Introducción
Las sociedades mayas contemporáneas tienen una relación con la fauna basada en las experiencias e interpretaciones que son heredadas y transmitidas de manera oral y en la práctica ritual desde hace siglos, las cuales son fundamentales en la vida familiar y comunitaria (Guerrero, 2016). Las familias mayas yucatecas continúan aprovechando y utilizando la fauna silvestre con múltiples propósitos, como alimento, medicina, mascota, ornamental o para fines mágicos y religiosos (Cupul et al., 2019; Herrera et al., 2019). También las familias mayas acostumbran criar animales en sus solares o traspatios, que satisfacen sus necesidades alimenticias, económicas, sociales y rituales. El manejo de los animales domésticos se basa en la lógica del pensamiento maya, donde el ser humano tiene una relación recíproca con la naturaleza, pues se les retribuye a los entes sobrenaturales a cambio de protección y bienestar de la familia, de la comunidad y los espacios que habitan.
Este escrito tiene como objetivo identificar los rituales que se llevan a cabo en la actualidad para la protección de animales domésticos criados en los solares de las comunidades mayas Yaxcabá y Yaxunah, en el estado de Yucatán, México. También se reflexiona sobre las diferencias entre los conocimientos de los propietarios de los solares, es decir el conocimiento popular y los conocimientos de un especialista ritual, que se denomina espiritista, el cual es un profesional en la salud maya.1 La finalidad es conocer el uso y manejo de los animales domésticos criados en los solares, considerando la cosmovisión maya contemporánea, lo cual nos permitiría entender la relación del ser humano con la naturaleza en estas comunidades mayas.
El solar maya yucateco
Los solares mayas yucatecos, o también llamados huertos o traspatios, son espacios donde la familia lleva a cabo su vida cotidiana y realiza actividades productivas. Es un espacio social y ritual en el que se resguarda una alta agrobiodiversidad (Estrada, Bello y Serralta, 1998; Jiménez, Ruenes y Montañez, 1999; Hirose, 2003; Terán y Rasmussen, 2005).
La definición de Hernández (2010) refleja la complejidad del solar maya yucateco:
[…] unidad básica de territorialidad de la familia maya yucateca, dinámica en el tiempo y espacio, en la que se realizan actividades productivas, sociales y culturales propias de la vida familiar, que posibilitan su pervivencia y conllevan la construcción y reconstrucción cotidiana de los elementos materiales e inmateriales de las culturas en las que participan (Hernández, 2010: 133).
El autor resalta que los solares deben abordarse como territorio del ámbito familiar, donde se asienta, crece y se reproduce el grupo doméstico rural, identificándose la parte física y la simbólica. En la parte física de acuerdo con el estudio de Herrera Castro (1994), se pueden identificar dos áreas: una de uso intensivo y otra de uso extensivo. En el área de uso intensivo se llevan a cabo la mayoría de las actividades domésticas, pues es donde se ubican las estructuras arquitectónicas de uso cotidiano y productivo como la casa habitación, la cocina, el lavadero, el ka’anche’ (estructura que se construye con palos de madera para cultivar plantas condimenticias, hortalizas o para la germinación de semillas), árboles frutales, maderables y forrajeros, zona de cultivo de hortalizas, corrales de animales, macetas y/o sección de plantas ornamentales. El área de uso extensivo o de menor uso, es el espacio en el cual se deja crecer vegetación natural, no se poda y no se intervienen en el crecimiento de las especies. Las plantas de este lugar pueden ser usadas como medicina o forraje para animales, y también en esta zona se encuentra la letrina. Por lo general el solar se encuentra delimitado por una albarrada, que es un muro de piedras calizas sobrepuestas.
La parte simbólica-cultural se constituye de la expresión de los atributos u ornamentos de la casa y lo que se encuentra dentro del terreno, marcando el reconocimiento social y el prestigio de sus propietarios. Es la tierra heredada de los antepasados un elemento clave en la identidad e historia familiar. Aquí es donde se llevan a cabo celebraciones familiares y donde se expresan ideas y prácticas ligadas a la cosmovisión maya (Hernández, 2010: 132).
El solar maya tiene una íntima relación con la milpa y con otras actividades productivas como la meliponicultura y la apicultura, la extracción y recolección en parches selváticos, la cacería tradicional y la pesca; en su conjunto conforman la “estrategia de uso múltiple”, la cual les permite a las familias mayas yucatecas mantener una economía dual basada en la producción autosuficiente con excedentes que se dirigen al mercado (Toledo et al., 2008: 346). Esta estrategia es el resultado de la adaptación a condiciones climáticas inciertas en la producción agrícola milpera en la península de Yucatán, donde el nivel de precipitación pluvial tiene variaciones y las características edafológicas son hostiles para la producción agrícola, lo que conlleva a una estrategia que diversifica sus actividades productivas para poder satisfacer sus requerimientos diarios y los elementos que configuran la identidad cultural (Terán y Rasmussen, 1994). La milpa es la unidad espacial pilar de la cosmovisión maya, y el sistema de policultivo para la producción de maíz, calabazas, tubérculos y otros recursos de la milpa es esencial para la alimentación de la familia. En el sistema de roza-tumba-quema se dan “las prácticas religiosas agrícolas [que] forman parte del arsenal técnico adaptativo del milpero, y que, en otras prácticas de la milpa, se arraiga, al final, en la racionalidad del sistema ecológico” (Terán y Rasmussen, 1994: 317).
Los animales domésticos del solar
Los animales que crían las familias mayas pueden ser domésticos o silvestres que se mantienen en cautiverio. Este subsistema se interrelaciona con la vegetación de la milpa, el monte y otros sistemas productivos como ranchos, parcelas o terrenos, pues la familia puede conseguir insumos y forrajes para la alimentación de sus animales (Acosta, Flores y Gómez, 1998). La crianza de animales está dirigida al autoconsumo y al mercado; los campesinos venden algunos animales como una actividad económica o a manera de alcancías o seguros, pues en caso de alguna situación de crisis, por ejemplo una la enfermedad del milpero que le impida trabajar en la milpa y en sus parcelas, deben conseguir ingresos monetarios para esos gastos imprevistos.
