Introducción
Si bien la literatura sobre los usos higiénicos, terapéuticos y rituales del temazcal o baño de vapor en la Mesoamérica prehispánica resulta abundante, muy limitado ha sido el estudio del uso del baño de vapor entre los pueblos zoques de la región istmeña, que se extiende desde el sur de Veracruz hasta el occidente de Chiapas incluyendo el oeste del estado de Tabasco, así como el oriente de Oaxaca. Es posible que tal escaso interés se deba al poco uso que los pueblos zoques contemporáneos hacen de una costumbre tan arraigada en la tradición mesoamericana, al contrario de sus vecinos mixes (Beals, 1945; Lipp, 1991: 170, 181-182). Al respecto, es significativo que en la conocida síntesis etnográfica sobre los zoques escrita por George Foster en 1969 el autor haya llegado a afirmar que el temazcal es un rasgo cultural del todo faltante entre zoques y popolucas (Foster, 1969: 465; véase también Alcina, Ciudad e Iglesias, 1980: Figura 7). No obstante, en la literatura etnográfica existen por lo menos un par de referencias a usos post-parto del baño de vapor entre los zoques de Rayón (Thomas, 1974a: 55) y Ocotepec (Villa Rojas, 1973: 1060).
Mas abundante, en cambio, es la evidencia de usos de baños de vapor entre los zoques de la época prehispánica. Si bien varios temazcales en sitios zoques habían sido identificados ya a partir de los años sesenta, las investigaciones llevadas a cabo por el Proyecto Arqueológico Río la Venta en el área de El Ocote, en el oeste de Chiapas, han proporcionado una buena cantidad de nuevos datos que aquí se discuten de manera sistemática por vez primera. Procederemos por lo tanto a sintetizar la información disponible sobre los diferentes tipos de temazcales prehispánicos conocidos hasta la fecha en el área zoque, integrando los datos procedentes de diferentes proyectos de investigación y de varios estudios sobre temazcales arqueológicos en Mesoamérica. Sucesivamente, nos concentraremos en una tipología específica que, en nuestra opinión, merece especial atención por la importancia que tuvo en cierto momento del desarrollo prehispánico de los zoques.
El Clásico Temprano: Chiapa de Corzo y Ocozocoautla
Uno de los baños de vapor más tempranos que ha sido identificado en el área zoque es el del Montículo 1 de Chiapa de Corzo, Chiapas, un templo funerario ubicado en el extremo sur de la plaza principal y utilizado sobre todo durante las fases Horcones e Istmo del Protoclásico (100 a.C.-250 d.C.). El edificio parece haber tenido una función residencial de élite en una de sus remodelaciones más tardías, en la fase Jiquipilas del Clásico Temprano (250-450 d-C.), y fue entonces cuando en su lado occidental se edificó un baño de vapor, descrito por Gareth Lowe y Pierre Agrinier (Lowe y Agrinier, 1960: 34-36) (Figuras 1 y 2).
El baño de vapor era una estructura cuadrada de 4.70 x 4.50 m, excavada al interior de construcciones anteriores y edificada con piedras cuadrangulares recubiertas por una capa de estuco, tanto en las paredes como en el piso. El piso estaba atravesado por un canal de 90 cm de ancho, 4 m de largo, y 70 cm de profundidad, con paredes de piedra bola estucadas; sobre un lado del edificio, el canal se conecta con un pequeño conducto de desagüe (30 cm de largo; 10 cm de ancho) que permitía la salida del agua en exceso del edificio. El canal central, cuyo piso presenta diferentes desniveles, seguramente funcionó como lugar de recolección del agua, pero al mismo tiempo las huellas de uso demuestran que sus lados fueron utilizados como banquetas para sentarse. En su extremo interior u oriental se identificaron rastros de quemaduras y restos de cenizas y piedras bolas calcinadas que indican que allí debió de colocarse el fuego para calentar las piedras utilizadas para producir el vapor. Con base en las evidencias disponibles no está claro dónde se ubicaba la entrada al baño de vapor, pero Lowe y Agrinier suponen que existía un acceso en proximidad del conducto de desagüe, aunque no descartan la posibilidad de que se entrara por una abertura en el techo de material perecedero o en la parte alta de una pared.
Otro baño de vapor fue excavado durante trabajos de salvamento del Instituto Nacional de Antropología e Historia2 en el Montículo 26 de Chiapa de Corzo, al extremo noroeste del sitio; lamentablemente la información publicada sobre el mismo es sumamente escasa (Agrinier y Clark, 2014: 92; González y Cuevas, 1998: 42, Foto 13). En la terraza al norte del Montículo 13 de Chiapa de Corzo se excavaron un par de áreas empedradas con piedras bolas que fueron interpretadas como posibles baños de vapor por Alden Mason (1960: 9); no obstante, la evidencia no parece ser concluyente.
