Introducción
En las últimas décadas se ha producido un crecimiento notable de la población mayor, lo que ha dado lugar a que surja un interés especial por cubrir las necesidades de este grupo poblacional en comparación con épocas pasadas. Esto se ha visto reflejado en la aparición de múltiples servicios y formas de atención orientadas a las personas mayores. En este sentido, Limón y Crespo (2001) destacan que, desde la década de los noventa hasta hoy, se ha impulsado la educación para la salud vinculada a la educación para personas mayores. El desarrollo de esta área dentro de las ciencias de la educación se ha llevado a cabo desde la perspectiva de la pedagogía social, es por ello que este estudio toma como referencia la formación de los educadores sociales con relación a su labor con las personas mayores.
En general, se reconoce el valor de la educación como elemento positivo para el desarrollo de un envejecimiento activo y saludable (Pinazo y Montoro-Rodríguez, 2007). En esta misma línea, la educación para la salud en personas mayores queda estrechamente unida al bienestar y a la mejora de la calidad de vida durante la vejez (Limón y Crespo, 2001); por ello, puede convertirse en una herramienta valiosa a la hora de abordar situaciones o temas que pueden generar cierto malestar físico o emocional, como puede ser la muerte.
La muerte provoca dolor y origina emociones no deseadas; éste es uno de los motivos por los que se evita tratar el tema. Se elude como parte de la vida y se convierte en un tema tabú (Ramos-Pla et al., 2018). Morir supone un proceso doloroso: se presenta como la pérdida de todo y se elude el hecho de que la muerte forma parte de nuestra vida (Díaz, 2004). La educación para la muerte puede definirse como la disciplina cuyo objeto de estudio se centra en la enseñanza, el aprendizaje y la formación relacionada con el tema de la muerte. Por esta razón, los educadores sociales deben romper con la dicotomía de separar al educando de la muerte y, aunque no existe actualmente como asignatura propia en los programas formativos universitarios, se sugiere incorporarla dentro de la asignatura de Educación en Personas Mayores, vinculada a los temas de educación para la salud.
La educación para la salud se entiende como una vía que garantiza en la persona la adquisición de una serie de conocimientos y destrezas que favorecen el desarrollo de hábitos positivos en relación con la salud, la enfermedad o el uso de determinados recursos (Durán et al., 1993; Mesa-Fernández et al., 2019). Cuando se orientan prácticas educativas asociadas a la promoción de la salud y el empoderamiento de las personas mayores en este sentido, se favorece también la mejora de la calidad de vida durante la senectud. De esta manera, además, se promueve la participación de los mayores en relación con los cuidados y se favorece el desarrollo de hábitos positivos para la salud (Quintero et al., 2016). En relación con la muerte, desde esta perspectiva, también se estarán promoviendo habilidades para gestionar de manera positiva situaciones cercanas a la muerte, tanto la propia como la ajena.
No se puede negar que existe un vacío curricular respecto a la educación para la muerte; un tabú que ha generado la sociedad actual y que no deja espacio para hablar o trabajar sobre ella (Cornejo, 2018). Numerosas investigaciones han contribuido al desarrollo didáctico y epistemológico de la educación para la muerte, como un elemento que introduce aspectos esenciales de la vida de la persona y atiende sus posibilidades de desarrollo personal y social (De la Herrán y Cortina, 2006; Rodríguez-Herrero et al., 2012; Rodríguez-Herrero y Goyarroya, 2012, 2016; Rodríguez-Herrero et al., 2015a; Pedrero-García, 2019, 2020; Jaramillo, 2019; Ramos-Pla et al., 2020).
La formación para la muerte necesita de una formación pedagógica profunda y específica acerca de la conciencia de la finitud humana (Oliveira-Cardoso y Dos Santos, 2017; Nan et al., 2020; Testoni et al., 2020; Zhang et al., 2020), ya que la mayoría de los educadores adolece de un gran desconocimiento acerca de la temática.
