En la arquitectura maya prehispánica existieron diversos elementos que incrementaron el impacto visual de la obra. Entre ellos se encuentran las almenas o remates superiores, documentados en varios sitios de la región del Puuc peninsular, como Acanmul, Ichmac, Kabah o Xculoc, pero también presentes en los Chenes (Dzehkabtún, Santa Rosa Xtampak y Tabasqueño), en Edzná o en Chichén Itzá (Gendrop, 1983; 1997; Benavides, 2016). Otro tipo importante de remate superior fue la crestería, en ocasiones lograda mediante un voluminoso macizo casi completo de mampostería, como se aprecia en los templos más elevados de Tikal, en Guatemala. Esas primeras cresterías se erigieron dejando espacios interiores muy reducidos, pero conforme la arquitectura maya evolucionó, las construcciones de siglos posteriores ampliaron las dimensiones de las habitaciones y aligeraron la forma de las cresterías. Si bien hoy casi no se aprecian los detalles, la intención primordial de las masivas cresterías de Tikal fue ensalzar la figura de los dirigentes vinculados con las deidades.
Un buen inventario de cresterías fue iniciado por Paul Gendrop (1975; 1983: 187, 189; 1985), quien documentó a detalle diversos ejemplos existentes en varias regiones del mundo maya. Las clasificó en tres tipos: Petén (superestructura voluminosa, con o sin huecos integrales, cargada hacia la parte posterior del techo), Palenque (superestructura ligera -doble o múltiple- cargada hacia la parte central del techo), y peninsular (superestructura simple, usualmente delgada y rítmicamente calada, cargada hacia el frente o en el centro del techo).
Los orígenes de las cresterías están entonces asociados a la arquitectura Petén (primeros siglos de nuestra era), donde predominaron amplios macizos de mampostería con cámaras de reducido tamaño. Tikal cuenta con varios ejemplos en sus mayores templos, como los denominados I y II que conforman la Gran Plaza, así como el imponente Templo IV (Coe, 1965; 1967; Harrison, 1999) (Figuras 1 y 2). Casos similares de cresterías existían en otros sitios como Nakum, Río Azul y El Mirador. Posiblemente también las hubo en Calakmul, si bien hasta ahora las excavaciones no lo han confirmado.
También debemos recordar los remates superiores registrados en otras cuatro construcciones del Petén que no se levantaron sobre los templos erigidos encima de los basamentos piramidales, sino sobre edificios de varias habitaciones: Pared de los Reyes, La Muralla y Olvidado (dos ejemplos). Un caso similar, pero muy lejos del Petén, se encuentra en la Estructura IX del Grupo Nohoch Mul de Cobá, Quintana Roo (Benavides, 1981: 64, figs. 23 y 24). En los primeros casos se trata de muros de mampostería con algunas caladuras verticales que los atraviesan y vestigios de figuras humanas logradas con estuco modelado. Las dimensiones anotadas para la crestería de Pared de los Reyes fueron 20.60 m de largo por 2.98 m de alto y un grosor de 1.20 m en la base por 75 cm en la parte superior (Ruppert y Denison, 1943: 69-70, fig. 86, láms. 27 y 28). En contraste, el remate cimero de La Muralla fue registrado con 17.60 m de largo por 5 m de alto y una anchura de 1.63 m (Ruppert y Denison, 1943: 71-73, fig. 89, láms. 29 y 30). La crestería del Edificio 1 de Olvidado cubre unos 26 m², mientras que la del Edificio 2 ocupa unos 60 m² (Sprajc, 2008: 98-101).
La crestería de Pared de los Reyes contó con tres series de aberturas, cada una con ocho caladuras, alineadas verticalmente. La primera serie de caladuras fue hallada al nivel de la base, cada una con 16 cm de ancho por 25 cm de altura. La segunda serie de aberturas se halló a los 96 cm de altura con respecto al techo. Ahora los vanos midieron 18 cm de ancho por 38 cm de alto. La tercera serie de caladuras distaba 10 cm de la segunda y sus vanos tuvieron también 18 cm de ancho, pero 52 cm de altura. La distribución de las aberturas conformaba nueve paneles, cada uno con un promedio de 2.25 de ancho sobre los que existían imágenes de personajes, algunos de pie y otros sentados, logrados en estuco modelado. Esos elementos son los que dieron nombre a la estructura en la década de 1930.