Uno más, del Clásico Temprano, fue excavado por Pierre Agrinier en el Montículo 1 de Ocozocoautla, Chiapas (Agrinier, 1992: 243-244; Agrinier, 2014: 30-35; Agrinier y Clark, 2014: 84; véase también Thomas, 1974b: fig. 43) (Figuras 3, 4 y 5). El Montículo 1, al extremo oriental del sitio, tuvo su mayor ocupación como edificio polifuncional, tanto ceremonial como residencial de élite, a partir de la fase Istmo hasta la mitad de la siguiente fase, Laguna, es decir, en un lapso poco más tardío del homónimo montículo de Chiapa de Corzo. En la tercera etapa constructiva (1-B, fase Jiquipilas), o posiblemente a finales de la anterior Etapa 1-C, un baño de vapor se edificó en la orilla oeste de la plataforma basal. La estructura medía 2.55 x 4 m y tenía un acceso sobre el lado meridional: en su interior un cauce central de 80 cm de ancho, orientado de norte a sur, estaba flanqueado por banquetas de 30 cm de alto y 30 cm de ancho. En el extremo norte del cauce se encontraba el hogar, identificado por huellas de quemadura en el estuco y restos de piedras bolas y grandes fragmentos quemados de ollas de cerámica. A cada lado del cauce central había otro espacio hundido con banquetas laterales y piso pintado de rojo. Sobre el lado oeste del edificio, un canal de desagüe de 40 cm de profundidad y 25 de ancho salía del edificio hacia el lado sur. Las paredes del edificio, de piedra caliza estucada, llagaban a 1.50 m de altura y sustentaban un techo de varas y morillos recubierto por una capa de barro de 25 cm, a su vez cubierta por un piso de estuco de 5 cm.
En una segunda etapa constructiva, el baño de vapor fue incorporado en la ampliación del llamado Edificio 3, que se extendió en la parte superior del baño de vapor mismo. Dos pilares de madera de 30 cm de diámetro se añadieron al baño de vapor para sustentar el peso del segundo piso, mientras que el acceso meridional fue sellado por un nuevo muro exterior. De esta manera, el nuevo cuarto superior, dividido en dos espacios por una pared interna, parece haber funcionado como antesala del baño de vapor, al cual se accedía probablemente a través de una entrada abierta en el piso de la antesala. Al final de la Etapa 1-B el temazcal fue destruido, posiblemente de manera intencional, y rellenado con escombros para sustentar un nuevo edificio superior.
El Clásico Tardío: San Antonio, Malpasito, El Higo
La información relativa a baños de vapor del Clásico Tardío-Terminal en el área zoque se limita a tres sitios. En ellos se han identificado tres temazcales monumentales sumamente parecidos, que constituyen el objeto principal del presente artículo.
El más conocido de estos temazcales es el que fue excavado en 1966 por Pierre Agrinier en San Antonio, Chiapas, un sitio hoy inundado y ubicado en la margen derecha del Río La Venta (Agrinier, 1966; 1969: 16-28). El baño de vapor de San Antonio (Estructura 5) se ubicaba en la cabecera occidental de la cancha para el juego de pelota, de 34 metros de largo, en la esquina sureste del área monumental del sitio (Figuras 6, 7 y 8).
El baño de vapor presenta evidencias de dos etapas constructivas (5a y 5b), ambas fechadas a la fase Mechung del Clásico Tardío-Terminal (600-1000 d.C.). La más antigua, la Estructura 5a, se constituía de un espacio de 10.25 x 3 m, dividido en dos salas, la mayor de ellas de 7.9 m de largo, con piso enlajado, banquetas laterales, y paredes preservadas hasta una altura de 1.60 m; el techo presumiblemente se componía de materiales perecederos. En la esquina sureste de la sala principal, fue encontrado un canal de desagüe de 60 cm de ancho. Evidencias de un hornillo han sido detectadas en el lado meridional de la sala, con abundante cantidad de fragmentos de ollas quemados. En su lado norte, en cambio, un muro de 60 cm de ancho, con un acceso de 80 cm de ancho, separaba la sala principal de una pequeña cámara de 1.75 x 3 metros, con banqueta en su lado norte; según Agrinier este espacio debió funcionar como lugar para reponerse del excesivo calor de la cámara principal. Ya que no se ha encontrado algún acceso a la Estructura 5a, Agrinier supuso que se accedería por el desagüe o por el techo; con base en los datos procedentes del temazcal que nosotros excavamos en El Higo, proponemos que el acceso a la estructura se efectuara desde el techo de la pequeña cámara, que hubiera entonces funcionado como antecámara de acceso, según un patrón común en los temazcales mesoamericanos.
