Introducción
Desde su origen la humanidad se ha vinculado con su entorno especialmente a través de las interacciones con otros seres vivos. La relación con la fauna silvestre a través de la cacería constituyó un elemento indispensable para la supervivencia humana, ya que permitió la captura de animales para su uso como fuente de alimento y materia prima para otros fines (Ojasti, 2000).
En México, desde hace 10 000 años, la cacería se erigió como una ocupación cotidiana altamente estimada y con profundas implicaciones religiosas en las diferentes culturas indígenas (Ojasti, 2000; Ossa y Ossa, 2011). En algunos grupos étnicos como los lacandones, choles, tseltales, tzotziles, cuicatecos, mixes, chinantecos y mayas yucatecos en el sureste de México, la cacería aún tiene un carácter tradicional, dado que se encuentra arraigada profundamente en sus estrategias típicas de subsistencia y mediante ella pueden obtener fauna silvestre y usarla como alimento, medicina, artesanía, herramienta, producto de intercambio o venta y para evitar daños a cultivos (Guerra et al., 2004; Naranjo et al., 2004; Köhler, 2007; Ibarra et al., 2011; Tejeda et al., 2014; Ramírez y Calmé, 2015; Osorio et al., 2017; Solís y Casas, 2019). Las diferencias entre las prácticas de caza tradicional de estos grupos pueden expresarse en términos de tazas de extracción, modalidades de cacería, especies presa, temporadas de uso y hábitats usados, la demanda social y el origen étnico de la comunidad (León y Montiel, 2008).
La cacería practicada en las comunidades rurales puede ser considerada como un aprovechamiento para fines de subsistencia dentro de la legislación mexicana (SEMARNAT, 2021a); sin embargo, debido a la ambigüedad de la ley, así como a su desconocimiento por parte de los habitantes de dichos lugares y al hecho de que se requieran autorizaciones oficiales para su ejercicio, la caza suele asumirse como rigurosamente prohibida, lo que fomenta su clandestinidad. Ante estas circunstancias, se hace evidente la necesidad de que esta práctica social y culturalmente importante sea reconocida y atendida considerando la realidad ambiental y sociocultural de las comunidades rurales mexicanas, así como la valoración y conservación de la fauna silvestre (Herrera, 2016; Santos, 2018).
En la Península de Yucatán, desde la época prehispánica, la cultura maya ha integrado a la cacería dentro de su estrategia de uso múltiple de los recursos naturales, así como en el conjunto de símbolos asociados a su cosmovisión del entorno, de tal manera que forma parte de su patrimonio biocultural (Toledo et al., 2008; Santos et al., 2013). El reconocimiento y conservación del patrimonio biocultural, en particular, de los conocimientos y prácticas relacionadas con el uso y conservación de los recursos naturales, pueden aportar una mayor resiliencia a las comunidades biológicas y humanas ante las perturbaciones presentes y futuras (Sánchez, 2012; Gavin et al., 2015). La etnozoología proporciona un marco de referencia para el análisis de este patrimonio biocultural (Albuquerque, 1998).
En las comunidades del sur de Yucatán, la cacería es complementaria a sus actividades agrícolas y ganaderas (Hernández y Segovia, 2010). En esta región se han hecho investigaciones sobre los aspectos culturales de la caza del venado (Mandujano y Rico, 1991) y sobre el uso y aprovechamiento de la fauna cazada (Hernández y Segovia, 2010; Montes et al., 2018).
Una de las localidades del sur de Yucatán en donde se reportan prácticas de cacería tradicional es Xul, una comunidad de origen maya ubicada en el municipio de Oxkutzcab, en la que el 72.73 % de la población es mayahablante (Sanabria, 1986; Rodríguez, 2010; INEGI, 2020). El estudio de la cacería de Xul permitirá comprender parte de los procesos locales de manejo de la fauna manifestados en sus usos y costumbres, y de esta manera se contribuirá con el conocimiento para un manejo racional participativo que valore el patrimonio biocultural de esta comunidad.
De acuerdo con lo anteriormente expuesto, el objetivo de este estudio fue caracterizar el conocimiento biocultural asociado a la cacería tradicional en la comunidad de Xul, Yucatán, a través de un análisis etnozoológico de los conocimientos tradicionales de los cazadores locales, relacionados con la fauna silvestre que cazan y los usos que le otorgan, los patrones de cacería y las creencias.
Materiales y métodos
Área de estudio. El estudio se desarrolló en la comunidad de Xul, en el municipio de Oxkutzcab, ubicado en la región sur del Estado de Yucatán entre las coordenadas geográficas 20°6’7.565’’ norte y 89°27’45.83’’ oeste (INEGI, 2019; Mapa 1). Presenta un clima cálido subhúmedo con lluvias en verano (Aw), con temperatura de 26.7 °C y precipitación de 1283.9 mm (INEGI, 2017: 711).
Elaborado por Dr. Gerardo García Gil (Departamento de Botánica del Campus de Ciencias Biológicas y Agropecuarias de la Universidad Autónoma de Yucatán).
La comunidad de Xul se encuentra sobre la sierrita de Ticul y posee relieves hasta los 100 msnm de altitud. La vegetación dominante es selva mediana subcaducifolia (SMSC) con un estrato arbóreo de entre 10 y 15 m de altura. La vegetación secundaria es mayormente arbustiva y su manejo se da principalmente por roza, tumba y quema para el cultivo de la milpa (Sanabria, 1986; Flores, Durán y Ortiz, 2010; INEGI, 2019).