Por su parte, la crestería de La Muralla también tuvo nueve sectores verticales formados por las series de caladuras. Sobre esos paneles y en ambos lados también se registraron figuras humanas elaboradas con estuco. Algunos personajes estaban sentados, otros de pie, algunos sedentes con las piernas cruzadas e incluso uno de rodillas.
Después, en la cuenca del río Usumacinta se erigieron gráciles muros calados, como en la Estructura 33 de Yaxchilán (García Moll, 2003: 198-216) (Figuras 3 y 4) o en la Estructura O-13 de Piedras Negras (Scherer, 2015: 182). A unos 100 km al noroeste, algo similar se hizo en los Templos del Sol y de la Cruz de Palenque (Marquina, 1964: 640-643; Garza, Bernal y Cuevas, 2012: láms. 14 y 16). En estos últimos casos la solución más común fue levantar dos muros a los que se abrieron varias oquedades o caladuras como parte de un diseño simbólico-decorativo. Sobre dichos muros se aplicaron motivos estucados y policromados con imágenes de gobernantes y su parafernalia. Los varios ejemplos de cresterías caladas palencanas han llevado a considerarlas como las más “ligeras, aéreas u osadas” del mundo maya.
De acuerdo con Merle Greene (1979), quien registró y analizó durante muchos años los elementos arquitectónicos y decorativos de Palenque, esas cresterías tuvieron motivos de estuco modelado y policromado. Gracias a su tesón y fino registro, por ejemplo, Greene analizó las imágenes que Alfred Maudslay logró en 1890 con grandes negativos de cristal y, trabajando en el Templo del Sol, durante varias temporadas, documentó minuciosamente los vestigios existentes. Así pudo elaborar una detallada reconstrucción de la crestería, en donde se aprecia un gran mascarón del Monstruo de la Tierra, de cuya frente hendida surge la figura sedente de un gobernante. Éste sostiene una barra de mando con cabezas serpentinas en ambos extremos. Cuatro figuras de dioses flanquean a los elementos anteriores y toda la escena es enmarcada por los bordes de la crestería, en donde aparecen cartuchos rectangulares con símbolos celestes (la vía láctea, Venus, el Sol, la Luna, etc.). Predominan los colores azul y rojo, pero también hay elementos anaranjados y ocres (Figuras 5 y 6).
Otro sitio que tuvo cresterías caladas y se encuentra a unos 130 km al sur de Palenque es Toniná, si bien los vestigios conservados sólo dejan ver algunas evidencias y muretes que forman la base del remate.
En la región de Río Bec también encontramos cresterías. Las mejor conservadas se hallan en Okolhuitz, Chicanná y Río Bec B. En el caso de Okolhuitz, ubicado a unos 10 km al sureste de Xpuhil, existe una crestería con calados en forma del signo ik (una letra T, pero aquí invertida), a ambos lados del motivo central. En este caso los constructores diseñaron un gran mascarón antropomorfo del Monstruo de la Tierra como base de un individuo representado de pie y provisto de la indumentaria y los elementos correspondientes a un funcionario de alto rango (Ruppert y Denison, 1943; Benavides, 2004) (Figuras 7 y 8).
Esta construcción de Okolhuitz contó con tres aposentos abovedados y muestra la transición de las edificaciones mayas peteneras ocurrida entre los siglos VII y VIII de nuestra era. El sistema constructivo de sus altas y angostas habitaciones revela los cánones de la arquitectura Petén (por ejemplo, los sillares toscamente cortados, con un grueso repello de estuco); pero la manufactura de la crestería, lograda con sillares pequeños muy bien cortados y ensamblados, además de la rica variedad de detalles en estuco modelado, revela la clara presencia de la arquitectura Río Bec.
En Río Bec B la construcción principal luce muros calados sobre el aposento del sector central y, evidentemente, las torres que flanquean la construcción alcanzaron mayor altura (Michelet, Latsanopoulos y Patrois, 2004; Michelet, Arnauld y Nondédéo, 2007). Si bien sólo se conservan dos terceras partes de la crestería ubicada al centro del inmueble, es posible que haya ocupado unos 38 m². A principios de 2018, Ricardo Torres Marzo (comunicación personal) registró otro edificio con crestería en Pasión del Cristo, a pocos kilómetros del poblado 20 de Noviembre.
Más al norte, en la Estructura VI de Chicanná se observa un muro con delgadas caladuras verticales separadas casi cada metro. Encima de ello el muro continúa, pero en él las caladuras se hallan más cercanas entre sí y todavía arriba hay una segunda hilada de calados, pero de menor longitud. La Estructura XX de Chicanná es de mayor volumen (tiene dos niveles) y aparentemente su crestería fue como la del edificio previo, pero sólo se ha conservado la parte inferior del muro (Figuras 9 y 10).
