Rodolfo Palma Rojo ha publicado un libro disruptivo, atrevido y lleno de humanidad titulado Sufrimiento cultural. Literatura e historia de los mexicanos en Estados Unidos, publicado por la Universidad de Alcalá en 2022, y desarrollado en once capítulos y 322 páginas.
Estamos ante un libro que es al mismo tiempo una obra de historia y un ensayo literario, en el cual se trata sin concesiones del sufrimiento de una comunidad marginada en busca de su palabra para afirmar su humanidad. Es la historia de los mexicanos en Estados Unidos. El argumento central se hace patente desde la misma portada. Se trata de una pintura del artista mexicano-norteamericano George Yepes, realizada en 1992, titulada: El Tepeyac de los Ángeles. Una interpretación hermosa y dramática de un tema clásico de la tradición iconográfica en la cual se representa a la virgen María, en este caso la Guadalupana, quien contempla el cuerpo yacente de Jesús de Nazaret recién descendido de la cruz, ahora figurado por un joven acribillado a balazos con los ojos cubiertos, es decir, ajusticiado, asesinado. Se trata de una imagen que es metáfora del dolor y la compasión, del sacrificio y de la ofrenda de la vida, del silencio y la esperanza en que la muerte no tenga la última palabra. Es la metáfora de la historia de los mexicanos en Estados Unidos.
La producción de Rodolfo Palma Rojo incluye novela, cuento, teatro, guion y ensayo, a lo cual suma una interesante creación videográfica. Ha sido director de teatro, radio, televisión y ha impartido cursos en diversas universidades. Desde hace más de veinte años es profesor de Guion y de Teoría Literaria en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México. Es característica de nuestro autor nunca seguir el sendero fácil, la fórmula preconcebida.
La obra que ahora reseñamos tiene un doble valor. Por un lado, desde la perspectiva propiamente académica ha puesto el mundo de la historia y el de la literatura en contacto para comprender el devenir humano, camino reivindicado por historiadores como Cecilia Noriega, Evelia Trejo, Edwin Alcántara, María Luna Argudín, Miguel Ángel Castro. Por otro, es un ensayo literario en sí mismo que se vale de la historia para reflexionar sobre el presente, camino socorrido por autores como Octavio Paz y Carlos Fuentes.
No obstante, si bien emparenta con ambas perspectivas, Palma Rojo no sigue ninguno de los dos caminos. Ha preferido explorar su propia ruta. Lo que lo hace distinto es que parte de su experiencia personal de años de convivencia con mexicanos en Estados Unidos. Nuestro autor no hace solamente un ejercicio académico de investigación, si bien en este rubro el trabajo es de excelencia; como tampoco se pone por encima del mundo para ensayar sus ideas sobre los mexicanos y así dictar el destino de la historia, como es y ha sido común entre los ensayistas mexicanos, un mal que también ha afectado a los directores de cine.
Rodolfo Palma quiere comprender a partir de la empatía, dicho en mejores palabras, quiere entender desde la compasión, desde la capacidad humana de padecer con aquellos cuyo sufrimiento se ha compartido, aunque no se haya vivido. La compasión, siempre será necesario recordarlo, es rara virtud en nuestros días porque involucra todo cuanto somos: nuestros pensamientos, nuestro corazón, nuestra capacidad de sufrir, de abrirnos a la esperanza. Implica todo cuanto se evoca en una muy antigua oración católica que pide a Dios “entrañas de misericordia”.
El libro que ahora comentamos tiene un propósito claro y sencillo, pero en manera alguna simple. Quiere comprender la historia de los mexicanos en Estados Unidos, vista en su literatura, a través del paradigma del sufrimiento cultural, el cual el autor elabora y desarrolla a lo largo de la obra.
Un paradigma, recordemos, no es una definición como tal y su caracterización jamás llega a fijarse en una lista de elementos particulares de manera unívoca. Por el contrario, se trata de un horizonte de comprensión de la realidad que se manifiesta de muy diversas maneras; es la construcción de una gran analogía, mejor aún, de una gran metáfora a partir de la cual podemos leer esa realidad desde muy distintas perspectivas convergentes. Decía Tomás de Aquino que los conceptos no son unívocos, sino que se comprenden de manera analógica tejiendo campos que hoy llamaríamos de significado. Por lo mismo, conocer la realidad de las personas requiere un esfuerzo de empatía por aproximación. Actitud distinta a la de Descartes para quien el conocimiento implica generar ideas claras y distintas y la existencia depende de la autopercepción, es decir, de la constatación del propio pensamiento. Rodolfo Palma ha escogido el camino de la empatía, de la metáfora, de la analogía para llegar al encuentro con el otro, en este caso, con quien sufre culturalmente.
