1. Introducción: una teoría de la Tradición Clásica
Desde su primera formulación como “antica tradizione classica” en la obra de Domenico Comparetti titulada Virgilio nel medioevo,2 hasta la última gran puesta al día en la monografía de Grafton, Most y Settis como “a Classical Tradition”,3 la “Tradición Clásica” se ha constituido en una importante y vigorosa disciplina cuyo propósito es el estudio del incesante diálogo que los autores modernos siguen manteniendo con la literatura grecolatina, bien a manera de “herencia”, bien como “pervivencia”, como “influencia” o en calidad de “recepción”.4 Desde hace tiempo, venimos analizando los principales problemas conceptuales, historiográficos y metodológicos que conciernen a la disciplina como un oportuno ejercicio de reflexión teórica.5 Gracias a tales estudios, hemos llegado a la conclusión de que puede resultar de gran utilidad elaborar un Diccionario Hispánico de la Tradición Clásica (a partir de ahora, nos referiremos a él como DHTC) que ponga al servicio de los especialistas una visión crítica y actualizada de los diferentes aspectos que atañen a la disciplina a partir de dos ámbitos distintos:
Aspectos conceptuales y metodológicos, donde se daría cuenta tanto de la propia configuración del concepto de “Tradición Clásica” como de todos aquellos que tienen que ver con sus términos más afines, tales como “Herencia”, “Pervivencia”, “Influencia” o “Recepción”. Asimismo, es oportuno revisar aquellos métodos de estudio que han configurado y configuran la disciplina, desde el inicial “Positivismo” del siglo XIX, hasta los métodos propios de la segunda mitad del siglo XX, como la “Intertextualidad”, la “Estética de la Recepción”, la “Historia cultural” o el “Poscolonialismo”, entre otros métodos posibles.
Aspectos historiográficos, donde es oportuno desarrollar diversas entradas relativas a la propia historia de la disciplina y, muy especialmente, en lo que concierne a los nombres propios que la han configurado en el ámbito hispánico, desde Menéndez Pelayo hasta figuras de la talla de Miguel Antonio Caro, Alfonso Reyes o María Rosa Lida. No debe olvidarse tampoco la impronta hispana de grandes figuras europeas como Domenico Comparetti, Ernst Robert Curtius o Gilbert Highet, entre otros fundamentales.
De esta forma, nuestro propósito es, de una manera concreta, configurar el equipo editor capaz de llevar a cabo las labores necesarias para la correcta confección del DHTC, a partir de un listado básico de términos, y, de una manera más amplia, crear un espacio de investigación crítica en torno a los principales conceptos, métodos y autores modernos que configuran la disciplina. Así pues, el Diccionario es un medio para concretar una serie de labores encaminadas al mejor conocimiento de la teoría de la Tradición Clásica, pero nuestro fin último tiene que ver, sobre todo, con la articulación de un equipo investigador de carácter internacional que conforme la adecuada “masa crítica” para la propia innovación de la disciplina, en la idea de que no son tanto los objetos de estudio los que configuran los métodos, sino los métodos los que amplían los horizontes para configurar nuevos objetos de estudio.6
Los estudios precedentes al respecto constituyen, por lo general, intentos aislados de teorización. Por ello, el libro que el Instituto de Investigaciones Filológicas de la UNAM ha publicado con el título de Teoría de la Tradición Clásica. Conceptos, historia y métodos,7 al presentarse como una primera reflexión de conjunto al respecto, nos brinda un punto de partida excepcional para establecer, como primer paso, las entradas fundamentales del Diccionario.8 Esta obra presenta los principales problemas teóricos y hermenéuticos de la Tradición Clásica desde tres puntos de vista, a saber: los conceptos, la historia de la disciplina y los métodos que la sustentan.