La fauna de Xul incluye reptiles como boa (Boa constrictor), serpiente de cascabel (Crotalus tzabcan) e iguana (Ctenosaura similis); aves como pavo de monte (Meleagris ocellata), chachalaca (Ortalis vetula), palomas (Zenaida aurita, Leptotila verreauxi) y mamíferos como venados (Odocoileus virginianus, Mazama temama), tejón (Nasua narica), conejo (Sylvilagus floridanus), sereque (Dasyprocta punctata), jabalí (Pecari tajacu) y tepezcuintle (Cuniculus paca) (Sanabria, 1986; Plan municipal de desarrollo, 2010). La comunidad de Xul consta de una población de 1 434 habitantes, de los cuales 667 son hombres y 767 son mujeres. El 100 % de su población está conformada por habitantes de origen étnico maya y el 99.65 % es nacida en la misma entidad federativa. El 72.73 % de los habitantes habla maya yucateco, toda la población entiende y habla español, a excepción de algunos adultos mayores. Actualmente el catolicismo (46.44 %) y los protestantes/cristianos evangélicos (46.72 %) representan las principales religiones. Esta comunidad se organiza como un ejido encabezado por el comisario municipal, responsable de las actividades administrativas, y el comisario ejidal, encargado de las tierras (Saad, Rodríguez y Villegas, 2018; INEGI, 2020).
Métodos de obtención de datos. Esta investigación se llevó a cabo entre octubre y diciembre de 2020.1 Se estableció diálogo con las autoridades de la comunidad de Xul, Oxkutzcab, para informar sobre la temática y el propósito de la investigación y obtener el consentimiento libre e informado, de acuerdo con los principios estipulados en el “Código de ética para la investigación, la investigación-acción y la colaboración etnocientífica en América Latina”, de la Asociación Latinoamericana de Etnobiología (Cano et al., 2014).
Se empleó una metodología mixta, es decir, se usaron métodos cuantitativos y cualitativos para tener una visión holística del fenómeno de estudio, a través de información descriptiva y cuantificable (Costa, Santos y Vargas, 2009; Vega et al., 2014) obtenida mediante cuestionarios mixtos y entrevistas semiestructuradas.
Cuestionario mixto. Para la aplicación de los cuestionarios se utilizó la técnica de muestreo de bola de nieve, se contactó a un cazador local que condujo al próximo y así European Scientific Journal). De esta manera se encuestaron a 42 informantes.
El cuestionario consistió en 52 preguntas de opción múltiple, cerradas (SI-NO) y abiertas; agrupadas en seis categorías: a) temporadas, frecuencia y sitios de caza, b) técnicas de cacería, c) fauna cazada y sus características (biológicas y de preferencia), d) usos y partes usadas de la fauna y e) transmisión de conocimientos, f) creencias y relatos.
Entrevista semiestructurada. Para esta entrevista se seleccionaron siete informantes clave, es decir, personas que demostraran tener amplia experiencia en la cacería, mayor disposición al diálogo y disponibilidad de tiempo.
La entrevista consistió en 24 preguntas a través de las cuales se obtuvieron descripciones más detalladas sobre la dinámica (organización y forma de ejecución) y los elementos espacio temporales que caracterizaban cada técnica de cacería, así como información complementaria respecto a las formas de uso de la fauna cazada y las creencias en torno a la cacería.
Métodos de análisis. La información obtenida en los cuestionarios se analizó mediante estadística descriptiva a partir de bases de datos en el programa Microsoft Excel. De igual forma, se calcularon los índices de Uso significativo Tramil (UST) (Germosén, 1995) y de Importancia Cultural (IIC) (Turner, 1988).
El nivel de UST considera que los usos citados con una frecuencia mayor a 20 % son “significativos”, de acuerdo con la aceptación por los miembros de la comunidad, y por ende, expresan el valor cultural de las especies más aceptadas y usadas (Toscano, 2006; Cupul et al., 2019). Se calculó mediante la fórmula:
Uso Especie(s) es el número de citaciones para cada especie y nis el número de informantes encuestados (Germosén, 1995).
El IIC considera la intensidad de uso (Iuz), la frecuencia de mención (Fmz) y el valor de uso total de cada especie (Vutz) para destacar la importancia de las especies que poseen un menor número de usos, pero con mayor importancia sobre aquellas cuyos usos son numerosos, pero no son vitales para la supervivencia de los miembros de la comunidad (Ávila et al., 2011). Para calcular el IIC se utilizó la fórmula propuesta por Turner (1988), modificada por Figueroa (2000):
Posteriormente, las especies fueron clasificadas de acuerdo con sus valores de IIC,
utilizando la regla de Sturges, la cual asigna a cada clase un valor cualitativo
(Herrera et al., 2019):
Por otro lado, el análisis de los datos obtenidos con las entrevistas semiestructuradas se realizó mediante la transcripción, selección y clasificación en fichas textuales, las cuales se emplearon para redactar la narración del conocimiento tradicional de los entrevistados.
Las creencias y relatos recopilados se clasificaron de acuerdo con el número de menciones y el tipo de creencia relacionada con ellos: mal agüero, suerte, advertencia, ofrenda, comportamiento, remedio, daño.
Resultados
De los 42 informantes encuestados, el 92.9 % son originarios de Xul, 4.8 % nacieron en la comunidad de Bomba-Haltún y 2.4 %, en Tzucacab. La edad promedio de los informantes es de 46 años, con una mínima de 20 y una máxima de 74 años. La mayor parte de ellos se ocupa principalmente en actividades del campo (agricultura, ganadería, apicultura; 90.5 %) y una minoría se dedica a la albañilería (7.1 %) y el comercio (2.4 %).