No debe sorprender, entonces, que el sufrimiento cultural como paradigma se articule por analogía con el Homo sacer, en diálogo con la propuesta de Giorgio Agamben,1 una persona a quien se le ha negado el honor, el reconocimiento, el diálogo, la dignidad; a quien se ha humillado, expulsado, exiliado, despreciado, discriminado; a la cual se ha perseguido, despojado, minorizado, denigrado, masacrado; a quien se le ha cercenado la memoria. Homo sacer, ese humano cuya vida no es ni siquiera digna de ser sacrificada por haber sido reducida a una cosa de la cual se dispone sin más.
Los mexicanos en Estados Unidos a lo largo de su historia, nos propone Rodolfo Palma, han sufrido en aquello que da ser e identidad al ser humano, han sufrido desde su propia cultura y lo han expresado en su literatura. Han sido negados, marginados, olvidados y eliminados, han sido tratados en su extremo como Homo sacer. Sufrimiento que puede abrirse a la esperanza desde el dolor, como la virgen que abraza al hijo muerto en espera de la resurrección; o bien abandonarse a la asimilación cultural para desaparecer en el absurdo. Ninguna de las dos alternativas es un destino, sino elecciones de la libertad.
Para desarrollar el paradigma, Rodolfo Palma elabora de manera muy sutil dos ideas que cruzan toda la obra: el ethos puritano y el ethos barroco. El ethos, recordemos, es un modo de existencia, es la mirada con la que vemos el mundo, son las creencias que nos sostienen, las ideas que nos representan, es una forma de expresar nuestro ser. Todo ethos implica una determinada forma de comprender la realidad expresada a través de diversas narrativas, entre ellas la historia y la literatura.
El ethos puritano se eleva sobre la condición humana para proponer un código rígido de comportamiento, en donde el ser humano es objeto de la predestinación. Quien pueda adecuarse al código pertenece al mundo de los probos, de los elegidos, por lo que serán redimidos con independencia de su conducta, incluso más allá de su voluntad. Y quienes no estén entre los elegidos serán desechados, olvidados, apartados de la historia y, en su extremo, eliminados también físicamente. Por lo mismo, el diferente es un ser indefinido que debe ser temido y rechazado. Si entran en contacto, el elegido corre el riesgo de asimilarse a la maldad o, peor aún, el riesgo de descubrirse a sí mismo entre los réprobos. El ethos puritano obedece a una visión univocista de la realidad, profundamente autorreferencial, donde no hay espacio para el otro. Y en este particular, el análisis literario e histórico desplegado por Palma Rojo es preciso, acucioso, riguroso hasta sacar a luz el ethos puritano que ha guiado la historia de Estados Unidos, por lo menos la de sus grupos culturalmente hegemónicos.
Por otro lado, el ethos barroco, una forma de ver la realidad, de pararse en el mundo que se hace cargo de su complejidad, más aún, de la complejidad del ser humano. Cada persona se expresa por el ejercicio de su libertad, en su capacidad de decidir, por su libre albedrío; se le puede agredir, negar, se le puede hacer sufrir, pero está en cada una la elección de qué hacer ante el sufrimiento y el fracaso, como también ante la alegría y la trascendencia. La realidad, como la humanidad, se muestra contradictoria, sorpresiva. El ethos barroco rechaza toda univocidad y se niega a ser autorreferencial porque el otro interpela constantemente, lo que hace imposible la indiferencia. Una realidad/humanidad que, para ser comprehendida, necesita de la metáfora, la analogía, del sentido del humor y de la tragedia, de la ironía y, sobre todo, de un lapidario realismo. Rodolfo Palma ha seleccionado las obras literarias que mejor representan el ethos barroco y el ethos puritano.
Permítaseme un excurso para entendernos mejor. Pensemos en Los miserables, de Víctor Hugo. El ethos puritano consideraría a Javert como el elegido, el puro, el hombre probo, el intachable defensor de la ética estricta de la ley; mientras que Jean Valjean sería el réprobo, quien por predestinación está llamado al sufrimiento porque no está entre los elegidos. Pero la obra de Víctor Hugo no obedece a la lógica del puritanismo; por el contrario, se hace cargo de la complejidad humana porque corresponde al ethos barroco. Estoy convencido de que los puritanos de hoy no pueden con Los miserables y por eso han preferido convertirlos en una comedia musical descafeinada, magnífica si se quiere, pero descafeinada.
Sin pretenderlo, ni siquiera implícitamente, Palma Rojo nos provoca para intentar una lectura por lo menos alternativa a la desarrollada por Octavio Paz, quien imaginó al mexicano de ambos lados perdido en el laberinto de las soledades, laberinto que tal vez confundió con las circunvoluciones y claroscuros del barroco. Nos invita a intentar una lectura de la historia distinta a la de Carlos Fuentes, quien pretendía que nos contempláramos en un espejo enterrado, si eso fuera posible. No niego la grandeza literaria de ambos autores, tan sólo invito, a título personal, a cuestionar esa idea hasta ahora canónica sobre el ser y la historia de los mexicanos.