Por otro lado, contamos con un reciente manual publicado por la Universidad de Harvard que lleva el título de The Classical Tradition.9 Además de sus contenidos, este texto nos interesa por su organización temática, dispuesta de manera alfabética, aunque, según sus autores, no se ha pretendido que sea un diccionario, a tenor de lo que se cuenta en la introducción. Asimismo, tampoco es el propósito de la obra teorizar acerca de la disciplina. En cuanto a los estudiosos de la Tradición Clásica, echamos en falta, sin ir más lejos, una entrada acerca de Gilbert Highet, si bien se presta atención a figuras clave de la Historia cultural como la de Jakob Burckhardt o la de Aby Warburg. Con respecto al siglo XVIII, en tantas cosas precursor de la disciplina, se dedica una entrada a un autor fundamental para el estudio de la pervivencia de las letras clásicas, en especial de Homero, como es Alexander Pope. Por lo demás, y de acuerdo con lo que ya es toda una tradición bien consagrada en el mundo anglosajón, apenas aparecen referencias al mundo hispánico y a sus estudiosos.10 Más allá de la organización alfabética, el carácter del DHTC es significativamente distinto con respecto al último libro citado, tanto en lo que respecta a su propósito como en lo relativo al ámbito al que se aplica preferentemente, que es el de la Tradición Clásica vinculada al mundo hispano. Conviene que hagamos mayor hincapié en este último aspecto.
2. Criterios para el DHTC
El carácter “hispánico” del futuro diccionario viene referido a lo que tiene que ver con la Tradición Clásica en el mundo de habla hispana, tanto en España como en los respectivos países del continente americano. Esta circunstancia puede entenderse en un doble sentido:
Los estudios que se han llevado a cabo a partir de la literatura española e hispanoamericana desde el punto de vista de la Tradición Clásica, al margen del ámbito cultural al que pertenezca el autor de tales estudios.
Los estudios de Tradición Clásica escritos en español, o bien traducidos a esta lengua, al margen de que su interés lo constituya la literatura en español o no.
Un buen ejemplo del primer supuesto nos lo brinda el hispanista norteamericano Rudolph Schevill, que publicó a comienzos del siglo XX una monografía dedicada a Ovidio y el Renacimiento en España.11 El segundo aspecto lo representan especialistas como Martín Rodríguez12 con sus estudios sobre los mitos clásicos en Shakespeare, o Muñoz García de Iturrospe, que ha dedicado algunas monografías a la lectura de los autores latinos en Virginia Woolf.13
En cualquier caso, el hecho de que se trate de un diccionario con claro carácter hispánico no supone una limitación con respecto a las aportaciones que a la Tradición Clásica han realizado otros estudiosos de países como Italia (Comparetti), Alemania (Curtius), los países de habla anglosajona en general (Gilbert Highet) o Francia (Fumaroli). Lo que debe caracterizar a nuestra obra es el hecho de poner el acento en el ámbito hispánico, normalmente desatendido, y analizar de manera precisa cómo se han llevado a cabo las diferentes transferencias de ideas y de manuales por medio de traducciones. Es el caso paradigmático de la labor efectuada por el Fondo de Cultura Económica con las obras de Curtius y de Highet, cuyas versiones españolas han funcionado de forma autónoma con respecto a sus originales alemán e inglés. Se atenderá, en este sentido, con especial atención a las transferencias culturales14 que desde otros ámbitos no hispanos se hayan hecho al ámbito de la cultura hispana, como, por ejemplo, la labor de Margit Frenk y Antonio Alatorre a la hora de traducir los referidos manuales de Highet y Curtius en la citada editorial mexicana.
El diccionario propuesto, si bien sigue un estricto orden alfabético, diferencia las entradas según las dos categorías que ya hemos expuesto, a saber: “Conceptos-Métodos”, por un lado, y “Autores”, por otro. Esta dicotomía es deudora de la tripartición establecida en la citada Teoría de la Tradición Clásica, con una modificación significativa: la fusión de lo conceptual y lo metodológico en una única categoría con la finalidad de simplificar la propia categorización de las entradas del diccionario. En realidad, los términos que tienen que ver con los métodos de estudio son pocos en comparación con los conceptuales y pueden quedar perfectamente englobados en la misma categoría de los conceptos. De esta manera, se constituyen dos tipos de entradas, las Conceptuales-Metodológicas (C) y las propias de Autores (A), según los criterios siguientes:
-Entradas Conceptuales y Metodológicas. Esta primera categoría tiene que ver con los principales conceptos y métodos que configuran la idea de “Tradición Clásica”, desde los propios componentes de esta juntura, “tradición” y “clásico”, hasta otros conceptos muy ligados a la formulación como tal, tales como “herencia”, “influencia” o “recepción”. De manera más restrictiva, se contemplan también los métodos de estudio, partiendo del método más antiguo de la disciplina, el constituido por el “Positivismo”, y terminando con métodos como la “Estética de la recepción”, la “Intertextualidad”, la “Historia cultural” o el “Poscolonialismo”.