Queda claro, entonces, que la muerte debe ser tratada desde la educación; para ello es necesario dejar a un lado el egocentrismo colectivo e individual en el que vive inmersa la sociedad y que no le permite tomar conciencia acerca de la muerte. En este sentido, la preparación con este fin es un reto para la didáctica; se debe de enseñar a crecer más y mejor, educar desde y para la interioridad, así como adquirir una mayor conciencia de la propia existencia (De la Herrán y Cortina, 2008).
Abordar este tema dentro de la educación para la salud puede tener un gran valor formativo, ya que favorece el desarrollo de una educación integral y holística. En consecuencia, el objetivo principal de esta investigación se centra en realizar un estudio exploratorio con alumnado universitario del grado de Educación Social acerca de la importancia de incorporar la pedagogía de la muerte como parte de la educación para la salud en personas mayores, considerado como un elemento formativo en ese grado.
Para ello, se llevó a cabo un estudio de corte cualitativo en el que se utilizó como instrumento principal para la recogida de datos la entrevista semiestructurada. La muestra de este estudio se centra en el alumnado del tercer curso del grado de Educación Social de la Universidad de Granada (España), concretamente, los matriculados en la asignatura de Educación en Personas Mayores. Posteriormente, los resultados fueron analizados en torno a cuatro categorías: introducción al tema de educación para la salud y educación para la muerte; actitudes de afrontamiento ante la muerte; nivel de formación en educación para la muerte; y necesidad e importancia de recibir una formación en educación para la muerte.
Con la intención de facilitar la comprensión de este estudio, antes de proceder a su descripción y a la exposición de los resultados se desarrolla una breve aclaración conceptual en la cual se profundiza en el significado de lo que supone la educación para la muerte, para después detallar la relación de la pedagogía de la muerte y la educación para la salud, así como su importancia en la educación en personas mayores.
Educación para la muerte
Se debe de entender que la educación para la muerte supone la inclusión del tema de la muerte como elemento formativo, lo que contribuye al desarrollo de una metodología didáctica capaz de favorecer su tratamiento educativo, así como a la construcción de una pedagogía de la muerte. Aunque la muerte no es un hecho extraño ni para la población, en general, ni para los educadores, en particular; no es un tema relevante en la mayoría de las propuestas educativas (Ramos-Pla y Camats, 2016; Rodríguez-Herrero et al., 2019). Es importante señalar que, como consecuencia de participar en la educación para la muerte se producirá una mejora en la capacidad de las personas para reconstruir el significado de sus propias vidas a través de la confrontación con tal evento. En este sentido, los educadores deben tratar de reducir el miedo existente y la ansiedad al desarrollar conciencia de la inevitabilidad de la muerte y al integrarla en la vida del otro (Wong, 2009; Guerra et al., 2018; Lima et al., 2018).
Por su parte, De la Herrán (2008) plantea un problema pedagógico: la negación del encuentro educativo del ser humano con la muerte. Una parte de la sociedad la percibe como un tema tabú, ficticio y morboso a la vez, en tanto que se le despoja de su naturalidad y profunda relación dialéctica. Un tratamiento adecuado de la muerte podría ayudar a la formación personal y social de la conciencia de la finitud del ser humano. En este caso, la educación, sostenida en unas fuertes bases pedagógicas puede contribuir a la evolución formativa de la población ante la muerte, propia o ajena.
Por su parte, Ariès (2011) describe la muerte en la sociedad como salvaje, por haber perdido la influencia del poder religioso, de la comunidad y de la familia, lo que manifiesta una crisis en el modo de afrontarla dentro de la sociedad. La muerte es vista como algo muy lejano, dramático e indefinido. La vida transcurre como si no fuéramos mortales, lo que da lugar a una muerte invertida, contraria o negativa. Aquí, cabe destacar que los programas universitarios no suelen introducir este tema en su currículo a pesar de su gran potencial formativo para la educación en valores y la educación a lo largo de la vida (Rodríguez-Herrero et al., 2015b).
