Cinco razones relacionadas con cambios justifican el corte temporal en este trabajo y le quedan como "anillo al dedo" al caso que aquí presento. La primera es que en 1969 se publicó en español Zapata y la Revolución Mexicana de John Womack Jr., una obra fundamental de la historiografía morelense que marcó un antes y un después en los estudios sobre el zapatismo; la segunda, porque justo en el estado y aquel año se llevó a cabo la Tercera Reunión de Historiadores Mexicanos y Norteamericanos en Oaxtepec, un evento académico que impulsó de manera notable nuestra disciplina. Otras dos se relacionan con fechas conmemorativas: el primer centenario del nacimiento de Morelos como entidad federal y los cincuenta años a partir de la muerte de Emiliano Zapata Salazar. La quinta, en cuanto al año 2000, es más que simple: el cierre del siglo pasado resultó práctico al momento de limitar la selección, para observar y hacer el recuento de productos.
En aquel encuentro de Oaxtepec, la presencia de Luis González como ponente del tema regional y parroquial fue relevante. Además de señalar los lineamientos básicos de la microhistoria y aportar datos acerca de quienes cultivaban y abogaban en favor del género, dicho historiador hizo una crítica a la obra Veinticinco años de investigación histórica en México ,1 que había sido publicada entre 1965 y 1966 por El Colegio de México, acusando que en el balance de la cosecha nacional no se habían incluido los frutos locales; sacó a colación lo que había valorado antes Alfonso Reyes: que en muchos autores lugareños "están las aguas vivas, los gérmenes palpitantes" y mencionó asimismo que, cuando se proyectaba aquel estudio,2 alguien recordó el contenido de una carta escrita por don Alfonso a Daniel Cosío Villegas, que decía: "Es tiempo de volver los ojos hacia nuestros cronistas e historiadores locales y recoger, así, la contribución particular de tanto riachuelo y arroyo en la gran corriente de nuestra epopeya nacional [...]. Habría que comenzar por un inventario, por una bibliografía metódica, que usted bien pudiera encargar a los [...] colaboradores de su revista".3 Luis González propuso que debía atenderse ya la petición de Reyes y agregó: "Mi ponencia llega muy temprano, y siempre será penoso el llegar con demasiada anticipación a un quehacer o una fiesta [...]. A pesar de que hasta ahora la historiografía mexicana moderna de tema local no ha conocido todavía un momento de gran esplendor, hay dignos indicadores de la cercanía de un buen temporal".4
Entre los comentarios elogiosos que recibió aquel ponente, destacaron los de Wigberto Jiménez Moreno, quien al referirse al libro Pueblo en vilo. Microhistoria de San José de Gracia, 5 recién publicado en el 1968, lo calificó de "obra extraordinaria" que presentaba "la culminación de la historia parroquial".6 Los planteamientos metodológicos, llevados a la práctica en este libro por el autor, quedaron inscritos en la Memoria de Oaxtepec, así como en otros textos de tipo teórico familiarizados con la microhistoria.
Muchas de esas propuestas han resultado útiles hoy como ayer al hacer la selección, valoración y el balance de la producción histórica local. Quiero resaltar cuatro de ellas: la primera es una de las tantas definiciones sobre el concepto "microhistoria": se trata de una "historia generalmente tachonada de minucias, devota de lo vetusto y de la patria chica, que comprende dentro de sus dominios a dos oficios tan viejos como lo son la historia urbana y la pueblerina". La segunda designa que lo importante del objeto no es el tamaño del espacio que se estudia, sino "la cohesión del grupo", lo reducido de él; cómo se enfocan sus cosas y "lo minúsculo" de ellas. La tercera privilegia una de las "justificaciones" del método en cuestión: localmente, se "abarca la vida integralmente", las manifestaciones humanas y en ocasiones las naturales; se recuperan "la familia, los grupos, el lenguaje, la literatura, el arte, la ciencia, la religión, el bienestar y el malestar, el derecho, el poder, el folklore"; porque "no hay disciplina que se presente tanto a la visión del hombre entero, a la historia integral, como la microhistoria". La cuarta idea se refiere a las fuentes; además de los documentos, se distingue a la tradición oral como un testimonio válido.7
En este trabajo me propongo distinguir las principales características de la producción histórica morelense publicada en el periodo 1969-2000 y presentar comentarios, unos más breves que otros, sobre las obras seleccionadas. Una bibliografía comentada y una antología de textos históricos de Morelos, aún inédita,8 han sido las piedras angulares de este estudio y en especial para distinguir los materiales que se publicaron entre 1969 y 1990. Los posteriores a este último año están dispersos; se localizan en bibliotecas particulares y públicas especializadas, tanto de la ciudad de México como de Cuernavaca. No pretendo hacer un análisis historiográfico, pues esta tarea implicaría un estudio más largo y profundo; lo anterior, sin embargo, no significa que deje de mencionar algo acerca de los autores, de los planos heurístico y hermenéutico así como de la arquitectónica y el estilo de las piezas. Destacaré sólo las obras que, en mi opinión, han enriquecido el conocimiento histórico sobre el estado en cuestión y algunos de sus lugares, las que por sus temas específicos han aportado "datos menudos" de un sitio, cierta actividad, instituciones, personajes, hechos y fenómenos singulares de la entidad.
Rasgos de la producción histórica morelense (1969-2000) selección de textos
Las obras del periodo están más a nuestro alcance que otras que les preceden,9 sobre todo para quienes habitamos en el centro de la república. Este acceso se debe a que las editadas en nuestro país tuvieron un amplio tiraje y sus lugares de origen fueron la ciudad de México o Cuernavaca, la cercana capital de Morelos. Su promoción y su difusión han sido impulsadas por los gobiernos local y federal en respuesta a la política descentralizadora del estado, que briosamente arrancó a partir de los años ochenta y gracias a la cual proyectos, cursos, seminarios, certámenes, eventos y centros de investigación regionales cuentan hoy día con apoyo material y una sólida infraestructura. A cien años de la creación del estado y a los cincuenta del asesinato de Zapata se llevó a cabo, por ejemplo, una serie de encuentros académicos a nivel local y estatal, cuyos frutos se publicaron en colecciones y ediciones alusivas a esos hechos. El diálogo entre historiadores y otros científicos sociales sobre temas regionales demuestra el carácter interdisciplinario de nuestra ciencia y ha nutrido además el acervo de Morelos; los resultados del quehacer hecho en el territorio nacional y otros espacios han sido publicados con notable auspicio institucional, a veces en forma conjunta, especialmente por centros de educación superior como la Universidad Autónoma del Estado de Morelos, la Universidad Nacional Autónoma de México, la Escuela Nacional de Antropología e Historia, El Colegio de México, el Instituto Nacional de Antropología e Historia y el Instituto de Investigaciones Doctor José María Luis Mora.