En una segunda etapa constructiva, la Estructura 5a fue cubierta por la Estructura 5b, de forma casi idéntica y ubicada 50 cm más arriba de la primera. Su sala principal medía 7.2 x 3 m, con piso enlajado y banquetas laterales de 35 cm de ancho y 40 cm de altura; Agrinier estimó que alrededor de 30 personas pudieron haberse sentado en las banquetas del baño de vapor. En el lado meridional, un muro alto como las banquetas fue edificado para formar una caja de combustión (2.7 x 1.2 m). Las escasas huellas de quema sugieren que el muro fuera protegido por fragmentos de cerámica cuando se encendía el fuego; una gran acumulación de fragmentos quemados, curiosamente nunca sacados de la sala, fue encontrado en las cercanías (Figura 9).
Ningún desagüe, en cambio, fue encontrado en la Estructura 5b. Una antecámara (2.7 x 1.25 m) parecida a la de la Estructura 5a fue edificada también en la estructura 5b, con banqueta en el lado norte y acceso a la sala principal en el lado sur. En un segundo momento de utilización, esta antecámara fue convertida en cámara de combustión, ampliando su lado norte y utilizando el viejo acceso como lugar para alimentar el fuego a partir de la sala principal (Figura 10). Si la antecámara hubiera funcionado como acceso, en este segundo momento otro acceso debería haber sido abierto en el techo de la sala principal. A lo largo del tiempo esta cámara de combustión se rellenó con desechos, por lo que se empezó a prender el fuego en la esquina noroeste de la sala principal, como demuestra otra acumulación de residuos cerca de la cual fue encontrada una olla íntegra (Figura 11).
El gran baño de vapor de San Antonio permaneció como un caso único en Mesoamérica por sus dimensiones, hasta que otro ejemplo análogo fue excavado en 1993 en el sitio de Malpasito, Tabasco (Cuevas, 1994, 2004), en las últimas estribaciones de la Sierra Norte de Chiapas. Las excavaciones del Programa de Rescate Integral de Zonas Arqueológicas de Tabasco del INAH sacaron a la luz una cancha de juego de pelota en forma de T, de 34 metros de largo, con un cabezal abierto y uno cerrado. El juego de pelota se ubica en la parte inferior del área cívico-ceremonial del sitio, y ha sido fechado para la fase Mechung del Clásico Tardío-Terminal. Encima del peralte de la terraza que delimita el lado meridional de la cancha, al nivel de la plaza principal del sitio, fue ubicada la Estructura 18, es decir, el baño de vapor que aquí nos interesa (Cuevas, 2004: 53-54). Se trata de un edificio semisubterráneo de 11.40 x 3.80 m, dividido en tres espacios contiguos: en el extremo noroeste se ubica una antecámara de acceso con escalinata de nueve escalones, al centro la sala de vapor con banquetas laterales (33-41 cm de altura; 40-43 cm de ancho) y, al extremo suroeste, una cámara de combustión separada por un muro de la sala principal (Figura 12).
Las paredes se conservan hasta una altura variable entre 1.67 y 1.92 m. Las banquetas de la sala de vapor sustentan dos pilastras que funcionan como contrafuertes. Cuevas Reyes estima que las banquetas pudieron haber tenido una capacidad de 20 personas, 10 por cada lado. Partes del techo de material perecedero, colapsado debido a un incendio, fueron encontradas sobre el piso enlajado del extremo oeste de la sala, y fragmentos de barro cocido indican que las paredes tuvieron un repello de barro. Escasos fragmentos de ollas fueron encontrados entre el material carbonizado en las mismas áreas. Según Cuevas Reyes, este material quemado es fruto del colapso de la techumbre, y las ollas fragmentadas debieron ser utilizadas para contener el agua necesaria para producir el vapor.
El cuarto en el extremo oeste se utilizaba como cámara de combustión, el muro que la separaba de la sala de vapor se calentaba y el agua para producir vapor se arrojaba directamente sobre éste; en el artículo publicado desafortunadamente no se describe qué tipo de material se encontró al interior de la cámara de combustión. Un elemento sumamente interesante del baño de vapor de Malpasito es que frente a su escalinata de acceso (Figura 13) fueron excavadas tres ofrendas de vasijas colocadas en una caja de mampostería o debajo de lajas de piedra, según un patrón común en el contemporáneo sitio de San Isidro (Cuevas, 2004: 55).