Veamos ahora algunos casos de la región de los Chenes. En el noreste de Campeche, Robina (1956) reportó los vestigios de una crestería sobre el techo de la Estructura II de Hochob. Basada en evidencias arqueológicas, la reconstrucción hoy visible en la Sala Maya del Museo Nacional de Antropología de la Ciudad de México indica que posiblemente contó con figuras antropomorfas de pie dispuestas en dos niveles (Figura 11). En Hochob hoy sólo pueden verse ocho pilastrones de menos de medio metro de altura. Las Estructuras V y VI de Hochob también tuvieron cresterías, si bien esas evidencias casi no se han conservado y solamente se aprecia un patrón de caladuras verticales.
A unos 10 km al norte de Hochob se encuentra Tabasqueño, donde existen los vestigios de otra crestería calada sobre el Palacio-Templo, inmueble originalmente reportado por Teobert Maler a fines del siglo XIX. El corte arquitectónico elaborado por Maler (1997: 103) indica que el remate contó con tres cuerpos que se adelgazaban conforme ganaban altura, aún mostraba un enlucido pintado de rojo y posiblemente alcanzó unos 4 m de altura.
Dzehkabtún, también en la región Chenes, conserva a su vez una construcción coronada por un muro calado que también reportó inicialmente Maler (1997: 97-99, láms. 37 y 38). Es una construcción de seis habitaciones sobre las que se erigió una crestería de 14 m de largo por 1.20 m de ancho en su base y 7 m de alto. Tuvo cinco niveles, cada uno con caladuras verticales, algunas cuadrangulares, y espigas para soportar elementos de estuco modelado. Al centro del costado sur se conservan los vestigios de un gran mascarón. Como detalle interesante cabe comentar que en la exploración del lado sur se registraron varias almenas que debieron provenir del techo de las habitaciones (Paap y Benavides, 2015) (Figura 12).
A unos 40 km al suroeste del sitio anterior se encuentra Edzná, cuyo Edificio de los Cinco Pisos conserva prácticamente un 60% de su crestería, donde nuevamente apreciamos series de calados rectangulares en sentido vertical. La proporción entre la altura del templo y la de la crestería es casi la misma: 6.30 m de los aposentos versus 5.70 m de la crestería (Benavides, 1997: 47; 2012; 2014: 41, 96). En este remate también encontramos espigas de piedra en ambos paños, lo cual indica que seguramente hubo imágenes de estuco modelado y pintado (Figura 13).
En otro sector septentrional de Campeche, a unos 50 km al norte de Edzná, encontramos un interesante ejemplo de crestería propia de la arquitectura Puuc temprana: el caso del Edificio 1 de Kankí, en el municipio de Tenabo. El centro de la representación es ocupado por un mascarón de prominente nariz. Sus ojos son dos vanos y la boca fue lograda en estuco, material que también formó diversos relieves en el costado oriental de la crestería. A cada lado del rostro fantástico hay otras dos caladuras, ahora dispuestas en sentido vertical y que brindan mayor luz a la composición (Figuras 14 y 15).
Otros sitios del norte campechano fueron Xcacabcutz (cerca de Edzná) (Andrews, 1995; 1997), Chelemí y Xuelén. Los tres tuvieron edificios coronados por cresterías. Durante los trabajos de conservación de Xuelén se recuperaron múltiples fragmentos de estuco modelado, entre ellos la representación de un rostro humano (Benavides, 1998a; 1998b).
Yendo más al norte del mundo maya, en la región del Puuc existen varios ejemplos bien documentados de cresterías en los que la regla parece haber sido también un estricto apego a la simetría. Estamos hablando de cresterías como las que se conocen en Labná, Sabacché, Sayil o Sacnicté (Pollock, 1980; Maler, 1997). En ellas encontramos un patrón de rectángulos sólidos combinados con espacios vacíos. Para soportar ese peso extra las cresterías fueron construidas sobre los muros de carga ubicados inmediatamente debajo, ya fuese en el muro que dividía dos aposentos o bien sobre el muro de la fachada. Las caladuras también ayudaron a restar peso y facilitaron el paso del viento.
