Se presentan en esta reseña, desde una perspectiva referencial y un análisis crítico, los principales eventos tratados en la obra comentada, así como algunos procedimientos como historiador.
En septiembre de 2021 apareció publicado un libro de Carlos Manuel Valdés, Ensayos de historias nordestinas, en el que recopila algunos temas que ha expuesto en foros y espacios diversos bajo la forma de ponencias de congresos, conferencias, artículos sobre la historia del noreste mexicano, ahí incluidas amplias regiones usurpadas y anexadas por Estados Unidos. Más que temas son auténticos eventos históricos, en el sentido foucaultiano del término,1 con toda su positividad y operatividad, i.e., como verdad-acontecimiento y como acontecimiento-discursivo, con sus continuidades y rupturas. Eso es así por el conjunto de relaciones de fuerza o de poder que se han sucedido en el tiempo y que el autor va desarrollando en todo su libro, como son los acontecimientos ofensivos y bélicos entre conquistadores y nativos, las luchas interétnicas y las pugnas por la apropiación de recursos y por el control de la organización de los grupos indígenas.2 También por las relaciones que establece entre diversos campos del saber, lo que de manera elegante se denomina interdisciplina. En una palabra, por el intento de identificar y aclarar las relaciones entre indígenas y conquistadores, por tematizar la conquista, al menos en esta región, como transculturación y extinción. El autor expone las narrativas de y sobre los conquistadores, ya sea que fueran frailes, gobernantes o civiles, pero sobre todo al aclarar las experiencias vitales de aquellos pueblos indígenas nómadas, que se resistieron a desaparecer por la fuerza de la cruz y de la espada, pero finalmente fueron aniquilados y extinguidos. Tema este último que es tratado en profundidad en su tesis doctoral en la Universidad de Perpiñán.3
La portada misma del libro representa el cometa Halley avistado en 1607 por los pobladores de Mapimí -bolsón ubicado en la confluencia de Coahuila, Durango, Chihuahua y Zacatecas-. Esa imagen condensa una buena parte de lo tratado en el libro: orden y caos, misterio y secreto, cielo y tierra, centralismo y regionalismo o localismo, cosmos o naturaleza y humanidad, superioridad e inferioridad, cosmovisiones disímbolas como el pensamiento práctico y holístico de los nativos y el deductivo propio de los sacerdotes con formación escolástica, quienes atribuían a los indios una ceguera diabólica. El fenómeno astral del cometa que representaba temor y muerte para los indígenas, cual ídolo cósmico, despertaba en ellos una serie de supersticiones e idolatrías, así representadas por los provenientes del imperio. Aquí vale la pena contrastar la visión del conquistador con la del nativo, en donde encontramos cierta coincidencia entre Valdés y O’Gorman. Este último redactó un manuscrito sobre El diablo en la conquista, reseñado por Ciaramitaro,4 donde muestra con claridad la perspectiva del conquistador imperial, cristiano, universalista, que negaba, según Carlos Valdés, la identidad del otro y debía imponer con violencia, en cualquiera de sus modalidades civilizatorias, su religión y lengua a esos bárbaros chichimecas. Incluso se eufemiza el término conquista por el de pacificación desde las ordenanzas de Felipe II de 1573.5
Es correcto señalar que para Carlos Valdés no todo se reduce a dicotomías, pues es preciso para él aguzar la mirada, modificar el esquema de análisis e integrar diversos niveles y ritmos de historicidad, por lo que caben el matiz, la abducción y la paradoja. El acontecimiento se va presentando como en espiral de manera que se va complejizando, al mismo tiempo que se enriquece con matices. La abducción propuesta originalmente por Pierce, en tanto proceso inferencial que rige todo tipo de percepción, memoria y conocimiento, y que al decir de Umberto Eco
es el mecanismo semiósico que explica no solo nuestra relación con mensajes elaborados intencionalmente por otros seres humanos, sino también cualquier forma de interacción del hombre (y quizá de los animales) con el mundo circunstante. Precisamente a través de procesos de interpretación nosotros construimos cognitivamente mundos, actuales y posibles.6
Porque si no es así, ¿cómo interpretar el comportamiento de los indios conversos que permanecían un tiempo en las misiones, para luego huir a los montes?7 ¿Cómo explicar que los sitios como Parras, Saltillo y Monterrey perduraran gracias a los tlaxcaltecas? Y ¿cómo entender que los otomíes, mexicas y purépechas se hacían pasar por tlaxcaltecas en los sitios señalados previamente? ¿Los tlaxcaltecas deben ser asociados estrechamente con los colonizadores, sin entender la posición que éstos ocupaban en el imperio náhuatl? ¿Cómo entender la construcción de dispositivos de instauración del dominio español en lo militar, lo político, económico, religioso y la oposición de algunos misioneros o frailes al menos en alguna de esas dimensiones? O todavía más, ¿la resistencia activa o pasiva de tribus específicas a dicha imposición y dominación? Indicios y elementos de respuesta encontramos en el libro reseñado.