En 2003, durante las excavaciones que el Proyecto Arqueológico Río La Venta llevó a cabo en el sitio de El Higo, en la selva El Ocote, Chiapas, se halló una tercera estructura sumamente parecida a las que acabamos de describir (Domenici, 2006; Zurla, 2003, 2009). Llamada Estructura 38sub, se ubica en la terraza norte del sitio, exactamente a espaldas de la Estructura 1 que domina la plaza principal (Figuras 14 y 15).
El baño de vapor, fechado como los de San Antonio y Malpasito a la fase Mechung del Clásico Tardío-Terminal, fue encontrado profundizando la excavación de la Estructura 38, una plataforma residencial perteneciente a un conjunto habitacional del Posclásico Tardío. Aunque el baño de vapor 38sub aparentemente no está asociado a un juego de pelota, la disposición espacial de las estructuras visibles en la superficie sugiere que una cancha para el juego de época clásica pudiera estar ubicada entre el talud basal de la misma terraza norte y la Estructura 31, hoy cubierta por estructuras posclásicas, así como ocurre en muchas estructuras del sitio. El juego de pelota de tipo abierto y con un lado constituido por el talud de una terraza sería entonces parecido al contemporáneo juego de pelota del sitio de “Población Malpasito” (Cuevas, 2004: 48). Si éste es el caso, la ubicación espacial del baño de vapor de El Higo respecto al juego de pelota sería sumamente parecida a la del temazcal de Malpasito.
El baño de vapor se compone de una sala semisubterránea de 9.30 x 2.95 m, edificada con bloques careados de caliza, piso enlajado y banquetas sobre los lados norte, sur y oeste (Figuras 16, 17 y 18). El lado este de la sala, en cambio, se conecta a través de un acceso con un pequeño espacio cuadrangular sobre cuyo lado este se observa un escalón de acceso, lo cual indica que dicho espacio funcionó como antecámara de acceso (Figura 19). El largo total de la Estructura 38sub, incluyendo la antecámara, llega así a los 11.49 m. La observación de la banqueta sobre el lado corto occidental de la sala sugiere que ésta se añadió en un segundo momento a la estructura original, ya que el muro oeste de la sala sigue detrás de la banqueta. Las limitaciones de tiempo no permitieron desmontar la banqueta ni extender la excavación hacia el oeste, para verificar si una cámara de combustión anexa pudiera ubicarse sobre este lado (así como ocurre en Malpasito) y si un posible acceso interno hubiera sido tapado por la banqueta.
Sin embargo, todo el lado occidental del baño de vapor fue encontrado con relleno de desechos de combustión y de fragmentos de ollas quemados, de una forma del todo parecida al caso de San Antonio (Figura 20); la observación de la estratigrafía indica que el relleno se divide en dos capas diferentes (US29 y US31), posiblemente asociadas a dos fases de utilización del temazcal. Es evidente que en ambas capas los fragmentos cerámicos fueron depositados cuidadosamente, ya que se encontraron grupos de hasta nueve fragmentos uno dentro del otro; en tres metros cúbicos de depósito se encontraron 28,379 kilos de cerámica.
La deposición de la capa de fragmentos cerámicos quemados sugiere que, por lo menos en algún momento, el fuego para calentar el material cerámico se encendía directamente en el piso de la sala principal. Así como en el caso de la Estructura 5b de San Antonio, no se detectaron canales de desagüe, pero la excavación parcial de la estructura, limitada a sus extremos este y oeste, no permite afirmarlo con seguridad.
En el momento en que la terraza norte fue convertida en un área residencial en la época Posclásica, todo el espacio subterráneo -todavía visible no obstante un periodo de abandono del sitio- fue artificialmente rellenado con escombros para obtener una base sobre la cual levantar las plataformas posclásicas (véase Figura 16). Un hacha pulida de piedra verde se depositó en el piso del baño de vapor, posiblemente como ofrenda de terminación, mientras que en el lado oeste de la cámara el relleno se apoyó directamente encima de la capa de material quemado. Al construirse la Plataforma 38, los muros oeste y sur del temazcal se aprovecharon como bases para levantar los muros que delimitaban subdivisiones internas. Las remodelaciones posclásicas cortaron los muros del baño de vapor al nivel del suelo, así que no tenemos evidencias de su altura original y podemos solamente imaginar una altura parecida a la de San Antonio y de Malpasito, es decir de aprox. 1.60-1.70 m. La presencia de argamasa con huellas de elementos vegetales en la parte baja del relleno indica que el baño de vapor tuvo originalmente un techo de material perecedero cubierto por una capa de argamasa, posiblemente estucada, así como ocurrió en los casos de San Antonio y Malpasito.
