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Diánoia
versión impresa ISSN 0185-2450
Diánoia vol.56 no.67 Ciudad de México nov. 2011
Artículos
El chiste como paradigma hermenéutico
Joke as a Hermeneutic Paradigm
Sixto J. Castro
Departamento de Filosofía Universidad de Valladolid (España). Sixto@fyl.uva.es
Recibido el 1 de febrero de 2010
Aceptado el 25 de noviembre de 2010
Resumen
En el presente artículo, una vez expuestas las diversas teorías de la risa, se defiende que la risa básica (la que no tiene función social) tiene como elemento necesario, aunque no suficiente, la incongruencia. Asimismo, se postula que el chiste, generado primariamente para hacer reír, se constituye en paradigma hermenéutico de comprensión que proporciona una nueva visión de un estado de cosas y rompe lo que naturalmente cabía esperar del decurso del relato. Aunque haya un entorno de interpretaciones posibles, sólo una es la correcta, y ésa es la que convierte al chiste en lo que es.
Palabras clave: risa, comprensión, incongruencia, sentido, ontología.
Abstract
In this paper, after introducing the different theories of laughter, we defend that basic laughter (that one without a social function) has incongruity as its necessary, though not sufficient, element. Besides, we propose the joke (made primarily to provoke laughter) as a hermeneutic paradigm of understanding that provides a new view of a state of affairs, and breaks with what should be naturally expected from the course of the narrative. Even though there is a series of possible interpretations, only one is the right one, and that is the one that makes the joke a joke.
Key words: laughter, understanding, incongruity, meaning, ontology.
1. Analítica de la risa
Aunque asociamos casi intuitivamente la risa a lo humorístico, la investigación científica ha mostrado que la mayor parte de la risa no se da en respuesta a construcciones divertidas, como chistes o comentarios graciosos, sino que ocurre como una especie de vínculo conversacional en el habla cotidiana.1 Para enfatizar determinados momentos de la charla se utilizan breves estallidos de risa, que también sirven como retroalimentación (feedback) entre los interlocutores. Luego, no toda risa se da como respuesta a algo gracioso. Por otra parte, ni la risa ni una disposición a reír son condición necesaria para que algo se considere gracioso, ya que una observación graciosa puede estimular una sensación placentera en el oyente que no se traduce en risa. Además, la risa puede ser provocada por muchas causas que no tienen relación alguna con lo humorístico: la histeria, el óxido nitroso, determinadas drogas, la estimulación eléctrica, lesiones cerebrales, etcétera.
1.1. Clasificación de la risa
Conviene partir de una aproximación taxonómica a la risa, pues aunque las clasificaciones no nos dicen qué son las cosas, son un buen comienzo heurístico. Los investigadores distinguen entre dos tipos de risa, cada uno con un recorrido neural parcialmente disociable:2 la risa Duchenne (generada por un estímulo y con valencia emocional, que se origina en regiones subcorticales y del tronco cerebral) y la risa no-Duchenne (generada por uno mismo y carente de emoción, sin conexión con la experiencia emocional salvo por la retroalimentación facial, que se origina en las áreas prefrontal, premotora y motora). Ejemplo de la risa no-Duchenne es la que se da entre extraños para facilitar la conversación y evitar malentendidos. Esta risa se aprende a emplear de modo automático, para llevar a cabo diversas funciones en la conversación, para contemporizar, para agredir, etc., y no guarda relación alguna con el chiste.
En cambio, la risa Duchenne se desarrolla en cada individuo debido a una predisposición genética. Los principales generadores de la risa Duchenne la sorpresa inofensiva (que surge en situaciones que no entrañan ningún tipo de riesgo), las cosquillas y el juego de los niños, y el humor conceptual basado en la incongruencia3 comparten una base estructural (la incongruencia social no seria) mediante la cual acceden a un generador común de la risa en el tronco cerebral.
La risa humana está sometida a un proceso de aprendizaje. La determinan conjuntamente la biología y la cultura, puesto que las normas culturales establecen el objeto del humor, los contextos en los que la risa es apropiada la risa puede inhibirse y las ocasiones conversacionales en las que se debe emplear estratégicamente la risa no-Duchenne. Las diversas manifestaciones de la risa son, por lo tanto, "casos" de un "tipo" que comparten un elemento biológico que la cultura no elimina (puedo reconocer la risa de los melanesios sin conocer nada de su cultura, aunque no tenga acceso al significado de una risa sardónica melanesia), si bien la cultura es condición de posibilidad de los diversos ejemplares de risas. Si no hay un evento en el que los connoisseurs se encuentren, nunca se va a dar esa risa tan típica de las reuniones de especialistas.
Así pues, las risas Duchenne y no-Duchenne no se distinguen en términos de espontaneidad, sino en términos de estímulos antecedentes, valencia emocional o fundamentos físicos. Puede decirse que la risa conversacional es no-Duchenne, mientras que la inducida por el humor es Duchenne, aunque en ocasiones no sea fácil distinguirlas. Pero lo fundamental es que la risa Duchenne se vincula a la experiencia emocional: gozo, diversión, regocijo, hilaridad y, en cualquier caso, a un afecto positivo.4 La risa que responde al chiste que ha funcionado es la risa Duchenne. Si el chiste no se ha comprendido o no ha logrado su efecto (p.ej., si no es gracioso), el oyente esbozará, por cortesía, una risa no-Duchenne.
Desde otro punto de vista, en un artículo ya clásico, Eugène Dupréel distingue entre la risa de acogida (rire d'accueil) y risa de exclusión (rire d'exclusion), es decir, la risa como mecanismo de inclusión o de ridiculización, respectivamente.5 Dupréel sostiene que "no hay un problema sociológico del reír que sea preparatorio para un problema metafísico o complementario de un problema de psicología pura: el problema sociológico del reír es todo el problema del reír".6 Así, toda la cuestión de la risa se reduce a este marco social, que es el mecanismo que la provoca. El chiste, según cabe deducir de la opinión de Dupréel, quedaría reducido a un acontecimiento social de generación grupal, de refuerzo de las relaciones intragrupales o de establecimiento de los límites exteriores del grupo.
Hagamos un intento de listar una serie de risas y veamos si todas encajan en este esquema sociológico de Dupréel. Podemos detectar, sin afán de exhaustividad, los siguientes tipos: risa sarcástica; risa grupal que manifiesta la lucha por el reconocimiento o el gozo por su obtención, entre cuyas subclases estaría la risa de los connoisseurs (que se da cuando el conferenciante hace un chiste erudito y el auditorio se ve obligado a reírse, no porque el chiste sea gracioso, sino para no excluirse a sí mismo del círculo de los sapientes); la risa de complicidad ignorante, que puede ser el envés de la anterior (cuando en una conferencia uno se ríe porque no sabe de qué se ríen los connoisseurs); risa de acogida entre gente que se aprecia; risa sardónica; risa de cortesía; risa despectiva; risa amorosa (de amantes); risa nerviosa; risa agresiva contra el extraño; risa triunfal; risa por el mal ajeno (lo que los alemanes llaman Schadenfreude); risa provocada por la incongruencia (semántica o del tipo que sea, como es la del chiste); risa de alivio (que se da por una descarga emocional de tensiones contenidas, como cuando se espera el resultado de un examen o un diagnóstico), etcétera.
