarcando la importancia de consolidar una dirección independiente de los propios trabajadores en sus movimientos revolucionarios. Entre los tópicos desarrollados se incluían el establecimiento de comités de trabajadores y soldados; la necesidad de pelear por los “Estados Unidos Socialistas de Europa” y la “República Socialista Alemana”; además de la defensa de la URSS de los ataques imperialistas. La revolución estaba cerca y los soldados alemanes debían estar a la cabeza del proceso siendo “la revolución alemana la respuesta a la invasión anglo-norteamericana que brindará al proletariado de Alemania, Europa y de todo el mundo un avance masivo contra la reacción” (Arbeiter und Soldat. For revolutionary proletarian unity, 1944: 2).
La tirada del folleto dio sus frutos: entre los contactos del poi había quince soldados alemanes opuestos a las políticas nazis. Un tiempo después, los trotskistas de Brest estaban ayudando a un pequeño grupo de soldados alemanes a producir su propio periódico. Se han conservado pequeños restos de un Zeitung fur Soldat und Arbeiter im Westen (“Periódico para soldados y trabajadores en Occidente”). El periódico pedía “una república de consejos socialistas” para proporcionar paz, trabajo y pan para todos y concluía con el lema del final del Manifiesto Comunista: “¡Proletarios de todos los países, uníos!”. De todas maneras, muchos factores hicieron que la política de la confraternización fuera extremadamente difícil: la rivalidad histórica entre los franceses y los alemanes, la ideología propagada dentro de la Wehrmacht, la brutalidad cotidiana de la ocupación y, especialmente, la terrible represión de la Gestapo y de la fuerza política paramilitar del régimen colaboracionista de Vichy (Flakin, 2018: 74-82 ).
Arbeiter und Soldat no fue el único periódico en su tipo. Ni tampoco fue idea exclusiva de los trotskistas. Los estalinistas también hicieron propaganda en alemán, pero su objetivo era que los soldados de la Wehrmacht se rindieran voluntariamente y se convirtieran en prisioneros de guerra. Los trotskistas, por el contrario, querían convertir a los soldados en sujetos políticos y luchadores para la revolución socialista, tal como muchos soldados al final de la Primera Guerra Mundial habían estado a la vanguardia de los movimientos revolucionarios en varios países. Armados con esta concepción estratégica, los trotskistas franceses intentaron organizar la fraternización entre los soldados de ocupación alemanes y los trabajadores franceses. Los estalinistas, por el contrario, rechazaron tal política. Asumieron que el soldado alemán era tan obediente que solo rompería con el régimen de Hitler si sus oficiales lo hacían primero. Por esta razón, fundaron un “Comité Nacional para una Alemania Libre” (NKFD) y una “Liga de Oficiales Alemanes” (BDO) con un programa adaptado a los generales de la Wehrmacht. La Alemania “libre” que pedían debía ser dirigida por oficiales monárquicos. El NKFD incluso rechazó los colores republicanos alemanes, negro-rojo-dorado: el comité usó los viejos colores imperiales (y nazis), negro-blanco-rojo (Flakin, 2018: 70-75 ).
La persecución comunista
La formación del grupo de Brest probó que el trotskismo fue capaz de atraer a los soldados que deseaban un final rápido de la guerra, pero que aún no tenían una comprensión sólida de los principios de la IV Internacional o del comunismo en general. Aun así, el entusiasmo ante el éxito de la operación hizo que se flexibilizaran ciertas medidas de seguridad. Esto dejó a la organización expuesta ante la policía secreta de la Alemania nazi, la Gestapo. Yvan Craipeau comentó en sus memorias sobre el desastre que sobrevino a los trotskistas franceses en octubre de 1943 a causa de la confraternización:
1943 fue el punto culminante de la organización de la propaganda trotskista en el ejército de Alemania. Pero en octubre de 1943 la Gestapo se vengó. Konrad, un soldado austriaco que representaba a Brest en el comité de dirección, entregó a toda la organización, posiblemente fue introducido como provocador o posiblemente cedió ante la presión de la Gestapo. Un destacamento de la Gestapo allanó una reunión de activistas del partido y de soldados alemanes que se había organizado en Brest sin la debida precaución. Todos allí fueron arrestados.
Esta vez, como nunca antes, varias secciones de la organización clandestina se resquebrajaron.