Diversos estudios han destacado la importancia de la fauna del solar, en especial la cría de animales domésticos como las gallinas (Gallus gallus), pavos (Meleagris gallopavo) y cerdos (Sus scrofa). Junto con el maíz, estos animales son elementos fundamentales en los platillos cotidianos o eventos importantes, teniendo un significado sacrificial en fiestas patronales y ceremonias agrícolas (Villa Rojas, 1987; Terán y Rasmussen, 1994; Terán y Rasmussen, 2008). Como parte del manejo o crianza pecuaria es necesario la protección de los animales; Herrera (1994) describe la ceremonia del loj, que tiene la finalidad de dar gracias a los “Dueños” y pedir por el bienestar de sus animales y protegerlos de las “envidias” o de alguna desgracia.
Cosmovisión y ritualidad maya en el solar
Quintal y colaboradores (2003) describen cómo se estructura el mundo de acuerdo con la cosmovisión de los mayas contemporáneos de la península de Yucatán; esta descripción sirve como base y guía para comprender cómo se constituye la territorialidad en las comunidades mayas. El cosmos se divide en tres grandes regiones: el primer nivel es el cielo o ka’an donde se encuentran las deidades; el segundo nivel es la tierra o yóok’olkab, que es donde nace y se reproduce el ser humano; y el tercer nivel es el inframundo, llamado en maya yáanal lu’um, donde están los seres que se relacionan con la muerte. Esta estructura del cosmos se puede apreciar de manera implícita en los rezos de invocaciones a deidades y “vientos” que habitan en el plano celestial y terrenal en su lugares, rumbos o esquinas: kan ti’its ka’an, que significa las cuatro esquinas del cielo y en el k’anti’its lu’um o las cuatro esquinas de la tierra. De estos lugares el j-men los atrae para descender sobre el altar durante las ceremonias que oficia. En el centro de las tres regiones o niveles, está el corredor que da acceso y salida a estos planos; se le llama kuxa’an suum, que es la cuerda viviente o cordón umbilical;2 es el axis mundi (Quintal et al., 2003: 280-281).
El cosmograma de las cuatro esquinas, rumbos o puntos cardinales y un centro-ombligo como principio rector es fundamental en todas las prácticas y rituales de sanación del cuerpo humano y de la tierra, así como para la “humanización” de espacios; de esta manera se reproduce la idea cosmogónica en la manera como se construyen los territorios y espacios: casa, solar, milpa, pueblo (Hirose, 2003; Quintal et al., 2003; Sánchez, 2017).
En el pensamiento maya, los seres humanos no son dueños de los lugares que habitan, ni de los seres y elementos que existen en la naturaleza. Los verdaderos “dueños” son entes sobrenaturales, a quienes se debe pedir permiso para habitar los espacios y aprovechar los recursos de la naturaleza; se encargan de cuidar y proteger los montes, los cenotes, las milpas, los pueblos, ranchos y solares. De manera general son llamados “dueños” en español y en maya yuumtsilo’ob (Terán y Rasmussen, 2008: 214); el dueño del monte y de los pájaros es llamado yuum k’áax o k’anaan k’áaxo’ob; los dueños de la tierra son los me’etan lu’umo’ob; los guardianes de las venas de agua son los k’anaan sayao’ob. Los Yuum báalam o báalamo’ob (plural) tienen la misión de cuidar durante la noche los límites del pueblo; se distribuyen en cada una de las esquinas resguardando a la población de espíritus o aires malignos (Villa Rojas, 1987). Aunque báalam significa jaguar en maya, estos seres no son descritos como tales, no tiene una forma definida (Terán y Rasmussen, 2008: 204).
Los aluxo’ob o arux son pequeños hombres, que calzan alpargatas, llevan sombrero, escopeta y van acompañados de un perro; son de “puro aire” (Villa Rojas 1987: 297). Se cree que proceden de los ídolos de barro que se encuentran en los sitios arqueológicos, pues estos seres tienen la propiedad de convertirse en piedra (Villa Rojas, 1987: 297). Las personas los describen como duendes que se encuentran en los montes, las milpas y cuevas, hacen travesuras para llamar la atención de los hombres para que les regalen comida y de no cumplir sus deseos pueden causar daños en las milpas o alguna enfermedad por medio de “vientos”. Por esto, los hombres les dedican ofrendas, para que cuiden de sus milpas.
Los iik’ (vientos o aires) son las manifestaciones de los seres guardianes y son las fuerzas de las divinidades. En el pensamiento maya, los vientos se originan en los rumbos del mundo y traen las lluvias suficientes que riegan las milpas de los hombres (Terán y Rasmussen, 2008), son agentes causales de la salud y la enfermedad, son “soplos” de vida y de muerte (Hirose, 2003: 26; Tuz, 2009: 122-124). Son llamados “malos vientos” aquellos que causan enfermedades físicas y espirituales en los seres humanos y en los animales; se “cargan” en los cuerpos y “cruzan” los espacios, ya sea casa, solar, terreno o rancho (Quintal et al., 2013: 87-88).
El ser humano, para manejar un lugar o espacio, debe solicitar una “licencia” para poder “humanizarlo”, aunque siempre se estará agradecido y se harán rituales para reafirmar ese compromiso, “por ellos se hacen rituales de territorialidad, es decir, que tienen como objetivo la apropiación de un espacio para hacerlo humano y viable de acuerdo con la cultura y la concepción del mundo de la sociedad maya peninsular”, como el jets lu'um, el loj lu'um y el k’eex (Quintal et al., 2003: 299). El jets lu’um se realiza para habitar u ocupar un espacio, considerado como “la forma más compleja de solicitud de licencia”, que tiene dos significados principales, apaciguar-tranquilizar o fundar-inaugurar (Barrera Vázquez, 1980: 204-405 citado por Quintal et al., 2003). El loj es la ceremonia de protección de los espacios que ocupan las familias contra los “vientos malignos”; puede realizarse en casa (loj naj), en los ranchos (loj korral), en el solar (loj solar) o en todo el pueblo (loj kajtal) (Gabriel, 2006; 2013). Por otra parte, autores como Quintal y colaboradores (2013) y Cen (2017) refieren que en las comunidades mayas de la península de Yucatán se continúa realizando la ceremonia k’eex, para reestablecer el “equilibrio” y alejar a los “malos vientos” en el solar, en el cuerpo humano o cuando existe un desagravio. También es importante resaltar que el k’eex es el concepto del cambio o intercambio con los entes sobrenaturales, como concluye Alejos:
En esto parece existir el sobreentendido según el cual los humanos deben “dar” a las entidades algo que ellas quieren, que grosso modo es comer su cuerpo y/o su espíritu. Se abre aquí la interrogante acerca del carácter “depredador” de esas entidades, así como de las estrategias humanas para enfrentar esa condición existencia (Alejos, 2017: 265).