Fauna cazada y sus usos. De acuerdo con los informantes encuestados, en Xul se cazan 23 especies de vertebrados (16 mamíferos, 6 aves y un reptil), los cuales tienen algún uso o finalidad perteneciente a una o más de las siguientes categorías: alimento (42 menciones), mitigación de daños (41), regalo (32), artesanal/ornamental (29), medicinal (23), comercial (16), herramienta (16), simbólico (13), mascota (6).
Las especies más mencionadas como alimento son el jabalí (Pecari tajacu; 41 menciones), el venado cabrito (Mazama temama; 40), el venado de cola blanca (Odocoileus virginianus; 37) y el pavo de monte (Meleagris ocellata; 34). La carne de estos animales no solo se usa para el consumo familiar, sino que en ocasiones también se regala a parientes y/o amigos (uso como regalo). Los cazadores relataron algunas formas de preparar la carne de estos animales:
Lo puedes preparar hecho en píib,2 desmenuzado, lo puedes comer para caldo, lo puedes comer en bistec. En bistec pues ya se tiene que rejalar, como se hace rejalado cualquier carne. […] Nosotros lo comemos hasta entomatado. […] El pavo lo puedes comer en relleno, relleno negro, relleno blanco o lo hacen en col igual (Entrevista personal a un cazador, 2020).
Los animales más mencionados son aquellos que se cazan para mitigar daños en las milpas porque sacan las semillas sembradas o se comen la cosecha, fueron el tejón (Nasua narica; 39 menciones), el jabalí (Pecari tajacu; 25), el mapache (Procyon lotor; 16) y la tuza (Orthogeomys hispidus; 12).
En el uso artesanal/ornamental (Figura 1) destacó el venado cola blanca (22 menciones), cuyas astas sirven como decoración de pared o para hacer percheros, y su piel como adorno de sillas; mientras que las patas del venado cabrito se usan en llaveros o adornos. Asimismo, se reconoció el uso de los colmillos de puma (Puma concolor) y de jaguar (Panthera onca) para dijes de collares. Los encuestados también mencionaron que se utilizan las plumas del pavo de monte en la elaboración de abanicos.
En cuanto al uso medicinal, se mencionaron las pezuñas del jabalí (12 veces) para tratar el asma en niños recién nacidos; el cebo (grasa) del venado para combatir el asma y la tos; los pelos del sereque (Dasyprocta punctata) son empleados para la incontinencia urinaria, y los testículos del tejón para tratar la impotencia en hombres.
El uso comercial incluyó la venta en la comunidad que hacen los cazadores cuando tienen un poco de carne adicional de venado (O. virginianus, 7 menciones; M. temama, 4) y jabalí. En este uso también se incluyó la venta ocasional de partes como espolones de pavo de monte y colmillos de felinos (P. onca, P. concolor) a personas ajenas a la comunidad.
El uso como herramienta se refirió principalmente a la utilización de las astas del venado cabrito (11 menciones) para hacer surcos en la tierra y sembrar maíz u otras semillas. También se incluyó una mención sobre el uso de las plumas del pavo de monte como plumero para sacudir el polvo. El uso simbólico se refirió a las especies presentes en las creencias y relatos relacionados con la cacería.
Cabe mencionar que el venado cabrito fue la especie que más informantes (59.7 %) mencionaron haber cazado en el último año, seguida del tejón (50 %), el jabalí (38.1 %) y el pavo de monte (35.7 %).
Uso Significativo (UST) e Índice de Importancia Cultural (IIC). Entre las especies que se cazan en Xul, aquellas con un mayor valor de uso significativo (UST) fueron el jabalí (100 %), el venado cabrito (95.2 %), el tejón (N. narica; 92.9 %) y el venado de cola blanca (90.5 %). También otras especies como pavo de monte, tepezcuintle (Cuniculus paca), sereque, mapache, conejo (Sylvilagus floridanus) y tuza presentaron valores mayores al 20 % con respecto al nivel UST (Cuadro 1).
Especie | Nombre común/ maya | Usos | Menciones (*) | Iuz | Fmz | Vutz | IIC | UST (%) |
---|---|---|---|---|---|---|---|---|
Mazama temama | cabrito yuuk | Al, Reg, He, Art/Or, Co, Med, Mas, Sim | 116 | 88.9 | 15.5 | 23.6 | 42.7 | 95.2 |
Pecari tajacu | jabalí kitam | Al, Reg, Md, Med, Art/Or, Mas, Co, Sim | 113 | 88.9 | 15.0 | 13.4 | 39.1 | 100 |
Meleagris ocellata | pavo de monte kúuts | Al, Reg, Art/Or, Co, He, Mas, Md, Sim | 91 | 88.9 | 12.1 | 12.5 | 37.9 | 80.9 |
Odocoileus virginianus | venado de cola blanca kéej | Al, Reg, Art/Or, Med, Co, He, Sim | 115 | 77.8 | 15.3 | 18.6 | 37.3 | 90.5 |
Nasua narica | tejón chi’ik | Md, Al, Reg, Mas, Med, Co | 89 | 66.7 | 11.9 | 10.8 | 29.8 | 92.7 |
Sylvilagus floridanus | conejo t’u’ul | Al, Reg, Md, Mas, Art/Or | 21 | 55.6 | 2.8 | 3.2 | 20.5 | 28.6 |
Dasyprocta punctata | sereque tsuub | Al, Reg, Md, Med | 49 | 44.4 | 6.5 | 3.2 | 18.0 | 66.7 |
