A principios de la década de 1930, Enrique Navarro Orejel, impulsor de la librería que llevaba su apellido, junto a su hermano Daniel, decidieron ampliar el ámbito de su trabajo y comenzar a publicar libros y folletos. Su idea inicial fue retomar algunos textos de marxismo y generar una colección de bajo costo para fortalecer la ideología comunista. Para llevar a cabo esta labor, el librero fundó Ediciones Frente Cultural (EFC), con el lema "Teoría y acción para un mundo mejor"1.
Sin embargo, el escenario que enfrentaba Navarro no era sencillo. El Partido Comunista de México (PCM) actuaba bajo la clandestinidad y las publicaciones que parecían de izquierda eran censuradas, la creación literaria y la teórica marxista se reducían a unos pocos autores y las editoriales españolas copaban los limitados espacios donde se distribuía este tipo de libros. Pese a ello, Enrique Navarro decidió correr el riesgo y estableció EFC, la cual, con el pasar de los años, llegó a constituirse, junto con su Librería, como uno de los referentes de la izquierda mexicana.
Este artículo busca analizar los primeros años de este esfuerzo editorial, marcado fundamentalmente por la elaboración de un catálogo de obras clásicas del marxismo internacional. Entre ellas encontramos principalmente textos de los considerados "oficialmente" cuatro padres del comunismo (Marx, Engels, Lenin y Stalin), en pequeños folletos de unas 50 páginas, los cuales no costaban más de 25 centavos. Pero pese a la modestia de sus primeras publicaciones y al contexto donde surgió, la editorial logró mantenerse como un negocio rentable, en constante expansión y sin olvidar las tareas militantes. Cuáles fueron los factores que contribuyeron a esta prosperidad es una de las preguntas que guió esta investigación.
En este sentido, conviene preguntarnos por las relaciones entre EFC y su matriz, la Librería Navarro, la cual actuaba como su principal distribuidor. El éxito de ambas iniciativas no solo fue paralelo, sino que se fortaleció mutuamente. A medida que aumentaban los tirajes de la editorial, se potenciaba también la expansión de la librería a través de México y posteriormente al resto de América Latina.
Al surgir, EFC retomó, con unos años de antelación, un concepto que a partir de 1935 estaría prácticamente en la boca de todos los militantes de izquierda. La idea de formar un "frente", que permitiera combatir tanto al imperialismo como al fascismo, se transformó en la principal bandera de los comunistas, socialistas y algunos socialdemócratas. Y mientras este proceso se desarrollaba, la editorial se acercó cada vez más a las políticas del propio PCM, los folletos comenzaron a convertirse en libros, y como propuso su comité editorial, "México y sus problemas" se posicionó como una más de sus inquietudes.
Cómo se produjo la relación entre las búsquedas teóricas ideológicas y sus intentos por comprender la coyuntura que se abría con el México cardenista es otra de las líneas de este trabajo.
Ahora bien, en concreto se pretende explorar una serie de cuestiones que a mi juicio son fundamentales para comprender la función de las editoriales de izquierda y su labor en la difusión del marxismo en América Latina. En primer lugar, el siguiente texto se preocupa por el significado que los editores, escritores, traductores, empresarios y otros sujetos implicados daban a sus prácticas en torno al mundo editorial2. En segundo plano, me parece necesario cuestionarnos, en este caso particular, por la idea de militancia que movilizaron estos impresos, cuál era el tipo de militante que se buscaba formar, mediante qué textos específicos y cómo esto se insertó en los debates políticos coyunturales del periodo3. Precisamente, en la intersección de estas preguntas encontramos el desafío central de este artículo, analizar cuáles fueron los usos sociales de lo impreso desplegados por los sujetos vinculados a EFC.
El mundo editorial de la izquierda
Veamos primero en qué espacio editorial surgió esta iniciativa.
Comencemos este apartado desde la otra orilla política y veamos qué pensaba la derecha mexicana del quehacer de las imprentas de izquierda. Con este objetivo podemos rescatar el folleto, Organización y propaganda comunista , publicado en 1932, por Luis Islas García, miembro de los sectores conservadores clericales del país. El punto de partida de este autor es plantear que en la propaganda comunista, el periódico y el folleto doctrinario ocupaban un segundo plano, ya que en primer lugar estaban los carteles, los manifiestos murales y la hoja volante. Esto se debía particularmente a los precios, que escapaban de las escasas posibilidades de los militantes, quienes además debían lidiar con la persecución gubernamental4. "Los folletos hechos en México -explica Islas García (1932, p. 27)- son escasos: no llegan a diez los originales aparecidos en diez años, es decir, ni siquiera aparece uno anualmente. Esto se debe a la falta de teóricos, a la falta de fondos, y además, a la competencia que las imprentas españolas hacen al inundar el mercado mexicano con propaganda comunista barata".
La evaluación de Islas García es interesante pues, pese a provenir de un opositor político, enfatiza tanto elementos de índole organizativa y doctrinaria de la izquierda mexicana como aquellas situaciones prácticas y muy concretas referidas a la capacidad de competir en un mercado de creciente complejidad. De igual modo, el militante católico tenía una mirada crítica sobre la función de las traducciones. A su juicio, estas eran más frecuentes que las obras originales, incluso no se contaba con una versión local de textos tan importantes como el Manifiesto comunista . Algunos otros, también centrales para el comunismo, habían sido retomados de sus versiones en francés. El autor concluye con una frase lapidaria: "Alguna traducción de folletos europeos insignificantes tal es el cuadro de las ediciones comunistas mexicanas" (Islas García, 1932, p. 27).
Ahora bien, esta evaluación crítica podría ser considerada un poco exagerada, menospreciando los verdaderos alcances del esfuerzo editorial de la izquierda comunista mexicana. Sin embargo, cuando observamos otros diagnósticos podemos ver que Islas García no estaba tan lejos de lo que efectivamente sucedía. De hecho, como señala el funcionario gubernamental, Antolín Piña Soria5: "No es un secreto para nadie que somos de los países de la tierra, uno de los que su producción literaria y científica es casi nula (Piña Soria, 1936, p. 11)". Estas mismas evaluaciones venían realizándose en el ámbito gubernamental, al menos desde la creación de la revista El Libro y el Pueblo , por la Secretaría de Educación Pública a principios de la década de 19206.
Las propias apreciaciones del PCM podemos verlas en un artículo aparecido en El Machete en 1935, en el cual los dirigentes comunistas enfrentaban este problema directamente. Su punto de partida también era poco halagüeño: "Hasta ahora estos esfuerzos editoriales han sido poco enérgicos, poco orientados y dispersos"7. En ese momento se podían considerar como "brotes editoriales" algunas de las iniciativas emprendidas por individuos o grupos cercanos al comunismo. Entre estas encontramos a Gleba, Cimientos, Cuadernos de Pedagogía Proletaria, Ediciones Lear, Ediciones Defensa Roja, Ediciones Espartaco, Editorial Dialéctica, Ediciones FER, Integrales y EFC. Sin embargo, pese a su multiplicidad, la mayoría de ellas solo eran esfuerzos incipientes alentados por la apertura política cardenista. Por ejemplo, Ediciones FER a esas alturas solo tenía un volumen; mientras que Ediciones Lear (de la Liga de Escritores y Artistas Revolucionarios), había imprimido dos textos, ambos con colaboración y apoyo técnico de la Librería Navarro (Baby, 1935; Entrevista Stalin Wells , 1935).
De todas maneras, el artículo de El Machete destacaba dos intentos que se mostraban un poco más sólidos y con mayores perspectivas en el tiempo. El primer esfuerzo correspondía a la editorial que nos ocupa y el segundo se enfocaba en Integrales, la empresa perteneciente al grupo de escritores del grupo Noviembre, vinculado a los estridentistas, que desde 1932 trabajaba en la difusión de literatura proletaria mexicana (Rosas Turrent, 1932)8. El periódico comunista reconocía que: "Integrales es tal vez la obra editorial de izquierda más sostenida en México, estando consagrada principalmente a la divulgación de obras de escritores mexicanos populares o revolucionarios. La novela, el cuento, han sido sus principales ocupaciones"9. Y esto era clave, pues desde el año anterior venían apareciendo en las páginas del periódico evaluaciones que llamaban a acelerar la escritura de textos menos teóricos, que se pudieran vincular más con los sectores populares. "La falta de esta literatura -denotaba un editorial- es una de las debilidades políticas más notorias de nuestro Partido y una de las tareas urgentes del Comité Central consiste en redactar e imprimir una serie de folletos sobre la organización sindical, del trabajo campesino, etc."10.