En los materiales históricos de 1969 a 2000 predomina el carácter monográfico; por lo general los estudios son más analíticos que sintéticos; hay una proporción equitativa de libros, folletos, artículos y ensayos. Destacan las bibliografías comentadas,10 que aparecen, por lo general, dentro de obras librescas, y las guías de archivos, entre ellas la de Genovevo de la O elaborada por Laurentino Luna y otros;11 la del Fondo Jenaro Amezcua, a cargo de Ricardo Pérez Montfort,12 y la referente a la parroquia de Zacualpan de Amilpas, realizada por Irene Aguilar, Marcela Pellón y Alejandra Vigil,13 entre varias.14 Señalo también la producción de algunas biografías.15 Una mención especial merecen el rescate y la preservación de testimonios orales, fotografías y otras fuentes de tipo documental, hemerográfico y bibliográfico, realizados por el morelense Valentín López González, actual "guarda"16 histórico más importante de la entidad, quien además de ser cronista de Cuernavaca y director del Centro de Documentación del Estado, así como autor de numerosos libros y artículos y promotor de publicaciones,17 posee una biblioteca y una colección particulares impresionantes.
Hay un equilibrio en cuanto al origen nacional y extranjero de los autores; la mayoría de los extranjeros nació en Estados Unidos y América del Sur. Algo que me alarma es la baja de plumas morelenses. Muchos de los interesados en los temas del estado, andamos por los cincuenta; los mayores nacieron en los años veinte, mientras que los más jóvenes, alrededor del movimiento del 68. Abundan los antropólogos y los historiadores; siguen los geógrafos, los economistas, los sociólogos y los politólogos; hay menos abogados. Nuestra formación se revela en los temas de los trabajos, en el modo de armarlos, con qué bases y lenguajes. Tales rasgos son propios del avance historiográfico en los ámbitos local, regional y nacional de un proceso en el que se manifiesta nuestra particular historia si de profesionalización se trata. En el periodo se denotan cualidades de generaciones que han ido dejando la historia de bronce; los más de sus representantes prefieren la de tipo crítico y se adentran en los asuntos históricos locales y regionales; algunos nacionales sufrieron el impacto del movimiento de 1968, y hay varios que constituyen una elite intelectual.18 Esta generación se ha definido bien en cuanto al campo de su especialidad; muchos, colegas o no, tienen tiempo completo en sus centros de trabajo; se reúnen dentro y fuera del país; gozan de año sabático y estímulos al desempeño académico; se les premia, califica y descalifica; echan mano de papeles recuperados y archivos reorganizados,19 de fotos terrestres y aéreas, fuentes escritas y orales, y tienen medios electrónicos con los que divulgan, reproducen y también sufren cuando "falla la página o se cae el sistema".
Los periodos y asuntos más recurrentes pertenecen a la Colonia y al proceso del zapatismo; en ambos casos, la visión social y la económica abundan. Dos temas marcan continuidad: las haciendas y el azúcar. Gradualmente ha ido aumentando la tendencia a ver las cosas morelenses a partir de la historia de localidades y regiones internas, promoviéndose más la inducción; y, al desentrañar lo propio de la gente, los grupos de poder, los pueblos, las haciendas, comunidades y ciudades, se han enriquecido aún más los estudios realizados desde la perspectiva de la microhistoria; es cuestión de método. La producción histórica de Morelos, durante el periodo y en especial la del último decenio, en cuanto a las tendencias intelectuales responde más a factores "endógenos", mientras que la anterior a los "exógenos", entendiendo de acuerdo con Álvaro Matute que hay una historia escrita
producto de necesidades propias del medio que las genera. En ese sentido, la historiografía mexicana de todos los tiempos ha sido endógena: manifestarse comprometida con la realidad que la sustenta; del otro lado, lo exógeno [...] obedece a los dictados del exterior, [su] valor reside en que trae nuevos aires refrescantes sobre todo en lo que se refiere a la apertura temática y a la renovación metodológica.20
Zapatismo y el hombre de Anenecuilco
"Un libro acerca de unos campesinos que no querían cambiar y que, por eso [...], hicieron una revolución" es Zapata y la Revolución
Mexicana21 del historiador norteamericano John Womack Jr.,22 quien con estas palabras iniciales, hoy famosas, cautivó a sus lectores. Es una pieza fundamental de la historiografía sobre el tema en cuestión y, como continúa diciendo el autor, se trata de un estudio que pretendía ser una "historia social y no de sociología histórica", que no intentaba "elucidar [...] abstractas cuestiones de clase",23 un relato entretejido de un análisis, elemento sumado a una inducción continua y a la comparación de casos, ordenado en secuencia cronológica. Es un texto ágilmente narrado, escrito con metáforas y anécdotas, con simpatía y una pluma mordaz, no exento de una visión maniquea. Es una investigación acuciosa y exhaustiva24 sustentada en un sólido aparato crítico, la cual a partir de los setenta innovó el conocimiento histórico sobre el zapatismo por su explicación social, la aportación en cuanto a la crítica y la selección de fuentes,25 así como por su estilo, un rasgo notable por la fuerza de la narrativa. Womack retomó la idea del calpulli , basándose en la obra de Jesús Sotelo Inclán,26 y explicó la existencia de una secular lucha agraria en la región morelense, concibiéndola como una tradición local. Realizó un seguimiento del caudillo sureño, de quienes lo rodearon y apoyaron, así como de sus orígenes y por qué se lanzaron a la lucha; consideró sus comportamientos, siendo dueños del territorio, cuando se les sometió y volvió la paz y, después, cómo los trató el destino. En su observación de las andanzas zapatistas en Morelos y las entidades vecinas, permite apreciar cómo la causa agrarista, inicialmente local, al rebasar sus límites se convirtió en regional.27
Una obra valiosa por la diversidad de asuntos que contiene, así como por los testimonios recuperados y la información novedosa de varios combatientes y jefes zapatistas, es Documentos inéditos sobre Emiliano Zapata y el cuartel general: seleccionados del Archivo de Genovevo de la O, que conserva el Archivo General de la Nación, 28 en la que, además de este archivo, se seleccionaron otros materiales del fondo Correspondencia de Emiliano Zapata. Esta compilación documental realizada por Mirta Rosovsky, con la colaboración de Guadalupe Tolosa y Laura Espejel, fue una de varias más que se promovieron en Morelos con motivo de los cien años del natalicio de Emiliano Zapata.