Cuniculus paca | tepezcuintle jaleb | Al, Reg, Md, Co | 51 | 44.4 | 6.8 | 2.9 | 18.0 | 69.0 |
Procyon lotor | mapache k’ulu’ | Md, Reg, Al | 27 | 44.4 | 3.6 | 2.8 | 16.9 | 38.1 |
Orthogeomys hispidus | tuza baj | Md, Al, Reg | 22 | 33.3 | 2.9 | 1.6 | 12.6 | 28.6 |
Panthera onca | jaguar, tigre chak mo’ol | Md, Art/Or, Co | 8 | 33.3 | 1.1 | 1.6 | 12.0 | 7.1 |
Ortalis vetula | chachalaca baach | Al, Reg, Mas | 7 | 33.3 | 0.9 | 1.3 | 11.8 | 11.9 |
Patagioenas flavirostris | paloma morada úukum | Al, Reg | 7 | 33.3 | 0.9 | 1.3 | 11.8 | 9.5 |
Sciurus sp. | ardilla ku’uk | Md, Al, Art/Or | 6 | 33.3 | 0.8 | 0.6 | 11.6 | 7.1 |
Puma concolor | puma koj | Art/Or, Md | 4 | 22.2 | 0.5 | 0.6 | 7.8 | 4.8 |
Zenaida asiatica | paloma de alas blancas sakpakal | Al, Reg | 6 | 22.2 | 0.8 | 0.3 | 7.8 | 9.5 |
Leptotila verrauxi | paloma caminera tsuutsuy | Al, Reg | 6 | 22.2 | 0.8 | 0.3 | 7.8 | 9.5 |
Crotalus tzabcan | cascabel tsáab kaan | Md, Med | 2 | 22.2 | 0.3 | 0.5 | 7.7 | 2.4 |
Leopardus wiedii | tigrillo sak xikin | Art/Or | 2 | 11.1 | 0.3 | 0.4 | 3.9 | 4.8 |
Dasypus novemcinctus | armadillo weech | Al | 3 | 11.1 | 0.4 | 0.1 | 3.9 | 7.1 |
Didelphis marsupialis | zarigüeya o zorro ooch | Md | 2 | 11.1 | 0.3 | 0.2 | 3.9 | 4.8 |
Urocyon cinereoargenteus | zorra gris ch’amak | Md | 1 | 11.1 | 0.1 | 0.1 | 3.8 | 2.4 |
Crypturellus cinnamomeus | perdiz noom | Al | 1 | 11.1 | 0.1 | 0.04 | 3.8 | 2.38 |
(*) Total de menciones de la especie para todos los usos. Categorías de uso: Al) alimento, Med) Medicinal, Md) mitigación de daños, Art/Or) Artesanal/ornamental, Reg) Regalo, Co) Comercial, Mas) Mascota, He) Herramienta, Sim) Simbólico. Elementos de IIC: Iuz= Intensidad de uso, Fmz= frecuencia de mención, Vutz= Valor de uso total
Con relación a su IIC (Cuadro 1), las especies se distribuyeron en cinco categorías de importancia: muy baja (3.8-11.5), baja (11.5-19.3), media (19.3-27.1), alta (27.1-34.9) y muy alta (34.9-42.7). El venado cabrito presentó el mayor IIC (42.7). El jabalí (IIC = 39.1), el pavo de monte (IIC =37.9) y el venado de cola blanca (IIC = 37.3) también fueron de importancia cultural muy alta.
Transmisión de conocimientos de cacería. Con respecto a la transmisión de conocimientos relacionados con la cacería, el 69 % de los encuestados señaló que aprendió de sus padres, 14.3 % aprendieron solos, 9.5 % de sus abuelos, 4.8 % de sus hermanos y 2.4 % de sus tíos. El 40.5 % de los entrevistados han enseñado sus saberes sobre la caza a sus hijos, ya sea por tradición (47.1 %), porque les gustó la actividad (23.5 %), como subsistencia (17.6 %) o para cuidar la milpa (11.8 %). La mayoría de los participantes (59.5 %) no han entrenado como cazadores a sus hijos o familiares, y las razones fueron: porque sus hijos están pequeños (36 %), no mostraron interés en la cacería (24 %), aprendieron solos (4 %), los consideran irresponsables (4 %), no tienen hijos (12 %) o solamente tienen hijas (20 %), a quienes consideran no aptas para el monte, porque no les gusta o deben quedarse a ayudar en la casa.
Tendencias y patrones. La cacería en Xul es una actividad mayormente realizada para la obtención de carne para el consumo familiar (97.6 %) o para proteger a los cultivos (76.2 %) de especies como el tejón. Una menor parte de los encuestados mencionaron que venden una parte de lo que cazan (14.3 %) o realizan la actividad por entretenimiento (2.4 %). La frecuencia con que practican la cacería es principalmente una vez a la semana (35.7 %), generalmente los sábados (95.2 %). Sin embargo, una parte importante de los encuestados cazan de dos a cinco veces a la semana (16.7 %), cada 15 días (11.9 %) o una vez al mes (16.7 %).
En cuanto a las temporadas de cacería (Gráfica 1), más de la mitad de los informantes señalaron que la mejor temporada para cazar es la de sequía (71.4 %), ya que durante este tiempo pueden escuchar con mayor facilidad las pisadas de los animales y pueden encontrarlos más vulnerables cuando van a tomar agua o a comer frutos de árboles como Náap ché (Ximenia americana), guaya (Melicoccus bijugatus) y chakaj (Bursera simaruba). Esta temporada se asocia mayormente con la cacería de venado cabrito (76.2 %), jabalí (64.3 %), venado cola blanca (59.5 %) y tepezcuintle (54.8 %).
Algunos informantes prefieren la temporada de lluvias (26.2 %) por ser más fresca, ya que les resulta más fácil ver las huellas de los animales. El tejón (76.2 %), el pavo de monte (59.5 %), el jabalí (57.1 %) y el venado cola blanca (54.8 %) son las principales especies de caza durante esta época del año. Solamente una persona (2.4 %) mencionó que no tiene preferencia por temporada, puesto que ambas le gustan.