Sin embargo, la segunda parte de este problema, o sea, los textos que apuntalaran concretamente la organización del Partido, seguía estando fuera de la órbita de Integrales. Aunque en 1935 algunos de sus más destacados representantes comenzaron a colaborar con una nueva iniciativa lanzada desde la Secretaría de Educación Pública: la Biblioteca del Obrero y Campesino. El folleto inaugural de esta colección, titulado simplemente Marx , fue escrito por el veracruzano José Mancisidor. Esta biografía intelectual constaba de 38 páginas, en las cuales el literato repasaba los aspectos más importantes de la vida del filósofo alemán. Una parte importante del texto corresponde a citas textuales no atribuidas, pero pese a ello la amenidad de la lectura parecía corresponder con el esfuerzo de acercar la vida de Karl Marx a los lectores locales. En todo caso, con el lanzamiento de esta colección la Secretaría de Educación Pública se incorporaba directamente a la competencia por el mercado del libro de izquierda en México, con el evidente objetivo de disputar las lecturas que se pudieran hacer del marxismo en el país (Loyo, 1991).
Volviendo a la evaluación que hizo Luis Islas García en 1932, es necesario destacar algo que propone, pero no profundiza en su folleto. Me refiero particularmente al contexto de persecución contra los comunistas que se había desatado desde 1929. En este momento coincidió un cambio en la postura del gobierno mexicano hacia este movimiento después de su implicación en contra de la rebelión escobarista. Mientras, los comunistas ajustaron su estrategia política a las directrices provenientes de la Internacional, que comenzó a rechazar cualquier pacto interclasista. Esta nueva etapa fue denominada Clase contra clase, y radicalizó el discurso y la práctica de la dirigencia partidista. La conjunción de ambos procesos motivó un serio enfrentamiento entre el gobierno mexicano y el PCM (Crespo, 2007). En agosto de ese año, la oficina de El Machete fue saqueada y el periódico tuvo que pasar a la clandestinidad, al igual que el Partido, y muchas de las publicaciones de izquierda11. Sus imprentas fueron destruidas, sus principales impulsores perseguidos y algunos de sus escritores y periodistas enviados a las Islas Marías. Las condiciones políticas repercutían directamente en el desempeño de las editoriales y en la circulación de sus impresos. Aunque, por supuesto, la censura en contra de libros específicos no era una situación novedosa para los gobernantes posrevolucionarios, pese al discurso "culturalista y educativo" que poseían algunos de sus abanderados. Durante el conflicto cristero, el gobierno mexicano ya había puesto en marcha planes para controlar qué libros se podían vender. Los agentes del Departamento Confidencial, la policía política de la Secretaría de Gobernación, visitaban las librerías para advertirles de las prohibiciones y revisar si habían trasgredido alguna disposición vendiendo publicaciones vedadas. En marzo de 1927, un agente de dicha entidad visitó algunas dependencias (Porrúa, Herrero Hermanos, Cía. Nacional Editora Águilas, Viuda de Ch. de Bouret, entre otras) e incluso los puestos del Mercado del Volador para advertirles que no distribuyeran la novela Lucha de razas. Pieles rojas contra blancos, los diablos negros del Río Grande , por su contenido sedicioso12. En algunos otros casos, ya en esos mismos años se vigilaban las publicaciones de los militantes de izquierda13, incluyendo especialmente a los periodistas extranjeros14 y por supuesto aquellas obras de los mexicanos fuera del país, como fue la renombrada novela La sombra del caudillo de Martín Luis Guzmán15. En este ambiente de persecución se llegó a investigar a los poseedores de imprentas portátiles, con el fin de que no desempeñaran una labor opuesta al gobierno16.
Aunque esta situación impactó directamente en la constitución de un mercado de fácil acceso para este tipo de publicaciones, tampoco se debe sobredimensionar la eficacia de la persecución estatal, siempre carente de recursos y proclive a la corrupción. El Machete , por ejemplo, se publicó con una relativa y precaria sistematicidad durante su periodo clandestino (1929-1934) y su distribución fue realizada personalmente por los militantes encargados17. De igual modo, pese a que las imprentas fueron vigiladas, tampoco hay muchos antecedentes de prohibiciones para los libros y folletos doctrinarios importados que, como propuso Islas García, inundaban el mercado nacional.
La situación de control y restricciones comenzó a cambiar a partir de la llegada de Lázaro Cárdenas a la presidencia en 1934, aunque su dominio sobre el ejecutivo demoró casi un año en asentarse, mientras reemplazaba a los callistas de sus posiciones de poder. La Educación Socialista fue sin lugar a dudas un aliciente para el mercado de los libros de marxistas, al igual que organismos como el Departamento Autónomo de Prensa y Publicidad. En ese momento, el escenario parecía abrirse tanto a nivel político como en lo relacionado con el mercado editorial, e incluso en aspectos relevantes como en el abaratamiento del costo del papel18. De hecho, si observamos los planteamientos de Daniel Cosío Villegas (1985), la coyuntura que abordamos está marcada por un proceso de industrialización y profesionalización del ámbito editorial, que significó un salto cualitativo y cuantitativo para el mercado local19. El Machete insistía en la necesidad de aprovechar este cambio: "[...]el movimiento revolucionario en México está exigiendo fuertes empresas editoriales de izquierda. Muchos esfuerzos de grupo, que carecen de fuerza al manifestarse cada cual por su lado, pueden constituir juntos una verdadera institución de preciosa utilidad para los trabajadores e intelectuales revolucionarios"20.
Unas páginas más adelante veremos cuál era la "preciosa utilidad" que una editorial podía otorgar a los trabajadores. Pero antes detengámonos en por qué la Librería Navarro puso en marcha su proyecto editorial.
La librería se vuelve editorial
En primer lugar, es necesario destacar que el binomio pequeña librería con pequeña editorial no era una condición extraña para el periodo. Al contrario, dadas las características del mercado del libro, esta situación era no solo común, sino una herramienta de sobrevivencia. Incluso aquellos pequeños estancos del mercado del Volador poseían sus propias producciones21.
Según Pereira (2004) en su Diccionario de la literatura mexicana , la Librería Navarro comenzó a funcionar en 1924, en un local de dicho mercado. Una vez que se produjo el desmantelamiento del lugar a fines de esa década, la librería debió trasladarse a la calle Seminario n.o 12, al igual que lo hicieron varios de los libreros que tenían sus puestos en el mercado. Siguiendo la posible datación de uno de los textos más antiguos que he encontrado, al parecer EFC comenzó a publicar en 1933, aunque sobre ello no hay certeza22. Todavía nos queda saber si esta fue la primera iniciativa de Enrique Navarro, o tuvo algunos intentos previos. Sin embargo, lo que se debe destacar es que fue el emprendimiento que logró mayor proyección en el tiempo.
Desde sus orígenes esta empresa, según las palabras del editor, se propuso "...la publicación de las más valiosas obras teóricas y de experiencias internacionales en materia social"23. Y aunque nunca dejaron de pensar en la publicación de obras de autores mexicanos, esto quedó incumplido durante el periodo en el que funcionó este proyecto editorial. También desde el principio se estableció una relación estrecha con el PCM. Sin embargo, pese a su marcada filiación política y a reeditar principalmente textos provenientes de las editoriales ligadas a la Internacional Comunista, el quehacer de EFC no estuvo determinado por las estructuras partidistas. Quizás en esta relación un tanto ambigua encontró el espacio para definirse a sí misma como "frente", en un momento marcado por los años más crudos de la bolchevización , impulsada desde la Unión Soviética. El denominado tercer periodo se caracterizó precisamente por evitar que los cuadros comunistas se "contaminaran" con prácticas e ideas pequeño-burguesas, por lo que la propuesta de formar "frentes" con amplios sectores de la población fue rechazada tajantemente (Crespo, 2007). De ese modo, contra esta línea emanada desde Moscú, y como sucedió en otras partes de América Latina, la editorial retomó un recurso que estaba en el núcleo formativo de los partidos comunistas en el continente. La búsqueda de un frente amplio constituía una de las bases de acción de estas organizaciones desde su establecimiento en cada país a principios de la década de 1920 (Caballero, 1998). La editorial solo pudo manifestar su concordancia con las prácticas militantes y su negativa a aceptar la directriz soviética, gracias a su posición autónoma respecto de las estructuras partidistas. Por supuesto, la relación editorial-partido fue negociada permanentemente y con el transcurso del tiempo pasó por distintas etapas, desde una mayor cercanía durante los años 1936-1937, hasta un distanciamiento progresivo a partir de ese momento.