Recientemente se ha empezado a hablar de la importancia de una educación para la muerte como un tema transversal dentro de los sistemas educativos actuales, a modo de preparación para aprender a adaptarse y vivir siendo conscientes de ella. En este sentido, la pedagogía de la muerte asienta las bases para el desarrollo de una formación orientada a investigar, asesorar y desmitificar el miedo a la muerte, así como favorecer que deje de ser un concepto tabú (Cantero, 2013). La pedagogía nos permite centrarnos en una intervención que puede crear un proceso de enseñanza y aprendizaje acorde con las dimensiones del ser humano y su necesidad de atención, lo que da lugar a una educación integral para que la persona pueda construir su propio proyecto vital (Cortina y De la Herrán, 2012).
Por su parte, Montes y Suárez (2016) asumen que la educación para la muerte no consiste en una intervención psicológica, ni es una enseñanza basada en doctrinas o creencias. Por el contrario, educar para la muerte necesita de una pedagogía aplicada, una teoría y formación que se construye a través del tema para conectar la educación con la conciencia y la salud. Por otro lado, cabe señalar que la inclusión de la educación para la muerte dentro de cualquier ámbito educativo, formal o no formal, como contenido global, normalizado y ordinario, debe trabajarse con fines preventivos.
De la Herrán y Cortina (2011) señalan que se trata de un proyecto emergente que debe incluirse en todas las aulas y en todos los niveles educativos para dar lugar a una formación humana integral.
La pedagogía debe contribuir a la construcción del conocimiento y a la toma de conciencia de la existencia de la muerte, es por ello que hay que trabajarla desde diferentes líneas pedagógicas, a través de su inclusión en propuestas educativas y con un enfoque paliativo y preventivo, además de marcar pautas para el acompañamiento educativo en el periodo de duelo (De la Herrán y Cortina, 2006, 2009; De la Herrán, 2008).
Pedagogía de la muerte y educación para la salud en personas mayores
Como se mencionó anteriormente, abordar el tema de la muerte desde una perspectiva educativa continúa siendo algo en lo que apenas se ha profundizado. Por ello, aparece como un desafío, e incluso como una necesidad, el hecho de sentar las bases para una pedagogía de la muerte cuyo objetivo sería preparar el camino para la consecución de una educación para ello.
Por otro lado, la salud debe entenderse como un estado completo de bienestar físico, mental y social, no sólo de ausencia de dolencia o enfermedad (Organización Mundial de la Salud, 1948); en este sentido, la educación para la salud se entiende como un proceso de formación de la persona para que ésta pueda adquirir los conocimientos, las actitudes y los hábitos básicos de defensa y promoción de la salud, tanto de forma individual como colectiva (Roset y Viladot, 2004). Introducir el tema de la muerte dentro de la educación para la salud es dotar a esta última de una perspectiva más integradora y global. De la Herrán y Cortina (2009) exponen una serie de fundamentos didácticos a seguir en el proceso formativo; se trata de principios específicos de la educación para la muerte, dentro de los que se encuentran:
Principio de calidez y claridad para la calidad: no se precisa de engaños o de tergiversar la realidad; hay que ayudar a conocer. Se trata de una formación basada en la verdad.
Principio de evitación de la falta de respeto a través del adoctrinamiento: no parte de una predeterminación del proceso de enseñanza y aprendizaje; no se trata de algo decidido, dogmatizado, presentado como válido para todos, impersonal, verdadero o correcto. La pedagogía de la muerte está muy lejos del adoctrinamiento. Se cometerán menos errores al educar en este tema si nuestras premisas no provienen de certezas en las que se disfraza la razón.
Principio de naturalidad y respeto didáctico: el tabú hacia la muerte se puede superar desde la naturalidad que surge a través de la indagación, formación y reflexión.
Principio de duda y autoconstrucción: en la educación para la muerte existen momentos en los que el silencio, no-enjuiciamiento o aceptación pueden ser las mejores respuestas a una pregunta muy complicada. La serenidad es un gran aliado. Se requiere educar para que todo lo que se diga pueda ponerse en construcción de pensamiento flexible, mutable, dado que, en la mayoría de los casos, lo más urgente es esperar.
