Los estudios de la emigración mexicana a Estados Unidos en las primeras décadas del siglo XX (1900-1940), han destacado la notable salida de miles de personas de México hacia tierras estadounidenses, principalmente hombres trabajadores y en menor dimensión mujeres, niños y familias.1 La explicación que prevalece es que la emigración comenzó en el Porfiriato (1880-1910), aumentó de forma considerable durante la Revolución mexicana (1910-1920) y creció aún más en los años veinte (1920-1929). La salida de miles de emigrantes laborales es el eje central de la interpretación que prevalece: más de un millón de personas se desplazaron de México al norte en ese periodo.2 En contraparte, la migración de retorno de mexicanos a su país de origen se presenta como algo esporádico, que sólo se dio en determinados instantes de manera relevante: 1907-1908, 1920-1921 y, principalmente, en 1930-1940. Este trabajo presenta una interpretación diferente.
Este artículo muestra que el retorno, desde principios del siglo XX, fue constante y en dimensión significativa, principalmente por el movimiento de gran cantidad de trabajadores temporales, quienes iban a laborar por determinados periodos en labores ferroviarias, agrícolas y mineras y, después de unos meses, volvían a su lugar de origen. Asimismo, en ocasiones fue más relevante incluso que la propia emigración, como sucedió a finales de 1920, durante 1921 y en la década de 1930, cuando miles de personas se vieron obligadas a volver a México al quedar sin empleo debido a la recesión económica en Estados Unidos. En esos instantes la salida de brazos disminuyó significativamente y el retorno creció de manera exponencial.
El objetivo de este artículo es analizar el desarrollo y la dimensión que tuvieron las dos principales migraciones de retorno de mexicanos de Estados Unidos que se dieron en el periodo de 1900 a 1940: la de migrantes temporales y la de desempleados por las recesiones económicas. Este trabajo muestra que la primera fue la más importante en las primeras tres décadas del siglo XX, pues abarcó entre 70 y 80% de todos los retornos; para el periodo de 1900 a 1929, entre 993 135 y 1 093 135 personas que habían emigrado a laborar a Estados Unidos volvieron a México. Por su parte, la migración de retorno provocada por el desempleo y el deterioro de las condiciones de vida, en etapas de recesión económica, llevó a que cerca de 549 565 personas se desplazaran de manera apresurada a México en un periodo que abarcó alrededor de 13 años y cuatro meses: de noviembre de 1907 a febrero de 1908, de 1920 a 1921 y de 1930 a 1940. Así, los dos tipos de retornos más relevantes de comienzos del siglo XX suman entre 1 542 700 y 1 642 700 individuos que regresaron a México entre 1900 y 1940, es decir, en números redondos, más de millón y medio de personas. Con base en esta información y la evolución que tuvieron esos movimientos de población, la propuesta central de este artículo es que, desde comienzos del siglo XX, México ha sido una nación de migración de retorno.
Hasta el momento, la historicidad del retorno de mexicanos de Estados Unidos es poco conocida. Hasta finales del siglo XX y principios del XXI, diversos especialistas en la migración calificaron a México como un país de emigración, migración de retorno y tránsito: es decir, una nación expulsora de migrantes laborales a Estados Unidos principalmente, país al cual retornan constantemente miles de sus migrantes por diversas circunstancias, y nación por donde cruza gran cantidad de migrantes de diversas nacionalidades en su paso a Estados Unidos. Este trabajo muestra que el retorno, en dos modalidades (migrantes temporales y desempleo), fue relevante desde las primeras cuatro décadas del siglo XX. En ello radica la relevancia de este estudio.
Hasta ahora, existen algunos trabajos que han estudiado fases específicas del retorno en los periodos de recesión económica de 1920-1921 y 1930-1940, los cuales han realizado una estimación de la cantidad de mexicanos que retornaron en esas etapas.3 Asimismo, en la historiografía sobre la emigración mexicana a Estados Unidos hay referencias al retorno de migrantes temporales, pero no un análisis sistemático de su evolución en la etapa de 1900 a 1940.4
Recientemente Alanís Enciso y Hernández Juárez publicaron un estudio que analiza la migración de retorno en la primera mitad del siglo XX, tomando como criterio “los retornos en gran escala” (por recesiones, expulsión-deportación, migración temporal de los años 20 a 1950 y miedo) y los “retornos en menor dimensión” (hombres para instalarse en colonias agrícolas, exiliados políticos, exiliados religiosos y mujeres “extrajeras que fueron mexicanas”).5 El estudio de Alanís y Juárez aporta información valiosa de los diversos tipos de retornos que se dieron en la etapa de su interés. Sin embargo, no analizaron la migración de trabajadores estacionales desde la primera década del siglo hasta 1920. Asimismo, no dan una estimación general de la cantidad de personas que participaron en la migración de retorno provocada por las depresiones económicas de principios del siglo XX.
El marco conceptual de este trabajo es la migración de retorno, es decir, el regreso de los migrantes mexicanos a su lugar de origen después de haber estado por un tiempo fuera de su país. Ésta es una herramienta ampliamente usada en la actualidad para el estudio del retorno de los migrantes en diversas partes del mundo, la cual ha dado lugar a establecer tipologías y teorías que giran en torno a tres grandes temas de debate: las causas que lo provocan, el tiempo de estancia de los migrantes en el lugar de destino y el tiempo que permanecen en sus lugares de origen.6 A diferencia de otros trabajos de corte histórico, mantengo una distancia del concepto repatriación, que fue citado en la época por la prensa y las autoridades mexicanas para referirse a cualquier tipo de retorno y que también ha sido ampliamente usado en los principales estudios históricos que abarcan las primeras cuatro décadas del siglo XX, sin definir claramente a qué se refieren. Empleo el de migración de retorno como una manera más fina de explicar las diversas formas en que se dio el regreso de migrantes mexicanos desde Estados Unidos.