Otro producto de esa conmemoración fue Emiliano Zapata y el movimiento zapatista. Cinco ensayos. 29 Incluye los trabajos cuyo orden corresponde al lugar obtenido en el certamen "Primer Concurso Nacional de Ensayo Histórico sobre el tema Emiliano [...]":30 1o. "Genovevo de la O y el movimiento zapatista en el occidente de Morelos y sur del estado de México", de Martha Rodríguez García; 2o. "Peones y campesinos zapatistas", de Aquiles Chiu Amparán; 3o. "Algunos cuadros históricos sobre Emiliano Zapata y el zapatismo (1911-1940)", de María Eugenia Arias Gómez; 4o. "El papel de Emiliano Zapata en el movimiento zapatista y la Revolución Mexicana: una interpretación marxista", de Juan de Dios Vargas Sánchez, y 5o. "El general Emiliano Zapata y el movimiento zapatista en el estado de Guerrero", de Guillermo Martínez. Al momento de publicarse, en 1980,31 la obra resultó bastante novedosa; su importancia radica en la diversidad metodológica y temática; el rescate biográfico de De la O; los testimonios orales y la diversidad de origen de los participantes zapatistas; la contrastante imagen de Zapata a través de la historiografía mexicana, 1911-1940, etcétera.
Emiliano Zapata. Revolution and betrayal in Mexico,32 una semblanza del hombre de Anenecuilco escrita por el profesor estadounidense Samuel Brunk y publicada en 1995,33 tuvo como principal propósito proporcionar una "muy necesitada biografía política" del caudillo, así como demostrar que sus acciones y elecciones tuvieron un impacto histórico.34 A través de una exposición clara, sustentada en un sólido aparato crítico, el autor desenvolvió la vida de don Emiliano, entretejiéndola con el curso del zapatismo en el proceso revolucionario entre 1911 y 1919; observó el origen, la continuidad y los límites del movimiento sureño, dando a conocer sobre todo sus aspectos políticos, las causas de su fuerza y debilidad, el peso de sus alianzas y oposiciones, las diferencias entre los participantes de procedencia rural y urbana, en especial de los intelectuales. En su inquietud por explicar el porqué del mito de Zapata, Brunk reconsideró algunos aspectos legendarios, intentando deslindar lo humano del personaje, haciendo énfasis en su individualidad ; además de presentar a un sujeto más asequible, de carne y hueso, con virtudes y defectos, denotó la importancia de su ser como líder a nivel local y regional, la relación con sus seguidores y enemigos; asimismo, aportó anécdotas y datos familiares y cotidianos novedosos. En este sentido, el libro supera a muchos de su género. Para su investigación, Brunk manejó documentos y fotografías de archivos;35 entrevistas a veteranos zapatistas; manuscritos inéditos, así como artículos, libros y folletos especializados.
Una aportación al conocimiento de la guerra, temática poco estudiada, es La irrupción zapatista, 1911, 36 de Francisco Pineda Gómez.37 Se trata de un trabajo generoso, escrito con claridad y fluidez, a través del cual se distinguen sus méritos heurístico y hermenéutico por su solidez y logros en la comprensión del objeto. Pineda hizo su trabajo "desde el ángulo de la guerra" con el fin de explicar el nacimiento del zapatismo a partir de tres planteamientos centrales: a) "la promulgación del Plan de Ayala significó un cambio de calidad del movimiento insurreccional del sur"; b) "¿qué es lo que llevó a los zapatistas a la ruptura con el gobierno surgido de la revolución antidictatorial?", y c) "rastrear, en la experiencia inmediata de los zapatistas, el progreso de su fuerza". Para alcanzar estos propósitos, el autor consideró necesario desenvolver la temática en "un marco histórico amplio", por lo que atendió lo propio de la tecnología, del pensamiento y de la expansión territorial de los dominadores, así como otros asuntos: "los lazos de cuatro siglos", "las relaciones de parentesco del poder", "el racismo" y "las doctrinas militares que acompañaron al imperialismo en la cuna".38 Para realizar su investigación, Pineda se basó en libros, artículos y entrevistas del Programa de Historia Oral (INAH); fichas documentales microfilmadas del Archivo Histórico de la Secretaría de la Defensa Nacional, documentos de la colección telegráfica de Porfirio Díaz, del archivo del gobierno de Francisco León de la Barra y del Fondo Gildardo Magaña ( CESU, UNAM), así como otros localizados en el Archivo General de la Nación, en los acervos Genovevo de la O, Emiliano Zapata, Revolución y Gobernación.
Un libro coordinado por Laura Espejel, producto de "un taller"39 y salido a la luz en 2000, fue Estudios sobre el zapatismo; 40 con una presentación de Salvador Rueda, conclusiones de Francisco Pineda y 19 trabajos, su hilo conductor fue el ejercicio historiográfico. Este último asunto, abordado por Felipe Ávila en "La historiografía del zapatismo después de John Womack" y Renato Ravelo en "El zapatismo en el estado de Guerrero", se complementó con reflexiones de Rueda, del mismo Womack y otros, así como con los resultados "pragmáticos" de las investigaciones. El volumen contiene diversas y novedosas perspectivas, fuentes, preguntas y propuestas; entre varios asuntos destacan los niños, la familia, la mujer, el financiamiento, la utilización de recursos y servicios, la mitología, la identidad, la enfermedad, la religiosidad, etcétera. Asimismo, contiene trabajos muy interesantes como el de Beatriz Cano acerca del "significado y peso cuantitativo de la presencia de la enfermedad y el de las cifras de defunciones por la guerra"; el de Olga Cárdenas sobre la coronela Amelia Robles; el de María Eugenia Fuentes en torno de la religiosidad dentro del zapatismo; el de Alicia Olivera, "lo que los zapatistas dicen de sí mismos como sujetos de su propia revolución"; el de Eugenia Meyer sobre "el rescate de la presencia de los niños en la revolución zapatista"; el de María Eugenia Arias Gómez, Samuel Brunk y Margarita Carbó, en el que se acercaron a Emiliano Zapata "como materia de fuerza, de lucha y de esperanza",41 y el de Francisco Pineda y Ricardo Pérez Montfort, quienes, desde ópticas diferentes, abordaron el tema de la imagen y el discurso político que construyeron los gobiernos de Díaz y Madero acerca del indio sureño y su revolución. Entre otros coautores menciono a Horacio Crespo, Ruth Arboleyda, Catherine Héau, Gloria Villegas y Anna Ribera.