Principio de flexibilidad y adecuación: hay que orientar las acciones, sobre todo las predispuestas en su organización, y adecuarse a las eventualidades que pueden surgir. Hay que respetar el derecho a la diversidad de forma flexible y adecuada, así como aprender a ser mejor desde diversas propuestas cuyo contenido justifique la flexibilidad.
Principio de evaluación formativa global y mediata: la educación para la muerte es un ámbito formativo de desarrollo lento. Al encontrase relacionado con el conocimiento, la conciencia y lo afectivo han de contemplarse en el contexto de la madurez personal, las circunstancias en diferentes etapas educativas y psíquicas, y la cultura. Los cambios de actitudes y la evolución de la razón pueden tener una duración más extensa que otro tipo de aprendizajes. La introducción de la muerte en la educación para la salud puede tener mayores efectos inmediatos y a largo plazo, ya que se trata de una formación a través de un proceso que puede ser lento, pero que es gradual.
La educación para salud en personas mayores adopta una perspectiva vinculada a aspectos preventivos asociados con la salud, pero estrechamente unidos a la mejora de la calidad de vida durante la vejez. Cada vez hay más evidencias y ejemplos de espacios de aprendizaje orientados a la atención de personas mayores, cuyo principal objetivo es la mejora de la calidad de vida de quienes hacen uso de ellos (Limón y Crespo, 2001). Se ofrecen como servicios de los que se derivan repercusiones tanto directas como indirectas en la mejora del bienestar y la salud. En estos espacios, los educadores sociales se convierten en piezas clave en el desarrollo de propuestas educativas y pedagógicas, de ahí la importancia de adoptar una visión más global y enriquecida en la formación de estos profesionales de la educación para mejorar la atención a las personas mayores.
La educación en personas mayores supone una mejora en la calidad de vida en dos líneas: en primer lugar, porque promueve un envejecimiento activo y saludable, a la vez que ralentiza el deterioro cognitivo. Pinazo y Montoro-Rodríguez (2007) afirman que la educación en personas mayores mejora la calidad de vida de éstas. En segundo lugar, porque un acercamiento específico a la salud desde la educación puede favorecer el desarrollo de habilidades y actitudes que supongan una mejora en el bienestar de las personas mayores. En este sentido, Pérez y Rodríguez (2004) realizaron un estudio en el que muestran cómo, a través una intervención en el aula de mayores, se pudo percibir la mejora en determinadas actitudes relacionadas con la salud entre las personas participantes.
Aunque la salud puede entenderse como una responsabilidad individual, la educación para la salud puede servir como elemento de ayuda en la toma de decisiones que cada persona debe hacer en relación con la suya propia (Durán et al., 1993); es en este sentido que se pretende reivindicar la inclusión de la pedagogía de la muerte como un área de intervención más. Esta propuesta pedagógica puede entenderse como la base para el desarrollo de un proceso educativo cuyo objeto de estudio es la preparación de la persona para afrontar situaciones relacionadas con la muerte (Cantero, 2013). Ayudar a las personas mayores a afrontar este tipo de situaciones debe convertirse en un campo más de trabajo sobre el que los educadores sociales deben desarrollar su labor con las personas mayores. Este tipo de intervenciones promueve acciones educativas que influyen en el tema de la muerte en torno a dos elementos: su inclusión curricular o normalización en la didáctica y el acompañamiento educativo ante la pérdida y el duelo (Rodríguez-Herrero et al., 2019).
Diseño de la investigación
Objetivos
Esta investigación se centra en dar respuesta a la siguiente interrogante: ¿qué importancia recibe la educación para la muerte como parte de la educación para la salud con personas mayores en la formación de educadores sociales? De aquí surge el objetivo general: realizar un estudio exploratorio con alumnado universitario acerca de la importancia de estudiar la pedagogía de la muerte dentro de la educación para la salud con personas mayores como un elemento formativo en el grado de Educación Social. A su vez, este objetivo general se desglosa en los siguientes objetivos específicos:
1. Identificar los conocimientos que el alumnado tiene sobre la educación para la muerte.
2. Analizar las percepciones ante la muerte propia y ajena.
3. Conocer el nivel de formación, así como la existencia o no de herramientas y estrategias para actuar pedagógicamente en las situaciones cercanas a la muerte en el contexto educativo.
