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Revista mexicana de ciencias políticas y sociales

versión impresa ISSN 0185-1918

Rev. mex. cienc. polít. soc vol.68 no.248 Ciudad de México may./ago. 2023  Epub 20-Ago-2024

 

Testimonios, conversaciones y entrevistas

Provincializar la producción editorial del conocimiento en ciencias sociales

Alan Yosafat Rico Malacara* 

*Editor Asociado de la Revista Mexicana de Ciencias Políticas y Sociales de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México


Me enorgullece enormemente formar parte de la celebración de los diez años de la Nueva Época de la Revista Mexicana de Ciencias Políticas y Sociales (RMPCYS), hogar editorial de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales. Me llena aún más de satisfacción ser el coeditor, responsable de acompañar a nuestra directora-editora, la Dra. Judit Bokser-Liwerant, y a nuestro Comité Académico en la planeación, diseño, curaduría y divulgación del material que cada número publicamos. Todo este trabajo que realizamos con empeño y dedicación nos llevó a obtener el reconocimiento de la institución más importante de la actividad editorial en nuestro país, la Cámara Nacional de la Industria Editorial Mexicana (CANIEM), es decir, recibimos el Premio CANIEM 2022 en la Categoría de Revistas Periódicas Científicas-Indexadas, tanto por nuestra inigualable identidad gráfica que nos caracteriza como por el contenido de investigación siempre serio, reflexivo y de vanguardia.

Dentro del conocimiento científico social que producimos y difundimos en la Revista, cada vez vemos más necesaria la búsqueda de voces contemporáneas que den cuenta y atiendan los tiempos en que vivimos. La complejidad de las múltiples realidades sociales debe estar acompañada de miradas que respondan igualmente con esa cualidad, es decir, hay que apuntar a investigaciones complejas que transmitan una vocación científica atenta, crítica y actualizada. Este carácter incisivo del quehacer académico -que no academicista- de la actualidad no puede caer en las “trampas” de visiones erróneas de la construcción de nuestras disciplinas. Actores como nuestra RMPCYS cumplen la función de diagnosticar estas dificultades, atender el sinfín de paradojas y darles una posible solución.

Un dilema que se presenta actualmente es la hiperproductividad académica, originada por una “industria científica” voraz -parafraseando la visión frankfurtiana de Horkheimer y Adorno-, que exige productos objetivos terminados, pero también calificables, medibles y “funcionales”; hemos llegado, sin duda, a la era del fetichismo del artículo, del capítulo, de la tesis, del libro colaborativo, etc. Mientras tanto, los grandes exponentes de las ciencias sociales muestran que el conocimiento científico no es un producto con las cualidades instrumentales que se mencionaron anteriormente, sino que, al contrario, demanda una artesanía intelectual, un desglose casi renacentista de cualidades y aptitudes, y esto no se presenta inmediatamente ni por generación espontánea. En sus Seis propuestas para el próximo milenio, Italo Calvino condenaba nuestra atracción por reverenciar la velocidad y hacer de ella una de las características más trascendentales de cualquier elaboración humana. En contrasentido, Calvino piensa que no debemos olvidar que el tiempo es dilatación, que cualquier acción humana se encuentra incrustada en un vértice temporal aletargado, cíclico y hasta inmóvil.

Sobre esta reflexión debe basarse la producción académica actual. Dentro de las políticas editoriales de las revistas científicas, se tiene que olvidar el imperativo publish or perish que ha predominado en la mentalidad de las y los investigadores, en las instituciones reguladoras, en las universidades y en las políticas estatales. Es necesario que el producto científico opere bajo los parámetros de un tiempo largo, sostenido y sustancial, que posibilite mecanismos idóneos para indagar y reflexionar sobre las realidades que estudiamos. En última instancia, esta característica relacional es la base de todo saber: el conocimiento científico es social, se compone de todos los elementos, los sujetos y las instancias del campo académico, retomando la terminología de Pierre Bourdieu.

Un elemento que es necesario aplaudir y replicar de la postura innovadora y progresista de la Dra. Judit Bokser-Liwerant es su capacidad de revertir esquemas anquilosados y vicios establecidos de la ciencia social en México y América Latina: publicar autores que no gozan de reconocimiento pero que son miradas refrescantes, críticas y constructivas, y apelar a la paridad de género en la inclusión de autoras en los números de la Revista, son dos requerimientos de una postura vanguardista, que no todas las publicaciones académicas pueden presumir.