Marquesado, haciendas y azúcar
Una obra imprescindible para conocer el desarrollo histórico de aquella institución colonial, significativa en el acontecer pasado de la región morelense, es El marquesado del Valle: tres siglos de régimen señorial en Nueva España, 42 publicada en 1969 y de la pluma de Bernardo García Martínez. El objeto del autor fue estudiar el caso concreto del señorío, observando sus orígenes, su etapa "adolescente" y "adulta", así como su "anatomía", para comprender el sistema señorial en Hispanoamérica. García Martínez destacó la presencia de Hernán Cortés y, entre otros asuntos, su lucha contra las audiencias; el asentamiento de las autoridades señoriales y la suerte que corrió el marquesado en manos de los descendientes del conquistador. A través de su exposición, desenvolvió los rasgos de la conformación jurídica, del gobierno y la administración, las particularidades económicas y sociales, así como los cambios y continuidades de dicha institución. La mayor riqueza del libro consiste en la parte heurística, tanto por las bases documentales manejadas por el autor -del ramo Hospital de Jesús del Archivo General de la Nación- como por los cuadros, mapas y particularmente los apéndices, que señalan y ubican los lugares interiores del marquesado y sus superficies; asimismo, distinguen datos acerca de la población, del gobierno y de quienes lo representaron.43
Sobre el tema de las haciendas, prolífero en la historiografía morelense, distingo La hacienda azucarera de los marqueses del Valle, 1535-1910, 44 editado en 1970 y escrito por el geógrafo norteamericano Ward Barrett, quien, con el fin de complementar sus proyectos de investigación sobre el cultivo de la caña en América durante la Colonia, dejó una visión histórica muy completa sobre las características tecnológicas e industriales, la administración, las relaciones y el funcionamiento en el interior de aquella unidad productiva, cercana a Cuernavaca, que fuera propiedad de Hernán Cortés, desde que la fundó hacia 1535, y de sus herederos, hasta poco después de la Revolución. Barrett manejó principalmente documentos del ramo Hospital de Jesús del Archivo General de la Nación, y aportó una obra rica por su bibliografía, mapas, fotografías aéreas, apéndices y láminas.
Una investigación sobre el proceso de la tenencia agraria de los pueblos y la suerte que cada uno de ellos corrió al preservar o no sus tierras, la expansión de las haciendas y la dotación y los pleitos agrarios durante casi tres siglos fue realizada como tesis por Alicia Hernández Orive, con el título de Haciendas y pueblos del estado de Morelos , 1535-1810, 45 para adquirir el grado de maestra en Historia en 1973. La autora completó su exposición con una cronología referente a los pueblos y el informe de tierras y tributarios de la villa de Cuernavaca; para lograrla, se sustentó en documentos del Archivo General de la Nación y del Departamento de Asuntos Agrarios y Colonización, secciones ejidal y de deslindes comunales (Archivo de la Secretaría de la Reforma Agraria), así como en una copiosa bibliografía.
Para conocer las condiciones socioeconómicas en otra de las unidades del estado, en particular sus fluctuaciones materiales, cabe señalar "La hacienda azucarera de Atlacomulco, México, entre 1817 y 1913 ",46 un artículo clásico de la literatura histórica morelense, publicado en 1977 y escrito por el economista checo Jan Bazant. Además de otros aspectos y espacios relacionados con aquélla, el autor atendió la presencia de su apoderado Lucas Alamán y, con base en la correspondencia sostenida entre éste y el administrador de la hacienda, propuso hipótesis interesantes para explicar por qué, a pesar del espíritu empresarial de don Lucas, dicha hacienda no alcanzó el éxito; Bazant distinguió además el papel desempeñado por Juan Bautista Alamán, quien sustituyó a su padre en el cargo.
Lo más relevante y singular de las unidades productivas locales, del dominio en cuanto al uso del suelo y la fuerza de trabajo y la presencia de los empresarios y las relaciones sociales en Morelos, se observa en Crecimiento y rebelión: el desarrollo económico de las haciendas azucareras en Morelos 1880-1910, 47 un ensayo del antropólogo social guatemalteco Roberto Melville, editado en 1979. Al considerar aquel crecimiento, el autor aportó un modelo, el fenómeno del desarrollo de sistemas agroindustriales en manos de empresarios nacionales, y lo ejemplificó a través de aquellas unidades; observó además la superficie cosechada en ellas; la producción de miel y azúcar en la entidad; los precios del azúcar refinada en la ciudad de México; la expansión del mercado interno, así como el impacto de la construcción del ferrocarril y de las reformas a la estructura fiscal, entre otras cosas. Melville manejó libros, artículos y materiales de archivos norteamericanos48 y rescató documentos fundamentales distribuidos en cuadros y apéndices, materiales y datos que le die ron un peso heurístico notable a la obra.49
Un libro básico para entender el origen y la evolución de algunas unidades productivas en Morelos y otras entidades es La formación de la hacienda en la época colonial; el uso de la tierra y el agua, 50 de la pluma de Gisela von Wobeser.51 Además de su aportación analítica e informativa, se caracteriza por su explicación clara sobre los mecanismos políticos, económicos y sociales relacionados con la tenencia agraria, asimismo por la definición clara y sencilla de conceptos jurídicos de la época, para los cuales la autora escribió un glosario; otra parte que favorece a la obra es la iconográfica, integrada por dibujos, croquis y la selección de mapas y planos de haciendas, que von Wobeser realizó con base en una serie que encontró en el Archivo General de la Nación. En lo que corresponde a Morelos, da a conocer cómo se utilizaron principalmente el agua y la tierra, qué asuntos se relacionaron con ellos o giraron en torno de su propiedad y cuáles fueron los aspectos más importantes en el proceso de formación y consolidación de las haciendas; asimismo nos permite comprender por qué y cómo durante la Colonia varió aquel uso, a partir de que los españoles se adueñaron de los recursos y desplazaron gradualmente la economía indígena.