El texto mencionado anteriormente, "Por la educación marxista de las masas. Las editoriales revolucionarias", aparecido en El Machete , el 11 de agosto de 1935, y esto no puede considerarse casual. Fue precisamente un modo de presionar a la editorial, proponiéndole públicamente un programa de trabajo. En este escenario el PCM, a la luz de los cambios en el mundo editorial de la izquierda mexicana, invitó a los distintos actores del mercado del libro a fortalecer sus propias iniciativas.
A finales de ese mismo año, la directriz fue más evidente y provino desde el Comité Central del Partido, el cual estableció que: "Debe ampliarse la labor editorial, organizando la distribución de literatura en gran escala entre los trabajadores sin partido. Junto a las obras clásicas de Marx, Engels, Lenin y Stalin hay que editar materiales sobre la Revolución China, trabajos de los dirigentes del Partido sobre los problemas del país, las tareas del Partido y del Frente Popular, etc. (Partido Comunista Mexicano, 1936, p. 23)". Por supuesto, esto ya fue el germen de su propia empresa, Editorial Popular, fundada en 1936. Aunque la Librería Navarro también hizo suyos estos preceptos partidistas.
En el ámbito del funcionamiento, lo primero que debemos destacar es la estrategia agresiva en términos de comercialización que siguió la Librería Navarro, mientras la editorial ofrecía novedades cada semana, descuentos por compras en lote, ofertas especiales a distribuidores, catálogos generales, boletines mensuales y envíos desde un peso en adelante. Además, se esforzaba por crear una red distribuidores en cada municipio o lugar de trabajo, sin importar lo pequeño que fuera. En 1936 decía tener más de 500 libros distintos sobre cuestiones sindicales, agrarias, pedagógicas y sobre el socialismo en general. E incluso al año siguiente llegó a afirmar que había vendido más de un millón de ejemplares24, una cifra nada despreciable para una pequeña editorial orientada hacia el marxismo.
En esta estrategia comercial, una parte importante fue la difusión de publicidad no solo en las contratapas de los propios folletos, sino también en El Machete , en otros periódicos, e incluso en contratapas de libros de otras editoriales. En sus avisos solía reproducir miniaturas de las portadas, publicando el precio de cada ejemplar, y los descuentos en caso de comprar en lote. Al analizar este avisaje podemos ver la rapidez con la que aumentaron las publicaciones de la editorial. Sus primeros diseños incluían apenas cinco miniportadas, hacia 1935 ya encontramos 16, mientras que en 1937 se ilustran 27 ejemplares, entre libros y folletos.
El orden de aparición de las publicaciones es difícil de trazar, y mucho más aún saber cuántas ediciones de cada una llegaron a hacerse. Esto parece precisamente ser algo deliberado. La publicidad de cada nueva edición ayuda un poco y las reseñas críticas aparecidas en algún periódico o revista son otra alternativa. Sin embargo, el margen de error todavía es muy grande para presentar con certeza una lista ordenada de publicaciones. Esta problemática continúa incluso más allá del periodo en cuestión. Por ejemplo, el texto de Voline e Ingulov (sin fecha), Etapas históricas del bolchevismo, 1883-1934 , fue reeditado a principios de la década de 1950. Podemos reconocer esto por estar inserto en la colección Biblioteca de Cultura Integral, que data de esas fechas. Sin embargo, una reseña de The Hispanic Historical American Review , lo sitúa en 1938, con un costo de 50 centavos25. En este caso, la revista estadounidense nos ayuda a datar el folleto, sin embargo, en la mayoría de los textos no corremos con la misma suerte.
Ahora bien, otro problema que encontramos en su producción es la calidad de sus folletos. Esto ya lo había advertido El Machete desde 1935: "La forma misma de la propaganda de esta editora tiene el carácter apropiado con que se deben presentar tales obras. Sin embargo, no podemos manifestarnos completamente satisfechos en lo que se refiere al acabado de sus ediciones y a su constancia, estorbada según creemos por dificultades de orden técnico"26. Las versiones consultadas en la actualidad, o sea, aquellas que se han conservado por casi 80 años en las bibliotecas mexicanas, dan cuenta de la fragilidad de sus tapas, de los errores de encuadernación, e incluso algunas se mantienen intonsas, evidenciando que su conservación se debe precisamente a que aún no han sido leídas por completo.
Uno de los momentos clave que podemos observar en la historia de la editorial es el año 1937. En ese lapso no solo llegó a declarar que había vendido más de un millón de ejemplares sobre cuestiones sociales, además en dicha fecha ya habían aparecido dos series distintas (la colección de folletos y la de libros) y con el texto de Leontiev, Economía política (curso para principiantes) y una edición propia del Anti-Dühring; se iniciaba otra etapa, esta vez de mayor volumen, denominada Colección Nueva Cultura. Ese mismo año, una nota de los editores en el libro de Leontiev, no solo señalaba la importancia del texto para México, sino, reflejando los nuevos límites de distribución de la Librería Navarro, hacía un llamado a los obreros de Guatemala, El Salvador, Nicaragua y Cuba, para que utilizaran los conocimientos presentes en sus publicaciones en contra del imperialismo. Otros llamados posteriores se extendieron a toda América Latina.
También a partir de 1937, EFC recogió el desafío técnico y comenzó a mejorar la producción de sus textos. El principal reto fue incrementar el número de páginas de las obras producidas. De ese modo, desde folletos de 50 a 60 páginas, pasó a publicar libros de más de 300. El primer paso en esta dirección fue reunir dos o tres folletos sueltos y mandarlos al mercado como un solo volumen. Por supuesto, esto envolvió algunos problemas de orden técnico, cuando los editores se dieron cuenta de que los textos ofrecidos debían incrementar su valor, pero en la publicidad seguían apareciendo mensajes con el precio desactualizado. La solución fue incorporar en los nuevos libros advertencias sobre el cambio de precios. De hecho, en una nota aclaratoria del clásico Origen de la familia, de la propiedad privada y del Estado , explicaban que el libro había aumentado sus páginas en 50 por ciento. Sin embargo, el precio solo había subido 20 por ciento, o sea de 2 pesos con 50 centavos a 327. La nota continuaba explicando que lo mismo había pasado con otros libros. La presencia de la publicidad, con los precios impresos y con ofertas por mayoreo, sumado a la ausencia de una fecha determinada de publicación, hacía inevitable que los compradores no cayeran en la confusión al momento de pagar por algún ejemplar. Este no fue el único problema que generó la publicidad permanente del catálogo en las contraportadas, pero sobre ello hablaremos más adelante.
Las necesidades formativas
La idea de Lenin sobre la importancia del periódico y los medios de comunicación en la dinámica organizativa de partido nutrió de contenido las propuestas de los comunistas mexicanos desde principios de la década de 1920. El Machete , creado en 1924, se esmeraba permanentemente en recordarlo: "Es muy importante la venta de literatura y prensa (libros, folletos, periódicos, revistas). La literatura es indispensable, no solo para la educación de los miembros, sino para la educación de las masas sin partido"28. Incluso, recurría a ejemplos concretos donde la lectura y la discusión de temáticas marxistas habían dado paso a colectividades sindicales organizadas, como fue el caso del Grupo de Estudios Sociales formado en 1927, el cual a su vez fue clave en el establecimiento de la Confederación de Transportes y Comunicaciones.
Por supuesto, las necesidades formativas no se limitaban a los militantes de base, sino que era un problema profundo que afectaba a toda la estructura partidista. No faltaron las propuestas para organizar mecanismos, conferencias, lecturas, disertaciones, que permitieran educar incluso a los miembros del Comité Central. Este era un tema sensible, pues cada vez que un encargado de la Internacional arribaba a México, lo primero que hacía era criticar las medidas poco ortodoxas que se habían tomado. Esto obedecía lisa y llanamente a que las capas dirigenciales de PCM, salvo excepciones, estaban escasamente inmersas en la teoría marxista. La dependencia de otros partidos de la región o de organismos de la Internacional, como la Liga Antiimperialista o el Socorro Rojo, fue diplomáticamente cuestionada, cuando se planteó la necesidad de mayor formación del Comité Central "...para poner a la dirección nacional del Partido en condiciones de orientarse y encontrar el camino por su propio esfuerzo en situaciones complicadas" (Partido Comunista Mexicano, 1936, p. 23).