Los lugares en los que más informantes cazan son la milpa3 (92.9 %) y el monte alto4 (83.3 %), aunque también algunos frecuentan el monte bajo5 (47.6 %) u otros lugares como quemadales,6 sartenejas7 y potreros8 (9.5 %). Las especies que más se cazan en la milpa son tejón (83.3 %), jabalí (66.7 %) y pavo de monte (52.4 %); mientras que en el monte alto y monte bajo son venado cabrito (81 %, 40.5 %, respectivamente), venado cola blanca (71.4 %, 38.1 %) y jabalí (28.6 %) (Gráfica 2).
La técnica de cacería más difundida es la batida (p’uuj; 92.9 %, Figura 2), seguida de caminar por el monte (xíimbal ts’on; 73.8 %), lamparear (ts’on; 69 %) y espiar (ch’úuk; 66.7 %). Mediante estos métodos generalmente pueden cazar venados (O. virginianus y M. temama), jabalíes y pavos de monte, aunque el ch’úuk también es muy utilizado para cazar tepezcuintles y sereques. Se reportó en menor medida el uso de trampas (ts’a trampa; 26.2 %) como los “jarcones”9 para capturar tepezcuintles o palomas (Zenaida asiatica, Leptotila verrauxi, Patagioenas flavirostris).
En la fotografía se aprecia el carácter grupal de esta modalidad de cacería, así como el uso de perros (Fotografía tomada por un cazador de Xul, 2020).
Creencias y relatos. Entre las creencias y relatos mencionados (Cuadro 2) destacan las “virtudes”, las cuales también se asocian con entidades conocidas como “Dueños de los animales”:
Un venado […] que tenga una virtud, el número que puedes tirar es hasta 20, no puedes rebasar de los 20 o 25. Porque si tu rebasas […] te lo van a quitar […]. Si uno propasa te pueden dar señales, puede ser que te vienen a buscarlo por este el dueño [de los animales]. […] Te puede asomar un venado con un ek así en su cabeza, o te pueden seguir por los venados; si estás en tu ch’úuk te pueden llegar hasta 20, 25 venados […]. Sí, te llegan a buscar […] hasta te puede dar una calentura. La calentura que te va a agarrar, nadie lo puede curar (Entrevista personal a un cazador, 2020).
Descripción | Menciones | Tipo de creencia |
---|---|---|
Algunos animales tienen una “virtud” que les da suerte a los cazadores, para no fallar al salir a “tirar”. La virtud puede ser una piedrita (tunich) alojada en la panza del venado (O. virginianus, M. temama) o del jabalí (P. tajacu). Los venados de cola blanca pueden tener un gusano en la nariz (Nook ol), y los venados cabritos pueden tener un diente en forma de colmillo o una asta en forma de cruz (cruz baak). La virtud debe mantenerse en secreto, ya que, si alguien más ve dicho amuleto, se pierde la suerte. | 26 | Suerte |
Los cazadores cuando van al monte prenden una vela y rezan pidiéndole permiso a los señores del monte por la obtención de un animal, y si van lejos, para que Dios los proteja y todo salga bien. O bien ofrecen saká,10 la cabeza, pancita, hígado y/o la pata del venado y hacen una oración para agradecer a Dios porque se recibió una bendición (primicia). | 17 | Ofrenda |
Cuando están en su ch’úuk11 o van a cazar a los chultunes12 a veces escuchan ruidos en el monte, chiflidos, les lanzan piedras o les mueven el cobertor cuando pernoctan, ellos creen que es el viento (Ik’) o los Aluxes. | 11 | Advertencia |
Los animales “tienen dueño”, los tiene marcados como si fueran ganado y los guarda en corrales por temporadas. Llegan a buscar a los cazadores cuando se sobrepasan tirando, especialmente cuando poseen una “virtud”. | 9 | Advertencia |
Algunas personas “hacen algo” (encantamiento) para que nadie cace en sus terrenos o cuando ellos cazan. Como “contra” se prende una veladora o se ofrece saká y se hace una oración para poder “tirar” en dichos terrenos. También se puede enterrar la lengua de un animal del monte, partiéndola y colocándola en forma de cruz. | 8 | Remedio |
Hay venados con eek’,13 tienen un panal colgando de sus astas. Son los “jefes” de los venados. Si ven a este venado deben dejar que se vaya o disparar en medio de su frente, si fallan les puede picar una avispa y se mueren. | 6 | Mal agüero |
Ha habido personas a las que confunden con animales en la batida y les disparan por accidente. También han confundido a sus perros. | 5 | Daño |
Discusión
La fauna cazada en Xul, representa el 46 % de las 50 especies de vertebrados reportados en la Península de Yucatán que se asocian a esta actividad (Ramírez y Calmé, 2015). Entre las 23 especies que se cazan en Xul, se registró un mayor número de mamíferos que de aves y reptiles, esta tendencia se encuentra generalizada en las comunidades de la Península, debido a que los cazadores se enfocan en especies de tamaño mediano y grande, como venado cola blanca (O. virginianus), venado cabrito (M. pandora o M. temama), jabalí (P. tajacu) y tepezcuintle (C. paca), las cuales ofrecen una mayor recompensa de carne (Hernández y Segovia, 2010; Santos, Naranjo y Rangel, 2012; Ramírez y Calmé, 2015).
En la comunidad de estudio se registró una mayor variedad de mamíferos cazados en comparación con comunidades de Tzucacab al sur (Hernández y Segovia, 2010) y de Panabá y Tizimín al norte de Yucatán (Herrera et al., 2019), en las que no se reportan especies como tlacuache (Didelphis marsupialis), tigrillo (L. wiedii), puma (P. concolor) y zorra gris (Urocyon cinereoargenteus), aunque en Xul no son consideradas presas comunes debido a que solamente se cazan ocasionalmente y de forma oportunista como preventivo a daños que pudieran causar al ganado (aves de corral, reses, cerdos).
