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Estudios de historia novohispana

versión On-line ISSN 2448-6922versión impresa ISSN 0185-2523

Estud. hist. novohisp  no.71 Ciudad de México jul./dic. 2024  Epub 22-Oct-2024

https://doi.org/10.22201/iih.24486922e.2024.71.77844 

Reseñas

Muriel Laurent, ed., y comp., El sello de Amberes. Libros flamencos en Santa-fé, siglos XVI y XVII.

* Universidad Nacional Autónoma de México (México), Instituto de Investigaciones Bibliotecológicas y de la Información, pulga@iibi.unam.mx

Laurent, Muriel. El sello de Amberes. Libros flamencos en Santa-fé, siglos XVI y XVII. Bogotá: Ediciones Uniandes, Universidad del Rosario, 2021.


Un libro sobre otros libros, así fue titulado el vídeo promocional sobre esta edición que está dedicada a los libros flamencos que llegaron al Virreinato de Nueva Granada durante el periodo colonial y que todavía se conservan en cuatro bibliotecas colombianas. Todas ellas ubicadas en Bogotá: la Nacional, de la Universidad del Rosario, la Luis Ángel Arango y la del Seminario Conciliar de Bogotá. Lo anterior significa que solamente refleja una parte, sin duda importante, del rico legado bibliográfico que se conformó en el Virreinato de la Nueva Granada. Por lo cual, esta edición efectivamente es un libro sobre otros libros, pero también es algo más que un simple catálogo de una exposición, como otros tantos que se han hecho. Podemos mencionar ediciones emblemáticas de algunas exposiciones mexicanas, como la dedicada a las colecciones de la Universidad Nacional Autónoma de México,1 que sin duda fue todo un descubrimiento para quienes asistieron al Colegio de San Ildefonso para disfrutar de la curaduría de cientos de objetos que realizó el profesor Miguel Ángel Fernández, pero también para quienes tuvieron la oportunidad de hojear la magnífica edición de esta exposición que muestra el rico patrimonio cultural custodiado por nuestra universidad.

De hecho, las exposiciones bibliográficas no son extrañas en México sino todo lo contrario, se trata de una práctica común que realizan las bibliotecas históricas y patrimoniales de forma regular con la intención de socializar parte del legado social que custodian, pero también, en ocasiones, para destacar un conjunto de libros o de prácticas culturales relacionadas con el conocimiento escrito de quienes nos precedieron. Empero, sí que son extrañas en México ediciones como esta colombiana que no sólo contiene algunos textos sobradamente interesantes acompañando la descripción de algunas de las piezas exhibidas durante la exposición que, con el mismo título del libro, se realizó entre febrero y junio de 2021 en la sede cultural del Banco de la República. Ciertamente, hay interesantes publicaciones mexicanas que rescatan exposiciones donde sus protagonistas son los libros, como aquella dedicada a los libros prohibidos que se conservan en la Biblioteca Palafoxiana.2 No es la intención aquí enumerar este tipo de ediciones que, indudablemente, requerirían su propio análisis.

Lo importante en esta edición es que se congregan dos líneas de investigación bien definidas, pero indisociables: el patrimonio bibliográfico y la cultura escrita. El primero constituye un campo de conocimiento bastante añejo que se conformó a partir del trabajo hecho para identificar los incunables conservados en la Biblioteca Británica y la Biblioteca Estatal de Berlín a finales del siglo XIX. Ese esfuerzo de registro y control patrimonial coincidirá con las primeras intenciones jurídicas europeas para proteger los libros heredados del pasado como objetos culturales y, por tanto, como una propiedad social. Intenciones institucionales que no se consolidarán sino hasta 1964, con el desarrollo de la teoría de los bienes culturales3 y la consolidación de las constituciones culturales que definieron responsabilidades estatales e institucionales específicas para salvaguardar los bienes bibliográficos conservados en numerosos repositorios públicos y privados de varios países.

De ese esfuerzo británico también resultará la conocida como New Bibliography.4 Dicha técnica de descripción será el punto de partida de prácticamente todo el conocimiento actual sobre los libros elaborados con las prensas tipográficas, activas desde 1450 y hasta principios del siglo XIX. Es decir, los modos de producción bibliográfica que acompañaron las grandes transformaciones sociales de la Historia como el Renacimiento, la Reforma o la Revolución francesa, entre tantas otras. El desarrollo posterior de las diferentes escuelas de bibliografía en Europa dieron por resultado tanto al famoso Gesamtkatalog der Wiegendrucke, entre otros, como al ambicioso proyecto internacional Incunable Short Title Catalogue (ISTC)5 que actualmente registra la mayoría de los incunables conservados en el mundo, incluidos aquellos que se encuentran en bibliotecas mexicanas.