Este artículo tiene como punto de partida la primera década del siglo XX (1900-1909), ya que a partir de entonces la migración de trabajadores temporales fue la característica central de ese movimiento.7 Finalizo en 1940 porque ese año cierra un ciclo de la historia de la migración mexicana a Estados Unidos (1930-1940), el cual se caracterizó por la gran cantidad de personas de origen mexicano que se desplazaron a México debido a la Gran Depresión, mientras que la emigración disminuyó de manera significativa.
Este trabajo está realizado con base en la revisión de diversas fuentes primarias y secundarias. En particular examiné los trabajos Víctor S. Clark, Manuel Gamio y Paul S. Taylor, los tres pioneros en el estudio de la migración mexicana a Estados Unidos, quienes aportan información estadística relevante sobre el retorno desde comienzos del siglo hasta finales de la década de 1920. El trabajo se complementó con la investigación en la Hemeroteca Nacional de México donde revisé diversos periódicos de la frontera y la ciudad de México que ayudaron a la reconstrucción del retorno anterior a 1910, etapa sobre la que hay muy poca información en los archivos nacionales de México (Archivo General de la Nación y Archivo Históricos de la Secretaría de Relaciones Exteriores). Entre los periódicos que examiné están El Demócrata Fronterizo de Laredo, Texas, de 1905 y 1907, periódico transnacional con circulación entre Texas y la zona fronteriza de México; La Crónica, también editado en esa ciudad fronteriza por la activista Jovita Idár; El Correo Español, de 1908, medio de información de la colonia española en México; El Imparcial, de 1908, diario fundado por Rafael Reyes Spíndola a finales del siglo XIX, de corte oficial; El Evangelista Mexicano, de 1907-1908, fundado por William Petterson, pastor y misionero metodista; Diario del Hogar, de 1908, periódico de la ciudad de México fundado en 1881 por Filomeno Mata, con un tinte crítico al gobierno; La Voz de México, diario católico de los más sobresalientes, de corte conservador, incondicional al régimen y El Informador. Diario Independiente, de 1921, de Guadalajara, Jalisco, de tendencia conservadora.8
Completé la investigación con la revisión de las Memorias de la Secretaría de Relaciones Exteriores, de agosto de 1927 a julio de 1928 y de agosto de 1928 a julio de 1929. En ellas encontré información relevante sobre el número de retornos en esa etapa y la clasificación de las personas que volvían.
La migración de retorno de mexicanos de Estados Unidos, 1900-1940
Durante las primeras cuatro décadas del siglo XX, México recibió diversos tipos de migración de retorno procedentes de Estados Unidos. Entre los más importantes en dimensión estuvieron la de migrantes temporales y de desempleados ocasionados por las recesiones económicas en Estados Unidos. Además de esos retornos en gran escala, hubo un número importante que volvió porque fueron deportados bajo el sistema de salida voluntaria (70 000 para el periodo de 1918 a 1933) y por procesos judiciales -de los cuales existen datos aislados en el periodo que se analiza-.9 También otros regresaron debido a la campaña de deportación que se llevó a cabo en Texas a partir de mayo de 1928 y que duró hasta 1931 -20 000 tan sólo en 1929-.10 Otro grupo retornó a consecuencia de los programas de repatriación que diversos condados promovieron en los primeros años de la Gran Depresión (Los Ángeles, San Bernardino, Riverside, San Diego, California, así como Detroit, Michigan, y Gary, Indiana, entre otros, los cuales suman cerca de 26 692).11 Asimismo, una cantidad no determinada regresó a México por el miedo a la deportación, sobre todo en 1929 y a lo largo de la década de 1930 cuando se llevaron a cabo redadas encabezadas por oficiales de inmigración y policías locales para expulsar a inmigrantes que hubieran ingresado sin documentación legal.
En este periodo también se dio el retorno bajo la modalidad de repatriación, es decir, mexicanos que, por sus condiciones extremas de pobreza, regresaron al país con algún tipo de apoyo del gobierno de México, sobre todo pasajes de ferrocarril para trasladarse a sus lugares de origen. El general Porfirio Díaz (1880-1910) ayudó a algunos durante la recesión de 1907-1908; la labor más destacada fue la de Álvaro Obregón (1920-1923), quien apoyó a cerca de 50 000. Los gobiernos de Pascual Ortiz Rubio (1930-1932) y Abelardo L. Rodríguez (1932-1934) también ayudaron con pasajes a algunas personas durante el momento más crítico de la Gran Depresión, aunque no hay una cifra aproximada de cuánto gastaron y a cuántos ayudaron.12
Dentro de los retornos, igualmente estuvieron quienes recibieron apoyo oficial para instalarse en algún lugar de México. Estos fueron casos aislados, ya que en el periodo analizado sobresalió un discurso oficial ambivalente que se distinguió, por un lado, por apoyar en papel el retorno de hombres con experiencia migratoria, quienes supuestamente vendrían a alentar el desarrollo agrícola nacional e instalarse en colonias agrícolas especiales y, por otro, sobresalieron las pocas medidas para respaldar ese tipo de retorno; además, algunos cónsules alentaron a quienes tenían trabajo en Estados Unidos para continuar en ese país y desistir de volver.13 En consecuencia, son escasas las experiencias de personas que arribaron de Estados Unidos, específicamente con el objetivo de establecerse en sitios designados por el gobierno. Algunos fueron a los sistemas de riego que se instalaron a comienzos de la década de 1930;14 un grupo de 362 personas fue a Pinotepa, Oaxaca, para fundar la Colonia de Repatriados Número 2, a finales de 1933. A comienzos de la década de 1930, pequeños grupos también fueron a establecerse en Valle de la Palmas, Baja California Norte o en Bácum, Sonora, entre otros sitios. Un contingente también fundó la Colonia 18 de Marzo, Tamaulipas, con 3 750 personas procedentes de diversas regiones de Texas, en mayo de 1939, con el apoyo del presidente Lázaro Cárdenas (1934-1940).15 En ese decenio más de 4 112 personas volvieron al país con algún tipo de respaldo oficial con el fin de fundar alguna población.