¿Pero exactamente qué tipo de formación es la que se pretendía para los cuadros y los militantes comunistas? Si continuamos con el texto recién citado, el Comité Central enfatizaba la necesidad de comprender la Historia de México, pero principalmente la Historia de la Revolución y en específico, cómo la coyuntura cardenista había abrevado en ella. Estas temáticas eran relativamente difíciles de resolver, si las comparamos con el acceso de los militantes a la teoría marxista, que podía llegar de España, Nueva York, Argentina, Uruguay o incluso de Chile (gracias a la editorial Ercilla). La capacidad de producción técnica no era un gran problema, si la comparamos con la carencia de literatura al respecto elaborada desde una perspectiva política coherente con las búsquedas comunistas.
Pero incluso, entre los textos teóricos las falencias eran notables. En otro artículo de El Machete , los requerimientos al respecto se hacían explícitos. Fundamentalmente destinadas a los intelectuales y estudiantes, se necesitaban obras primordiales del marxismo, como El materialismo histórico de Bujarin29, además de los libros de Lenin y Stalin que se refirieran en particular a los problemas de la táctica y de la estrategia revolucionaria. También se debían difundir obras y documentos de la Internacional Comunista, así como aquellos textos relevantes de los intelectuales revolucionarios o progresistas. Al final de la lista, quedaba la elaboración de libros y panfletos sobre el México contemporáneo. "El problema agrario -exponía El Machete- debe ser puesto al desnudo por escritores mexicanos marxistas. La revolución mexicana debe ser materia de un balance detenido y completo. Monografías sobre cómo se prepara México para la guerra deben aparecer. Al mismo tiempo debe darse atención a las manifestaciones de la novela, del cuento, de la poesía y de la crítica literaria y artística revolucionarios"30.
En resumen, podríamos considerar relativamente certeras las palabras que Manuel Caballero le dedica a este tema: "Cuando el militante marxista de los años veinte y treinta hurgaba en su escuálida biblioteca, entonces, amén de las grandes obras de los clásicos que, aparte del Manifiesto eran seguramente poco accesibles, se topaba mayormente con obras de Lenin y de Bujarin... la ortodoxia prefería que fuesen esas lecturas, pues la iglesia estaliniana en formación desconfiaba ya del libre examen" (Caballero, 1987, pp. 41-42).
Evidentemente los esfuerzos formativos del PCM se subordinaban a las directrices de la Internacional Comunista. Sin embargo, al analizar el carácter educativo de las publicaciones emprendidas por las editoriales de la órbita comunista, no podemos estar completamente de acuerdo con la aseveración de Manuel Caballero y necesitamos introducir una serie de matices para comprender la singularidad de la cultura impresa de izquierda que impulsaron.
Para ejemplificar esta situación, veamos una encuesta anunciada por EFC en las páginas de El Machete . En octubre de 1935, esta editorial había publicado el folleto de Dimitrof, La unidad de la clase obrera en la lucha contra el fascismo , y el 10 de diciembre de ese mismo año, decidió lanzar la "Encuesta Dimitrof". Este cuestionario, destinado a obreros, campesinos y a todo el conglomerado de trabajadores manuales e intelectuales31, consistió en doce preguntas que medían el nivel de conocimientos sobre marxismo y materialismo histórico. Sin embargo, la mayor parte de las preguntas enfatizaba en la capacidad de los interesados para aplicar dichas nociones a la realidad mexicana. Algunas de sus preguntas se referían a las condiciones de México como país oprimido, en otras se inquiría directamente sobre quiénes generaban la mala situación de los trabajadores mexicanos y cuáles serían las soluciones posibles. También se enfrentaban temas sumamente actuales como la carestía de algunos artículos y servicios públicos de primera necesidad; o la conformación del frente único o popular32. En definitiva, el análisis coyuntural era el punto medular de la encuesta, y en este sentido podemos percibir que lo que se buscaba era generar lecturas compartidas de la realidad mexicana y no la simple mecanización de los conocimientos adquiridos sobre la teoría marxista. "Las contestaciones -explicaba la convocatoria- deberán tener la amplitud que considere necesaria el participante, pero no se tomarán en cuenta las que a juicio de la administración sean copias integras o formuladas según un machote"33. De ese modo, se exigía a los participantes que desplegaran una evaluación propia y no copiaran lo que decía El Machete o las publicaciones de la propia editorial.
En el ámbito de los incentivos, todos los que respondieran la encuesta recibirían una copia del libro de Dimitrof y las diez mejores respuestas, que provinieran de la discusión interna de alguna organización obrera o campesina, obtendrían una biblioteca completa sobre cuestiones sociales. La evaluación de los trabajos presentados se llevaría a cabo por la Sociedad de Alumnos Henri Barbusse, compuesta de obreros y estudiantes de economía y ciencias sociales y por tres profesores de la materia en cuestión. Finalmente si algunas de las respuestas lo ameritasen la administración de la editorial se comprometía a publicarlas en un folleto.
No sabemos hasta qué punto el llamado de la editorial fue acogido por los lectores. Nunca se publicó un texto con las respuestas, ni se anunció la entrega del premio. Sin embargo, es importante destacar este recurso tanto educativo como propagandístico, retomado evidentemente de otros medios de comunicación del periodo. En este caso particular, el énfasis formativo no podía disociarse de las lecturas e interpretaciones que estaban realizando los simpatizantes y militantes de una izquierda en rearticulación. Del mismo modo, la encuesta también desempeñaba una función trascendental al momento de elegir cuáles eran los límites formativos y cuáles las necesidades más urgentes.
Desde otra arista del plano educativo, los directores de EFC regularmente insertaron en sus textos, especialmente en los que constituían cursos o introducciones, cuestionarios al final de cada capítulo, con el objetivo de que los lectores pudieran repasar los conocimientos adquiridos y llegar a sus propias conclusiones sobre determinado problema (Leontiev, 1937?). En otros casos, el carácter pedagógico fue un elemento central en la composición misma de las obras, y nuevamente, no fue necesariamente una respuesta mecánica a los requerimientos soviéticos estalinistas. En más de alguna ocasión EFC, reconoció que habían optado por alguna obra debido a las demandas del público lector. En el proceso particular de Economía política (curso para principiantes) de Leontiev, "[l]os directores[...] se han determinado por la obra de Leontiev, tras una serie de consultas con los más diversos sectores de obreros, de campesinos, de maestros, etc., así como entre los jóvenes y progresistas profesores de Economía, de Sociología y Ciencias Sociales en general (Leontiev, 1937?, p. 7)". En este caso, la estrategia comercial y política había sido cuidadosamente desplegada para elegir un texto que cumpliera con los requerimientos no solo de la militancia, sino de educadores y académicos. La misma editorial reconocía que este complejo proceso de consulta y análisis de mercado le había llevado más de dos años.
De ese modo, todas acciones, encuestas, autoevaluaciones, diseño del catálogo editorial, si bien tenían objetivos claros y puntales establecidos por los organismos políticos e incluso por las mismas editoriales, también podemos observar que las necesidades formativas se definían a partir de la relación entre todos los actores del mundo de la cultura impresa, a modo de diálogo y no como imposición.
Selección de las obras
Ahora profundicemos en lo que se refiere a la selección de las obras a publicar. Según los propios editores, este proceso se apegó a cinco factores relevantes. En primer lugar, era importante que el texto llenara un vacío bibliográfico en su respectiva temática. Esta carencia se refería, la mayor parte del tiempo, a obras que no se conocían en castellano, o cuyas traducciones eran difíciles de conseguir.
Un segundo criterio era la calidad de los textos y el reconocimiento del autor, sin importar que su adscripción política estuviera un tanto fuera de los márgenes del estalinismo imperante, aunque esta flexibilidad se reducía a aquellos autores que utilizaran el método dialéctico y el materialismo histórico. Los editores concebían que una buena investigación solo podía obtenerse mediante dicha apuesta teórica. Por esto, por ejemplo, pudieron incluir en su catálogo una obra del "renegado" Kautsky, pese a su conflictiva relación con los próceres del marxismo leninismo.