El periodo Posclásico
Siendo el conocimiento arqueológico de las fases posclásicas del área zoque todavía muy somero, no sorprende que en la literatura no se encuentren referencias a baños de vapor de esta época. Sin embargo, en nuestras investigaciones en la Selva El Ocote identificamos una tipología de estructuras circulares bajas, típica de la ocupación del Posclásico Tardío. Estas construcciones, de unos 3 m de diámetro aproximadamente, pudieran haber funcionado como baños de vapor, aunque dicha interpretación debe todavía considerarse como una hipótesis de trabajo, que necesitaría ser verificada a través de más excavaciones sistemáticas. Tales estructuras circulares, algunas de las cuales fueron también detectadas por Matthew Stirling y Frederick Peterson en sus reconocimientos en el área meridional del cañón del Río La Venta (Peterson, 1961; Clark, 2014: 238), están usualmente asociadas con plataformas y conjuntos residenciales (en sitios como El Higo, El Maculiz, Unidad Modelo), pero a menudo se encuentran aisladas o en grupos, como única forma de reocupación tardía de sitios clásicos (sitios de López Mateos, El Cafetal, La Ceiba), o en la cumbre de alturas aisladas de difícil acceso (El Gigantal), lo cual sugiere un uso tanto doméstico como ceremonial. Un elemento común a la mayoría de las estructuras circulares es la presencia de una protuberancia irregular, de función desconocida, sobre su lado externo. El sitio donde tales estructuras han sido mayormente estudiadas -y donde presentan una mayor variedad formal- es El Higo. Como parte del mencionado conjunto residencial posclásico que cubrió el baño de vapor monumental clásico, por ejemplo, se edificó una estructura circular (Estructura 40) en el extremo meridional del patio principal (véase Figura 15).
Una tipología más compleja es representada por dos ejemplos en la plaza principal del sitio: se trata de una estructura circular como las anteriores, pero asociada a una plataforma circular empedrada de mayor tamaño, caracterizada por pilares monolíticos que delimitan un acceso. Tal tipología está ejemplificada por la Estructura 6-7 en la parte alta de un complejo residencial sobre patio en el extremo meridional de la plaza (Figura 21), así como por la estructura 7-12, asociada a un importante complejo de plataformas en la plaza central (Figuras 22 y 23).
La excavación de dos de las mencionadas estructuras circulares, una por cada tipología, lamentablemente no ha llevado a interpretaciones concluyentes: en la Estructura 40 se encontraron grandes fragmentos de una olla que según análisis químicos de residuos contuvo una bebida fermentada,3 mientras que la excavación de las Estructuras 7-12, además de sacar a la luz abundante cantidad de fragmentos de incensarios sobre el perímetro de la plataforma circular, reveló que la estructura tuvo un piso estucado y pintado de rojo. Ninguna evidencia de material quemado se encontró en las dos construcciones.
La posible interpretación de las estructuras circulares como baños de vapor deriva por lo tanto de la comparación con estructuras circulares parecidas que existen en otras regiones mesoamericanas, como, por ejemplo, las de la Mixteca (Finsten et al., 1996) o la Estructura C-75b excavada en el sitio posclásico maya de Los Cimientos de las Margaritas, Chiapas (Lowe y Álvarez, 2007), en donde se asocia a un conjunto residencial. Se trata de una estructura ovalada baja de piedra que tuvo probablemente un techo en domo y su piso estuvo estucado y pintado de rojo, un elemento que comparte tanto con la Estructura 7-12 de El Higo como con el temazcal de Ocozocoautla, descrito con anterioridad. Si la interpretación es correcta, deberíamos pensar que las estructuras circulares de la región de El Ocote funcionaban como bases para edificios con techo de material perecedero en forma de domo, en los cuales se introducían piedras u otros elementos previamente calentados al exterior de la estructura. La asociación de la mayor parte de las estructuras circulares con conjuntos residenciales sugiere un uso prevalentemente higiénico, aunque la presencia de una olla con bebida fermentada pueda sugerir también usos de tipo ritual, los cuales son, en cambio, más probables para aquellas estructuras asociadas a plataformas circulares, así como para las ubicadas en lugares aislados, donde pudieran haber tenido lugar ceremonias de purificación y aislamiento. Cabe subrayar que pequeños baños de vapor circulares fueron frecuentes en la Mesoamérica posclásica y que la misma forma sigue siendo una de las más comunes entre los baños de vapor modernos descritos en la literatura etnográfica de México. La diferencia formal entre los baños de vapor clásicos rectangulares de Chiapa de Corzo, Ocozocoautla, San Antonio, Malpasito y El Higo y los circulares posclásicos parece ser el reflejo local de dos diferentes tradiciones detectadas previamente en el área maya, donde una tradición de baños de vapor cuadrangulares de élite -limitada al periodo Clásico- se opone a una más larga tradición vernácula de baños de vapor circulares en forma de domo (Helmke, 2005: 67; Helmke y Awe, 2010).