El cuerpo o espíritu que se entrega como la ofrenda de intercambio puede ser una comida o un animal (una gallina, por ejemplo). Quintal y colaboradores (2003) aclaran que el k’eex en Yucatán puede tener un sentido amplio, refiriéndose a cualquier ofrenda que se entrega a los “dueños que tenga fines propiciatorios, mientras que a nivel peninsular el j-men y la gente común puede referirse a cualquier ofrenda como k’eex o emplear el término para llamar así a los rituales de desagravio.
Metodología
Área de estudio. Las localidades de Yaxcabá y Yaxunah, pertenecen al municipio de Yaxcabá en el oriente del estado de Yucatán. El centro de la localidad de Yaxcabá se ubica en las coordenadas: 20°32'56.852'' N, -88°49'37.942'' O con altitud de 25 msnm, mientras que Yaxunah se localiza entre las coordenadas 20°32'27.96' N, -88°40'35.50'' O con altitud de 30 msnm.
Yaxcabá es cabecera municipal del municipio con el mismo nombre, de acuerdo con los datos del censo de Instituto Nacional de Estadística Geografía e Informática (2010)3; tiene una población de 3,007 habitantes, de los cuales el 97.46% se considera indígena. La población de tres años y más habla maya y español, es decir, son bilingües, mientras que el 8% de la población de tres años y más únicamente habla maya peninsular (INEGI, 2015). El 78% de la población se adscribe a la religión católica; el 13.3% de la población se identifica como protestante y evangélica, y sólo el 4.7% menciona no tener religión (INEGI, 2010). Las principales actividades productivas en esta localidad son la milpa de sistema roza, tumba y quema, la cacería de subsistencia, la apicultura, la siembra de frutas y hortalizas para la venta y el trabajo remunerado fuera de la localidad, principalmente en las ciudades de Mérida y Cancún.
Yaxunah es una comisaría del municipio de Yaxcabá, la población registrada en el censo del INEGI del año 2010 ascendía a 617 habitantes, de los cuales el 100% de la población se considera indígena, el 85% de tres años y más habla una lengua indígena y español y el 10% de la población de tres años y más sólo habla una lengua indígena, es decir, maya. El 50% de la población de esta localidad se identifica como católica, el 49% pertenece a denominaciones protestantes (evangélicas y pentecostés) y el 1% de la población no tiene religión (INEGI, 2010). Las principales actividades productivas en esta localidad son la milpa de sistema roza, tumba, quema, la cacería tradicional de subsistencia, la elaboración de artesanías con madera de chacah (Bursera simaruba) y cedro (Cedrela odorata), además del servicio turístico dentro de la comunidad.
Recolección de datos. Se realizó a través del método etnográfico desde la perspectiva emic (Geertz, 2005), que consiste en comprender los hechos y fenómenos a partir de las perspectivas de los miembros del grupo, en este caso desde la perspectiva maya peninsular de las localidades de Yaxcabá y Yaxunah. Se seleccionaron las personas tomando en cuenta que fueran personas reconocidas en la localidad por sus saberes en el cuidado y uso de los animales domésticos; propietarios de los solares, amas de casa, hierbateros, espiritistas y aquellas personas que emplean animales en sus prácticas religiosas, ceremoniales, medicinales y cotidianas. Se realizó un muestreo utilizando la técnica de bola de nieve (Goodman, 1961), para seleccionar a las personas que cumplían con los siguientes criterios: 1) personas reconocidas en la localidad por sus saberes en el cuidado y uso de fauna del solar; 2) criadores reconocidos por el número elevado de animales que tienen en sus solares, y 3) personas que son hierbateros, espiritistas, y aquellas personas que emplean animales en sus prácticas cotidianas, religiosas, ceremoniales y medicinales. Para la localización de los huertos familiares, se realizaron recorridos por el pueblo, ubicando los solares de acuerdo con los siguientes criterios: 1) presencia de fauna doméstica y/o silvestre en cautiverio en el solar; 2) presencia de estructuras arquitectónicas relacionadas con el subsistema animal como los corrales (gallineros o chiqueros), y 3) composición florística y estructura del subsistema vegetal relacionada con la cría de animales y la presencia de fauna silvestre, identificados por las personas de la localidad como solares que tienen una cantidad importante de árboles, plantas, hortalizas. El último criterio fue importante, porque Yaxcabá es la localidad más urbanizada, y cada vez más familias jóvenes heredan parte del solar y eliminan la vegetación para construir sus casas.
Trabajo de campo. Consistió en dos etapas, la primera fue de reconocimiento (enero-agosto de 2018), realizando dos visitas a Yaxcabá y una a Yaxunah, para presentarse a las autoridades, identificar a los participantes en la investigación y realizar los primeros acercamientos con pláticas informales y espontáneas. En la segunda etapa (enero a julio de 2019) se realizaron estancias cortas de una semana para realizar cuestionarios, entrevistas a profundidad, observación participante y recorridos etnobiológicos.