Otra de las paradojas que resulta imperante atender está referida a las instancias e instituciones mediadoras que “califican” a las revistas académicas por su desempeño, hablamos del tema clásico de la indexación o indización. Desde una perspectiva sociológica, es el proceso mediante el cual se evalúa la calidad de las publicaciones y se determina si cumplen con los estándares necesarios para ser incluidas en una base de datos o índice. Las revistas indexadas pueden ser analizadas como un espacio social donde se produce y se reproduce el conocimiento científico, se establecen jerarquías y relaciones de poder, y se construyen identidades y prácticas profesionales. Por lo tanto, la indexación se convierte en una herramienta de poder y legitimidad para estas empresas, ya que deciden qué revistas tienen acceso a una audiencia más amplia y cuáles no. Esta visión instrumental difiere de la evaluación académica entre pares que nuestro quehacer científico requiere.

La agenda subalterna insiste en “provincializar” Europa, es decir, reposicionar nuestras representaciones hegemónicas arraigadas geopolíticamente sobre el intelecto y la ciencia, y comprender la valía de nuestras latitudes, tanto territoriales como económicas, culturales y étnicas.

De igual manera, este fenómeno editorial puede ser visto como una forma de internacionalización y aumento de la visibilidad de las investigaciones. Al ser incluidas en bases de datos y índices reconocidos, las revistas tienen la oportunidad de llegar a una audiencia global y aumentar su impacto. Sin embargo, bajo esta lógica existe un discurso hegemónico que implementa reglas disparejas en varios sentidos y que despliega un panorama desigual: en primer lugar, la visión de la indexación internacional es eminentemente occidental -entiéndase europea y estadounidense-, por lo que otras latitudes deben batallar para descentrarse de sus formas de producir y hasta narrar el conocimiento; es desafortunado que hablar, escribir, discutir y publicar en los idiomas locales no anglosajones merma las condiciones de colocarse en el mainstream del saber académico. A este respecto, la agenda subalterna insiste en -como diría el historiador bengalí Dipesh Chakrabarty- “provincializar” Europa, es decir, reposicionar nuestras representaciones hegemónicas arraigadas geopolíticamente sobre el intelecto y la ciencia, y comprender la valía de nuestras latitudes, tanto territoriales como económicas, culturales y étnicas.

La indexación de revistas científicas la mayoría de las veces deviene en formas de exclusión y marginación. Los journals que no cumplen con los criterios de los índices reconocidos son excluidas y, por lo tanto, tienen menos visibilidad y menos posibilidades de ser leídas y citadas, lo cual puede ser especialmente problemático para las revistas de países con menos recursos y menos visibilidad en el mundo académico, ya que pueden estar excluidas de las bases de datos e índices internacionales.

Otro de los problemas que enfrentan las ciencias sociales en el tema de la indexación es la visión “naturalista” que este fenómeno ha desarrollado. El primer índice bibliométrico fue Index Medicus, creado en 1879 por la United States National Library of Medicine (NLM) y no fue sino hasta 1973, casi un siglo después, que el lingüista estadounidense Eugene Garfield, junto con el Institute for Scientific Information (ISI), desarrollaron Social Sciences Citation Index (SSCI) para mejorar el acceso y la utilización de la información en ciencias sociales. La postura de origen de los índices obedece a la lógica de construcción, presentación, divulgación y difusión del conocimiento de las ciencias naturales; su contraparte social -y ya no digamos las humanidades y artes- han tenido que adaptar su modus operandi a la estandarización de aquellas ciencias.

Para combinar ambas problemáticas - hegemonía occidental y visión de ciencias naturales- y evidenciar más el abismo bibliométrico, el primer índice latinoamericano fue creado recién en 1991 por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), a través de la Coordinación de Humanidades y su sistema de bibliotecas. Se llamó Índice de Revistas Mexicanas de Investigación Científica y Tecnológica (IRC) y fue un importante hito en la historia de la evaluación de la investigación científica en América Latina, sentando las bases para futuros índices bibliométricos en la región. En la actualidad, Scielo es la única red bibliométrica no anglosajona bien posicionada en el ranking de índices en el mundo. Esa brecha necesariamente debe reducirse y es nuestro trabajo como editores, investigadores, académicos, científicos y públicos, colaborar a ello.

Todo lo expuesto previamente solo enaltece más lo que la RMPCYS ha logrado en esta década, pero también exige de nuestra parte una rigurosidad y continuidad de la agenda en los años venideros. Como expuse líneas atrás, la artesanía en ciencias sociales no se logra de inmediato ni en solitario. Diacrónicamente, han habido editores y editoras anteriores a mí que aportaron enormemente a la confección del producto científico que hoy entregamos, a todos ellos agradezco su contribución. Sincrónicamente, no hay más que gratitud a todo el equipo que acompaña el diario actuar para que pueda materializarse esta gran revista: Yessica Moraflores, Iraís García, Elizabeth Villanueva y Miranda Coranges; a ellas y, principalmente, a nuestra directora-editora Dra. Judit Bokser-Liwerant, todo el reconocimiento por esta, la mejor revista en ciencias sociales.

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