4. Comprobar la necesidad y la utilidad de una formación para la muerte en el ámbito universitario dirigida a la educación en personas mayores.
Método
De acuerdo con los objetivos propuestos para este estudio, la metodología utilizada es de tipo cualitativo, ya que nos permite explorar la realidad a partir de un proceso con múltiples composiciones; esto es así debido a que facilita la exposición y descripción de los hechos y fenómenos de una determinada realidad, así como la construcción de argumentos que articulen el trabajo en acción, como es el caso del tema de la muerte en el proceso de la educación para la salud (Chagas y Abrahão, 2017). Como técnica de recogida de datos se empleó la entrevista semiestructurada, no formal y conversacional de Pedrero-García (2019). El tiempo medio de cada entrevista fue de aproximadamente 40 minutos, organizada en una sola sesión. La entrevista se compone de 19 ítems estructurados en cuatro bloques temáticos:
Bloque I. Datos sociodemográficos de la muestra: edad, sexo, titulación, curso y estudios realizados con anterioridad.
Bloque II. Introducción al tema de la muerte.
Bloque III. Nivel de formación y necesidad de recibir una educación para la muerte.
Bloque IV. Actitudes de afrontamiento ante la muerte.
La investigación realizó un muestreo no probabilístico, de tipo intencional. La población objeto de estudio pertenece a la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad de Granada (España) de la asignatura de Educación en Personas Mayores, debido a la importancia de formar a los futuros educadores sociales ante la salud y la muerte de las personas mayores. La muestra final está compuesta por un grupo de 30 estudiantes del grado de Educación Social, con edades comprendidas entre los 21 y los 30 años. Todos los datos se recogieron con total consentimiento de las personas entrevistadas. Dicho estudio se realizó a lo largo del periodo de clases de dicha asignatura, durante el curso 2019-2020, en los meses de septiembre y enero.
Una vez recopilada la información se procedió a realizar su transcripción de manera literal. Posteriormente, los datos fueron analizados mediante el programa de análisis cualitativo Atlas.ti; se creó una serie de categorías de análisis a través de un proceso inductivo-deductivo que a su vez dio lugar al sistema de categorías utilizado en este estudio (Fig. 1). Una vez codificados los datos obtenidos a través de la entrevista semiestructurada, se realizó su depuración por medio de la triangulación, lo que permitió su validación. Finalmente, se realizó el análisis de contenido para cada una de las categorías, cuyos resultados se exponen a continuación.
Resultados
Los principales resultados en relación con las categorías definidas anteriormente son:
Introducción al tema de educación para la salud y relación con la muerte (EPS-EPM)
La muerte es un tema del cual no se habla de manera constante debido al temor o la incomodidad que esto puede provocar; en consecuencia, el tema se rechaza y oculta: “evito muchas veces hablar con las personas sobre el tema de la muerte, ya que en ocasiones me causa ansiedad” (S-1); “no, o por lo menos no con naturalidad. Es un tema que se tiene un poco oculto” (S-3); “creo que no se habla suficiente sobre esta temática en nuestra sociedad [en España]” (S-15). La muerte sólo se trata en los momentos en los cuales se ha producido, y se le califica como un tema mayoritariamente de personas mayores, ya que siempre se intenta ocultar que también sucede a edades tempranas, incluso cuando se es adolescente o joven:
…por lo general, la muerte es tratada solamente en el momento en el que se produce y no se nos cuenta desde que somos pequeños nada acerca de la muerte. En nuestra sociedad creo que la muerte es un tema de mayores, un tema que se intenta no mostrar en las familias a los pequeños y que, incluso, no es tratado apenas por los jóvenes y/o adolescentes (S-2).
