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Estudios de cultura maya

versión impresa ISSN 0185-2574

Estud. cult. maya vol.63  Ciudad de México  2024  Epub 26-Ago-2024

https://doi.org/10.19130/iifl.ecm.63.2024/00171s0xw46 

In memoriam

Gudrun Lenkersdorf (1929-2023)

Rafael Flores Hernández* 

*Programa de Posgrado en Estudios Mesoamericanos. Universidad Nacional Autónoma de México, México


Y aprendiendo se quedaron allí, Gudrun y

Carlos, durante años de años

Eduardo Galeano, Los hijos de los días

Famoso es el pasaje presentado aquí a manera de epígrafe, narrado por el escritor uruguayo Eduardo Galeano, sobre la llegada de Gudrun y Carlos Lenkersdorf al mundo tojolabal en la década de 1970. Referido en conferencias, homenajes, reseñas, textos variados y, sobre todo, charlas sobre las utopías, el episodio devela un rasgo fundamental en la vida de esta singular pareja de investigadores: su vocación por la enseñanza. Gudrun solía compartir aquella historia con las generaciones de estudiantes de licenciatura o posgrado que tuvimos la fortuna de ser sus alumnos en las aulas de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Acorde con su peculiar manera de ver el mundo, esa fue una de las grandes enseñanzas de una profesora que debido a su larga experiencia comprendió que el aprendizaje no es unidireccional, sino que en la medida que se forma al alumno, se devela que los verdaderos maestros son quienes se pensaba educar.

En su seminario sobre historia colonial del área maya, impartido originalmente para la licenciatura de Historia y posteriormente para los posgrados en Estudios Mesoamericanos, Estudios Latinoamericanos e Historia de la UNAM, además de para quien quisiera adentrarse en el estudio minucioso de los archivos y legislación indiana, Gudrun gustaba de exponer su perspectiva sobre los estudios históricos: “la historia no es para conocer el pasado, la historia es para comprender nuestro presente”. En sus propias palabras, eso fue precisamente lo que la llevó a introducirse formalmente en la investigación histórica, pues afirmaba que las preguntas formuladas en Chiapas durante la década de 1970 por los compañeros tojolabales sobre la situación en que vivían fueron las que la condujeron por los senderos del pasado colonial de aquella provincia, perteneciente hasta comienzos del siglo XIX al Reino de Guatemala. Por esta razón siempre consideró a los tojolabales como sus propios maestros, al igual que a otros destacados historiadores: Eva Uchmany y a Jan De Vos.

Estricta en el estudio de la legislación indiana, Gudrun enseñaba a sus estudiantes el valor y método para el análisis de los manuscritos coloniales. En sus cursos se desarrollaban habilidades de investigación documental, paleografía, hermenéutica, análisis del discurso, pero sobre todo una posición crítica ante las fuentes estudiadas. Ella fomentaba el diálogo entre los estudiantes, y a no pocos les hacía sudar al solicitarles expresar una opinión fundamentada sobre lo leído en alguna de las fuentes que cotidianamente analizábamos. Era en ese espacio donde se formaba el espíritu de las futuras historiadoras e historiadores.

Como ya he mencionado, al estudiar los manuscritos del siglo XVI, Gudrun promovía una visión crítica ante la perspectiva hegemónica manifestada en las fuentes. Su experiencia propia al conocer el dolor y el hambre provocada por una guerra durante su juventud, la hacía ser particularmente sensible a los discursos que justificaban el dominio por medio de la violencia.

No solo en aquel ámbito Gudrun compartía su experiencia, también en temas menos amargos la doctora Lenkersdorf usaba su historia personal como recurso didáctico. Una de aquellas historias que llevaba nuestros pensamientos fuera de Ciudad Universitaria y nos trasladaba a las lejanas tierras mayas versaba sobre cuando, de la mano de su esposo Carlos, se adentraron en Chiapas y al sureste mexicano por vez primera en 1958.

Gudrun narraba que la verdadera odisea de su viaje comenzó con su arribo a Coatzacoalcos, Veracruz, donde debieron abordar una embarcación que les permitiera cruzar el río homónimo y así poder tomar el Ferrocarril del Sureste. El vagón que los trasladaba contaba con la avanzadísima tecnología del aire acondicionado, razón por la cual sus ventanas no podían abrirse, pero que, para infortunio de los aventureros, no funcionaba, por lo que tuvieron que viajar en lo que, quienes escuchábamos, solo podíamos concebir como transportarse en una olla de presión debido al calor y humedad de la región. La primera parada en su itinerario se situó en Palenque, Chiapas, lugar en el que descendieron por la noche en una estación alumbrada pobremente por la luz eléctrica, envuelta en las sombras de la alta selva del entonces pequeño pueblo ch’ol. La imagen del tren alejándose en medio de aquella oscuridad sobrecogía a los estudiantes que oíamos a Gudrun, quienes no perdíamos atención de cómo alguien se les acercó, tomó su equipaje y, sin mediar palabra, los condujo al único hotel del sitio, una construcción que contaba con apenas dos habitaciones rústicas. La visita de los Lenkersdorf al antiguo emplazamiento de Palenque-Lakamhá, así como sus aventuras por Campeche y Yucatán, donde tuvieron su primer acercamiento con los mayas, nos parecían asombrosas y por algunos minutos acompañamos a nuestra querida profesora por los caminos blancos del Mayab. No menos épico sonaba su regreso desde Puerto Progreso, Yucatán, sitio del cual zarparon para navegar vía marítima hasta el puerto de Veracruz en una ruta donde, después supieron, los naufragios no eran extraños.