Análisis de la información. En total se analizaron 25 solares, de los cuales 14 son de Yaxcabá y 11 de Yaxunah. En cada solar se aplicaron cuestionarios a los propietarios del solar, jefes y jefas de familia, sobre el uso y manejo de la fauna doméstica. En Yaxcabá, la mayoría de las mujeres son amas de casa, con edades que oscilan entre los 24 y 84 años. Mientras que los hombres son milperos con edades entre los 25 y 84 años. Más de la mitad de las familias se adscriben a la religión católica (nueve familias). En su mayoría las personas cuentan con estudios de nivel primaria sin concluir.
En Yaxunah, las mujeres se dedican a las labores del hogar, con edades que oscilan entre los 27 y 80 años, mientras que los hombres son agricultores, milperos y artesanos con edad entre los 37 y 92 años. En su mayoría las familias son católicas (seis familias). La mayoría de las personas entrevistadas cuentan con estudios de primaria sin concluir.
Se realizaron ocho entrevistas a profundidad, seis con habitantes de la localidad de Yaxcabá y dos en Yaxunah. Se solicitó a los entrevistados hacer la descripción de los rituales que se reportaron. La primicia del saká se observó de manera directa en Yaxcabá, desde la preparación de la bebida de maíz hasta la forma de colocarlo en un solar. Toda la información recopilada en los cuestionarios, las entrevistas y el diario de campo, se codificó y sistematizó de acuerdo con categorías de análisis: uso, manejo, ceremonias y rituales, valor simbólico y percepciones. Se realizó la triangulación de los datos obtenidos en campo, articulando las diferentes técnicas empleadas, para la corroboración de los datos.
Los rituales que se realizan en el solar
Para las familias de Yaxcabá y Yaxunah, resulta indispensable realizar rituales en sus solares para procurar el bienestar, crecimiento, buena reproducción y producción de los animales domésticos, así como para la protección e integridad de los miembros de la familia campesina. En estos rituales se presentan ofrendas de sacrificio a los verdaderos dueños de la naturaleza y de esta manera establecer una relación recíproca entre ellos y la familia campesina.
En Yaxcabá, las principales ceremonias de protección que se realizan son: k’eex loj, loj, jets’ lu’um y la primicia de saka’ en el solar, mientras que en Yaxunah la principal ceremonia es el loj k’eex. A continuación se presentan los siguientes casos, donde los propietarios del solar y un especialista ritual describen la finalidad y la importancia que tiene para la familia realizar estos rituales.
K’eex loj (Renovación del terreno)
Esta ceremonia la lleva a cabo don José, quién es curandero y espiritista, tiene 54 años y vive en Yaxcabá; es un especialista tradicional que cura enfermedades provocadas por los malos vientos, el mal de ojo y el mozon íik’, el cual es un gran remolino de viento que puede atravesar las milpas, solares, terrenos o en los caminos del monte; si la persona es cubierta por ese viento comienza a manifestar malestares como dolor de cabeza, dolor de cuerpo y fiebre.
Para diagnosticar estas enfermedades, don José recurre a la adivinación con cartas del tarot. En su práctica curativa emplea oraciones y plantas medicinales que guarda con recelo. Utiliza para hacer “limpias” ramas de sipche’ (Bunchosia swartziana), albahaca (Ocimum sp.), ruda (Ruta sp.), orégano de castilla (Origanum vulgare) o rosas (Rosa sp.), entre otras.
Don José realiza la ceremonia k’eex loj, cuando los animales del solar no crecen, mueren y/o comienzan a enfermarse, y en casos severos las personas que habitan el solar también empiezan a tener dolores de cabeza. K’eex significa en español “cambio” y loj significa “redimir o liberar”. El espiritista utiliza la combinación de estos dos términos para referirse al k’eex que se realiza para sacar malos vientos que están asentados en el solar.
Describe y relaciona el mal aire con seres sobrenaturales que cuidan el monte:
[…] con el mal aire que digo, porque el aire si hay, por ejemplo, los balanes, los balanes en la milpa, muchos no lo creen, pero sí hay, los dueños de monte que sí hay, le llamamos balanes.
[…] muchos lo conocen como duendes entonces son esos que castigan, hay veces, que es lo que hace la gente del campo, de la milpa, hace su sakab, hace su ofrenda también en la milpa.
Don José explica que los aires también pueden ser los balanes, es decir, la manifestación de los yuum báalam o báalamo’ob (plural) y los “duendes” son los aluxes o aluxo’ob, seres que se encuentran en las milpas y las cuevas. Ambos pueden causar daños en las milpas o en las personas pueden “cargar vientos” que producen enfermedades, como “castigo” por algún incumplimiento en las ofrendas.
En el caso de los aluxes, los milperos pactan contratos con estos seres, pues se les hacen promesas de entregarles comida y saka’ para que cuiden las milpas. Los aluxes alejarán a los intrusos o personas que quieran saquear las milpas. Pero cuando el milpero no cumple con sus promesas, el alux puede “castigar” con enfermedades e incluso la muerte al milpero.
Don José menciona que después de la ceremonia del k’eex loj se restablece la armonía y la productividad del solar:
Al terminar de hacer esa renovación no tarda tanto empezar a ver como da fuerza esa tierra, produce [...].
Ahora yo lo que digo, vamos con esto en el terreno, nosotros hacemos esa ofrenda para que tengamos salud, tengamos paz, para que nuestros animales crezcan y produzcan mejor, para que crezcan sanos y fuertes.
De acuerdo con el espiritista, esta ceremonia protege el solar contra los malos vientos que pueden enfermar a las personas y a los animales, por eso se tiene que entregar ofrendas especiales a todos los dueños y a los seres sobrenaturales como los aires o vientos. Estas ofrendas se preparan con una gallina asada que debió criarse en el solar, de cualquier color pero que sea “país” (razas criollas) y no de “granja” (variedades blancas comerciales). La familia prepara la gallina entera, con cabeza, pico y las patas con uñas. Se debe elaborar el k’óol, que es el caldo de la gallina en el que se diluye masa de maíz y se condimenta con sal, achiote y manteca.