[… ] En total, cincuenta militantes franceses fueron arrestados después de un esfuerzo conjunto de la Gestapo y la policía francesa. (Craipeau, 2013: 246 )
En total, hasta 50 soldados alemanes y 50 activistas franceses fueron arrestados a principios de octubre de 1943. En cuanto a los alemanes, incluso si los más “discretos” escaparon, la organización de soldados perdió un número no despreciable de sus militantes. Fue prácticamente destruida: el periódico Der Arbeiter9 desapareció y Arbeiter und Soldat no volvería a aparecer hasta el 1 de mayo de 1944. La magnitud de la represión fue un cimbronazo para la IV Internacional, pero, sobre todo, para el POI, lo que se reflejó en las medidas tomadas para continuar el trabajo político. “Hacia los réfractaires” tenía como objetivo principal reforzar el otro punto fundamental del plan político del partido: apoyar a los maquis, evitando que terminen luchando a favor de Hitler, para que sean el embrión del “ejército rojo”. Esta perspectiva estaba relacionada con la consigna de Lenin de la transformación de la guerra imperialista en guerra civil y con la perspectiva de la imposibilidad de la restauración democrática:
Nos aproximamos a la guerra civil, o más precisamente la primera fase de la guerra civil. Cada región debe preocuparse activamente de especializar un pequeño aparato militar, embrionario, nacido para tareas elementales de encuadre y protección. De esa forma podemos ser una ayuda importante para los campos de réfractaires. En los campos nuestros camaradas se iniciaron a las armas y a la guerra callejera. Y es sobre todo con los responsables de los F.T. [Franc Tireurs] que podremos formar cuadros militares. (Parti Ouvrier Internationaliste, 1943c: 4)
Las intenciones de los trotskistas de trabajar en conjunto con los FTP, en su mayoría dependientes del PCF, muestran otro momento de acercamiento con los militantes comunistas en pos de combatir a los nazis. Sin embargo, la represión hacia los trotskistas fue una constante desde antes de septiembre de 1939, no solo por parte de la Gestapo. El 2 de junio de 1942, uno de los miembros del comité regional de la zona sur, Albert Demazière, había sido arrestado junto con otros nueve militantes trotskistas, incluidos Pietro Tresso (trotskista italiano exiliado en Marsella). Luego de varios traslados, el 18 de diciembre de 1942 los militantes trotskistas fueron enviados a la prisión de Puy-en-Velay (Haute-Loire). En la noche del 1 al 2 de octubre de 1943, se llevó a cabo la fuga de 79 presos políticos de la prisión de Puy gracias a una acción de Franc-Tireurs et Partisans dirigida por el PCF. La mayoría de los presos, incluidos cinco detenidos trotskistas, fueron llevados a un maquis en Raffy, cerca del pueblo de Queyrière, desde donde fueron conducidos al maquis “Wodli” creado por el PCF. Los trotskistas fueron puestos bajo estrecha vigilancia y solo uno de esos cinco sobrevivió al escape. Investigaciones recientes muestran que Tresso y otros tres militantes trotskistas fueron ejecutados a fines de octubre de 1943, posiblemente el día 26 o el 27, por orden de los líderes estalinistas de los maquis, aplicando las instrucciones que “venían de arriba” (Brabant, Prager y Traverso, 2022). Pierre Broué y Raymond Vacheron hablaron en su obra Meurtres au maquis (1997) de la responsabilidad de Giovanni Sosso, comandante de los maquis FTP, en la desaparición y muerte no solo de militantes trotskistas sino también anarquistas y de cualquier otra tendencia política opositora a la línea “patriótica” del PCF.