En la época prehispánica, los mayas utilizaban la fauna como parte de su dieta, en ofrendas, rituales, decoraciones de su indumentaria, y para elaborar herramientas (Landa, 2003; Montiel y Arias, 2008; Santos, 2013). Los usos que se le dan a la fauna silvestre cazada en Xul se han reportado previamente en otras comunidades del sureste de México (Montiel y Arias, 2008; Chablé y Delfín, 2010; Puc y Retana, 2012; Santos, Naranjo y Rangel, 2012; Tejeda et al., 2014; Ramírez y Calmé, 2015; Martínez, López y Sánchez, 2016; Herrera et al., 2019).
Las categorías de uso “alimento” y “mitigación de daños” fueron aquellas con mayor número de menciones entre los campesinos de Xul, esto deriva de que sus principales motivaciones para cazar son conseguir carne para contribuir al sustento familiar (subsistencia) y proteger a sus milpas de los perjuicios ocasionados por animales silvestres. Esta situación no es de extrañarse dado que en comunidades rurales de México y Latinoamérica la “carne de monte” es un complemento importante en la dieta de las familias constituyendo hasta el 70 u 80 % de su ingesta anual de proteína animal (Núñez, 2009; Moreno y Negrete, 2012; Puc y Retana, 2012). Adicionalmente, en México las pérdidas atribuidas a vertebrados silvestres se han estimado en promedio de 8.9 ± 1 % (107 kg/ha) en milpas en La Selva Lacandona y de hasta 20 % en Calakmul (Romero et al., 2006; Serrano, 2017).
Los venados (M. temama y O. virginianus), el jabalí (P. tajacu) y el pavo de monte (M. ocellata) son los más usados como alimento en Xul, así como en otras comunidades del sureste de México, debido al sabor de su carne y a su elevado rendimiento en biomasa (Ramírez y Naranjo, 2007; Puc y Retana, 2012; Santos, Naranjo y Rangel, 2012; Herrera, 2016). Otra especie apreciada por su carne es el tepezcuintle (C. paca; Hernández y Segovia, 2010; Herrera et al., 2019); sin embargo, en Xul no es muy común, ya que los cazadores locales consideran que en los últimos años se han vuelto poco abundantes, principalmente por la cacería excesiva. Si bien en este estudio no se obtuvieron datos que avalen esta afirmación, Figueroa de León (2016) señala que, pese a tener cierto grado de tolerancia a la fragmentación, la abundancia y densidad del tepezcuintle pueden ser afectadas negativamente por la presión de la cacería.
En Yucatán, las especies que son reconocidas como más perjudiciales para los cultivos son el tejón (N. narica) y el mapache (P. lotor) (Chablé y Delfín, 2010; Segovia et al., 2010). En Xul, al igual que en el norte de Yucatán, los tejones son considerados como los mayores causantes de daños a las milpas y otros cultivos (pepino, cítricos, yuca, etc.) porque, a diferencia de los mapaches, suelen ser vistos en grupos de varios individuos, lo que los campesinos asocian con la devastación de grandes superficies de terreno. También perciben un aumento en las poblaciones de tejones, lo cual podría estar relacionado a su alta tolerancia a las perturbaciones y al hecho de que sus depredadores naturales, como el jaguar (P. onca) y el puma (P. concolor) (Herrera et al., 2019), son animales “raros” de ver en los alrededores de la comunidad; sin embargo, no existe evidencia que compruebe esta aseveración. Aunque en Xul no se ha calculado el impacto de la fauna silvestre en las milpas, a futuro esta situación podría representar un problema tanto para la subsistencia de las familias de la comunidad como para la conservación de las especies (particularmente de los tejones).
El uso medicinal más reconocido para la fauna en Xul fue el de las pezuñas del jabalí para tratar el asma en niños recién nacidos. Este remedio ha sido reportado para la misma especie en comunidades de Yalahau (Landewee, 2009), y en el norte de Yucatán para el venado cabrito (Herrera et al., 2019). La utilización de los genitales del tejón para tratar la impotencia sexual se ha documentado en comunidades indígenas de Campeche y de la región zoque de Chiapas (Santos, Naranjo y Rangel, 2012; Rodas, Ocampo y Coutiño, 2014). Los pelos del sereque (D. punctata) son empleados para tratar afecciones en vías urinarias en Tres Reyes, Quintana Roo (Quijano y Calmé, 2002).
En las categorías “artesanal/ornamental” y “herramienta” destacaron el uso de las astas del venado cola blanca y el venado cabrito. En Xul las astas del venado cola blanca se utilizan principalmente como adornos de pared o percheros, costumbre reportada anteriormente en comunidades de Yucatán y de Campeche, en las que también las emplean como herramienta para cosechar o desgranar el maíz (Nuñez, 2009; Retana y Padilla, 2018). En contraste, en Xul las astas del venado cabrito sirven para como herramienta para hacer surcos en la tierra, función semejante a la dada al pico del tucán en comunidades del norte de Yucatán (Herrera et al., 2019).
En cuanto al valor cultural de la fauna, el jabalí fue la especie que obtuvo un mayor uso significativo (UST= 100 %), probablemente en vista de que resulta una presa más accesible por su capacidad de ocupar áreas con perturbaciones humanas como bosques secundarios cercanos a sitios de cultivo (Reyna y Tanner, 2007; Briceño et al., 2011), estando al alcance incluso de aquellos campesinos que solo cazan en sus milpas y lugares aledaños.