Otro texto en el que destaca la visión socioeconómica sobre las haciendas azucareras, y su relación con los pueblos y rancherías, es Rural society in colonial Morelos de la norteamericana Cheryl English Martin.52 Se trata de un estudio basado principalmente en documentos del Archivo General de la Nación, ramo de Tierras y Hospital de Jesús, y otros de la Sociedad de Genealogía de la Universidad de Texas en Austin, en el que su autora hizo hincapié en la sociedad rural de la región morelense durante la época virreinal, observando diversas etapas y trazando periodos no convencionales; inicia con las consecuencias de la Conquista, 1521-1580; sigue con el desarrollo de la industria azucarera, 1580-1650; los patrones de asentamiento y los cambios demográficos, 1603-1750; los cambios en los patrones del uso de la tierra, 1650-1760; la expansión de la agricultura comercial, 1760-1810, y finaliza con los pueblos indígenas del Morelos colonial.
En Haciendas de Morelos 53 se logró una exposición generosa e interesante sobre los rasgos integrales y los cambios ocurridos en las unidades de producción azucarera, minera, cerealera, ganadera, en fábricas, fincas e ingenios del estado, enfatizando en la descripción del espacio físico, las cualidades arquitectónicas y "su significado dentro del contexto histórico-social".54 Esta obra, en la que participaron Brígida von Mentz, Beatriz Scharrer, Sergio Estrada Cajigal y Alfonso Toussaint, entre varios más, contiene un esfuerzo didáctico y una explicación clara de los coautores, sugestivas reflexiones como las de Von Mentz, así como anécdotas y recuerdos en torno de las haciendas, a cargo de Estrada Cajigal. Además de bibliografías, fotografías y reproducción de planos y plantas arquitectónicos, el libro se distingue por sus muy útiles fichas sinópticas y documentales que enriquecen la exposición.
Un ensayo básico para comprender los cambios económicos en la producción azucarera y su comercialización, así como la modernización de las técnicas utilizadas en las haciendas morelenses, es "Azúcar y burguesía. Morelos en el siglo XIX" del historiador italiano Domenico Sindico.55 Este trabajo se distingue en particular por sus aportes metodológicos: una interpretación realizada desde una perspectiva regional y marxista, una riquísima información en el cuerpo del texto y los cuatro apéndices, así como por un sólido aparato crítico. Para realizar su investigación, el autor manejó documentos del Archivo Histórico de los Tribunales de la ciudad de México y una memoria de gobierno local, un texto de Juan B. Alamán, así como fuentes secundarias. Sindico analizó la evolución de la entidad morelense con base en la transformación de las grandes haciendas azucareras y asienta que éstas dominaron la economía regional, determinando el ritmo de crecimiento económico local y las relaciones de producción; consideró que el cambio de viejas unidades a modernas fábricas sólo era posible si los propietarios podían integrar a aquéllas a nuevos complejos productivos. Observó el giro en la producción entre 1880 y 1910,56 el origen de la maquinaria, la concentración de la tierra y la importancia de contar con ésta, agua e infraestructura; a la par, desarrolló la gestación y consolidación de una burguesía y propuso, entre otras ideas sugerentes, que su poder rebasó los límites regionales. Para el autor, esta burguesía desarrolló el proyecto material del porfiriato en forma eventual, y, por sus características y necesidades, "no era regional"; "su evolución es un problema histórico nacional, aun cuando sea estudiado en el marco de las condiciones regionales particulares".57
Una obra -mediante la que se observan los cambios fundamentales que hubo en la región de Cuernavaca y las Amilpas durante largo tiempo, así como en otros espacios ocupados por la caña de azúcar- importante para conocer el origen y la evolución del dulce producto en diversas etapas y zonas de nuestro país es Historia del azúcar en México ,58 elaborada por Sergio Reyes Retana, Enrique Vega Villanueva, Arnulfo Embriz, Carlos Zolla, Carlos González Herrero, Alejandro Pinet y Beatriz Scharrer, bajo la dirección y con la participación del investigador argentino Horacio Crespo, quien entre otros planteamientos señala: "La etapa armada de la Revolución hizo salir momentáneamente de la producción al espacio que había sido tradicionalmente el mayor productor del azúcar del país, Morelos".59 Es éste un estudio acucioso que constituye un pilar de la historiografía sobre el tema, en el que se analizan y comparan casos concretos sustentados en fuentes primarias y secundarias, con investigación original basada en documentos de archivos y hemerotecas "para elaborar secciones completas de la obra";60 asimismo se apoya en entrevistas, estadísticas, artículos, libros y revistas especializados. A través de sus dos volúmenes conocemos sobre el cultivo, la producción y la industrialización de la caña; los cambios tecnológicos en su proceso; la comercialización del azúcar y de sus derivados y sus precios; acerca de sus aspectos en las formas de trabajo, el contexto social y las luchas de los esclavos; su presencia en la cultura y la dieta de los mexicanos, así como las características de la reforma agraria, las organizaciones empresariales y las políticas del Estado en relación con la industria, etcétera.
En Azúcar y trabajo. Tecnología de los siglos XVII y XVIII en el actual estado de Morelos, 61 Beatriz Scharrer62 se propuso llenar el vacío de información sobre la tecnología empleada en el medio rural para el cultivo y la transformación de los alimentos, la construcción de casas, el transporte de productos, etcétera, analizando "el funcionamiento de uno de los complejos agroindustriales que se edificaron en la Nueva España". Asimismo, Scharrer da a conocer los cambios tecnológicos en los ingenios, las formas como se organizó el trabajo en ellos durante aquel tiempo, y muestra que los cambios contribuyeron al desarrollo posterior de la industria azucarera. Amén de lograr estos propósitos, Scharrer aportó una visión distinta sobre las haciendas como "meros símbolos de status social y unidades de producción aislada y autosuficiente"; para ella, los ingenios y los molinos de trigo constituyeron "las primeras agroindustrias novo-hispanas". Echó por tierra la versión de que las transformaciones en la maquinaria para procesar la caña se dieron a finales del XIX; usó el concepto "cambio tecnológico" refiriéndose a instrumentos de trabajo, maquinaria y herramienta y, en relación con las técnicas, atendió el proceso y la organización laborales, el aprovechamiento de los campos de cultivo y la utilización del espacio dentro de los edificios.63 Entre otras aportaciones, comprendió cuándo, por qué y en qué se emplearon esclavos negros, así como las tareas de los trabajadores eventuales y los residentes.64 Scharrer manejó 57 inventarios de haciendas azucareras del valle de Cuernavaca y Cuautla Amilpas (1549-1807), así como documentos pertenecientes a los ramos Bienes Nacionales, Tierras, Civil, Histórico de Hacienda, Hospital de Jesús y General de Parte del Archivo General de la Nación.