La Vérité N° 54 del 20 de noviembre de 1943 publicó anónimamente el relato en primera persona de Albert Demazière sobre el escape de los presos políticos de la prisión de Puy-en-Velay el 1 de octubre de 1943, bajo el título “Los partisanos en acción: la liberación masiva de Puy-en-Velay”. La narración se cerró con esta conclusión:
El sentimiento de solidaridad que nos une en la misma lucha ha sido más fuerte que los cálculos mezquinos u odiosos de algunos burócratas: al lado de camaradas del pc, comienza nuestra vida como partisanos. La solidaridad de los trabajadores ha prevalecido: estaremos unidos en la lucha, como nos hemos unido contra nuestros verdugos en prisión. (Parti Ouvrier Internationaliste, 1943d: 2)
A pesar de eso, entre fines de 1944 y mediados de 1945, un militante del POI, André Calvès, formó parte de un FTP dirigido por el PCF, la compañía Saint-Just, pero manteniendo en secreto su filiación partidaria (Calvès, 1993). La doble persecución (nazi y estalinista) hacia los militantes de la IV Internacional fue uno de los factores que ensombreció no solo las posibilidades de incorporación de nuevos miembros a la organización, sino que también marcó otro punto de quiebre sin retorno en los vínculos que podían tejerse entre los militantes comunistas y trotskistas.
El desembarco aliado y la “liberación” de París
Desde el 6 de junio de 1944, día del desembarco Aliado en Normandía, el PCF lanzó el llamado al combate a todos los franceses: “Con el General de Gaulle nuestro partido llamó a combatir sin pausa y por todos los medios posibles con el fin de destruir al enemigo y las medidas bárbaras de los nazis y sus mercenarios de Vichy”. Los altos comandantes de los FTPF (zona sur) ordenaron a todos los oficiales, suboficiales y soldados de los FTPF lo que sigue:
En todo el territorio, en conjunto con las fuerzas armadas del interior, movilizar a todos los hombres aptos para las milicias patrióticas en las fábricas, las ciudades, el campo, y conducirlos al combate por el éxito de la huelga general y de la insurrección nacional […] Donde la relación de fuerzas lo permita, liberar los territorios con el fin de convertirlos en bases de la resistencia y de sus ataques. En esos territorios hay que exterminar todas las guarniciones boches y todos los destacamentos militares. Poner a disposición de los patriotas todos los recursos disponibles. (Parti Communiste Français, 1944: 1-2)
En los primeros meses que siguieron a la instalación del gobierno de De Gaulle, la dirección del PCF defendió la existencia de los comités de liberación y las milicias patrióticas, pero ahora integrados al renaciente régimen democrático. Luego de las revueltas en la capital francesa a mediados de 1944, el PCF comenzó a demandar la incorporación de las Fuerzas Francesas del Interior (FFI) al ejército regular. El 27 de octubre de 1944, Jacques Duclos, dirigente del PCF junto a Maurice Thorez, declaraba en una asamblea del partido que las milicias patrióticas debían permanecer como el guardián vigilante del orden republicano, al mismo tiempo que debían ocuparse de la educación militar de las masas (Claudín, 1970: 11 ). El gobierno tenía otros planes y De Gaulle emitió un decreto disolviendo el comando de las FFI en Londres y todos los órganos locales de las FFI en Francia. Luego prometió que se incorporarían al ejército los elementos de las FFI que fuesen capaces de participar en futuras operaciones (Rieber, 1962: 174 ). La dirección del partido dio instrucciones internas para mantener la organización de las milicias y no entregar las armas sino organizar depósitos clandestinos, pero no movilizó al pueblo contra esa agresión directa a los poderes de la Resistencia. No obstante, con la vuelta de Maurice Thorez de Moscú las organizaciones del partido recibieron instrucciones de disolver las milicias y entregar las armas. En el informe que hizo ante el Comité Central el 21 de enero de 1945, Thorez anunció públicamente la disolución de las milicias y de todos los grupos armados “irregulares” lanzando la consigna “¡una sola policía, un solo ejército!” (Claudín, 1970: 11).
Comentarios finales
A lo largo de este trabajo se analizaron comparativamente las políticas del Partido Comunista Francés (PCF) y de la IV Internacional hacia la resistencia partisana y los soldados alemanes. El inicio de la Segunda Guerra Mundial produjo que la cuestión nacional europea volviera a ser prioridad en la escena política. Sin embargo, las aproximaciones de los partidos estudiados estaban impregnada de las “lecciones” de la Primera Guerra Mundial. Siguiendo la tradición internacionalista leninista, ambos defendieron el “derecho a la auto-determinación de los pueblos”, pero con objetivos políticos divergentes. El contraste entre la política chovinista de “insurrección nacional” y odio a los “boches” del PCF con la perspectiva de “revolución internacional proletaria” de la IV Internacional demarcó las alianzas y los objetivos de cada organización de cara a la posguerra. Asimismo, la relación entre ambos partidos estuvo atravesada por denuncias cruzadas e intentos de trabajo conjunto o al menos coexistencia, tanto en las fábricas como en el maquis, pero también por las disputas internas del partido bolchevique y la política estalinista de persecución de los militantes trotskistas. Este último elemento tuvo un gran impacto en las posibilidades de crecimiento del pequeño partido trotskista francés.