Cada tipo de retorno tuvo características particulares y una evolución diferente y requiere un estudio particular. Para este artículo sólo elegí los dos más importantes en dimensión de las primeras cuatro décadas del siglo XX. No incluí las deportaciones por salida voluntaria, que estarían en un tercer lugar, porque la diferencia de tamaño con las dos primeras (retorno de migrantes temporales y por desempleo) es notable: entre 1 531 058 y 1 639 700 temporales; 549 565 por desempleo en épocas de crisis económicas y 70 000 deportados en el periodo de 1918 a 1933.
El retorno de migrantes temporales
En la etapa de principios del siglo XX hasta 1929, el retorno de migrantes mexicanos que fueron a laborar de manera temporal a Estados Unidos, para luego volver a su lugar de origen, fue un flujo relevante entre ambos países. Se trató principalmente de hombres, y en menor proporción familias, que cada año salían de sus pueblos en México por algunos meses para trabajar en los campos agrícolas, las minas y los ferrocarriles del suroeste estadounidense y después regresaban a sus lugares de origen. Este tipo de migración fue definida por el Dr. Jorge Bustamante como circularidad migratoria, es decir, “movimientos de corto plazo, repetitivos y cíclicos, con un factor común que es la intención declarada del migrante de que su estancia en la sociedad receptora no sea permanente”.16
En 1908, Víctor S. Clark (1868-1946), economista e historiador, publicó un estudio titulado “Mexican Labor in the United States”. Su objetivo era examinar las características centrales de la migración mexicana y su impacto en la economía y la sociedad estadounidenses. Clark señalaba el gran aumento de la mano de obra mexicana empleada en Estados Unidos, así como su creciente área de distribución. A principios del siglo se localizaban como trabajadores no calificados y peones en Chicago y el norte de Iowa, Wyoming y San Francisco, California. Apuntaba que el número de industrias que dependían de la mano de obra mexicana iba en aumento, al grado de que en algunas estaban desplazando rápidamente a japoneses, griegos e italianos. Afirmaba que, con excepción de Texas y California, pocos mexicanos se convertían en residentes permanentes. Incluso en esos dos estados la mayoría era trabajadores temporales que rara vez permanecían más de seis meses seguidos en este país.17
Clark mencionaba que el trabajador mexicano solía migrar por periodos cortos y después volvía a su lugar de origen. Cuando comenzaban las lluvias, generalmente alrededor de mayo, estaba en su hogar dedicado a plantar su cosecha. Después de eso, estaba dispuesto a trabajar en otro lugar de enero a mayo, dejando a su familia para que atendieran el riego y deshierbe; pero volvía a casa para la cosecha. Esa variación estacional en la oferta de mano de obra explicaba en parte los periodos relativamente cortos durante los cuales los inmigrantes iban a Estados Unidos y después volvían a sus pueblos, principalmente en Jalisco, Michoacán Guanajuato, Aguascalientes y Zacatecas. Clark muestra que la emigración y el retorno de los migrantes mexicanos no sólo dependían de la demanda de trabajadores en Estados Unidos sino de las temporadas de cosecha en México. A lo largo del ferrocarril central mexicano, los funcionarios ferroviarios le comentaron a Clark que los meses de mayor emigración eran febrero, marzo y abril; también agosto y septiembre. La mayoría volvía a México a finales del año. Para Clark, “el principal valor” del trabajador mexicano en la agricultura era su temporalidad, especialmente en la cosecha de algodón, cereales y remolacha. En el año fiscal de agosto de 1906 a agosto de 1907, Clark calculó que “el tráfico de regreso” había sido de 37 000 personas; para entonces, el movimiento de personas que retornaban a México era de una dimensión importante.18
La investigación que realizó Paul S. Taylor (1895-1984), economista doctorado en la Universidad de California en Berkeley, sobre la migración mexicana a Estados Unidos a finales de la década de 1920 y principios de la siguiente, en Arandas, Jalisco, muestra que el primer migrante de esa localidad dejó el pueblo en 1905, junto con su hermano; trabajaron en labores ferroviarias en el tramo cerca de Independencia, Kansas. Después de aproximadamente seis meses regresaron a Arandas. Algunos hombres de las rancherías de Arandas también empezaron a ir al norte para trabajar en empleos temporales, como jornaleros en las vías férreas.19 Informes de autoridades locales de otros estados igualmente mencionaban el retorno de migrantes. En 1907 el prefecto de Zamora, Michoacán, informaba que varios hombres de Purépero, Tlazazalca, Chilchota y Tangancícuaro, regresaban después de haber ido a laborar a ese país.20 Desde mediados de la primera década del siglo, en la prensa de la frontera y de otras partes de México aparecieron noticias acerca de los trabajadores estacionales que volvían de Estados Unidos.21
La tendencia al retorno de los migrantes temporales continuó durante la década de 1910. En esa etapa, la floreciente economía del suroeste de Estados Unidos, sobre todo de California y Texas, atrajo cientos de mexicanos que iban por determinados periodos a laborar en actividades agrícolas, ferroviarias y mineras. Otro ranchero de Arandas emigró por primera vez en 1910 para trabajar en el Southern Pacific en Nuevo México, volvió a su pueblo al año siguiente; emigró nuevamente en 1913 como trabajador ferroviario de la Santa Fe en Kansas City y retornó un año después. En 1916 otra vez viajó al norte donde laboró en ductos en Kansas City y Chicago, y retornó a los pocos meses; en 1918 de nuevo emigró para laborar en la construcción de caminos y en la pizca de algodón, regresó a su pueblo cinco años después. El caso de este migrante es un ejemplo de cientos de hombres que viajaban temporalmente de la región centro-occidente y luego volvían a su lugar de origen para, después de un periodo, nuevamente emigrar y otra vez regresar a su pueblo.22