Sobre los macizos se desplegaban los elementos de estuco modelado que interesaba fueran vistos por la población. En la Estructura 4 de Labná, por ejemplo, el registro de vestigios estucados indica que hubo varias escenas, entre ellas, la de un juego de pelota, además de figuras humanas en las esquinas (Pollock, 1980: 34-38). Las ilustraciones iniciales de Stephens (1963, 2: 50-53) y las fotografías y descripción de Edward H. Thompson (1889: 97-104) muestran que se conservaban más motivos de estuco. Algunos elementos de interés por ellos registrados y que ya no son visibles son una hilera de cráneos encima del borde superior de la crestería (¿tzompantli?), dos figuras humanas con una pelota entre ellas y una gran figura sentada sobre el acceso central cuyo tocado conservaba pintura roja y azul. Aquí cabe comentar que la imaginería de la crestería de Labná aprovechó la superficie del paramento superior de la fachada, dado que el remate se construyó sobre el muro delantero del edificio.
De menores dimensiones, pero también como ejemplo de una crestería maya, lo encontramos en Chunyaxnic, próximo al poblado del mismo nombre, en el sector norte de Campeche y al oriente de Nohalal. Corona la Estructura 1, ubicada casi en la cúspide de una colina de poco menos de 30 m de altura. La parte superior de la fachada es una crestería calada que se conservó a una altura máxima de 2.10 m. El muro tiene un grosor de 50 cm y cuando menos tuvo dos niveles. El inferior tiene tres caladuras verticales rematadas por una moldura sencilla y en el segundo nivel tuvo cuatro vanos rectangulares (Figuras 16 y 17). El sistema constructivo general, la pequeña moldura quebrada que se aprecia sobre el vano de entrada y el uso de lajillas para revestir la crestería confirman la pertenencia a la fase Puuc Temprano. Otro elemento indicativo de la temporalidad es el uso de varios sillares para conformar las jambas del acceso. Los intradoses de la bóveda están formados por diferente número de hiladas de recubrimiento y describen curvas irregulares (Benavides y Novelo, 2007). La primera persona en reportar Chunyaxnic fue también Teobert Maler (1997: 59, láms. 30 y 31).
Existen otros dos ejemplos de cresterías pequeñas en el norte de Campeche: Chanchén y Nocuchich. En ambos casos se trata de torres, la primera de planta rectangular y la segunda cuadrangular, cuyas bases no sobrepasan los 4 m² de superficie. Recordando los elevados remates de los templos mayas, ambas torres lucen en la parte superior sendos muretes con calados verticales. Nocuchich tiene una altura promedio de 9.50 m, mientras que Chanchén pudo haber alcanzado los 8.50 m.
Otro buen ejemplo de las cresterías mayas del Puuc puede verse en la Casa de las Palomas o el Palomar, de Uxmal, en donde al techo de 12 habitaciones se agregó un largo muro calado de unos 70 metros de largo por 80 cm de ancho y una altura promedio de 7 metros. Además, la parte superior de dicha crestería juega con formatos triangulares que también van calados (Marquina, 1964; Pollock, 1980: 248; Graham, 1992). En ese mismo sitio hubo otro interesante ejemplo de crestería rematada en triángulos en el templo inferior de la Casa de la Vieja (Pollock, 1980: 254-256).
A la par de las cresterías verticales, cabe recordar que en la región del Puuc también se construyeron remates horizontales de carácter simbólico-decorativo, por ejemplo en Kupaloma, cerca de Oxkintok (Andrews, 1986: 21), donde vemos rectángulos y cruces; o bien, en Mul Chic, donde hubo dos niveles de calados verticales (Piña Chán, 1964: 70). Otro interesante ejemplo construido pocos siglos después es el muro de unos 40 m de largo que remata el Codz Poop de Kabah (Pollock, 1980: 187). Ahí vemos una larga serie de caladuras verticales sobre la que se elaboró una serie continua de grecas escalonadas. Esa crestería, en promedio, debió tener unos 4.50 m de altura. Las fechas registradas en las jambas del edificio (859 y 873 d.C.) permiten fecharlo en la segunda mitad del siglo IX (Stuart, 2014).
Para el periodo Clásico Terminal (ca. 1000 d.C.), encontramos otros ejemplos de remates superiores en la llamada Casa Roja o Chichanchob de Chichén Itzá. En ese edificio una crestería recorre el eje central de la azotea, pero además cuenta con otro muro calado encima de la fachada (Figura 18). A su vez, el inmueble conocido como La Iglesia también luce una crestería erigida sobre el muro de la portada principal (Figura 19).