Discusión
Los datos hasta aquí resumidos, y su comparación con la literatura arqueológica sobre los baños de vapor (véanse, entre otros, Mason, 1935; Carrasco, 1946; Cresson, 1938; Satterthwaite, 1952, 2005; Taladoire, 1975; Ichon, 1977; Alcina, Ciudad e Iglesias, 1980; Servain, 1986; Andrews IV y Andrews V, 1980; McKee, 1997; Groark, 1997: 9; Alcina, 2000; Child y Child, 2000, 2001; Gaxiola, 2001; Hammond y Bauer, 2001; Child, 2005, 2006, 2007; Ortiz Butrón, 2001, 2005; Helmke y Awe, 2010; Matarredona, 2014; Benavides y Ojeda, 2015; Koszkul y Źrałka, 2017), indican que el uso del temazcal en el área zoque se difundió en época relativamente tardía respecto a otras regiones mesoamericanas como el área maya, donde hay ejemplos arqueológicos de baños de vapor a partir del Preclásico Medio (Andrews IV y Andrews V, 1980; Hammond y Bauer, 2001; Koszkul y Źrałka, 2017).
Esto, por supuesto, no implica que en épocas anteriores en el área zoque no se utilizaran baños de vapor, sino que el uso de materiales perecederos en su construcción no dejara huella en el registro arqueológico. Los dos ejemplos más tempranos, en Chiapa de Corzo y Ocozocoautla, a pesar de algunas diferencias estructurales, presentan muchos elementos comunes: ambos asociados a conjuntos residenciales de élite, tienen una dimensión variable entre los 10 y los 21 m2 y presentan un cauce central cuyos muros laterales funcionaron como banquetas para sentarse.
Su asociación con edificios residenciales de gran tamaño que son ampliados, en donde el temazcal se incluye como parte del nuevo programa arquitectónico, y su fechamiento a la fase Jiquipilas -es decir, al momento de apogeo de la cultura zoque del oeste de Chiapas en el Clásico Temprano- sugieren que las élites zoques de la época habrían introducido el uso del baño de vapor posiblemente con función tanto higiénica como ritual. Es preciso subrayar que probablemente en la percepción prehispánica no existiera una tajante división entre función higiénica, ritual y médica del baño de vapor. Si el baño de vapor fue introducido en el Clásico Temprano en el área zoque, esto pudiera bien haber sido consecuencia de la larga interacción tenida con los grupos mayas en la cuenca del Grijalva desde el Preclásico Tardío (Clark y Pye, 2011).
Curiosamente, no hay evidencia de baños de vapor asociados a conjuntos residenciales a lo largo del Clásico Tardío-Terminal, mientras que dicha asociación se da nuevamente en el Posclásico, cuando las pequeñas construcciones circulares detectadas en El Ocote y aquí tentativamente identificadas como baños de vapor podrían haber desempeñado, otra vez, un papel tanto higiénico como ritual. Esta última función sería mayormente evidente en los ejemplos dotados de plataforma circular, en donde, por lo menos en un caso, se ha asociado con el uso de incensarios.
De sumo interés es la difusión en el Clásico Tardío-Terminal de la tipología de baños de vapor monumentales, representada por los casos de San Antonio, Malpasito y El Higo. El parecido entre los tres ejemplos descritos es evidente: todos ellos son de tamaño único en Mesoamérica (con áreas totales variables aproximadamente entre los 28 y los 44 m2; compárese con datos en Matarredona, 2014: 30), por lo menos en dos casos están asociados a canchas para el juego de pelota (Figuras 24 y 25), fueron dotados de una antecámara de acceso y los largos espacios con banquetas laterales debieron hospedar grandes grupos de individuos.