En el periodo de 1910 a 1919, la temporalidad de gran parte de la migración laboral mexicana se vio favorecida y propiciada por los intereses de los grandes productores agrícolas y empresarios ferroviarios estadounidenses y las autoridades federales de Estados Unidos. El ingreso de ese país en el conflicto europeo conocido como Primera Guerra Mundial, a principios de abril de 1917, provocó que grupos de empresarios, agrícolas e industriales de Arizona, California, Kansas e Illinois presionaran a su gobierno para que les permitiera la contratación temporal de trabajadores mexicanos, gracias a lo cual quedaron exentos de la prueba de alfabetización impuesta por la Ley de Inmigración 1917. Más tarde las compañías ferroviarias, mineras e industriales también obtuvieron permiso para contratar brazos mexicanos de manera temporal. Las autorizaciones enfatizaron la importancia de que los brazos mexicanos fueran empleados por ciertos periodos y luego volvieran a su país con el propósito de que no se convirtieran en una competencia para el trabajador local y no generaran problemas sociales en esa nación.23
En el periodo de 1922 a 1929, después de la recesión de 1920-1921, continuó la migración transitoria de trabajadores mexicanos. Los informes anuales del comisionado general de inmigración de Estados Unidos para la década de 1920 brindan un perfil de los trabajadores mexicanos que fueron a Estados Unidos de manera legal en el cual destacan aquellos que estuvieron por temporadas. Según estos informes, los inmigrantes eran jóvenes, entre los 15 y 44 años, de los cuales entre 65 y 70 % eran hombres. Los trabajadores no calificados constituían la mayoría de los emigrantes; los agrícolas, muchos de ellos temporales, constituían entre 80 y 92 % de las personas legalmente aceptadas.24
Las cifras de las autoridades estadounidenses coincidían en gran parte con algunos datos de la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE). A finales de 1927 y principios de 1928 esta dependencia, con base en las matrículas expedidas por los consulados en Estados Unidos, hizo un cálculo aproximado sobre la ocupación de los mexicanos en ese país. Aproximadamente 70% eran jornaleros en los campos de algodón, betabel y frutas en general; 15% trabajaban en las fábricas y talleres mecánicos; 10% prestaban servicios en las minas; y el 5 % restante eran profesionistas, comerciantes, estudiantes y empleados, entre otras actividades. Es decir, más de 70 % de los migrantes iba para realizar actividades temporales y después volvía a su lugar de origen.25 Así, tomando en cuenta los rangos que manejaron las fuentes mexicanas y estadounidenses, considero que entre 70 y 80 % de esos migrantes fue a Estados Unidos como trabajadores estacionales.
Manuel Gamio (1883-1960), distinguido antropólogo mexicano que realizó investigaciones sobre la migración mexicana a Estados Unidos a finales de la década de 1920, estableció que la emigración mexicana a Estados Unidos, en el periodo de 1910 a 1928, “presentaba dos aspectos”. El primero era permanente, constituido por individuos que se habían establecido definitivamente en aquel país y que, por lo tanto, no regresaron a México. El segundo, migración “transitoria o temporal”, estaba compuesto por personas que se habían trasladado continuamente de México a Estados Unidos y viceversa. Se trataba de quienes habían residido temporadas sucesivas en uno y otro país. Acerca de la cantidad y el porcentaje de quienes habían retornado al país después de haber ido a Estados Unidos, Gamio proponía la cantidad de 1 085 222; afirmaba que la cantidad de mexicanos que se había dirigido a Estados Unidos desde 1910 a 1928 (927 167) y la de aquellos que habían entrado procedentes de ese país (1 085 222), demostraban que el movimiento migratorio entre ambos países había sido “muy equilibrado y de carácter temporal”, puesto que casi el mismo número de quienes fueron a Estados Unidos regresaron posteriormente a México.26
Las reflexiones sobre los flujos migratorios que realizó Gamio destacan la tendencia estacional que la mayor parte de la emigración mexicana tuvo en las primeras décadas del siglo XX. Los informes anuales del comisionado de inmigración de Estados Unidos y de la Secretaría de Relaciones Exteriores de México muestran que un alto porcentaje de los migrantes fue temporal por el tipo de trabajo que desempeñaban (entre 70 y 80 %), así como la tendencia de los empleadores a contratarlos estacionalmente. Entre 20 y 30 % de los migrantes restantes, posiblemente fueron personas que se establecieron por periodos más largos en ese país por muy diversas razones: reunificación familiar, inseguridad en México por los conflictos internos como en el caso de la Guerra Cristera (1926-1929), hijos nacidos en ese país, matrimonio con mujeres estadounidenses o de otra nacionalidad, condiciones de trabajo, etcétera.27
Otro aspecto por considerar de los datos que Gamio estimó es que faltaría agregar las cantidades de los retornos del periodo de 1900 a 1909 y de 1929, para completar la etapa de 1900 a 1929. Para ello, habría que agregar los 37 000 retornos del periodo fiscal de agosto de 1906 a agosto de 1907, además sumar los regresos de 1929 que ascendieron a 79 419; de ambas cifras, sólo considero que 80 % de ellos pudo ser migrantes temporales, es decir: 29 600 y 63 535, respectivamente. Además, habría que agregar los retornos de ocho años más (1900, 1901, 1902, 1903, 1904, 1905, 1908 y 1909), los cuales podrían haber estado en el rango de los 25 000 por año, lo cual daría un total de 200 000. Entonces, si sumamos dichas cantidades al rango de 700 000 y 800 000 (correspondiente a 70 y 80 % de aquellos que volvieron entre 1910 y 1928), tendríamos un estimado de entre 993 135 y 1 093 135 retornos de personas que se desplazaron de manera temporal de Estados Unidos a México en el periodo de 1900 a 1929. En números redondos, cerca de un millón.