El trabajo de archivo que lleva a cabo nuestro autor le proporciona posibilidades de hacer algunas rupturas epistemológicas a lo Bachelard, así como elaborar un delimitado análisis estructural para enriquecerlo con el análisis del discurso y el estudio del imaginario social; todo ello le permite analizar las continuidades y rupturas históricas, así como la explicitación de sus aprioris.
A propósito de presupuestos, nuestro autor como historiador se posiciona él mismo: no es un observador amorfo y falazmente indiferente, sino que expone, precisa cuál es su postura, no tiene empacho de explicitar su a priori (¿cuántos historiadores lo hacen?) en cuanto a la selección del objeto-sujeto de sus pesquisas; en general son los marginados y de manera específica son los indios chichimecas, los esclavos, negros, las vicisitudes de un indio cuechale. Opta por una historia no de los vencedores, sino de los sometidos y pobres. Para ello despliega un sistemático y prolongado trabajo de archivo,8 entre otras partes, en la ciudad de México, Guadalajara, Zacatecas, Sevilla, Austin, Saltillo, Monclova, por ejemplo. Ha publicado conjuntamente con equipos de investigadores varios tomos de catálogos parroquiales.9 Con ese trabajo documental, aunado a la construcción teórica y la riqueza del aparato crítico, afina y abre nuevas vías de análisis con datos muy precisos, al mismo tiempo que descubre nuevos puntos de apoyo y argumenta cada una de las proposiciones expuestas. En breve, matiza las miradas y los discursos.
Es verdad que algunos apartados tienen un cariz exploratorio, que se anclan más en hipótesis que en un procedimiento algorítmico, de ahí que haya congruencia con el título que dice Ensayos.
Pruebas de que el autor domina el problema tratado son la descripción, el análisis y la interpretación del hábitat de los pobladores en esas latitudes, de sus experiencias de la vida en el desierto y el nomadismo, su alimentación a partir de la recolección y la caza, algunos de sus rituales o manifestaciones culturales, esto es, tanto de sus condiciones materiales como de sus procesos simbólicos. Además, expone todo un apartado que denomina “Un panorama de los estudios sobre la gran chichimeca”, en el que va desgranando algunas investigaciones clásicas y las más recientes, lo cual desde nuestra perspectiva configura todo un estado de la cuestión más actualizado y completo de los eventos, relatos y discursos del objeto de estudio.
Es preciso señalar que el contexto de la exploración histórica incluido en el libro que reseñamos contiene un estilo descriptivo y argumentativo tanto por las fuentes, como por el análisis y reflexiones que despierta en el lector. Se encuentra minuciosidad en el tratamiento de lo eventos, vistos desde diversos enfoques que entrecruzan disciplinas como la historia con la geografía, la economía, la sociología y la política, sin dejar de lado la filosofía. Existe precisión de conceptos y términos recurriendo incluso a otras lenguas como el griego, latín, francés, italiano e inglés. Todo ello enriquece, con perspectivas frescas, el acervo de los estudios históricos del noreste mexicano, historias que durante mucho tiempo han sido postergadas, si no es que desdeñadas.