Es importante que se ofrenden nueve tortillas de maíz y cuatro velas: “[…] es el símbolo de los cuatro vientos, o de los cuatro elementos, que se llama tierra, fuego, aire y agua ¿verdad? Bueno eso es lo que digo, los cuatro elementos, para la purificación de nuestro terreno”. Y sobre la cuestión de las nueve tortillas, don José es reservado y responde: “[…] es un símbolo mágico, así lo conocemos, así lo aprendimos”. Explica que existen otros números que son importantes durante las ceremonias pero que sólo los j-men 4 pueden hablar a los dueños:
[…] el número 13 sólo lo hacen lo que hacen la rogación que le dicen, el ch’a chaac que le dicen en maya, esos son 13. Esos hacen unos panezotes […] hacen 13 tortillitas así y cuando terminen las tortillas grandotas, esos son 13, pero eso ya son trabajos más grandes con los balanes que le dicen y los dueños de la lluvia, ellos hablan dueños de lluvia.
Las ofrendas son para los dueños, aquellos que cuidan de día y de noche; a ellos se les entrega la comida preparada especialmente para que se alimenten y restablezcan la tranquilidad dentro del solar. Los propietarios del solar establecen el periodo en el que se repetirá la ceremonia, que puede ser cada dos, cuatro, 10 años, pero siempre comprometiéndose a realizar la “renovación del terreno” y debe cumplirse sin falta; en caso de no cumplir, la protección se perderá y los malos vientos comenzarán a entrar al solar. Don José cobra por sus servicios de acuerdo con el metraje del terreno o solar, un peso el metro cuadrado.
El loj k’eex de Yaxunah
Se diferencia del k’eex loj del espiritista en Yaxcabá, porque el loj k’eex es una ceremonia que se realiza como un agradecimiento y protección. En el siguiente caso que se presenta, la familia llama loj k’eex a la ceremonia, porque los vientos estaban “asentados” en el solar; combinan ambos términos para referir que hubo un “cambio” con los vientos.
Doña Deysi y don Valentín realizaron un loj k’eex, que es una primicia para que no afecte ningún mal de viento (k'as k'as íik') en el solar. En el 2018, perdieron cuatro cochinos grandes, por lo que consultaron con el j-men del pueblo, el difunto don Pablo Canul, quién sacó suerte5 al terreno e identificó que era mal viento.
El j-men pidió a la familia: cuatro gallinas del solar (doña Deysi mató a las gallinas, les quitó las plumas, se les dejó completa la cabeza, sólo se les quitó el pico), con ellas se hizo caldo para k'óol; 16 velas; octavo de chile chawa iik, saka’ (preparado en casa); incienso, maíz, tortillas, hojas de boob (Coccoloba sp. que se consigue en la milpa); y jool (bejuco que sirve para amarrar las tortillas) y cuatro personas, que se les pagó para que ayudarán al j-men, y quien designó las actividades que debían realizar.
El propietario del solar construye una mesa o kanche', 6 los ayudantes del j-men ayudan con el incienso y cavan huecos en las cuatro esquinas del solar, donde se colocarán las ofrendas: chile de árbol chawa iik y otros “secretos” del j-men para alejar los “malos vientos”. El j-men y sus ayudantes recorren el solar dando 13 vueltas en sentido contrario a las agujas del reloj (amarrar: kax bil), poniendo las ofrendas y luego en el sentido contrario (desamarrar: wach' bil) recogiendo las ofrendas. El j-men pide el metraje del terreno para calcular el centro del solar, donde también se entregarán las ofrendas.
Loj (Yaxcabá)
Esta ceremonia tiene el propósito de proteger el terreno. Doña Dalia de Yaxcabá la describe de la siguiente manera:
[…] se hace el loj del terreno y se protege todo; te va bien en tu trabajo, te va bien con tus animales, te va bien con tus plantas, todas tus plantas dan fruto, florecen, después de eso son creencias que nosotros tenemos desde mi abuelito, mi mamá, son creencias que nosotros seguimos […] (doña Dalia, 50 años, Yaxcabá).
Para esta ceremonia se necesita una gallina boox bak, que es completamente negra, tiene las plumas, piel y carne negras, es una de las variedades criollas que es apreciada y altamente valorada por las personas entrevistadas. Ésta se descuartiza, se distribuyen las alas y los muslos entre cuatro esquinas del solar y se entierran, el pecho va en medio y se entierra con un poco de miel y la bebida sagrada de los dueños, el saka’.
Esta ceremonia la realiza un j-men, según doña Dalia:
[…] baja a todos los vientos luego los vuelve a subir pero él hace el rezo y él busca a cuatro personas que lo ayuden, cuatro personas que van a estar dentro de su círculo pero no van a salir hasta que se entierren todas las carnitas salen las personas pero nosotros como dueños [propietarios legales] del terreno no estamos dentro, tenemos que buscar cuatro personas ajenas para que ayuden, esa es la forma como se hace el loj del terreno y se protege todo.
El j-men es la única persona que está en comunicación directa con los vientos; él los invita a “bajar” por medio de rezos y plegarias para que aceptan las ofrendas, en especial la carne de la gallina que será enterrada en las cuatro esquinas y en el centro del solar.
Doña Dalia explica que después de un año realiza primicias de saka’, que consisten en colocar la bebida sagrada de maíz en las cuatro esquinas y en el centro del solar.
Jets’ lu’um (Yaxcabá)
Esta ceremonia la realiza el propietario del solar; es privada, por lo que sólo debe estar presente la familia que habita el solar. Se prepara saka’, k’óol, gallina y un número especial de tortillas gruesas. También el j-men o curandero pueden realizar esta ceremonia, sobre todo cuando se realiza por primera vez, pues se está pidiendo permiso para ocupar el solar, es decir, cuando la familia habita por primera vez el solar.
Don Gerardo Canul Yama de 68 años vive en Yaxcabá, es sobador y rezador en las novenas de la comunidad, él cuida de sus animales (patos y gallinas) porque su esposa está enferma. Los patos que son mayoría los identifica como macehuales o indios y las gallinas son “paises”. Él realiza jets’ lu’um en su solar en el mes de marzo porque: “[…] es el mes de sequía, desde que entra marzo ya está la primavera, todas cosas nuevas, flores nuevas, hojas nuevas, frutos nuevos, a esto se está dando para que se proteja”.