En la mayoría de los casos se piensa que es un tema tabú:
Sí, ya que es un tema que se le tiene miedo. Deberían educarnos tanto a los más jóvenes como, sobre todo, a los mayores para poder tener una vida más relevante, puesto que, la muerte a todos forma parte de nuestra vida (S-16).
Creo que sí es un tema tabú, ya que en nuestra sociedad siempre ha sido asociado a algo negativo por diversos motivos, como puede ser el hecho de tener que pasar el duelo o el miedo que podemos llegar a sentir con el simple hecho de pensar que no podremos volver a compartir nuestra vida con nuestros seres queridos (S-20).
Y esto muchas veces es debido al miedo a lo desconocido:
El miedo a lo desconocido nos hace no querer normalizar la muerte como parte del propio ciclo vital. Se trata de una especie de necesidad hedónica que nos produce generar una cierta fantasía en la que presuponemos que no hablar de ella nos alejará de la misma (S-8).
En otras ocasiones no se piensa que sea un tabú, simplemente se intenta evitar el tema para reducir el dolor o el miedo:
No pienso que sea un tema tabú pero sí que es verdad que hoy en día ya no se pronuncia la palabra “muerte”, ya que es una palabra incómoda al respecto, se sustituye por otras palabras como “ausencia”, “nos ha dejado” entre otras (S-5).
No es un tema tabú en la sociedad, pienso que las personas somos conscientes de la necesidad de hablar de ello para afrontar el miedo a ésta (S-10).
Haciendo referencia a la relación entre la salud y la muerte como un medio para mejorar la calidad de vida, la mayor parte del alumnado expone que se encuentran muy relacionadas, ya que son factores que inciden directamente en nuestro desarrollo vital: “está muy relacionada. La calidad de vida es un factor muy directo” (S -16); “pienso que está bastante relacionada, ya que según las enfermedades o el tipo de vida que la persona lleve influye más o menos en la muerte” (S-23); así como en el envejecimiento saludable de las personas: “repercute positivamente en el envejecimiento de una persona (alimentación, salud física mediante el deporte, descanso, control de estrés y manejo de las emociones, etc.) (S-14).
Actitudes de afrontamiento ante la muerte (AM)
Conocer las actitudes de afrontamiento ante la muerte es sumamente importante para poder realizar una propuesta educativa de calidad en la que la muerte es un tema clave. La mayoría de las respuestas de las y los estudiantes entrevistados denotan que aún no han trabajado con personas en situaciones de pérdida y duelo: “no, no he tenido la oportunidad de encontrarme con esa realidad” (S-1); “no, en mi caso, no he tenido ningún tipo de pérdida” (S-13). Pero verbalizan que las actitudes ante ello, si previamente no han sido trabajadas son mayoritariamente de miedo, dolor y angustia, por lo que es muy importante dotar de recursos para abordar dichas situaciones de forma directa: “es muy importante que en la carrera se nos dote de recursos” (S-11), ya que cuando alguno de ellos ha debido hacer frente a dicha intervención le ha resultado muy difícil debido a la falta de formación:
Debido a mi falta de formación al respecto me sentí bastante perdido en la parte que demandaba ayuda en este aspecto. Era una intervención compleja y completa, cuando llegué a la raíz de la problemática, entendí que tenía que tratar el tema del duelo (S-8).
Nivel de formación en educación para la muerte (NFEPM)
Entre los estudiantes de Educación Social existe una escasa formación en torno a la educación para la muerte, sobre todo desde el abordaje educativo de las temáticas relacionadas: tanatología o disciplina que estudia el fenómeno de la muerte en los seres humanos; enfermos/fase terminal/agonía/cuidados paliativos; afrontar la muerte de un ser querido: proceso de duelo, actitudes ante la muerte; aspectos sociales de la muerte: ritos y ceremonias fúnebres; aspectos éticos: eutanasia y testamentos vitales; la postura religiosa ante la muerte: vida futura-más allá; posturas filosóficas ante la muerte: existencialismo y otros. Sin embargo, asumen que han oído hablar escasamente de ellas: “he escuchado hablar de ellas en diferentes asignaturas y las que he vivido y experimentado personalmente” (S-4).