La obra que aquí reseñamos se presenta como un cuestionamiento abierto, claro e inequívoco a la simplificación de la historia y el sufrimiento de los mexicanos, con independencia de dónde hayan nacido. Nos entrega, también, una imagen de la historia de Estados Unidos con sus contradicciones y sus miserias, sin desdeñar su grandeza. Es una historia compleja en la que una parte, la puritana, se niega a mirar porque desvela su complejidad; porque el rostro que mirarían en el espejo es el de alguien distinto al que se piensa, porque ese rostro es de sufrimiento, de sufrimiento cultural que también comparten desde el terror a ser asimilados.
Esta obra la podemos entender como una polifonía, con su obertura y dos grandes movimientos. En la obertura se nos presenta el tema general al visitar nuevamente el territorio de Calibán como lo imaginaran Shakespeare y el latinoamericano Domingo Sarmiento. Una solución barroca, compleja y abierta, frente a la puritana no menos latinoamericana que pretende una insalvable contradicción entre civilización y barbarie. Obertura que, como tal, enuncia sin entregar respuestas.
Sigue la obra en sus dos movimientos. En el primero, resuena el ethos puritano en la historia y en la literatura a través del mensaje del cautiverio, del terror a ser asimilado por el réprobo, del sermón calvinista y el modelo narrativo puritano a la Cotton Mather, mientras va introduciendo sutilmente, poco a poco, el tema del ethos barroco, cual eco entre el estruendo y la prepotencia de la cultura hegemónica. En el centro de esta literatura se encuentra el terror al cautiverio, a ser asimilado por el salvaje que debe ser destruido sin concesiones ni espacio al remordimiento. The Narrative of the Captivity and Restoration of Mrs. Mary Rowlandson (1682), escrita como testimonio por la misma autora, marca el tono.
En la segunda parte, a partir del capítulo quinto, irrumpe el ethos barroco con su ironía, enojo, complejidad, sentido del drama, de la tragedia y del humor, como contrapunto de un ambiente cultural puritano, agobiante, ensordecedor y asfixiante. Se reconstruye esa poco conocida historia de la doble negación del mexicano a partir de la guerra de Texas, considerado traidor en México y Homo sacer en Estados Unidos. La novela de María Amparo Ruiz de Burton, Who Would Have Thought It? (1872), considerada pionera de la literatura mexicana-americana, abre el camino. Con el paso de los años el ethos barroco iría tomando fuerza hasta expresarse con nitidez en el poema de Rodolfo Corky González, “Yo soy Joaquín” (1967), que da voz colectiva al sufrimiento cultural; en Zoot Suit, el drama escrito por Luis Valdez sobre la masacre del 3 de junio de 1943 contra los pachucos, hecha teatro en 1978 y adaptada al cine en 1981; The House of Forgetting (1997), novela de Benjamín Saénz que vuelve al tópico del cautiverio, la memoria y la libertad.
Al final, Palma Rojo nos pone de frente ante la disyuntiva irrenunciable. Por un lado, la negación, la (des)memoria, el olvido y la imposible asimilación, representada por la obra Brown (2002), de Richard Rodríguez; por otro, la esperanza que se sustenta en un realismo lapidario encarnado por César Chávez, con quien colaborara Luis Valdez en el teatro campesino. Cierra el libro llevando al lector al umbral del absurdo, esa crítica implacable que siempre ha sido el absurdo, con el poema Pig Memory, de Cecilio García-Camarillo, que trata de un puerco a punto de ser cortado en trozos en el rastro. Ante el diálogo imposible con el carnicero, apenas alcanza a suplicar que no le cercenen la memoria. El puerco destazado, pero en manera alguna sacrificado, es la metáfora del Homo sacer.
En suma, estamos ante una obra de gran erudición que, desde la convergencia entre historia y literatura, dialoga sin reservas con inmensa diversidad de autores, tiempos, espacios y obras -de las cuales hemos mencionado aquí una mínima parte-, para regalarnos un producto de calidad excepcional que no impone, sino propone. Una obra escrita con sutileza y sorpresa, con inteligencia y respeto por los seres humanos con quienes trata, producto de un ensayista que se mueve desde el rigor analítico hasta la poética. La gran metáfora que es el sufrimiento cultural, cruzado por el ethos puritano y barroco, genera una tensión narrativa y cognitiva acogedora, entrañable, envolvente, a momentos trágica; pero siempre marcada por la esperanza. Rodolfo Palma Rojo nos ha regalado un libro producto de una sensibilidad que se conmueve, se compadece y reconoce en cada ser humano una persona digna, un hermano a ser considerado en su complejidad, es decir, en su plena humanidad.