La risa provocada por lo que encontramos gracioso (por ejemplo, la risa que responde al chiste) se diferencia de la risa de los connoisseurs, entre otras cosas, en que no tiene por objeto generar un grupo, aunque eso pueda ser un efecto adicional no pretendido de la misma, un spandrel (usando la terminología de Stephen Jay Gould): el chiste excita la risa sin más finalidad que ella misma. Es un instrumento cuya finalidad primera es provocar la risa que surge en respuesta a la comprensión del mismo. Eso no excluye que la risa también la provocada por el chiste desempeñe muchas funciones en la sociedad humana moderna, como son: facilitar la estabilidad y la salud emocional, reducir el estrés, promover la socialización, lubricar la interacción social, aliviar las tensiones y la competencia, delinear y mantener las identidades grupales, coordinar los ánimos y los comportamientos de un grupo, etc. Sin duda, la risa funciona en múltiples niveles, desde la fisiología y la psicología individual hasta las interacciones diádicas y grupales. Pero también se sirve a sí misma, es decir, el chiste genera la risa porque la risa es valiosa por sí misma, y ésta es la principal razón de ser del chiste. Tal es el punto de partida de lo que pretendo defender.
Ahora bien, parece que esto no encaja con la tesis que propone Dupréel. Para él, la metafísica y la psicología suponen que la causa de la risa explica la naturaleza de la risa y ésa es la razón de que los diversos autores encuentren diversas causas de la risa y descubran defectos en las etiologías de sus contradictores. Dupréel cree que lo que hay que investigar con respecto a la risa no es qué la causa, ya que cualquier cosa puede causarla, sino su mecanismo, que es siempre un mecanismo social: la relación del individuo con el grupo o de los grupos entre sí.7 Pues bien, el mecanismo lo constituyen las relaciones de acogida y exclusión ligadas a la vida de los grupos.8 Esto es, en su opinión, todo lo que hay que tener en cuenta, y lo explica así:
Es como el molinillo colocado encima de un palomar o una glorieta. Lo que lo hace girar puede ser el viento o la lluvia, una rama que cae, una paloma que lo roza al pasar volando o el balón bien dirigido de un niño; pero en ninguna de esas causas hay nada que dé cuenta de la naturaleza de su movimiento giratorio; para explicar éste hay que considerar el mecanismo mismo.9
Sin duda, esto es cierto, aunque la analogía falla, porque precisamente al preguntarnos por la risa desde el punto de vista filosófico, no nos preguntamos por su mecanismo, sino por lo que precede a ese mecanismo, por lo que pone en marcha el mecanismo. El que Dupréel decida contentarse con el dato de que el mecanismo gira (con el hecho de que la risa en sus diversas manifestaciones genera un grupo) no significa que no se puedan (y se deban) hacer preguntas ulteriores, es decir, no queda anulada la pregunta de por qué nos reímos. La respuesta que afirma que nos reímos para cohesionar el grupo comete la falacia de la afirmación del consecuente: cohesionamos el grupo porque nos reímos, luego nos reímos para cohesionar el grupo. Generamos grupo al contar chistes; luego, contamos chistes para dar lugar a un grupo o marcar las fronteras del mismo. Está claro que esta afirmación no confirma su tesis. Contra él, otro clásico, Helmuth Plessner, defiende que "lo cómico no es ni por origen ni por función una esencia social, aunque sólo logre su plena riqueza en el círculo de la existencia social".10
Esto no implica negar que la risa tenga un importante elemento social. Está claro que la risa necesita un eco y requiere significación social.11 Sin duda, una de sus funciones es grupal, pero no es la única ni, como trataré de mostrar, la más importante, que será de índole ontológica (instalación en el mundo) y hermenéutica (el don de la comprensión), y ahí es donde encaja perfectamente la razón de ser del chiste.
1.2. Teorías sobre el origen de la risa y su relación con el chiste
Las teorías filosóficas sobre el origen de la risa pueden reducirse básicamente a: superioridad, incongruencia, mecanicidad y manejo de las energías libidinales. Cada una de ellas explica alguno de los aspectos constitutivos del chiste y de la risa que lo acompaña, pero ninguna de ellas los explica todos, y sólo parcialmente los de índole ontológica y hermenéutica que propongo en este artículo.
Thomas Hobbes, en el Leviatán (I, capítulo 6), afirma que "la gloria súbita es la pasión que da lugar a esos gestos llamados risa, y es causada o por algún súbito acto propio que complace, o por la aprehensión de algo deformado en otro, por comparación con lo cual hay súbita autoaprobación".12 La risa estaría causada, pues, por una sensación de superioridad, lo cual explica la risa que surge en muchas situaciones cotidianas y la aparición de ciertas características de algunos tipos de chistes. Hay, en general, mucho humor, y en particular muchos chistes, sobre características de razas, sexos, deformidades, etc., que, de modo estereotipado, se consideran propias de individuos inferiores, pero parece que la idea de superioridad no es condición necesaria ni suficiente para la risa en general ni para el chiste en particular, ya que hay infinidad de ocasiones en las que un sentimiento de superioridad no da lugar a la risa (simplemente genera desprecio o vergüenza ajena, por ejemplo) y, por otra parte, hay infinidad de chistes en los que el oyente ríe no por un sentimiento de superioridad, sino por razones por ejemplo estrictamente vinculadas al lenguaje (como es el caso de los chistes puramente lingüísticos, que son el ejemplo paradigmático de un contexto conversacional cuya función principal es provocar la risa, independientemente de los efectos simbólicos, de vinculación social o de humillación de determinadas conductas, grupos étnicos, etc., que el chiste lingüístico pueda tener secundum quid).
De modo gráfico, Francis Hutcheson señala que no solemos reírnos de las ostras, así que la superioridad no es una condición suficiente para la diversión cómica. Por eso Hutcheson señala como causa más plausible de la risa la incongruencia, que, a partir de este autor, se establece como reacción a la teoría de la superioridad. Para Hutcheson,
generalmente la causa de la risa es juntar imágenes que tienen ideas adicionales contrarias, así como algún parecido en la idea principal: este contraste entre ideas de grandeza, dignidad, santidad, perfección, e ideas de mezquindad, bajeza, profanidad, parece ser el mismo espíritu de lo burlesco, y la mayor parte de nuestras burlas y bromas se funda en él. También nos encontramos movidos a la risa por una fatiga del ingenio, al traer parecidos de sujetos de un tipo diferente del sujeto con el que se hace la comparación.13
Así, para Hutcheson, la base de lo cómico es la incongruencia, es decir, el poner juntos conceptos o ideas disparatados o contrastantes. Sin duda, éste es uno de los aspectos fundamentales de lo cómico en general y del chiste en particular, y ha sido defendido por muchos otros autores. Kierkegaard, por ejemplo, sostiene que en la raíz de lo cómico y también de lo trágico se encuentra la discrepancia, la contradicción entre la infinitud y lo finito, entre lo eterno y lo que deviene (otro modo de incongruencia). En el Postscriptum no científico y definitivo,14 publicado bajo el pseudónimo de Johannes Climacus, donde se describe a sí mismo como un humorista, Soren Kierkegaard considera que la ironía y el humor sirven como zonas de frontera entre las esferas estética y ética, y ética y religiosa, respectivamente. El ironista está en la frontera entre la vida estética y la ética: ha visto las limitaciones de aquélla (una vida fragmentada que implica un jugueteo evasivo sin fin con las posibilidades existenciales), pero no pasa a lo ético, donde se hacen compromisos y elecciones serias para la propia vida. La ironía es orgullosa y divide a las personas; el humor, por su parte, es más amable y se interesa por los elementos tragicómicos de la condición humana, es decir, tiene una simpatía de la que carece la ironía, y el humorista comprende más profundamente el papel del sufrimiento en la vida humana. Por ello, el humor se ubica entre la vida ética y la religiosa. Parece, pues, que a medida que uno asciende en las esferas de la vida, se desarrolla un sentido más profundo de lo cómico en la existencia. Cuanto más comprometidamente existe una persona, tanto más descubrirá lo cómico. El chiste se ubicaría en este territorio de frontera entre los dos estadios superiores. La discrepancia que constituye el humor en general sería la sustancia del chiste en particular y, en la medida en que se sitúa en esta esfera superior, el chiste proporciona una comprensión que está en las fronteras de lo ético y lo religioso. El chiste, pues, no es puro juego estético momentáneo, sino que garantiza el acceso a regiones más comprometidas de la existencia.