La narración de aquel viaje era una invitación abierta para animarnos a salir a campo. Para Gudrun el trabajo de los historiadores no debía limitarse al trabajo de gabinete, sino que era fundamental conocer de primera mano el contexto geográfico y a la sociedad sobre la que queríamos comprender su presente a la luz del pasado. Esa experiencia nos otorgaría herramientas para interpretar los documentos procedentes de los archivos que tanta relevancia les concedía Gudrun en sus clases. Así, cada sesión implicaba un aprendizaje sobre espacios geográficos, la búsqueda y análisis documental, así como sobre la otredad cultural.

El aspecto legal desempeñaba un papel esencial en los cursos de Gudrun. Para ella no bastaba con estudiar la religiosidad y costumbres de los pueblos, pues desde su perspectiva el ámbito jurídico era fundamental para comprender su historia. ¿Qué relevancia tienen las danzas para una comunidad si esta ha sido despojada jurídicamente del territorio ancestral donde históricamente las practicaba? ¿Cómo entender las tradiciones de un pueblo que se rige por una legislación dictada por alguien ajeno a esa cultura? Estas y muchas otras preguntas vinculadas con el plano legal aprendimos a plantearnos regularmente en las clases de Gudrun a través del estudio de las leyes de indias, cartas-relación, títulos, textos mayas u ordenanzas, cuyo minucioso estudio quedó plasmado en su obra historiográfica, incluyendo algunos textos que no alcanzó a publicar en vida.

De la misma forma, aunque Gudrun era severa con la precisión histórica y cada dato anotado en algún texto tenía que estar adecuadamente verificado, no era partidaria de la atomización de la historia. A ella le importaba situar y comprender los episodios particulares de la historia de cada grupo social en contextos amplios, globales. Un trabajo revisado por Gudrun invariablemente debía incluir el contexto que articulaba lo general con lo particular. Era común escucharle decir que estudiar la historia colonial maya debía llevar a los historiadores a comprender la situación política y legislación en otras latitudes tan distantes como Europa, África o Asia. No era de extrañar que uno de los últimos proyectos en que estuvo involucrada tenía que ver, precisamente, con la tendencia historiográfica por escribir la historia total de un año. Según me contó estaba en contacto con un grupo de investigadores que planeaban desarrollar la historia de un año específico del siglo XVI, proyecto en el que su salud le impidió seguir participando.

Aunque la obra de Gudrun ha sido calificada como idealista en el ámbito político, dada la vehemencia con que exaltaba la participación comunitaria y equidad en las formas de gobierno de los pueblos mayas del pasado y del presente, a la luz de los años andados en campo, la visión de Gudrun no se muestra alejada de la realidad. Al contrario, el poder participar como observador de elecciones comunitarias, compartir palabras con quienes un cargo público pesaba sobre sus espaldas o la forma como se solventan conflictos intra e intercomunitarios, indican que esas otras formas de gobierno son posibles, a pesar de sus naturales contradicciones.

Su labor docente la acompañó hasta el final de sus días. Una de las últimas pláticas que tuve con ella, cuando su prodigiosa memoria y mente sobrepasaban los límites de su estancia en Xochimilco, Gudrun me enseñó que su compromiso social seguía firme. En esa ocasión ella no reconoció con quién charlaba, pero sí tenía claridad sobre su labor. Estaba entusiasmada con la idea de desarrollar un alfabeto que contara con grafías especiales para adecuarse a los fonemas propios de las lenguas mayas, lo que facilitaría su enseñanza y aprendizaje. Esa tarea la desarrollaron algunos religiosos durante el siglo XVI, así como ella misma durante su larga carrera docente, a la par de su querido Carlos y sus maestros tojolabales. Fue así como, entre las montañas azules de Chiapas, enseñando y aprendiendo, se quedó Gudrun años de años, dando nueva fuerza a la sentencia de José Saramago, otro escritor con quien comulgaba y que tuvo a bien expresar que “cuando se ha estado en Chiapas, ya no se sale jamás”.

Gudrun Lenkersdorf inició el camino de los ancestros el 30 de abril de 2023, un día 3 Iq’, de acuerdo con el calendario sagrado de 260 días utilizado cotidianamente por los mayas de las Tierras Altas de Guatemala, donde alguna vez participó como profesora en campañas de alfabetización en Totonicapán. Al ser despedido su cuerpo mortal, estuvo acompañada por sus alumnos, quienes le agradecimos con cariño por todo lo compartido. A manera de homenaje, dedicamos a su memoria unas palabras anotadas en aquel libro k’iche’, muchas veces leído por la propia Gudrun, el Popol Vuh:

Sólo vamos a emprender el regreso,

nuestra misión está cumplida,

nuestros días están completos.

Sentirán nuestra presencia;

¡No nos olviden,

no nos borren de su memoria!

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