Durante la década de 1930, la circularidad de la migración mexicana se vio afectada notablemente al disminuir la demanda de mano de obra debido a la Gran Depresión e incrementarse los controles estadounidenses para impedir el ingreso de inmigrantes mexicanos. El impacto de la recesión cambió bruscamente el comportamiento que hasta entonces había tenido la migración circular, ésta prácticamente desapareció.28
La recesión que comenzó en octubre de 1929, la campaña de deportación que se llevó a cabo en Texas desde finales de 1928 y que se extendió hasta 1930, el rumor de la entrada en vigor de nueva ley para deportar (“Ley Box”), el miedo a la deportación, así como las medidas que el Departamento de Estado llevó a cabo para controlar el ingreso de inmigrantes mexicanos (limitó el número de visas -de 40 154 en 1929 a 12 703 en 1930 y 3 333 en 1931-, aplicó la prueba de alfabetismo, impuesto de ocho dólares por ingreso, incrementó el trabajo de los inspectores fronterizos y de la Policía Fronteriza) hicieron que disminuyera significativamente la migración mexicana en general y con ella la circular. De 1931 a 1940 tan sólo 23 000 inmigrantes legales mexicanos fueron admitidos en Estados Unidos. Entonces, el flujo de salida se mantuvo en el nivel más bajo de las primeras cuatro décadas del siglo XX.29
De 1935 a 1940 fueron admitidos legalmente a Estados Unidos 13 078 (1935, 1 560; 1936, 1 716; 1937, 2 347: 1938, 2 502: 1939, 2 640; 1940, 2 313). Mientras que las autoridades mexicanas registraron el regreso de 75 489 personas (1935, 15 368; 1936, 11 599; 1937, 8 037: 1938, 12 024: 1939, 15 925; 1940, 12 536). Si bien las cifras de las autoridades estadounidenses muestran una escasa migración, en gran parte por las dificultades para registrar a aquellos que ingresaban a ese país sin documentos, los datos revelan una tendencia relevante para este estudio: en la segunda mitad de la década de 1930 el retorno de mexicanos y sus descendientes nacidos en Estados Unidos fue mucho mayor que la cantidad de personas que emigraron a ese país (75 489 por 13 078). Así, el retorno sobresalió más que la salida de migrantes a Estados Unidos.
Migrantes de retorno por desempleo
La otra corriente de migrantes de retorno más representativa de las primeras cuatro décadas del siglo XX fue la de cientos de trabajadores mexicanos que quedaron sin empleo debido a las recesiones económicas en Estados Unidos. En los periodos de 1907-1908, 1920-1921 y 1930-1940, con diferentes grados de intensidad, se paralizaron las labores ferroviarias, la producción agrícola disminuyó, las minas y otras áreas industriales en las que laboraban los migrantes mexicanos cerraron, lo que provocó que cientos de ellos quedaran desempleados y se vieran obligados a volver a México.
En mayo de 1907, en Estados Unidos se dio una pequeña crisis provocada por las operaciones especulativas emprendidas por Fritz A. Heinze, presidente del Mercantile National Bank, para monopolizar el mercado del cobre. A finales de octubre los problemas económicos en ese país continuaron debido a una crisis financiera conocida como “el pánico bancario”. Comenzó por una brusca caída de la Bolsa de Valores de Nueva York provocada por una burbuja de especulación, ligada con el cobre, que se transmitió a los grandes bancos. La crisis financiera se expandió rápidamente al resto de la economía. De mayo de 1907 a junio de 1908, la producción cayó en 11 %, las importaciones 26 y el desempleo creció de 2.8 a 8 %. Asimismo, a partir de octubre, el crecimiento del desempleo provocó el éxodo masivo de inmigrantes recién llegados.30 Desde octubre de 1907 hasta mayo de 1908, 550 000 inmigrantes de diversas nacionalidades salieron de Estados Unidos.31 A principios de diciembre de 1907, 75 000 trabajadores extranjeros regresaron a Europa porque no podían encontrar trabajo. Sólo el 30 de noviembre, ocho transatlánticos transportaron a más de 12 000 “extranjeros que se apresuran a regresar a casa”, lo que entonces se consideró un récord de salidas. En ese mes, también comenzó la salida de algunos cientos de mexicanos, quienes formaron parte del enorme grupo de extranjeros que partió de Estados Unidos a finales de ese año debido al desempleo.32
A fines de 1907, la industria ferrocarrilera y minera del suroeste de Estados Unidos entró en crisis debido a la caída de las cotizaciones de los minerales en el mercado mundial y la restricción del mercado de inversiones en ambas industrias.33 A consecuencia de la depreciación del cobre en Arizona, las compañías que operaban en esa región redujeron considerablemente el número de trabajadores, los cuales en su mayoría eran migrantes mexicanos. Asimismo, cientos de trabajadores fueron despedidos por las compañías ferrocarrileras que operaban desde California hasta Texas y que pararon sus labores.34 El desempleo golpeó particularmente a aquellos que se encontraban en el área de Los Ángeles y San Francisco, California, y ciertas zonas mineras de Arizona.35