La teoría de la risa de Arthur Schopenhauer, que aparece en el libro I de El mundo como voluntad y representación y se desarrolla con más extensión en el ensayo suplementario 8 del mismo libro I de esa obra, va también en esta línea. Schopenhauer postula que el requisito de la yuxtaposición incongruente en el humor consiste en la subsunción incorrecta de un particular bajo un concepto.15 La risa resulta de la súbita incongruencia percibida entre un concepto y el objeto real que había sido pensado a través de aquél, y la risa misma es la expresión de esta incongruencia.16 La incongruencia se explica precisamente porque una serie de objetos reales se piensan por medio de un solo concepto, y la identidad del concepto se transfiere a los diversos objetos, de modo que, dada la total diferencia de los objetos en otros aspectos, el concepto sólo es aplicable desde un único punto de vista. Con frecuencia, esta incongruencia entre el objeto real y el concepto bajo el que se ha subsumido correctamente, desde cierto punto de vista se percibe de golpe. De manera que, cuanto más correcta sea la subsunción de tales objetos en el concepto bajo un aspecto, y mayor y más patente sea la incongruencia de esa subsunción desde otro punto de vista, mayor será el efecto risible producido por este contraste.
Ésta sería, entonces, la estructura constitutiva del chiste: subsunción de aliud in idem, lo diverso bajo lo mismo, que Roger Scruton considera, en realidad, una disparidad de puntos de vista más que una incongruencia entre concepto y objeto, la referencia a los cuales no sería más que una concesión al sistema metafísico en el que Schopenhauer quiere hacer encajar su análisis.17 Pero no es correcto este análisis de Scruton, ya que esa disparidad de puntos de vista no es exclusiva de lo humorístico, y menos del chiste (que no requiere este contraste), en el que, en efecto, se da una clara disparidad intensional: se utilizan conceptos con intensiones diversas, lo que da lugar a un desplazamiento intensional que hace que el juicio no se detenga en ninguna de las intensiones, es decir, el chiste da lugar a una respuesta estética, al modo kantiano (no al kierkegaardiano).
Si aplicamos a lo puramente risible (y lo puramente risible es, ante todo, el chiste) las cuatro características que Kant asigna en la Crítica del juicio al juicio de gusto, el que discierne lo bello, el análisis nos cuadra: lo risible es universal según la cantidad (consideramos que todos deberían reír), es desinteresado según la cualidad (Kuno Fisher desarrolla esta idea, según nos recuerda Freud, y él mismo la comparte en referencia al chiste), es necesario según la modalidad y es una finalidad sin fin según la relación (tiene la forma de la finalidad, de un para qué sin que se pueda decir cuál).18 Podemos hablar, entonces, de esta risa (a la que Kant dedica tan poco espacio en la Crítica del juicio) como el envés de lo bello. Al igual que el juicio de gusto no genera conceptos, tampoco lo hace el "juicio risible", la risa que se deriva del chiste, en cuya génesis está implicado todo el mecanismo cognitivo (al igual que en el juicio de gusto) sin llegar a culminar en un concepto.19
También Arthur Koestler se inclina por esta tesis de la incongruencia. Para este autor, el sabio, el bufón y el artista son tipos que crean, y los límites entre esas tres personas son fluidos. La cualidad que tienen en común es "la percepción de una situación o una idea [...] en dos marcos de referencia internamente coherentes pero habitualmente incompatibles".20 Sin embargo, algunos autores contemporáneos subrayan que, en el chiste, lo que encontramos risible no es la expresión de la incongruencia misma, sino la resolución de esa incongruencia, es decir, el hecho de hacer encajar en un esquema conceptual lo que parece una anomalía. Mas hay casos en los que la risa provocada por el chiste parece vinculada a la imposibilidad de encontrar un esquema conceptual que nos permita dar sentido al material del chiste. En todo caso, podemos decir que en el chiste es necesaria una especie de "incongruencia congruente" semejante a la que constituye una caricatura que, en cierto sentido, no se parece en nada a su original y en otro sentido es más fiel al original que cualquier fotografía.21 La incongruencia, en suma, es clave en cualquiera de sus múltiples formas: imposibilidad lógica, ambigüedad, irrelevancia, carácter inapropiado, lo inesperado, lo improbable, lo absurdo, lo anormal, lo inmoral, lo feo, etc., es decir, todo lo que se desvía de nuestros esquemas habituales de comprensión y de expectativa.
Ahora bien, es necesario que, en lo humorístico en general y en el chiste en particular, la incongruencia no sea amenazadora ni genere ansiedad,22 como subraya Plessner, para quien "sólo excitan la risa aquellas situaciones que, sin ser amenazadoras, impiden simultáneamente al hombre, por no tener respuesta, ser dueño de sí mismo y hacer algo con ellas".23 En caso distinto, la persona asume la situación (intelectualmente o de la manera que sea) o se ve obligada a huir. Así, puesto que hay ciertos casos de incongruencia que no generan risa, cabe decir que la incongruencia no es condición suficiente del chiste, mas puede pensarse que, al menos en la risa que significa la instalación ontológica en el mundo (la risa básica, de la que hablaré más adelante),24 es condición necesaria.25
La teoría de la incongruencia es muy amplia y puede incluir en ella muchas realidades que se consideran risibles, desde el individuo que resbala por pisar una piel de plátano, al que comete un lapsus linguae o al que aparece en una fiesta vestido de modo ridículo e inapropiado. No obstante, en lo que respecta al chiste, lo fundamental de la incongruencia es que presupone unos esquemas categoriales en el individuo que son violados por el contenido que vuelve risible al chiste, de ahí la idea de que el chiste pueda ser fuente de conocimiento y rompa categorías, puesto que genera nuevos modelos de comprensión (aunque en esto no se diferencia de otras formas de conocimiento, como el que genera la metáfora).26 George Santayana capta bien este elemento cognitivo cuando afirma que la incongruencia y la degradación siempre nos desagradan por su naturaleza, pero cuando las disfrutamos, como, por ejemplo, en la comedia, es en razón de la "racionalidad intrínseca y el movimiento de la ficción" y de la "estimulación y la moción de nuestro ingenio".27 Captar la incongruencia supone también cierto distanciamiento respecto de las cosas de las que podemos reírnos: nunca podemos hacerlo de una persona que nos inspira piedad o afecto (salvo que anulemos estas pasiones). Por eso Bergson puede afirmar que "lo cómico, para producir su efecto, exige algo así como una momentánea anestesia del corazón. Se dirige a la inteligencia pura."28
Bergson desarrolla la teoría mecánica de la risa, que postula que ésta sería causada por "cierta rigidez de cosa mecánica donde uno esperaba hallar la agilidad vigilante y la viva flexibilidad de una persona"29 o, en otros términos: "ya no es la vida, sino el automatismo instalándose en la vida e imitándola. Y eso es lo cómico."30 Es bien sabido que, para Bergson, la vida, en todas sus manifestaciones, es lo más opuesto a un mecanismo. Sus ataques contra los que pretendían reducir la vida a lo mensurable, equiparar el tiempo (su famosa duración) al tránsito de instantes, etc., son bien conocidos. En este sentido, la risa sería la barrera defensiva que la vida pone frente al mecanicismo en todas sus manifestaciones, en cierto modo, un "mecanismo" (aunque no sea muy apropiado usar este término aquí) afirmador de la vida.