En ningún caso se ha recibido una formación específica para ello: “nunca” (S-10); “no he tenido ningún curso que hable de la muerte, la pérdida o el duelo” (S-17), pero se alude a la importancia de recibir dicha formación dentro de su labor profesional, sobre todo con el colectivo de mayores: “como futuros educadores sociales, creo necesario tener conocimiento sobre esta temática, en mi caso, al querer trabajar con personas mayores, me sería muy útil” (S-9); “pienso que podría ser útil” (S -18); “es muy necesario estar formado en esta temática, sobre todo cuando se trabaja con personas mayores” (S-22); y también se reconoce su importancia en relación al plano de lo personal: “tanto personalmente como para mi futuro trabajo” (S-12); “es una necesidad personal, ya que la muerte es un tema que no tengo asimilado y que me produce un gran sentimiento de temor” (S-17). La educación para la muerte es un tema de gran utilidad para los educadores sociales, porque tendrán que lidiar con situaciones de este tipo: “como educadora social me gustaría trabajar con personas mayores y sus familiares, y poder aplicar mis conocimientos aprendidos hacia las personas que han sufrido una pérdida y cómo poder afrontarla” (S-5); para así poder intervenir también con las familias: “podemos dar unas pautas más efectivas a nuestros educandos y a sus familias de manera que la intervención sea lo más beneficiosa para nosotros como profesionales y para ellos como destinatarios” (S-29). Recibir una formación para la muerte se centra en desarrollar una educación de calidad.
Necesidad e importancia de recibir una formación en educación para la muerte asociada a la salud (NIFEPM)
Es sumamente importante educar para la muerte, al igual que se educa en otros temas relacionados con la calidad de vida, por ejemplo, prevención de drogas, educación sexual, educación vial y educación socio-afectiva: “sí, así también dejaría en cierto modo de ser un tema tabú” (S-15); dentro del temario de diversas asignaturas, “todas las temáticas son muy importantes, por eso creo que se debería incluir en alguna asignatura dentro del ámbito educativo” (S-10); o incluso como asignatura independiente dentro del grado: “creo que deberíamos incluir el tema de educación para la muerte como una asignatura independiente, ya que la veo igual de importante que las demás” (S-18). Al formular la pregunta sobre la forma en la que el tema de la muerte se encuentra presente en los planes de estudio de su facultad, existe unanimidad de opinión acerca de que no se incluye este tema u otros relacionados con él: “que yo esté enterada no existen planes de estudio sobre la muerte. Pienso que es porque es un tema tabú y nadie quiere hablar de ello” (S-6). Con relación a que ésta es la primera vez que se realiza una formación específica acerca de la muerte en la asignatura de Educación en Personas Mayores, un estudiante comentó:
En mi facultad nunca habíamos tratado este tema. De hecho, en ninguna asignatura hemos profundizado ni insistido en ella; sólo me he formado este año, es la primera vez que estoy hablando de la muerte e indagando en ella para poder entender un poco sobre la temática (S-12).
Recibir una formación especializada ante la muerte mejoraría considerablemente la formación para la educación en personas mayores, ya que implicaría adquirir competencias y actitudes para trabajar de forma profesional con mayores y familias:
Sí, ya que en ciertas circunstancias adquiriríamos competencias y actitudes ante la muerte y eso hoy en día es muy importante para poder trabajar profesionalmente, al igual que personalmente; saber cómo manejar la situación desde tu experiencia personal sería muy gratificante en los dos ámbitos (S-30).
Resalta aquí su importancia también a nivel personal: “sí, porque no sólo nos serviría para nuestro trabajo, sino para la vida personal” (S-11). Tratar el tema dentro del ámbito educativo posee numerosas ventajas, entre ellas: mostrar la naturalidad de la muerte, reducir el miedo y la ansiedad, acompañar en procesos de pérdida y duelo, así como educar para la vida:
El vivir tranquilo y temerle menos a la muerte, el poder ayudar a otras personas que no pertenezcan a ninguna institución educativa en este tema, el no ver el tema de la muerte como tabú y llevárnoslo no sólo al tema emocional y ver esto como algo natural y decir “si muero es porque he tenido el regalo de poder vivir” (S-18).