A principios de 1908, El Imparcial apuntaba que “algunos centenares de mexicanos” llegaron en la indigencia a Ciudad Juárez.36 A mediados de enero, El Evangelista mexicano afirmaba que cerca de 1 000 migrantes arribaban a esa ciudad.37 Durante ese mes fueron reiteradas las noticias del ingreso de numerosas familias y “grandes grupos de trabajadores mexicanos” procedentes de diversos puntos de California y Arizona.38Diario del Hogar aseguraba que llegaban diariamente a Ciudad Juárez de 100 a 150 mexicanos en trenes y en pésimas condiciones.39 A principios de febrero siguieron arribando diversos contingentes, aunque la cantidad fue disminuyendo. El cónsul de México en El Paso informaba que los últimos “repatriados” habían sido 75. A comienzos de abril, el Diario del Hogar reportaba el arribo de pequeños grupos.40
Las fuentes consultadas indican que: a) el retorno de trabajadores desempleados se dio durante unos cuantos meses, probablemente entre noviembre de 1907 y febrero de 1908, es decir, abarcó un periodo de cerca de cuatro meses, y el mes de enero de 1908 fue el momento más crítico; b) los contingentes más numerosos provinieron del área de Los Ángeles, de San Francisco y de zonas mineras de Arizona; y c) la dimensión de personas que entraron al país fue sin precedente para la época. A finales de enero de 1908, La Voz de México señaló que “calcúlese en veinte mil el número de compatriotas que hasta ahora han regresado y se espera que llegue [sic] otros tantos”, entre noviembre de 1907 y enero de 1908; por lo cual llamó la atención de la prensa nacional, así como de las autoridades federales, estatales de Chihuahua y locales fronterizas, y del propio presidente Porfirio Díaz.41
Asimismo, hay que agregar otro elemento central que distinguió el retorno de finales de 1907 y comienzos de 1908, de los que se dieron posteriormente por recesiones (1902-1921 y 1930-1940): al mismo tiempo que se dio éste, gran cantidad de personas emigraban. De hecho, el periodo se caracterizó por una creciente emigración laboral principalmente en el sector agrícola (algodón, frutas, verduras, remolacha), el cual casi no se vio afectado por la recesión.42 Así, a diferencia de las recesiones subsecuentes, cuando la emigración descendió significativamente, en este periodo, la emigración fue numerosa; es decir, la salida y el retorno fueron casi paralelos.
El siguiente periodo en que se dio una migración de retorno en gran escala por desempleo fue de finales de 1920 y durante 1921. Desde que finalizó la participación de Estados Unidos en la Primera Guerra Mundial (noviembre de 1918) comenzaron a sentirse en ese país los efectos de una reconversión económica de guerra a paz. La recesión entró en su etapa más crítica a finales de 1920 y en 1921. En enero de ese último año los precios de los principales productos agrícolas cayeron por debajo de los niveles de antes de la guerra. Las grandes y medianas empresas agrícolas enfrentaron la situación con el despido masivo de cientos de trabajadores, con recortes de sueldos y de jornadas de trabajo. Lawrence Cardoso afirma que más de 100 000 hombres de negocios se declararon en bancarrota y más de 450 000 agricultores perdieron sus tierras. La tasa de empleo de los ciudadanos mexicanos fue mayor al de la población trabajadora en general. De 478 383 inmigrantes legales provenientes de México, registrados en el censo federal de 1920, se calcula que 100 000 perdieron sus empleos en labores agrícolas e industriales (empacadoras, fábricas de acero, minas, entre otras) que realizaban en Michigan, Arizona (Ray, valle del río Salado, Phoenix, Jerome), Chicago, Nueva York, Filadelfia, Kansas City, Texas (Fort Worth, Dallas, San Antonio) y California (Los Ángeles).43
Cientos de trabajadores mexicanos que quedaron sin empleo volvieron al país por diversos puntos de la frontera norte y puertos marítimos. Por Ciudad Juárez ingresó un número importante. A finales de abril de 1921, el agente de migración de esa localidad aseguraba que en febrero y marzo habían entrado 12 000 y 15 000 mexicanos, respectivamente, procedentes de diversos sitios en Estados Unidos. Señalaba que el total de los que habían regresado por Ciudad Juárez, desde que comenzó la crisis de trabajo en aquel país hasta finales de abril de 1921, ascendía a 30 000. Por Laredo, Tamaulipas, arribaron grandes contingentes en trenes, tan sólo a comienzos de mayo llegaron grupos de 230 y 400 personas.44 Asimismo, cientos fueron transportadas por barco a los puertos de Manzanillo y Mazatlán. A mediados de junio, 1 000 arribaron al puerto de Manzanillo y cerca de 2 000 regresaron de Los Ángeles a Mazatlán, en los barcos México y San Pedro.45 Los datos del Departamento de Migración de México (DM), dependiente de la Secretaría de Gobernación, muestran que, en 1920, la migración de retorno alcanzó la cifra de 64 620 y en 1921 llegó a 106 242, la mayor cantidad de retornos en la década. De un año a otro hubo un incremento notable de alrededor de 60%, motivado en gran parte por aquellos que volvieron debido al desempleo provocado por la recesión de la posguerra.46
Durante el periodo de 1930 a 1933 se dio otra corriente importante de migración de retorno provocada por desempleo. Estuvo relacionada directamente con los efectos devastadores que ocasionó la recesión económica conocida como la Gran Depresión. A principios de la década de los años treinta, la economía de Estados Unidos entró en una profunda crisis que comenzó en octubre de 1929, con el desplome de la bolsa de New York. Esto provocó la desaparición de miles de bancos y una gran ola de desempleo que ascendió en 1933, según algunos autores, a 10 millones (25 % de la fuerza laboral estadounidense). Los trabajadores mexicanos que se encontraban en ese país fueron fuertemente afectados en las áreas productivas donde laboraban, ya sea porque perdieron su empleo o porque su salario disminuyó.47