No obstante se observan algunas diferencias desde el punto de vista funcional: en lo relativo al acceso, la antecámara de Malpasito presenta una escalinata formal de nueve escalones, en El Higo hay un solo escalón de acceso, mientras que en San Antonio el temazcal no presenta acceso visible, por lo que la entrada al espacio debía efectuarse por el techo, así como ocurría en el caso del más antiguo baño de vapor de Ocozocoautla. En ninguno de los casos se han encontrados agujeros de ventilación y solamente la estructura de San Antonio tuvo un sistema de desagüe.4 Las diferencias más notables se aprecian en cuanto a las formas de calentamiento: en el caso de Malpasito hay una cámara de combustión lateral separada del espacio principal (tal como ocurre en Chichén Itzá, Piedras Negras, Finca el Paraíso y Cimientos-Chustum, según Alcina, Ciudad e Iglesias, 1980: 115), en donde el fuego calentaba directamente la pared de la sala de vapor; en el caso de San Antonio no hay cámara de combustión, aunque la antecámara fue destinada a este uso en algún momento. Por último, en El Higo el fuego se encendía directamente en la sala de vapor (a menos que hubiera una cámara de combustión no excavada sobre el lado occidental), como se hizo también en San Antonio en algunas fases de su utilización.
Un elemento de especial interés es la presencia de grandes acumulaciones de fragmentos quemados de ollas al interior de la sala de vapor, tanto en San Antonio como en El Higo. La acumulación intencional de estos fragmentos es indudable y, por lo tanto, debemos suponer que se utilizaran como material destinado a retener el calor y sobre el cual verter el agua para producir el vapor. Una técnica análoga, especialmente útil en áreas donde predomina la piedra caliza (poco adecuada para ser calentada), ha sido detectada en Dzibichaltún (Andrews IV y Andrews V, 1980: 31-33), Los Cimientos (Rivero, 1987; Alcina Franch, 2000: 83) y posiblemente en Acanmul (Benavides y Ojeda, 2015: 146); la utilización de fragmentos de cerámica para proteger del calor las paredes de un baño de vapor se ha descrito en el baño de vapor N-1 de Piedras Negras (Cresson, 1938: 89). Si el uso de dicha técnica de calentamiento es explicable para el caso de El Higo, cuyas estructuras son de piedra caliza, no queda clara la razón de la diferencia de uso entre San Antonio y Malpasito, en donde las estructuras se edificaron con arenisca.
Sobre todo, no queda claro por qué, tanto en El Higo como en San Antonio, los fragmentos de ollas se dejaron entremezclados con los desechos de combustión sin proceder a la limpieza de la sala, llegando así a rellenar partes importantes del espacio interno a lo largo del tiempo. En El Higo el tamaño de la capa de fragmentos y su obvia deposición intencional permiten excluir que conformara una capa de recubrimiento de las paredes. El caso de San Antonio, en donde la acumulación de cerámica y desechos implicó frecuentes cambios en la ubicación del fuego excluye además que se trate de restos de ceremonias de terminación del baño de vapor. Es posible por lo tanto que la razón de un comportamiento aparentemente tan inexplicable fuera ligada a las normas rituales que debieron reglamentar el uso del baño de vapor.
La función eminentemente ceremonial de los tres baños de vapor monumentales es sugerida tanto por sus dimensiones excepcionales, que implican un uso colectivo por parte de grandes grupos, así como por su asociación preferencial con el juego de pelota. Baños de vapor asociados -directa o indirectamente- con canchas para el juego existen en varios sitios, entre ellos Toniná (Taladoire, 1975), Tikal (Taladoire, 1975: 265), Piedras Negras, Yaxchilán (Child, 2005: 163-164; Miller, 2013), Filobobos (Ortíz Butrón, 2001, 2005),5 Monte Albán (Taladoire, 1975), Xochicalco (Alcina, 2000: 78), Teotenango (Alcina, 2000: 78), Chichén Itzá, Tula (aunque en este caso el temazcal es más tardío que la cancha; Alcina, 2000: 77), Ranas en Querétaro (Mejía y Herrera, 2006; Mejía, 2016), El Piñón en Jalisco (Cabrera y López, 2007: 244, Figura 9), Potrero de Guadalupe en Michoacán (Pereira 2010: 25-26) y Cihuatán en El Salvador (Olsen y Bertolucci, 2009: 44).
Varios autores (entre ellos Agrinier, 1966: 31; 1969: 16; Alcina, 2000: 77; Cuevas, 2004: 57-58; Child, 2005: 163) han propuesto que la relación del baño de vapor con la cancha de juego se debió a ceremonias de purificación que se realizaban antes del juego, así como lo sugieren también algunas fuentes coloniales e iconografías mayas de Chichén Itzá (Cepeda, 1972: 127-130; Miller 2013: 232).