El venado cabrito, el jabalí, el pavo de monte y el venado cola blanca fueron las especies que presentaron valores de importancia cultural (IIC) más altos. Estos valores parecen estar directamente relacionados con el número de usos otorgados a dichos animales (intensidad de uso, Iuz), poniendo de manifiesto que el valor cultural de la fauna deriva de los usos y la importancia de los beneficios generados a la comunidad (Puc y Retana, 2012; Chontal, Aguilar y Chablé, 2019). Esta situación se observó especialmente en el caso del jabalí y el pavo de monte, los cuales, a pesar de haber tenido menos menciones (Fmz) que el venado cola blanca, obtuvieron un mayor índice de importancia cultural (IIC) debido a la mayor variedad de usos que se les atribuyen. Cabe mencionar que los elevados valores de IIC para el jabalí y el pavo de monte también podrían estar relacionados con su inclusión en las categorías “alimento” y/o “daño a cultivos” (Herrera et al., 2019), las cuales coinciden con los principales motivos de la cacería en Xul. Asimismo, los ejemplares con IIC muy alto concuerdan con aquellos que fueron cazados por más campesinos en el último año, incluyendo el tejón, que obtuvo un IIC alto, igualmente considerado en la categoría “daño a cultivos”.
En Xul la transmisión de conocimientos relacionados a la cacería se ha dado a través de la comunicación verbal de padres a hijos. Sin embargo, la mayoría de los cazadores encuestados (59.7 %) no han heredado sus saberes sobre la caza, por razones que incluyen la corta edad de sus hijos y el desinterés de estos hacia dicha actividad por considerarla una pérdida de tiempo o preferir realizar otras ocupaciones (trabajar, estudiar). Esta tendencia en la disminución del interés hacia la cacería y los trabajos del campo se ha observado en otras comunidades rurales de la Península de Yucatán, en las que los jóvenes, en la búsqueda de mejores oportunidades educativas y laborales, dejan a un lado los conocimientos y prácticas tradicionales (Jorgenson, 1995; Herrera et al., 2019). Aunque es justo señalar que, a pesar de esta tendencia, la cacería tradicional aún se mantiene viva como una costumbre biocultural entre los mayas de Yucatán (Briceño et al., 2011; Ramírez y Calmé, 2015; Herrera et al., 2018).
Desde la antigüedad, los mayas han tenido conocimiento de las temporadas en que debían cazar, así como los hábitos y lugares donde viven los animales que cazan (Álvarez, 1978). En Xul, al igual que en otras comunidades campesinas de la Península de Yucatán (Mandujano y Rico, 1991; León y Montiel, 2008; Hernández y Segovia, 2010; Santos, Naranjo y Rangel, 2012; Herrera, 2016), esto se refleja en la preferencia por cazar durante la temporada seca y en el reconocimiento de las características del entorno y de la fauna que les facilitan la cacería (presencia de cuerpos de agua, frutos, hojarasca, etc.). Así, especies como el venado cabrito y el jabalí, cuya dieta consta principalmente de frutos en condiciones de sequía (Reyna et al., 2014; Weber, 2014), suelen ser cazadas por los campesinos locales en sitios cercanos a árboles que tienen abundantes frutos maduros durante la temporada seca.
En el presente estudio se registró a la milpa como el sitio en que más cazan en Xul, ya que es un espacio con alimento disponible para la fauna silvestre de los alrededores, especialmente en la temporada de cosecha (Jorgenson, 1995; Hernández y Segovia, 2010; Retana y Lorenzo, 2016). Esta situación es aprovechada por los campesinos locales para obtener proteína animal para su consumo al mismo tiempo que protegen sus cultivos de animales como el tejón y el jabalí (Hernández y Segovia, 2010; Briceño et al., 2011; Santos, Naranjo y Rangel, 2012). Cabe destacar que los cazadores de Xul no suelen asociar al venado cola blanca con la milpa, a pesar de que es el cérvido más tolerante y adaptable a las perturbaciones por actividad humana, pudiendo encontrarse en zonas agrícolas, ganaderas, urbanas e industriales (Galindo y Weber, 2005; Weber, 2014). Esto se debe a que en Xul el venado cola blanca es percibido como poco abundante o escaso y se le asocia más al monte alto, lugar en el que puede estar más al alcance a través de la cacería grupal (batida).
En este estudio se reportaron técnicas de cacería planificada (batida, espía/acecho y lampareo) y oportunista (caminar por el monte/cacería de jardín) que han sido tradicionalmente usadas en el sureste de México (Santos, Naranjo y Rangel, 2012; Tejeda et al., 2014; Herrera, 2016; Estrada et al., 2018; Montes et al., 2018; Cimé et al., 2020). En Xul, la batida conserva una compleja organización social, se practica frecuentemente y es preferida por los campesinos al ser un espacio de convivencia comunitaria (Montiel, Arias y Dickinson, 2000; Hernández y Segovia, 2010; Rodríguez et al., 2012; Herrera, 2016; Plata et al., 2019) en el que pueden distraerse de su trabajo en el campo y entretenerse oyendo “ladear” (ladrar) a los perros.
Cabe mencionar que Sanabria (1986), en su estudio sobre el uso y manejo forestal en Xul, describió al lampareo como una técnica para cazar conejos (Ts’on t’u’ul). Sin embargo, actualmente el lampareo (ts’on) está más enfocado a la cacería de especies de mamíferos de mayor tamaño como los venados (O. virginianus y M. temama) y jabalíes (P. tajacu), y también existe una variante en la que se usan los faros de un vehículo en movimiento para buscar a los animales.