De esta concepción mecánica bergsoniana forma parte también la idea de que la risa supone cierta coerción social, puesto que condena la conducta mecánica, antivital, y aleja a la gente de modos indeseables de comportamiento, especialmente del rutinario o mecánico, humillando a los que no llegan a ciertos estándares de inteligencia, es decir, a los incapaces de ajustarse a cada nueva situación.31 Por ello, si juntamos a un personaje insociable con un espectador insensible, y agregamos el automatismo, tenemos las condiciones esenciales de lo risible.
Independientemente de la dificultad de sostener la ecuación entre mecanicismo y risa (no todo lo mecánico hace reír) y de la asociación de la risa con la función social de corregir (que deja fuera de sí muchos tipos de risa), lo esencial de esta teoría para la consideración del chiste, tal como la venimos desarrollando, es la puerta que Bergson abre a la comprensión hermenéutica de la risa cuando alude a sus mecanismos de generación, que no son sino mecanismos propios de la constitución de lo cómico en general y del chiste en particular, cosa que no suelen captar los intérpretes que reducen el bergsonismo en el tema de la risa a esos dos caracteres de la coacción social y el mecanicismo. A decir de Bergson, los procedimientos que generan lo cómico son tres, que se orientan a conseguir la mecanización de la vida:32 la repetición, la inversión y la interferencia de las series. No hay mucho que decir de las repeticiones, salvo que son uno de los procedimientos más caros a la comedia y al chiste. La inversión es el mundo al revés, y la interferencia de las series alude a la esencia del chiste desde el punto de vista hermenéutico, la cual, claramente, puede interpretarse en relación con la teoría de la incongruencia: "una situación es siempre cómica cuando a un mismo tiempo pertenece a dos series de acontecimientos enteramente independientes y puede interpretarse a la vez en dos sentidos muy diferentes". Por ejemplo, "se obtendrá una frase cómica insertando una idea absurda en un molde de frase ya consagrada".33 Asimismo, "se obtiene un efecto cómico si se finge entender una palabra en sentido propio, cuando se empleaba en sentido figurado. O también: en cuanto nuestra atención se concentra sobre la materialidad de una metáfora, la idea expresada resulta cómica."34 Una frase es cómica si al darle la vuelta sigue ofreciendo un sentido, o si expresa indiferentemente dos sistemas de ideas enteramente independientes, o también si se la obtuvo transponiendo una idea a otro tono que no es el suyo.35 En este caso tenemos la interferencia de dos sistemas de ideas, es decir, la inversión y la transposición de una idea a un tono diferente.36 En definitiva, lo cómico en general y el chiste en particular (aunque no se refiere expresamente a éste, Bergson habla principalmente de lo cómico generado en el lenguaje, un importante constitutivo de lo cual es el chiste) dependerían de la ambigüedad intensional a la que antes me referí (aunque no toda ambigüedad sea cómica), de la que, como detallaré más adelante, se desprende una sola interpretación posible en virtud de todos estos requiebros lingüísticos.
Con estas declaraciones, Bergson se ha alejado mucho de su teoría mecánica y se ha hecho deudor de una lectura hermenéutica de lo cómico y el chiste. Es más, hacia el final de su obra, Bergson hace afirmaciones que suenan (freudianamente) familiares:
el absurdo cómico es de la misma naturaleza que el absurdo del ensueño.37
Señalemos en primer lugar cierta relajación general de las reglas del razonamiento. Los razonamientos que nos hacen reír son aquellos que sabemos que son falsos, pero que podríamos tenerlos por verdaderos si los oyésemos en sueños. Imitan el razonamiento verdadero lo bastante como para engañar a un espíritu adormecido.38
Obviamente, aquí Bergson está pensando en el chiste o en otras construcciones semejantes, y ya no en el humor puramente "físico"; es decir, se desplaza hacia el terreno noético, hacia la sugerencia filosófica fundamental de que la risa se dirige a construcciones que se perciben como incongruentes; luego, el reír el chiste supone algún tipo de elemento cognitivo.
No hace falta decir que la incongruencia no tiene por qué existir en el mundo objetivo, sino en el objeto intencional, fenomenológico, que puede ser puramente lingüístico, imaginario o eidético. Pero, efectivamente, ha de darse algún tipo de incongruencia que será la que ilumine la realidad de un nuevo modo. Éste es el territorio del chiste.
2. Analítica del chiste
2.1. Naturaleza analógica del chiste
No toda comedia se reduce al chiste, pero sí puede decirse que todo chiste es cómico. Por eso nos puede ser útil el análisis que Noël Carroll hace de los dos argumentos fundamentales que se dan en la comedia: el equívoco y el altamente improbable. Este último se da cuando, a través de las maquinaciones de la narración, se llega a una conclusión muy poco probable: enfrentado a este argumento, el espectador va elaborando interpretaciones diferentes de modo secuencial. Así funcionan algunos tipos de chistes, constituidos por un final inesperado que nos causa risa. Pero no todo lo que se sale de nuestras expectativas nos hace reír. Por ello, aunque desde un punto de vista estructural puede utilizarse la improbabilidad para lograr la risa, ha de haber algo más en el chiste.
El argumento equívoco, por su parte, coloca y maneja los elementos que comprenden la narración de tal manera que pueden ser vistos desde dos o más puntos de vista que entran en conflicto.39 Ciertamente, también éste es el caso de muchos chistes. Carroll sostiene que las situaciones equívocas pueden denominarse también situaciones de doble interpretación o de múltiple interpretación, puesto que son susceptibles de interpretarse de más de una forma. Tal sería el caso de los juegos de palabras, en los que se mantienen actuantes varios significados de una expresión o un sintagma cuyo choque provoca la risa. Así, algunos chistes lingüísticos operarían de este modo, al ofrecer simultáneamente varias interpretaciones que entran en conflicto. Podría afinarse esta tesis de Carroll considerando la noción de analogía, según la cual las intensiones de los varios conceptos operantes son en parte semejantes, si bien la diferencia entre ellas es mayor que la semejanza, y esa tensión, una vez que se capta, abre una suerte de zona de indeterminación y es la que provoca la risa.
En esta línea analógica creo que es como hay que entender la idea de Plessner de que el efecto hilarante no se basa en un absurdo, ni en el juego con lo disparatado, ni en un sinsentido que se quiere hacer pasar por válido, que a mi entender casaría con la idea del chiste como terreno de lo equívoco. El sinsentido y el contrasentido, en su opinión, pueden darse a entender con la misma facilidad que los errores y verdades con sentido. Es más, las paradojas pueden tomar forma jocosa, pero el chiste no se identifica con la paradoja ni está ligado a ella. El chiste depende sólo de la superposición de varios sentidos, es decir, de la posibilidad de que el oyente sea llevado hacia algo por una expresión verbal que parece apuntar en diversas direcciones.40 Sin embargo, este juego de la multiplicidad de sentidos también se da en los refranes, los oráculos, las profecías, que no suelen ser graciosos; es más, no deberían serlo si pretenden cumplir su función comunitaria y pedagógica. Luego, el carácter analógico no es suficiente para el chiste, aunque sin duda sea necesario, puesto que dispara el sentido manteniendo cierto anclaje en una realidad, y ésta es la esencia de la analogía, como bien ha señalado contemporáneamente Mauricio Beuchot. Así es como entiendo la afirmación de Plessner de que el chiste revela la doble relación del hombre con el idioma: habla en él y habla contra él.