A menudo se ha subrayado cómo la simbología del juego de pelota se hallaba estrictamente ligada a la idea de la transición entre el mundo terrestre y el inframundo, así como a la asociación entre la muerte/sacrificio y el nacimiento o renacimiento (por ejemplo, Schele y Friedel, 1991; Gillespie, 1991; Taladoire, 2000): en este sentido, la simbología inframundana y liminar del temazcal , percibido como lugar de nacimiento o renacimiento de seres humanos y extrahumanos (López Austin, 1980; Katz, 1993; Houston, 1996; Child, 2005, 2006, 2007; Miller 2013), bien pudiera justificar la asociación, tanto física como simbólica, entre baños de vapor y canchas para el juego de pelota. La ubicación preferencial de los juegos de pelota en las partes bajas de los sitios, común también en nuestra área de estudio y por ende compartida por los baños de vapor monumentales, quizás estuviese relacionada con la caracterización inframundana de ambos tipos de estructuras.6
Si las mencionadas connotaciones simbólicas son de carácter pan-mesoamericano, la difusión de la tipología específica de baños de vapor asociados a canchas de juego en el área zoque del Clásico Tardío-Terminal merece ser considerada con más detenimiento. Es notorio que existieron canchas de juego en el área mixe-zoque de la Depresión Central y de la costa pacífica desde el Preclásico, incluyendo -en el caso de Paso de la Amada, Chiapas- la más antigua hasta la fecha conocida en Mesoamérica (Hill, Blake y Clark, 1998; Hill y Clark, 2001). Sin embargo, en el área del oeste de Chiapas/sur de Tabasco que nos ocupa, existen solamente dos canchas de juego anteriores al Clásico Tardío, en Ocozocoautla (Agrinier, 1991: 177) y Miramar (Agrinier, 2000: 177), siendo en ambos casos el fechamiento inseguro.7 Por lo demás, todas las canchas de la región se remontan al Clásico Tardío-Terminal (Agrinier, 1991: 180), con una total desaparición en la época Posclásica.8
En nuestra área de estudio predominan las canchas con cabezales cerrados, pero hay en realidad una gran variedad formal, cuyo caso más extremo es, sin duda, representado por la conocida cancha doble de San Isidro (Matos, 1966, 2000); una variabilidad análoga se observa en regiones cercanas, como la de Malpasito, donde la relevancia sociopolítica del juego está además confirmada por la abundancia de petrograbados con imágenes de canchas para el juego (Cuevas, 2004: 56-58).
El principio del Clásico Tardío coincidió sin duda con uno de los cambios más tajantes que se registran en la historia prehispánica de los zoques, marcado por la difusión de elementos culturales novedosos (cambios en el patrón de asentamiento, nuevo estilo arquitectónico, introducción de cerámicas de pastas finas, cambios en los patrones de prácticas rituales hipogeas, etcétera) que apuntan hacia estrechas relaciones con el área de la Costa del Golfo (Domenici, 2009, 2010; Domenici y Lee, 2012: 72-80; Domenici et al., 2013; Clark, 2014: 231-238). En este contexto, es evidente que la proliferación de canchas para el juego de pelota indica que el juego tuvo un importante papel en la nueva integración sociopolítica de toda el área zoque. Los baños de vapor monumentales asociados a las canchas, sin embargo, se concentran en un área limitada al oeste de Chiapas y sur de Tabasco, lo que sugiere que se trató de una innovación local: además de los tres casos aquí discutidos de San Antonio, Malpasito y El Higo, es probable que la misma asociación se repita en varios sitios no excavados, entre ellos El Tigre, López Mateos,9 El Ocote y Santa Laura, en la región de Malpaso (Agrinier, 1991: 182).10
La uniformidad y la concentración geográfica de los temazcales monumentales asociados a las canchas sugiere, por lo tanto, que una forma específica de juego de pelota, con sus rituales asociados, se haya desarrollado en el área zoque del oeste de Chiapas y sur de Tabasco. Fenómenos parecidos de difusión de diferentes formas de juego de pelota han sido observados a lo largo del periodo Clásico en el área culturalmente afín del centro-sur de Veracruz, donde también el juego de pelota reflejó importantes procesos de integración política y social (véase Daneels, 2008).
Bajo esta perspectiva, la nueva forma de juego y los rituales asociados desarrollados en el oeste de Chiapas/sur de Tabasco en el Clásico Tardío-Terminal parecen indicar que la difusión de nuevas prácticas rituales habría jugado un papel importante en la integración político-cultural de una región caracterizada por un patrón de asentamiento policéntrico y escasamente centralizado. Cabe resaltar que el periodo Clásico Terminal fue también un momento de auge de los baños de vapor en el área maya (Matarredona, 2014: 27; Benavides y Ojeda, 2015: 151-152). Sin duda, la majestuosidad de los baños de vapor aquí descritos es un claro síntoma del periodo de extraordinario florecimiento y de gran innovación cultural que los zoques de Chiapas experimentaron en la parte tardía del periodo Clásico.