-Por su parte, el segundo tipo de entradas incide básicamente en los estudiosos que han contribuido de una forma directa o indirecta a la configuración de la disciplina, como es el caso de precursores como Gregorio Mayans, fundadores como Menéndez Pelayo, o personajes que han logrado la total consolidación del estudio, como es el caso de María Rosa Lida. Por otra parte, atenderemos a la especial incidencia que en el mundo hispánico han tenido figuras tan relevantes como Gilbert Highet o Ernst Robert Curtius. También se consideran otros teóricos que, si bien no han tenido una preocupación específica por la Tradición Clásica, sí han hecho aportaciones fundamentales desde el punto de vista teórico.
Veamos ahora de una forma más precisa qué tipo de entradas deben contemplarse en cada una de las categorías planteadas.
a. Conceptos y Métodos
Debe tratarse siempre de conceptos bien acuñados y reconocibles por cualquier especialista. Frente a términos muy ligados a la propia disciplina, como “Tradición” o “Pervivencia”, otros resultan más generales, como “Hipotexto”, dado que vienen motivados por metodologías propias de la Teoría de la Literatura. En cualquier caso, las definiciones siempre deben ser canalizadas hacia la relación que el término en cuestión guarda con la propia teoría de la Tradición Clásica. Por ejemplo, en el caso concreto de “Hipotexto”, habría que dilucidar cuáles son sus analogías y diferencias con el muy acuñado concepto de “Fuente”. Al margen de las diferencias de naturaleza que puedan plantearse entre las distintas entradas, no vamos a jerarquizar los términos, a la manera de un Tesauro.15 En algunos casos, se diferencia entre un término como “Tradición” y la lexía que se crea a partir de ese término y un adjetivo como “Clásica”:
“Tradición” / “Tradición Clásica”
“Recepción” / “Recepción Clásica”
Esta diferenciación obedece al estudio conceptual que hemos llevado a cabo previamente,16 donde establecemos que la juntura “Tradición Clásica” no resulta simplemente de la adición del adjetivo al sustantivo (“Tradición” + “Clásica”), sino que es el resultado de todo un proceso de restricción designativa (“Tradición” / “Tradición Clásica”). Con respecto a las entradas que conciernen de manera específica a los métodos de estudio de la Tradición Clásica (“Intertextualidad”, “Recepción”, “Tópica”…), se trata de una modalidad más restrictiva que la anterior, y tales entradas tendrán un carácter fundamentalmente programático.
b. Autores
Nos centramos únicamente en los nombres fundamentales que han configurado la historia de la Tradición Clásica, bien de una forma consciente, bien mediante un aporte teórico más general. En este sentido, hay autores vinculados de modo específico con la disciplina y otros que han hecho, de una manera indirecta, importantes aportaciones teóricas. Por ejemplo, Gilbert Highet ha contribuido directamente a la consolidación de la disciplina, mientras T. S. Eliot, pongamos por caso, ha tenido una gran incidencia en ella gracias a sus reflexiones acerca de la Tradición y lo que él denomina el “talento individual”.