Asa un gallo rojo criado en el solar, se hacen trece tortillas gruesas con cruz de chile, cocina k’óol y se prepara el saka’, se lo entrega a los “dueños de ellos” (de los animales). Para entregar la primicia se realizan oraciones en las que se menciona a los siete puntos; considerando las cuatro esquinas del solar, el centro y dos puntos más, que serían el cielo y debajo de la tierra.
Al preguntarle sobre los “dueños del terreno” él menciona a el “Mejen bil” o Dios hijo, Jesucristo; Dios padre o “Yuum bil” que es Dios padre y los yuumsilo’ob, que son los dueños del monte, de los animales, del solar.
Después de entregar y orar a los “dueños del terreno” y a los “siete puntos”, se “baja” la primicia y se reparte la comida entre vecinos y amigos, el saka’ lo pone en el pico de los animales a modo de protección.
Primicia de saka’
Uno de los rituales importantes para proteger a los habitantes del solar de los “malos vientos” o k’as k’as iik’, es realizar primicias de saka’, que es una bebida sagrada a base de maíz. Se considera que es una renovación de terreno en su forma personal o privada, estableciendo un compromiso anual para tener una buena relación con los yumtsilo’ob o dueños del terreno y de esta manera proteger a las personas y los animales que cría.
La elaboración de la bebida sagrada, el saka’, comienza con la selección de la mazorca en la milpa, debe ser la mazorca más grande y bonita, completa y sin estar “picada” por los insectos. La mazorca completa con todo y bacal (olote, centro o raquis del maíz) se hierve en agua, sin cal, una vez cocida se muele en un molino de mano, cuidando que el maíz no caiga al suelo y procurando que no se desperdicie. El resultado es una especie de masa que se disuelve en agua.
El ritual se realiza en la noche, se elige un árbol en el centro del solar que es considerado sujuy’ (virgen), y el saka’ se cuelga en jícaras o recipientes que se colocan en las cuatro esquinas y en el centro del solar. Es importante cuidar que ninguna persona esté en el solar una vez que se coloca la primicia, porque los aires estarán presentes y se puede “cargar aire”. A la mañana siguiente se baja la primicia y se les da a beber a los animales del solar.
Al preguntarle a doña Luceralba sobre por qué realiza esta primicia ella explica:
Pues es la costumbre que se hace aquí, porque si no lo haces, sólo cuando veas un pollito se está muriendo, sólo cuando veas un cochinito ya está cargando el aire, porque ellos cargan aire, en vez que lo carguemos nosotros los animales lo cargan. En cambio, todo así y cuando sacas el saka’ y todo pues los animales les van bien porque a veces estás viendo un cochino que come, pero no engorda […] cuando está curado el terreno con un poco que coma rápido engorda el cochino, ahí ta’ solo así el desperdicio le tiras, maíz, algo lo come rápido queda gordo (doña Luceralba, 40 años, Yaxcabá).
Doña Luceralba explica que no hay una fecha específica para hacer esta primicia. Sólo cuando nota que sus animales se ven enfermos, los santigua con una rama de spiche’ para que el “mal aire” sea liberado, pero en caso de que se enfermen más animales y se mueran indica que es momento de hacer la primicia del saka’, pues de esa manera se evita que los “malos aires” ataquen a algún miembro de la familia.
Es importante mencionar que tanto en Yaxcabá, como en Yaxunah, las familias que se adscriben a una religión diferente a la católica no realizan este tipo de rituales (k’eex, jets’ lu’um, loj) en sus solares. Incluso familias que cambiaron de religión y que en algún momento realizaron alguna ceremonia, han cambiado su posición al respecto, pues reconocen haber realizado el ritual como el k’eex, porque se encontraban en un momento de desesperación y en ese momento creían que mejoraría la situación, pero después de su conversión sólo lo ven como una estafa porque para dichas ceremonias se requiere pagar el trabajo del j-men o espiritista, así como conseguir los insumos necesarios para las ofrendas.
Entes sobrenaturales en los rituales del solar
Las personas de Yaxcabá y Yaxunah expresaron su respeto a seres poderosos, entes sobrenaturales que son los verdaderos Dueños de la naturaleza, que la gente común llama yumsiles o yumtsilo’ob; es una manera de referirse a todos los seres que gobiernan el monte, a lo que se tiene que agradecer y se le hace peticiones para la buena productividad en las milpas, parcelas, solares, ranchos o terrenos. Las familias católicas mencionaron que además de los yumsiles durante los rituales o primicias se menciona a las divinidades de la iglesia, Dios Padre, Jesús y la Santísima Trinidad. En el caso de las familias cristianas o protestantes sólo mencionaron al Dios omnipotente y Jesús.
Los balames son protectores del pueblo, están cuidando en los “cabos” o límites de la comunidad. Los propietarios de los solares los mencionaron como guardianes del pueblo pero también en el monte y las milpas. El especialista ritual menciona que solamente los que hacen “grandes trabajos”, refiriéndose a los j-meno’ob, pueden establecer una conexión con ellos y llamarlos para que reciban las ofrendas durante las ceremonias como el ch’a chaac.
Aluxes, aluxitos o “duendes” son seres pequeños, semejantes a una persona. Algunas personas los describen como niños traviesos, porque se escucha como corren, lanza piedras. Se asocian con las cuevas y con los parches de vegetación dentro del pueblo. Los milperos explican que son seres que se crean de barro y se les alimenta con sangre, esto se realiza a través de un ritual que hace un j-men. Cuando un milpero “contrata” los servicios de un alux es para el cuidado de sus parcelas, la milpa o terrenos. El compromiso del milpero es alimentarlo con ofrendas que les gusta como atoles, ofrendas de saka’, cigarros elaborados de hojas de maíz y con tabaco molido, algún guiso como una gallina asada con su sopa. Y el compromiso del alux será cuidar el espacio, protegiendo los sembrados de cualquier ladrón o persona que se pase de lista. Pero es distinta la percepción del alux en el solar, las mujeres explican que hay que ofrecerle dulces, golosinas para que no estén molestando. Cuando estos seres andan por el solar, golpean la puerta, tiran piedras o se escucha que alguien pasa corriendo; se dice que son los aluxes pidiendo comida, pidiendo primicia, por lo que algunas amas de casa consideran que es necesario realizar una primicia de saka’ en el solar.