Por su parte, la cultura escrita constituye un campo de conocimiento en expansión constante,6 que integra el estudio de los modos de producción de los textos y las imágenes que le acompañan. Ciertamente el mayor desarrollo e interés de esa cultura está depositado en los libros antiguos, impresos y manuscritos, incluyendo lo relacionado con los autores, impresores, operarios de prensa, escribanos, pendolistas y encuadernadores; la circulación y el comercio de esos libros que analiza las formas y medios por los cuales tales objetos se movieron entre ciudades, territorios, y generaciones con y sin intenciones mercantiles; la censura y el control ideológico o político que de esos libros se realizó entre el siglo XV y mediados del siglo XIX; la conformación de bibliotecas desde el Medioevo hasta que las grandes colecciones bibliográficas privadas e institucionales pasaron a formar parte de los recursos culturales de los Estados modernos; y, finalmente, la lectura y apropiación de los textos, pues todo lector es potencialmente un autor que reinicia un ciclo permanente en la producción bibliográfica.

Desde estos dos frentes de conocimiento debemos apreciar y leer esta obra con los textos que la integran y las magníficas ilustraciones que los acompañan, pues nos adentramos en ese fascinante legado bibliográfico a partir de lo que fueron los dos ejes medulares de la exposición. Por un lado, las características históricas y económicas que hicieron posible el reconocimiento de Amberes como un centro tipográfico de excelencia y, por el otro, las formas de circulación de los saberes y de los contenidos visuales entre Europa y la América española. Otra parte importante a destacar es la descripción de cada uno de los objetos bibliográficos que se incluyeron en dicha exposición guardando “cierta coherencia con los ejes curatoriales” a palabras de la comisaria Laurent. Sin duda, es un libro que contiene las aportaciones de diferentes autores y cada lector encuentra un camino o preferencia de lectura. Sin embargo, es necesario destacar que esta edición incluye dos trabajos de especialistas en libros flamencos: Dirk Imhof y César Manrique. Dos textos de excelente factura e interesante lectura a la cual tienen acostumbrados a sus lectores.

No obstante, si se trata de tales preferencias debo destacar el capítulo dedicado a los lectores y los usos que éstos hicieron de los libros flamencos contenidos en la edición. Dicho capítulo muestra interesantes prácticas culturales compartidas con otros territorios de la América española. En particular, las anotaciones de propiedad institucional, los expurgos inquisitoriales, la información sobre ciertos precios y aquellos que evidencian una lectura más reflexiva o especializada que regularmente suele ser anónima. Aquí, llama poderosamente la atención que se indique la falta de evidencias, en estos libros de anotaciones de mujeres, cuando precisamente una característica importante del predominio flamenco fue la producción de libros de devoción. Éstos encontraron su mayor mercado entre monjas y mujeres de diferentes estamentos sociales durante el periodo virreinal. En efecto, habría que considerar qué tanto se conoce de estas lectoras en la Nueva Granada y, en consecuencia, sobre las evidencias que dejaron en los libros de manera más sistemática como ha comenzado a realizarse en otras latitudes.7

Durante la lectura, varios de los autores mencionan la idea de la materialidad como un aspecto casi anecdótico para explicar algunos detalles de estas ediciones. Sin embargo, debemos precisar que la materialidad de los libros antiguos se compone de la compresión clara de dos valores: los textuales y los históricos. Los primeros son todos aquellos que caracterizan a cada objeto por su propia producción que, no olvidemos, era manual. Por lo tanto, se trataba de una producción que podía favorecer la existencia de variantes (emisiones y estados), que por sí mismas marcan una diferencia sustancial entre algunos de los libros de una edición. Por su parte, los valores históricos son todos aquellos elementos que cada objeto compila a lo largo de su propia historia, es decir, en cuanto termina su producción y se introduce en el mundo social hasta su custodia contemporánea.