3. Índice de términos
El criterio para establecer los términos concretos ha sido, según se ha referido anteriormente, el de la lectura atenta de la Teoría de la Tradición Clásica, incluido el prólogo de David García Pérez.17 Esta labor ha sido llevada a cabo por Carlos Mariscal de Gante, con la subsecuente revisión de Francisco García Jurado. De esta forma, debemos decir que no se trata de un índice elaborado mecánicamente o de modo ciego, sino a partir de una reflexión y discusión previa, donde se ha discutido qué entradas resultaban absolutamente pertinentes y cuáles podían ser prescindibles. Como consecuencia del análisis exhaustivo del libro, las entradas resultantes son las siguientes:
Siglas: C: Conceptos; A: Autores
Alatorre, A. (A): 150
Alonso, D. (A): 99, 159-162, 166
Antiguo (C): 14, 18-19, 27, 31, 33-34, 36, 37, 38, 39, 44, 46-48, 52, 54-56, 58-59, 65-66, 68-70, 72, 74-75, 80, 84, 87, 92, 96, 103, 104, 110, 115, 140-141, 143-145, 152, 153, 164, 169, 175, 176, 178, 184, 195-196, 201-208, 211-212, 216-217, 222, 225-227, 228, 230, 232, 236, 238, 241-243, 245-246, 251
Bajtín, M. (A): 170, 210, 214-215
Bloom, H. (A): 82, 94, 151, 168, 174, 188, 206, 223, 243
Bolgar, R. R. (A): 33-34, 154-156
Borges, J. L. (A): 10-11, 15, 17, 22, 29-31, 40-42, 62-63, 79, 82-84, 88, 94-96, 103, 141-142, 145-146, 157, 164, 169, 182, 196, 204-205, 209, 212-214, 229-231, 247
Burckhardt, J. (A): 102, 154, 222-225
Burke, P. (A): 221
Calvino, I. (A): 11, 15, 19, 43, 81-87, 88, 201
Caro, M. A. (A): 30, 229
Clasicismo (C): 50, 64, 66-70, 110, 186, 201-202, 226-227, 235
Clásico (C): 7-16, 18-22, 32, 34-35, 37-42, 43-54, 56-59, 61-63, 64-67, 69-70, 71, 74-77, 79-87, 88, 91-92, 94-97, 100-103, 104-105, 109, 119, 123-124, 136, 138-140, 142, 149, 153-154, 164-166, 170-171, 173-174, 175-176, 178, 180-182, 184, 186-187, 189, 196, 200-203, 207, 209, 211, 215-216, 221, 224, 225-227, 232, 238, 245-246, 247-251
Comparatismo (Literatura Comparada) (C): 13, 16, 73, 97-98, 100, 111, 142-143, 151, 167, 170, 178, 188, 197, 212, 235, 249
Comparetti, D. (A): 19, 37, 71-75, 89-90, 113, 137-139, 150, 152, 222
Convención (C): 81, 147, 167-169, 196, 21218
Cossío, J. Mª. (A): 159-161
Croce, B. (A): 18, 121, 143, 205
Ecos (C): 37, 85, 116, 121, 141, 146
Edad Media (C): 30, 71-74, 79, 85, 87, 101-102, 137, 154-156, 158, 190-191, 249
Eliot, T. S. (A): 10, 11, 15, 41, 79-80, 82, 91, 136, 143-147, 151, 153, 168, 174, 205-206
Estética de la Recepción (C): 19, 39, 170-171, 176, 201, 206, 219; Horizonte de expectativas (C): 205, 207
Etiemble, R. (A): 97, 143
Fama (C): 37, 117, 159, 187
Fortuna (C): 31-32, 37, 40, 49, 85, 141, 186
Frenk Alatorre, M. (A): 150, 156
Fuente(s), Estudio de (Quellenforschung) (C): 27, 29, 30, 31, 34, 35, 60, 104, 123, 140-143, 152, 167-168, 175-176, 180, 199, 204, 206, 209, 212, 214-216, 219-221, 228, 231, 245, 249
Genette, G. (A): 167, 170, 177-178, 182, 198, 214-217
Goethe, J. W. (A): 64, 69, 78, 171, 197, 242
Guillén, C. (A): 9, 13, 16, 31, 148, 167-170, 174, 178, 182, 215-216
Herencia (Heritage) (C): 5, 6, 13, 14, 18, 31-32, 34-36, 40, 74, 105, 152, 158-159, 174, 224, 233, 236, 241
Highet, G. (A): 13, 34, 56, 79-80, 87, 89-90, 92, 94, 109-110, 140, 147-148, 150-154, 156, 162-164, 166, 180, 185-187, 189-194, 195, 199, 228, 232-233, 235, 244, 248, 250
Hipertexto (C): 177, 215-216
Hipotexto (C): 177-178, 212-216, 219-220, 249
Historia Cultural (Kulturgeschichte) (C): 19, 35, 111, 156, 170, 179, 185-189, 192, 199, 221-223, 226, 249, 251