El chiste realiza en unidad concreta lo que él [el hombre] puede explicarse en abstracto y lo que intenta hacer en la práctica de todos los modos posibles: que hay una expresión "acertada" en el sentido de la plena congruencia entre forma y contenido y que sin embargo ninguna expresión acierta, que la insalvable distancia entre la palabra y las cosas hace superflua la palabra.41
Eso lo hace el chiste entrecruzando sentidos.
La analogía ofrece ahora luz sobre la naturaleza de la incongruencia constitutiva del chiste a la que me referí en el apartado anterior y sobre su potencia hermenéutica: cabe decir que, en realidad, el chiste no se resuelve en una incongruencia, sino que en la risa provocada por el chiste queda de manifiesto que se ha producido el clic de la comprensión, exactamente el mismo clic del que Ludwig Wittgenstein hablaba al referirse a la experiencia estética.42 La risa hace patente que se ha comprendido el chiste del único modo en que puede comprenderse, puesto que no cabe la ficción de la risa: la risa falsa no es risa auténtica, no es risa de comprensión.43 Si no entiendo un chiste, todo lo más que puedo hacer es fingir que lo he entendido, sonreír o emitir una risa estridente. . . que puede convertirse ella misma (por incongruencia percibida por los demás) en la causa de la risa.
2.2. La hermenéutica del chiste
El chiste es la estructura más acabada creada para provocar la risa. Hay muchas cosas en la vida que nos hacen reír, pero sólo el chiste (o situaciones semejantes que carecen de una estructura tal, pero comparten la intención del chiste, como la respuesta aguda a un comentario de alguien) tiene su ser (y el chiste lo agota) en el acto de provocar la risa. Noel Carroll analiza el chiste del siguiente modo:
x es un chiste si y sólo si (1) x es un discurso verbal estructurado integralmente, generalmente en la forma de un acertijo o una narración (con frecuencia una narración fantástica), (2) que concluye en un remate, cuya naturaleza desconcertante de modo brusco (3) provoca, habitualmente de modo muy rápido, una interpretación determinada (o un determinado espectro de interpretaciones) de los oyentes, (4) la cual resuelve la adivinanza y encaja con los rasgos prominentes del acertijo o la narración, pero (5) implica la atribución de al menos un error burdo (basto), pero posiblemente más, a los personajes y/o narradores implícitos del acertijo o la narración, y/o implica la asunción de al menos tal error por el oyente implícito o real, (6) error que se supone que va a ser reconocido por el oyente como un error.44
Hay un elemento clave en esta aproximación de Carroll; a saber, que el chiste es un relato que exige una implicación interpretativa por parte del oyente, y nos pone sobre la pista de un importante dato, tal como es la superación hermenéutica del objetivismo y el subjetivismo: ¿es gracioso un chiste que nadie escucha? Sin duda no; es más, no podría hablarse de chiste, porque en la esencia del chiste está su intencionalidad de provocar la risa y no puede darse siquiera la posibilidad de que exista un chiste "platónico" que nadie (incluido su creador) escuche. Ahora bien, en este exquisito análisis de la estructura del chiste, Carroll obvia por completo cualquier referencia al elemento pragmático del chiste, el provocar la risa, que es el equivalente funcional de la catarsis aristotélica en la definición que el estagirita da de la tragedia. A esta aproximación, por lo tanto, le falta un punto (7) que rece algo así como "y que provoca la risa (o que al menos lo pretende)".
Mas de la aproximación de Carroll me interesa subrayar el elemento interpretativo que domina del punto tres en adelante. Este aspecto hermenéutico es fundamental también en el análisis más célebre sobre el chiste, el freudiano, que nos proporciona una serie de elementos del máximo interés que conviene resaltar para apoyar mi tesis, ya que habitualmente se reduce la aproximación freudiana a la tesis del chiste como válvula de liberación tensional y se obvian los elementos hermenéuticos.
Para Freud, la teoría de los chistes es parte de la teoría general de la diversión. Ésta se divide en: los chistes (agudezas), lo cómico (donde se incluye lo ingenuo: el chiste se hace, lo cómico se descubre y lo ingenuo es una especie de lo cómico más cercana al chiste) y el humor. Todos son modos de economizar energía psíquica y cada uno de ellos se diferencia por el tipo de energía psíquica que ahorra. Los chistes constituyen un ahorro de la energía requerida para movilizar y sostener las inhibiciones psíquicas (gasto de coerción ahorrado). Lo cómico, por su parte, libera la energía que se ahorra al renunciar a ciertos procesos de pensamiento (gasto de representación ahorrado) y el humor se define en términos del ahorro de la energía que, de otro modo, se gastaría en las emociones (gasto de sentimiento ahorrado).45 Dicho en otros términos, los chistes son una economía de la inhibición; lo cómico, una economía del pensamiento, y el humor es una economía de la emoción.46 En los tres, el placer proviene de un ahorro, y ese placer es el placer perdido de una época de nuestra vida en la que podíamos desarrollar nuestra labor psíquica con muy escaso gasto, a saber, "el estado de ánimo de nuestra infancia, en la que no conocíamos lo cómico, no éramos capaces del chiste y no necesitábamos del humor para sentirnos felices en la vida".47 El humor se caracteriza por el repudio de las exigencias de la realidad y la imposición del principio del placer, lo que lo aproxima a los procesos regresivos típicos de la psicopatología, como un proceso elaborado para rehuir a la opresión del sufrimiento y afirmar la insuperabilidad del yo por el mundo real48 (como hace lo sublime kantiano, la ironía romántica, etc.). Luego, en este ámbito del humor, y sin duda en el chiste y lo cómico, hay un proceso de elaboración en el que se genera una determinada interpretación de la realidad, es decir, un proceso hermenéutico necesario y previo al placer.
Freud divide los chistes en dos categorías: "inocentes" y "tendenciosos", y, a su vez, estos últimos se subdividen en "hostiles" y "obscenos" (luego añade los chistes cínicos y los escépticos). Los chistes inocentes hacen reír sólo por su técnica, mientras que los tendenciosos tienen un propósito que se añade a la técnica. Los chistes tendenciosos (de temática sexual o agresiva) abren una brecha en nuestras defensas y liberan la energía psíquica que, de otra manera, habríamos utilizado contra el contenido sexual o agresivo articulado por el chiste. La civilización nos fuerza a reprimir los deseos sexuales y agresivos, y los chistes tendenciosos nos permiten disfrutar de estos placeres rodeando el obstáculo que está en el camino del instinto hostil o libidinal. Tales obstáculos son de dos tipos: externos (p.ej., la dificultad de descargar la agresión sobre alguien más poderoso) e internos (aversiones internas, inducidas por la civilización, a la obscenidad y la hostilidad). Un chiste tendencioso nos salva de tener que crear la inhibición necesaria para el autocontrol o permite que superemos un obstáculo ya existente y, así, hace desaparecer la inhibición. Funciona así: la técnica del chiste proporciona una pequeña cantidad de placer, el pre-placer (Vorlust), que actúa como una gratificación de incentivo por medio del cual el propósito suprimido consigue suficiente fuerza para superar la inhibición y permite el disfrute de una cantidad mucho mayor de placer que puede ser liberado del propósito. Dado que al crear o mantener una inhibición gastamos energía psíquica, Freud sostiene que es plausible concluir que la producción de placer derivado de un chiste tendencioso corresponde al gasto psíquico que se ahorra,49 y la energía psíquica ahorrada puede ser descargada en la risa (de nuevo la idea de economía). Lo mismo sucede con los chistes inocentes, en los que nos reímos del elemento de sinsentido y absurdidad: la energía psíquica ahorrada es la que uno gastaría normalmente en obedecer las reglas de coherencia, razón y lógica. Aparece, pues, el elemento de incongruencia también en el análisis freudiano y la sugerencia de que hay una elaboración interpretativa que no sigue las reglas que se esperarían en otros contextos.