Un tercer elemento que ayudó a elegir qué publicar fue la oportunidad política. Se trataba de difundir textos que colaboraran con las fuerzas comunistas, en las coyunturas del periodo. "En México y en los países de Centro y Sud-América, influirá mucho para lograr cimentar una concepción científica, y para el enfocamiento [sic] acertado de este importante capítulo de la sociología y de la cultura general", se puede leer en Los orígenes de la religión de Lucién Henry publicado en 193734. Por supuesto, este libro también trataba de entregar argumentos a los actores en medio de un conflicto entre los movimientos sociales de izquierda y los grupos clericales organizados35.
Quizás fue la instauración del frente popular antiimperialista, idea que en parte daba el nombre a la editorial, la coyuntura que fue explotada con mayor intensidad. Al menos cinco de sus textos apuntaron directamente a la necesidad de conformar un frente único en contra del imperialismo, e incluso, se anexaron declaraciones al respecto en algunos libros que se referían a otras problemáticas. Esto indudablemente apuntaló el éxito empresarial que tuvo EFC durante el periodo 1936-193936.
Un cuarto criterio para la selección de determinadas obras fue la demanda de los propios lectores, la cual, como ya vimos, podía ser el resultado de una consulta amplia a las bases partidistas o simpatizantes de izquierda, o el requerimiento de algún grupo de estudiantes o académicos. Entre las justificaciones que publicó la editorial, podemos observar que muchas veces las peticiones por algún texto particular podían provenir de un público difuso, "de millares y millares de lectores"; o en otras ocasiones, de un grupo selecto de autoridades en la materia. Lo relevante es que provenían de un diálogo entre la empresa y sus lectores.
Finalmente, y a modo de declaración de principios, los editores enfatizaban que sus obras eran elegidas entre aquellas que, sin egoísmos partidistas, pudieran impulsar el progreso de "...las grandes colectividades y de la sociedad en su conjunto, que es a quien destinamos nuestras publicaciones" (Henry, 1937, p. 7).
La selección por supuesto siguió los cauces del desarrollo político. Sin embargo, en muchos casos, EFC no se cuidó de actualizar sus publicaciones según las dinámicas estratégicas del PCM. Cuando en 1935 el Partido dejó decididamente atrás la etapa conocida como el Tercer Periodo, marcada por la búsqueda de bolchevizar los cuadros y negar cualquier lazo con agrupaciones de la pequeña burguesía, la editorial mantuvo en su publicidad los textos teóricos que sustentaban esta posición. Así, un autor clásico de esta estrategia como Alexander Losovsky, y sus textos De la huelga a la toma del poder y Problemas del movimiento sindical internacional , continuaron ofreciéndose en la nueva coyuntura política37. En este caso, el problema era descontinuar textos que habían tenido una profusa difusión en América Latina y que generaban ganancias constantes para sus editores. Por ejemplo, la primera edición que he encontrado de De la huelga general a la toma del poder , es de la Confederación Sindical Latinoamericana en 1930. La editorial Claridad también lo sacó a la venta; de igual modo, El trabajador Latinoamericano, en Uruguay, hizo una nueva versión. Sobre este libro, el comunista chileno Luis Corvalán, recuerda: "Circulaba en nuestras filas [en 1935] un folleto de Arnold Losovski, dirigente de la Internacional Sindical Roja... la tesis que desarrollaba Losovski era la siguiente: en determinadas condiciones, una huelga cualquiera podía convertirse en el primer eslabón de una cadena de huelgas, en punto de partida de un movimiento revolucionario... Dicha tesis la tomábamos al pie de la letra" (Corvalán, 1997, p. 24).
La publicidad de las contratapas también sufría los efectos de la necesidad de actualizar el catálogo, ya no por los precios cambiantes, sino por las purgas políticas al interior de la Unión Soviética. Podemos encontrar más de alguna publicidad con vacíos entre las portadas utilizadas, porque el autor antes sacralizado por el estalinismo, se transformaba en un enemigo del socialismo. Cuando en 1937, Bujarin se transformó en un enemigo de Stalin, la portada de su libro que aparecía en la publicidad de la editorial, rápidamente fue suprimida38. Esto fue tan rápido que ni siquiera dio tiempo a los diagramadores para poner otra en su lugar39.
De todas maneras, a grandes rasgos, la editorial explicaba recurrentemente su predilección por ciertas obras aduciendo que su labor "...no se guía por ninguna idea sectaria; sin que con esto pretendamos simular una falsa imparcialidad" (Henry, 1937, p. 7).
Los actores detrás de los libros
Uno de los puntos clave de la editorial y su estrategia comercial fue ofrecer a sus lectores traducciones de los textos más relevantes de la teoría marxista. Si bien el epicentro de la Internacional Comunista para la traducción hacia Hispanoamérica se encontraba en España, y en segundo lugar en Nueva York, algunos de los libros y folletos de EFC fueron las primeras versiones en castellano que circularon en el continente.
La posibilidad de traducir era tan relevante que se podía aprovechar cualquier resquicio que permitiera realizar esta tarea. Por ejemplo, Armen Ohanian, artista y escritora de Armenia, arribada a México en 1934, en lugar de priorizar la publicación de sus propios textos o alguna otra actividad dentro de sus multifacéticas habilidades, fue impulsada a ejecutar una serie de traducciones del ruso. Estos trabajos posibilitaron que proyectos incipientes como la Editorial Cimientos e incluso, Ediciones de la Lear, pudieran ofrecer textos atractivos para sus lectores, al parecer cada vez más interesados40.
Entre los traductores de EFC encontramos a una serie de militantes o simpatizantes comunistas, ya sean mexicanos o extranjeros. El reconocido Wenceslao Roces41 cedió algunos de sus trabajos desde la afamada Editorial Cenit, mientras que el cubano Jorge L. Rojas hizo la traducción del Tratado sistemático de filosofía marxista de M. Shirokov. El español, arribado a México desde Cuba en 1932, Diego Rosado de la Espada42, se encargó de Los orígenes de la religión de Karl Kautsky; mientras el mexicano J. D. Sobrino Trejo43 se concentraba en Etapas históricas del bolchevismo . Como muy bien señaló el propio Rosado, la traducción de estos textos teóricos no era un asunto sencillo y exigía que quienes emprendían esta labor realizaran esfuerzos que no solo se relacionaban con las formas del lenguaje, sino con el sentido mismo de los conceptos políticos. Esto era clave, pues enfrentaba desde el plano del lenguaje la posibilidad misma de generar un proyecto político internacional, cuya traductibilidad "a todos los proletarios del mundo" era una condición esencial (Medina, Caballero y Martínez, 2008). Por este motivo, la importancia de la traducción, no puede leerse solamente como la necesidad empresarial frente a la carencia de textos, sino que debe dotarse del contenido político que corresponde44.
La presencia de emigrados venezolanos, peruanos, cubanos, argentinos, centroamericanos, y posteriormente de españoles, en el mundo editorial mexicano, sirvió para profundizar y compartir los conocimientos sobre marxismo que tenían los académicos y los militantes de toda Hispanoamérica. Esto también dotó a las iniciativas mexicanas de una ventaja al momento de insertarse en el continente. No hay que olvidar que las necesidades de traducción no solo se establecen de un idioma a otro, sino que incluso entre hablantes de una misma lengua se requiere la interpretación de contextos, de usos políticos, de mecanismos culturales (Benjamin, 2010).
En este sentido, podemos ver que los traductores que participaron en EFC no solo aprovecharon su conocimiento del mundo editorial para intermediar entre el texto original y sus nuevos lectores mexicanos, sino que también la mayoría fue un actor más de los espacios políticos. Sobrino Trejo pasó de la traducción a la autoría para cuestionar el proyecto aprista45, mientras Rosado de la Espada utilizaba la tribuna del pasquín y la conferencia para polemizar con los sectores conservadores46. Por su parte, Manuel Díaz Ramírez, quien hizo la traducción de Economía política. Curso para principiantes de A. Leontiev (1939), fue uno de los miembros más relevantes del PCM, que participó en la editorial. Díaz Ramírez había sido fundador del partido a principios de la década de 1920, incluso había viajado a la Unión Soviética como delegado y, según se decía en aquellos años, logró conversar directamente con Lenin sobre algunos problemas mexicanos particulares. Pero aún más importante para el funcionamiento de la propia editorial, a finales de la década de 1930, Díaz Ramírez mantenía vínculos con los principales editores ligados a la Internacional Comunista, tanto en España y Estados Unidos como en Francia.