De ahí que se extrañe en un libro sobre otros libros la mención a las características de su composición tipográfica o a sus formatos, con excepciones que confirman la regla. La otra información ausente en los textos, pero no las imágenes, es lo relativo a las encuadernaciones de cada uno de esos textos flamencos que se distinguen en las colecciones colombianas. Lo mismo ocurre con varios de los sellos que se aprecian en las fotografías a los cuales no se hace ni la más mínima mención. Algunos de estos se parecen a otros que podemos apreciar en colecciones mexicanas y españolas, por ello habría que considerar la posibilidad de una práctica que se transmitió desde Europa hacia América en un momento específico. Curiosamente no son sellos que caractericen a las colecciones antiguas de la América española sino todo lo contrario. Parecen una excepción notoria por sus fondos negros sobre los cuales resaltan las instituciones en blanco.

En la edición también se incluye una interesante estadística sobre los libros flamencos que se encuentran localizados en la Biblioteca Nacional de Colombia, de la autoría de Camilo Páez Jaramillo, a la que no se le debe restar importancia. Empero, sin los datos estadísticos de las otras bibliotecas consideradas en la misma exposición y, especialmente, en comparación a los otros textos impresos en diferentes centros tipográficos de Europa, se hace difícil dimensionar la importancia que tuvieron las impresiones de Amberes en el conjunto de cultura impresa de la Nueva Granada. Es decir, qué tan competitivas fueron las ediciones españolas, italianas o francesas, aunque se incluyen otras ciudades de impresión pero vinculadas a los impresores flamencos. Una característica compartida en los países latinoamericanos, es la ausencia de catálogos institucionales de las colecciones de libros antiguos y políticas culturales definidas hacia la obtención de instrumentos de control patrimonial precisos que permitan conocer esos datos, o al menos el porcentaje de avance que se ha obtenido, no sólo para la investigación especializada sino especialmente para garantizar la adecuada salvaguarda de un patrimonio social.

En los demás capítulos, la mayoría de la autoría de Muriel Laurent y Daniel Montilla, se aprecia una permanente influencia además de los clásicos de la historia del libro Roger Chartier y Robert Darton, de trabajos españoles emblemáticos del estudio de la cultura escrita como Pedro Rueda, Carlos Alberto Sánchez y Natalia Maillard. Sin embargo, parecen ausentes las aportaciones de Andrew Pettegree y Angela Nuovo,8 las cuales sin duda habría enriquecido notablemente su perspectiva de la circulación de libros europeos y la influencia de Amberes como centro tipográfico en un contexto de mercado libresco más general. Nadie puede discutir que estos libros de manufactura flamenca fueron fundamentales en los procesos de introducción de la cultura occidental y, especialmente, en el ordenamiento y disciplinamiento social de los nuevos territorios de la monarquía hispánica. Esta obra resulta interesante para cualquiera interesado en la cultura escrita del periodo virreinal, para quienes gustan de apreciar el legado bibliográfico de los países latinoamericanos, pero, especialmente, para aquellos interesados en hacer exposiciones bibliográficas y encuentran el sentido de hacer una edición que siempre nos recuerde lo efímero de los libros.

REFERENCIAS

Castillo Gómez, Antonio. “Historia de la cultura escrita: ideas para el debate”. Revista Brasileira de História da Educação, núm. 5 (enero-junio 2003): 93-124. [ Links ]

Giannini, Máximo Severo. “Los bienes culturales”. Patrimonio Cultural y Derecho, núm. 9 (2005): 11-42. [ Links ]

Libros prohibidos, censura y expurgo en la Biblioteca Palafoxiana. México: Biblioteca Palafoxiana, 2004. [ Links ]

Maravillas y curiosidades: mundos inéditos de la Universidad. México: Antiguo Colegio de San Ildefonso, 2002. [ Links ]

McKerrow, Ronald B. An Introduction to Bibliography for Literary Students. Oxford: Clarendon Press, 1994. [ Links ]

Nuovo, Angela. The Book Trade in the Italian Renaissance. Leiden: Brill, 2013. [ Links ]

Pettegree, Andrew. “Centre and Periphery in the European Book World”. Transactions of the Royal Historical Society 18 (noviembre 2008): 101-128. https://doi.org/10.1017/S0080440108000674. [ Links ]

Salazar Simarro, Nuria. “Derecho de uso o pertenencia. Exlibris en tres conventos de monjas novohispanas”. Dieciocho, Anejo 7 (2021): 233-266. Acceso el 6 de junio de 2024. https://dieciocho.uvacreate.virginia.edu/ANEJO%207/14.Salazar.pdf . [ Links ]

Publicado: 28 de Junio de 2024

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