Finalmente, en la parte analítica de su obra El chiste y su relación con lo inconsciente, Freud considera que los chistes emplean ciertas técnicas (semejantes a los sueños): condensación (economía, con o sin formación de sustitutivo), doble sentido de las palabras, desplazamiento, absurdo, representación indirecta, representación antinómica, contraste, unión de una significación con una imagen sonora que no dice nada, etc. Estas estructuras se emplean para eludir la censura, es decir, para proteger el sueño y el chiste de la crítica represiva. Y eludir la censura es, ya en sí mismo, placentero. Pero, para eludir la censura, el juego de palabras y de imágenes debe tener significado o, al menos, apariencia de significado. Así pues, el chiste supone una rebelión contra la razón, un retorno al viejo hogar, la infancia, en la que los deseos se hacen realidad y la vida es puro juego, sin más finalidad que el juego mismo (aspecto fundamental de lo estético en el kantismo). He aquí, de nuevo, la tesis del chiste como constructo interpretativo alternativo a lo que sería esperable en contextos "normales".
Esta idea de la liberación tensional, de la que Freud habla en la parte sintética de El chiste y su relación con lo inconsciente, explica bien el aspecto del chiste como una válvula de seguridad frente a las múltiples presiones, no sólo sociales, sino también lógicas, morales, de racionalidad en sentido amplio. Por ello, parece razonable que el humor nos proporcione una liberación, aunque sea transitoria, de estas constricciones. Esto suena muy plausible, aunque para aceptar esa conclusión nos veamos obligados a criticar la base freudiana de la misma, a saber, la suposición de la energía libidinal en términos hidráulicos, cuantificable, porque, según la teoría freudiana, a más represión más debería reírse uno para liberarse de sus inhibiciones. Y esto está lejos de ser comprobado (incluso comprobable). Además, la teoría freudiana sensu stricto parece que funciona para los chistes sobre materias socialmente reprensibles, pero no para los chistes puramente lingüísticos o no claramente tendenciosos (que, curiosamente, valora como "más puros").50 Pero lo más importante es que la explicación en términos de energía sólo explica lo que sucede cuando encontramos algo divertido, no por qué lo encontramos divertido.51 Y eso exige recurrir a una aproximación hermenéutica que Freud deja entrever, a pesar de centrar su análisis en el juego de energías. ¿No es prueba de ello el que un chiste muera en su explicación? No cabe explicar lo que habría de ser comprendido, y si no se ha comprendido, no se dará el efecto de "clic" con el que acontece la comprensión. Por eso, la comprensión/risa del chiste nos lleva al territorio de mediación, que no es subjetivo ni objetivo; nos traslada al mismo espacio que habita el intérprete de una obra de teatro o de una pieza de música, donde no se pueden diferenciar la obra interpretada y el sujeto interpretante, sino que hay que hablar utilizando las categorías aristotélicas de la acción/pasión: Sócrates corriendo/Sócrates sentado. Es exactamente la puesta en práctica del existenciario heideggeriano del comprender, que no es un añadido al existente, sino el acto mismo de existir.
3. Conclusión: el chiste como paradigma hermenéutico
La estructura del chiste bascula hacia el final. Todo el desarrollo del relato está dirigido hacia la conclusión, el remate del mismo (punchline), que es el componente que da su razón de ser al chiste. El elemento clave, por lo tanto, es la conclusión del chiste, el giro final a partir del cual todo lo anterior adquiere su sentido real, su sentido de chiste; es decir, el elemento que tiene esa función de cambio radical en la comprensión que Aristóteles atribuía, en su análisis de la tragedia, a la anagnórisis o agnición. Esta conclusión requiere una interpretación, porque no suele aparecer de un modo inmediatamente obvio al oyente, sino que adviene como una sorpresa que cambia por completo la precomprensión que el intérprete va formando de la historia: se da una suerte de fusión del horizonte que el intérprete se va formando y el horizonte que el chiste le marca. En esta clave hermenéutica puede entenderse la famosa tesis de Kant de que "la risa es una afección que surge de una tensa espera que acaba súbitamente en nada".52 En esa brevísima concesión que hace al tratamiento de la risa en la Crítica del juicio, Kant captó bien cuál es ese elemento constitutivo del chiste, la espera y lo súbito de la conclusión, pero erró completamente al considerar que la tensión se resolviese en nada. Todo lo contrario a no ser que por nada se entienda que lo que Kant esperaba era que el discurso generase un concepto fácilmente encajable dentro de su esquema categorial, el chiste genera cualquier cosa menos nada; es decir, genera una nueva visión de un estado de cosas, un nuevo modo de comprensión, mediante mecanismos lingüísticos, a partir de una realidad cotidiana (natural), y rompe lo que naturalmente cabía esperar del decurso del relato (nótese el carácter de cotidianidad y naturalidad de nuestra habla, con sus conclusiones esperables, que es lo que se supone que rompe la conclusión del chiste). Es más atinada la aproximación de Jean Paul en su Estética, que, aunque es semejante a la kantiana, le da la vuelta a ésta y considera que la risa también puede originarla algo que emerja repentinamente de la nada. Si tomamos esa nada como el estado de cosas cotidiano, consuetudinario, lo que esperamos que constituya el discurso normal, el chiste supone una ruptura con la conclusión esperable del discurso normal (y en cierto modo podría aplicársele el estatuto de "edificante" que Rorty atribuye a los discursos que rompen con el paradigma normal), una transformación de los prejuicios (en el sentido gadameriano), que es lo que constituye el proceso interpretativo en sentido auténtico, con lo que el chiste supone un pequeño elemento revolucionario en la conversación cotidiana que la hace evolucionar para alcanzar nuevos modos de comprensión. Y de eso caben pocas dudas, puesto que los chistes describen determinadas situaciones, en muchas ocasiones en sus elementos fundamentales, tal como las comprenden los individuos, las cuales cambian súbitamente y se comprenden de un modo completamente nuevo a la luz de la conclusión del chiste y, por ello, aunque el chiste no dé lugar a un concepto en el sentido kantiano, sí hace surgir una idea estética, pues hay determinadas incongruencias en la realidad interpretada que no se perciben desde una perspectiva no cómica. En lo cómico, lo familiar se ve bajo una nueva luz y se vuelve no familiar. Además, el contenido del chiste revela exactamente cuáles son los tabúes de una sociedad o de un grupo, su nivel de cultura, sus intereses, sus creencias explícitas o implícitas, las normas de conducta no escritas, etc. Pero éste, aunque es un elemento cognitivo importantísimo (la descripción), no es el elemento fundamental desde el punto de vista hermenéutico: la clave del chiste, desde este punto de vista, es privilegiar una interpretación como la única correcta en un entorno de interpretaciones posibles (cuya conjunción posibilita extraer aquella), algo que no sucede en la mayoría de las construcciones culturales.