Menos conocido en aquel entonces, pero quizás uno de los traductores más relevantes para la editorial, fue Pedro Geoffroy Rivas, quien se dio la tarea de trasladar al castellano Los orígenes de la religión de Lucién Henry, publicado en 193747. Este exiliado salvadoreño, mientras trabajaba en este libro, también realizaba su tesis de Derecho en la Universidad Nacional Autónoma de México y se dedicaba a escribir poesía, por la cual sería conocido posteriormente48.
Ahora bien, más allá de los conflictos que le generó su percepción poética del marxismo, Geoffroy Rivas tradujo al menos cinco libros importantes de la teoría marxista entre 1935 y 1939. El primero de ellos correspondió a El materialismo histórico de Jean Baby, publicado por Ediciones de la Lear en 193549. De este libro, el líder del PCM, Gastón Lafarga, expuso en su sección de crítica bibliográfica de El Machete , que: "La traducción es limpia y precisa. El folleto puede ser difundido entre los profesores y alumnos de la Historia, que quieren aplicar el método del materialismo histórico en la interpretación de la evolución de la humanidad"50. Además felicitaba al traductor por sus amplios conocimientos sobre el marxismo. Desde otra perspectiva este libro además ha sido destacado como un ejemplo del vanguardismo tipográfico dado, entre otros elementos, por el uso del tipo Kabel en su portada. Este diseño gráfico vanguardista también lo encontramos en La dialéctica materialista de Adoratsky y en El ABC de Comunismo de Bujarin, editados en el mismo periodo por EFC. A juicio de Mariana Garone Gravier (2012), estas opciones tipográficas "[...] estaban directamente vinculadas con el impacto visual de los temas políticos y sociales que se busca representar" (Garone Gravier, 2012).
El segundo texto traducido por Geoffroy Rivas fue el ya mencionado Los orígenes de religión . En este caso, el idioma original era el francés, y el resultado final fue revisado por J. D. Sobrino Trejo, a quien se consideraba un "antiguo y competente colaborador" de la editorial. Esta información aparece en la segunda hoja del libro, otorgándole autoridad al revisor, pero también destacando el carácter colectivo de la obra. En este texto Geoffroy Rivas vertió sus conocimientos de marxismo obtenidos mientras hacía su tesis de licenciatura, la cual consistió en un análisis del Origen de la familia, de la propiedad privada y del Estado de Friedrich Engels. Aunque si seguimos a su biógrafo Rafael Lara Martínez, podemos percibir que la lectura marxista que realizó este traductor estuvo más cerca de la poesía y del irracionalismo, que de un acercamiento científico (Geoffroy Rivas, 2008). Esto es relevante pues nos permite acceder a otra manera de observar el debate establecido entre Vicente Lombardo Toledano y Antonio Caso sobre el marxismo a mediados de esta década y comprender que la tensión que se dio entre ellos por los usos del materialismo dialéctico formó parte del ambiente académico e intelectual en un sentido mucho más amplio (Illades, 2008).
En 1938, para la Editorial Masas, el salvadoreño tradujo Sobre la literatura y el arte , una selección de textos de Marx y Engels, realizada por el francés Jean Freville51. Esta editorial, vinculada al comunismo, lanzó en este periodo la colección Los grandes textos del marxismo, y estuvo relacionada estrechamente con integrantes de la LEAR, especialmente con el cubano Juan Marinello.
Ahora bien, Geoffroy Rivas realizó trabajos de traducción para la Editorial América, anteriormente conocida como Ediciones del Centro de Estudios para Obreros. Entre 1938 y 1939 se dedicó, entre otros, a los libros Karl Marx: el hombre y la obra. Del Hegelianismo al materialismo histórico, (1818-1845) , de Auguste Cornu52 y Los socialistas y la guerra de V. I. Lenin53. Esta nueva fuente laboral llama la atención, pues Editorial América pertenecía a Rodrigo García Treviño, quien era integrante de la Confederación de Trabajadores de México y fue colaborador de la revista Futuro , ambas instancias vinculadas a Vicente Lombardo Toledano54. Además, en estos años se encontraba fuertemente relacionado a los apristas peruanos y cubanos residentes en México, a quienes les abrió su empresa para que publicaran su propaganda y sus libros. Y aún peor para sus relaciones con el PCM, una vez que Trotsky arribó a México, adhirió a sus ideas y puso la editorial a su servicio. Pese a ello, no hay rastros de problemas entre Pedro Geoffroy Rivas y sus antiguos socios al mando de EFC55. Al contrario, las relaciones entre esta última y Editorial América parecen haber seguido carriles muy distintos a los que mantuvieron sus organismos políticos inspiradores. De hecho, EFC publicó en 1939 el texto de Lenin, La guerra y la humanidad , el cual incluyó fragmentos de la traducción del salvadoreño. En una nota los editores reconocían que: "La versión de este importante trabajo, es la misma que la publicada por EDITORIAL AMÉRICA de México a quien agradecemos su autorización"56.
Con quien Geoffroy Rivas sí tuvo problemas y públicamente fue con un entonces poco conocido y enigmático escritor alemán, B. Traven. El salvadoreño decidió emprender la tarea de traducir al castellano el libro La rebelión de los colgados , algo que no agradó al germano57. Este proceso no estuvo exento de polémica y podemos aprovechar este debate para comprender qué significaba para estos actores el proceso de traducción. En la introducción de este libro, el salvadoreño dialoga con una supuesta carta que envió B. Traven insultado a "alguien" que trató de publicar uno de sus libros sin permiso. Además, en esa misma carta el escritor decía que no creía necesario que su obra se conociera en México. Geoffroy Rivas le responde: "He tratado de imaginarme lo que habría dicho Martín Trinidad [el protagonista] acerca de este Traven-Patrón que se siente robado cuando alguien quiere dar a conocer sus tesoros... (Traven, 1938, p. 5)". La posibilidad de traducir no era un acto que estuviera sometido a los derechos de propiedad, al contrario, era un deber con la sociedad y la transmisión de la cultura58.
Finalmente, este libro fue publicado por una desconocida Editorial Insignia y, coincidentemente, distribuido por la Librería Ariel, cuyo dueño era el ya mencionado García Treviño, y que actuaba como casa matriz de la Editorial América.
Pero avancemos un poco más allá en el tema de las traducciones y recordemos el implacable análisis de Islas García mencionado más arriba. Este autor, revisando los límites de la propaganda comunista, llega al punto de criticar la incapacidad de sus militantes y dirigentes de generar su propia música, o por lo menos de recuperar la riqueza de la tradición en lo que se refiere a este tipo de manifestaciones culturales. Toda su música es extranjera, plantea Islas García (1932, p. 31). Y de hecho, si vemos los títulos recopilados en Cantos revolucionarios , de la Editorial Popular, solo encontramos una canción compuesta en el país, pero dedicada al cubano "Julio Antonio Mella", cuya letra es de Alfonso Sierra Madrigal y la música de Luis G. Monzón59. Sin embargo, hay un detalle que Islas García no alcanzó a percibir. Recuperemos la primera estrofa de La Internacional para ver a qué nos referimos:
"Arriba víctimas hambrientas
arriba, todos a luchar,
con la justicia proletaria
nuevo mundo nace ya..."
Esta variación de la letra original corresponde a una mexicanización de la versión francesa y era la que se vendía, con su partitura incluida, en hojas sueltas en la Librería Navarro, publicada por EFC60. De ese modo, pese a su origen extranjero, los militantes comunistas desplegaron un esfuerzo importante por "traducir" los aparatos culturales a la realidad mexicana. La explicación de este proceso la encontramos en misma la introducción de Cantos revolucionarios . Su compilador, José Pomar destaca que: "Dialécticamente, la canción revolucionaria debe estar y está en movimiento, especialmente su texto; no es arma de combate si se conserva estática" (Pomar, 1937?, p. 2).
En este folleto en particular coincidieron los esfuerzos de la Librería Navarro, EFC y la Editorial Popular, dependiente del PCM.