Gente de Morelos
Un ensayo clásico65 sobre esta temática es... Y venimos a contradecir. Los campesinos de Morelos y el Estado nacional 66 del antropólogo social Arturo Warman Gryj, quien se propuso "narrar la persistencia de un grupo campesino en México" y dar a conocer qué factores permitieron su carácter "irrenunciable", su papel dentro del capitalismo y su relación con el Estado.67 La aportación más rica en la obra es el análisis de las diferencias socioeconómicas en el oriente: el color y la lengua, la forma de tenencia agraria, las referencias a las haciendas de Tenango y Santa Clara así como el papel que desempeñaban los trabajadores en ellas a lo largo de varias épocas.68 Otros logros se observan en la crítica hecha al Estado, la relación del campesinado con otros sectores dentro del ámbito local, regional y nacional y el énfasis en las condiciones sociales y materiales en la época porfiriana tras el establecimiento de sistemas agroindustriales. Warman observó la presencia de dos actores principales en el proceso de cambio más profundo, los campesinos y el Estado, y expuso las particularidades de hechos y casos personales o grupales, de fenómenos y conceptos, para dejar una visión de conjunto. Apoyó sus pasos en datos recogidos durante su trabajo de campo y se sustentó en modelos teóricos, revelando que su postura ideológica "se deriva del marxismo entendido ampliamente". Warman tuvo como herramientas testimonios orales, una fuente periódica y libros especializados; su obra se caracteriza por su sencillez y el método de exposición, sobre todo por su clara explicación.
En Pueblos indios, mulatos y mestizos 1770-1870. Los campesinos y las transformaciones protoindustriales en el poniente de Morelos, 69 la antropóloga Brígida von Mentz70 observó esta zona interior del estado preguntándose: ¿qué pasó a nivel regional en México cuando sucedieron importantes transformaciones socioeconómicas?; ¿qué variables hubo en las comunidades durante el periodo de transición al capitalismo, "fenómeno que se percibe como un proceso que es abrupto y que ocurre únicamente en el nivel de la producción"?; ¿qué efectos tuvieron los cambios de la producción comercial de las haciendas sobre la sociedad rural y los pueblos a su alrededor?, y, en el paso de la Colonia a una nación independiente, ¿variaron sustancialmente éstos en términos demográficos, económicos, políticos y sociales, de tal modo que reflejaran cambios profundos más allá de los formales-políticos ocurridos?71 Para responder, la autora consideró algunos aspectos de vida y lo que acontecía en el interior de los pueblos de agricultores entre 1770-1870; analizó sus orígenes, las diferencias en la producción, el gobierno y los habitantes; trabajó el entorno socioeconómico, incluyendo en él a las empresas azucareras.72 Sus principales bases para lograr la investigación fueron documentos del Archivo Municipal de Mazatepec, del Archivo Histórico del Estado de México, del Archivo General de Notarías de la Ciudad de México, del Archivo Histórico de la Secretaría de la Reforma Agraria y del Archivo General de la Nación. Recurrió también a libros y artículos.
Una obra que permite conocer los cambios culturales en Tepoztlán73 es Celsa 's world. Conversations with a Mexican peasant woman ,74 "compilación de remembranzas orales" realizada por el antropólogo norteamericano Thomas C. Tirado,75 quien, aclara, siguiendo la tradición de Ricardo Pozas y Oscar Lewis, escogió el uso de la autobiografía "para acercarse en la narración a la acción de la historia". Tirado señala también que en este "relato de primera mano sobre la vida en una comunidad indígena-campesina", los locales hicieron significativo el paisaje social, en especial la protagonista, pues "una de las formas válidas de estudiar el pasado es escuchar qué es lo que tienen que decir sobre eso los participantes" y la mejor manera de entender el mundo íntimo de Celsa, "el cual [era] ajeno para la gran mayoría de nosotros, [fue] dejar que ella nos [contara] la historia".76 Entre los cambios habidos en la comunidad, aquél destaca que, en 1979, se inició un camino de grava que luego se pavimentó; para los locales, el impacto fue dramático, el deterioro de la unidad familiar empezó por las presiones de la industrialización moderna. No obstante, concluyó el autor, si la tradición indígena no continuaba por mucho tiempo, la vida del pueblo no se destruiría, las viejas tradiciones garantizarían su supervivencia.77
Un producto de investigaciones llevadas a cabo en el Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social, en cuyos "resultados parciales" se analizaron 'la organización del trabajo78 y la actuación de algunos grupos y clases sociales en el medio rural" de nuestro país,79 es Trabajo y sociedad en la historia de México. Siglos XVI-XVIII, 80 constituido por ensayos de varios autores, entre ellos Gloria Artís, Clara Elena Suárez y Brígida von Mentz. En relación con Morelos, el volumen contiene un análisis sobre los principales productos (harina y azúcar) que se procesaban en los valles de México y de Cuernavaca-Cuautla, y se vendían en la ciudad de México; cómo sus empresas eran distintas, pues la producción y la organización de los trabajadores obedecían a una lógica diferente. Se observan, además, rasgos sobre los arrieros de la jurisdicción de Cuautla en el siglo XVIII y los diversos dueños de mulas; acerca del trapiche, la casa de calderas y el purgar, sus requerimientos y producciones diversas, sus efectos, así como los cambios en la relación entre la hacienda y los pueblos. Asimismo se muestran elementos para diferenciar entre molineros, operarios y trojeros; para distinguir en lugar de indios o de habitantes de pueblos, a los vecinos de pueblos que fueron cabeceras políticas o religiosas, a campesinos labradores y campesinos-artesanos y artesanos, etcétera.