Historiografía Literaria (C): 110-112, 114, 117-119, 121, 123, 134, 170, 192, 248
Influencia (Influenza, Influence) (C): 11, 18, 31-32, 37-40, 88, 90-92, 99, 101, 109, 116, 119, 127, 139, 141, 147, 150-151, 154-155, 158, 162, 165, 167-170, 174-176, 178, 181, 191, 196, 199, 206, 212, 215, 233, 235, 241, 243, 250
Intertextualidad (C): 19, 38, 146, 161, 170, 175-179, 185-186, 192, 198, 209-210, 214-215, 218, 249, 251
Jauss, H. R. (A): 56, 170-171, 173, 182, 198, 201, 206-207
Kristeva, J. (A): 170, 210, 214
Lasso de la Vega, J. (A): 165-166
Legado (Legacy) (C): 31-34, 40, 57, 72, 80, 101-102, 104, 137-138, 142, 151, 154, 180, 189-190, 226, 232, 236-237, 250
Lida de Malkiel, Mª R. (A): 27, 29-30, 50, 54, 74, 79-80, 115, 150-151, 154, 156-158, 163-166, 235, 244-245
Mayans, G. (A): 91, 113-114, 119, 122-135, 141, 153
Medieval (C): 34, 48, 52, 54, 89, 101-103, 154, 188
Menéndez Pelayo, M. (A): 19, 34, 37, 73, 75-76, 89, 115-116, 118-121, 136, 138-143, 152-154, 158, 161-162, 184-185, 201, 229, 250
Mitocrítica (C): 161, 200
Modernidad (C): 34, 77-79, 101, 153, 200, 203, 220-221, 224
Moderno (C): 14, 17, 19, 27, 30, 44, 47-49, 54-56, 59, 66-69, 74-76, 79-81, 87-88, 90, 97, 99, 105, 113, 118, 138-139, 140-141, 144-146, 151, 153, 160-161, 164-166, 168, 170-171, 178, 184, 195-196, 202, 204, 207, 212, 215-218, 221, 223, 228, 232, 247, 249
Montes de Oca, I. (A): 229
Murray, G. (A): 91-92, 147-148, 150
Nietzsche, F. (A): 224-225, 251
Orientalismo (C): 151, 199, 228, 233-234, 236-238, 240, 242-246
Pervivencia (C): (Nachleben): 31-32, 35-37, 40-41, 56, 152, 179, 184, 191
Poética (y Retórica) (C): 56, 80, 91, 123-126, 136, 147-148, 205
Poligénesis (C): 88, 96-97, 99-100, 102, 158-159
Polisistema (C): 100, 103
Positivismo (Modelo A en B) (C): 34, 73, 79, 136, 142, 150, 152, 159, 166, 191-192, 197-198, 201, 210, 212, 214, 216, 248-251
Precursor(es) (C): 145-146, 151, 248
Proletario (Proletarius) (C): 43, 45-47, 51-53, 57, 64, 81-82, 87
Recepción (C): 18-19, 31, 32, 38-40, 42, 91-92, 94, 111, 146, 151-152, 161, 170-171, 173-174, 176-177, 185-188, 190-192, 195-199, 201, 203-204, 206-208, 215, 219, 224, 226, 249, 250, “Recepción” frente a “Actualización” 207
Recepciones Clásicas (Classical Receptions) (C): 171, 174, 187-188, 207-208
Renacimiento (renacentista) (C): 34, 55, 72, 74, 99-101, 114, 153-156, 160, 186-187, 190, 192, 221-225, 227, 249, 251
República Literaria (C): 54, 56, 59-62, 122
Reyes, A. (A): 15-16, 146, 164, 235
Romanticismo (romántico) (C): 59, 64-70, 73, 77-78, 81-82, 87, 90, 92, 94, 126, 137, 175, 202, 204, 227, 232, 238, 247
Ruiz de Elvira, A. (A): 161
Said, E. (A): 181-182, 187, 199, 228, 233-235, 238-242, 244-245, 250
Salinas, P. (A): 35, 74, 142, 151, 212
Tópico (C): 28, 30, 114, 116, 118, 122, 123, 133, 157-158, 160, 218, 243
Tradición Clásica (C): 6-7, 12-16, 17-22, 27-28, 30-32, 34, 40, 42, 44, 55-56, 66, 70, 71-73, 75-80, 88-91, 93, 96-97, 99-105, 109-112, 113, 115, 118-119, 121, 123, 125-127, 130, 134-135, 136-143, 147-148, 150-156, 159-161, 163, 165-166, 167, 169-171, 173-174, 178-83, 184-191, 195-200, 201-202, 207, 209, 215, 218, 220, 221-223, 226, 228-229, 230-231, 232, 235-237, 243-246, 247-250
Tradición Culta (C): 72-74, 78, 80, 93, 137
Tradición Popular (Leyenda) (C): 68, 71-78, 93-94, 105, 137, 152, 232
Tradición (C): 5-8, 10-16, 17-19, 27, 31-34, 37, 39-43, 70, 72-74, 77-79, 82, 84-87, 88-105, 109, 111-112, 113-115, 119, 122-123, 134-135, 137, 139-148, 150-156, 158-160, 162, 164-166, 167-170, 173, 177, 179-182, 187, 190-192, 196, 198-200, 201, 204, 206, 209, 211, 216, 218, 229, 232-233, 235, 243, 247-251