En diversos puntos de Texas (Austin, Winter Garden, Waco, Fort Worth, Karnes City, San Antonio, y otros lugares) cientos de ellos perdieron sus trabajos como consecuencia de la disminución de la producción de algodón y la brusca baja de los precios. En Arizona, sucedió una situación parecida, especialmente en la región del Valle del río Salado. En California, gran parte de la clase trabajadora mexicana enfrentó la falta de empleo en actividades agrícolas, así como la disminución de salarios y horas de trabajo. En las áreas urbanas de ese estado muchos mexicanos carecían de empleo. Las condiciones de la comunidad mexicana en San Diego fueron difíciles debido al desempleo. En el Valle Imperial, la producción de cultivos (frutas y legumbres) también se redujo drásticamente, así como los salarios que ganaban quienes laboraban en ese sector. De igual forma se deterioraron las condiciones de trabajo en los campos de remolacha de Michigan y en Colorado, donde las compañías bajaron los salarios en más de 40 % entre 1929 y 1932. Como consecuencia de la falta de trabajo, la diminución de salarios, la mella de las condiciones laborales y la difícil situación económica para sobrevivir, cientos de ellos decidieron regresar a México.48
Los mexicanos que laboraban en la minería también fueron duramente afectados por la recesión. Muchas compañías especializadas en la explotación del cobre en Arizona y Nuevo México pararon su producción y cerraron sus minas. Cientos de trabajadores fueron cesados por el cierre de las minas en Ajo, Morenci, Marinetti y el área de Ray-Sonora, y en Silver City, Nuevo México. Igualmente, aquellos que laboraban en diversas industrias (acero, automotriz y otras) más al norte, fueron duramente impactados por la depresión. En Detroit, Michigan, el empleo en la producción de automóviles se redujo entre 1929 y 1932 en 54 % y los salarios semanales cayeron casi en 32 %. En 1932 la industria del acero en Gary, Indiana, funcionaba a tan sólo 10 % de la capacidad. De los 600 a 700 empleados que regularmente trabajaban en las fábricas de esa ciudad en 1930, sólo 100 no habían perdido su trabajo en 1932.49 Como señaló Enrique Santibáñez, cónsul de México en San Antonio, Texas y Robert N. McLean, ministro presbiteriano que escribió varios artículos sobre el retorno de mexicanos en la época, cientos de mexicanos regresaron voluntariamente para escapar de la miseria provocada por el colapso de la economía estadounidense y la falta de oportunidades laborales.50
Entre 1930 y 1933, según cifras oficiales, se movilizaron de Estados Unidos a México cerca de 319 673 personas de origen mexicano. El decenio comenzó con el retorno de 70 127 en 1930 y 138 519 en 1931, un incremento notable y la migración de retorno más grande en casi cuatro décadas -la cantidad más cercana se dio en 1921, con el ingreso de 106 242 personas-. De un año a otro se incrementaron los retornos casi al doble, lo cual muestra un enorme movimiento de personas que ingresaron a México por diversos puntos de la frontera norte (Nogales, Ciudad Juárez y Laredo) y los puertos marítimos más importantes del país (Manzanillo, Mazatlán, Acapulco, Tampico); fue un desplazamiento espectacular, como han mostrado las obras de Hoffman, Mercedes Carreras de Velasco, Guerin González, Balderrama y Rodríguez, y Alanís Enciso. Los retornos tuvieron un momento cumbre en 1931, y a partir de 1932 comenzó una extrema disminución pues pasó de 138 519 en 1931 a 77 453 en 1932, es decir, un descenso de casi 44 por ciento.
La propensión a la disminución continuó en 1933, cuando entraron al país 33 574 personas. En 1934 continuó disminuyendo la corriente de retorno a 23 934, tendencia que se mantuvo hasta finalizar la década: 1935, 15 368; 1936, 11 599; 1937, 8 037: 1938, 12 024: 1939, 15 925; 1940, 12 536, para un total de 75 489.51
Las cifras oficiales mexicanas de “las repatriaciones” -yo le llamo migración de retorno-, del periodo de 1930 a 1940, se pueden dividir, grosso modo, en tres grandes tipos de retornos. Uno correspondió a aquellos que volvieron debido al desempleo en Estados Unidos. Esta corriente posiblemente abarcó 80 % del total de las personas -como señaló Richard F. Boyce, cónsul estadounidense en Nuevo León-, lo cual da un estimado de 392 876 (80 % de los 491 096 retornos de 1930 a 1940).52 Otro 20 % se dividió entre los que volvieron por algún tipo de deportación y el resto, 10 %, los que retornaron por miedo a las expulsiones y la campaña de intimidación que se llevó a cabo principalmente en el área de Los Ángeles, California. Por composición demográfica, se sabe que cerca de 50 % de las personas eran menores de edad, entre 0 a 21 años, ciudadanos estadounidenses, es decir, menos de la mitad fueron adultos de más de 22 años, mexicanos nacidos en México.53 Este grupo planteó una paradoja para la sociedad mexicana ya que, por un lado, el gobierno de México los considero como nacionales bajo el criterio de que sus padres eran mexicanos y, por otro, eran ciudadanos estadounidenses pues habían nacido en aquel país; no conocían, ni reconocían otro país que no fuera ése como propio. Así, eran personas que tenían doble nacionalidad: mexicana y estadounidense.