Al final del chiste encontramos ese elemento que se constituye en clave de bóveda de la interpretación (y que hace que el chiste no admita cualquier interpretación, es más, destruye la pretensión de un juego infinito de interpretaciones) por el que el proceso de comprensión del chiste se convierte en una suerte de après coup que reinterpreta todo lo dicho anteriormente a la luz de este final. La interpretación que se elabora, la interpretación relevante, cae dentro de un rango muy determinado de interpretaciones posibles, de las cuales sólo una es la interpretación correcta, que no tiene por qué reducirse a una interpretación en términos de corrección lógica, puesto que el chiste hace uso de lo que ciertas lógicas desechan como errores categoriales, falacias, paradojas, inconsistencias, etc., y la risa del chiste (el signo de la comprensión) demuestra que la realidad no se deja reducir a los recursos lógicos. A pesar de (y en virtud de) la utilización de todos estos recursos, la interpretación del chiste es una y única (aunque se mantenga en ese estado intermedio del doble sentido, lo no dicho, lo ocultado, la sombra, la paradoja, etc.): sólo una es la correcta,53 y ésa es la que convierte al chiste en lo que es.
Un chiste es constitutivamente análogo: no puede ser equívoco (aunque Plessner insista constantemente en el uso de este término para referirse al origen de la risa), pero tampoco se puede construir un chiste unívoco. De esta manera, utilizando un modo de discurso no unívoco, el chiste alcanza el consenso unánime de todos los que ríen. Nadie reflexiona sobre las posibles interpretaciones del chiste (nadie empieza a pensar si este término podría haberse entendido de esta manera o de esta otra, pues un hablante competente se mantiene en el juego libre y el hallazgo feliz de la fórmula que da lugar a la comprensión, al clic), ya que el chiste está construido de manera que inspira la interpretación correcta. Y no hay más que una, la que causa la risa.
Aristóteles, en el libro II de la Retórica, sostenía que la estrategia retórica más efectiva era el entimema, porque por medio de este recurso el orador podía sacar sus conclusiones de un modo tal que el público consideraba que eran suyas, de manera que los oyentes las consideraban más convincentes. El chiste también trabaja así: el oyente completa la interpretación por sí mismo, aunque tal interpretación está predeterminada. En este sentido, la risa que acompaña al chiste puede tomarse como paradigma hermenéutico de la comprensión: si no se entiende, no se puede reír. La risa, asimismo, muestra cómo aplicamos el círculo hermenéutico y hace patente, además, que la comprensión no se da en las partes, sino, como en el juicio estético, en el todo. Frente a los que afirman que la explicación de un conjunto equivale a la explicación de todas sus partes, la percepción de la belleza y la comprensión del chiste constituyen un buen contraejemplo.
Para finalizar. Si la risa que constituye la respuesta adecuada al chiste manifiesta que la comprensión de éste puede tomarse como paradigma hermenéutico, el chiste como constructo que pretende provocar la risa muestra, al igual que lo hace la belleza, que, efectivamente, el mundo es nuestra casa (cabe considerar la risa como el envés de la apreciación de la belleza). Ya hemos señalado anteriormente cómo el análisis kantiano de lo bello (los cuatro momentos de la Crítica del juicio) puede aplicarse perfectamente a la risa que genera el chiste, de tal modo que cabe postular que la experiencia de esta risa es también una experiencia estética.
Podemos comprender esto desde la ontología schopenhaueriana la risa hace soportable la tragedia del vivir (es una compensación) o, desde una ontología de orientación más "doméstica" o "ecológica" que considere la risa como la respuesta a la instalación en la casa que es nuestro mundo, al igual que la experiencia estética, tal como la entiende Kant, es la experiencia de que el mundo no nos es indiferente (puesto que nuestras capacidades cognitivas están perfectamente adaptadas a él en su libre juego), como una mirada a la limitación trágica desde la parte no trágica, en cierto modo, desde el aspecto divino, desde la perspectiva de quien puede reír más allá de la tragedia, que puede ser un dios, el hombre dionisiaco o Zaratustra. Si seguimos hablando entonces de incongruencia, tenemos que hablar de determinadas incongruencias, no de cualquier incongruencia, sino de una incongruencia congruente, valga el oxímoron, de incongruencias que nos permiten tomarnos a nosotros mismos y al mundo, desde nuestra posición excéntrica, como absurdos y, a la vez, como seres con sentido.
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1 La relación fuerte y ordenada entre la risa y la conversación es semejante a la puntuación en la comunicación escrita (y se llama efecto de puntuación). Véase Robert R. Provine, "Laughter", pp. 38-45. Cfr. id., Laughter: A Scientific Investigation. La risa aparece así como un marcador metacomunicativo. Cfr. R.R. Provine, "Laughter Punctuates Speech: Linguistic, Social, and Gender Contexts of Laughter". Además, la risa es una poderosa herramienta de estructuración de la interacción, que actúa también como "lubricante" para aligerar los estados de ánimo en la conversación y hacer más receptivos a los interlocutores.
2 Cfr. Matthew Gervais y David Sloan Wilson, "The Evolution and Functions of Laughter and Humor: A Synthetic Approach".
3 Algunos autores distinguen entre "humor", que hace referencia a los intentos formales de provocar la risa de los adultos (un ejemplo claro de humor sería el chiste), y "protohumor", que se refiere a otras formas de incongruencia social no seria, tales como el juego sin reglas, las cosquillas, los percances físicos y las sorpresas placenteras entre los niños y entre los primates.
4 Gervais y Wilson, op. cit., pp. 403-404.
5 Cfr. E. Dupréel, "Le Problème sociologique du rire". Esta doble clasificación la anuncia en la p. 228 y la desarrolla en las pp. 231-244. En lo que respecta a la risa de acogida, Dupréel inicia con el adagio "Incipe, parve puer, risu cognoscere matrem" [Comienza, pequeño niño, a conocer a tu madre por la sonrisa] y sostiene que es la manifestación de una comunicación en un grupo que presenta una doble forma: la sonrisa y la risa ruidosa. Esta risa muestra que el gozo de reír es un sentimiento conforme a nuestros instintos sociales más fundamentales; es la satisfacción de estar reunidos, la comunión del grupo. Frente a ella está la risa de exclusión, que es una síntesis de gozo y malignidad que se produce con ocasión de un acontecimiento que muestra el hecho de que un grupo social se forma o se reforma sobre la exclusión de un individuo o de muchos (cfr. p. 234).
6 Tbid., p. 231.
7 Ibid., p. 250.
8 Las investigaciones evolucionistas parecen sustentar esta tesis de que la risa puede promover la integración de nuevos individuos en una estructura grupal existente o puede delinear las fronteras entre el interior y el exterior del grupo, estableciendo identidades grupales constituyentes y siendo directamente agresiva con quienes no forman parte del grupo. Pero lo anterior no es ajeno a la consideración de los "efectos secundarios" de la risa.