Traición (C): 18, 31, 88, 93-95, 104
Tradicionalidad Literaria (Menéndez Pidal) (C): 74, 115, 164
Transmisión (C): 11, 13, 18, 21, 31, 33, 74, 77, 80, 88, 93-94, 97, 100-104, 137, 155, 158, 187, 191, 206, 208, 250
Warburg, A. (A): 36, 102-103, 154-156, 170, 179-180, 182, 186-187, 189, 199, 221-226
El análisis del libro arroja 77 entradas provisionales y en buena medida interrelacionadas (por ejemplo, “Clásico” se relaciona con “Proletario”). El número de entradas posibles relativas a conceptos es de 43 y el de autores 34, con lo que el reparto queda bastante equilibrado. Como ya hemos señalado, algunas entradas, como “Intertextualidad” o “Recepción”, tienen que ver tanto con conceptos como con métodos, de manera que deberán contemplar también su correspondiente faceta programática. Asimismo, algunos vocablos crean, de facto, pequeñas constelaciones de términos relacionados. Es el caso de la entrada “Tradición”, en torno a la cual se articulan otros conceptos derivados o junturas consolidadas, como “Tradicionalidad” o “Tradición Clásica” y “Tradición Popular (Leyenda)”. En cualquier caso, este tipo de matices y relaciones se irá plasmando en la propia redacción de las entradas. En principio, no es nuestro deseo establecer, más allá del índice alfabético, consideraciones que compliquen la elaboración del diccionario mediante jerarquizaciones previas.
Asimismo, hay otros términos no recogidos en el índice anterior que serán incorporados, atendiendo a su interés específico, como los siguientes:
Con respecto a las entradas relativas a los autores, nos ceñimos básicamente a aquellos que han llevado a cabo aportaciones teóricas fundamentales. Es posible que a alguien le asombre encontrarse con una entrada dedicada a Jorge Luis Borges en calidad de teórico de la tradición literaria. En realidad, se trata de uno de los autores que más ha reflexionado a este respecto con un pensamiento innovador y vivificante. No contemplamos los nombres de autores clásicos en calidad de entradas del diccionario, salvo cuando se trate de alguna formulación moderna creada a partir de un nombre dado, como es el caso de “Horacianismo”, y cuya diferencia con respecto a otras formulaciones posibles hemos señalado ya en otro lugar.19
4. Criterios para la redacción de las entradas
Una vez establecida esta relación previa y básica de entradas para el DHTC, también es fundamental que su redacción siga unas pautas de organización y presentación comunes y claras para unificar en lo posible lo que será labor de autores diferentes. Para ello, vamos a adoptar una parte de las normas del Diccionario Español de Términos Literarios (DETLI), dirigido por el profesor Garrido Gallardo.20 Según las normas citadas, todos los artículos deben constar de cuatro partes:
Queremos que las entradas cuenten, dentro de lo posible, con una extensión homogénea, dentro de los naturales límites impuestos por el propio contenido de que traten. Para ello, estableceremos una extensión máxima y mínima. Las entradas, como ya hemos indicado, no van a estar jerarquizadas, pero sí relacionadas entre sí. Es pertinente señalar que los términos más generales, tales como “Intertextualidad”, deben estar siempre orientados a su relación con la Tradición Clásica, por lo que una entrada sobre la Intertextualidad, pongamos por caso, no consistiría en hacer un estado de la cuestión sobre esta metodología como tal, sino en función de lo que ha aportado a nuestros estudios.