Durante la ocupación, el PCF se había basado en la estructura de células de tres personas, es decir, similar a la de los trotskistas. Para mediados de 1944, ni bien finalizada la ocupación, los líderes comunistas pretendían romper la estructura insurreccional de la organización del partido y desarrollar un programa que los ayudaría a reclutar nuevos miembros. Este giro político fue parte de la decisión de los líderes comunistas de crear un partido de masas de cara al resurgimiento de la democracia burguesa. La gran campaña de membresía inaugurada trajo resultados sorprendentes. Entre enero y abril de 1945, la membresía del PCF había aumentado de 400 000 a 600 000 (Rieber, 1962: 160- 166 ). Por su parte, la negativa de la nueva sección francesa de la IV Internacional, el Parti Communiste Internationaliste (PCI), a reconocer el inicio de un nuevo periodo de restauración democrática-burguesa los mantuvo aislados y en la clandestinidad hasta principios de 1946 (Chauvin, 2006: 232-234 ).
Las posturas divergentes que tomó cada partido y las posibilidades de éxito para concretar su proyecto político estaban íntimamente relacionadas con las condiciones sociales y políticas en las que se encontraba cada país europeo con respecto a los regímenes fascistas y con las condiciones internas propias de cada organización. El contexto obligó a la IV Internacional y al PCF a desarrollar una estructura organizativa clandestina e intentar captar a una clase trabajadora que sufría un proceso de empobrecimiento y dispersión -física y política- como consecuencia de las políticas económicas del nazismo. La estructuración en células, más las dificultades en las comunicaciones, favorecieron la dispersión tanto física como política de sus miembros. En el marco de esta dispersión fue posible el surgimiento de otro tipo de disidencias, ya sea por la falta de contacto entre compañeros de partido, o por el acercamiento a otras corrientes políticas antifascistas no necesariamente socialistas. A pesar de los intentos de regimentar las organizaciones, la tendencia manifestaba una vida partidaria mucho más dinámica y fluctuante, que se adaptaba a las condiciones presentadas en cada coyuntura.
En esa línea, acordamos con Dreyfus (1990) en señalar que el significado de las crisis y las disidencias no siempre es el mismo. Algunas provocan el nacimiento de tendencias, que luego pueden convertirse en fracciones y provocan escisiones, exclusiones o salidas voluntarias. Otras, solo generan el abandono de la militancia políticas y no se ven articuladas en una alternativa programática. Por ejemplo, la exclusión burocrática de Barbé, Celor o Le-cœur, la marginación de Servin y Casanova se produjeron de manera muy diferente a la salida de los comunistas en 1956 por el XX Congreso del PCUS o en 1978 por la ruptura de la Unión de la izquierda. Sin embargo, todos estos casos tienen una causa común: la imposibilidad de un debate contradictorio dentro del partido (Dreyfus, 1990: 13). Particularmente, el modelo de construcción partidaria inaugurado por la Internacional Comunista y extendido a todas sus secciones, hizo que estos fenómenos sean inevitables. La imposibilidad de constituir tendencias está en el origen de las rupturas, rupturas tanto más brutales como fue la del trotskismo.
Comparar el proceso de conformación y desarrollo de las oposiciones/disidencias, nos permitirá comprender mejor la historia y la dinámica del movimiento socialista internacional. Esta mirada presenta una cierta lógica reveladora del sistema del que proviene y nos enseña mucho sobre la realidad de dicha corriente política. Mientras que en la década de 1920, las oposiciones dejaron una organización que no dejó de debilitarse numéricamente, como fue el caso del comunismo y su ruptura con la socialdemocracia; ocurrió exactamente lo contrario en la década siguiente: la oposición y la disidencia chocaron contra un partido que obtuvo grandes éxitos y, por ello, tuvieron que luchar para salir de su condición de marginalidad (por ejemplo, la corriente trotskista).