9 E. Dupréel, op. cit., p. 260.
10 H. Plessner, La risa y el llanto, p. 141.
11 No hay anécdota que uno considere graciosa que no corra a contarla. Uno puede guardarse para sí episodios de la propia vida que nunca cuenta a nadie por las razones que sea, pero jamás nadie retiene para sí más tiempo del necesario una anécdota que crea divertida, a menos que haya de por medio estructuras coercitivas poderosísimas, como puede ser el secreto profesional o el secreto de confesión, y aun así hay miles de argucias para contar la anécdota si se considera que la identidad del protagonista queda resguardada. También Freud constató que "nos vemos obligados a comunicar el chiste" (cfr. Sigmund Freud, El chiste y su relación con lo inconsciente, pp. 888-889) y es un hecho que cuanto mayor sea nuestro auditorio, más satisfechos nos sentimos de compartirlo. Por otra parte, no hace falta elaborar experimentos complejos (aunque se han llevado a cabo) para constatar que en un ambiente grupal (teatro, cine, etc.) la risa de los otros incrementa la propia respuesta de risa, de modo que, en efecto, hay también, por este lado, un importante elemento social en la constitución de la respuesta "risa". Bernard G. Prusak analiza y critica el aspecto social de la risa en "Le Rire á nouveau: Rereading Bergson". Ya Freud lo anotaba en El chiste y su relación con lo inconsciente (p. 927), pero hay estudios que demuestran que es treinta veces más probable que las personas rían cuando están en situaciones sociales que cuando están a solas. En este último caso es más probable que sonrían o que hablen solas a que se rían. Mas esto no apoya la tesis de la génesis social de la risa, tal como la presenta Dupréel; únicamente establece una correlación entre el ambiente social y el incremento de la respuesta "risa". Cfr. R.R. Provine, "Laughter", pp. 38-45.
12 T. Hobbes, Leviatán, p. 163. üiánoia, vol. LVI, no. 67 (noviembre 2011).
13 F. Hutcheson, Reflections upon Laughter and Remarks upon the Fable of the Bees, p. 19.
14 S. Kierkegaard, Postcriptum no científico y definitivo a Migajas filosóficas, pp. 450 ss.
15 A. Schopenhauer, El mundo como voluntad y representación. Complementos, libro I, capítulo 8: "Sobre la teoría de la risa". Véase también El mundo como voluntad y representación, I, § 13.
16 Peter B. Lewis analiza en detalle esta teoría, sobre todo el problema de la "incongruencia", en "Schopenhauer's Laughter".
17 Cfr. Scruton y Jones, "Laughter", pp. 201-202.
18 A decir de Henri Bergson, la risa "tiene algo de estética, porque lo cómico se propone en el mismo momento en que la sociedad y la persona, libres de la preocupación por su conservación, comienzan a tratarse a sí mismas como obras de arte". Cfr. H. Bergson, La risa. Ensayo sobre la significación de lo cómico, p. 23. Por lo tanto, el elemento estético, de ausencia de finalidad fuera de sí misma o, en términos kantianos, de finalidad sin fin, que caracteriza la obra de arte, caracteriza también la risa derivada del chiste, que es puramente soberana, en términos de Bataille: la utilización que se haga de la misma es subsidiaria respecto de la risa pura, que no tiene más finalidad que ella misma.
19 Si lo que se quiere defender es que la risa nos proporciona una nueva comprensión de la realidad (reímos al comprender), no se sigue de ello que nos dé un concepto; más bien habría que hablar de lo que Kant llama una idea estética.
20 A. Koestler, The Act of Creation, p. 35.
21 Scruton y Jones, op. cit., p. 202.
22 Noel Carroll, "Comedy", p. 201; id., "Two Comic Plot Structures", p. 162.
23 H. Plessner, La risa yel llanto, p. 179.
24 Heidegger hubiera podido llamar perfectamente a esto "Zuhausenheit".
25 Scruton considera que la incongruencia, a la que llama, muy razonablemente, "objeto formal" de la diversión, es condición necesaria, pero no suficiente de esta última. Cfr. Scruton y Jones, op. cit., p. 200.
26 El chiste tiene una estructura semejante a la de la metáfora en la medida en que ambos mantienen dos intensiones diversas actuantes, que vinculan distintas realidades en virtud de la analogía (la metáfora es una forma de analogía, de hecho). Sin embargo, a diferencia de la metáfora, el chiste genera analogías (necesariamente) risibles.
27 G. Santayana, The Sense of Beauty: Being the Outline of Aesthetic Theory, pp. 248-249.
28 H. Bergson, op. cit., p. 14. Cfr. ibid., pp. 100-101. La risa constituye una salvaguarda frente a la tentación del reduccionismo. Sin duda, en este ensayo está in nuce su metafísica vitalista y con esta teoría de la risa se venga del mecanicismo imperante en su época.
29 Ibid., p. 17. Cfr. pp. 26, 29, 47.
30 Ibid., p. 31.
31 N. Carroll, Comedy Incarnate: Buster Keaton, Physical Humor, and Bodily Coping, p.45.
32 H. Bergson, op. cit., pp. 67-75.
33 Ibid., p. 82. 34Ibid., p. 84.
35 Ibid., p. 87.
36 Ibid., pp. 88-89.
37 Ibid., p. 131.
38 Ibid., p. 132.
39 N. Carroll, "Two Comic Plot Structures", pp. 168 y ss.
40 H. Plessner, op. cit., p. 159.
41 Ibid., p. 161.
42 L. Wittgenstein, Lecciones y conversaciones sobre estética, psicología y creencia religiosa, III, 1-4, p. 86.
43 Lo mismo sucede con la sonrisa que se esboza al comprender una tesis, un teorema, un argumento, etc., que es una imagen de que se ha producido el "clic" de la comprensión.
44 Cfr. N. Carroll, "On Jokes", p. 329.
45 S. Freud, op. cit., p. 936.
46 Sobre la risa liberadora, también en Nietzsche, véase John Lippitt, "Nietzsche, Zarathustra and the Status of Laughter". Hay que resaltar que algunos autores desvinculan por completo el humor de la emoción. John Morreall sostiene que, en las emociones, los cambios corporales son causados por creencias y deseos que dan lugar a acciones adaptativas, pero en la diversión no hay creencias, deseos ni motivaciones para acciones adaptativas (huir, luchar, reproducirse, etc.). Véase J. Morreall, Comic Relief: A Comprehensive Philosophy of Humor, p. 29.
47 S. Freud, op. cit., p. 937.
48 Cfr. S. Freud, "El humor", p. 512.
49 S. Freud, El chiste y su relación con lo inconsciente, p. 876.
50 Ibid., p. 864.
51 Scruton sostiene que el error de las teorías de la superioridad y la liberación es que encuentran el significado del humor en lo que hace por el sujeto, no en cómo representa el objeto (Scruton y Jones, op. cit., p. 210).
52 Immanuel Kant, Crítica del juicio, § 54.
53 Me resisto a poner ejemplos de chistes, pero al menos aquí creo que debo aludir a uno para ilustrar esta unicidad de la interpretación. Jesús está predicando a sus discípulos y les dice: "y = ax2". Los discípulos le responden: "Maestro, no te entendemos." A lo que Jesús les contesta: "Claro, es que es una parábola." La única interpretación correcta es la que asimila parábola matemática y parábola literaria, basándose en la analogía léxica. Ninguna otra interpretación del chiste en cuanto tal es correcta, y la risa que provoca es la señal de que se ha entendido el chiste y, por ello, también la analogía y la realidad que devela esa analogía. Por supuesto que puede hablarse de otras interpretaciones como justificadas (por ejemplo, una interpretación psicoanalítica), pero ya no son interpretaciones del chiste en cuanto tal, sino del texto o de la narración, del orden de los significantes, etc. La interpretación correcta del chiste en cuanto chiste es única.