Conclusiones
A lo largo de esta investigación se ha profundizado en la necesidad de formar para la salud y para la muerte a los profesionales de Educación Social, especialmente los vinculados a la atención de personas mayores. A través de los resultados obtenidos se puede concluir que la muerte es un tema muy poco hablado, debido al miedo y la ansiedad que puede provocar. Es un tema tabú, generalmente vinculado a las personas mayores, a quienes se les considera más cercanas a la cuarta edad, o el final de vida. Otro aspecto destacable de los resultados obtenidos es la virtual inexistencia de formación en educación para la muerte, ya que, de acuerdo con la información recabada, los estudiantes no han recibido una formación específica para ello. Esto entra en confrontación con el hecho de que se considera un tema muy importante, tanto en el ámbito profesional como en lo personal. Además, existe una estrecha relación entre la salud y la muerte como un medio para mejorar la calidad de vida de los mayores. Por todo ello, estudiar las actitudes de afrontamiento ante la muerte, tanto propia como ajena, a través de una propuesta educativa vinculada con la salud, puede mejorar la calidad de vida.
Existen diversos estudios que aportan buenos resultados en cuanto a la forma en que la educación para la salud puede incidir en la mejora del bienestar, tanto físico como cognitivo y emocional (Chagas y Abrahão, 2017; Oliveira-Cardoso y Dos Santos, 2017; Pedrero-García, 2019; Mesa-Fernández et al., 2019; Albala, 2020; Sáez-Padilla et al., 2020). En este sentido, el estudio realizado por Peña et al. (2011) muestra cómo, gracias a una intervención educativa sanitaria fue posible retrasar y minimizar posibles problemas de salud durante la senectud. Por otra parte, Quintero et al. (2016) realizaron un estudio con la intención de identificar si el desarrollo de un programa educativo con personas mayores podía incidir en la toma de decisiones de estas personas, a la vez que llevarlas a realizar cambios en sus hábitos que supusieran una mejora de su calidad de vida. Los resultados mostraron que este tipo de intervenciones basadas en la educación sanitaria pueden ser especialmente útiles en cuestiones relacionadas con el autocuidado, ya que favorecen el desarrollo de hábitos de vida saludable y el cambio de conductas que puedan ser nocivas para la salud. Además, esto influye directamente en la percepción que la persona tiene de sí misma.
En la misma línea de lo expuesto anteriormente, este estudio pretende reflejar cómo la intervención de los educadores sociales en su trabajo con las personas mayores puede suponer una mejora directa en el bienestar de este grupo, si se aborda el tema de la muerte y se les prepara para afrontar situaciones cercanas a la misma. Como hemos afirmado, ésta puede ser una dimensión más en el área de la educación para la salud. Considerar la muerte desde una perspectiva educativa y curricular es fundamental, ya sea incluyéndola como asignatura independiente o como un tema específico, pero a la vez transversal, en la educación social, ya que actualmente no se encuentra presente en los planes de estudio. Al mismo tiempo, como hemos señalado, se trata de un tema especialmente importante en el trabajo con el colectivo de mayores. No se debe de olvidar que educar para la muerte también supone educar para la vida. Tratar la muerte desde el punto de vista educativo puede contribuir al desarrollo de una sociedad más consciente, abierta y madura.
Para concluir, sostenemos que la principal limitación encontrada en esta investigación se centra en la muestra objeto de estudio, por tratarse de un grupo reducido. Sin embargo, los resultados mostrados no buscan ser ampliamente generalizables; por el contrario, este estudio pretende abrir una puerta a futuros estudios más amplios en los que se profundice a partir de los resultados obtenidos. Puede servir como orientación y acercamiento de la muerte a la educación para la salud. Finalmente, considera como línea de investigación futura analizar la visión del profesorado en relación con esta temática.