La formación del grupo de hacendados azucareros fue estudiada por la antropóloga María Teresa Huerta en un texto fundamental: Empresarios del azúcar en el siglo xix, 81 conformado por siete artículos.82 La autora observó la presencia del sector desde la Colonia y relacionó el acontecer histórico de la región con el de otros lugares; aportó líneas de investigación y una visión general sobre las aspiraciones y frustraciones empresariales de los azucareros locales, su desenvolvimiento en una etapa de crisis productiva y comercial acentuada por una inestabilidad política y los conflictos sociales y las intervenciones extranjeras en México, y, para ello, expuso casos concretos, aludiendo a la importancia de la dependencia económica de nuestro país y de las redes familiares en la consolidación del grupo. Entre otras cuestiones, Huerta se planteó: ¿quiénes fueron los dueños de las haciendas azucareras en los valles de Cuernavaca y Cuautla Amilpas entre 1780 y 1870?, ¿cuál fue su origen social?, ¿de dónde surgieron sus capitales?, ¿qué coyunturas determinaron su actividad política y económica?, ¿cuáles fueron sus nexos familiares?, ¿cómo transmitieron sus patrimonios? y ¿cómo se aprovecharon de los cargos públicos? Para responder, Huerta se basó en documentos del Archivo de Notarías de la Ciudad de México, del Archivo Judicial y del Archivo General de la Nación. Usó también libros y artículos.
Una fuente para conocer los recuerdos, las voces y las ideas de los trovadores de Tepoztlán es Los señores del gusto (testimonios), 83 escrita por la morelense María Guadalupe García Velazco, quien, con base en entrevistas realizadas por ella, se propuso rescatar "las vivencias de los campesinos líricos", "poetas populares que se niegan a permanecer olvidados ". Éste es un material singular, mechado de romanticismo, constituido por historias narradas durante "noches serenas de luna llena" con "olor a flor y bosque", acompañadas de tequila y cuerdas del bajo quinto, "palabras de amor, dolor o traición". Es un testimonio de "un pueblo de trovadores", "orgullosos de su terruño [...] y su voz" y "amantes de su cultura", en el que cada relato "nace del 'gusto' " de ser corridistas o simplemente unos señores del arte, como ellos mismos se definen, de aquellos tepoztecos que cantan a la vida, el amor, la patria chica y la tierra.84
Otros temas
Entre las obras sobre temas específicos y diversos85 considero principalmente tres, dos folletos de Valentín López González y un libro de Dewitt Kennieth Pittman Jr. La primera selección es Cómo nació el estado de Morelos a la vida institucional, 1869 86 realizado con fines didácticos y con motivo del centenario del estado, en el que don Valentín repasó la historia de su entidad desde la época prehispánica hasta la independiente, haciendo hincapié en el momento anterior a la creación del estado; refirió el surgimiento del tercer distrito militar, como antecedente fundamental en la vida soberana de Morelos, y consideró el interinato de Pedro Baranda y la elección del primer gobernador constitucional, Francisco Leyva.87 La segunda, El cuartelazo: Morelos, 1913, 88 constituye una historia sucinta89 sobre los hechos que llevaron al general huertista Juvencio Robles al poder tras derrocar al gobernador Benito Tajonar y dejar al estado en desorden constitucional. Es un texto enriquecido con las actas del Congreso de Morelos de abril de 1913, entre otras; el informe de Tajonar, y los discursos de José Diego Fernández.
La tercera obra merece un espacio aparte.90 Se trata de una investigación novedosa intitulada Hacendados, campesinos y políticos. Las clases agrarias y la instalación del Estado oligárquico en México, 1869-1876, 91 cuya temática se centra en particular en Morelos y fue escrita por el historiador estadounidense Dewitt Kennieth Pittman Jr. Es un análisis realizado desde un punto de vista "conscientemente regional", para dilucidar los rasgos que las alianzas oligárquicas y el desarrollo capitalista tuvieron en la entidad, y con el fin de comprender el caso de nuestro país. Asimismo es un estudio en el que se observan las relaciones establecidas con la clase agraria y se ubica dentro de la estructura de dominio de los hacendados del sur, que conformaron una burguesía agraria.92 Pittman revisó el gobierno de la naciente entidad y señaló que los hacendados vieron la gubernatura de Francisco Leyva como una imposición de Juárez; que éstos "se enfrentaron a una estructura de dominio potencialmente rival" en una región que consideraban suya y que las pugnas que después surgieron conllevaron a "la alianza oligárquica en 1876", a los mecanismos con los que se expandió el capitalismo y a las fuerzas que chocaron finalmente. Consideró además dos momentos importantes del estado en ciernes. El primero es cuando Leyva y los terratenientes se aliaron y el Estado aprovechó, mediante mecanismos, las ganancias de la industria azucarera. El segundo es cuando al desgajarse la coalición, los campesinos acudieron a don Porfirio; éste les prometió que reconocería sus reclamaciones agrarias, usó su apoyo para llegar al poder e inició una estructura oligárquica de autoridad nacional que lo mantendría en él, alianza oligárquica que subsistiría durante treinta y cinco años. Para realizar su trabajo, el autor se basó en documentos del Archivo de Ferrocarriles Nacionales, informes de gobierno, libros, artículos, tesis y entrevistas de historia oral.
En contraste con las anteriores obras, cabe destacar otros materiales de tema general. El primero es "Continuity and change in Morelos, Mexico",93 artículo del geógrafo norteamericano Peter Gerhard, quien se ocupó de la organización político-administrativa de la entidad durante el largo proceso de 1519-1524 a 1970, los confines de la región en las épocas prehispánica y colonial y cómo se transformaron por diversas causas, en especial por los cambios demográficos. El segundo es un libro de texto para la enseñanza primaria de cuarto, quinto y sexto grados, que pertenece a la colección publicada por la Secretaría de Educación Pública y fue coordinada por Luis González; se trata de Morelos: viento en la cima y fuego en el cañaveral ,94 escrita por el antropólogo Guillermo de la Peña, quien expuso los rasgos geográficos y una visión histórica de amplia duración del estado, mismos que enriqueció con mapas y otras ilustraciones. El tercer material es una compilación realizada por Horacio Crespo y Brígida von Mentz, que lleva por título Morelos: cinco siglos de historia regional ;95 en ella se incluyeron las ponencias presentadas en el Encuentro de Historiadores, Antropólogos y Economistas: La Historia Morelense en la Investigación Social, evento realizado en 1983 en Cuernavaca; la riqueza de esta obra consiste en la diversidad de temas y perspectivas que contiene.