Los mayas yucatecos y otros grupos étnicos del sureste de México, entre ellos cuicatecos, mixes, lacandones y tzotziles (Ramírez y Naranjo, 2007; Ibarra et al., 2011; Osorio et al., 2017; Herrera et al., 2018; Retana y Padilla, 2018), conservan creencias relacionadas con la cacería, como las “virtudes” de los animales, los “dueños del monte” y los “vientos” o “malos aires”. Las entidades guardianas de los animales silvestres en Xul solamente son conocidas bajo el apelativo de “dueños de los animales” o “dueños del monte”, aunque en otras comunidades mayas de Campeche, Quintana Roo y el norte de Yucatán son nombradas como Yuum K’aax, Yuum Balam o Sip (Quijano y Calmé, 2002; Santos et al., 2015; Herrera et al., 2018).
En Xul, a diferencia de lo reportado en comunidades del norte de Yucatán (Herrera et al., 2018), la virtud también puede presentarse como una asta en forma de cruz en los venados cabritos (cruz baak). Aunque en Xul no hay un límite claro entre el número de animales que se pueden cazar con o sin virtud, existe la creencia en señales que les indican que se están propasando con la cacería (vientos o Ik’), asumidas como un recordatorio de los límites y el respeto en la praxis de esta actividad, por temor a ser castigados con enfermedades o la muerte (Herrera et al., 2018).
Las creencias manifiestan el manejo que los mayas han hecho de la fauna silvestre, asimismo establecen reglas de conducta que permiten regular la cacería a través del respeto a los animales y su entorno (Ramírez y Calmé, 2015; Herrera et al., 2018). No obstante, en Xul esto podría verse comprometido por situaciones como la relativa facilidad para obtener armas y municiones aun sin permiso, y la pérdida de un incentivo por servicios ambientales. Aunado a esto, la práctica constante de la batida puede ejercer más presión sobre las poblaciones animales dado que aumenta las probabilidades de cazar en un área determinada (Hernández y Segovia, 2010).
Considerando lo anterior, cabe señalar la necesidad de realizar estudios sobre dinámica poblacional, tasas de extracción y uso de hábitat de la fauna silvestre aprovechada en Xul y que integren información socioeconómica y política. Con esta información y a través del diálogo y trabajo comunitario podría elaborarse un plan de manejo local para las especies consideradas culturalmente más importantes, en particular de las que se encuentran amenazadas o tienen tendencias poblacionales en decremento como el pavo de monte (SEMARNAT, 2010; UICN, 2021). Pudiendo incluso en un futuro proponerse una UMA o un área destinada voluntariamente a la conservación de manera que se considere el criterio de sustentabilidad propuesto por la normatividad nacional (SEMARNAT, 2021a; 2021b).
Otra estrategia para tomar en cuenta sería el diálogo y actividades participativas en las que se promueva la revaloración de las prácticas tradicionales y los conocimientos bioculturales, y se incluyan la sensibilización sobre la importancia que tienen en el ecosistema las especies consideradas “dañinas”, en especial las que están en peligro de extinción (jaguar, tigrillo). De esta forma se podría contribuir a la conservación de la fauna silvestre y del patrimonio biocultural de la región.
Conclusiones
La cacería en Xul es una actividad de subsistencia complementaria y principalmente ligada al cultivo de la milpa. Las principales motivaciones de los cazadores son la obtención de carne para consumo familiar y la protección a sus cultivos.
En Xul se cazan 23 especies de vertebrados (16 mamíferos, 6 aves y un reptil), a las cuales se les atribuyen usos como alimento, regalo, mitigación de daños, artesanal/ornamental, medicinal, comercial, herramienta y mascota. El jabalí (P. tajacu) es la especie con mayor uso significativo (UST) por ser una presa más accesible, ya que es frecuente en las milpas y otros cultivos en los que busca alimento. Las especies que presentaron valores de importancia cultural (IIC) más altos fueron el venado cabrito (M. temama), el jabalí (P. tajacu), el pavo de monte (M. ocellata) y el venado cola blanca (O. virginianus), debido a que los cazadores de Xul les otorgan más usos.
En este estudio los patrones de cacería se reportan como tendencias en cuanto a las temporadas, sitios y técnicas de caza. Estos elementos que caracterizan a dicha actividad se fundamentan en el profundo conocimiento que poseen los campesinos cazadores sobre la ecología y el comportamiento de la fauna silvestre.
Como se dijo, en Xul se conservan creencias ampliamente extendidas entre los mayas de la Península de Yucatán y otros pueblos originarios del sureste de México tales como los “dueños de los animales”, las “virtudes” y los “vientos” o “malos aires” (Ik’). Algunas de ellas incorporan observaciones y experiencias vividas por los cazadores, forman parte de su cosmovisión y sirven de recordatorio del respeto hacia la naturaleza y los límites en la práctica de la cacería. La transmisión de conocimientos en Xul se da principalmente de padres a hijos, aunque actualmente se percibe desinterés por parte de los jóvenes hacia la caza y las actividades del campo.
El conocimiento biocultural sobre la cacería tradicional en Xul se manifiesta a través de los usos y valoración cultural de la fauna, los patrones de caza, así como sus creencias sobre la práctica de esta actividad, la fauna y su entorno. Este conocimiento, sumado a estudios que incluyan dinámica poblacional, tasas de extracción y uso de hábitat de la fauna silvestre aprovechada en Xul, y que integren información socioeconómica y política, permitirán diseñar estrategias de manejo y aprovechamiento sustentable que incluyan la sensibilización, el diálogo y el trabajo comunitario, a través de la elaboración de planes de manejo de fauna, programas de educación ambiental y monitoreo comunitario o el establecimiento de una UMA o área destinada voluntariamente a la conservación.