Al finalizar el periodo Clásico la arquitectura monumental continuó edificándose en algunos asentamientos, pero desconocemos si se erigieron cresterías. Entre los pocos casos registrados se encuentran algunos edificios de Tulum, en cuyas azoteas se levantó una serie de lajas. El primer reporte de esas cresterías posclásicas se debe a Samuel K. Lothrop, quien estuvo allá en los años de 1920. En la Estructura 59, a poca distancia al norte del recinto amurallado, se registró un aposento de mampostería en cuyo techo se colocó un remate de poco menos de 2 metros de altura. Esa crestería mostraba nueve caladuras triangulares en un primer nivel y otras siete similares en el siguiente nivel. Los calados estaban soportados por muretes laterales (Lothrop, 1924: 118, fig. 112) (Figura 20).
Poco más al norte, en Tancah, Lothrop (1924: 127) registró otra crestería pequeña pero vertical, y nuevamente al norte, en la Estructura I de Xelhá, reportó otro remate superior, ahora un murete calado, pero de forma triangular (Lothrop, 1924: 135, fig. 136) (Figura 21) que evoca aquellos remates del Palomar de Uxmal.
Algunas comparaciones
La revisión de las cresterías mayas antes comentadas nos permitió efectuar un pequeño ejercicio en el que comparamos la superficie frontal expuesta. Sabemos que en varios casos los constructores aprovecharon ambos costados de la crestería para presentar imágenes diversas. No obstante, aquí sólo comparamos las partes delanteras de dichos remates (Cuadro 1).
Sitio | Largo y alto | m² | Notas |
---|---|---|---|
Chicanná, E. VI | 8.70 x 3.30 | 28.70 | Restaurada |
Chicanná, E. XX | 6.70 x 1.50 | 10.05 | Debió tener más altura |
Chichén Itzá, La Iglesia | 10 x 3.10 | 31 | Restaurada |
Chunyaxnic | 3.45 x 2.20 | 7.59 | Restaurada |
Cobá, E. IX | 16.50 x 5 | 82.50 | Restaurada |
Culucbalom, E. I | 12 x 4.30 | 51.60 | Quedan pocos vestigios |
Dzehkabtún | 14 x 7 | 98 | Restaurada |
Edzná | 11 x 5.50 | 60.50 | Restaurada e incompleta |
Hochob, E. II | 8.60 x 3 | 25.80 | Quedan pocos vestigios |
Kabah | 40 x 4.50 | 180 | Restaurada |
Kankí | 11.70 x 3.70 | 43.29 | Restaurada |
Kupaloma | 6.50 x 3 | 19.50 | Quedan pocos vestigios |
La Muralla | 17.60 x 5 | 88 | Quedan pocos vestigios |
Labná | 14.75 x 4.05 | 59 | Se conserva una tercera parte |
Mul Chic | 5.40 x 2.80 | 15.12 | Restaurada |
Okolhuitz | 6.25 x 5 | 31.25 | Se conservan dos terceras partes. |
Olvidado, 1 | 13 x 2 | 26 | Regularmente conservada |
Olvidado, 2 | 20 x 3 | 60 | Regularmente conservada |
Palenque, T. Cruz | 11 x 5.50 | 60.50 | Regularmente conservada |
Palenque, T. Sol | 8 x 4 | 32 | Restaurada |
Pared de los Reyes | 20.60 x 2.98 | 61.38 | Quedan pocos vestigios |
Río Bec B | 10.50 x 3.70 | 38.85 | Se conservan dos terceras partes. |
Sabacché | 8 x 4 | 32 | Quedan pocos vestigios |
Sacnicté | 7.30 x 4 | 29.20 | Quedan pocos vestigios |
Sayil | 12 x 5 | 60 | Regularmente conservada |
Tabasqueño | 6 x 4 | 24 | Se conserva muy poco |
Tikal, T. I | 10.50 x 8.50 | 89.25 | Restaurada |
Tikal, T. IV | 20 x 12.86 | 257.20 | Restaurada |
Tikal, T. V | 20 x 12.50 | 250 | Restaurada |
Tulum, E. 59 | 3.70 x 1.80 | 6.66 | Posclásico |
Uxmal, Palomar | 70 x 7 ÷ 3 | 163.33 | Se conserva buena parte |
Xelhá, E. I | 4 x 2 ÷ 3 | 2.66 | Posclásico |
Yaxchilán, E. 33 | 11.50 x 3 | 34.50 | Restaurada |
Las superficies de mayor tamaño se encuentran en Tikal, siendo aquella del Templo IV la de mayores proporciones (257 m²). Le sigue la del Templo V (250 m²) y, curiosamente, Uxmal, en el sector noroeste peninsular, se ubica en tercer lugar (163 m²). La siguiente superficie amplia en crestería se halla en Dzehkabtún (98 m²), en la región noreste de Campeche. En el extremo opuesto, las cresterías de menores dimensiones que se han registrado se encuentran en la costa oriental de Quintana Roo y son de tiempos posclásicos: Tancah, Tulum y Xelhá. Tales remates tuvieron calados geométricos y sólo cubrieron unos cuantos metros cuadrados.