Otro de los actores clave de la editorial fue José G. Cruz, mejor conocido por su participación en las revistas Paquín , Paquito , Pepín y Adelita y las guerrillas y posteriormente por Santo, el enmascarado de plata. Este dibujante, en una faceta poco conocida, estuvo encargado de diseñar las portadas y hacer las ilustraciones internas de los textos de EFC. Con este fin recurrió tanto a elementos tradicionales del dibujo como a las técnicas vanguardistas del periodo. Cruz utilizó desde dibujos y grabados de los próceres del comunismo, hasta montajes en los que el líder se superponía al pueblo, o incluso a partir de las portadas de las versiones españolas de los folletos creó nuevas variables, de mayor atractivo visual. Si observamos algunas de sus ilustraciones, se evidencia el diálogo indispensable entre el dibujante y el texto que pretendía graficar. Por supuesto, en este proceso los argumentos tradicionales del marxismo, que apuntaban a condiciones económicas generales y con un sentido internacionalista, podían acercarse a los lectores mexicanos. Este dibujante además desplegó en sus ilustraciones una relación estrecha con la caricatura popular de aquel momento. Lo que también puede ser percibido como un intento estratégico de la editorial por retomar un lenguaje visual, lejos de lo dogmático y más cercano a la creciente cultura de masas que se instalaba en el México cardenista.
Las disrupciones
Conviene preguntarnos hasta qué punto el proyecto de EFC correspondió a los intereses del PCM, y hasta dónde debemos comprenderla como la iniciativa privada de un simpatizante. Los límites ideológicos, o más bien, la flexibilidad que como empresa poseía la Librería Navarro, planteó situaciones interesantes al momento de percibir el periodo en cuestión. Mientras los actores se esforzaban en definirse ideológicamente, las publicaciones de la editorial, y especialmente los anaqueles de la librería, presentaban una visión ecléctica y compleja de lo que era la izquierda mexicana y continental del periodo. Ricardo Melgar Bao se ha referido a cómo la Librería Navarro era "un privilegiado lugar de oferta de literatura política latinoamericana, incluyendo la venta de impresos apristas y antiapristas" (Melgar Bao, 2003, p. 65). Aunque no menciona que la propuesta de la entidad se inclinaba decididamente por tachar de antirrevolucionaria la posición aprista. De hecho, uno de los colaboradores más estrechos de la editorial, J. D. Sobrino Trejo, publicó un folleto repleto de diatribas en contra de los apristas, acusándolos de asociarse con los grupos de clase media mexicanos, los que en la coyuntura cardenista eran vistos como un sector opuesto a las medidas progresistas del gobierno (Sobrino Trejo, 1937). "Sabido es -explica Sobrino Trejo- que el aprismo, en oposición al citado mandato del Manifiesto, otorga preeminencia en la dirección del movimiento revolucionario, a los elementos de la clase media. Pero el aprismo no se inspira en los principios de la revolución social, dígase lo que se quiera" (Sobrino Trejo, 1937, p. 73).
Desde otra perspectiva, si revisamos la publicidad que salió en El Machete o las contraportadas de los mismos folletos, los textos publicados se presentan de manera homogénea. Casi todos corresponden a traducciones del marxismo clásico o de los principales jerarcas o teóricos de la Unión Soviética. Una de las pocas excepciones es Cómo se preparó la huelga en los frigoríficos 61. Este texto de 32 páginas fue la versión de EFC de un folleto editado en Uruguay por la Confederación Sindical Latinoamericana en 193462. En esta adaptación, el nombre del autor fue reemplazado por Un huelguista , lo que podría verse como una manera de acercar el texto a los lectores, pues podía ser cualquier persona, siempre que cumpliera con el deber del buen comunista. El autor original de este texto, José Peter, fue un militante y dirigente sindical argentino, que participó activamente en una huelga de los trabajadores de la carne en 1932. Su experiencia sindical fue relatada en este folleto, del cual hasta ahora no he encontrado ejemplares en las bibliotecas mexicanas. La única comprobación de su existencia es la pequeña reproducción de su portada que aparece en la publicidad de algunos de los textos lanzados por la editorial.
Pero este no fue el único folleto que rompió la homogeneidad de las publicaciones. Al menos se pueden mencionar tres que nunca aparecieron en la publicidad, ni en las contraportadas. El primero es el de Sobrino Trejo que ya hemos mencionado, y que no cumplió ni con el formato, ni con la tipografía, ni con las portadas características de las ediciones. El otro texto corresponde a Acción de las masas estudiantiles en Centroamérica , escrito por Rodolfo Jiménez Barrios63. El autor era un exiliado salvadoreño muy cercano a Pedro Geoffroy Rivas, quien seguramente aprovechó sus vínculos con la editorial para facilitar el proceso de publicación. En este caso, a diferencia de la mayoría de los textos, la portada no fue dibujada por José G. Cruz, sino que por un desconocido Abel M. El tamaño del folleto es notoriamente menor, solo 16 centímetros de alto contra los 20 que solían tener. Estas diferencias, y su ausencia en los catálogos de la propia editorial, se pueden explicar porque su edición fue compartida con la Imprenta Romero, ubicada en la calle Guatemala n.o 52. De todas maneras, el contenido calza perfectamente con las intenciones comunicativas de la Librería Navarro. Jiménez Barrios comienza citando a Lenin, realiza un análisis marxista de los acontecimientos políticos que involucraban a El Salvador, critica la función de los intelectuales en los procesos revolucionarios y concluye con un fuerte llamado a la unidad en contra de las dictaduras y el fascismo. En este caso, la voluntad de conjuntar fuerzas se cristalizó en la Acción Revolucionaria Centroamericana, la cual convocaba a los estudiantes a movilizarse: "Son los estudiantes, viejos luchadores en la historia de nuestras cinco repúblicas... Son ellos quienes deben intensificar la difusión de la ideología..." (Jiménez Barrios, 1935, p. 6). Si bien el autor no cita alguna de las obras editadas por la EFC, sí menciona el texto de Perchick, Marx, maestro y jefe del proletariado , editado por Ediciones Europa y América. Sobre esto volveremos un poco más adelante.
Un tercer texto que rompió con las lógicas de la editorial fue precisamente el que sacó a la luz pública la carta que la Delegación del PCM ante el VII Congreso de la Internacional Comunista dirigió al Comité Central del Partido a raíz de esta reunión. Sin embargo, a diferencia de los casos anteriores, en esta ocasión los editores decidieron explicar por qué habían tomado la decisión de publicar un texto que escapaba de su trayectoria empresarial. Uno de los temas relevantes para el proyecto empresarial era que los textos no se enfocaban en temáticas coyunturales, ni específicas, que les significaran perder actualidad. De hecho, esto también podría explicar por qué ninguno de los folletos o libros tiene fecha de publicación.
En el caso de este texto, la situación era totalmente distinta. Se trataba de una carta de 1935, que era ampliamente conocida por los militantes, pues El Machete ya la había publicado, y además el rápido devenir de los acontecimientos políticos la había hecho perder novedad. En ella se anunciaba el cambio de postura del PCM, convocando a la unidad de las fuerzas políticas progresistas, en un frente popular antiimperialista. A mediados de 1936, cuando se publicó el folleto, este debate ya había sido ampliamente superado y el PCM mostraba sin tapujos su apoyo a la política social de Cárdenas. De ese modo, podríamos pensar que la importancia de la publicación podría deberse a un intento por establecer a posterior la paternidad sobre cierto discurso unionista, como parte del juego político entre los distintos actores para ganar las adhesiones del movimiento obrero en vías de politización64.
A modo de excusas frente a la disrupción, el folleto iniciaba con las siguientes palabras: "Desde la fundación de EDICIONES FRENTE CULTURAL, nos propusimos cooperar al estudio de la realidad mexicana, en aquellos fenómenos específicos, hasta cierto punto, de la revolución en México; es hasta ahora que tenemos la posibilidad" (Partido Comunista Mexicano, 1936, p. 2). De ese modo, los editores parecían abrir una nueva etapa en sus publicaciones. La declaración continuaba: "...iniciamos con este volumen la publicación de una serie de monografías y libros, cuya intención y contenido respondan al estudio y esclarecimiento, si no de todos, cuando menos de los más importantes problemas de México" (Partido Comunista Mexicano, 1936, p. 2). De hecho, hacían un llamado ferviente a los intelectuales y escritores progresistas para que les enviaran borradores, especialmente aquellos que se centraran en la protección de las riquezas del país contra el imperialismo, los que mostraran las condiciones sociales y económicas de las masas pobres mexicanas, e incluso, aquellos que ayudaran en el proceso de reforma agraria. Estas temáticas tendrían prioridad en los próximos libros publicados por EFC.