Conclusión
Las consecuencias de la migración de retorno, en las dos modalidades que analizo en este artículo, pueden ser abordadas desde el ámbito personal y familiar. También a nivel social, económico, demográfico y cultural en las comunidades de origen de los retornados, así como en los estados de donde eran originarios y en el ámbito nacional. Las posibilidades de análisis de las secuelas son múltiples, dependiendo del ámbito espacial y el enfoque disciplinar que se desee, como ha mostrado la amplia bibliografía que se ha desarrollado, en diversas partes del mundo, sobre el tema a finales del siglo XX y principios del XXI. Aquí sólo mencionaré algunas que considero más relevantes en el periodo al que se ciñe este artículo, las cuales se pueden encontrar en dos etapas diferentes.
La primera corresponde a la fase de 1900 a 1929 y se centra en el efecto provocado por la migración temporal. La segunda, tiene que ver con el impacto del retorno ocasionado por la Gran Depresión en la década de 1930. En la primera, la principal secuela fue que comenzaron a delinearse paulatinamente los rasgos de lo que hoy se conoce como comunidades transnacionales, es decir, un complejo sistema de redes de intercambio y circulación de gente, dinero, bienes e información, que traspasan las fronteras de los Estados y las sociedades nacionales de México y Estados Unidos, a través de los flujos migratorios masivos, circulares e internacionales.54
En esa etapa, algunos migrantes volvieron con dólares, llegaron vestidos de manera diferente a lo acostumbrado en sus comunidades, contaron a sus parientes y amigos la experiencia del viaje a Estados Unidos, el cruce por la frontera, las formas de laborar en otro país, el idioma (el inglés), las ciudades que conocieron, la comida, entre otras cosas. El retorno dio la oportunidad de difundir la posibilidad de una mejora económica en un país con diferentes costumbres, que poco a poco comenzarían a formar parte de la cultura de las comunidades migrantes. Asimismo, algunos de esos primeros migrantes comenzaron a llevar a sus amigos y parientes a Estados Unidos, con el conocimiento previo que habían adquirido en su viaje a otro país; las bases históricas de las redes migratorias comenzaban a formarse en comunidades como Arandas, Jalisco, y en otras de estados como Michoacán, Guanajuato y Zacatecas. En la década de los años veinte, fue más evidente el comienzo básico de redes migratorias primitivas que funcionaban para fomentar la migración de familiares, amigos y paisanos.55 A finales de ese decenio, la bases económicas, sociales y culturales, para la formación de comunidades trasnacionales estaban en proceso de consolidarse.
El retorno provocado por desempleo durante la Gran Depresión (1930-1940) provocó consecuencias muy diferentes a las del periodo anterior. En ese instante, los migrantes retornados pasaron de ser principalmente hombres, a formar un grupo muy heterogéneo: hombres, mujeres, padres de familia y una gran cantidad de menores nacidos en Estados Unidos. Muchos de los que volvieron se habían establecido a finales de la década de 1910 y, durante los años 20 en Estados Unidos, habían formado familias y tuvieron a sus hijos en ese país. Durante la crisis abandonaron ese país.
En esta época, una de las consecuencias centrales del retorno en México fue el arribo de un gran número de menores nacidos en Estados Unidos, hijos de padres mexicanos. Los estudios que han analizado el tema establecen que los menores pudieron agrupar a cerca de 50 % del total de aquellos que ingresaron en toda la década; es decir, alrededor de 245 548 menores de 12 años (considerando la cifra de 491 096 retornos en la etapa de 1930 a 1940) se trasladaron a estados como Jalisco, Guanajuato, Zacatecas, Michoacán, entre otros. Muchos de ellos sufrieron burla ya que no hablaban español y fueron vistos como extranjeros; de igual manera, no podían comunicarse por escrito ni leer para integrarse en las actividades escolares. También, enfrentaron la falta de documentos para comprobar su nacionalidad, por ello, algunas presidencias municipales recibieron diversas solicitudes para registrarlos a fin de contar con documentos de identificación. Ellos fueron quienes más dificultades tuvieron para el proceso de reinserción comunitaria. Tan difícil fue su integración a sus comunidades que hay constancia de que varios regresaron a Estados Unidos en la década de 1940, gracias a que tenían amigos y familiares en aquel país.
En cuanto al impacto económico que causó el retorno en la década de 1930, éste apenas fue percibido en las comunidades del centro de México. Esto se debió en gran parte a que existía una economía de subsistencia que se basaba en actividades agrícolas, en la cual participaban los integrantes de la familia para su alimentación, con producción de auto consumo. Ese contexto favoreció la reinserción de cientos de personas que fueron apoyadas por sus familiares, quienes les proporcionaron alimento, casa y algún tipo de trabajo. No hay evidencia de que la economía mexicana en general, o las locales a donde regresaban los migrantes, hayan sufrido un quiebre significativo ante la llegada de una gran cantidad de retornados. Algunos se mantuvieron con los ahorros que traían; otros, instalaron negocios, comercios u otros servicios; algunos más, buscaron trabajo en las ciudades o en otras regiones; finalmente, al poco tiempo de haber regresado, algunos volvieron a emigrar a Estados Unidos.