También debemos comentar que seis de las cresterías registradas tuvieron un promedio de 60 m², independientemente de si sus longitudes y alturas fueron distintas. Es el caso de dos inmuebles peteneros (Olvidado 2 y Pared de los Reyes), uno de la cuenca del Usumacinta (Palenque, Templo de la Cruz), así como de tres construcciones del norte peninsular: Edzná, Labná y Sayil. En estos cuatro últimos ejemplos las cresterías fueron erigidas sobre templos que coronan basamentos piramidales.
Motivos y personajes
Paul Gendrop (1984: 29) dejó en claro que el motivo central de las cresterías peteneras muestra a un personaje entronizado (como en Tikal y Yaxchilán) o bien a un personaje sentado (Palenque, Templo del Sol), así como mascarones de gran formato. Esta asociación entre seres humanos de elevada jerarquía y representaciones de seres fantásticos de grandes proporciones también es relativamente frecuente en otras imágenes oficiales monumentales, como las estelas. Gendrop (1984: 30) agrega que esta “exaltación de las familias en el poder” parece haber sido uno de los propósitos fundamentales de los gobernantes mayas no sólo en la región central sino también en las tierras bajas del norte. Así se explican “las grandes superficies planas de aquellas altas y a menudo muy anchas cresterías peninsulares”.
Sin embargo, las distintas sociedades mayas generaron sus propios programas simbólico-ornamentales, como es el caso de aquellas representaciones en las que el amplio espacio de las cresterías permitió representar no sólo a un individuo sino a buen número de ellos. Tales son los casos de remates como los de Pared de los Reyes, La Muralla y Culucbalom, en el Petén compartido por Guatemala y Campeche (Ruppert y Denison, 1943), o bien de aquellos otros con muchos personajes de pie en los remates cimeros de los Edificios 2 y 5 de Hochob, ahora en la región de los Chenes.
Las escenas con jugadores de pelota parecen haber formado parte de los motivos importantes que se deseaba difundir visualmente. Eso parece indicar el caso de La Muralla antes citado y la crestería del basamento piramidal más elevado de Labná (Pollock, 1980: 34-37; Maler, 1997: 8). Esta última tuvo una superficie promedio de 59 m² (14.75 m de largo por 4.05 m de alto). Otro posible ejemplo de personajes asociados a cresterías parece haber sido el de los nueve remates casi triangulares de la Casa de las Palomas de Uxmal. Aparentemente, cada triángulo calado enmarcaba a una figura antropomorfa.
Resumiendo, en la arquitectura maya parecen haber existido cuatro formatos principales a representar en las cresterías:
gobernante y ser fantástico (Tikal, Piedras Negras, Okolhuitz, Yaxchilán, Palenque);
grupos de funcionarios con o sin jugadores de pelota (La Muralla, Labná, Culucbalom, Hochob, Uxmal);
seres fantásticos (Tikal, Kankí, Xlabpak, Dzehkabtún, Uxmal, Chichén Itzá);
motivos geométricos y simbólicos (Mul Chic, Kupaloma, Kabah, Tulum).
Tras arduas jornadas para construir las pirámides y los edificios encima edificados, varios grupos de personas tuvieron, además, la tarea de trasladar hacia la cima más materiales y equipo para armar, conformar y decorar los imponentes remates arquitectónicos que hoy aún se conservan. Parafraseando a los antiguos romanos, es posible que algunos dinastas mayas tuvieran en mente aquella idea sintetizada por la frase aedifico ergo sum. Es interesante señalar que la construcción de esas pesadas estructuras, encima de masivas obras arquitectónicas, conllevó el esfuerzo y el ingenio de buen número de trabajadores. Finalmente, y quizá en aras de un mayor pragmatismo, llama la atención el cambio, a través del tiempo, de voluminosas cresterías por muros esbeltos y calados que incluso podían aprovecharse iconográficamente por ambos costados.