Tanto como los balames y los yumsiles, los aluxes son seres a los que los habitantes de Yaxcabá y Yaxunah les tienen respeto; para describirlos siempre mencionan que son de puro viento o aire, que no se ven, pero que existen aquí en la tierra de los humanos. Los vientos malignos o los llamados k’as k’aas íik’ son los más temidos, porque causan mal, enfermedades a las personas y a los animales; también pueden hacerles mal a las plantas. Son feroces y causan daños y al entrar al solar la familia debe realizar un ritual para que se vayan o desvíen y todo vuelva a la normalidad. También existe un viento en remolino llamano mozon iik’, que puede atravesar el solar y cuando una persona lo atraviesa se enferma y también es necesario realizar un k’eex para sanarlo.
Discusión
En todas estas ceremonias se menciona la presencia de “los vientos” o “malos aires”, que se relacionan con los Dueños y entes sobrenaturales como los báalamo’ob y los aluxo’ob que, según un espiritista entrevistado, a través de ellos se puede “castigar” al ser humano con enfermedades, cuando no cumple con sus ofrendas en la milpa, en el solar o por infringir normas sociales de la comunidad.
En el solar, los vientos que dañan o matan a los animales son los k’as k’aas iik’, Quintal y colaboradores (2013) describen este tipo de viento como:
[…] seres ávidos de comida y se encuentran en los cuerpos humanos y en la de los animales domésticos su alimento; noción de espíritu “predador” que en el k’eex el especialista pone en juego y lo lleva a buscar, expulsar o “barrer” del cuerpo del paciente al o a los “malos vientos” que aquel ha cargado (Quintal et al., 2013: 68).
K’eex significa en español “cambio”, “trueque de algo”, “ritual de cambio” (Barrera Vázquez, 1980), también es el nombre de una ceremonia que se realiza en diferentes situaciones. Quintal y colaboradores indican que se realiza para: curar enfermedades por viento; por ikim (remolino en la cabeza, formación capilar); cuando nacen gemelos y uno de ellos muere; para cambiar la suerte de las personas; la ceremonia que realizan algunos j-meno’ob y parteras para pedir permiso a los nuevos chako’ob y yuumtsilo’ob que empiezan a trabajar en el mes de julio; para curar enfermedades por brujería; y para que vivan los animales del solar.
Cuando se realiza el k’eex, se busca “alejar” o “liberar” al solar de los “malos vientos”, que pueden afectar a los animales criados en este espacio y permitir que se reproduzcan y desarrollen bien.
El loj significa “redimir o rescatar” (Barrera Vázquez, 1980), es el nombre que reciben las ceremonias de protección del territorio. Gabriel (2006, 2013) explica que en las ceremonias de tipo loj, se recorren las cuatro esquinas y el centro del sitio (casa, solar, pueblo, rancho), dando una vuelta a favor y en otra en contra de las manecillas del reloj, se van enterrando o “sembrado” plantas y semillas que se les llama como protección o “contra” de los malos vientos y fuerzas negativas en cada punto del solar, de esta manera se dibuja el cosmograma o “ideograma cósmico”.
La cantidad de ofrendas varía dependiendo del lugar, en la casa (loj naj/ casa nueva) y en el solar son cinco jícaras con saka’ y en el pueblo (loj kaj-tal) o rancho (loj korral) son 13 jícaras con la bebida sagrada (Gabriel, 2006: 1157-1163). El simbolismo en los números y el arreglo de las ofrendas son características importantes en las ceremonias, pues son el reflejo de la cosmovisión, de cómo se conforma el mundo. El número cinco simboliza relación de las cuatro esquinas y el centro; el número 13, el número de niveles del cielo.
En Yaxcabá el espiritista llama al ritual k’eex loj, porque considera que es una “renovación del terreno”. La gallina es una ofrenda de cambio, la entrega en forma de comida y se les invita a los “malos vientos” para que la tomen y dejen el solar. Pues el espiritista reconoce que el único que tiene la habilidad y capacidad para “hablar” o “bajar” a los vientos son los j-men.
En cambio, la familia de Yaxunah se refiere a la ceremonia del loj, pero integran el término k’eex porque los vientos estaban “asentados” en el solar y fueron la causa de la muerte de sus animales, por lo que hacen un “cambio” con los vientos. La ceremonia descrita coincide con lo reportado por Gabriel (2006; 2013). En las ceremonias de k’eex loj y loj, las ofrendas deben ser enterradas en las cuatro esquinas y el centro; este acto de “alimentar a la tierra” es dirigido por el j-men, quién dará las especificaciones sobre cuántas y cuáles ofrendas se requieren, la manera en que deben ser colocadas. El j-men dirá las plegarias y los rezos para que los vientos acepten las ofrendas y de esta manera proteger el solar.
Güemez (2005) explica que el jets’ lu’um es la ceremonia para pedir permiso a los dueños para hacer uso del espacio; se realiza antes de aprovechar el terreno; significa literalmente “apaciguar a los dioses de la tierra” y la dirige el j-men. Se puede realizar en el terreno de la milpa, en la casa-habitación y en los ranchos ganaderos, este último también se le denomina loj corral en otras regiones de la península de Yucatán. Cuando se practica en el solar tiene el objetivo de prevenir que los animales mueran y proteger a la familia.
En Yaxcabá, don Gerardo realiza esta ceremonia de manera personal cada año en el mes de marzo, pidiendo a los dueños y a la divinidad católica (Dios padre, Dios hijo y Espíritu Santo) por la protección de todo lo que se encuentre en el solar, en espacial sus animales.