Al principio de la investigación, esta declaración de principios editoriales me sirvió para comenzar a explorar los quiebres en la historia de la editorial. Mi periodización se nutrió de estas aseveraciones. Sin embargo, después de revisar muchos de los textos, en 1936 no existió el tan anunciado giro en el trabajo de esta empresa. Sus textos continuaron siendo traducciones o reediciones de autores clásicos marxistas o de la Unión Soviética. Quizás los únicos cambios relevantes se produjeron como ya vimos en 1937, cuando, dado el éxito que al parecer tenía, la editorial comenzó a poner a la venta libros de más páginas y mejor calidad. En ese contexto se embarcaron incluso en la edición de una versión propia de El Capital , en tres tomos.
La acción en red y la no dependencia
Llegamos ahora a un punto clave en el funcionamiento de EFC. Me refiero específicamente a que la interacción con distintas editoriales, con otras librerías o agencias comerciales, con el propio Partido e incluso con medios de prensa como El Machete , fue la base de acción de la Librería Navarro.
De hecho, el mismo periódico se había encargado de plantear la necesidad de que el trabajo en este ámbito fuera enfrentado de manera coordinada por un grupo de iniciativas o empresas, solo así podría cumplir a cabalidad sus objetivos políticos. En sus páginas se establecía que: "Una editorial así, consolidada, o dos, o tres, podrían plantearse en firme una labor sistemática, metódica, de gran tamaño. Es necesario partir de los cimientos reales indispensables: el elemento económico y la capacidad política y técnica que se requieren"65.
Como es evidente, uno de los primeros brazos de la red en la que se insertó la editorial fue el PCM. Hemos graficado la relación ambivalente que se desarrolló entre el partido y la editorial. De igual modo, a través de algunas situaciones hemos visto cómo se vinculó con El Machete . La relación con la Editorial Popular, creada por PCM en 1936, también fue estrecha, especialmente en los comienzos de esta iniciativa, cuando la Librería Navarro y su editorial actuaron como apoyo y compartieron conocimientos y también publicaciones66.
En este aspecto, uno de los espacios más importantes a los que se incorporó EFC fue el desarrollado por la Internacional Comunista. Esto significó un caudal constante de versiones en español de textos marxistas. El núcleo de esta red fue la Editorial Europa y América, fundada en Barcelona en 1926, la cual lanzó al mercado más de 150 libros sobre marxismo. Según Vázquez Liñan (2003), esta editorial tuvo una situación muy parecida a la que enfrentó su contraparte mexicana, la casi ausencia de autores nacionales, la preeminencia de las traducciones de los grandes líderes soviéticos y la necesidad de hacer tirajes amplios y muy baratos. De hecho, los formatos, la tipografía e incluso su estrategia comercial fueron muy similares. Este mismo autor señala que la Editorial Europa y América adquirió distintas denominaciones en los diferentes lugares donde trabajó: Editions Sociales Internationales en París, International Publishers en Nueva York, Ediciones Sociales Internacionales y Edicions Socials Internacionals en Barcelona (Vázquez Liñán, 2003, p. 209). Incluso en algunas ocasiones solo aparece su acrónimo EDEYA. Revisando algunos textos de estas editoriales, y teniendo presente la forma de trabajo de la EFC, me parece que la relación entre ambas casas editoras aún requiere un poco más de investigación, pues si bien sus ediciones coinciden, también muestran amplios márgenes de autonomía, frente a lo que podría ser su matriz europea.
En el caso particular de EFC, algunos de los textos son muy parecidos a los publicados por Editorial Europa y América. Sin embargo, su relación se mantuvo en el marco de colaboraciones específicas y siempre estuvieron asociados a relecturas propias. Por ejemplo, en el caso del folleto de Dimitrof, La unidad de la clase obrera 67, este fue retomado exactamente igual, incluyendo el subtítulo ¡Frente popular en todo el mundo! de Ediciones Sociales Internacionales68. Solo hay dos diferencias, la primera es la extensión, pues EFC solo publicó las primeras 70 páginas de un texto de 143. Y la segunda es el título, la editorial mexicana no utilizó el concepto Frente Popular. De hecho, no editó ningún texto usando esa frase, pues prefería Frente Único69. Aunque quizás una razón más simple para el cambio de nombre la podemos encontrar en los anaqueles de la Librería Navarro, pues entre los libros ofertados estaban ambas versiones. Así que la variación del nombre podría ser simplemente una estrategia comercial para evitar repeticiones. Como mecanismo de apropiación visual, la Librería solía poner su propio sello en la carátula de los folletos que no pertenecían a su propia editorial.
Ahora bien, las redes editoriales de EFC también se extendieron por el continente. Otra de las editoriales con las que coinciden algunas de sus producciones es la argentina Claridad. El libro de Losovsky y el folleto sobre la huelga de los frigoríficos ya mencionados son algunos ejemplos de este traslape. Los alcances de estas redes aún están por investigarse.
A modo de conclusión: la Colección Daniel y una nueva etapa
A mediados de 1939 salió a la venta el libro Los orígenes de la religión de Karl Kautsky. En el mensaje de los editores, el cual terminaba abruptamente, se leía: "Hasta aquí, las líneas que nuestra administración encomendara a nuestro compañero DANIEL NAVARRO OREJEL (1897-1939) co-fundador y poderosa columna de esta empresa, en la que tuvo a su cargo el puesto responsable gerente de distribución. La voz de nuestro compañero ha callado para siempre"70. El texto agregaba que el difunto había dejado sus bienes con la finalidad de que se fortaleciera el trabajo de la editorial, mediante una nueva colección. Esta iniciativa sería denominada Colección Daniel.
Desde ese momento, aparece un nuevo actor firmando las notas de los editores: Mario Nava. Muy pocas publicaciones novedosas sobre marxismo afloraron después de esta fecha. El libro de Lenin sobre la guerra, que inauguró la Colección, fue uno de ellos. Pero la nueva versión de El Capital fue quizás el cierre del proceso editorial que buscó acercar a los mexicanos con las obras fundamentales del marxismo. Este texto se presentaba como la primera edición americana y mexicana del estudio más importante para la izquierda comunista internacional. Sin embargo, ya no estaba rotulado bajo la firma de Ediciones Frente Cultural, sino que apareció publicado por Ediciones Fuente Cultural. Este pequeño cambio en la nominación de la editorial, solo una palabra, envolvió profundas diferencias con la etapa anterior71. Pero esto es materia de otro estudio.
Antes de concluir me parece necesario recordar una de las líneas básicas con las que trabajaba la Editorial. Enrique Navarro reconocía que lanzar una obra al mercado requería una honda meditación, pues era fundamentalmente un acto de responsabilidad y de trascendencia indiscutible (Henry, 1937, p. 5). El compromiso con su labor es lo que se ha intentado graficar a lo largo de este artículo, al igual que se han tratado de buscar los límites que logró abarcar este esfuerzo. Esto no solo en cuanto al éxito en ventas, sino a la capacidad de articular desde el espacio editorial un proyecto político, cultural y social.
Evidentemente la historia de la editorial es una experiencia particular e irrepetible. Sin embargo, los procesos y problemas que enfrentó nos permiten comprender una serie de situaciones que afectaron no solo a las empresas similares, sino a la izquierda en su conjunto. Su esfuerzo por traducir el marxismo fue sin lugar a dudas paralelo a la producción de tesis sobre el tema en las universidades, siguió los debates tanto mexicanos como internacionales, y logro desarrollar una propuesta alternativa local. Su auge empresarial estuvo vinculado al crecimiento en la militancia comunista, pero también esa militancia se vio fortalecida por las posibilidades de acceder a textos mexicanos para su propia formación. De ese modo se logró compaginar su pertenencia a un mercado editorial con su función como herramienta en la circulación de ideas.
Finalmente, quisiera enfatizar que comprender la historia de EFC significa avanzar en nuestro conocimiento sobre una serie de sujetos olvidados por la historiografía, y que fueron cruciales para que el marxismo, en un sentido amplio, más allá de lecturas dogmáticas y mecánicas, pudiera difundirse en diversos sectores y lugares de México y el continente.