Sin ánimo de llevar a cabo una entrada formalmente, sí podemos utilizar el término “Intertextualidad” para ofrecer unas pautas acerca de cómo debería ser teóricamente una entrada del DHTC. En principio, con respecto a la etimología, deberíamos buscar los formantes del término, “inter” y “texto”, a fin de poder precisar mejor desde este criterio su contenido y definición: las relaciones “entre” diferentes textos. También habría que señalar las diferentes formas del término en las principales lenguas europeas, señalando la lengua donde se acuñó primeramente. Asimismo, dentro de lo que sería el estudio, debemos partir del hecho de que se trata de un neologismo creado en el siglo XX por Julia Kristeva a partir de los presupuestos del dialogismo literario de Bajtín, y que el término fue después adoptado y desarrollado por el helenista y teórico de la literatura Gérard Genette para constituir cinco modalidades básicas de relación textual. En cuanto a su productividad con respecto a la Tradición Clásica, Claudio Guillén señaló el rendimiento que este término podía tener a la hora de superar los tradicionales estudios de fuentes literarias. En cualquier caso, desde un punto de vista metodológico, un intertexto, si bien puede referirse al mismo hecho que el término “fuente”, no presenta la misma naturaleza que éste. La fuente constituye algo “en sí mismo”, independientemente de dónde aparezca, mientras que la intertextualidad considera, ante todo, su naturaleza relativa, en función de otros textos. De esta forma, el planteamiento general que contextualiza la intertextualidad no tiene que ver tanto con los textos en sí mismos como con la relación dialógica que plantean los textos entre sí. De esta forma, en lo que concierne de manera específica a la Tradición Clásica, la intertextualidad no partiría del consabido modelo positivista “A en B”, entendiendo que A es un autor clásico y B un autor moderno, sino del modelo “A y B”, donde lo fundamental vendría dado por la relación entre los dos elementos. Finalmente, la bibliografía tendría que recoger tanto las obras generales, de carácter fundamental, como posibles estudios aplicados a la relación intertextual entre obras clásicas y modernas. Ejemplo de este segundo tipo de obras sería el estudio en buena medida fundacional de Ángel Vilanova acerca del “motivo clásico” y la novela hispanoamericana, que fue publicado en 1992.21
Asimismo, cada entrada irá firmada por el correspondiente autor al que le haya sido asignada. Nuestra idea es buscar, en lo posible, al mejor especialista para redactar cada entrada, de forma que la calidad individual de los trabajos termine siendo equivalente a la calidad global del diccionario. Un comité de redacción velará por la uniformidad y calidad de las entradas.
5. Conclusiones
En el presente artículo hemos tratado de exponer las directrices generales de lo que en un futuro cercano será el Diccionario Hispánico de Tradición Clásica (DHTC). Fundamentalmente, hemos ofrecido el proyecto de listado de entradas a partir de la lectura crítica del libro Teoría de la Tradición Clásica (García Jurado, 2016), así como los principales problemas teóricos y prácticos que atañen a la elaboración de un diccionario de este alcance. Aprovechamos también este apartado final de las conclusiones para incidir en uno de los aspectos que consideramos clave de nuestro proyecto: el DHTC no termina en sí mismo, constituye, sobre todo, el intento de articular un mecanismo eficiente para la discusión teórica, de carácter internacional, sobre el interminable diálogo entre los autores antiguos y modernos. En especial, recogiendo así el espíritu bajtiniano, incidimos en la pluralidad de voces posibles dentro del hecho de la tradición.