Las ceremonias para “alimentar a la tierra” y “criar a los vientos y a los dueños” en cualquiera de sus formas, sea personal (primicia de saka’ o jets’ lu’um), ceremonias dirigidas y realizadas por el j-men (loj k’eex o loj) o por el espiritista (k’eex loj), están basadas en la visión cuatripartita del mundo, pues en cada esquina o rumbo se distribuyen las divinidades llamadas “grandes cháako’ob”, los dioses de la lluvia, que están en el plano celeste. En el nivel terrestre se encuentran los bacabes, quienes sostienen el cielo y en el inframundo los pahuatunes, los que cargan la tierra, cada rumbo se asocia a un color y tipos de vientos (Villa Rojas, 1987: 442-445).
Por ejemplo, en Xocén, Yucatán, Terán y Rasmussen (2008: 215) reportaron que el Cháak blanco se encuentra en el sureste, el Cháak rojo en el suroeste, el Cháak amarillo está en el noreste y el Cháak negro en el noroeste. Estos autores, también explican que en esta comunidad maya existe una tipología de los vientos que pueden ser clasificados como buenos porque están asociados a las lluvias que provienen por la voluntad de Dios y los cháako’ob; los vientos malos que se generan por los movimientos rápidos de los dioses y que se les llama choko yóol; los vientos peligrosos, fieros y temibles que se encuentran en ciertos montes, cuevas, tierras y cenotes y el iik’al que es el viento de huracán que vine del caballo flaco de dios Cháak (Terán y Rasmussen, 2008: 201-203). En los rezos de las ceremonias del cha’ cháak, se encontraron 29 tipos de vientos que son clasificados como vientos negros, fieros, raros y temibles, porque son también elementos importantes en el mundo maya, pues también están invitados a las primicias y ofrendas, para que no interfieran con la labor de los “grandes invitados” que son los dueños, dioses y diosas.
Los vientos son entidades importantes en la concepción del mundo maya; en el caso de los “malos vientos”, que se les asocia con enfermedades, al entrar al cuerpo disminuye la energía, ánimo y salud de la persona o animal, pero no son eventos fortuitos que entren al solar o en el cuerpo, sino que se relacionan con la violación de las normas o el interponerse en el “camino de los vientos” (Quintal et al., 2013: 88). El solar en algún momento fue una porción de monte resguardado por los vientos que el ser humano no controla. Es por esta razón que el solar debe ser protegido a través de rituales, pues en cualquier instante los “malos vientos” pueden alojarse y causar males, enfermedades y disturbios. Cen Montuy (2017) explica que las enfermedades producidas por estos seres son un recordatorio para realizar las ofrendas y se tenga presente que en el territorio se convive con los verdaderos “dueños”.
La cría de animales domésticos en los solares de Yaxcabá y Yaxunah, tiene su base en la espiritualidad y cosmovisión maya. Las familias católicas asocian la producción pecuaria, el manejo de enfermedades y la fertilidad de los animales domésticos en sus solares con el vínculo que tiene con los dueños de la naturaleza y los vientos; es por medio de los animales como ofrenda que se establece esa relación de reciprocidad con los verdaderos Dueños. Se tiene que pedir permiso y agradecer a los seres que gobiernan y regulan la vida, sólo de esta manera podrán tener bienestar y buena productividad en sus animales. Estos conocimientos y saberes han sido transmitidos de generación en generación, pero con el paso del tiempo van cambiando, persistiendo y resignificándose; esto es importante considerarlo pues es parte de la relación humano-fauna en las sociedades mayas contemporáneas.
Las diferencias entre los conocimientos de un milpero, de una ama de casa y de un especialista ritual son claras. Esta investigación trata de identificar cuáles son los rituales necesarios para la crianza de los animales domésticos; se les dio prioridad a las mujeres, jefas de familia, para indagar sobre el manejo del solar, la percepción de los animales dentro de este espacio y cómo se les cuida o protege. Debido a que las mujeres son las que por lo general llevan a cabo los rezos y las ceremonias religiosas dentro del hogar, lideran respecto al manejo de las plantas y hortalizas; son las que llevan acabo distintas tareas dentro del solar y las que junto con los niños o jóvenes crían a los animales.
El especialista ritual, que se autodenomina como espiritista, fue recomendado por algunas familias de Yaxcabá, pues puede llevar a cabo diferentes procedimientos para sanar o curar, sobre todo enfermedades relacionadas con el vínculo de entes sobrenaturales, como son los espíritus, los vientos y los “dueños”. Es a quien le solicitan y piden sus servicios para que se hagan rituales de “renovaciones de terrenos”; aunque él mismo menciona que existen ciertas innovaciones en su práctica y experiencia como espiritista, pues también las personas le han solicitado la renovación de terrenos que son negocios o tiendas, para la protección de ese espacio que ya tiene fines comerciales.
En ambas comunidades donde se llevó a cabo el estudio, las personas mencionan que cada vez es más difícil encontrar a los j-meno’ob, por lo que han optado por consultar y pedir los servicios de estos especialistas en otras localidades y pueblos, muchas veces recomendados por otros familiares y vecinos.
Conclusiones
Los conocimientos y las practicas que conservan los j-men (sacerdotes mayas) y los milperos mayas, tienen grandes diferencias (Quintal et al., 2013) y con los datos de este estudio, también podemos diferenciar entre las prácticas y conocimientos de otro especialista ritual, el espiritista, y también los conocimientos y saberes de la gente común, propietarios de los solares que tratan de conservar el vínculo recíproco con las entidades sobrenaturales. Podría decirse que existe un grado semejante de conocimiento entre los j-meno’ob, otros especialistas rituales, los milperos y las amas de casa. Sin embargo, todas las personas en su vida cotidiana reflejan el simbolismo del centro rector, la visión cuatripartita y el vínculo recíproco con los seres superiores.
Los rituales reportados en los solares de Yaxcabá y Yaxunah son diferentes, pero podríamos contextualizar que ambas localidades presentan diferencias en su organización social y en el porcentaje de la población según su religión; esto se puede explicar a partir de una revisión de los procesos históricos y sociales de cada localidad. Por lo que consideramos importante dar a conocer esa visión particular que aún persiste en las comunidades mayas peninsulares, donde se salvaguardan conocimientos y prácticas bioculturales que muestran sus formas particulares de ser y estar en el mundo y relacionarse con la naturaleza.