Una monografía destinada a presentar una visión panorámica del pasado, presente y futuro de los locales es Morelos, el estado, 96 en cuya elaboración participaron David Moctezuma Navarro y Medardo Tapia Uribe, además de un grupo integrado por testigos del acontecer histórico, artistas, políticos y otros académicos e intelectuales de la entidad. Con un lenguaje sencillo y dividida en cuatro partes -la historia, la cultura, Morelos de hoy y Morelos del mañana-, esta obra se considera "una obra de morelenses -oriundos y por adopción- escrita para los morelenses", para que puedan verse reflejados e identificados a través de sus textos e imágenes, y con el fin de mostrar a otros mexicanos lo que pertenece al estado.97
La última obra, inédita, que ha sido aquí seleccionada por su aportación al conocimiento histórico sobre la Iglesia, la educación y el arte en el estado, es una tesis: La predicación dominicana en el siglo XVI. El caso de sus monasterios en el actual estado de Morelos ,98 sustentada por Hermelinda Casares Gil e Irma Priscila Harfush Meléndez. La investigación es rica por sus aportes heurísticos y su explicación a partir del método deductivo, así como por la síntesis lograda en algunas de sus partes; la exposición contiene dos análisis que confluyen: el histórico y el artístico. Casares y Harfush aclaran que "existen obras aisladas de algunos de los conventos; sin embargo, la presente investigación, hasta donde [nosotras] sabemos, engloba por primera vez todas esas fundaciones en un solo cuerpo e intenta relacionarlas", y que estudiaron los conventos dominicos morelenses del XVI "no como vacías descripciones arquitectónicas o pictóricas aisladas de su contexto, sino como la síntesis de las aspiraciones y los objetivos que consigo llevaban los frailes predicadores".99 Las autoras tratan la expansión evangelizadora de los predicadores hacia el valle de Morelos, la geografía y los episodios históricos del valle durante el periodo prehispánico y la Colonia; la ruta y el método de los dominicos en la zona, y entran de lleno después al estudio monográfico de los conventos establecidos por la orden en Oaxtepec, Yautepec, Tepoztlán, Tetela del Volcán, Hueyapan, Tlaquiltenango, Cuautla y Tlaltizapán.
Después de distinguir los rasgos de la producción histórica de Morelos, correspondiente al periodo 1969-2000, y de comentar las obras seleccionadas, se observan interesantes variables de cómo y con qué se rescata el pasado, el modo de comprender y explicarlo, así como las formas de escribir y estructurar los trabajos. El quehacer de los interesados en diversas temáticas de Morelos, además de aquellos cambios, denota qué instituciones y canales han promovido la publicación de obras, la difusión del conocimiento histórico.
Llegan a nuestras manos frutos sustanciosos y generosos, muchos de ellos sabrosos al paladar, fabricados con bases, estilos y modos diversos. Estos textos quizá no caben en el cajón de la microhistoria, pero al contestar nuestras preguntas se convierten en pilares de nuestra actividad, sobre todo cuando recreamos una vida pasada de manera integral y nos adentramos poco a poco en ella hasta la profundidad. Entre aquéllos, hay los que contienen minucias, atienden lo vetusto y las cosas de la patria chica; otros comprenden historias de sitios urbanos y pueblerinos, de regiones internas en la entidad. Varios estudian las cosas concretas de grupos de poder locales, de la gente; enfocan sus cosas y "lo minúsculo" de ellos. En varios más se observa la vida pasada y actual del estado y algunas de sus localidades, a través de sus factores económico, social, político y cultural. Entre las temáticas más importantes, la referente a las haciendas y al azúcar rebasa a las demás; entre los recursos que los autores han utilizado para lograr sus estudios, los documentos de archivos ocupan un lugar destacado y se distingue además la importancia del manejo de entrevistas y fotografías.
El acervo histórico de Morelos se ha nutrido gracias a que la entidad ha sido y es un campo de estudio amplio en el que investigadores especializados, por lo general de otras entidades del país y de otras naciones, continúan realizando trabajos de historia, arqueología, antropología, geografía, economía y diversas materias que lo enriquecen. Los autores morelenses cuyas obras se han publicado en el periodo, si acaso no son muchos, revelan la preocupación por rescatar, salvaguardar y difundir los elementos de su pasado y su presente; aun sin ser historiadores profesionales, la mayoría ha escrito con el claro propósito de dejar testimonios del acontecer, y lo han difundido a través de libros, artículos, folletos y conferencias.100 En el caso de esa entidad del centro-sur de México, se ha cumplido, en parte, gracias a lo que argumenta Luis González:
La historia de lugares pequeños tiene muchas posibilidades en la República Mexicana; [...] por lo rico y múltiple de las fuentes locales, a pesar de lo disperso, caótico y maltratado de [ellas]. La tradición oral está muy viva entre lugareños y es un tipo de testimonio [...] fecundo si se trabaja con los métodos afinados de la entrevista. Los papeles de las haciendas, los diarios, las genealogías, las memorias, las hojas sueltas, los epistolarios de las amas de casa, los libros de diezmos [...], las cicatrices del terreno, la aerofoto, los periódicos, los censos, la vieja arquitectura, son sólo algunos de los caminos que se ofrecen para meterse [...] hasta el fondo de la vida lugareña.101
Hace casi treinta años, González señaló la necesidad urgente de pensar "una nueva historia local" y abrirnos a ella; y, muy optimista, dijo que esta tarea podría ser exitosa porque la nación mexicana es "proclive a la historiografía menuda" y "el camino natural" de nuestra ciencia "ha sido localista". Juzgó que "otros caminos [habían] sido impuestos muchas veces por el poder, la imitación extranjerizante, la moda y la pedantería universitaria".102 Creo que mi profesor no se equivocó , aunque opino que el gobierno y los modelos de fuera sí han tenido que ver con este quehacer, que la discusión en torno de la microhistoria, sus alcances y obstáculos sigue en boga, y, en cuanto a la pedantería, no estamos a salvo de ella.